Está en la página 1de 3

“EL CRIMEN ENCUBIERTO MÁS FRECUENTE DEL MUNDO”.

“No te rindas, por favor no cedas, Aunque el frío queme, Aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se esconda, Y se calle el viento, Aún hay fuego en tu alma, Aún hay
vida en tus sueños”
Mario Benedetti

Las cifras nos indican que 120 mujeres mueren al año a causa de la violencia.
120 madres, hermanas, hijas o amigas.
120 historias que estaban escribiéndose.
120 proyectos de vida arrebatados.
Todavía hoy, en pleno siglo XXI, el simple hecho de nacer mujer puede suponer
un factor de riesgo para la propia vida.
Todavía hoy, en pleno siglo XXI, ninguna sociedad (tampoco la nuestra) ha
conseguido erradicar ese otro terrorismo –o “ese terrorismo”, a secas- que puede llegar
a sufrir nuestras mujeres y que nos han colocado en el segundo lugar en América Latina
en casos reportados de violencia contra la mujer.
La lucha de las mujeres en el mundo para lograr el reconocimiento de sus derechos
humanos, sociales y políticos y, sobre todo, el respeto a su dignidad, ha sido un esfuerzo
de siglos, que tuvo una de sus expresiones más elevadas en la Declaración de los
Derechos Humanos de la Mujer y la Ciudadanía en 1791. Un gravísimo problema, contra
el cual han luchado históricamente las mujeres en el mundo entero, es la violencia que se
ejerce contra ellas por el solo hecho de serlo. La violencia de genero encuentra sus raíces
profundas en la característica patriarcal de las sociedades en la que prevalecen
estructuras de subordinación y discriminación hacia la mujer que consolidad conceptos
y valores que descalifican sistemáticamente a la mujer, a sus actividades y opiniones.
Un fracaso de todos. Pero también una razón de peso para, lejos de rendirnos,
plantar cara con más fuerza si cabe a la sinrazón.

La violencia contra las mujeres comprende todo acto sexista o conducta


inadecuada que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual,
psicológico, emocional, laboral, económico o patrimonial; la coacción o la privación
arbitraria de la libertad, así como la amenaza de ejecutar tales actos, tanto si se producen
en el ámbito público como en el privado que constituye un grave problema de salud
pública y de violación sistemática de sus derechos humanos, que muestra en forma
dramática, los efectos de la discriminación de la mujer por razones de sexo en la
sociedad.
Un drama que no es un fenómeno lejano.
Tampoco exclusivo de un determinado segmento social económica y culturalmente
más débil.
Si bien sostiene que la violencia se expresa en el ámbito público y privado, admite
que es en este segundo caso donde la mayoría de las mujeres son agredidas, es decir, al
interior de sus hogares.
Este hecho lleva a reflexionar sobre otros elementos relacionados con la manera en cómo
se enfocan los temas de violencia y que, en muchos casos, terminan con el desenlace fatal
del feminicidio.
Hechos de violencia que se callan, denuncias que pasan desapercibidas, impunidad de
los responsables o investigaciones judiciales que se truncan, nos hablan de situaciones
que comprometen la responsabilidad tanto del entorno de la víctima como de la Policía
Nacional del Perú, del Ministerio Púbico y del Poder Judicial.

Este tema amerita un enfoque distinto en el tratamiento de los casos denunciados,


pues se debe acabar con el discurso que legitima la violencia de género y que, de alguna
manera, influye en atenuar la sanción contra los agresores, como en el caso de la figura
de la emoción violenta.
Pero hay que seguir trabajando.
Todavía sigue siendo necesario el compromiso de todos.
Nuestra denuncia, individual y colectiva, del maltrato, la discriminación y la
desigualdad.
Siguen siendo necesarios días como hoy, en el que todos y todas juntemos nuestras
voces para denunciar y condenar la violencia que aún hoy se sigue ejerciendo contra la
mujer.
Para lograr, en definitiva, una sociedad más justa, más libre, más igualitaria.
Una sociedad libre de violencia. Una sociedad, entonces sí, libre.

Que este crimen deje de ser encubierto y tenga rostro.


Muchas gracias

También podría gustarte