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La Prehistoria
Iberos fue el nombre que los griegos dieron a los habitantes originarios de la
Península Ibérica. Se trataba de diversos pueblos diferenciados. Evidencias
arqueológicas, antropológicas y genéticas estiman que llegaron a la península en el
periodo Neolítico (5000-3000 años a.C.). Hay corrientes que estiman que procedían
de las regiones mediterráneas situadas más al este y otras que consideran que
formaban parte de los habitantes originales de Europa occidental (Irlanda, Gran
Bretaña y Francia), los creadores de la gran cultura megalítica sobre la que tantas
muestras se conservan aún en España.
Uno de los principales testimonios del desarrollo cultural con personalidad propia de
los iberos es su lengua, de la que se han encontrado numerosos textos en
excavaciones. Se conocen tres tipos de escrituras paleo-hispánicas: la escritura del
suroeste, la meridional y la ibérica levantina. Sólo la levantina se ha podido
descifrar en parte por la existencia de monedas escritas en esta lengua y en latín.
Pero en su mayoría, las lenguas iberas, al no estar emparentadas con otra lengua
conocida, no se ha podido descifrar aún.
Algunas muestras de arte íbero son: La Bicha de Balazote (Albacete) del siglo
VI a. C., el Guerrero de Porcuna (Jaén) del siglo V a. C., la Dama de
Elche (Alicante), datada entre los siglos V y IV a. C. y la Dama de
Baza (Granada) del siglo IV a. C.
De entre todos los iberos que habitaban la Península Ibérica, las fuentes históricas
mencionan a los tartesios y a sus descendientes turdetanos y túrdulos como los más
cultos de entre ellos. Efectivamente la civilización de Tartessos fue la primera que
se conoce en la Europa Occidental. Esta civilización tendría ya otro nombre a la
llegada de los romanos, llamándose entonces Turdetania a la región que habitaban.
Los celtas, tribus originarias de los Alpes que compartieron una cultura iniciada en
la edad de hierro (1200 BC-400 AD) cruzarían los Pirineos en dos grandes
migraciones: en el siglo IX y VII a. C., estableciéndose en su mayor parte al norte
(Galicia, Asturias, Cantabria, y norte de Castilla), donde se mezclaron con los
iberos para conformar el grupo llamado celtíbero. Este pueblo no sólo se estableció
en el norte de España, sino también en Francia, Islas Británicas y parte del este de
Europa.
Parece ser que las montañas en que vivía el pueblo vasco nunca fueron penetradas
por ningún tipo de invasión, por lo que se considera que esta población estuvo en
estas tierras sin mezclarse desde muy antiguo. También su lengua tiene raíces
antiquísimas por lo que hoy no se encuentran paralelos con ninguna otra conocida.
Con la derrota de Tiro a manos sirias, los fenicios que habían fundado la ciudad de
Cartago se independizan fundando el Estado Púnico. A partir de aquí comenzarían
una campaña imperialista dirigida al dominio del Mediterráneo, algo que significaría
el fin de la independencia de los pueblos iberos y de la alta civilización
de Tartessos.
Conquista cartaginesa
Cartago y Roma entrarán finalmente en una serie de guerras (Guerras Púnicas) por
la hegemonía en el Mediterráneo occidental. Tras la derrota en la Primera Guerra
Púnica, Cartago intenta resarcirse de sus pérdidas de Sicilia, Cerdeña y Córcega,
incrementando su dominio en Iberia.
Amílcar Barca, Aníbal y otros generales cartagineses sitúan los antiguos enclaves
comerciales fenicios de Andalucía y el Levante bajo su control y proceden después
a la conquista o extensión de su área de influencia sobre los demás pueblos iberos. A
finales del siglo III a. C., la mayor parte de las ciudades y pueblos al sur de los ríos
Duero y Ebro, (la zona no habitada por los celtas o celtiberos) así como las islas
Baleares estaban bajo el dominio cartaginés.
Después de que Roma hubiera derrotado por completo a Cartago, también invadió
sus colonias en España, terminando por conquistar la península casi por completo.
Así aparece en la historia la provincia de Hispania, que llegó a formar parte del
imperio romano adquiriendo gran importancia dentro del mismo, incluso dos
emperadores romanos Trajano y Adriano nacieron en ella, en la provincia
de Sevilla.
La Hispania Visigoda
Mientras tanto, los visigodos, que habían tomado Roma hacía dos años, llegaron a la
región en el 412, fundando el reino de Toulouse, en el sur de Francia, y extendieron
su influencia gradualmente hacia la Península, desplazando a los vándalos y alanos
al norte de África.
Luego, tras la conquista de Toulouse por los francos y la pérdida de gran parte de
sus territorios en Francia, trasladaron la capital del reino visigodo a Toledo.