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CENTRO DE ESTUDIOS FILOSOFICOS

EL HOMBRE
LA VIDA
LA DEIDAD
A - II

Casilla 13114 - Santiago - Chile


CENTRO DE ESTUDIOS FILOSOFICOS

EL HOMBRE

LA VIDA

LA DEIDAD
A - II

Casilla 13114 - Santiago - Chile


El camino del hombre

Una de las preocupaciones fundamentales del


hombre desdé los albores de la prehistoria, ha sido
tratar de descubrir los numerosos misterios que con-
tiene la vida y lo que él mismo representa dentro de
ella.
En su seno, nace, vive y muere. Y durante esa
etapa va absorbiendo todo lo que captan sus senti-
dos regularmente desarrollados, sin una educación
especial para ese" objeto. Mira, oye, gusta, tac ta y hue-
le lo que se pone a su alcance sensorial, y sus reac-
ciones naturales producen en él dolor o placer, en
una polaridad manifestada en todos los actos de su
existencia. Habrá veces en que esa captación llegue
a la razón, otras llegue al sentimiento, como una
contraparte del cerebro y del corazón. En muchas se
perderá, sin encontrar un cauce definido y apropiado
que sirva de guía para llegar a la meta que se desea,
con la consecuencia lógica de haber perdido oportu-
nidades tal vez de gran importancia, que lo hubieran
podido llevar a preciosos descubrimientos sobre el por
qué de la vida y de su propia existencia.
La humanidad, a través de sus elementos más
representativos de esa tendencia, ha procurado evi-
tar esa pérdida buscando la forma de no desperdiciar
cuanta experiencia pueda. Para ello, esos elementos

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se han reunido en grupos o colectividades que tienden
a encauzar todo ese cúmulo de antecedentes que an-
tes estaban ocultos, en las dos grandes corrientes de
vida que animan al hombre: cerebro y corazón, razón
y sentimiento.
Esos grupos han ido lentamente, a través de los
siglos, formando conciencia en sus adeptos sobre los
misterios, por decirlo así, que presenta la vida para
sentirlos primero, estudiarlos después y, por último,
vivirlos en una comprensión pura y perfecta.
Todos sabemos que la especie humana se distin-
gue en un alto nivel sobre los otros reinos por la fa-
cultad de razonar, ligando por medio de la inteligen-
cia en el pensamiento, una experiencia con otra hasta
extraer conclusiones que la van adelantando en el
camino de la evolución. Pero también el hombre
extrae del sentimiento conducta y camino, y cada fe-
nómeno experimental que hace vibrar las cuerdas de
su corazón aporta a su progreso una importante ayu-
da, si se sabe aprovechar siguiendo un método apro-
piado y consciente.
Todo camino tiene un principio, un desarrollo y
una meta dentro del tiempo, en la vida en que ha na-
cido. La repetición continuada de las experiencias
vividas le ha indicado al ser humano que los caminos
internos llamados razón y sentimiento, tienen una
contraparte externa, fuera de la forma humana y que
corresponden fielmente a la vida universal en que se
mueve, de la que se nutre y en la que él viene a ser
su centro, como un punto dentro de un círculo infi-
nito.
La manifestación universal es, desde luego, de
una Belleza infinita, que está aún lejos de nuestra
total comprensión. Los mundos se mueven, se agitan,
estallan como chispas de un carbón encendido, dan-
do nacimiento a otros mundos en una sucesión im-

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presionante de acontecimientos por encima de las
edades, en las que nuestra Historia viene a ser un
minúsculo suceso de un ayer terriblemente cercano.
De ahí que no podremos alejar mucho nuestra
observación de esa belleza en manifestación. Tendre-
mos que acoger lo que está más cerca de nosotros, a
nuestro alcance y según nuestras posibilidades. Ya
eso es un principio.
Todo lo que hace vibrar nuestros sentidos en la
captación de la naturaleza, toda la Manifestación
que podamos abarcar, es Belleza, y la Humanidad en-
tera es arrastrada en su corriente misteriosa, sin po-
der desprenderse de ella. Nuestras vidas, una y otra
vez, entran en ese impulso de Belleza, y pareciera
que mientras no hayamos completado un proceso de
conciencia completa acerca. de aquel cauce univer-
sal, no podremos salir airosos en la búsqueda de la
liberación espiritual.
Es un misterio. Y se ahonda aún más, cuando se
percibe que esa Manifestación no ha podido aparecer
sola. Tiene que haber surgido o surge permanente-
mente, de un impulso oculto, silencioso, calmo, que
nuestros débiles sentidos no pueden captar porque
no sería posible contenerlo. Esa energía, capaz de
desarrollar impulso tan potente para producir la Ma-
nifestación Universal, siendo ella misma no mani-
festada, es lo que llamamos Fuerza. La que mueve
los mundos y agita las aguas, la que rompe las en-
trañas de la tierra cuando la semilla busca el sol.
Hé ahí, entonces, un nuevo misterio en el que se
hace preciso entrar, para conocerlo, medirlo, darle
vida y sacarlo a la luz Es una iniciación en el ca-
mino de lo no manifestado, en lo que está oculto, en
lo esotérico.
Toda creatura lleva en lo profundo de su ser la
candente inquietud que producen las preguntas

