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Trayectorias

ISSN: 2007-1205
trayectorias@uanl.mx
Universidad Autónoma de Nuevo León
México

MEIRA CARTEA, PABLO ÁNGEL


Crisis ambiental y globalización: Una lectura para educadores ambientales en un mundo insostenible
Trayectorias, vol. VIII, núm. 20-21, enero-agosto, 2006, pp. 110-123
Universidad Autónoma de Nuevo León
Monterrey, Nuevo León, México

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=60715248011

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TEORÍA

Crisis ambiental y globalización:


ambiental
Una lectura par
lectura a educadores ambientales
para
en un mundo insostenible

PABLO ÁNGEL MEIRA CARTEA

C
iertamente y en ri- centrales –comenzando por
gor, hablar de la el Estado–, y como una va-
globalización obli- riable que opera al margen
garía a hablar y de las fronteras geopolíticas
debatir “de” todo y “sobre” establecidas, forma parte
todo, tarea que transciende tanto de los signos como de
nuestras posibilidades y que los síntomas de la globaliza-
probablemente aportaría ción.
muy poco al logro, aunque De igual forma, la
sea parcial, de la finalidad de búsqueda de una respuesta
este texto: reflexionar sobre “universal” bajo la etiqueta
el qué (la identidad), el cómo del desarrollo sustentable se
(la estrategia) y el para quién enmarca en el intento de
(los destinatarios) de la edu- construir un nuevo discur-
cación ambiental (EA) ante los retos de un mundo so y un nuevo orden transnacional que interiorice la
cada vez más unificado e interdependiente en térmi- variable ambiental, sobre todo al entenderla como una
nos económicos, sociales, políticos y culturales. amenaza potencial al progreso del capitalismo avan-
En otras palabras, y para centrar la mirada del zado. Ambos conceptos, además, comparten la mis-
lector, nos gustaría iluminar algunas de las implica- ma propensión a la superficialidad, la mixtificación y
ciones que se derivan para la EA del laberinto de la la manipulación semántica, hasta el punto de trans-
globalización. El hecho de que los conceptos de glo- formarse en objetos retóricos usados de forma indis-
balización y desarrollo sustentable hayan emergido criminada para justificar y connotar positivamente
prácticamente al unísono en el discurso científico– cualquier propuesta o acción política, científica, edu-
social y político, y que hayan calado rápidamente en cativa, tecnológica, etc.
la cultura común, no es una mera contingencia histó- La globalización es uno de los conceptos –por
rica. La toma de conciencia de la crisis ambiental no decir, “el concepto”– que más se utiliza para ex-
como una amenaza que cuestiona la bondad y la via- presar la identidad del mundo contemporáneo. Así
bilidad del proyecto moderno y de sus instituciones vista, la globalización transciende la mera mundiali-

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zación, a pesar de que con frecuencia ambos térmi- señala que “la orientación keynesiana (inicial) del FMI,
nos se utilizan como sinónimos. La mundialización, que subrayaba los fallos del mercado y el papel del
entendida como unificación geopolítica, no es un fe- Estado en la creación de empleo, fue reemplazada por
nómeno estrictamente nuevo. Sus inicios se pueden la sacralización del libre mercado en los ochenta (…)
remontar a las aventuras colonizadoras emprendidas que marcó un enfoque completamente distinto del
en el siglo XV por las potencias europeas de la época, desarrollo económico y la estabilización”. Buen co-
y a su consolidación con la instauración de los impe- nocedor de las entrañas de un sistema al que ha ser-
rios coloniales en los siglos XVIII y XIX. Su conse- vido, Stiglitz reconoce que la desregulación no se ha
cuencia principal es la conversión de todo el planeta aplicado de forma universal y que los países occiden-
en objeto de los intereses de una civilización, la occi- tales han mantenido los mecanismos arancelarios, fi-
dental, que ha convertido en hegemónicos su modelo nancieros y de soporte público de sus aparatos pro-
de producción–consumo y las estructuras políticas y ductivos, a la par que no han dudado en imponer a
patrones culturales que lo aderezan y legitiman. los países subdesarrollados la supresión de barreras
La fase actual de este proceso, la globalización, comerciales y el desmantelamiento de sus escuálidos
sería una forma de neocolonialismo más sutil y sofis- sistemas públicos a través de planes de ajuste estruc-
ticada que la denunciada en los años sesenta y seten- tural y de la imposición de condiciones draconianas
ta del siglo pasado: aparecen nuevos instrumentos que para la devolución de la deuda externa.
aceleran e integran cada vez más los flujos económi- La globalización, en fin, “es un paisaje hipoté-
cos –las nuevas tecnologías de la comunicación y del tico, fundado en una idea: dar al dinero el campo de
transporte–, nuevas formas de reproducción del ca- juego más amplio posible” (Baricco, 2002: 33). En
pital –dominadas por la economía especulativa– y última instancia, la globalización es eso: el libre juego
nuevas estrategias de producción –la deslocalización de los flujos despiadados, anómicos amorales del ca-
de las actividades productivas en busca de bajos sala- pital y de quienes lo poseen –pocos, y cada vez me-
rios, menor presión fiscal y un control ambiental más nos– con el único fin de multiplicarse. No existen re-
laxo–. En esta línea, Baricco (2002: 32) afirma que glas ni escrúpulos, no se reconocen fronteras para el
“globalización es el nombre que le damos a cosas capital o las mercancías (sí, claro, para las personas);
como internacionalismo, colonialismo, modernización sólo la pulsión del beneficio y la ley del más fuerte.
cuando decidimos sumarlas y elevarlas a la categoría Los únicos paraísos posibles son los paraísos fiscales.
de aventura colectiva, épica, de época”. Pensar en formar una conciencia ambiental o una
Pero el rasgo definitivo y específico de esta nue- cultura de la sustentabilidad en este escenario, con la
va época es la “desregulación” de la economía; esto educación o con otros instrumentos sociales es, cuan-
es, el desmantelamiento progresivo de las normas y do menos, un reto sobrecogedor.
de las pautas económicas que, desde los aparatos es-
tatales o desde los organismos supranacionales crea- LA GLOBALIZACIÓN,
dos a partir de la Segunda Guerra Mundial (Banco EL PRETENDIDO BIEN
Mundial: BM; Fondo Monetario Internacional: FMI;
Organización Mundial del Comercio: OMC, etc.), El término globalización, sin embargo, carece de las
habían sido pensadas para compensar los desequili- connotaciones negativas de otros más desgastados
brios del mercado. Joseph Stiglitz (2003: 59), ex–vi- como capitalismo, imperialismo o neocolonialismo.
cepresidente del BM y persona clave en la política eco- Se puede afirmar, incluso, que tiene buena prensa: se
nómica del gobierno de los EEUU en la era Clinton, utiliza casi siempre con connotaciones positivas o

