Está en la página 1de 6

CRISIS DE LA DEUDA EN LATINOAMÉRICA

La crisis de la deuda latinoamericana también conocida como la “década perdida

de América Latina”, fue una crisis financiera que se desarrolló a inicios de los años

1980, cuando los países latinoamericanos alcanzaron un punto en donde su deuda

externa excedió su poder adquisitivo y no eran capaces de hacer frente a los

compromisos adquiridos de pago.

La también conocida crisis de la deuda, fue una de las peores crisis por las que

ha pasado Latinoamérica, así lo expresaron varios autores a lo largo del tiempo.

La crisis de la deuda de los años ochenta ha sido el episodio económico más

traumático que ha experimentado América Latina a lo largo de su historia.

Durante la “década perdida” a la cual dio lugar, la región retrocedió del 121% de

promedio del PIB per cápita mundial al 98%, y del 34% al 26% del PIB por

habitante de los países desarrollados. (Ocampo, Stallings, Bustillo, Belloso y

Frenkel, 2014, p.19)

Para entender mejor cómo se originó la crisis de la década de los 80, Ocampo et

al. (2014) también nos dice que:

La crisis de los años ochenta reconoce sus raíces en los desequilibrios

macroeconómicos internos y choques externos que se verificaron en el curso de

la década previa, tanto en los precios de los hidrocarburos como en la

disponibilidad y costo del financiamiento externo. Durante los años setenta la

formación bruta de capital fijo como proporción del PIB exhibió un aumento

muy significativo, y el consumo en general se mantuvo o se incrementó. Con

ello, el gasto total se expandió en la mayoría de los casos a un ritmo superior al

del producto. (p.9-10)


Sobre los orígenes Parodi (2015) nos dice que:

Durante la década de los setenta, los bancos privados internacionales prestaron a

gobiernos de la región enormes cantidades a tasas de interés reales negativas.

Fue una década de abundante liquidez en los mercados mundiales y crédito

barato, canalizada hacia los gobiernos de América Latina a través de los bancos

privados internacionales. La deuda externa de América Latina creció a una tasa

de 27% anual entre 1970 y 1981. El destino de los préstamos, en la mayoría de

los casos, fue el aumento del gasto público que así creció por encima de los

ingresos que obtenían los gobiernos de los impuestos: el resultado fue un

creciente déficit fiscal, financiado con deuda externa. El exceso de gasto de los

gobiernos permitió que las economías crezcan entre 1970 y 1980. (p.6)

Para entrar de lleno a lo sucedido en la crisis de 1980, cabe mencionar que

varios autores coinciden en que el estallido de la crisis se dio en el año de 1982, así lo

menciona Estay (1991), en su artículo “América Latina en la década de los ochenta”.

“…durante la mayor parte de la década de los ochenta, específicamente desde

1982, el deterioro ocurrido en América Latina se ubicó en un marco no de crisis

o de recesión cíclica de la economía mundial, sino de recuperación y de tasas

relativamente elevadas de crecimiento, y que, como consecuencia de ello, la

propia realidad se encargó de desmentir y/o de revertir la existencia de cualquier

tendencia previa a una mayor influencia, autonomía y relación de igualdad con

el resto del mundo.” (p.16)

Compartiendo el mismo modo de pensar, está Parodi (2015)

“La crisis de la deuda estalló en agosto de 1982, cuando el gobierno mexicano

anunció la moratoria unilateral de sus pagos de deuda externa. No poder pagar


una deuda significa que en los años previos ocurrió un proceso de

sobreendeudamiento, sea por razones internas y/o externas.” (p.6)

Ahora bien, respecto a lo sucedido en la mencionada crisis y las consecuencias

que trajo a los países de la región, Reyes (2000) menciona que

“La naturaleza extraordinaria de los problemas regionales de los ochentas se

reflejaron de manera simultánea y sostenida en un descenso de los indicadores

económicos y sociales de América Latina. Hubo un decaimiento significativo en

la producción, es decir, un severo descenso en las tasas de crecimiento. La

situación del empleo se vio afectada significativamente y los salarios reales

declinaron en la medida que la inflación aumentaba y los problemas de la

economía internacional se profundizaban.” (p.12)

“A fines de 1984, el monto total de la deuda llegó a alrededor de 360 000

millones de dólares en el conjunto de América Latina. Los países más

endeudados eran Brasil, con 101 100 millones de dólares, México, con 95 900

millones, y Argentina, con 48 000 millones” (Ritter y Pollock, 1987, p.19)

“La situación se tornó crítica debido a la persistencia de las condiciones adversas

y a las respuestas deficientes de la comunidad internacional frente a la crisis de

la deuda latinoamericana. El efecto conjunto de la cesación abrupta y prolongada

de la financiación externa, que duró casi una década, y las crecientes

obligaciones del servicio de la deuda se convirtió en un choque externo masivo

que transformó las transferencias netas de recursos de cuantías positivas a

negativas” (Ocampo et al., 2014, p.34)

