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EXPOSICIÓN

El Autor – Alfonso Torres Carrillo

 Licenciado en Ciencias Sociales de la Universidad Pedagógica Nacional.


 Magister en Historia de la Universidad Nacional de Colombia
 Doctor en Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional Autónoma de
México
Docente del Departamento de ciencias sociales de la UPN
Líneas de investigación:  
* Cultura democrática y constitución de sujetos sociales
* Memoria, identidad y sujetos sociales
Libros

 "El retorno a la comunidad. Problemas, debates y desafíos de vivir juntos." En:


Colombia 2013.  ed:Centro Internacional De Investigacion Y Desarrollo
Educativo Cinde 
 Movimientos Sociales, Organizaciones Populares Y Constitución De Sujetos
Colectivos
 Movimientos sociales y educación popular en América Latina"
 Otros
INTRODUCCIÓN

Durante los años ochenta, abundan los estudios sobre las luchas, los movimientos y los paros
cívicos acaecidos a partir de la década de 1970. Vacío en la década del cincuenta y del sesenta.

Época en la que inicia el proceso migratorio.

En este sentido, y conscientes de la importancia que reviste el conocimiento de las luchas


barriales para la comprensión de la constitución misma de los sujetos populares urbanos y
para los movimientos populares en general, he realizado un balance de las luchas
protagonizadas por los habitantes de los asentamientos populares bogotanos entre 1958 y
1977, año del Primer Paro Cívico Nacional.

La capital de la República fue la mayor receptora de migrantes y el lugar donde se vivieron con
mayor intensidad los mecanismos y formas de lucha en los barrios populares

Bajo el concepto de luchas barriales comprendo aquellos mecanismos, permanentes o


coyunturales, espontáneos u organizados, individuales o colectivos, asumidos por los
habitantes de los asentamientos populares para solucionar problemas cuyo origen está en las
contradicciones asociadas a la organización colectiva del modo de vida.

Fuentes  Junto con la información bibliográfica disponible sobre el período y sobre la


modalidad de lucha estudiada, acudí a la información contenida en la documentación oficial
referente a los barrios, así como a la prensa nacional y local. También acudí a fuentes
provenientes de los protagonistas de las luchas, principalmente testimonios orales y
comunicados, petitorios y escritos facilitados por algunos habitantes y dirigentes barriales
de la época.

CAPÍTULO 1. LOS MIGRANTES SE TOMAN BOGOTÁ

En el plano demográfico, Colombia sufre un aumento poblacional acelerado desde 1930,


alcanzando entre 1951 y 1964 su máximo grado de crecimiento. Simultáneamente, vive una
intensa concentración urbana, dejando de ser un país eminentemente rural

El crecimiento de la población bogotana alcanzó en el período intercenso 1951-1964 una tasa


del 6.7% anual, casi el doble de la ya elevada tasa general del país del 3.4% y muy superior a la
de los otros centros urbanos de importancia.

En 1950, a las tradicionales barriadas populares coloniales (Egipto, Belén, La Peña, San Diego...)
y a las surgidas a comienzos de siglo (Perseverancia, Las Cruces, Ricaurte) se habían sumado
nuevos asentamientos hacia el sur (20 de Julio, Santa Inés, Santa Lucía, San Isidro) y hacia el
noroccidente (Ferias, Estrada).

Estos últimos, se encontraban unos 10 kilómetros alejados de los cascos urbanos centrales y
separados aún por unidades productivas agrícolas.

“la construcción de viviendas populares entre 1928 y 1938 representó el 28% del total de
viviendas en Bogotá; entre 1938 y 1951 esta proporción aumentó en un 54.1%”

LA CONSTRUCCIÓN DE VIVIENDA

La primera preocupación para el migrante es la consecución de vivienda.