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Crisis ambiental y globalización

como un término netamente descriptivo y neutro. De


hecho, los movimientos sociales que la denuncian
comenzaron identificándose como anti–globalizado-
res para pasar a defender que “otra globalización es
posible”, en una estrategia inteligente de apropiación
del discurso dominante. La retórica es también una
variable importante en el trabajo cultural para impul-
sar o entorpecer el cambio social.
Cuando se habla de globalización no sólo se
describe el mundo contemporáneo como un ente eco-
nómico cada vez más integrado. Se expresa algo más:
la emergencia de una estructura en la que todos sus
componentes y procesos están estrechamente entre-
lazados y son cada vez más interdependientes. El pro-
ceso de globalización se expresa también en las esfe-
ras cultural, social, política y psicológica, adquiriendo
una dimensión histórica y subjetiva que ha llevado a
algunos autores a hablar de una nueva fase o, incluso,
de una nueva era de la civilización occidental.
La globalización, así entendida, sería uno de dos
principales rasgos de la cosmovisión contemporánea,
que obliga a replantear nociones como las de sujeto,
ciudadanía, democracia o Estado–nación; es decir, a
revistar las bases de la primera modernidad (Caride ascendente del progreso humano. Este punto de vista
y Meira, 2001) y a abrir las puertas a una segunda acepta que el motor y el núcleo principal de la globa-
modernidad o “modernidad reflexiva” (Beck, 2000). lización debe ser el mercado. Un mercado unificado
Este momento de inflexión histórica es el fruto para- concebido como plataforma ideal para que el capital,
dójico del éxito y, al mismo tiempo, de las debilidades impulsado por la creatividad y la iniciativa social, cir-
de la primera modernidad en su fase avanzada (del cule y se desarrolle sin cortapisas. De ello resultará el
capitalismo industrial o del capitalismo organizado). progreso de “toda” la humanidad y la solución de
Los nuevos problemas no son realmente nuevos, como aquellos males que “provisionalmente” la aquejan en
la degradación antrópica del ambiente, pero se pone forma de pobreza, injusticia, desigualdad o degrada-
de manifiesto que no pueden ser afrontados con las ción ambiental.
premisas y los instrumentos institucionales propios de Quienes denuncian la cara perversa de la glo-
la primera modernidad, desmontando la convicción de balización cuestionan la bondad atribuida al merca-
que para cada problema que genera el progreso se aca- do como principal elemento de cohesión. Desde este
ba por encontrar una solución racional (técnica o polí- punto de vista se afirma que las interdependencias eco-
tica). Lo cierto es que las vigas maestras de la primera nómicas, sociales y culturales establecidas entre indivi-
modernidad se tambalean (Beck, 2000). duos, comunidades y sociedades no responden a crite-
Los discursos más optimistas entienden esta rios de correspondencia y equidad. Se denuncia que
etapa como un nuevo avance en la escala siempre la globalización deriva también en homogeneización

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cultural y alienación social. Se subraya que la pérdida


