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Vajont, el Titanic de las Presas

Publicado
por Octavio Domosti

Una serie de accidentes ocurridos durante el siglo pasado en destacadas


obras de ingeniería han dejado una huella imborrable en el inconsciente
colectivo. Curiosamente, muchas de estas desgracias se produjeron
cuando la ambición o prepotencia cegaron el sentido común y el
rigor profesional, transformando records del mundo en tragedias: el
bamboleo del puente de Tacoma, el incendio del dirigible
Hindenburg… y por supuesto, el Titanic, el buque que alardeaba
de ser, además de insumergible, el más grande y lujoso de su
tiempo pero su primer (y último) viaje solo le llevó al fondo del
océano Atlántico dejando tras de sí unos 1500 muertos. Menos
conocido, el incidente de la presa bóveda de Vajont (Italia), que
con sus 261,6 metros era la más alta del mundo en el momento
de su inauguración, costó la vida a más de 2000 personas (1) la
noche del 9 de octubre de 1963. Cuando la mayor parte de los
habitantes de la zona estaban en la cama o viendo un partido de fútbol
por televisión, una ola gigantesca proveniente del embalse de Vajont
arrasó pueblos enteros… pero tanto aguas arriba como aguas abajo del
valle. Y la presa aún permanece intacta hoy en día. ¿Qué había
sucedido?
Panorámica de la presa de Vajont antes de la catástrofe. Para apreciar la
escala de la fotografía, la coronación de la presa (abajo, a la izquierda)
mide 190,50 metros

Un desprendimiento Colosal

Parte de la ladera del Monte Toc, uno de los accidentes geográficos


que delimitaban el vaso por el lado sur, se deslizó y cayó sobre
el embalse desalojando la mayor parte del agua que contenía,
que en ese momento se encontraba a unos 20 m por debajo de
su máxima capacidad. Si nos fijamos en las cifras nos comenzamos a
dar cuenta de la magnitud del accidente: se desprendieron unos 250
millones de metros cúbicos de terreno, que cayeron a una
velocidad cercana a 100 km/h en el embalse que en ese
momento albergaba unos 150 millones de metros cúbicos de
agua (2).

Para los que prefieran otras unidades más visuales para captar esas
magnitudes volumétricas, midamos por ejemplo en yokozunas,
luchadores de sumo del rango más alto: suponiendo que un yokozuna
pesa unos 150 kg y que la densidad del cuerpo humano es del orden de
unos 980 kg/m3, se obtiene que cada yokozuna ocupa un volumen de
0,153 m3; por tanto, 250 millones de metros cúbicos equivalen a ¡más
de 1600 millones de yokozunas! Ahora, imaginen a esos 1600
millones de luchadores de sumo amontonados, con sus
taparrabos ceremoniales y bien untados de Aceite Johnson’s
para niños para evitar fricciones indeseadas, lanzándose ladera
abajo al doble de la máxima velocidad punta que ha conseguido
jamás Usain Bolt. Una imagen estremecedora.

La presa de Vajont el día después de la catástrofe. La ladera del monte


Toc ahora llena parcialmente el embalse, mientras que la estructura de
la presa no ha sufrido daños aparentes. Que mil millones de chinos
salten a la vez no cambia la órbita terrestre, pero ojo con que se bañen a
la vez 1600 millones de yokozunas

Al irrumpir esa imponente masa de millones de metros cúbicos (los que


quieran seguir hablando en yokozunas, que transformen las unidades)
en el embalse, el agua fue desplazada con violencia en todas las
direcciones:
— Hacia la orilla opuesta al deslizamiento (norte), generando
una primera ola que llegó hasta la localidad de Casso, que se
encontraba a la cota 928 (la coronación de la presa está a la
722,50), y que incluso dañó parcialmente algunos edificios: el
agua empujada por el deslizamiento se elevó creando una
ola/salpicadura de unos 240 m de altura medidos respecto la
lámina libre del embalse. Una vez disipada la energía que impulsó
esa ola verticalmente, el agua cayó de nuevo sobre el vaso que
ahora estaba ocupado parcialmente por el desprendimiento, por
lo que solo pudo tomar dos caminos: hacia aguas arriba o hacia
aguas abajo.

— Hacia aguas arriba (este): unos 50 millones de metros cúbicos de


agua remontaron el curso fluvial, alcanzando hasta un máximo de 40
m de altura de ola en algunos puntos, afortunadamente
deshabitados. No obstante, la crecida en sentido antinatural del
río se llevó por delante la vida de unas 160 personas.

