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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

ARQUIDIÓCESIS DE BARQUISIMETO
INSTITUTO DE ESTUDIOS SUPERIORES ECLESIÁSTICOS “DIVINA PASTORA”
IV DE FILOSOFÍA
SEMINARIO DE EDITH STEIN

LA FENOMENOLOGÍA EN EDITH STEIN


(ENSAYO)
Autor: Salas Ortiz, Rafael Alejandro.
C.I.: V-25.649.090.

Dentro de la historia de la filosofía, siempre han existido personas que resaltan por sus
diversos pensamientos que, en cierta manera, revolucionan la manera de concebir la realidad en
las distintas épocas donde se desarrolla la humanidad, por ejemplo: Tales, Pitágoras, Platón,
Séneca, san Agustín, santo Tomás, Kant, Hegel, Marx, Husserl, (…); todos ellos han dejado una
huella imborrable en el pensamiento del hombre acerca de cómo concebirse a sí mismo, al
mundo, y a Dios. Ahora bien, resulta curioso que, dentro de esta línea de pensadores, es casi nulo
encontrar a una mujer que haya marcado un hito dentro de los postulados filosóficos; mas este no
es nuestro caso, pues hemos encontrado a una valiosa mujer como lo es Edith Stein que, a inicios
del s. XX, rompió todos los arquetipos filosóficos, al dejar claro que la mujer posee las mismas
capacidades racionales del hombre y que –tras el paso de los años- forma parte de los estudios
filosóficos en muchas universidades a nivel mundial. Sin embargo, ¿de dónde tomó su línea de
pensamiento para ocupar este lugar dentro de la amplia historia de la filosofía?; ¿cuáles fueron
sus aportes dentro de la filosofía?

Edith Stein (1891-1942), una judía alemana criada en una familia de religión ortodoxa, se
destacó desde muy niña por su gran capacidad intelectual y su alto nivel de curiosidad. Al
alcanzar la madurez -tras haber retomado y terminado los estudios secundarios-, ingresa a la
Universidad de Breslau (1901) en búsqueda de la verdad en los estudios de psicología; pero, fue
la filosofía la que llenó más sus anhelos, en específico la fenomenología de Husserl, por lo que
decide partir a Gotinga (1913) para cursar estudios directamente con él. Es por ello que, los
análisis de E. Stein sobre la fenomenología se van desarrollando a lo largo de todos sus escritos
filosóficos, en especial -y con gran realce- en su tesis doctoral “Sobre el problema de la
empatía” (1916), en donde se vale de toda la experiencia de su profesor acerca del estudio
riguroso de los fenómenos.

Ahora bien, para comprender el pensamiento de esta mujer, es menester conocer la filosofía
de Edmund Husserl (1859-1938), el cual no quiso sino buscar un método casi exhaustivo para
determinar cómo experimenta la conciencia el conocimiento de las cosas; a este método él lo
considera descriptivo, pues no es propiamente un sistema filosófico y que puede ser utilizado en
diferentes campos de la cultura y de la sociedad bien sea la psicología, la ética, la historia, (…),
tal como lo hizo él mismo y muchos de sus seguidores (entre ellos Max Scheler, Martin
Heidegger, Merleau-Ponty, etc.).