de soberanía estatal y la inexistencia de instancias
supraestatales de gobierno efectivas originan un va-
cío de control que propicia la conculcación impune Tres cuartas partes de la
de los derechos individuales y colectivos. Tres cuar-
tas partes de la humanidad permanecen al margen humanidad permanecen al
de los beneficios que generan los flujos principales
del capital, la información y el conocimiento.
margen de los beneficios
El discurso políticamente correcto sobre la glo- que generan los flujos
principales del capital, la
balización obliga a hablar de ella como un fenómeno
con claros y oscuros (Stiglitz, 2003; Giddens, 2003).
Como sucede con otras cuestiones controvertidas,
alguien decide en algún momento de la creación del
información y el
discurso que lo positivo pesa más que lo negativo, y conocimiento.
que a largo plazo –siempre a largo plazo–, los benefi-
cios para todos serán mucho mayores que los perjui-
cios –a corto y medio plazo– para unos pocos, aun-
que estos “pocos” sean 80% de la población mundial.
Esta fórmula para legitimar y racionalizar una deter-
minada visión del desarrollo (progresiva, lineal, ba- tán limitando “en el sentido de nuestra creciente per-
sada en la fe más o menos ciega en la ciencia y la cepción de que dependemos en la vida diaria de fuer-
tecnología), que obvia e infravalora sus efectos per- zas en gran medida fuera de nuestro control, aunada
versos, se utiliza con demasiada frecuencia para con la fuerte sensación de que estados y corporacio-
desactivar procesos similares que generan contesta- nes acaban desobedeciendo sus propias normativas
ción en otros ámbitos: desde la polémica sobre el uso ambientales, estimulados como están por intereses
de la energía nuclear, hasta la más reciente sobre las económicos a corto plazo” (Mcnaghten y Urry, 1998:
aplicaciones de la biotecnología y la ingeniería genética 252). Giddens (1993; 2003) responde al vértigo y a
(acaso las próximas fronteras de la EA). Siempre hay la desorientación vital que provoca esta ambivalencia
alguna instancia ideológica dispuesta a decidir arbi- en el “sujeto contemporáneo” con un apunte de rela-
trariamente que lo positivo pesará más que lo negati- tivo optimismo: si bien reconoce que nos sentimos
vo, o que acabará por compensar todo lo negativo. atenazados por fuerzas que no acabamos de identifi-
En el campo ambiental, con un sentido crítico, car o entender del todo y sobre las cuales no tenemos
Mcnaghten y Urry (1998) han destacado la natura- poder alguno, también expresa su creencia en que “la
leza ambivalente de la globalización. Por una parte, impotencia que experimentamos no es señal de defi-
dicen, “ha incrementado las posibilidades de actuar ciencias personales sino que refleja las deficiencias
sobre el Planeta gracias a la expansión de nuestro de nuestras instituciones”, por lo que propone “re-
conocimiento y experiencia sobre el cambio ambien- construir las que tenemos o crear otras nuevas. Pues
tal global y a las nuevas oportunidades de influir en la globalización no es accesoria en nuestras vidas. Es
las esquinas más remotas del Planeta” (Mcnaghten y un giro en las propias circunstancias de nuestra vida.
Urry, 1998: 252); pero también manifiestan, en apa- Es la manera en que vivimos ahora” (Giddens, 2003:
rente contradicción, que dichas posibilidades se es- 31).

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Crisis ambiental y globalización

SINERGIAS ENTRE GLOBALIZACIÓN ción de las limitaciones ecológicas y sociales del mo-
Y CRISIS AMBIENTAL delo económico o como una expresión de la crisis
civilizatoria de la modernidad, sino que se contem-
La relación entre globalización y crisis ambiental se pla, en el mejor de los casos, como un ruido que es
puede sintetizar en una serie de fenómenos que, en preciso controlar para que no entorpezca su “buen
rigor, no son nuevos pero que en las últimas dos dé- funcionamiento” (Jacobs, 1991; Bermejo, 1993; Na-
cadas se han agudizado y acelerado. Como ya ade- redo, 1996; Leff, 2004; etc.).
lantamos, la visión unificada del mundo se apoya, Esta filosofía se refleja, con un esquematismo
además de en la aparición de nuevas estructuras eco- que aporta claridad, en un texto del Banco Mundial
nómicas, tecnológicas o culturales, en el reconoci- (World Bank, 1994: 25) que dice así:
miento de que determinados problemas ambientales
sólo se pueden aprehender, tanto en sus causas, com- …existe una sinergia entre la calidad del medio ambiente
plejas, múltiples y sinérgicas, como en sus efectos, y el crecimiento económico. Si no se mejora la ordena-
diversos e impredecibles, si se contemplan la biosfera ción ambiental, el desarrollo se verá menoscabado, y sin
y la sociosfera en su conjunto. Nos referimos a alte- un crecimiento económico acelerado en los países po-
raciones como el cambio climático, la degradación bres, las políticas ambientales no surtirán efecto. Gran parte
de la capa de ozono, la pérdida de la biodiversidad o del deterioro ambiental se debe principalmente a la falta
la dispersión de contaminantes químicos en el entor- de desarrollo económico: en los países en desarrollo, los
no. Si bien ya se había señalado en los años sesenta servicios inadecuados de saneamiento y agua potable, la
que los problemas ambientales no saben de fronteras contaminación del aire en el interior de las viviendas de-
políticas y que deben ser abordados de forma “glo- bido al uso de combustibles de biomasa y muchos tipos
bal” (véase Dubos, 1972; Enzensberger, 1973: 45- de degradación de la tierra tienen como causa fundamental
50 que anticipó en su crítica a la ecología política el la pobreza.
“problema de la globalización”), diagnóstico que se
torna evidente ante el reconocimiento de la existen- Más adelante, el mismo documento dice: “al-
cia de rupturas ecológicas de escala planetaria. gunos problemas disminuyen con el aumento de los
Sin embargo, la principal amenaza que intro- ingresos. Cuando las personas no tienen ya que pre-
duce la globalización en la evolución de la crisis am- ocuparse por la supervivencia diaria pueden dedicar
biental aparece en sus causas estructurales: es la recursos a inversiones rentables en conservación. De
potenciación y generalización de un modelo de desa- la misma forma, ciertas situaciones empeoran al prin-
rrollo que ha demostrado su gran capacidad para alte- cipio, pero luego mejoran con el aumento de los in-
rar y degradar la estabilidad ecológica a nivel local y gresos. En esta categoría se encuadran casi todas las
global; un modelo, el occidental, basado en el poder del formas de contaminación del aire y del agua, así como
mercado para generar riqueza y, sólo para algunos y algunas clases de deforestación y de invasión de hábitat
en algunas sociedades, bienestar. El crecimiento, que naturales. Esta mejora no es en absoluto automática;
ha de ser sostenido en los países desarrollados, y que se produce solo cuando los países introducen delibe-
ha de acelerarse en los países subdesarrollados, se radamente políticas que aseguran que los recursos
entiende como una condición imprescindible para adicionales se utilizan para afrontar los problemas
derivar, una vez satisfechas las necesidades básicas, ambientales”.
recursos para la conservación del ambiente. El dete- Esta lectura identifica implícitamente pobreza
rioro ambiental no se asume como una manifesta- con degradación ambiental y riqueza con preserva-