La búsqueda y adquisición de vivienda representaba para la mayoría de los entrevistados un


medio de identidad social y cultural:
 
Dado el origen rural cundiboyacense característico de la mayoría de familias que ocuparon el
sur de la ciudad, la importancia de “conseguir tierra” revela un rasgo cultural marcado en dicha
región han llevado a los mismos pobladores a hacerse a su lote al margen del consentimiento
de las autoridades, construyendo paulatinamente su vivienda y los servicios complementarios.

En 1972, el área desarrollada clandestinamente llegaba al 38.4 % del total de la ciudad,


viviendo allí, aproximadamente, el 59% de la población bogotana

Formas de adquisición de vivienda:

Mercado estatal -> este mercado pertenecen los barrios y las viviendas construidas por
el Instituto de Crédito Territorial (ICT) y la Caja de Vivienda Popular (CVP). Las dos instituciones
cubrieron hasta 1974 sólo el 10.7% del mercado total de suelo urbano y vivienda

Mercado pirata  Las urbanizaciones piratas consisten en fragmentaciones ilegales de


terrenos que no cumplen las reglamentaciones de los organismos de planificación
Esta forma ilegal de acceso al suelo urbano es la que ha caracterizado el desarrollo urbano
popular de Colombia. En este tipo de asentamiento vivían, en 1970, 204.182 familias
bogotanas, es decir, el 45.3% del total

La actitud del Estado frente a la urbanización pirata fue tolerante. Generalmente,


fueron laxas y meramente declarativas las medidas que asumió la administración local frente a
éstas – Válvula de escape a la presión social

Invasión  Reciben esta denominación, aquellos asentamientos originados por la ocupación


de grupos de familias (organizadas previamente o no) en un terreno privado o del Estado, sin
que exista alguna mediación legal que legitime su propiedad.

CONSTRUCCIÓN DE LA VIVIENDA

Asegurada la consecución del terreno, viene la construcción de la casa. En los barrios


populares, la forma más generalizada de producción de vivienda ha sido la autoconstrucción.
Esta coexiste en Bogotá con otras tres formas: por encargo, capitalista privada y capitalista
desvalorizada del Estado.

Producicón por encargo - El usuario final, familia pudiente, contrata un agente técnico
especializado (arquitecto, maestro de obra) para que construya su vivienda. El control
económico es ejercido por el usuario y el constructor sólo tiene el control técnico
de la producción.

Producción capitalista privada - Propia de las formaciones capitalistas desarrolladas, está


representada en empresas particulares cuyo objetivo es la acumulación con base en la
explotación de mano de obra asalariada que emplea. En Bogotá existen dos tipos
de capital productor:
• Terratenientes urbanos que se dedican a la producción a gran escala de
vivienda.
• Capitalistas de otras ramas de la economía que invierten en la construcción.

Producción capitalista desvalorizada del Estado - Apoyada en la relación asalariada, su


dinámica no se confunde con la producción privada ya que su motor no es la acumulación sino
la producción de valores de uso que le proporcionan tasas de ganancia inferiores a la normal y
cuyos fines son garantizar la reproducción de la fuerza de trabajo popular y de las relaciones
sociales existentes, en la medida en que distensiona el potencial conflicto social ocasionado
por el crónico déficit habitacional.

Autoconstrucción - El mismo consumidor del bien final es a la vez el productor directo y


ejerce el control técnico y el control económico de la producción. Es la respuesta de amplios
sectores populares a su imposibilidad de acceder a las anteriores formas de producción de
vivienda. Implica una reducción de costos mediante el uso de mano de obra familiar y el
abaratamiento de la renta del suelo que ha sido adquirido por invasión o por urbanización
pirata.