— Hacia aguas abajo (oeste): otros 50 millones de metros cúbicos


saltaron por encima de la presa, en una altura estimada respecto a la
coronación de la misma de unos 100 m (es decir, unos 360
metros respecto al fondo), vertiendo a gran velocidad sobre el
desfiladero que desembocaba en el valle del Piave y llevándose
consigo los 62 trabajadores que había en ese momento en la
presa. La combinación del caudal de agua desplazada con la estrechez
del valle favoreció un efecto émbolo que arrancó ventanas, tejados
y vidas humanas en Longarone, el pueblo que se encontraba frente a
la presa, precediendo la llegada de la terrible marea artificial: siguiendo
de cerca esa onda de choque (que según algunas fuentes, era el doble
de potente que la sufrida en Hiroshima), el agua salió del
angosto valle con una altura de unos 70 metros y una energía
gigantesca, por lo que fue imposible que girase 90º siguiendo la
dirección natural del cauce y se dirigió directamente hacia Longarone,
que literalmente fue borrada del mapa dejando tras de sí un paisaje
lunar, la pura esencia de la muerte. El paso de este torrente
apocalíptico dejó unos 1900 muertos repartidos entre Longarone
y otras localidades ribereñas como Pirago, Fae, Rivalta y
Villanova.
Longarone antes (izquierda) y después (derecha) del incidente. Ni
escombros, ni ruinas… lo que entró en contacto con el agua quedó
prácticamente volatilizado

La tragedia podría haber sido aún mayor si la presa se hubiera


derrumbado, vertiendo otros 50 millones de metros cúbicos que
a pesar de todo permanecieron embalsados. Afortunadamente,
la esbelta bóveda de Vajont resistió todos los esfuerzos
generados por el deslizamiento, sufriendo apenas daños en la
pasarela de servicio que discurría sobre el aliviadero.

La presa bóveda de Vajont

Una presa bóveda es una de las más complejas obras de


ingeniería que se pueden construir. La mayoría de las presas son de
gravedad, es decir, contrarrestan el empuje del agua con su peso propio.
En cambio, las presas bóveda contienen el empuje hidrostático
con su forma y lo transmiten al terreno a través de la doble
curvatura (en planta y en alzado) de su estructura, buscando la
antifunicularidad (3) de la misma. La presa de Vajont tiene casi 262
metros de altura (recordemos que el edificio más alto de España, la
Torre Caja Madrid, mide 250 metros), con un grosor de 3,40 m en
coronación y en cimentación, solo 22,11 m (prácticamente, una
décima parte de la altura), mientras que una presa de gravedad
necesitaría unos 180 metros de anchura en la base para contener ese
mismo nivel de agua embalsada (una relación de 7/10, aunque esta
proporción depende del terreno de cimentación).

Hay que tener en cuenta que una presa ha de soportar todas las
situaciones posibles, un amplio abanico que comprende desde el llenado
completo rebosando por el aliviadero, hasta en vacío y con el viento
soplando contra el paramento de aguas abajo. Las solicitaciones son
radicalmente diferentes pero la estructura tiene que seguir siendo
funcional y estable. Además, un factor determinante en la
estabilidad es el agua, que penetra por el contacto entre la
presa y la roca creando unas presiones intersticiales que
afectan al estado tensional tanto de la propia estructura de la
presa… como del vaso. Es necesario por tanto un cálculo cuidadoso (y
una ejecución acorde) para que esa flexible y delgada capa de hormigón
que contiene millones de toneladas de agua cumpla con su cometido,
pero tan importante o más que su estabilidad estructural es su conexión
con el terreno, por un lado para evitar filtraciones y, sobre todo,
para que el empuje del embalse no la arranque de la roca y se la
lleve por delante. Por eso, la cerrada ha de tener unas
condiciones topográficas y geológicas muy determinadas que no
siempre posibilitan la elección de esta tipología. En este caso, la
flexibilidad de la bóveda de Vajont, la campaña de anclajes que
la cosía al terreno y la resistencia de la roca de la cerrada
hicieron posible que soportara los enormes e inesperados
esfuerzos que generó el desprendimiento.