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intentos fallidos para concertar una polí-


tica global efectiva para reducir las emi-
siones de gases invernadero.
Si desde la Conferencia de Estocol-
mo sobre Medio Ambiente y Desarrollo
(1972) ya resultó difícil desvincular am-
biente y desarrollo, la globalización no ha
hecho más que estrechar este binomio. En
la actualidad, los pobres están atenazados
por la insuficiencia de recursos, la fragili-
dad de sus redes sociales, la precariedad
de sus dinamismos socioculturales y por
su exclusión de los núcleos y procesos
centrales de la globalización (las redes te-
lemáticas, los mercados financieros, la in-
novación tecno–científica, etc.), sin ape-
nas alternativas para romper el círculo de
miseria que los atrapa. También se cons-
ción del medio: son los países desarrollados los que tata en el seno de las sociedades occidentales cierto
más invierten en gestión y mejora del entorno, y son “cambio en los rostros de la pobreza”, asociado con
los pobres los que menos pueden hacerlo dado que las sucesivas reconversiones económicas, los recortes
tienen otras prioridades (Martínez Alier, 1992a; en los derechos laborales, el desgaste de los sistemas
1992b). Lo que no computa esta visión economicista de protección social y las modificaciones en las rela-
es el desequilibrio en la huella ecológica que los habi- ciones sociales y familiares que conllevan estos cam-
tantes de ambos mundos imprimen sobre el planeta. bios. El concepto de Cuarto Mundo se está generali-
Más aún, la imagen de la crisis ambiental como zando para designar a la población que está quedando
un agregado de problemas interrelacionados a nivel fuera del paraguas del bienestar en el seno mismo de
planetario puede servir para diluir la diferente res- las sociedades avanzadas. La vulnerabilidad y la ra-
ponsabilidad que tienen en su generación las distin- bia de los sectores marginales de población –pobres y
tas sociedades humanas. La ilusión de que la globali- de raza negra– dejados a su suerte por el gobierno de
zación permitirá superar las carencias básicas de tres los EEUU en el fragor del huracán Katrina; o las re-
cuartas partes de la humanidad al generalizar un cientes explosiones de violencia social en los subur-
modelo de desarrollo que se ha mostrado eficaz (que bios de las principales ciudades francesas, son un aviso
no eficiente) al lograr, al menos parcialmente, dicho de que ese Cuarto Mundo emergente puede generar
objetivo para la cuarta parte restante, también se serios conflictos en el corazón mismo del sistema. O
extrapola de manera automática a la forma de enca- peor aún: pueden ser síntomas de que a la economía
rar los problemas ambientales. No obstante, las polí- global de mercado le comienza a ser indiferente dón-
ticas ambientales y el discurrir de los compromisos de se localicen los colectivos excluidos de la multipli-
internacionales adoptados hasta ahora no invitan al cación del capital.
optimismo. Un ejemplo desesperanzador es el tortuo- Como ya comentamos, algunos modelos eco-
so discurrir del Protocolo de Kyoto (1997) y de los nómicos intentan establecer una relación causa–efecto