“La crisis y los procesos de ajuste de los ochentas acabaron con el frágil balance

que se tenía en el empleo, el cual había sido producto del crecimiento de las
décadas anteriores. Los salarios reales se hundieron y se dieron alzas

importantes en el desempleo y subempleo; en general se elevó la concentración

de actividades en subáreas ocupacionales de baja productividad. De manera

generalizada, la fuerza de trabajo urbana en sectores de subempleo se expandió

en la región a razón del 5 por ciento anual” (Reyes, 2000, p.12)

Como se menciona anteriormente, la “década perdida” de Latinoamérica

significó niveles de endeudamiento nunca antes vistos en países de la región, y fue una

reacción regional, ya que, aunque no todos los países fueron afectados de la misma

manera, ninguna de sus economías pudo escapar de sus efectos.

Pero, ¿qué medidas fueron adoptadas por los países de la región para salir a flote

de las deudas que tenían?, para empezar, Parodi (2015) mencionaba que luego de que se

diera el anuncio de México en el 82, se entró a un periodo de ajuste.

“Luego del anuncio mexicano de la imposibilidad de pagar su deuda, la primera

reacción de los acreedores fue buscar la forma que los países deudores cumplan

con el pago de sus deudas y evitar así una “moratoria en cadena”. La respuesta

inicial partió de los organismos multilaterales (FMI y BM), bancos centrales y

gobiernos de los países acreedores. El FMI asumió el liderazgo en la

implementación de “paquetes de rescate” que partían de tres premisas: en primer

lugar, el problema de los países deudores era de iliquidez y no de insolvencia; en

segundo lugar, la reanudación de los préstamos bancarios sería voluntaria una

vez que los coeficientes de deuda/PBI se redujeran a niveles manejables; en

tercer lugar, una “moratoria en cadena” significaría el colapso del sistema

financiero internacional.” (p,33-34)


“El nuevo modelo se podía resumir así: los deudores llegarían a un acuerdo con

el FMI, que se traduciría en un préstamo de emergencia a cambio de un

programa de ajuste, sujeto a préstamos involuntarios de los bancos privados

internacionales. Otras agencias multilaterales, como el Banco Mundial,

contribuirían con el país para mitigar los costos del ajuste. Los bancos

negociarían con los deudores las nuevas condiciones.” (Parodi, 2015, p.35)

Luego del periodo de “paquetes de rescate” y “préstamos involuntarios” a

cambio de ajustes económicos de parte de las entidades financieras y el gobierno, estuvo

la propuesta Baker, que fue una propuesta del secretario del Tesoro de Estados Unidos,

“Según el citado Plan, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial

continuarán con su misión central de controlar la política econ6mica de ajustes,

pero los nuevos préstamos deberán ser aportados mayoritariamente por los

bancos comerciales privados de todo el mundo […] Para que cualquiera de los

quince países seleccionados participe de las "ventajas" que ofrece este "Plan",

deberán implementar reformas políticas que se supone llevaran a restaurar las

condiciones del crecimiento de sus economías” (Cusminsky y Gitli, 1987, p.92)

El plan Baker fue elogiado y provocó una postura de acatamiento de parte de las

economías Latinoamericanas al principio, fueron los bancos y el FMI quienes no

acataron la propuesta del secretario del Tesoro de los Estados Unidos y no prestaron los

montos anunciados en el plan.

Como último recurso estuvo el plan Brady, que vendría en el año 1989,

propuesto por el nuevo secretario del Tesoro, Nicholas Brady.

“De acuerdo con el Plan Brady, la única forma de retomar los préstamos

voluntarios del exterior era a través de una combinación de reducción de deuda


con reformas orientadas al libre mercado. La clave era que los bancos que

redujeran la deuda con los países en dificultades, recibirían a cambio garantías

para el repago de la deuda restante, tanto del FMI como del BM.

Si bien es cierto el mecanismo era complejo, en esencia, mediante el Plan Brady,

los gobiernos de los países con problemas de pagos, reemplazaban los préstamos

vencidos con los bancos comerciales en bonos soberanos reestructurados,

denominados bonos Brady. El cambio se hizo con un descuento basado en los

precios del mercado secundario. De esta manera, el Plan Brady permitió la

reestructuración definitiva de las deudas con los bancos comerciales

internacionales y reabrió las puertas de acceso al crédito voluntario. De manera

gradual, América Latina volvió a crecer.” (Parodi, 2015, p.37)

“En 1989 se puso en marcha el Plan Brady, que aceleró aún más el crecimiento

de los mercados de deuda de la región. Al impulsar la titularización, el plan

contribuyó a que los países pudieran mejorar su acceso a los mercados

financieros internacionales y a redefinir su integración en la economía mundial.”

(Ocampo et al., 2014, p.84)

(Cusminsky y Gitli, 1987, p.92)

También podría gustarte