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"¿Quién soy?" "¿De dónde vengo?" "¿Para dónde,
voy?". Sólo que ellas afloran cuando menos lo pen-
samos y la medida en que ellas crecen es justamente
la medida en que van desplazando de nuestras vidas
aquello que parece superfluo.
Si nuestro anhelo se muestra imperioso en tal
sentido, se hace indispensable recurrir al estudio de
las causas que mueven y agitan al hombre, y para
ello recurre a incorporarse a moldes de diferentes
escuelas de conocimiento, para dentro de ellas dar
forma a este retoño que permaneció dormido en no-
sótros durante tanto tiempo.
Si no fuere así, seguiríamos como antes, en que
nuestros < pasos durante nuestro breve período de
existencia, vienen a ser como los arabescos que for-
man las arenas en un desierto. Hoy las dunas se
orientan con determinado rumbo, mañana todo eso
estará bajo otras arenas, que no hacen cambiar el
páramo, sino lo que contiene. Así son la vitalidad, las
emociones, el pensamiento.
Los frutos del árbol deberán estar maduros oa-
ra gustarlos. Habrá que arar la tierra, abonarla, de-
positar en ella la semilla, cultivar la planta con
amor y cuidado exquisitos, hacerla crecer para que
sus ramas en florescencia perfecta se transformen en
pomos sazonados que, a la luz de una verdadera com-
prensión de la vida que en nosotros está, pueda es-
tablecer de una vez la verdadera relación entre el
hombre y la Deidad.
De ahí que el hombre que ya ha ordenado su
vida de acuerdo a un patrón convencional, encuen-
tra que sus actos, sus pensamientos, etc., deberán
ser reestructurados mediante un trabajo consciente,
de acuerdo a la nueva luz que ahora se arroja sobre
el símil de lo que verdaderamente debe ser su naso
por la vida.

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Nadie ha dicho en forma aproximada los millo-
nes de años de existencia del mundo. Algunos cien-
tíficos fríos y conservadores, apegados a una medi-
ción limitada, le dan una cantidad de años aue di-
fiere en millones a la teoría elaborada por otro, des-
prejuiciado e imaginativo. No obstante, si pasamos
este hipotético plazo de existencia por un tamiz de
realizaciones, veremos que la presencia del hombre
en la tierra, desde el punto de vista esotérico, está
marcada por un principio fundamental: su existen-
cia no ha sido una evolución espontánea, fruto de la
casualidad. Más o menos consciente de su inteligen-
cia, siempre ha habido en él un hálito de esmritua.li.
dad que lo ha hecho crear, y de este hecho ha deja-
do huellas a través de toda la historia de la huma-
nidad, y lo que él creó para progreso de su genera-
ción fue producto de su chispa interior, que lo hizo
ensanchar sus recursos mentales a fin de dar forma
a la idea.
¿De dónde vino esta chispa? ¿Por qué su inspi-
ración para realizar no solamente lo que era de pro-
vecho para su propio avance, sino incluso para las
necesidades de la historia?
Esta preocupación, que el hombre rumiará en lo
profundo de su ser, aunque por fuera lleve pieles de
animales y su lucha por la existencia lo haga com-
portarse como aquéllos, es lo que las diferentes es-
cuelas han mantenido viva a través de la historia,
enriqueciéndola con los frutos de sus adeptos que
comprendieron.
Es por eso que en cuanto aparecen las primeras
leyendas de los hechos que al hombre le ha tocado
vivir, ellas llevajti impresa la huella indeleble de los
poderes aue él intuyó y adivinó y que sirvieron a su
inspiración. Mitología, se dirá al correr de los años,
pero no escapa al criterio inteligente que el hecho,

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una y otra vez repetido en la historia, consiste en la
conexión que el hombre busca con el principio y ori-
gen de esta creación universal, y la traduce en orien-
tación de su vida personal.
Tiene, pues, necesidad de hurgar en los concep-
tos de su propia vida, de abrir las páginas de su pro-
pio libro, que es el instrumento de relación más cer-
cano que posee: el conocimiento de sí mismo nara
entrar después en su relación con la vida que lo
anima.
El dogma es venda que debe arrojar de sus oíos,
para reemplazarlo con un conocimiento en aue ha-
ya participado activamente su razón, que es lo úni-
co que pueda darle la verdadera medida de los cam-
bios en que va plasmando el nuevo orden nernibido
Es corriente escuchar que el proceso de tratar
de descubrir algo sobre el mundo en que vivimos, su-
pone una pérdida de tiempo y una privación del que
se necesita para dedicarlo a los negocios o a la vida
social.
Upton Sinclair, tal vez uno de los más grandes
observadores de la conformación de la sociedad en
el planeta, ha hecho notar que, en realidad, este es
un mundo misterioso y que las huellas de sus mu-
chos secretos fueron descubiertas en lugares extra-
ños y por medio de experimentaciones sorpresivas e
inesperadas. Así, un italiano se entretuvo en aplicar
un alambre de cobre a las extremidades de una ra-
na y ver cómo el animal saltaba. Un ex-comerciante
de Filadelfia se entretenía en hacer volar una come-
ta o volantín en plena tempestad, cosa verdadera-
mente excéntrica. Otro hombre observó la caída de
una manzana, otro la ebullición de una tetera lle-
na de agua hirviendo, el de más allá la fermentación
de los líquidos, etc., y todos ellos se preguntaron có-
mo y por qué se producían esos fenómenos, exten-