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unidireccional entre pobreza y deterioro ambiental. creciente de población que accede a mayores cotas
Ciertamente, en las sociedades del Tercer Mundo este educativas, son también las que consiguen proteger,
vínculo se materializa muchas veces en la sobreex- regular y distribuir mejor sus recursos ambientales,
plotación y desgaste de los recursos locales. No obs- aun cuando sean escasos o frágiles.
tante, y aunque la ligación pobreza–medio ambiente
se presente en forma de determinismo ambiental aso- LA EDUCACIÓN AMBIENTAL
ciado al crecimiento demográfico y a la destrucción EN LAS RESPUESTAS ESTRATÉGICAS
del sistema natural, la tesis de que la pobreza en sí A LA GLOBALIZACIÓN
misma causa deterioro ambiental no está empírica-
mente demostrada (Martínez-Alier, 1992a; Bermejo, Cualquier planteamiento estratégico de una educa-
1993; Bifani, 1999; etc.). Al contrario, los problemas ción enfocada en contra de las derivaciones perver-
ambientales más serios que enfrentan las sociedades sas de la globalización y, en especial, contra la cre-
contemporáneas, sobre todo aquellos más claramen- ciente desigualdad en el reparto de recursos y cargas
te globales, derivan principalmente de la opulencia, ambientales, debe contemplar la dimensión ambien-
siendo relativamente fácil de trazar una relación tal y, por lo tanto, educativo–ambiental como uno de
multicausal directa entre riqueza y degradación am- sus ejes de acción. La mejora de la calidad de vida de
biental. una comunidad depende tanto de la restauración de
Para enfrentar el trinomio pobreza–opulencia– las capacidades sociales, económicas, políticas y cul-
crisis ambiental es preciso recurrir a iniciativas y ac- turales para un desarrollo autónomo y endógeno,
ciones suficientemente consistentes y estructuradas, como de la comprensión y manejo de las posibilida-
no sólo para tratar de aprehenderlo en su compleji- des y los límites que establece su entorno y el am-
dad, sino también para ofrecer respuestas que sean biente global para la satisfacción adecuada de las ne-
igualmente complejas y eficaces. Lo que no será fácil cesidades básicas de su población a largo plazo.
si no se asumen planes, programas y proyectos en los El Capítulo 3 de la Agenda 21, “Lucha contra
que la educación, en general, y la EA en particular, la Pobreza”, alude a la “capacitación de los pobres
ocupen un lugar concurrente con otros procesos. Pri- para el logro de una subsistencia sostenible” y esta-
mero, porque responden a un derecho social básico; blece como requisito básico la existencia de una es-
segundo, porque son herramientas indispensables en trategia que “debe comenzar por centrarse en la pro-
la construcción de cualquier proceso de integración ducción de recursos y en la población y abarcar
social; y, tercero, porque en su interior subyacen al- cuestiones demográficas, el mejoramiento de los ser-
gunas de las oportunidades más sólidas para afrontar vicios de salud y de educación, los derechos de la
de un modo consciente, autónomo y libre las mise- mujer y la función de los jóvenes, de las poblaciones
rias sociales y ambientales en un mundo globalizado. indígenas y de las comunidades locales, y compren-
Como sugiere Max–Neef (1993), más que una nece- der asimismo un proceso de participación democrá-
sidad, la educación debe ser considerada como un tico ligado al mejoramiento de la administración”.
satisfactor de otras necesidades. Si una variable cen- Además, será fundamental promover un crecimiento
tral en el proceso globalizador es el conocimiento, su económico de los países en desarrollo que sea –a la
posesión o carencia, la educación se dibuja como un vez– sostenido y sustentable, así como la implemen-
pilar estratégico cuya relevancia política dependerá tación de medidas para eliminar la pobreza mediante
de cómo se conciba y utilice. Las comunidades más el fortalecimiento de programas de empleo y de ge-
alfabetizadas del Tercer Mundo, con una proporción neración de ingresos. El Capítulo 36 reconoce el pa-

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pel de la educación entre las medidas de apoyo para ¿Por qué resulta “fácil” promover políticas o
esta tarea. Nada que objetar, salvo que nadie puede estrategias educativas orientadas al logro de la sus-
leer en la Agenda 21 un capítulo titulado “Lucha con- tentabilidad –o del desarrollo sustentable– en contraste
tra la riqueza”, aunque sí se hacen alusiones más o con la dificultad para definir estrategias integrales con
menos indirectas a la relación entre estilos de vida el mismo fin? Este interrogante se relaciona con otra
opulentos y degradación ambiental. cuestión clave en el enfoque de posibles respuestas
Como es bien sabido, la Agenda 21 propuso el educativas ante los retos socio–ambientales del mun-
diseño de estrategias locales, nacionales y regionales do global: ¿cuál es el papel –el que tiene y el que de-
para avanzar en el logro de la sustentabilidad. En los bería tener– de la EA en las sociedades opulentas? ¿Y
trece años transcurridos desde Río (1992) y con el en las sociedades subdesarrolladas? Si el objetivo de
refuerzo limitado de la Cumbre de Johannesburgo la EA es promover “cambios en las relaciones entre
(2002), esta recomendación se ha concretado de los sistemas humanos y los sistemas naturales”, se-
manera desigual, con resultados por debajo de las gún una retórica muy al gusto de organismos inter-
expectativas generadas en la capital carioca. En po- nacionales como la UNESCO: ¿qué tipo de cambios
cos casos se han articulado estrategias realmente in- son esos?, ¿cambios en los comportamientos indivi-
tegrales para la promoción de la sustentabilidad, con duales, de tipo ético, en las formas de organización
la excepción de algunos proyectos y experiencias social, tecnológicos, en el modelo socio–económico,
comunitarias y locales que destacan, además, por su etc.?
singularidad frente a la norma. En ámbitos territoria- Desde un prisma político, la proliferación en
les más amplios, la forma de operar más frecuente ha los últimos años de estrategias sectoriales de EA en
sido la definición de estrategias sectoriales. En los distintos ámbitos territoriales puede explicarse usan-
países desarrollados los campos que más iniciativas do dos claves fundamentales. En primer lugar, en sen-
de este tipo han suscitado han sido la conservación tido positivo, como un fruto maduro de la creciente
de la biodiversidad, la gestión de residuos, la energía, sensibilidad social e institucional ante la problemáti-
la movilidad y el transporte, la gestión del agua y, sor- ca ambiental, que incorpora la necesidad de articular
prendentemente, la EA. El caso español resulta espe- proyectos colectivos que integren a la educación como
cialmente ilustrativo y hasta paradigmático. En los un instrumento efectivo de respuesta. Pero también,
últimos cinco años, se elaboraron o están en proceso en segundo lugar, puede interpretarse como parte –
de elaboración distintos documentos estratégicos so- consciente o inconsciente– de una operación legiti-
bre la EA, tanto a nivel de Estado (Libro Blanco de la madora, relativamente barata e inocua, que permite
Educación Ambiental en España, 1999) como de algu- demostrar a una sociedad que se percibe cada vez
nas Comunidades Autónomas –regiones– (Andalu- más como ambientalmente vulnerable, cierta capaci-
cía, Aragón, Castilla–León, Cataluña, Galicia, Nava- dad de respuesta institucional. En el caso español, las
rra, etc.1), sin existir previamente un marco estratégico estrategias han sido promovidas casi siempre, por ins-
general orientado al logro de un desarrollo sustenta- tituciones o administraciones públicas, ante la difi-
ble en los territorios de referencia. cultad que conlleva adoptar estrategias que compor-
ten cambios de mayor calado en áreas de gestión más
controvertidas o que están directamente relaciona-
1
das con la mecánica del mercado y con el modelo de
Estos documentos pueden ser consultados en la página web
del Centro Nacional de Educación Ambiental del Ministerio de desarrollo vigente. También es probable que buena
Medio Ambiente español: www.mma.es/educ/ceneam. parte de las iniciativas amalgamen ambas lecturas en

