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Poder paceño

Uno de los retos que enfrento es el proceso de la diferenciación con los estudiantes. Eso y que los
jóvenes aprendan a trabajar "a su ritmo" con las Guías de Aprendizaje. Aparentemente diferenciar a
los grupos, a partir de sus procesos de avance y habilidades académicas fue el menor de los conflictos.
Hacer que se agruparán a partir de características particulares, para enfocar su "fuerza colectiva" en
una meta común, resultó ser un problema mayúsculo para los jóvenes. Poseen problemas de
comunicación interpersonal tan complejos, que he tenido que volcar mis esfuerzos en la creación de
puentes comunicativos, para establecer armonía dentro de nuestro Ambiente de Aprendizaje.

Lo anterior he tenido que sumarlo a la apatía que hay al interior del aula y la cual he traducido
como el método de resistencia estudiantil al proceso de aprendizaje. Y es que, a decir de Michael
Foucault (1988) “en lugar de analizar el poder desde el punto de vista de su racionalidad interna, se
trata de analizar las relaciones de poder a través del enfrentamiento de las estrategias” (p. 5).

A la luz de esto, se hace necesario revisar más y en mayor medida la realidad de la que nos
ocupamos, porque los juegos de poder se encuentran enmarcados más allá de la teoría, son parte de
nuestras experiencias. Mientras como sujetos estamos (los facilitadores) y están (los estudiantes)
inmersos en relaciones de producción y significación, también se localizan insertos en juegos
complejos de vinculación, con actitudes que recaen en ejercicios de poder.

Básicamente la presencia de aquellos estudiantes que se resisten a ser corresponsables de


su experiencia al interior del aula, son también, aquellos (as) en una lucha transversal con la cual
desean reafirmar su poder al interior del aula. Es decir, su viaje al interior de las aulas, se ha
caracterizado por la sistematización y homogeneización de sus espacios. Han crecido con la idea de
que “algunos sirven para estudiar y otros no. Los que son muy inteligentes van a universidades
prestigiosas con otros compañeros igual de brillantes que ellos en el ámbito académico (…) El paso
por la escuela de los alumnos que no poseen una inteligencia innata tan elevada no resulta tan
satisfactorio” (Robinson, 2016, pág. 20).

Ciertamente los estudiantes están insertos dentro de una estructura educativa que centra sus
fuerzas en el amoldamiento que cancela la “individualidad, la imaginación y la creatividad” (Robinson,
2016, pág. 21). Además, reconozco que la lucha constante con los estudiantes, me lleva a cuestionar
su estatus como alumnos. Es decir, soy consciente de que tienen derecho a sostener sus diferencias
e inconformidades sistémicas, al igual que su resistencia hacia aquello que los aísla de los demás: el
sistema educativo tradicional.

Sin embargo, la que aparentemente es su herramienta de resistencia contra el “poder” que ejerce el
sistema educativo, para la modelación de sus mentes en respuesta a las necesidades del mercado
laboral, dista de los siguientes tipos de luchas que reconoce Foucault (1988):

1) Las que se oponen a las formas de dominación: me resulta poco probable encontrar sus
niveles de desinterés académico en este rubro porque las alternativas que he ofrecido a los
estudiantes a partir de la diferenciación, han sido tomadas con bajo interés. En el peor de los
casos, con nula respuesta.
2) Las que denuncian las formas de explotación que separan al individuo de lo que produce. Esta
categoría queda descartada, debido a que los estudiantes con los que trabajo al interior de
las aulas, reportan cero síntomas de explotación social en cualquiera de sus niveles. Además
de que un número específico de estudiantes, se rehúsa a la producción de evidencias que
permitan el registro de su progreso académico.

La lucha en la que durante los últimos meses he podido identificar a ocho de mis estudiantes, es
en las luchas que combaten todo lo que ataca al individuo a sí mismo, sometiéndolo a otros
(Foucault, 1988). Los adolescentes están cansados de la figura autoritaria y poseedora de la
“verdad absoluta” al interior del aula.

Esto último es algo en lo que aún trabajo. Leer en mayor profundidad la estructura de su “yo”
social, su “yo” académico y su “yo paceño”.

Referencias
Foucault, M. (julio-septiembre de 1988). El sujeto y el poder. Revista Mexicana de Sociología,
50(3), 3-20. Obtenido de http://links.jstor.org/sici?sici=0188-
2503%28198807%2F09%2950%3A3%3C3%3AESYEP%3E2.0.CO%3B2-A

Robinson, K. (2016). Escuelas creativas. La revolución que está transformando la eduación. México:
Penguin Random House Grupo Editorial.

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