Está en la página 1de 4

EL PUENTE DE KHAZAD-DÛM

La Compañía del Anillo permaneció en silencio junto a la tumba de Balin. Frodo pensó en
Bilbo, en la larga amistad que había tenido con el enano y en la visita de Balin a la Comarca
tiempo atrás. En aquel cuarto polvoriento de la montaña parecía que eso había ocurrido hacía
mil años y en el otro extremo del mundo.

Por último se movieron y levantaron los ojos y buscaron algo que pudiera aclararles la muerte
de Balin, o qué había sido de su gente. Había otra puerta más pequeña en el lado opuesto de la
cámara, bajo la abertura. Junto a las dos puertas podían ver ahora muchos huesos
desparramados y entre ellos espadas y hachas rotas y escudos y cascos hendidos. Algunas de
las espadas eran curvas: cimitarras de orcos con hojas negras.

Había muchos nichos tallados en la piedra de los muros, que contenían grandes cofres de
madera aherrojados. Todo había sido roto y saqueado, pero junto a la tapa destrozada de uno
de los cofres encontraron los restos de un libro. Lo habían desgarrado y lo habían apuñalado,
estaba quemado en parte y tan manchado de negro y otras marcas oscuras, como sangre vieja,
que poco podía leerse. Gandalf lo alzó con cuidado, pero las hojas crujieron y se quebraron
mientras lo ponía sobre la losa. Se inclinó sobre él un tiempo sin hablar. Frodo y Gimli de pie
junto a Gandalf, que volvía delicadamente las hojas, alcanzaban a ver que había sido escrito por
distintas manos, en runas, tanto de Moria como del Valle y de cuando en cuando en caracteres
élficos.

Al fin Gandalf alzó los ojos. -Parece ser un registro de los azares y fortunas que cayeron
sobre el pueblo de Balin -dijo-. Supongo que empieza cuando llegaron al Valle del Arroyo Sombrío
hace treinta años hay números en las páginas que parecen referirse a los años que siguieron. La
primera página está marcada uno-tres, de modo que al menos dos ya faltan desde el principio.
¡Escuchad!

»Echamos a los orcos de la gran puerta y el cuarto de guar- supongo que


diría guardia. Matamos a muchos a la brillante -creo- luz del valle. Una flecha mató a Flói. Él
derribó al grande. Luego hay una mancha seguida por Flói bajo la hierba Junto al Lago
Espejo. Sigue una línea o dos que no puedo leer. Luego esto: Hemos elegido como vivienda la sala
vigesimoprimera del lado norte. Hay no sé qué. Se menciona una abertura. Luego Balin se ha
aposentado en la Cámara de Mazarbul.

-La Cámara de los Registros -dijo Gimli-. Sospecho que ahí estamos ahora.

-Bueno, aquí no alcanzo a leer mucho más -dijo Gandalf - excepto la palabra oro y Hacha de
Durin y algo así como yelmo. Luego Balin es ahora señor de Moria. Esto parece terminar un
capítulo. Luego de algunas estrellas comienza otra mano y aquí se lee encontramos plata
auténtica y luego las palabras bien forjada y luego algo. ¡Lo tengo! Mithril y las dos últimas
líneas: Oin buscará las armerías superiores del Tercer Nivel; algo va al oeste,una mancha, a la
puerta de Acebeda.

Gandalf hizo una pausa y apartó unas pocas hojas.


-Hay varias páginas de este tipo, escritas bastante de prisa y muy dañadas -dijo-, pero poco
puedo sacar en limpio con esta luz. Tienen que faltar también algunas hojas, pues éstas
comienzan con el número cinco, el quinto año de la colonia, supongo. Veamos. No, están
demasiado rotas y sucias, no puedo leerlas. Mejor que probemos a la luz del sol. ¡Un
momento! Aquí hay algo: caracteres rápidos y grandes en lengua élfica.

