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En ese momento vio un vestigio de historia que lo remeció hasta su centro. Cerca
de los hornos crematorios, en la superficie áspera de una piedra, alguien, ¿quién, hombre,
mujer, niño?, grabó la sentencia: “yo estuve aquí y nadie contó mi historia”.
Nadie, tal vez nunca, habrá que cuente su historia, su particular sufrimiento. Cómo
clamó justicia, cómo esa persona, a pesar de estar privada de toda libertad, ya sea política,
social o de expresión de su ideología, aún ahí estaba luchando porque su camino de vida
fuera conocido. Sartre decía que somos un proyecto y responsables de él. A esta
misteriosa persona le arrebataron su proyecto, y con él sus libertades, su justicia, sus
derechos y deberes, pero aún así quería que ese proyecto fuera escuchado.
Este enfoque surge como una comprobación de la teoría de que el hombre, desde
la Antigüedad Clásica, con Sócrates y su gran lección moral, su consecuencia frente a la
vida e incluso frente a la muerte, hasta nuestros tiempos donde existe este mundo
globalizado, con cada persona luchando por su individualismo, la humanidad siempre ha
traído las mismas inquietudes. Los atenienses y los presos y torturados políticos de las
dictaduras sudamericanas, pasando por los idealistas de la Revolución Francesa,
comparten el anhelo de libertad, que está íntimamente ligado a la justicia.
La verdadera justicia nos hace libres, y el hombre asume las responsabilidades y las
culpas que se le presenten en su “proyecto” (vida), para llegar a esos valores: ese es mi
postulado o hipótesis que sostengo en este ensayo.
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Resulta contradictorio pensar que el fin del Estado es el bien común, y pensar en
el caso del misterioso individuo del campo de concentración, puesto que es obvio que a
esta persona no le permitieron ni siquiera el derecho a la libertad de vivir. Por lo tanto, el
tercer propósito ensayístico, es denunciar y establecer un por qué suceden tantas
injusticias, cuando se “supone” que el Estado está velando por nuestros derechos. La
respuesta seguro estará en la Apología de Sócrates, como en cualquier texto histórico,
porque como me referí antes, los dolores y agobios de la humanidad son los mismos, y
trascienden el tiempo, la cultura según épocas y la muerte.
En el ámbito político, esta libertad está muy restringida, puesto que no todos
podían votar, no había pluralismo político, claro que tampoco había mucho pluralismo de
ideas en ámbitos como la religión, la sociedad y su configuración, etc. Entonces, ¿Atenas
era libre políticamente? Cualquiera podría argumentar que sí, lo eran a través de sus
representantes. Pero desde otro punto de vista no, puesto que tener que seguir ideologías
impuestas no puede ser libertad. Esta democracia ateniense distaba totalmente de ser
participativa, que es donde las decisiones emanan desde el pueblo, desde abajo y suben
hasta los mandatarios; no al revés. Era pues, directa, ya que votaban a mano alzada, y
representativa porque unos pocos hablaban por los ciudadanos. De hecho las mujeres
(esposas de ciudadanos), literalmente no poseían ni voz ni voto. Se les consideraba
inferiores y emocionales para decidir, así que se asumía que lo que decidiera el hombre de
la casa en los sufragios, era lo que decidía todo el núcleo familiar.
¿Podría entonces la libertad política ser subjetiva? Es tal vez la única sentencia
segura. Claro que hay ciertos límites infranqueables donde no hay paso a la subjetividad, o
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a usted lector, ¿le cabe alguna duda de que en la Alemania Nazi se practicaron las más
cruentas aberraciones contra la libertad y la vida? Eso, a ciencia cierta no es libertad de
ningún tipo.
En la época contemporánea tenemos más libertades, todos los que son ciudadanos
pueden votar, pero no tenemos en la práctica los mismos derechos quienes tenemos
menos recursos económicos. Por ejemplo en nuestro país, cuesta mucho acceder a los
cargos de representación en el congreso, si no se tienen los dineros suficientes.
Esta sociedad ateniense, por otro lado, dicta el tipo de religión. No existe libertad
de expresión o de pensar diferente cuando hay orden de culto, y de hecho una de las
libertades esenciales que radican en la Apología, sería ésta.
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Todo esto nos desemboca en otro tema, puesto que al fin y al cabo todo lo citado
anterior nos lleva a preguntarnos por la libertad de expresión.
Creo que ya está más que establecido que en Atenas la libertad de expresión en su
práctica está totalmente limitada, pero deseo referirme a otro punto: Sócrates venció
todas esas represiones y fue capaz de decir frente al jurado y frente a su demonio
personal, todo en lo que creía. Más valorable aún, él fue un verdadero valiente, ya que
entregó su filosofía a riesgo de ser declarado culpable y de morir. Podía haber renegado
de sus postulados, pero no lo hizo, ya que aunque no era libre frente a los hombres, era
libre interiormente.
Hay quienes podrían refutarme que Sócrates no era libre interiormente, puesto
que su demonio familiar le ordenaba qué hacer y que no. Debido a él, Sócrates se vio
alejado de los encuentros diarios en la plaza con los ciudadanos o de cargos de
importancia. Pero debemos hacer notar algo muy importante, Sócrates estaba gustoso de
realizar esto y además lo hacía voluntariamente, porque para él no había nada más
importante que consagrarse a la educación moral de sus ciudadanos.
Incluso la muerte a este hombre no le pelaba, ya que era el último acto necesario
de su destino.
Sócrates era totalmente libre, pues quien es consecuente, y no vive en sintonía con
lo que imponen como correcto, sino que vive según las leyes de la lógica y la justicia,
según la moral y la verdad, es totalmente libre interiormente.