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diendo así, con su respuesta, el poder del hombre en
la Naturaleza.
Ahora bien, todos los investigadores que orien.
tan su conducta a la investigación de lo que se lla-
ma mente, advierten que en ella se produce un océa-
no de cosas a través de la conciencia o inconciencia
personal de los seres humanos, y en lo que atañe el
movimiento cósmico. Unos lo llaman evolución otros
Deidad. Pero cualquiera que sea su nombre verdade-
ro, si lo tiene, el hecho concreto y efectivo, observado
por todos los estudiosos, es que la mente está en
nuestra existencia, tanto concreta como abstracta.
Ni el cuerpo ni el alma de cada persona se ha
hecho por nosotros mismos. Pensamos, sin conocer
el proceso del pensamiento, y no hay ningún hom-
bre de ciencia que pueda explicar racionalmente có-
mo una idea, un pensamiento, un deseo o un acto de
nuestra voluntad, produce un movimiento de nues-
tros músculos. Así como tampoco podrán explicar
cómo sin idea, sin pensamiento, sin deseo, se produ-
cen movimientos musculares independientes, como la
circulación de la sangre, el proceso digestivo, la res-
piración .
De lo que sí hay conciencia por los investigado-
res de esta parte de la existencia humana, es que la
mente establece cierta relación entre el hombre y su
origen, constituyendo una especie de refugio cen-
tral para las más elevadas concepciones del ser. Es-
te centro de equilibrio, de medida, recibe los concep-
tos mejor comprobados, los hechos más efectivos de
la vida inferior, y los pone en contacto con lo supe-
rior por medio de imágenes puras, símbolos, ritua-
les y doctrinas.
Todo ello refleja la inquietud profunda que al-
berga el ser humano por encontrar la medida de su
relación con Aquello que es origen y que aún no so-

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mos capaces de comprender. De ahí que los hombres
busquen en las religiones la explicación de ese oro-
ceso, ya que religión es "religar", volver a' unir el
principio con el fin, de cuyos extremos la Humani-
dad se encuentra separada.
Escuchamos los clamores de la multitud que
grita por un camino, que busca en las diferentes sec-
tas la "unión con Dios", y no podemos menos que
lamentar que se abuse de ese grande, de ese sagrado
nombre. Apena que el hombre lo profane y que prosti-
tuya la Iciea Primera, lo primordial, substituyéndola
con el fantasma absurdo de las imágenes que él mis-
mo forjó, para llegar hasta adorarlas.
Sin embargo, cuanto más se penetra en el seno
de la vida natural, más profundamente se compren-
de el origen de uno mismo. Pero una creencia ciega
es supersticiosa y una clara comprensión es lo único
que conviene al crecimiento humano, y para ello es
necesario recoger con cuidado los rayos escapados de
la luz desde su principio, pues lejos de ofuscar la
verdad, no pueden menos que añadirle un nuevo gra-
do de esplendor. Esos rayos de luz están dentro de
la manifestación de vida que conocemos, siendo, por
lo tanto, preciso captarlos cuando se presentan al al-
cance de nuestra mano.
Son muchas las instituciones —públicas y secre-
tas— que contemplan en sus programas de estudio
la solución de ese grave problema que consiste en es-
clarecer el origen del hombre, su estado actual en la
vida y el desarrollo de su futuro. Y comienzan ñor
la investigación de su origen. Se remontan a cálculos
y teorías que no se pueden comprobar porque no
caben en el predio de la razón. Los creyentes se apo-
yan en su fe por la doctrina, y lentamente, sin darse
cuenta, van cayendo en lo que públicamente abomi-
nan: en fanatismo, procurándose un daño espiritual

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causado por el anhelo espiritual, que es base y fun-
damento de humanidad.
Otros predicen el futuro del hombre. Y miran los
sistemas planetarios, convencidos de que los hombres
de hoy serán los soles de mañana. Estudian las ron-
das y cadenas de la evolución, en funciones siderales.
Sus ojos, desorbitados por la presencia del futuro ma-
ravilloso que los espera, dejan de mirar el presente
y levitan, sin darse cuenta tampoco de que no son,
pero convencidos de que serán.
Muchos se preocupan de la superficie y poce?
son los que adelantan hacia la profundidad, buscan-
do los misterio's del alma. Pero del espíritu, de la esen-
cia misma que somos, ¿quién se cuida?
Las masas de los pueblos se vuelcan en los tem-
plos de sabiduría o de ignorancia, sin encontrar ni
la una ni la otra. Se contentan con ser dirigidas
los que ahogan la liberación espiritual que da for-
ma a la vida humana, marchando como un cortejo
de rebaños que rebuscan en el pasado remoto o pre-
dicen el glorioso porvenir.
¿Dónde está, entonces, la falla que pudiéramos
llamar geológica, que impide el crecimiento y el pro-
greso de uno mismo?
Es el Quién Soy, que no nos atrevemos a investi-
gar. Es el "Conócete a ti mismo" predicado desde mi-
lenios. Es la constitución del ser humano, en busca de
la unidad en su origen. Solamente se estudia el
cuerpo para mejorarlo de sus enfermedades. Aten^^
profundizan el alma, con sus ojos ciegos. Pocos, muy
pocos, se adentran en el espíritu eterno, en la esen-
cia, en el alfa de la vida.
Cuerpo, Alma y Espíritu en un trinomio de ac-
ción maravillosa, bien comprendido, en armonía per-
fecta, realizan el pasado, el presente y el futuro. Al
ser trabajados conscientemente, con la clara corn-

