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Sergio Esteban Gaitán Segura

Universidad Nacional de Colombia


Departamento de Historia

Reseña crítica No. 3. 21 de noviembre de 2019


ILIFFE, John. África; historia de un continente: África independiente 1950 - 1980.
Akal: 1998

África vivió un periodo entre 1950 – 1980 bastante turbulento, ya que a la par que fue el
momento en que se independizó el continente, también fue el periodo mediante el cual se
posicionó el autoritarismo local, sumado a un increíble crecimiento demográfico, elementos
que fueron caldo de cultivo, entre otras cosas, para una crisis que a día de hoy se sostiene en
muchas regiones del continente. Por ello, teniendo en cuenta la importancia histórica de este
período, a través de su libro Historia de un Continente, John Iliffe, hace un acercamiento a
partir de la historiografía de los elementos que permitieron el desarrollo de la descolonización
en África y su consecuente proceso independista y autoritario. El análisis que hace el autor,
resalta qué factores permitieron la culminación de la colonia en África, pero no solo ello,
sino también más importante, cómo se vivió esa etapa de transición y cómo se vio impactado
el continente desde el punto de vista económico, social y político.

Teniendo claridad sobre el objeto de estudio, la presente reseña pretende abarcar cómo se
asumió el período inmediato poscolonial, desde una perspectiva crítica y en contraste con
otros autores. Para esos efectos, se partirá de la misma estructura desarrollada por Illife en su
capítulo, es decir, me centraré en el aspecto demográfico, económico y político, para finalizar
con una conclusión que analice las consecuencias y problemas del periodo poscolonial.

Demografía

África, durante varios siglos fue un continente que sufrió constante impactos negativos en su
demografía, infra poblada principalmente por la trata de esclavos y la alta mortalidad infantil.
Al respecto, Ajayi, indica que antes de la colonización, “la suposición general de los
demógrafos es que, dados los sistemas agrícolas existentes, las tecnologías y los patrones de
atención médica y las enfermedades que causan una mortalidad infantil excesiva, la
población en general no podría haberse expandido mucho” (Ajayi, 1989, p 4).
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No obstante, a partir del siglo XIX, se registra un cambio paulatino en algunos sitios, hasta
ver su mayor esplendor a partir de la década de 1950, con un descenso en las tasas de
mortalidad a la vez de un importante aumento en las tasas de natalidad, sumada a la
vacunación que impidió la extensión de enfermedades epidémicas.

De acuerdo a Iliffe “hasta 1960, las actitudes heredadas de un continente infra poblado se
fusionaron con la medicina moderna para producir el crecimiento demográfico más repentino
y rápido al que el mundo había asistido jamás” (Iliffe, 1998, p372). La importancia de
analizar la demografía, radica en que nos permite tener claridad sobre cómo se empieza a
construir nuevamente un continente desde su población cada vez más naciente, que vio, a
partir de la abolición de la esclavitud y de la medicina moderna, la posibilidad de crecer, aun
cuando muchas veces se vio impedida por el aterrizaje del colonialismo en la región.

Si uno no tiene claridad sobre el aspecto demográfico en la región, el análisis que uno haga
de este continente será parcial, al no tener en cuenta un factor tan trascendental en la historia
de África, que es la lucha por la determinación y defensa de su pueblo. Siendo así, en este
caso en concreto, el incremento poblacional es un fenómeno que no tiene comparación
alguna, toda vez que se da una explosión demográfica que tiene numeras consecuencias, bien
sea económica por la dificultad de abastecer toda la población o, también política, al haber
una nueva generación de apoyo y de liberación del colonialismo.

Descolonización y Política

El nacionalismo es un factor preponderante en el análisis que uno haga del proceso de


descolonización y posterior desarrollo estatal en la segunda mitad del siglo XX de África,
“los nacionalistas querían el poder en cada colonia para reforzar su propia autoridad y crear
modernos Estados-nación” (Iliffe, 1998, p 372). Siendo así, el surgimiento de este
movimiento le planteó un reto directo a las potencias coloniales justo en el momento que
empezaban a superar la Segunda Guerra Mundial, por lo que “éstas fueron conscientes del
coste que tendría la represión al nacionalismo y la modernización del capitalismo, precio que
se elevaba en proporción al crecimiento demográfico” (Iliffe, 1998, p 372).
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Así, el nacionalismo se posicionó en todo el proceso de descolonización como un instrumento


para la política regional, “la mayoría de los africanos que vivían su vida interesándose por
problemas locales, consideraban que el nacionalismo era un nuevo lenguaje para resolver
antiguas disputas políticas” (Iliffe, página 379). Claro está, la capacidad de un movimiento
de estas características requería un gran apoyo, que para el caso en concreto se
instrumentalizó a través de los jóvenes que fueron el motor de la revolución en África.