Resulta oportuno señalar que, Husserl, planteó el campo de la ciencia (donde él se desarrolló
originariamente) adentrado en una profunda crisis por estar cimentado en el positivismo, lo que
le hace postular una nueva fundamentación de la ciencia: la fenomenología; en donde el
fenómeno no es más que el objeto de nuestra percepción, la cosa en sí, lo real. Mas este
fenómeno -sea cual sea- está ligado a prejuicios y distintas interpretaciones que se le han dado a
lo largo de la historia, algo que se debe abandonar recurriendo a la epoché metodológica; es
decir, abstenerse de emitir cualquier juico acerca de la cosa (algo similar a la duda cartesiana, de
donde tomará su fundamentación), poniendo en duda todos los postulados dados por las diversas
filosofías precedentes -en especial del historicismo y del naturalismo-. Tras hacer esto, es
necesario -indica Husserl- recurrir a la reducción, procedimiento que permite conocer la manera
en que la conciencia logra captar la esencia propia de las cosas, libre de elucidaciones; y por
esencia él enseña como “aquello que se encuentra en el ser propio de un individuo como lo que
él es” (definición dada por Husserl en su obra “Ideas para una fenomenología pura y una
filosofía fenomenológica”). Es con ello que, para Edmund, es necesario aplicar tres tipos de
reducciones existentes: reducción fenomenológica (liberarse de presupuestos para llegar al
fenómeno); reducción eidética (purificación del fenómeno para llegar a la esencia con la
intuición, sin necesidad de la experiencia); y, reducción trascendental (poniendo entre paréntesis
la existencia del sujeto que conoce para encontrar la esencia de esta conciencia consiguiendo,
con ello, la descripción del noema: la esencia de la cosa pensada). Así, gracias a estas
reducciones, es posible encontrar la estructura de la conciencia, su esencia, que no es sino la
intencionalidad, tendencia de la conciencia hacia un objeto, apertura de la conciencia hacia la
esencia de las cosas.

Posteriormente a la comprensión de estos postulados fenomenológicos, luego de haber sido la


secretaria personal de Husserl en Friburgo (1916-1918) y, ante las diversas discrepancias que
tuvo con este filósofo por éste no permitir el trabajo en conjunto en relación al estudio
fenomenológico, Edith Stein se vio obligada a separarse de él, mas no de sus postulados, hecho
que le permitió desarrollar aún más los conceptos de este método naciente en toda la historia de
la filosofía. Es así como en 1920 se dedica a la enseñanza de introducción filosófica con un matiz
fenomenológico, clases que dictó en su propia casa en Breslau, para después -en 1921- decidir
acoger la religión católica, factor determinante en sus pensamientos filosóficos póstumos.

Así, Tras su conversión al catolicismo, se propone escribir un libro titulado “¿Qué es la


filosofía?” (1929), donde elabora un diálogo ficticio entre Husserl y santo Tomás de Aquino,
pensador escolástico que le fue presentado por el sacerdote jesuita Erich Przywara, para dar pie,
de este modo, a una fenomenología con fuertes fundamentos adquiridos del tomismo, pues,
aunque Husserl intentó combatir la corriente idealista, terminó sumido en ella. En esta obra,
Stein considera la fenomenología -al igual que su maestro- como un método que tiene como
principios fundamentales el retorno -liberado de prejuicios- a las cosas mismas y la incesante
búsqueda de las esencias que aparecen a la conciencia. A su vez, concuerda con Husserl en que
las cosas mismas no corresponden a lo adquirido por la experiencia sino a su esencia
aprehendida por la intuición -arriba mencionada- o contemplación de esencias. Por consiguiente,
ella discurre que la fenomenología no es una ciencia deductiva, ya que no parte de presupuestos
indemostrables; tampoco es una ciencia inductiva, debido a que no va de proposiciones micro
para alcanzar verdades universales, tal como hacen las ciencias positivas. Para ella, el método
fenomenológico se vale de la intuición, ya que con ésta logra captar las verdades filosóficas,
infinitas, inmutables y evidentes; de igual manera, señala que el método fenomenológico: 1)
comienza por la experiencia para, de este modo, comprender la esencia, ya sea por el recuerdo de
la cosa percibida para representarla en un momento real o que ya esté presente; y, 2) visualiza la
esencia gracias al entendimiento humano capaz de trascender.

Por otro lado, para nuestra autora existe un problema complejo dentro de la fenomenología,
que es la fundación del espíritu en el cuerpo físico, en donde ella, después de muchas
reflexiones, da a conocer que el individuo es persona espiritual; esto como función y prototipo
de la realización de la vida individual, hecho que se manifiesta de manera sensible o corpórea y
que revela su ser espiritual. El espíritu -dirá- es el encargado de hallar la verdad objetiva
inmutable, no de producirla. De esta manera Edith lo a conocer en su tesis doctoral en 1916 y
también lo manifiesta en sus obras póstumas, hecho que le hizo dar un giro teológico a la
fenomenología después de su conversión al catolicismo. Este giro consta en darle importancia
peculiar, no al sujeto cognoscente, sino al sujeto amante; es decir, una ampliación de la
intencionalidad, pasando de una mera comprensión sujeto-objeto a una donde el amante vive en
el amado sin objetivarlo, permitiendo un mejor comprensión del yo en el “yo ajeno” (como diría
Max Scheler). Se comprende esto como una relación viva entre un yo y otro yo, y no como una
relación diádica fría basada sólo en la racionalidad. La empatía plena se haya en este acto de
amar. Es por eso que, en Stein, se da una aceptación más precisa de tal religión, pues encuentra
una vía asequible de donación de un ser a otro ser ajeno, yendo más allá de los límites de la
razón.