-Esa tiene que ser la mano de Ori -dijo Gimli mirando por encima del brazo de Gandalf -.
Podía escribir bien y rápido y a menudo usaba los caracteres élficos.

-Temo que esa mano hábil haya tenido que registrar malas noticias -dijo Gandalf -. La primera
palabra es pena, pero el resto de la línea se ha perdido, aunque termina en ayer. Sí, tiene que
ser ayer seguido por siendo el diez de noviembre Balin señor de Moria cayó en el Valle del Arroyo
Sombrío. Fue solo a mirar el Lago Espejo. Un orco lo mató desde atrás de una piedra. Matamos
al orco, pero muchos más..- subiendo desde el este por el Cauce de Plata. El resto de la página
está demasiado borroneado, pero me parece que alcanzo a leer hemos atrancado las puertas y
luego resistiremos si y luego quizás horrible y sufrimiento. ¡Pobre Balin! Parece que no pudo
conservar el título que él mismo se dio ni siquiera cinco años. Me pregunto qué habrá ocurrido
después, pero no hay tiempo de descifrar las últimas pocas páginas. Aquí está la última.

Hizo una pausa y suspiró.

-Es una lectura siniestra -continuó-. Temo que el fin de esta gente haya sido cruel.
¡Escuchad! No podemos salir. No podemos salir. Han tomado el puente y la segunda sala. Frár
y Lóni y Náli murieron allí. Luego hay cuatro líneas muy manchadas y sólo puedo leer hace cinco
días. Las últimas líneas dicen la laguna llega a los muros de la Puerta del Oeste. El Guardián del
Agua se llevó a Oin. No podemos salir. El fin se acerca, y luego tambores, tambores en los
abismos. Me pregunto qué será esto. Las últimas palabras son un garabateo arrastrado en letras
élficas: están acercándose. No hay nada más.

Gandalf calló, guardando un pensativo silencio.

Todos en la Compañía tuvieron un miedo repentino, sintiendo que se encontraban en una


cámara de horrores.

-No podemos salir -murmuró Gimli-. Fue una suerte para nosotros que la laguna hubiese
bajado un poco y que el Guardián estuviera durmiendo en el extremo sur.

Gandalf alzó la cabeza y miró alrededor.

-Parece que ofrecieron una última resistencia en las dos puertas -dijo-, pero ya entonces no
quedaban muchos. ¡Así terminó el intento de recuperar Moria! Fue valiente, pero insensato. No
ha llegado todavía la hora. Bien, temo que tengamos que despedirnos de Balin hijo de
Fundin. Que descanse aquí en las salas paternas. Nos llevaremos este libro, el libro de
Mazarbul, y lo miraremos luego con más atención. Será mejor que tú lo guardes, Gimli, y que lo
lleves de vuelta a Dáin, si tienes oportunidad. Le interesará, aunque se sentirá profundamente
apenado. Bueno, ¡vayamos! La mañana está quedando atrás.
-¿Qué camino tomaremos? -preguntó Boromir.

-Volvamos a la sala -dijo Gandalf -. Pero la visita a este cuarto no ha sido inútil. Ahora sé
dónde estamos. Esta tiene que ser, como dijo Gimli, la Cámara de Mazarbul, y la sala la
vigesimoprimera del extremo norte. Por lo tanto hemos de salir por el arco del este, e ir a la
derecha y al sur, descendiendo. La Sala Vigesimoprimera tiene que estar en el Nivel Séptimo,
es decir seis niveles por encima de las puertas. ¡Vamos! ¡De vuelta a la sala!

Apenas Gandalf hubo dicho estas palabras cuando se oyó un gran ruido, como si algo
rodara retumbando en los abismos lejanos, estremeciendo el suelo de piedra. Todos saltaron
hacia la puerta, alarmados. Bum, bum, resonó otra vez, como si unas manos enormes estuvieran
utilizando las cavernas de Moria como un vasto tambor. Luego siguió una explosión, repetida por
el eco: un gran cuerno sonó en la sala y otros cuernos y unos gritos roncos respondieron a lo
lejos. Se oyó el sonido de muchos pies que corrían.