il
prensión del que sabe ver con sus propios ojos, se
realiza la estatura total del individuo, del aue no se
4ivide, alcanzando la máxima sabiduría en el hombre
de hoy, para que no necesite de muletas en el ca-
mino.
¿Cuál es ese camino?
Primero, el conocimiento del cuerpo. Sus reac-
ciones, sus desequilibrios, sus enfermedades, sus cos-
tumbres, sus hábitos. Mejorarlo para hacerlo cada
vez más apto para contener, el latido de vida, oue
tiende a crear partes de sí misma a través de su eré
nesis.
Én seguida, procurar la armonía de los -íiveles
que constituyen el alma, realizando personalidad, ca-
rácter, psiquis. Alma efímera, de duración limitada,
pero que es el trasunto de la manifestación espiritual.
Después, la esencia del ser humano : las tres gran-
des calidades que constituyen la latencia universal y
que rigen el proceso. Los hombres, como en todas las
cosas, precisan de nombres para distinguir sus posi-
ciones doctrinarias, y así es como esos tres grandes
aspectos- de la Vida Universal, se han denominado
Isis, Horus, Osiris; Brahma-Siva-Visnú; Belleza-Fuer-
za-Sabiduría; Piromis-Ptah-Kneph; Atma-Budi-Manas;
Padre-Madre-Hijo, etc., etc.
Estas tríadas de nombres, que vienen a ser cali-
dades netamente espirituales, deben contenerse y ma-
nifestarse en el alma personal de los seres, creando
nuevas condiciones de vida, utilizando nuevos aspectos
de la forma.
Unicamente la verdad hace libre al hombre. La
ignorancia, cuando disfraza su actuación en el fana-
tismo es más ignorancia que nunca. Cuando la som-
bra quiere ser luz en la sombra, sólo consigue con-
densar la tiniebla.

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Cuestionario

1.—¿En qué consiste la polaridad?


Indicar ejemplos.

2.—Indicar las corrientes en que se desenvuel-


ve la vida personal, y las corrientes en que se desa-
rrolla la especie humana.
Establecer su relación.

3.—¿Qué se entiende por esotérico?

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Panorama general

Desde la más remota antigüedad, la especie hu-


mana ha procurado resolver la incógnita de sí mis-
ma, procurando establecer el conocimiento de la for-
ma del hombre, de cómo está constituida su estruc-
tura a través de la evolución y de su contenido in-
terno cada vez más sutil a medida que se aleja de
la materia. La observación continuada de las expe-
riencias vividas y sus resultados han venido creando
las distintas ciencias que el cerebro humano ha al-
macenado como conocimiento, para mejorar su sis-
tema de vida personal en primer término, y de esta-
blecer mejores relaciones de convivencia con sus se-
mejantes después. Ese conocimiento adquirido en el
tiempo ha sido el creador de ciertas leyes que impo-
nen el cuidado del cuerpo, para sostenerlo y mejorar-
lo durante su existencia como un principio para ir
codificando normas de vida consciente en ann*1-
aspectos menos densos que están contenidos en la f<?v-
ma, y que se explican como vibraciones del ser hu-
mano.
Es sabido que en este continente orgánico que
es el cuerpo físico, se encuentran involucrados los
reinos mineral, vegetal y animal. El primero entra en
la composición química de los huesos, de los cartíla-
gos, de la sangre, de los órganos. Sin él, la forma hu-