En efecto, la experiencia intelectual y todo el recorrido de la razón que realizó esta mujer son
muy plausibles; fue una mujer muy brillante, muy sagaz, muy decidida, que, ante las diversas
circunstancias que le tocó vivir, afrontó los peores retos de su época. Es de admirar la travesía de
su ser por querer hallar la verdad “del mismo ser”, pasando de unos estudios psicológicos al
adentrarse al mundo de la filosofía, con la corriente más llamativa del siglo XX: la
fenomenología, acompañada del mismo exponente y precursor Edmund Husserl. Sus críticas a la
fenomenología, sin desvincularse de la misma -a diferencia de Martin Heidegger-, proporcionan
hoy una nueva y mejor visión de la capacidad trascendental del ser humano; pues, en este mundo
cada vez más dependiente de las cosas materiales y de lo que es más útil, tendemos a olvidar qué
es lo verdadero, lo noble, lo justo, (…), de aquello que nos permite alcanzar una “madurez”
ontológica. Edith, en su tesis doctoral, hace todo un preámbulo de cómo vivir bien y mejor con
los coetáneos; y, aunque desconocía el mundo de la religión católica, sus postulados y la misma
persona de Cristo, le hicieron ver lo que en verdad vale la pena; que el mundo no es algo que
dependa sólo de mi propia existencia, sino de que existen otros yos con los que necesitamos
relacionarnos y, de este modo, desarrollar las potencialidades máximas propia de los seres
racionales que, aunque la razón no es la máxima que defina al ser, le permite comprender aquello
que está oculto para nuestros ojos, pero esto se logra con algo que definirá después: la fe. La
fenomenología perdería su sentido si sólo se encajona en el idealismo, pues la experiencia
también forma parte de las cualidades humanas que necesita explotar por medio de los sentidos.
En definitiva, se puede observar que a Husserl le hicieron falta estos anteojos que permiten ir
más allá de sus planteamientos, debido a que no logra degustar el hecho de ser persona espiritual
y amante, palabra proveniente de un verbo poco utilizado en el campo psicoanalítico de esa
época, enfrascado en la mera psique. Pero tampoco es de totalizar el pensamiento steiniano, pues
-como bien sabemos- la historia sigue desarrollando su curso y, aunque sus aportes filosófico-
fenomenológicos y religiosos son el día de hoy valiosísimos, surgirá quién avance más en este
trayecto de historia humana; ejemplo de ello será el personalismo que, ante el existencialismo
pesimista del siglo pasado, dará respuesta y pondrá bien en alto el valor de la persona humana y
que, como lo señala la raíz etimológica de la palabra, no es más que el sonar por sí mismo, la
dignidad individual. Y, con todo esto, lo que pudiésemos rescatar es esa frase tan verídica que
Edith nos dejó: “Quien busca la verdad, consciente o inconscientemente, busca a Dios”.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Akira, T., & Borges, M. (S.F.). ¿Qué es la fenomenología? Recuperado el Octubre de 2019, de
Reflexiones marginales: http://reflexionesmarginales.com/3.0/que-es-fenomenologia/
Stein, E. (2004). Sobre el problema de la empatía. Madrid: Trotta.
Stein, E. (2012). ¿Qué es la filosofía? Mar de la Plata: Centro Pieper.
Tami, M. (S.F.). Edith Stein. La recepción de la fenomenología en la joven Edtih Stein (1913-
1916). Recuperado el Octubre de 2019, de TeseoPress:
https://www.teseopress.com/steiniana/chapter/capitulo-4-edith-stein/

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