Planos de construcción de la bóveda de Vajont, donde se aprecia la


doble curvatura de la presa y su esbeltez

Eppur si muove: pasos hacia la tragedia

Las obras se iniciaron en 1957. Carlo Semenza, el ingeniero jefe de


construcción de la Sociedad Adriática de Electricidad (SADE),
promotora de la presa, siempre estuvo preocupado por la
estabilidad de la ladera del Monte Toc, por lo que durante las
obras encargó dos estudios específicos a personas de su total
confianza:

— Leopold Müller, un experto en geomecánica con prestigio mundial


con el que ya había trabajado anteriormente. Se le contrató como asesor
debido a la inquietud que produjo un desprendimiento en 1959 en la
cercana presa de Pontesei similar (pero de mucha menor envergadura)
al que posteriormente sufriría Vajon.

— Edoardo Semenza (su hijo) y Francesco Guidici, ambos geólogos,


prepararon un informe para SADE en junio de 1960 en el que
pronostican que se podía producir un desprendimiento de 50 millones de
metros cúbicos.

Las obras se finalizaron sin incidencias destacables en 1960, tras lo cual


comenzó el primer intento de llenado que se abortó cuando aún faltaban
70 metros para llegar a la cota máxima porque se produjo un
deslizamiento —sin víctimas— del orden de un millón de metros cúbicos
en 10 minutos. Hasta ese momento, los movimientos de la ladera (hasta
algún pequeño desprendimiento) se asumían como normales porque es
habitual en la ejecución de presas que el terreno se vaya acomodando a
la nueva situación progresivamente, incluso con eventuales episodios
sísmicos de baja intensidad, hasta que se estabiliza.

Primer paso hacia la catástrofe: no suspender el llenado hasta


caracterizar sin lugar a dudas la ladera del Monte Toc. Este
desprendimiento de un millón de metros cúbicos podría asimilarse a que
el Titanic hubiera rozado un iceberg pequeñito y el capitán Edward
John Smith aún tuviera dudas sobre si debería reducir la velocidad del
buque.
Imagen parcial de la grieta de más de dos kilómetros de longitud que
apareció en la ladera del monte Toc tras el desprendimiento de
noviembre de 1960. El tipo de cosas que deberían dar mala espina a
cualquiera. Fotografía tomada por E. Semenza durante la corrección de
su informe

Tras ese deslizamiento, E. Semenza y Guidici corrigieron su informe al


observar la gigantesca grieta que había aparecido en el Monte Toc y lo
reestimaron en unos 200 millones de metros cúbicos, reconociendo la
existencia de un paleodeslizamiento que se había reactivado.
Lamentablemente, algunos de los sondeos que se ejecutaron para
caracterizar la ladera no llegaron hasta el plano de debilidad, por lo que
las conclusiones del estudio no fueron determinantes en cuanto a la
velocidad a la que se produciría el desprendimiento. Por eso Müller, que
también corrigió su informe y coincidió en la cifra de 200 millones de
metros cúbicos que estimaban E. Semenza y Guidici, consideró que el
movimiento iba a ser lento, tipo creep (reptación).

Segundo paso: los sondeos no aportaron pruebas definitivas e


irrefutables del mecanismo de deslizamiento.

A partir de este momento, los constructores de la presa ya tenían claro


que se iba a producir un desprendimiento de gran envergadura, aunque
la duda residía en la velocidad del mismo. En este sentido, se tomaron
dos decisiones:

— Ejecutar un túnel de 2 km de largo y 5 m de diámetro que uniría los


extremos del embalse para evitar que el desprendimiento dividiera en
dos el mismo, con los problemas que ello acarrearía para la población
aguas arriba. Para ejecutar el túnel-bypass se tuvo que vaciar el
embalse hasta la cota 600, lo que más tarde se supo que aplazó el fatal
deslizamiento.

— Encargar un modelo hidrodinámico a escala 1:200 del impacto que


tendría en el entorno de la presa ese hipotético desprendimiento.

Tras casi un año de trabajos, se finalizó el túnel y se comenzó a llenar de


nuevo el embalse. Poco después, en octubre de 1961, cuando tenía que
tomar una decisión trascendental porque su propio hijo, en el que
confiaba plenamente, ponía en tela de juicio nombres tan destacados
como el de Müller o geólogos asesores de SADE como Francesco
Penta, o el profesor universitario Giorgio Dal Piaz, C. Semenza murió
de un derrame cerebral.

Tercer paso: el informe de E. Semenza y Guidici pasa a segundo


plano porque su principal valedor, Carlo Semenza, muere.

