Está en la página 1de 3

Un chico rebelde

El Trovero marciano

Era un crío normal. Pasé de los pañales a jugar al balón y después comencé
mis estudios primarios de la EGB española, todavía franquista, de los últimos suspiros
y tiempos agónicos de una dictadura que marcó mis primeros tiempos de infancia (y
que no me marcaron). Así se iniciaron mis relaciones con otros niños. Era de los tres
primeros de la clase, porque, aun entrando un año antes que los demás a la escuela,
ya sabía leer, aunque tenía problemas para la ortografía y la caligrafía. Fue una
infancia feliz. Sólo tenía que preocuparme sin esfuerzo de estudiar y jugar mucho y
mucho al fútbol, (era el mejor), regateando, agachaba la cabeza y recorría todo el
patio hasta la otra portería.
Bueno, ya paso de una infancia inocente y traviesa a las relaciones
preadolescentes con adolescentes, pues toda mi peña o mi banda eran normalmente
mayores que yo. Incluso cuando entré en la Federación de Fútbol, siempre competí
con chicos mayores en edad que la mía. Era un chico tímido y disciplinado, pero era
mucho más con los mayores y el miedo a ser el centro de atención de ellos, incluso
cuando salía a la pizarra en la escuela. “Era una timidez enfermiza”. Empecé muy
temprano con los coqueteos con las drogas blandas. Ya a mis 12 años había probado
mi primer porro con mis amigos íntimos más allegados. Fui consumiendo cada vez
más a menudo y siempre con el miedo de ser descubierto por mis padres o por mis
hermanos mayores. Conocimos mis amigos y yo a un chico extranjero (francés), que
era familiar de unos vecinos de mi pueblo, y él nos introdujo en la semilla del vicio
de la droga dura al probar por primera vez con él la HEROÍNA. Empezó como un
juego, convirtiéndose después en una obligación para obtener placer (“BROWN
SUGAR”).
Mis amigos y yo hicimos un vídeo para un amigo para un trabajo de religión
que trataba sobre la droga, y se lo hicimos muy bien, pues le dieron la máxima nota.
ERAMOS TRES y uno de ellos murió en un accidente trágico. “Fue mi mejor
amigo”, el único que he tenido de verdad en la VIDA. Entonces tenía 17 años. El otro
amigo era dos años mayor que nosotros y tuvo que hacer el servicio militar, y, en
consecuencia, me quedé solo y enganchado al caballo.
Por entonces mi hermano mayor me veía muy volado, raro y decidió llevarme
a un psicólogo, que en realidad era una psicóloga amiga suya, y, al rato de hablar,
le conté mi problema, pues los monos por escasez de dinero eran cada vez más
frecuentes. Me descubrí como consumidor de heroína. Sólo había estado enganchado
un año.
Empecé mi rehabilitación en el Club Remo y fue muy duro, sobre todo, los
primeros meses. Creía que me espiaban por todos lados, lo que se viene a llamar
manía persecutoria, por una falsa fama que yo imaginaba y me hacía estar volado y
desquiciado, pero todo ello con moderación, por lo menos ante los extraños, pero
siendo una pesadilla con mis padres.
AHORA VIENE LA VERDADERA PESADILLA:
Aunque estaba medicado, el insomnio era muy frecuente muchas noches y con
una depresión por la reciente muerte de mi amigo: “estaba solo”.
Una noche empezó el espectáculo en mi interior. Se presentaron como gente
de Hollywood y yo me sorprendí porque no comprendía aquella intervención de una
institución tan importante dedicándome su atención.
Al principio me costó trabajo hacerme amigo de aquellos desconocidos que me
hablaban y que yo no podía ver, pero pronto comenzó un poco más de confianza.
HABLABA con ellos y les contaba mis ideas, que muchas de ellas aprovecharon
para su ambición personal. En conclusión, les hice un reto: que sería artista, pues
me venía muy, muy grande esa institución a mis 18 años, y les prometí que me haría
artista yo solo, sin ayuda de ellos, con algunas reglas que propuse para trabajar con
ellos.
Muy importante es que sepáis que esas ideas revolucionaron el mundo y al
mundo, sobre todo, del artista.
Comencé a trabajar, porque ya había dejado de estudiar, y estuve de
trabajador eventual un par de años, hasta que entré a trabajar en una empresa de
conservas y me hicieron trabajador fijo discontinuo, en esta empresa he trabajado
12 años.
Aunque trabajaba, también jugaba al fútbol y hacía mis pinitos como cantante
y cantautor, por mi cuenta, sin grupo, transformando los ‘best seller’ en canciones,
a mi estilo, diferentes, a mi manera. Al tiempo de estar haciendo esto a lo largo de
todo ese tiempo y estar conectado con ellos interiormente y siendo grabado las 24
horas por ellos durante todos esos años, descubrí que mis temas cantados y tocados
por mi guitarra eran publicados, por lo menos eran muy parecidos y, a veces,
idénticos.
Os explico cómo lo hacía. Imitaba el inglés con otra melodía y con concepto
diferente, deformando el estilo de la canción original hacia otro diferente.
Ellos me prometían que iba a ganar mucho dinero haciendo eso que hacía y
siempre utilizaban métodos para engañarme y hacerme su esclavo, pues a mí me
gustaba y me gusta lo que hacía: cantar, tocar la guitarra. Era como un vicio y
experimentaba con todo tipo y estilo musical.
He visto al final de esta historia que ellos, por yo no querer ser famoso, hicieron
de mi música un mercado cuyos beneficiarios no sé quiénes son y es lo que me pone
de mala leche y de mala hostia.
Al final descubrí repasando mi vida que me habían puesto un micro en la
dentadura; y, al tiempo, que no sé cómo ocurrió, de pequeñito, de una sordera de
un 90 por ciento de pérdida de audición de un oído, se había convertido con el tiempo
en un oído muy fino y perfecto en audición.
EN FIN, todo ese tiempo he sido tratado por psiquiatras por decir que oía voces,
hasta que al fin he sabido explicármelo y explicárselo a mi psiquiatra.
No sé, quizás ella crea que es una ilusión, pero sé que no es así.
“JUZGAR VOSOTROS”.
Soy el trovero MARCIANO.
GRACIAS POR ESCUCHAR a un loco.

También podría gustarte