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mana no podría subsistir, ya que su desarrollo exige
una nutrición altamente influenciada por el reino
mineral.
Los sistemas nerviosos, con las formas caracte-
rísticas de ramificaciones de un árbol siempre en vi-
bración, nos están indicando que el reino vegetal en-
tra claramente a influenciar la composición vital hu-
mana. Como las plantas, reciben su alimento del o í -
re, del sol, de la tierra y la afluencia de vida nervio-
sa' está condicionada por los climas y los hábitos.
El reino animal se muestra en el cuerpo a través
de las reacciones del instinto y de la emoción. Mu-
chas veces se ejecutan actos en que la razón no tie-
ne ninguna intervención y es solamente el instinto
el que orienta tal o cual medida. Las reacciones de
cólera incontrolada, de antipatía inconsciente, de pá-
nico absurdo, de alegría sin causa, etc., corresponden
a las mismas reacciones que se producen en los com-
ponentes de ese reino.
Los tres aspectos anteriores, someramente enun-
ciados, forman parte del contenido total de este cuer^
po físico, que nosotros conocemos por la forma hu-
mana, y constituyen vibraciones más o menos den-
sas, que van modificando su calidad en la misma me-
dida en que los cuatro elementos, tierra, agua, fue*-
go y aire, se hacen presentes en la composición sutil
de dichas vibraciones.
La primera calidad de la tierra se encuentra en
el reino mineral que, como ya se dijo, tiene gran in-
fluencia en la estructura humana. Así también el
agua, alimento indispensable para la vida de la for-
ma y que en un gran porcentaje entra en la médula
orgánica.
El aire, en su primera calidad, es un elemento
necesario para la función de la vida en el cuerpo. El
sistema respiratorio es una realidad vital para nue?.

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tros órganos pulmonares, y la oxigenación de la san-
gre no podría efectuarse sin ese elemento en el sis-
tema circulatorio sanguíneo.
El fuego, dentro del sistema digestivo, en la com-
bustión interna, es de una importancia fundamen-
tal, y el calor debidamente" dosificado en una tem-
peratura apropiada, hace que se produzca el movi-
miento, el desarrollo y la armonía necesarios nara n-n
el cuerpo cumpla sus funciones en forma conveniente.
Estos cuatro elementos, tierra, agua, fuego y ai-
re, poseen además, otras calidades de orden más e11
til que se incorporan a vibraciones del contenido de
la forma que analizaremos cuando estudiemos los
planos de existencia.
Los tres reinos y los cuatro elementos en la Na-
turaleza están presentes permanéntemente ante r n
sotros, y tal vez sea lo primero que pudiéramos apre-
ciar cuando nuestros sentidos se abren a la vida cons-
ciente, ubicando en su justa medida lo que corres-
ponde a la objetividad externa y lo que se re-fiere a
lo subjetivo. Para ello, tenemos el depósito precioso
del conocimiento a través de la observación por los
cinco sentidos y del análisis racional que nos distin-
gue como seres humanos.
Es curioso comprobar cómo los números, símbo-
los misteriosos de la Geometría Universal, van aden-
trándose armónicamente en la construcción del Ser
Humano, y tienen gran influencia ,en el modo de
actuar de las personas. Por lo pronto, tenemos acti-
vos en nosotros los 3 reinos y los 4 elementos, y toda
la Manifestación de la Naturaleza la podemos captar
por medio de los cinco sentidos, de modo que, en. for-
ma escalonada, se está estableciendo una forma nu-
mérica de gran importancia para el futuro. Por aho-
ra, haremos constar que los reinos, los elementos y
los sentidos, suman 12 componentes del cuerpo hu-

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mano y forman un dodecaedro perfecto, cuya suma
corresponde totalmente a aquella tríada de sublima-
ción de consciencia que todo discípulo aspira a al-
canzar: Belleza, Fuerza y Sabiduría.
El tacto, el gusto, la vista, el oído y el olfato son
sentidos de suma importancia en el cuerpo humano
y actúan como antenas poderosas de captación de la
Naturaleza. En la vida corriente se les da una im-
portancia relativa, estimándose que sirven solamente
para tener comodidad personal y un cuerpo completo,
sin entrar a analizar la verdadera y ultima finalidad
que los sentidos tienen: formar un Penté de unidad
absoluta entre lo manifestado externamente en la Na-
turaleza y lo No manifestado, que opera internamen-
te en el hombre,' como cualidad relevante del Ser.
Así, para un observador consciente, la vista de lo
que nos rodea corresponde a una vista interna, cuyas
proporciones van ampliándose a medida que apren-
den sus ojos a mirar mejor. Con la vista interna se
da principio a la intuición y podrá investigarse el
pasado y el futuro, en tanto que la externa estará
siempre en el presente.
El gusto no es solamente un sentido que tiene
por función captar el sabor de los alimentos. Recor-
demos que la misma palabra "sentido" corresponde
a orientación, a rumbo, a meta, y si le damos el de-
bido valor a las palabras encontraremos fácilmente
en nuestra mente la explicación que muchos llaman
"oculta" y que está siempre actuante ante el pen-
samiento observador.
En nuestro caso, el rumbo u orientación que te-
nemos por guía es la manifestación del Yo verdade-
ro en la presencia de la forma. Para ello debemos
utilizar los sentidos externos, a fin de captar primero
lo que está en la Naturaleza manifestada y después
adquirir conciencia interna de ello, dándole valor y