A medida que se consolida la casa, generalmente va siendo subarrendada a familias que por su
nivel de ingresos no está en capacidad de autoconstruir. Así, la construcción de la casa no sólo
soluciona el problema habitacional sino que también se convierte en una fuente de entradas
para el propietario
UNA CIUDAD DE CAMPESINOS
Los asentamientos populares surgidos en las décadas del 60 y 70 van a tener como habitantes
a campesinos desplazados por la violencia o que llegaron a la ciudad en busca de mayores
posibilidades de las que encontraba en su zona rural

Todos los estudios realizados coinciden en afirmar que la mayor parte de los migrantes que
Bogotá recibió entre 1950 y 1974 provenían de áreas cercanas: Boyacá, Cundinamarca, Tolima
y Santanderes. Para 1964, 850.433 personas, el 26% de la población total, estaba constituido
por migrantes, quienes se distribuían según su lugar de origen de la siguiente forma: Como ya
se enunció en el primer capítulo, es escasa la vinculación de los bogotanos a la industria fabril
capitalista, lo que se evidencia en la escasa existencia de proletarios en los asentamientos
populares, lo que impide identificarlos como barrios obreros. Esta ausencia de proletariado ha
llevado a investigadores a buscar una categoría que englobe a los pobladores barriales en
su conjunto, como clase social.

Todos los datos hasta ahora señalados muestran cómo durante la primera parte del Frente
Nacional los habitantes de los barrios populares capitalinos -en su mayoría migrantes- se
desempeñaban en actividades que requerían poca capacitación laboral y en sectores
tradicionales de la economía.
 
Lo que queda claro es que los pobladores populares no son “marginales” a los sistemas
capitalistas o vagos, como algunos pretenden demostrar para justificar su situación de miseria.

El desequilibrio histórico entre crecimiento demográfico y crecimiento económico generó altas


tasas de desempleo abierto y disfrazado en la ciudad durante el Frente Nacional.

El nivel de ingreso proporcionado por la vinculación laboral siempre estuvo por debajo de los
gastos necesarios para mantener una familia

CAPÍTULO 2. CONCERTAR DESDE LOS BARRIOS


La lucha por conseguir agua, luz eléctrica, alcantarillado, transporte y otros servicios va a
caracterizar su dinámica desde los barrios populares y en torno a la cual van a configurar su
identidad social en la ciudad.
Esta lucha no se asumió siempre colectivamente. Generalmente, en una primera fase, se
combinaron las acciones comunitarias con los esfuerzos individuales y familiares para
solucionar la carencia o deficiencia de los servicios públicos.

la vía más frecuente de superarlas no fue la exigencia al Estado mediante formas o


mecanismos de presión directa, sino la concertación con la administración y el
trabajo autogestionado, aliviando al Estado los costos sociales de reproducción
social de estos sectores y generando una compleja trama de relaciones sociales
dentro del barrio y de éste con la estructura política de la ciudad a través del
clientelismo.

A la carencia de acueducto, alcantarillado y energía eléctrica habría que agregar la situación


precaria en materia de transporte y salud. En 1960, para atender 1.039.340 habitantes,
existían en la ciudad sólo 3 hospitales y 25 centros de higiene, los cuales estaban
insuficientemente equipados

De igual modo, la escuela se vuelve una necesidad cuando transcurridos 5 o 6 años del
nacimiento del barrio, los hijos están en edad de ingresar a estudiar.

Soluciones individuales. Construcción de zanjas, pozos sépticos. La luz no era una


necesidad.

a pesar de la significación de la necesidad de transportarse, a mientras se pedía a la


administración dichas rutas, lo común era que la gente aceptara desplazarse a pie, así tuviera
que madrugar mucho y recorrer varios kilómetros.
Esfuerzos colectivos

Cuando la magnitud o el carácter de los problemas encontrados por los nuevos habitantes de
los barrios superaban su capacidad de resolverlos a nivel familiar, éstos buscaron asociarse con
sus vecinos para resolverlos colectivamente.

Antes de la creación oficial de la Junta de Acción Comunal, existían “Juntas de Mejoras” y


“Comités de trabajo comunal” que coordinaban las acciones colectivas dentro de una
mentalidad comunitarista y paternalista. Generalmente, acudían más al esfuerzo propio y a la
solicitud comedida de ayuda a las autoridades, que a la exigencia abierta o a la presión directa.
El conjunto de habitantes del barrio conforman una nueva unidad social con aspiraciones
propias y con una trama de relaciones internas que desbordan el marco familiar

la construcción de la capilla o del templo concentra gran parte de los esfuerzos colectivos de
los barrios populares durante la década del 60 e inicios de la del 70.