En cierto modo se entiende la decisión de SADE porque, al fin y al cabo,


E. Semenza y Guidici no eran nadie frente a Müller, Dal Piaz o Penta… y
las propuestas de su informe (no llenar la presa) eran muy desfavorables
para los intereses de la promotora, claro.

Mientras tanto, el estudio hidrodinámico realizado por el Instituto de


Hidráulica de la Universidad de Padova concluye que en el peor de los
casos, el desprendimiento generaría una ola de unos 20 metros de altura
por lo que si la lámina de agua del embalse está a la cota 700, no se
crearía ningún problema grave.

Cuarto paso: El modelo con el que se experimentó estaba mal ideado o


no se facilitaron los datos correctos. Ni el volumen (no representaba los
200 millones de metros cúbicos), ni el material (gravas, que no
recreaban el comportamiento de prácticamente sólido rígido del
desprendimiento), ni la velocidad (mucho más lenta) se ajustaban a la
situación que se quería modelar.

Evidentemente, no es lo mismo que si uno de nuestros amigos yokozuna


se quiere bañar en una piscina, baje a la misma por las escalerillas o se
lance de bomba desde el trampolín. Y recordemos que estamos
hablando de una piscina que es más pequeña que el propio yokozuna.
El nivel del embalse alcanzó la cota 700 en noviembre de 1962; se dio
por válida la prueba y se procedió a su inauguración oficial. Pero en
marzo de 1963 el gobierno italiano decidió nacionalizar SADE a través
del Ente Nacional de Energía Eléctrica (ENEL) por lo que la presa de
Vajont pasaría a manos públicas tras acordar un precio, que dependería
de la altura de llenado alcanzada: si llegaba a la cota 715 su valor sería
superior.

Quinto paso: Realizar con urgencia un tercer llenado buscando la cota


715 (que no se había alcanzado con ninguno de los dos anteriores) para
vender al mejor precio posible la presa.

Gráficas donde se ve la relación entre las precipitaciones, el nivel del


embalse, el movimiento de la ladera y el nivel freático. Blanco y en una
botella que pone “leche” (Hendron y Patton, 1985)

En septiembre de 1963, cuando el embalse estaba a la cota 710 (a 5


metros del máximo que se quería alcanzar), los desplazamientos de la
ladera se consideraron alarmantes, motivo por el que se decidió bajar a
la cota 700, que era segura según el estudio hidráulico. A partir de las
últimas mediciones de los movimientos se estimó que el deslizamiento
se producirá el 15 de noviembre, fecha para la cual se esperaba tener
prácticamente vacío el vaso.

Sexto paso: Las lluvias. Entre septiembre y octubre se produjeron


fuertes precipitaciones que elevaron el nivel freático, penetraron por la
grieta que fotografió E. Semenza y además dificultaron el rebaje de la
cota del agua embalsada.

Pero los movimientos no decrecieron al vaciar el embalse, sino que


aumentaron rápidamente, midiéndose 1 cm por día la semana del 18 de
septiembre, de 10 a 20 cm/día la semana del 25, de 20 a 40 cm/día del 2
al 7 de octubre, 40 cm el 8 de octubre y hasta 80 cm el 9 de octubre,
antes de que deslizase súbitamente.

El día 9 de octubre, viendo la velocidad que estaba adquiriendo la


ladera, informaron a las localidades próximas al embalse que quedaba
prohibida la presencia humana por debajo de la cota 730, confiando en
todo momento en la veracidad del estudio hidrodinámico ya que habían
conseguido bajar a 700 la cota del embalse (aunque a duras penas, por
las dichosas precipitaciones). El Titanic comenzaba a levantar la popa y
no solo no había botes salvavidas para todos, sino que únicamente
ofrecían un par de manguitos de Bob Sponja.

Séptimo paso: cuando la ladera desaparece bajo tus pies.

A las 22:39 se consuma la tragedia; la velocidad de la ladera pasa de


unos 4 cm por hora a 30 metros por segundo, convirtiendo el valle del
Piave y el entorno de la presa de Vajont en un infierno. El temblor
generado por el desprendimiento se registra en sismógrafos de toda
Europa. Quince minutos después, solo queda lodo, destrucción y
cadáveres.
Cortes geológicos con la situación previa (1) y la posterior al desastre
(2). Recordemos que ese diminuto triangulito que representa la sección
del embalse mide unos 250 metros de altura (E. Semenza y Ghirotti,
2000)