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un sincretismo imposible, trasladando a la praxis polí- más, el diseño de políticas y estrategias sectoriales
tica el oximoron que encierra el concepto de desarrollo específicas, ahora con una nueva “marca”. El tránsi-
sustentable. Leff (2004: 99), habla de la “ontología de to de una EA supuestamente agotada y poco menos
la simulación” para señalar la naturaleza ficticia de este que encastillada en un naturalismo decimonónico a
camino: “la racionalidad económica –afirma– resiste a una EDS que retoma la antorcha caída para iluminar
su reconstrucción y monta un simulacro en el discur- el futuro, ha generado bastante confusión en el cam-
so del desarrollo sustentable, una estrategia de simu- po y alguna polémica, quizás menos de lo que el asunto
lación, un juego falaz de perspectivas (…) que burla merece. Hay quienes lo defienden como un paso más
la percepción de las cosas y pervierte toda razón y en el ajuste de las respuestas educativas a la crisis
acción en el mundo hacia el futuro sustentable” (Ibíd., ambiental (Novo, 1996; UNESCO, 1997; 2005; etc.), y
p. 107). Es por ello difícil de explicar –más allá de las quienes denuncian su función de legitimar o reforzar
palabras y de los discursos– las diferencias entre la una globalización económica convergente con el
EA y la Educación para el Desarrollo Sustentable modelo de desarrollo imperante (Leff, 1994; 2004;
(EDS). González Gaudiano, 1998; Sauvé, 1999; Meira, 2005,
En la declaración, bajo los auspicios de la etc.). Hay que reconocer que el concepto de desarro-
UNESCO, de la Década de la Educación para el Desa- llo sustentable, tal y como fue acuñado en Nuestro
rrollo Sustentable (2005–2014), se demanda, una vez futuro común (CMMAD, 1987), tiene la virtud de re-
conocer el vínculo entre crisis ambiental y desarrollo
desigual. Pero las soluciones estructurales que se pro-
ponen en el mismo documento apuntan a un creci-

La EA debería promover miento sostenido, aunque ambientalmente responsa-


ble, y más acelerado en los países subdesarrollados, y
acciones en una doble a medidas de control demográfico –principalmente
en el Tercer Mundo– para reducir la presión de la
dirección: en primer lugar, pobreza y de los pobres sobre los recursos, como ejes

para reducir la presión sobre estratégicos para conciliar la sociedad de mercado con
los límites de la biosfera.
un ambiente finito en su Sea cual fuere la orientación asumida o los ma-
tices que se quieran defender, la EA debería promo-
capacidad para donar ver acciones en una doble dirección: en primer lugar,

recursos y reabsorber para reducir la presión sobre un ambiente finito en


su capacidad para donar recursos y reabsorber im-
impactos, y, en segundo pactos, y, en segundo lugar, para avanzar en la satis-
facción universal, justa y equitativa de las necesida-
lugar, para avanzar en la des humanas. Podemos denominarla como queramos

satisfacción universal, justa y (EA, EDS, Educación para la Sustentabilidad, Eco-


Pedagogía, EA para la Responsabilidad, Pedagogía de
equitativa de las necesidades la Tierra, etc.), que éste podría ser el mínimo común
implícito a (casi) todas ellas.
humanas. La sustentabilidad, liberada de su antítesis –el
desarrollo–, como valor central sobre el que recrear

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TEORÍA
Crisis ambiental y globalización

la EA, debe ser concretada con un doble fin: evadir su


uso para enmascarar enfoques puramente desarrollis-
tas y no solidarios que ignoren los valores también
primordiales de equidad y justicia; y evitar su uso re-
tórico para legitimar cualquier iniciativa que asocie,
sin más, educación y ambiente. En esta línea, es pre-
ciso traducir el valor sustentabilidad en valores inter-
medios como los de suficiencia, eficiencia, durabili-
dad, solidaridad, frugalidad, mesura, responsabilidad,
redistribución (intra e intergeneracional) o preven-
ción. Valores intermedios, estos y otros, sobre los que
será necesario debatir y reflexionar, pero que pueden
ser mucho más útiles para la construcción social de
una ética práctica que inspire y permita valorar el po-
tencial de cambio de cualquier iniciativa educativo–
ambiental o, en un plano más amplio, de cualquier
estrategia social que contemple el logro de la susten-
tabilidad.
Uno de los mayores riesgos que asume la EA en
el escenario de la globalización es, precisamente, re-
fugiarse en un discurso y una práctica exclusivamen-
te moralizadora, con frecuencia definida de forma
simplista por las polémicas que se establecen entre
éticas antropocéntricas y biocéntricas. Es necesario nemos para su traslación a la praxis social o socio–
proponer un cambio de valores y hacer de esos nue- educativa, abren alguna posibilidad más allá de la re-
vos valores una de las claves de un cambio social más tórica naturalista y moralista de la defensa de la vida,
profundo. Pero hacer sólo eso implica otorgarle al dis- bien sea de la vida humana (en las éticas antropocén-
curso moral un valor prescripto de las prácticas so- tricas), o de la vida o los sistemas ecológicos en gene-
ciales que dista mucho de tener y, además, legitimar ral (en las éticas bio o ecocéntricas). No hemos de
el orden vigente, puesto que de la asunción de valo- olvidar que cualquier alternativa de futuro pasa por
res proambientalistas no se deriva necesariamente la reformular el modelo de desarrollo socio–económico
adopción de prácticas ambientales coherentes en la para atender a una doble aspiración: la satisfacción
vida cotidiana, ni individual, ni colectivamente. De universal y suficiente de las necesidades humanas
hecho, no hay ciudadanos más “declaradamente” sen- básicas y la perdurabilidad ecológica que permita
sibilizados, informados y preocupados por la proble- garantizar dicha satisfacción a largo plazo.
mática ambiental que los habitantes de las sociedades
opulentas, lo que no es óbice para que su huella ecoló- EDUCACIÓN AMBIENTAL, GLOBALIZA-
gica sea la más pesada y que presente evidentes sig- CIÓN Y “SUJETO” (OCCIDENTAL)
nos de seguir aumentando.
Los valores de sustentabilidad, equidad y justi- Una de las resistencias que ha de considerar la EA
cia, y ese conjunto de valores intermedios que propo- para responder estratégicamente a los retos de la era