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medida, con lo que unificaremos el Penté externo con
el Penté interno, es decir, cinco sentidos hacia afuera
y cinco hacia adentro, en comunidad armónica, que
hacen diez, o sea, la Unidad.
El gusto tiene, sin lugar a dudas, una función
interna, como contraparte del sabor externo. Es él
goce, el palpitar de lo bello, de lo fuerte y de lo sabio,
en el corazón o en el cerebro. Es compenetrar la con-
ciencia anímica en un nudo de placer, que conecta
lo que está presente y lo que está oculto, que hace
vibrar las cuerdas más sensibles de la sensación o del
sentimiento, para dar principio a la fe o al entusias-
mo, con lo que se extrae la potencia interna para
volcarla en la vida manifestada.
El tacto no se conforma solamente con las papi-
las de las yemas que tocan los objetos, ni con las
células del cuerpo que vibran cuando el frío, el calor
o el aire las penetran. Hay un tacto interno que ha-
ce vibrar el sentimiento o la razón, a través del jui-
cio y de las relaciones entre seres de todas las espe-
cies. Con él se modifica o se estructura el sentimiento,
se coloca al pensamiento en una línea de nivel armó-
nico con el presente manifestado y se mejoran las
relaciones con uno mismo, con los demás y coja lo
superior. El tacto en el juicio, deja una huella bien
marcada y pone el corazón en el pensamiento.
Tal vez sea el oído el sentido al que generalmente
se le asigna mayor amplitud en su radio de acción
interna. La voz de la conciencia, los pensamientos,
que se oyen susurrantes, el latir acompasado de la
sangre que circula, le dan al oído una característica
especial un poco misteriosa ante lo que se está escu-
chando afuera y lo que se mueve adentro. Un estu-
diante debe poner su oído interno al servicio del pen-
samiento, para auscultar con él la vida en que se
desenvuelve, su desarrollo, su crecimiento mental, en

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una tónica de Belleza que enlace lo que es hoy con
lo que será mañana.
Poner el oído en el corazón es despertar el pro-
pósito a través del sentimiento. Con ese propósito
interno, el estudiante se encuentra ya en camino de
avance hacia la altura de sí mismo.
Poner el oído en el pensamiento es crear perse-
verancia, a través de la voluntad, que es continente
y contenido de energía creadora. Con ella, sus pasos
serán mesurados firmemente, con serenidad cons-
ciente, y dejará el discípulo de ser una hoja agitada y
llevada a todas partes sin rumbo definido, ya sea por
uná brisa o un ciclón.
El aroma de una flor, el balsámico olor de las
aguas de los mares, el característico de las grandes
alturas, el de la tierra humedecida, entran a fortale-
cer la corriente vital, haciendo que el cuerpo se ex-
panda en un anhelo de bienestar para sí y para to-
dos. Así la vida cumple su función en los órganos,
produciendo el agrado en la armonía, que es priva-
tiva del sentimiento interno. Así la mente humana,
uno de los misterios más hondos de la Creación, va
desarrollándose en altura y profundidad, formando
un cetro de poder que puede alcanzar dimensiones
imponderables entre cerebro y corazón.
Los 5 sentidos, utilizados en comprensión, en co-
nocimiento de lo que son y de lo que valen, pueden
desarrollar inmensos caminos de avance hacia el jar-
dín maravilloso del Edén de la Sabiduría. Son como
5 árboles cuyas raíces están profundamente arraiga-
das en la tierra del cuerpo, y su florescencia tiende
a mostrarse magnífica a la luz del espíritu, como un
Penté glorioso que pone alas al pensamiento para que
pueda bogar libremente en el océano de la Eternidad.
El hombre es un madero en cruz, forjada por los
4 elementos. Su estatura en vertical, erguida al Sol,

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los brazos abiertos a la fe, en demanda de Oriente a
Occidente, su cabeza en el Norte de sí mismo, hacen
de él la cruz en el madero, como una crucifixión de
sí mismo, en plena conciencia del proceso. La tierra,
el agua, el fuego y el aire, como cuatro aspas, le dan
alimento calor y vida para su desarrollo. Los 5 sen-
tidos agitan la cruz, dándole rumbo y orientación pa-
ra formar una estrella, que viene a ser una anuncia-
ción de nuevas rutas para la cruz inmóvil, que el
discípulo puede mover en elevación cuando tenga
comprensión de su contenido, tomándola con sus
manos mentales para hacerla ascender por los sen-
deros del Gólgota en busca de la Verdad y de la Vida
Plena.
Todo ser humano es un Templo. Dentro de él se
encuentra el Arca Central, como un ofertorio de su
propio corazón en holocausto a la Deidad Suprema,
en el centro de sí mismo. En el extremo superior de
su vértebra, como un copón glorioso en que se depo-
sita la Sabiduría, se encuentra el Santuario que aloja
el pensamiento, hacia el cual convergen los caminos
de la Belleza y de la Fuerza, para unirlas en una Flor
de Tres Pétalos, que al principio adquiere un vislum-
bre de gran lejanía, pero que pronto se hace realidad
en la forma humana, cuando el 3, el 4 y el 5 entren
a actuar en armonía de conocimiento, a medida que
los pasos se hagan más firmes en el camino de la
Realización.
Hay 7 niveles de vida dentro de este Templo. Son
7 los aspectos que a diario se muestran o se ocultan
en el acontecer humano, como planos de existencia
conscientes o inconscientes, pero que están como par-
tes integrantes de un total que va fraccionándose
cuando el observador va agudizando su mirada.
El ojo del que ve distingue entre ellos dos gran-
des grupos: lo que es denso, como perteneciente a la