Según se ha confirmado después, a través de los cientos de estudios del


incidente de Vajont, la acción del agua durante los distintos llenados del
embalse afectó la precaria estabilidad del Monte Toc cuya capa exterior
(de unos 100 metros de espesor) estaba formada por los restos de un
deslizamiento muy antiguo que descansaba sobre unas arcillas de poca
potencia, que a su vez se asentaban sobre un estrato más estable. El
llenado de la presa introdujo gran cantidad de agua en las arcillas,
donde las presiones intersticiales reactivaron el paleodeslizamiento. Los
movimientos iniciales fueron de escasa entidad y lentos, pero
aceleraban cuanto mayor era la cota de la lámina libre y el nivel freático.
Finalmente, la acción del agua transformó las arcillas en un lubricante,
generando un plano de deslizamiento sobre el que resbaló la ladera
como si estuviera en un tobogán.

You know now

En una traducción libre del inglés tejano-aznariense, viene a significar


que, una vez vistos los testículos, todos sabemos que se trata de un
espécimen macho. Y recuerdo esta frase porque ahora parece que
siempre se supo lo que iba a ocurrir con la ladera del Monte Toc, que era
tan evidente que hasta un niño lo hubiera predicho. Es más sencillo
explicar un fenómeno que ya ha ocurrido (y quedar como un señor) que
predecirlo, sobre todo en disciplinas tan inexactas que dependen de
tantas variables como la geotecnia y la geología.

También se suele hacer hincapié en que una periodista del diario l’Unità
llamada Tina Merlin alertó de lo que iba a ocurrir y nadie la hizo caso.
Aunque el tiempo le dio la razón en lo referente a que se produjo un
desprendimiento catastrófico, en sus primeros reportajes no aportó
ninguna evidencia científica y su argumentación se basaba en
declaraciones de algunos vecinos de Eerto (4), una población cercana a
Vajont. Debido a sus incendiarios artículos fue denunciada en 1959 por
SADE, en un proceso con un marcado componente político porque
l’Unità es un periódico de ideología comunista, tal y como dicen en su
cabecera: “órgano del partido comunista italiano”. Sinceridad ante todo;
no como aquel célebre lema que decía “diario independiente de la
mañana”, que cuando lo leías era como si te guiñara el ojo y te diera un
codazo cómplice. Merlin, que en la película del año 2001 Vajont
(cinematográficamente regulera y periodísticamente poco ajustada a la
realidad), representan como una especie de intrépida y sosegada Erin
Brockovich, finalmente fue absuelta y continuó con su acoso a SADE.
Su artículo más famoso a posteriori se publicó en febrero de 1961,
cuando aseguró que se iba a producir un desprendimiento de 50
millones de metros cúbicos pero que “no se sabe si el deslizamiento se
ralentizará o si se producirá un terrible accidente”. O lo que es lo mismo,
no dijo nada con exactitud e incluso su artículo era más conservador que
los informes de Müller y E. Semenza que ya tenía SADE. Después de
ocurrir el accidente, Merlin, poseída tal vez por el espíritu del ácido
bórico, culpó en uno de sus artículos a las autoridades de un “genocidio
a sangre fría” (!!!) por lo ocurrido en Vajont.

Y respecto a los reproches sobre los retrasos en la presentación de


algunos documentos en el Gobierno italiano, tampoco es creíble que su
tramitación puntual hubiera evitado la pérdida de vidas humanas.
Otra fotografía de los restos de Longarone tomada por el ejército de
Estado Unidos el día después de la catástrofe

El juicio condenó en 1971 a dos de los acusados a penas que, tras


indultos y reducciones por buena conducta, rondaron los dos años de
cárcel. Otros dos acusados murieron durante el proceso (uno por muerte
natural y otro se suicidó). El pago de las indemnizaciones no se acordó
hasta el año 2000.

Seguramente, si en alguno de los pasos comentados anteriormente se


hubiera tomado otro camino, se podría haber evitado la tragedia; haber
prestado más atención a los informes desfavorables, haber insistido en
ejecutar ensayos y sondeos que aportasen datos irrefutables o, en
última instancia, haber desalojado el valle del Piave. Puede ser. Lo que
está claro es que la presa de Vajont, que era un orgullo para toda una
nación, una obra de ingeniería superlativa que iba a aportar energía
eléctrica y trabajo a una zona humilde, acabó con la vida de más de
2000 personas. Que no vuelva a ocurrir.

http://www.jotdown.es/2012/06/vajont-el-titanic-de-las-presas/

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