En ese sentido, desde Europa se empezó a ver como una carga el sostener las colonias y en
consecuencia pasó a un segundo plano la administración de éstas. No obstante, el interés en
los recursos de esta región se sostenía, motivo por el cual, en muchos casos se procuró
imponer su propio sistema de sucesión del poder a un sector que permitiera continuar con las
mismas dinámicas de explotación. En la medida que se pretende continuar con la colonia o
continuar con la explotación a través de un gobierno fachada, aparece la violencia y
represión, como un factor determinante y propiciado en varios casos por factores externos a
la región. Al respecto, Cangabo indica que “casi todos estos nuevos Estados, al acceder a la
independencia, no rompen sus vínculos con esas antiguas metrópolis que elaboran
directamente nuevas estrategias de control sobre ellos” (Cangabo, 1996, p 216).

Y aún, cuando este proceso implicó violencia y las consecuencias inmediatas de la


independencia en la región en muchos casos fueron decepcionantes, el espíritu liberador de
una región que se vio sometida en las últimas décadas y abusada en los últimos siglos, es un
hecho relevante para la historiografía. Espíritu, que es importante decir, no fue único de este
período histórica, sino que a través de la historia el pueblo africano ha luchado contra la
colonización pero la ley del cañón terminaba imponiéndose (Cangabo, 1996).

Claro está, en el desarrollo de este proceso, no se planteó el debate sobre la división


geopolítica de la región, que partía de los mismos supuestos estructurales coloniales de la
Conferencia de Berlín de 1885, luego, nuevamente no se tuvo en cuenta la diversidad regional
y cultural que se restringe con la imposición de fronteras de manera arbitraria con fines
geopolíticos y económicos. Este elemento, es caldo de cultivo para que posteriormente los
conflictos étnicos se propiciaran en toda la región y en muchos casos terminar con golpes de
estado o consecuentes guerras civiles.
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Siendo así, la política de África se construyó conforme a los intereses locales y también
extranjeros de cada región. El desarrollo de este factor en África no obedeció a un
reconocimiento directo de las diferentes coyunturas culturales, sino muchas veces al
enfrentamiento entre éstas. Sumado a eso, los nuevos dirigentes políticos tenían que enfrentar
los mismos problemas estructurales de la región africana como las grandes zonas infra
pobladas, malas comunicaciones, alfabetización limitada, resistencia de los pobres, códigos
de honor que incitaban a la ostentación en el ejercicio de poder, el incremento de una
población más necesitada de recursos, inestabilidad de las principales ciudades, enorme
poder de las nuevas armas y un nuevo orden social (Iliffe, 1998).

Bajo esa coyuntura se construye la política en África durante la segunda mitad del siglo XX.
La consecuencia, va a ser el uso de la violencia o bien como elemento de manifestación y
oposición o bien, como herramienta para sostener el estatus quo. Por ello, se puede entender
con mayor claridad el por qué los regímenes militares fueron tan usuales, como un medio de
imposición y control, hasta el punto de que “en 1984, habían tenido lugar en el áfrica
subsahariana 56 golpes de Estado exitosos y 65 fracasados, la mitad de los gobernantes
procedían del ejército y muchos regímenes ostensiblemente civiles recurrieron al apoyo
militar” (Iliffe, 1998, p 398).

Los gobiernos buscaban impedir, paradójicamente el colapso y la guerra civil, los militares
“apoyaron a Estados y regímenes frágiles reforzando los controles gubernamentales,
difundiendo el clientelismo, fomentando la acumulación por parte de la elite gobernante y
buscando votos mediante la oferta de unos servicios” (Iliffe, 1998, p389). Caso
paradigmático es el de República del Congo, pueblo que desde la instalación de Leopoldo II
de Bélgica, ha visto como la legitimidad se sustenta en la violencia y que con la llegada del
militar Mobutu en 1965, se incrementó, ya que éste “procedió a la eliminación física o
neutralización de todos sus rivales, junto a la matanza de un centenar de estudiantes (…);
reformas constitucionales para imponer un partido único y una ideología unitaria, convertidos
en instrumentos del poder personal y del culto a la personalidad [y] la adopción de un falso
nacionalismo con la zairización de la economía, es decir, el saqueo organizado” (Kabunda,
2003, p7).
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No obstante, antes de finalizar este capítulo, es importante tener en cuenta que a pesar de que
el nacionalismo fue la ideología preponderante, también se vio enriquecida y apoyada por
ideologías que de igual manera abogaban por la determinación del pueblo africano. Al
respecto, Cangabo nos indica que “esta reivindicación de independencia encontrará eco y
apoyo en el ámbito internacional a través de las ideologías panafricanistas y tercermundistas
desarrolladas por los mismos pueblos colonizados y explotados de América Latina, Asia y la
misma África” (Cangabo, 1996, p 213).