Podríamos decir que, a diferencia de las instituciones estatales, la Iglesia tenía la capacidad de
ir haciendo presencia efectiva en los barrios poco después de su formación

En casi todas las casas las redes de acueducto fueron construidas por los mismos vecinos,
aportando tanto la mano de obra como los materiales.

Según los datos obtenidos, después del templo sigue en orden de prioridades la construcción
de la escuela, especialmente transcurridos algunos años de vida del barrio, dado que gran
parte de los nuevos pobladores son parejas de recién casados o con hijos pequeños

Aunque en la prensa aparecen pocos casos de legalización del barrio, ésta es una tarea
prioritaria para sus habitantes, ya que era prerrequisito para conseguir legalmente otros
servicios como el acueducto y la energía.
A comienzos del Frente Nacional se dieron algunas tentativas de unión por parte de las
organizaciones barriales, como medio para negociar con mayor fuerza con el Estado. Las de
mayor dinamismo fueron la Federación de Barrios del Sur y la Junta de Barrios de Suroriente.

las contradicciones sociales en el campo urbano tendieron a resolverse durante el lapso de


nuestro estudio por la vía concertada y sólo excepcionalmente tuvieron una manifestación
abierta.

¿Cómo explicar esta paciente adecuación de las ocupaciones populares a la estructura urbana
capitalina, que contrasta con la intensidad de luchas sociales en otras ciudades
latinoamericanas para la misma época?

Al fundarse más allá de la frontera urbana e institucional, el barrio permite la vigencia o la


emergencia de prácticas que, al mismo tiempo que posibilitan la incorporación no conflictiva a
la estructura urbana, expresan la constitución de una nueva identidad social, la del poblador
popular urbano como sujeto social que conquista su lugar en la ciudad. Así, coexisten con
mayor o menor intensidad formas de trabajo colectivo, con relaciones de clientela con
el Estado y con los partidos políticos, y lazos paternalistas con éstos y otras instituciones
privadas.
 
La búsqueda de buenas relaciones con el Estado, administrador y responsable del
equipamiento colectivo, no puede ser explicada por una dominación ideológica sobre los
pobladores, sino más bien por una mentalidad práctica que mide las ventajas que trae para el
barrio.

Vemos cómo, a diferencia de lo que un observador actual pueda esperar, los pobladores de los
barrios que nacieron o se consolidaron durante los años 60 consideran “una conquista social”
su incorporación paulatina, autogestionada y negociada con el Estado a la ciudad. Era la vía
que, desde su perspectiva, podría garantizarles el acceso a los servicios de la vida urbana sin
arriesgar su estabilidad social. Esta estrategia generalizada de alcanzar reivindicaciones
colectivas sin acudir al enfrentamiento manifiesto con el Estado fue abandonada en ocasiones.
Sus formas, motivos, resultados y significados serán analizados en los dos capítulos siguientes.

CAPÍTULO 3. LA INVASIÓN DE TERRENOS

En lo que se refiere a ocupación de terrenos por la vía de hecho, es durante


este lapso cuando se realizan la mayoría de invasiones exitosas en toda la
historia de la ciudad y cuando surge la organización de destechados de mayor
cobertura y tradición de lucha por la vivienda en el país: la Central Nacional
Provivienda, orientada por el Partido Comunista.

vale la pena destacar cómo los ciclos de aumento de la actividad invasora corresponden
a los gobiernos de Guillermo Valencia y Misael Pastrana Borrero
-conservadores- y en menor intensidad a los de Alberto Lleras Camargo y Carlos
Lleras R., en los que se llevaron a cabo medidas administrativas de corte
reformista y se cualificó la represión contra el movimiento popular en general
 

La actuación de las autoridades combinó la represión con la persuasión. Mientras que


hostigaba a los invasores con cercos policiales y órdenes de lanzamiento,
procuraba atraer a los habitantes de Las Colinas ofreciéndoles colaboración
siempre y cuando abandonaran la Junta de Defensa y constituyeran
una Junta de Acción Comunal.

