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El artículo 142 del Código Civil no aporta una definición concreta de alimentos, sino que
señala cuál es su contenido cuando dispone que: «Se entiende por alimentos todo lo
que es indispensable para el sustento, habitación, vestido y asistencia médica» (párrafo
1º); que «los alimentos comprenden también la educación e instrucción del alimentista
mientras sea menor de edad y aun después cuando no haya terminado su formación por
causa que no le sea imputable» (párrafo 2º); y también «los gastos de embarazo y parto,
en cuanto no estén cubiertos de otro modo» (párrafo 3º).
Así, son los cónyuges y los ascendientes y descendientes quienes tienen un derecho y
obligación recíprocos de prestarse alimentos cuando concurran los presupuestos
exigidos por el Código, esto es, la existencia de un vínculo conyugal o parentesco, un
estado de necesidad en el alimentista y la posibilidad económica del alimentante.
Durante el matrimonio, es evidente que carece de sentido una reclamación de alimentos
a tenor de los deberes conyugales preceptivos. Por tanto, la posibilidad de la
reclamación de alimentos entre cónyuges sólo podrá producirse bien mientras se
tramita su separación, nulidad o divorcio; o bien en los supuestos de separación de
hecho.
Atendiendo a los dos últimos presupuestos señalados, hay que destacar, por un lado,
que la necesidad es aquella que el alimentista no está en condiciones de satisfacer por
sí mismo, no siendo preciso que se llegue a una situación de indigencia. Por otra parte,
la posibilidad económica del alimentante es la que le permita atender a sus propias
necesidades y a las de su familia y, además, poder atender a la deuda alimenticia