Económico

La independencia en África, generó la expectativa de desarrollo y avance bajo las mismas


dinámicas industriales del resto del mundo, por lo que en muchos casos no se continuó con
los modelos basados en la agricultura, “sino implementar los planes de desarrollo y las
burocracias del modelo industrial socialista” (Iliffe, p 382). Y si bien, al principio del
gobierno de estos Estados en la década de los 50, se gozó de una buena abundancia
económica, con el tiempo esta burbuja se cayó, construida por unos Estados que no tenían
deuda externa y gozaban de unas precios elevados en productos exportados. Al respecto,
Cangabo indica que “los nuevos Estados independientes se enfrentan desde un principio a
varios problemas para despegar en su camino hacia lo que podría llamarse “su bienestar”.
Alcanzar ese bienestar ha sido realmente el gran reto al cual se han enfrentado los nuevos
Estados africanos” (Cangabo, 1996, p 216).

Para 1970, la crisis abarcaba al continente africano. Las razones para ello pueden ser varias,
por un lado se puede referenciar el crecimiento población, además del coste de alimentos
para ofrecer condiciones dignas de vida a la población (Iliffe, 1998). Pero por otro lado, las
dinámicas globales también lo explican, como el aumento de los precios del petróleo y el
consecuente debilitamiento de transporte en estas regiones (Iliffe, 1998).

El hecho de haber desincentivado fuertemente el mayor medio de producción económico de


esta región, como era la agricultura, para implementar abruptamente sistemas económicos
industriales, fue un elemento trascendental para la posterior crisis económica en África. Este
factor no solo afectó la economía de la región sino también las condiciones dignas materiales
de la población, por ejemplo, “la producción de alimentos per capita era adecuada en el África
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subsahariana en la década de 1960 y empezó a reducirse 1 por 100 al año en los siguientes
25 años hasta que el descenso llegó a su fin a mediados de la década de 1980” (Iliffe, 1998,
p 389).

Los gobiernos se centraron en ignorar a los campesinos para obedecer más a “empresas
agrícolas a gran escala o públicas, como granjas socialistas o estatales” (Iliffe, 1998, p 391).
Y en ese sentido, se le exigió a una población, que carecía de elementos mínimos de
subsistencia, cultivar en campos que históricamente habían presentado problemas de
siembra.

Todas estas dinámicas se desarrollaron con el fin de obedecer a una economía más global y
capitalista, que exigía incursionar a estos nacientes Estados en un mercado que no tenía en
cuenta las condiciones particulares de la región sino que le exigía ingresar al mercado a pesar
de las consecuencias humanitarias que esto pudiera acarrear.

Conclusión

La transición de colonia a Estados-nación independientes, en África, no fue tranquila ni


pacífica. Esta es una región que debido a la incursión de intereses extranjeros, no ha podido
desarrollarse y constituirse de manera autónoma. Aquí no se habla de los intereses de la
segunda mitad del siglo XX, tampoco de los intereses coloniales, sino toca remitirse hasta
los intereses esclavistas, para evidenciar cómo históricamente se ha impedido la
determinación del pueblo africano.

La violencia, tristemente se volvió un factor denominador común durante el periodo


poscolonial. La falta de tener claridad de cómo constituir un Estado-nación, sumado a la
presión internacional por incursionar en las dinámicas globales, ya sea económicas o
políticas, impidió que se empezara a construir un continente a partir de las consideraciones
propias y particulares de esta región.

Lo adecuado, hubiese sido poner en plano reflexivo si una división geopolítica que se
constituyó bajo intereses coloniales, era lo adecuado para construir el continente. Claramente,
esto no sucedió y al contrario, fue el motivo de implosión de la región, toda vez que
posteriormente los conflictos étnicos se empezaron a derramar en toda la región, que muchas
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veces se vieron apoyados e incluso incentivados por las potencias coloniales, E.E.U.U y la
U.R.S.S, para efectos de sacar el mayor provecho de esta región.

Como se evidencia, desde el punto de vista foráneo, lo fundamental aquí nunca ha sido la
población africana, sino los recursos y provecho que se puede sacar de esta región rica. Para
esos efectos, la violencia ha sido un medio que posibilita conseguir sus objetivos. Y muy a
pesar de ello, la población se ha visto sumergida en estas dinámicas y apropiado estas
políticas que han generado desolación, condiciones paupérrimas de vida y, finalmente
propiciando el silencio de los tambores, aquella rica diversidad cultural que se ha visto
apaciguada e impedida ante la represión internacional y local (González, 2000).

Bibliografía

Ajayi, J. Fade (1989): “Africa at the Beginning of the Nineteenth Century: Issues and
Prospects”, en J. Fade Ajayi (ed.) General History of Africa. Africa in the Nineteenth Century
until the 1880s, Unesco, Paris, pp. 1-22.

Cangabo, M. (1996). Colonización y descolonización en África. Asia y África en la historia,


201 – 218.

Gonzales, F. (2000). “África el silencio de los tambores”, El país, Domingo 23 de abril, pp


13-14.

Iliffe, J (2013). África: Historia de un continente Segunda Edición. (Capítulo 11: África
independiente 1950 – 1980). Edicional Akal, Madrid. P 369 - 400
Kabunda, M (2003). Dimensión política y cultural de la conflictividad en la República
Democrática del Congo. Nova África, 7 – 26.

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