Al finalizar el periodo del Frente Nacional, los barrios de invasión y sus años de fundación eran
los siguientes: Las Colinas y Policarpa (1961); Juan XXIII (1962); Santa Rosa y Salvador Allende
(1963); el Dorado, El Quindío y El Consuelo (1964); Atahualpa (1967); Camilo Torres (1970); y
Nuevo Chile (1971).

La segunda y más importante invasión de la década del


60 fue la del barrio Policarpa Salavarrieta. El proceso
de ocupación duró cinco años (1961-1966) y, dada su original
organización interna, su alto nivel de politización, su aguerrida
defensa frente a los intentos de desalojo y su participación solidaria
en otras luchas populares, esta invasión se convirtió en
un símbolo de la lucha por la vivienda en Colombia.

Casi todos los barrios de invasión surgidos durante el


Frente Nacional tuvieron alguna relación con la Central
Nacional Provivienda. Algunos surgieron por su iniciativa o,
una vez creados, solicitaron su apoyo. En otros casos, la Central
intentó en vano ganar su orientación

Central Nacional Provivienda

El antecedente inmediato fue la creación en Cali, finalizando el régimen


militar, de la Central Provivienda de Colombia.
En Bogotá, un grupo de dirigentes sindicales comunistas y personalidades
como Gerardo Molina crearon, el 16 de febrero de 1959, una seccional de
la Central Provivienda de Colombia. Esta funcionó en un local del barrio Las
Cruces
La plataforma de lucha de la Central, según sus estatutos, se resume en
los siguientes lemas:
1. Luchamos por casa propia, sin cuota inicial a largo plazo.
2. Contra la especulación y alza de arrendamientos.
3. Por una reforma urbana democrática.
4. Por la organización y defensa de los inquilinos.
5. Por la unión y defensa de los destechados de Colombia.
6. Por la unidad de acción, por la unidad y solidaridad con el movimiento
obrero.

Durante el segundo semestre de 1961 y el primero de 1962, la Central


coordinó las invasiones que se dieron en Policarpa y Las Colinas. Al parecer,
cuando una familia no podía ser ubicada en una de las dos, se insistía en la otra.
 
 
La nueva directiva organizó la Primera Conferencia Nacional de dirigentes
de CENAPROV (cuarta asamblea), en junio de 1963, en la cual se confirmó
la hegemonía del Partido Comunista, dado que en la primera fase éste
compartía la orientación con algunos dirigentes del MRL

Una de ellas fue la relación conflictiva con la Acción Comunal,


forma organizativa de iniciativa gubernamental que fue implementada en
los barrios de La Central para quitarle influencia y, que en varios casos, llevó a
enfrentamientos dentro de los barrios.
 
Tanto en la fase en que el afiliado es sólo
inquilino con aspiraciones de terreno propio, como cuando ya lo ha conseguido
y es poblador de un barrio de La Central, esta organización le brinda educación
política tendiente a que ubique la lucha por el techo no como un fin sino como
un medio para lograr otros fines “superiores”, como la organización política
partidista para la llegada al poder.

el hecho de que se produjera una invasión de terrenos


por parte de un grupo de familias no era garantía de que en ella se desarrollara
una organización estable y autónoma, conscientemente cuestionadora del orden
social urbano

Capítulo 4. Movilizarse por el derecho a la ciudad

Entre 1958 y 1974, Bogotá fue escenario no sólo del


mayor número de ocupaciones ilegales de terrenos
en toda su historia sino también de una amplia serie de expresiones
de lucha manifiesta, asociadas a problemáticas propias de la
organización colectiva del modo de vida en los territorios populares.
En esta investigación, estos conflictos serán denominados
genéricamente como protesta urbana
Ya hemos dicho cómo los intereses comunes de los habitantes de los
barrios populares no están dados por una identidad en la esfera laboral, sino
por el hecho de compartir experiencias comunes en el plano del consumo colectivo
(vivienda, servicios públicos) e individual (sobrevivir en una estructura
de pobreza)