¿Qué es la libertad entonces?, ¿qué es para Sócrates, para la gente que murió
presa de la violencia, para el autor de este ensayo (o autora)? La libertad es la capacidad
de tener autonomía y soberanía de uno mismo, y aunque el mundo te la arrebate, uno
debe ser capaz de mantener y buscar esta libertad dentro de uno. No es sólo algo externo,
sino un sentimiento eminentemente interno.
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moral influye en las normas de conducta de una persona. Pero de todas formas son
inseparables, puesto que ambas regulan nuestras formas de actuar.
Antes de presentar mi idea, debo citar a Jean Paul Sartre. Este filósofo, exponente
del existencialismo y del marxismo humanista, plantea que el ser humano es proyecto. El
hombre es responsable de su camino de vida. Entonces también surge el problema ético –
moral de que el individuo no es sólo responsable de sus acciones, sino de las
consecuencias en los demás.
Por este lado podemos ver que para Sócrates, proclamarle a los hombres que
reconocieran su propia ignorancia constituía algo bueno, aunque no era así para algunos
atenienses. También vemos que lo que se le pidió a Sócrates fue que definiera su
sentencia, a lo que éste solicitó que se le alimentase en el Piritaneo, pues si buscaban una
sentencia acorde con sus actos, no había “castigo” más proporcional que ese.
Entonces, ¿lo que es bueno para algunos es malo para otros? Efectivamente, y es
que leyendo definiciones actuales sobre ética y moral (como las que escribí
anteriormente) a veces lo que la sociedad considera como bueno y justo, no
necesariamente es lo mismo que yo considero. Por esto, al obrar hay que tener mucho
cuidado.
Cuando uno obra siempre debe hacerlo por las luces de la justicia y la razón, siendo
consciente de que las decisiones propias afectan a las de los demás.
Estas decisiones propias encausan nuestra vida. Nadie decide por nosotros más
que nosotros mismos, y no son las cualidades o defectos que mencionan los demás lo que
nos define, sino nuestras decisiones. Como decía Sartre, yo soy mi proyecto, yo y sólo yo
elijo y encauso mi vida, le doy forma a mi camino y no debo responsabilizar a nadie más
por eso.
Sócrates tal vez delegaba sus acciones en ese demonio personal, pero lo hacía
voluntariamente. El eligió obedecerlo y seguirlo, así que es él el responsable de sus
acciones y del efecto que pudieran tener en los demás.
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Todos tenemos la concepción general de que la justicia es un valor que nos lleva a
obrar y juzgar respetando la verdad y dando a cada uno lo que le corresponde.
En este contexto, el juicio de Sócrates, ¿fue justo? Para Melito y sus acompañantes
de seguro lo fue, porque para ellos, Sócrates había realizado grandes actos de infamia y
maldad y, como nos referimos antes, lo bueno y lo malo es relativo. ¿Pero para los
seguidores de Sócrates? Ellos ciertamente opinarán que no, ya que lo que Sócrates hacía
era en pos del bien de los conciudadanos y del auto reconocimiento de la propia
ignorancia. Veamos el tercer punto o visión, ¿para Sócrates fue justo? Tal vez. Si bien para
Sócrates era totalmente injusto de lo que se le acusaba, no as´lo fue el castigo que le
impusieron. Para este hombre la muerte era un regalo y la coronación de toda una vida
dedicada a predicar su filosofía.
La justicia por tanto es relativa, depende del cristal con que se le mire. ¿Cómo
poder confiar en un valor o principio moral que es relativo? A través de las épocas, la
justicia y la concepción global que tenemos de ella ha ido progresando substancialmente.
Los derechos y deberes de las personas se han ido perfeccionando y los estados han
escrito en constituciones qué es justo y qué no.
Entonces puede que la justicia sea relativa, pero también es un concepto más o
menos fijo o común, sobre todo entre sociedades coetáneas. Lo que debe primar al
ejercer justicia es respetar las libertades individuales y colectivas, respetar los derechos
humanos y guiarnos por la lógica y la razón.
La justicia también nos dicta qué derechos y deberes tenemos. Por ejemplo, en la
Atenas de Sócrates era dictaminado por la justicia que se debía, como ciudadano, acusar,
perseguir y llevar públicamente ante los tribunales a los autores de ataques infames
contra la patria, la religión, etc. Entonces, dependiendo de lo que se considera por justicia
en nuestra época, sabremos qué derechos y deberes tenemos.
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verdaderas con actos de violencia que sólo cobran más víctimas inocentes, como en el
pasado incidente en Valparaíso el 21 de mayo del año en curso.
Tal vez no funciona la justicia objetiva, porque quienes deben juzgar no conocen
todo el parámetro de la verdad o porque benefician a ciertos sectores. En ese caso,
utópicamente, tal vez la única vía posible sería juzgarse a uno mismo, ya que nadie mejor
que yo conoce mi verdad y tiene una imagen completa de ella.
Se asume que la finalidad del Estado es el bien común, donde debe velar por el
bienestar de todos y cada uno de los integrantes de la sociedad. Donde además el bien
común no se ve como una unidad o argamasa general, sino que se procura el bien
individual de cada persona.
¿Por qué entonces, si el Estado vela por el bien común, a veces en la práctica
resulta todo lo contrario? Por todo lo que señalamos anteriormente: algunos estados
poseen más libertad que otros, otras naciones en algunos aspectos poseen libertinaje,
como Estados Unidos con su tenencia de armas. Hay diferencias entre qué es bueno y qué
es malo entre cada estado y también entre cada estado y sus habitantes. La justica difiere
entre un país y otro. Cuando el bien común no se ha logrado, es porque alguno de los
valores anteriores, en los que ha cimentado su ideología estén mal concebidos o se han
suprimido.