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materia misma de la forma humana, y lo que es
exclusivamente sutil, como irradiación del espíritu
universal contenido en el cuerpo.
En el primer grupo aparece nítidamente claro
el esqueleto óseo y las composiciones químicas de la
tierra y el agua que forman la carne y la sangre. Lo
llamamos cuerpo físico, paso sagrado en el que se
desarrolla el drama maravilloso de la existencia visi-
ble del ser, y en ese nivel se manifiestan todas las
reacciones vitales que le son propias, como el dolor
o el placer, en sus formas más simples. Es el plano
de la sensación y del movimiento incorporados en la
forma humana.
*E1 plano segundo, llamado vital o etérico, es, co-
mo su nombre lo está indicando, el encargado de
distribuir en el cuerpo el alimento vital que entrega
la Naturaleza permanentemente a través de los rei-
nos, los elementos y el éter, de donde desde muy an-
tiguo le viene el nombre. Esa corriente vital, llamada
"prana" en Oriente, entra en el cuerpo por medio de
los sentidos y se distribuye en los sistemas orgánicos
por el bazo y el plexo solar, en forma de vibraciones
controladas por los sistemas nerviosos.
El tercer nivel, llamado emocional, afecta directa-
mente al corazón y constituye una reacción muy su-
tilizada de los dos primeros planos, el físico y el vital.
Es el plano de las emociones, del sentimiento, de las
imágenes elementales del pensamiento, de los vicioá,
de las virtudes y de los deseos.
Su estudio y control son de gran importancia pa-
ra un discípulo, puesto que en el ciclo actual de la
vida evolutiva se hace necesario que el estudiante
empiece su camino de avance partiendo del plano
emocional, que viene a ser como el piso o fundamen-
to de la forma para lanzarse hacia la conquista de
la altura.

22
El cuarto plano, mental concreto, es el depósito
del conocimiento, disponiendo para ello del órgano
más delicado del cuerpo: el cerebro. Es el seno del
intelecto humano, de las actividades pensantes con-
cretas, en donde se forjan la voluntad y la pericia,
y de donde emanan las órdenes o impulsos de movi-
miento.
A medida que los niveles o planos se alejan del
vehículo físico, se van haciendo más y más sutiles,
aun siendo materiales, y su radio de acción es tam-
bién cada vez más amplio. Así, por ejemplo, el plano
segundo, vital, afecta a la forma directamente y su
radio de influencia abarca poco más que el del cuer-
po físico. El plano emocional, en cambio, produce
vibraciones que pueden tener un gran campo de
atracción en las personas o grupos en que se des-
envuelve el hombre. Y, sin duda alguna, el mental
concreto es un plano de irradiación más que suficien-
te para afectar círculos humanos muy alejados.
Como son sus círculos radiantes, tales son la du-
ración de sus vidas. Cuando muere el cuerpo físico,
el plano vital se mantiene aun funcionando y vive
dentro de un cuerpo muerto, hasta desaparecer tam-
bién más tarde. Las vibraciones emotivas que rodea-
ron al cuerpo durante su vigilia siguen actuando en
el círculo de costumbre, hasta que la energía radiante
va poco a poco consumiéndose. Puede durar días o
meses, según fuere el ambiente en que se vivió.
Es fácil entonces, suponer que el cuarto plano, el
mental concreto, puede seguir operando a distancia y
tiempo muy alejados de la muerte del cuerpo físico, ya
que las vibraciones de energía del cerebro se pueden
irradiar a gran distancia, y mueren solamente cuando
poco a poco va agotándose el campo magnético en que
se desenvuelven.
He ahí, entonces, cómo están involucrados en la

23
forma humana estos cuatro aspectos materiales, que
producen ciertas vibraciones que es de gran impor-
tancia analizar y que hoy se anotan como parte de un
panorama general del hombre, primer paso de estu-
dio del discípulo.
A estos cuatro planos materiales se les ha dado
el nombre de Cuadrado o Cuaternario. Muchos nom-
bres extraños, que suenan a misterio, han tenido en
la antigüedad, y no son sino los planos físicos, vital,
emocional y mental concreto, que reunidos armóni-
camente en una correspondencia de valores que equi-
libre el conjunto, forman el Alma humana, alma ma-
terial diferente del espíritu, que es la esencia pura
del Ser.
Esta alma que nos pertenece, va siendo amolda-
da por el discípulo a medida de su avance en el es-
tudio de las formas de vida. Y lo que antes era des-
ordenado, con prevalencia de un plano determinado
en detrimento de los otros, hoy el observador puede
ordenarlo, dándole justo valor a cada uno, de modo
que todos en lo posible tengan iguales condiciones,
para crear una Personalidad definida, más brillante
y mejor, cuanto mejor sean conocidos, armonizados
y utilizados los planos que la componen.
Es corriente observar en las personas estallidos
emocionales descontrolados cuando no pueden im-
poner con ideas racionales algún propósito. Es el
tercer plano, que sale violentamente de su cauce, sin
que la persona lo pueda manejar. En veces, el cuerpo
físico tiene mucha mayor atención que el mental o
viceversa, lo que produce el desorden. El desarrollo
inconsciente de ese proceso, sin ninguna dirección
inteligente, hace que el alma humana, la psiquis, la
personalidad, no alcance una función definida en ja
vida. Un discípulo debe estar siempre alerta para co-
rregir los desórdenes que se presenten, a fin de crear