Los conflictos que se dan en ambas áreas los llevan, en determinadas


circunstancias, a enfrentarse abiertamente con el establecimiento, generalmente
cuando el problema supera las posibilidades de solucionarlo con
esfuerzo y recursos propios, se han agotado todos los caminos “legales”

Durante el periodo estudiado, los pobladores urbanos acudieron a diferentes


formas de movilización, tales como los paros cívicos, los bloqueos de
vías, la toma de instalaciones públicas, las marchas, los plantones y la confrontación
contra la policía cuando iban a ser desalojados de terrenos o viviendas.
En el Cuadro 24, se muestran las diversas formas de lucha urbana barrial durante
el Frente Nacional.
 

 
El bloqueo de vías arterias de la ciudad, acompañado de mítines y pedreas
en algunos casos, fue una vía utilizada con algún éxito por los habitantes
de uno o varios barrios para presionar la solución a sus problemas. En algunos
casos, sus protagonistas o los periódicos llamaron “paro cívico” a esta modalidad
de protesta ciudadana.

La defensa de la vivienda poseída representa la segunda forma de lucha


barrial presentada durante el Frente Nacional, con una frecuencia de doce casos.
En esta modalidad, muchas familias que habían logrado su vivienda por la
ocupación de terrenos, que habían sido engañadas por urbanizadores piratas o
que habían dejado de pagar arriendo en la casona en que vivían, fueron objeto
de intentos de desalojo por parte de las autoridades locales. Estos desalojos no
siempre pudieron ser llevados a cabo debido a la resistencia tenaz de los pobladores,
generalmente organizados desde el momento en que se les notifica el
lanzamiento o antes, desde el establecimiento de la misma ocupación de hecho.
Manifestaciones públicas
Bajo esta denominación incluimos las marchas y concentraciones pacíficas
de habitantes de un barrio afectados por un problema común y realizado
en el mismo sitio del problema, en lugares públicos fuera del barrio o en las
empresas e instituciones responsables de su solución.
Las que se realizan dentro del área barrial van desde una concentración
en el parque o calle principal hasta la “toma” de escuelas
 
Sólo en seis ocasiones la marcha o concentración se llevó a cabo fuera
del barrio.

En la mayoría de los casos, el destinatario y adversario de las luchas


populares urbanas analizadas es el Estado. En cuanto administrador y garante
del equipamiento colectivo y el ordenamiento urbano, éste se convierte en el
interlocutor y blanco de las protestas barriales, politizando la acción colectiva
barrial..

En suma, se puede afirmar que durante los dos primeros gobiernos del
Frente Nacional, dada la novedad y escaso “peligro” representado por las luchas
barriales, éstas procuraron ser resueltas por la vía de la negociación. Los
gobiernos de Lleras Restrepo y Pastrana Borrero prefirieron un tratamiento
policivo, cediendo a la negociación o solución de los problemas cuando la fuerza
del movimiento de protesta lo garantizaba.

El incremento acelerado de expresiones de protesta durante la primera


década del 70, que también estuvo acompañado de una radicalización y cobertura
de las modalidades asumidas, está asociado al deterioro de las condiciones
de existencia de los sectores populares capitalinos, a la irrupción de una nueva
generación de pobladores y a la coyuntura de ascenso de la movilización popular
que se vivió en esos años.

Además, un hecho que debe ser considerado es que, para la década


del 70, los protagonistas más activos de la protesta urbana pertenecen a la segunda
generación de migrantes. Son jóvenes que han nacido o vivido la mayor
parte de sus experiencias en la ciudad, con una mentalidad más “urbana”, con
nuevos valores más permisivos con la acción directa y sin el amargo peso de la
violencia en su memoria.