TRAYECTORIAS AÑO VIII, NÚM. 20-21 ENERO-AGOSTO 2006 119


TEORÍA
Crisis ambiental y globalización

global tiene que ver con la cultura, los estilos de vida vas. Las nuevas formas de individualismo y la crisis
y las formas de subjetividad que ésta potencia, sobre de las instituciones y de los movimientos socio–polí-
todo en el seno protector y aparentemente seguro de ticos tradicionales, paralela a la crisis de los grandes
las sociedades opulentas. Balandier (1994) define al paradigmas ideológicos, también bloquea la acción
individualismo posmoderno con el término nomadis- social concertada, incrementando la sensación de
mo. Para el nómada “los espacios del orden son acep- sobrepasamiento que cada ciudadano siente ante un
tados en su precariedad, la novedad y lo efímero son mundo cada vez más complejo.
acreditados en razón misma de su poca duración, la La deslocalización de las actividades producti-
futilidad cobra importancia, y el goce de lo inmedia- vas en la economía se acompaña de una deslocaliza-
to reemplaza al proyecto y la moda se convierte en ción de la subjetividad en la esfera personal y comu-
un sistema por el cual progresa la realización perso- nitaria. Los sujetos de las sociedades avanzadas están
nal y se realiza un ‘suavizamiento de las costumbres’ cada vez más vinculados a los flujos globales y cada
(…) considerado propicio para la democracia”. El vez menos a los lugares que habitan. “La paradoja de
individuo que describe Balandier existe en un vacío la cercanía social y de la distancia geográfica –afirma
de normas –en el mercado todo vale–, de valores –en Beck (2000: 37)– gana terreno en la formulación
el mercado todos los valores son válidos– y de debe- socioespacial: desintegración local junto a integración
res –el mercado es hedonista y ofrece la ley del míni- global”. Hay ciudadanos occidentales que están dis-
mo esfuerzo para quienes consumen (y la del máxi- puestos a comprar una hectárea de la región amazó-
mo para quienes no pueden consumir y tienen, por nica para evitar su desaparición, mientras los bosques
lo tanto, la obligación de trabajar en las condiciones primarios de su entorno sucumben ante la urbaniza-
que impone el mercado)–. ción intensiva, los monocultivos arbóreos, el trazado
La globalización hace más opaca e inaprensi- de infraestructuras o la lluvia ácida. A este efecto psi-
ble la genealogía social y ambiental de aquellos pro- cológico se une la crisis del concepto de ciudadanía,
ductos, servicios o actividades de consumo que faci- motivada por la erosión del Estado. Los derechos y
litan el bienestar (o el sobre–bienestar). En el seno de deberes reconocidos y salvaguardados por esta ins-
las sociedades avanzadas todo parece funcionar de titución para “sus” ciudadanos –al menos en algunas
forma automática, desde la satisfacción de las necesi- sociedades– quedan en entredicho al decaer su sobera-
dades primarias relacionadas con la subsistencia (be- nía en beneficio del mercado y de las nuevas agencias
ber, comer, calentarnos, etc.), hasta las que tienen que que dominan la globalización (las redes telemáticas, los
ver con el bienestar psicológico y el desarrollo cultu- grandes grupos de comunicación, las industrias del ocio,
ral.Todos entramos a formar parte, casi siempre como las multinacionales o, hasta cierto punto, determina-
consumidores, de flujos tecnológicos, económicos, das ONGs, por ejemplo). La posibilidad de una “ciu-
energéticos y de materiales cuya huella ambiental y dadanía global” –y por lo mismo, de una ciudadanía
social ignoramos o se nos oculta deliberadamente. La ambiental global (González Gaudiano, 2003)– cho-
relación de cada uno de nosotros con la naturaleza o ca con la carga moderna del concepto: ¿quién garan-
con otros hombres está mediada por procesos tecno- tiza, a nivel global, dicho estatus?, ¿quién salvaguarda
lógicos, sociales o económicos cada vez más intrinca- sus derechos y determina sus deberes?, ¿quién legiti-
dos, que tienden a diluir la responsabilidad personal ma las formas de participación y organización políti-
y colectiva al alejarnos de la génesis biofísica y social ca de los ciudadanos globales?
de los problemas. Esta distancia contribuye a inhibir Desubicado en el espacio–planeta y constreñi-
la reacción personal o colectiva para buscar alternati- do su rol como ciudadano a un campo local sobrede-