24
las condiciones de armonía necesarias entre los pla-
nos para mostrar a la faz del mundo lo que es capaz
de hacer un carácter bien definido.
Una vez formada esta Personalidad, los cuatro
niveles que la componen irradian de sí mismos la ar-
monía del Alma así constituida, dando nacimiento a
una antena de elevación sobre lo material y que es
elemento sutil de pureza absoluta, en corresponden-
cia directa con la Manifestación Universal: la Be-
lleza, el ideal abstracto de armonía natural de lo ex-
terno con lo interno, lo bello que es afuera con lo
bello que es adentro. Es un nuevo nivel de existencia
que ha nacido de la materia cuaternaria y que no
constituye materia; es la abstracción mental que vive
toda persona cuando empieza a conocer y amar a la
Madre Naturaleza, en cuyo seno nace, vive y muere.
A este quinto plano se le llama Mental Abstracto, o
Manas por los orientalistas.
Cuando se forma un Alma o Personalidad de un
modo consciente, se está utilizando voluntad en el
conocimiento, voluntad en la ordenación y distribu-
ción de calidades, voluntad en el control de los pla-
nos. Esta voluntad perseverante requiere energía, po-
tencia interna, fuerza consciente. Y la resultante del
trabajo de la configuración de la Personalidad es un
nuevo nivel de existencia, el de la Fuerza, que se tra-
duce también en una antena de vida, pues la Mani-
festación Natural ha sido impulsada por una potente
corriente de energía cósmica No Manifestada y que,
sin embargo, siempre está presente.
Así en el hombre. Para manifestar el Alma Per-
sonal se precisa de la Fuerza no manifestada de la
voluntad y ello da nacimiento al sexto plano de vida,
el de la Fuerza, aludiendo a la Energía potente que
se encuentra oculta en la vida.
Quinto y Sexto planos. Dos niveles como ante-

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ñas de irradiación universal que están incorporadas a
la forma. Dos corrientes de vida en las que todo se
desliza y que corresponden ampliamente a las con-
diciones creadoras del hombre, extrayéndolas de la
materia mortal. El estudio de las proporciones de esos
cauces, el equilibrio de la mente, la medida de los
pasos, da un nuevo nivel, el más alto del septenario
humano en busca de la Unidad. Este plano es el sép-
timo, de la Sabiduría, llamado también Atma.
Cuando hay conciencia de un camino, primero;
cuando hay creación de alma después, cuando hay re-
conocimiento de la Belleza y de la Fuerza contenidas
en un cuerpo mortal, se sabe. Eso es saber. Eso es
Sabiduría, como una tercera antena plantada en el
centro de las dos anteriores, formando igualdades tan-
to en la forma humana como en la Naturaleza Uni-
versal.
El cuatro abajo y el tres arriba. El triángulo y el
cuadrado. El sublime misterio de la vida humana re-
velado en la síntesis de un panorama que el estudiante
debe investigar y estudiar, para llegar a la con-
quista del Septenario, auscultando minuciosamente
sus planos, nivel sobre nivel, hasta lograr apoyar fir-
memente en ellos las plantas del conocimiento y ad-
quirir la certeza interna de que el camino de la libe-
ración del espíritu está en la ley de nuestros planos,
con raíces que son propias de cada individuo, por lo
que se requiere una acción personal en cada uno, ya
que como Humanidad filosóficamente somos Uno,
puesto que todos somos genéricamente hombres; pe-
ro somos diferentes en cuanto a personas.
Como punto final de este Capítulo, insistimos en
recalcar que este panorama general del hombre es-
tán presentes los 3 reinos, los 4 elementos, los 5 sen-
tidos y los 7 planos. Conjugados estos números dan
un total de 19, lo que es igual a la Unidad, meta de-

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finitiva de un discípulo que pretende llegar a la rea-
lización de sí mismo. Las Cabalas numéricas se com-
prenderán mejor cuando entremos a analizar otros
temas.
El hombre es un Templo y en él concurren todas
las condiciones anímicas externas e internas para
desarrollar un rito de extraordinarias proporciones,
a fin de conectarse con sus propios medios a la Dei-
dad Suprema. Así como en el Cosmos Infinito se de-
sarrolla la efervescencia de la vida, así en el Micro-
cosmos de la forma se encuentra el fundamento bá-
sico, el cuadrado, que habrá de poner alas a la mente
para alcanzar el Cetro y la Corona del Rey.

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Cuestionario

1.—¿Qué significa la palabra Tríada?

2.—Mencionar y comentar "tríadas" de diversas


filosofías, doctrinas o religiones.

3.—Analizar la palabra "Penté" y su significado.

4.—Significación de la palabra "Prana". Mostrar


ejemplos.

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