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capítulo 2

Argumentos y su reconstrucción

1. ¿Qué es un argumento? ¿Cómo lo reconocemos?


Definimos argumento como un conjunto de proposiciones en el que se
intenta establecer la convicción acerca de una de ellas, a saber, la conclu-
sión, con base en otras que conocemos como premisas.
Para reconocer que un texto o discurso es argumentativo o
contiene un argumento nos servimos de ciertas expresiones claves que
nos permiten identificar las proposiciones en su función de premisa o
de conclusión. He aquí una lista tentativa de giros que indican la pre-
sencia de premisas o de conclusiones en un discurso.

Indicadores de conclusión Indicadores de premisa


por lo tanto dado que
de ahí que puesto que
luego pues
se sigue que se sigue de
en consecuencia a causa de
entonces en vista de que
implica que porque
se deduce que en razón de
indica que se deduce de
se infiere que se infiere de
por esta razón… como es indicado por…
así de donde

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lógica y argumentación

2. Aproximación formal al análisis de argumentos


Desde el punto de vista formal se habla de argumentos válidos e in-
válidos. Esto es pertinente para los argumentos deductivos solamente.
Para establecer la validez de un argumento tenemos que considerar dos
cosas: primero, las combinaciones posibles de premisas y conclusiones
que lo componen según sean verdaderas o falsas y, segundo, la conexión
entre ellas, es decir que efectivamente la conclusión se derive de las pre-
misas. Para lo primero tenemos las siguientes combinaciones:
a. Premisas y conclusión verdaderas (VV);
b. Premisas verdaderas y conclusión falsa: (VF).
c. Premisas falsas y conclusión verdadera (FV) y
d. Premisas y conclusión falsas (FF).
A partir de estas cuatro posibles combinaciones de premisas y
conclusión según sean verdaderas o falsas obtenemos, en conexión con
la definición de argumento, la siguiente formulación del criterio de va-
lidez: Un argumento es válido cuando es imposible que las premisas
sean verdaderas y la conclusión falsa. Lo cual ciertamente se deriva de
la definición de argumento; pues, si argumento es el conjunto de propo-
siciones en el que establecemos la verdad de una de ellas, la conclusión,
mediante la verdad de las otras, las premisas, mal haríamos en concluir
algo falso de premisas verdaderas.
Para lo segundo, es decir para considerar la conexión entre
premisas y conclusión de manera que podamos decir que efectivamente
la última resulta de las primeras, tomemos el siguiente ejemplo:
Si alguien corriera en su bicicleta a la velocidad máxima de un
Fórmula 1 sería el ciclista más veloz de Colombia (V);
Mockus no alcanza la velocidad máxima de un Fórmula 1
(V);
Por tanto, Mockus no es el ciclista más veloz de Colombia (V).
Si aplicamos la definición de validez como “imposibilidad de
que las premisas sean verdaderas y la conclusión falsa”, la conclusión
tendría que valer no sólo para Mockus sino para cualquiera que ocupe
su lugar, es decir, que cumpla la condición de no alcanzar la máxima
velocidad de un Fórmula 1. Si encontramos un caso en que se cumpla

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tal condición y sin embargo contradiga la conclusión, tendremos una


prueba de que la conclusión no resulta de las premisas. Lo mejor para
hacer la prueba de la validez en este ejemplo es darle el lugar de Mockus
al ciclista reconocido como el más veloz de Colombia:
Si alguien corriera en su bicicleta a la velocidad máxima de un
Fórmula 1 sería el ciclista más veloz de Colombia (V);
Santiago Botero no alcanza la velocidad máxima de un Fórmu-
la 1 (V);
Por tanto, Santiago Botero no es el ciclista más veloz de Colom-
bia (F).
La conclusión es falsa en este caso, contraviniendo así el crite-
rio de validez, pues fue posible un caso en que las premisas fueran ver-
daderas y la conclusión falsa. Esto prueba que en el primer argumento,
a pesar de ser la conclusión verdadera, ella no resulta de las premisas y
el argumento, por tanto, es inválido.
Nótese finalmente que para argumentos hablamos de validez
e invalidez, mientras que de las premisas y conclusiones, en general de
las proposiciones, decimos que son verdaderas o falsas. La diferencia
se aclara si consideramos atentamente lo que se trata en cada uno de
los dos casos: la proposición, sea premisa o conclusión, concierne a lo
que es el caso o a un estado de cosas determinado, mientras que en el
argumento lo que está en juego es la conexión entre premisas y con-
clusión, independiente de lo que sea el caso o de los hechos en cuestión
expresados por ellas. En la proposición nos referimos a un estado de
cosas, a una creencia, verificable o no; en el argumento razonamos, de
manera que unas proposiciones (premisas) se constituyen en la razón
de otra (conclusión).

