Está en la página 1de 2

En el Programa “La isla”, que se emite por Radio Chivilcoy, Luis Rositto suele someter al

invitado de turno a un ping pong de preguntas y respuestas. Una de las preguntas interroga
sobre ¿éxito o felicidad? El juego busca la velocidad de la respuesta sin importar el polo de
la elección. Podemos pensar que el éxito trae la felicidad o que si somos felices el éxito se
da por añadidura. Buscamos ser felices y alguno podría preguntar: “¿Ser feliz?… ¿y qué
ganas con ello?”. Sin temor a equivocarnos podemos sostener que ninguna ciencia, ni
ningunas técnica, puede alcanzar la felicidad.
Tanto el éxito como la felicidad pueden apreciarse como pasiones que esconden el mandato
de la competencia. La lucha por alcanzar el éxito. cosa muy difícil de conseguir ya que ¿hay
alguna forma de alcanzar de manera individual cuando las condiciones de existencia en el
neoliberalismo están dadas para que el proceso de acumulación se restrinja en unos pocos,
muy pocos?
La economía liberal, con su culto del beneficio y del éxito, está empapado de la ideología de
la felicidad. El proceso de producción globalizado se apoya en una auténtica ideología de la
felicidad que, sin embargo, esconde efectos de infelicidad crecientes que se manifiestan en
La vida y en el psiquismo, sobre el sistema emocional. Podemos entrever algun indicio en el
emerger de formas pánicas o depresivas de la psique social y del comportamiento colectivo.
Una actitud mental predomina hoy en día en el panorama intelectual, el mercado
competitivo es considerado como el único medio por el cual es posible la conquista del
progreso. La miseria y la marginación son su inevitable precio. Del mismo modo en que la
evolución natural con su despiadada selección elimina a los débiles y permite a los fuertes
prosperar, así la sociedad humana no puede progresar si no mediante la explotación. El
trabajo, la productividad, la competencia son considerados los valores a los que todo debe
ser sacrificado.
El imperativo categórico de hoy día manda ser competitivo, si quieres sobrevivir debes ser
competitivo. Su consecuencia es la enfermedad mental, que se muestra como una epidemia
social.
Ser competitivo implica recibir y elaborar continuamente una inmensa y creciente masa de
datos. Esto provoca un estrés de atención constante y una reducción del tiempo disponible
para la afectividad. Esto devasta el psiquismo individual. Depresión, pánico, angustia,
sensación de soledad, miseria existencial.
Pero, en una sociedad donde prima la competencia y el poder económico, no se puede decir:
estás agotado. Hoy el capital necesita energías mentales, energías psíquicas. Las
enfermedades mentales están estallando en el centro de la escena social.
La infelicidad funciona como un estimulante del consumo: comprar es una suspensión de la
angustia, un antídoto de la soledad. Pero no es la única manera en que se expresa el
malestar.
Fuera de toda duda la gente está triste por su forma de vida, en la actual forma que toma el
capitalismo. Y esa tristeza tiene consecuencias en la salud pues merma la potencia de actuar.
El principal efecto es un bloqueo del deseo.
Procesar este malestar implica conquistar nuevos territorios existenciales que amplían el
campo de nuestras experiencias, enriqueciendo nuestro pensamiento, aumentando nuestra
capacidad de existir. El deseo es el proceso de producción de universos psicosociales. Es un
proceso para lograr una adaptación activa a la realidad. Sin embargo esta creación de
universos psicosociales se enfrentan con un conjunto de actitudes resistenciales, tanto en el
nivel individual como en el nivel grupal y el nivel social, que crean situaciones
estereotipadas que impiden o bloquean el proceso.
Las resistencias se manifiestan habitualmente en la forma de dos miedos primarios que
originan una perturbación existencial básica. Estos miedos son el miedo a la perdida y el
miedo al ataque.
Si fracasa se bloquea el proceso de producción de universos psicosociales, allí se presenta la
enfermedad. La enfermedad no es proceso, sino detención del proceso, La neurosis, la
psicosis son estados en los que se cae cuando el proceso está interrumpido, impedido,
cerrado.
Cuando predomina el miedo a la perdida el yo proyecta sobre sí mismo la causa del malestar
y se va a intoxicar de culpa. Pasa a verse a sí mismo como insuficiente, incapaz, inferior,
débil, fracasado, no deseable. Una de las maneras en que va a actuar el deseo para recobrar
el equilibrio va a ser el consumo. En el marco de la política de subjetivación dominante, los
objetos de ese consumo serán productos de toda suerte que le ofrece el mercado, a veces
compulsivamente.
Cuando predomina el miedo al ataque, el yo proyecta la causa del malestar sobre el otro (de
raza, género, clase, ideología etc.) y lo demoniza intoxicandose de odio y resentimiento. Eso
puede llevar a acciones extremamente agresivas cuyo poder de contagio tiende a crear las
condiciones para el surgimiento de una masa fascista. La experiencia de extrema
desestabilización que estamos viviendo hoy en el planeta es igualmente portadora de ese
tipo de riesgo.
En toda esta reflexión me fue acompañando,como un amigo conceptual, el filosofo italiano
Franco Berardi. Y voy a concluir con una larga cita de Deluze: “La idea de base de Spinoza
es muy simple, es que hay dos plagas del genero humano… el odio y el remordimiento. Se
podría hacer una especie de cuadro psiquiátrico de las afecciones del odio y de las
afecciones del remordimiento. Pero lo que le interesa en su manera de ver todo esto no es
una psiquiatría; lo que le interesa es, evidentemente, la política. Spinoza se pregunta: ¿Qué
es lo que se llama los poderes? El plantea la cuestión del poder de una manera tan ridícula:
el poder se opone a la potencia; la potencia es nuestra suerte en nosotros… pero el poder es
otra cosa. Se pregunta ¿Qué quiere decir tener el poder sobre alguien? Tener el poder sobre
alguien es estar a la medida de afectarlo. Los poderes son fundamentalmente instituciones
hechas para afectarnos de tristeza, funciona así y no puede funcionar más que así. Cosas
como la esperanza, la recompensa y la seguridad son puestas del lado de los afectos tristes.”
Alejandro Unzaga
Psicodramatista. Tecnico Mecánico en Maquinas Abstractas

También podría gustarte