Está en la página 1de 2

EL TEMOR A LA MUERTE

02/01/2008 por Dr. Amauri Castillo Rincón -MsC

Obsequio del Libro UNA VIDA FELIZ por 1.000.000 de visitas. Hacer click en:
Una Vida Feliz

Normalmente todo ser vivo teme la muerte, pero si le preguntan porqué responderá:
porque no se como es. Realmente no es por desconocer su naturaleza que teme. En
verdad, nadie es muy sincero porque el temor surge por la creencia de que es dolorosa,
lo cual es una zona errónea que lo único que produce es temor y en algunas
personas…pánico.

Considero la muerte como el sueño. Mientras dormimos, nos desconectamos de la


realidad del mundo exterior y nos sumergimos en nuestro mundo interno y… eso es
todo; la mente no quiere ni necesita descansar, sino que continúa trabajando en otra
dimensión, pero sigue activa. Desconecta al cuerpo físico y sigue su interminable
camino. No tememos al sueño, porque sabemos que no duele, no más allá de la
incomodidad de un mal sueño. Por el contrario, el cuerpo descansa y nos pone a
distancia de los problemas que afectan nuestra vida diaria.

Es paradójico cuando analizamos que el morir es como no haber nacido, y a nadie se le


ocurre decir que el no nacer o el mundo de donde venimos antes de nacer era doloroso.
Surge entonces la interrogante: ¿Será justo que pasemos toda nuestra corta vida
temiendo que algún día vamos a morir, cuando es algo inevitable e impredecible?
Definitivamente, no. No es justo, lógico, razonable ni apropiado, porque afecta
gravemente nuestra probabilidad de experimentar una vida plena, sin temores
injustificados, con vocación definitiva de ser felices.

Temer a la muerte es tan infantil como temer a los fantasmas, quienes solo tienen vida
en los cuentos y las películas de horror, que tanto daño hacen a la humanidad,
sembrando mensajes negativos en las mentes de los niños, que pudieran marcarlos toda
su vida.

La muerte es un evento futuro e incierto que llegará, para nuestra tranquilidad no


sabremos como ni cuando. Lo que sí intuimos es que el cuerpo se desconecta del
espíritu y éste último pasa a otra dimensión, que para nosotros es también desconocida;
pero como sin el cuerpo no hay posibilidad de experimentar sensaciones, la deducción
lógica es que no podemos experimentar dolor si desconectamos lo único que lo percibe:
el cuerpo.
La vida es demasiado corta, tiene tantas cosas bellas que admirar, situaciones y
sensaciones tan edificantes que experimentar, que es un desperdicio dedicar nuestro
valioso espacio, a pensar en algo tan etéreo. Y digo etéreo con toda propiedad, porque
la muerte como el temor sólo tiene vida en nuestra mente. Fuera de ella no son nada.
De hecho tememos a eventualidades que pudieran o no darse, porque cuando algo nos
sucede no tenemos tiempo de temerle: simplemente sucede y ya. Con la muerte es
idéntico, tememos a que alguna vez vamos a morir pero no sabemos como ni cuando.
Son especulaciones típicas del único ser vivo dotado de razón que habita sobre esta
madre tierra, quien disponiendo de una hermosa vida, con cinco sentidos conocidos que
le permiten disfrutarla, en vez de hacerlo diseña un nuevo sentido en su contra: el
temor, porque, al menos que yo sepa, no lo percibimos por el olfato, la vista, el oído, el
gusto o el tacto.

Tenemos tal tendencia a inventar situaciones negativas, que el temor cerval a la muerte
lo rodeamos de ritos y solemnidades a cual más risibles, a no ser que se trate de
aumentar el temor a sufrirla. Cuando alguien muere, se inventan formas de hacer más
duradero ese sentimiento de vacío. A tal fin crean ceremonias de recordación, para
comer y tomar a costa del poco caudal que dejó el fallecido, donde lo único que logran
es aumentar la imagen de poco listo del muerto al narrar anécdotas tristes de su vida,
cuales de haber estado vivo el interfecto, lo menos que se habrían ganado por la
infidencia habría sido un sopapo.

No contentos con tal campeonato de espectáculo y comilona, crean monumentos, rezos


y lamentos al momento de depositar en la tierra, lo corruptible y pasajero del fallecido
como es su cuerpo, que en horas se convierte en algo insoportable; endilgando entre
lágrimas bondades al muerto que nunca tuvo, y haciendo la felicidad de los dueños de
las casas fúnebres que se quedan con lo poco que dejó a los deudos; desatendiendo la
admonición de Jesús, cuando enseñaba: “Deja que los muertos entierren a sus
muertos… Mi padre es un Dios de vida, no de muerte.”

Se ignora que somos seres espirituales que nunca morimos, que nuestro cuerpo no es
más que la ropa que usamos durante el corto periplo por este mundo; que lo importante,
lo trascendente es nuestro espíritu, el cual regresa a donde estaba antes de nacer, y que,
pudiera ser que pase a una dimensión de crecimiento superior. Por lo tanto, temer a la
muerte es quizás la condición más gráfica de que realmente, somos bien… imperfectos.

También podría gustarte