Vivimos en un mundo lleno de personas ilusionadas con el desarrollo tecnológico y
crecimiento económico de países tercermundistas. En donde una gran parte sueñan despiertos anhelando que dicho crecimiento traiga consigo las oportunidades que el primer mundo les puede ofrecer, mientras que la otra selecta parte codician un país más avanzado para seguir robando las posibilidades y los sueños de aquellos ingenuos excluidos entre clases sociales. En estos países lastimosamente siguen creyendo en líderes que venden la idea y el deseo manipulado de la necesidad de hacerse clientes fieles del consumismo y además promueven con orgullo que la solución para una mejor vida es trabajar cada vez más duro para así conseguir más cosas de valor económico, mientras se deja de lado el valor moral y ético. Convirtiéndose así en un pueblo ingenuo incapaz de ver el sufrimiento de la mayoría que solo intentan sobrevivir al sistema macabro que monopolizan aquellos que pueden comprar el valor de su opinión, pues en esta democracia manipulada solo se lucha por la opinión de quién les conviene y se escucha la voz de quienes facturan. En el juego anarquista del camino de promesas hacia el supuesto primer mundo nos convertimos en esclavos de quienes tienen el control, deslumbrados por las ilusiones perdemos la esencia de vivir y empezamos a sobrevivir entre perjuicios, avaricia e injusticias. Pero lo más triste de todo esto es que quienes menos tenemos somos los que elegimos a aquellos que más ganan y sin más los seguimos premiando con el poder absoluto de llevarnos por el sendero del caos y destrucción egoísta. Ya que quienes nos gobiernan se confabulan con aquellos países “avanzados” para vender los recursos naturales que por derecho nos pertenecen y mientras somos contentados con galletitas de premio y discursos fatuos, nuestro país es ofrecido y nuestras riquezas explotadas por países ajenos primermundistas quienes a orillan a nuestro planeta cada vez más a la destrucción, en el intento de saciar los caprichos consumistas de quienes llevan la bandera. Debemos tener en claro que quienes tienen el poder y la abundancia no estarán dispuestos a compartir este lugar con sus ingenuos esclavos de apalancamiento. Así como nos enuncia Galeano (1991) “El precario equilibrio del mundo, que rueda al borde del abismo, depende de la perpetuación de la injusticia. Es necesaria la miseria de muchos para que sea posible el derroche de pocos. Para que pocos sigan consumiendo de más, muchos deben seguir consumiendo de menos” Por esto debemos entender que no se trata de encajar a toda costa en una clasificación de idealismos y supuestos altos estándares de vida que a fin de cuentas solo nos conducen a ser un alma vacía en un cuerpo lleno de lujos y caprichos donde el valor de una persona se mide por las riquezas que este posea y la supuesta igualdad de derechos se ve nublada por la limitación de quienes no puedan pagar por ellos puesto que las oportunidades ahora solo son de quienes puedan comprarlas. Es momento de despertar y no vivir de ilusiones primermundistas, de dejar de soñar para empezar a luchar y darnos cuenta de que no son las promesas políticas las que cambiaran el país, sino que son los hechos del pueblo los que construirán nuestro futuro promotor de una mentalidad entusiasta y persistente la cual llenará nuestro país de reales esperanzas y nos brindará la posibilidad del nacimiento de un nuevo mundo donde se trabaje para vivir y no para sobrevivir. En un nuevo mundo donde no caigamos nuevamente en el atropello de los más débiles, en las injusticias de los más apoderados y en los sufrimientos de muchos a quienes las oportunidades de una vida digna se les son negadas sin más allá ni más acá ya que sus voces no son escuchadas. Ya es hora de quitarnos las vendas y dejar de confirmarnos con las sobras de nuestros titiriteros y se pongan de pie todos aquellos que aún están esperando de rodillas.