3. Insuficiencia de la aproximación formal


para una perspectiva argumentativa
Validez e invalidez son propiedades de los argumentos de tipo deduc-
tivo; sin embargo nuestra capacidad de razonar y nuestra actividad
argumentativa no se agotan en la deducción. Por esta razón estos ca-
lificativos de válido e inválido requerirán de ciertos matices cuando
hablemos de otro tipo de argumentos, como son los argumentos induc-

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4. La aproximación argumentativa crítica o informal


La aproximación informal nos abre un nuevo campo de trabajo que es-
taba vedado al análisis formal. En la medida en que los argumentos eran
o bien válidos o bien inválidos no había término medio que nos diera
la oportunidad de desplegar ese factor subjetivo y de opinión en que se
mueve la argumentación. Ahora vemos argumentos válidos e inválidos
que pueden ser examinados en virtud de su eficiencia, y que tal examen
no se atiene al criterio de validez: nos resultan entre los válidos varios
casos de argumentos inútiles, triviales, así como entre los inválidos
nos resultan otros tantos interesantes desde el punto de su efectividad.
Esta manera de considerar los argumentos ya no parece tan excluyente
y nos permite clasificarlos ahora en buenos y malos, algo similar a la
clasificación de los argumentos inductivos en fuertes y débiles según
se pueda valorar (graduar) la fuerza con que las premisas obligan la
conclusión, es decir, según el grado de asentimiento que el interlocutor
otorgue a las premisas. De ahí que se pueda empezar a hablar ahora de
argumento como algo que es susceptible de mejoramiento (reparación
de argumentos) a partir, por lo pronto, de dos instrumentos: la evalua-
ción y la explicitación de premisas.

5. Evaluación de premisas (Criterios)


Desde un punto de vista general o formal, el argumento exige que la
conclusión se desprenda o se siga de las premisas, las cuales en la si-
tuación ideal deberán ser verdaderas, pues se supone que creemos en
la conclusión y nos proponemos convencer a alguien sobre ella. Pero
en la situación argumentativa, es decir, cuando pretendemos convencer
a alguien de algo, ya no podemos hablar de la verdad de las premisas a
secas sino que lo que nos interesa es su aceptación por parte de nuestro
interlocutor. Hay algunos criterios que nos ayudan a valorar las premi-
sas de manera que podamos prever que sean aceptadas o rechazadas.
a. Contradice o confirma la experiencia personal
b. Contradice o confirma mis creencias o las del interlocutor
c. Hay contradicción entre las premisas

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d. Contradice o confirma opiniones de personas de reconocida


autoridad
e. Contradice o confirma información de fuente fidedigna

6. Explicitación de premisas
Nuestro asentimiento a las premisas no es siempre directo, como si nos
constara personalmente cada proposición que aceptamos o propone-
mos en su función de premisa. Las premisas son aceptadas o son plau-
sibles en razón de otras premisas que no se explicitan en el intercambio
argumentativo. Serán más plausibles las premisas que estén en franca
coherencia con nuestras más profundas convicciones; sin embargo es
frecuente que asintamos a premisas sin percatarnos de que en algún
momento puedan entrar en conflicto con otras más básicas. Por eso es
importante el ejercicio crítico de explicitación de supuestos, pues así se
ponen sobre la mesa las razones por las que asentimos las premisas y
ganamos control en la coherencia de los argumentos, así como también
ganamos conciencia de nuestras convicciones y de sus efectos. Hay un
argumento clásico que nos puede servir de ejemplo:
Los hombres serán castigados en la otra vida.
Por tanto, los hombres se pueden determinar a sí mismos.
En este argumento encontramos como premisas implícitas que
tratándose de la otra vida hay un Dios que castiga; por tanto el casti-
go es justo; entonces el castigado es culpable; por tanto hubiera podido
obrar de otra manera; lo cual equivale a decir que es libre; por tanto se
determina a sí mismo. (Locke, Ensayo sobre el entendimiento humano,
IV.xvii.4).
Si bien en principio no vemos que la autodeterminación de los
hombres resulte de la inminencia de ser castigados en otra vida, al ex-
plicitar otras convicciones conectadas con ella nos empieza a parecer
convincente la conclusión.

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