Capítulo 5. La gestión gubernamental del conflicto urbano

La acción de las autoridades nacionales y distritales


frente a los barrios populares y sus luchas no se limitó
a la solución, negociación o represión puntual y coyuntural a
las demandas cotidianas y a las exigidas a través de la protesta
de sus habitantes. La generalización inusitada de asentamientos
populares ilegales, y los problemas que conllevaban, no sólo
cuestionaba las bondades de la “modernidad urbana” sino que
también se convertía en un eventual peligro para el orden establecido.
Por lo menos esa era la sensación del ICT en su informe
el Ministerio de Gobierno, en 1964, donde presenta a los barrios
de invasión como
El cáncer congénito del proceso de urbanización producido por
grupos humanos, de poca estabilidad, inseguridad, cohesión social,
que pueden producir grandes perturbaciones en la ciudad

Vacío legislativo y fracasos en los intentos de reforma

La razón de ser, tanto del prolongado vacío jurídico con respecto a la


cuestión urbana, como de la sucesión de fracasados intentos de hacer una
reforma urbana y, finalmente, de la aprobación de una ley que en nada modifica
el statu quo urbano, podemos encontrarla en el poder que los grupos
terratenientes urbanos tenían dentro de la clase dirigente colombiana en ese
momento.

Todos los gobiernos del Frente Nacional tuvieron clara conciencia de que
el “problema urbano” tenía sus orígenes en la expulsión masiva de campesinos
desde las áreas rurales. En consecuencia, todos ellos asumieron una actitud al
respecto, enmarcada en los respectivos planes de desarrollo.

La principal preocupación pasa a ser el desarrollo de las ciudades


intermedias para atenuar su creciente desigualdad con los grandes centros
urbanos. Para ello, se proponía descentralizar las actividades económicas
capitalistas y planear adecuadamente el crecimiento urbano y de la vivienda.

La aceptación de la urbanización como un proceso inevitable, e incluso


deseable, se vio complementada por el cambio de actitud frente a los barrios
populares nacidos por fuera de las normas urbanísticas. Su masiva incorporación
no conflictiva al conjunto urbano hizo que dejaran de ser vistos como
un peligro para convertirse en una alternativa económica del Estado para la
solución del déficit de vivienda y para la construcción de la infraestructura de
servicios. Como lo veremos en el caso bogotano, la administración fue cada vez
más tolerante con la urbanización pirata y las estrategias autogestionadas no
disruptivas de las poblaciones barriales.

el Concejo
de Bogotá y los diferentes alcaldes promulgaron medidas jurídicas tendientes a
“incorporar” a los barrios populares a la “legalidad” urbana.

Ante la ausencia de planificación especial


de la ciudad y enfrentada a la evidencia del incremento desordenado de cientos
de asentamientos populares, la administración distrital tuvo que ampliar
en repetidas ocasiones (8 hasta 1974) el perímetro urbano. Esta aceptación “a
posteriori” de los barrios surgidos por fuera de los límites establecidos para
Bogotá demuestra la incapacidad de las autoridades para hacerlos cumplir

como una estrategia para que las organizaciones


comunitarias ya existentes y las que fueran creándose no se constituyeran en
un eventual peligro para el sistema, en 1958 se creó el Programa de Acción
Comunal.
 
En el origen de la Acción Comunal confluyen factores internos y externos.
La capital del país asumió el liderazgo en la implementación de las Juntas
de Acción Comunal. El Acuerdo 4 de 1959 institucionalizó en Bogotá las JAC

En pocos meses, las antiguas Juntas de Mejoras y los Comités de vecinos


de los barrios, al igual que otras organizaciones barriales pre existentes,
fueron convirtiéndose en Juntas de Acción Comunal. Al finalizar el año 1959,
Bogotá ya contaba con 126 Juntas de Acción Comunal debidamente legalizadas
en la Oficina de Planeación Distrital.

CONCLUSIONES

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