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TEORÍA
Crisis ambiental y globalización

terminado, el individuo se enfrenta a procesos globales


cuya magnitud y complejidad le resultan amenaza-

La EA puede y debe de ser


dores –p. ej., el cambio climático– pero que lo inhiben
como posible agente de cambio.
La adopción de enfoques educativo–ambienta-
les de tipo conductual ha sido una respuesta frecuente
un vector de innovación
en un escenario psico–social en el que la subjetividad social, pero esto sólo puede
suceder si se produce un
se ve sometida a las ambivalencias y contradicciones de
la globalización. Para Robottom (1987; 1995), estos
enfoques legitiman la ideología liberal del individua-
lismo. En ellos se refuerza la idea de que la responsa-
cambio de modelo en la
bilidad ante los problemas ambientales es más indivi- búsqueda de un desarrollo
dual que social: son los individuos quienes, por
ignorancia o incompetencia, cometen los errores y es verdaderamente humano.
a ellos a quienes corresponde corregirlos. Dado que
el macro–sistema que constituye un mundo globali-
zado no puede ya funcionar mejor –la ideología del
fin de la historia–, el conjunto de mensajes que trans-
miten las instituciones políticas, educativas, econó- UNA CONCLUSIÓN ABIERTA
micas o mediáticas tienden a desplazar el péndulo de
la responsabilidad ambiental hacia la esfera del indi- En síntesis, la EA concebida desde la perspectiva de la
viduo identificado como consumidor, ciudadano, tra- racionalidad económica dominante en el mundo glo-
bajador o empresario responsables, con el efecto aña- bal tiende a ocultar y distorsionar la producción so-
dido de convertir a algunas víctimas también en cial, política y epistemológicamente compleja de la
culpables. “El individualismo –señala Robottom crisis ecológica. La tarea educativa deriva en mera
(1987: 13)– en la educación formal y no formal pre- transmisión de conocimientos científicos (el medio
senta el ambiente de forma apolítica, ahistórica y como objeto), de técnicas para la resolución de pro-
asocial desviando la atención de los constreñimientos blemas (el procedimiento como objeto) o en la apli-
sociales, políticos y económicos” a los que realmente cación de técnicas validadas empíricamente para
se ven sometidos los individuos y las comunidades modificar actitudes y hábitos individuales (las con-
en su vida cotidiana. La EA entendida como instru- ductas como objetos). En pocos casos se cuestionan
mento para modelar conductas pro ambientales apa- o problematizan el sentido, los fines o la lógica sub-
rece como una opción a la que se recurre en la creen- yacente del sistema, cuya bondad y racionalidad se
cia de que el problema se puede reducir a esa da por supuesta y definitiva. Parafraseando los argu-
dimensión. Macnaghten y Urry (1998: 251) clasifi- mentos expuestos por la Unión Internacional para la
can este enfoque dentro del “ambientalismo instru- Conservación de la Naturaleza en su programa es-
mental”, otro fruto distorsionado del racionalismo tratégico para los años noventa (UICN/UNEP/WWF,
moderno que asume “que si a la gente simplemente 1991), este modelo se apoya en la idea de que la gen-
se le presentan los hechos, entonces estarán motiva- te puede alterar su conducta cuando sabe que puede
dos para cambiar sus conductas y salvar el planeta hacer las cosas mejor y cuando sabe como hacerlo. El
pues perciben que es de su interés hacerlo”. problema no está en el sistema, que es racional y efi-

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TEORÍA
Crisis ambiental y globalización

ciente por definición, sino en los sujetos y las comu- guían por los imperativos egoístas del mercado.
nidades que actúan irracionalmente. La globalización suma complejidad a la com-
La EA corre el riesgo de convertirse en un ins- plejidad e incertidumbre a la incertidumbre, tanto en
trumento al servicio de la regulación y racionaliza- la comprensión y delimitación de los problemas am-
ción de la actividad ciudadana, para hacerla ambien- bientales, como en la búsqueda de alternativas. Lejos
talmente más coherente –en apariencia– y para de asumir el papel mesiánico que algunos le otorgan,
mejorar la funcionalidad y la sustentabilidad (más la EA debe de reconocer sus limitaciones y revisar su
económica que ambiental) del propio sistema. Como posición ante las nuevas realidades, principalmente
adelantamos, al comentar la dificultad para calibrar en las sociedades opulentas, en cuyo seno es preciso
las amenazas ambientales en un mundo globalizado, desvelar las múltiples contradicciones ecológicas y
un enfoque meramente tecnocrático de la EA puede sociales que lastran al mercado. La construcción de
servir, paradójicamente, para amortiguar la sensibili- respuestas locales, colectivas o individuales, no debe
dad social ante los riesgos que se generan, simplifi- perder de vista la escala global. La identidad de la EA
cando los problemas y mostrando que pueden ser debe ser reforzada, pero no a costa de quedar reduci-
resueltos en la esfera técnica o en la esfera conductual. da a un mero ejercicio moralista o conductual.
El hecho de incurrir en severas contradicciones, fun-
damentalmente entre los valores y los hábitos pro– BIBLIOGRAFÍA
ambientales que se pretenden inculcar y aquellos otros
que operan en el marco de la sociedad del consumo y Balandier, Georges (1994), El desorden. La teoría y las ciencias so-
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