-¡Se acercan! -gritó Legolas.

-No podemos salir -dijo Gimli.

-¡Atrapados! - gritó Gandalf -. ¿Por qué me retrasé? Aquí estamos, encerrados como ellos
antes. Pero entonces yo no estaba aquí. Veremos qué...

Bum, bum; el redoble sacudió las paredes. ¡Cerrad las puertas y atrancadlas! - gritó Aragorn
-. Y no descarguéis los bultos mientras os sea posible. Quizás aún tengamos posibilidad de
escapar.

-¡No! -dijo Gandalf-. Mejor que no nos encerremos. ¡Dejad entreabierta la puerta del
este! Iremos por ahí, si nos dejan.

Otra ronca llamada de cuerno y unos gritos agudos que reverberaron en las paredes. Unos pies
venían corriendo por el pasillo. Hubo un entrechocar de metales mientras la Compañía
desenvainaba las espadas. Glamdring brilló con una luz pálida y los filos de Dardo
centellearon. Boromir apoyó el hombro contra la puerta occidental.

-¡Un momento! ¡No la cierres todavía! -dijo Gandalf.

Alcanzó de un salto a Boromir y levantó la cabeza enderezándose.

-¿Quién viene aquí a perturbar el descanso de Balin Señor de Moria? -gritó con una voz
estentórea.

Hubo una cascada de risas roncas, como piedras que se deslizan y caen en un pozo; en medio
del clamor se alzó una voz grave, dando órdenes. Bum, bum, bum, redoblaban los tambores en
los abismos.
Con rápido movimiento Gandalf fue hacia el hueco de la puerta y estiró el brazo adelantando
la vara. Un relámpago enceguecedor iluminó el cuarto y el pasadizo. El mago se asomó un
instante, miró y dio un salto atrás mientras las flechas volaban alrededor siseando y silbando.

-Son orcos, muchos -dijo-. Y algunos son corpulentos y malvados: uruks negros de
Mordor. No se han decidido a atacar todavía, pero hay algo más ahí. Un gran troll de las
cavernas, creo, o más que uno. No hay esperanzas de poder escapar por ese lado.

-Y ninguna esperanza si vienen también por la otra puerta -dijo Boromir.

-Aquí no se oye nada todavía -dijo Aragorn que estaba de pie junto a la puerta del este,
escuchando-. El pasadizo de este lado desciende directamente a una escalera y es obvio que no
lleva de vuelta a la sala. Pero no serviría de nada huir ciegamente por ahí, con los enemigos
pisándonos los talones. No podemos bloquear la puerta. No hay llave y la cerradura está rota y
se abre hacia dentro. Ante todo trataremos de demorarlos. ¡Haremos que teman la Cámara de
Mazarbul! -dijo torvamente, pasando el dedo por el filo de la espada Andúril.

Unos pies pesados resonaron en el corredor. Boromir se lanzó contra la puerta y la cerró
empujándola con el hombro; luego la sujetó acuñándola con hojas de espada quebradas y astillas
de madera. La Compañía se retiró al otro extremo del cuarto. Pero aún no tenían ninguna
posibilidad de escapar. Un golpe estremeció la puerta, que en seguida comenzó a abrirse
lentamente, rechinando, desplazando las cuñas. Un brazo y un hombro voluminosos, de piel
oscura, escamosa y verde, aparecieron en la abertura, ensanchándola. Luego un pie grande, chato
y sin dedos, entró empujando, deslizándose por el suelo. Afuera había un silencio de muerte.

Boromir saltó hacia adelante y lanzó un mandoble contra el brazo, pero la espada golpeó
resonando, se desvió a un lado y se le cayó de la mano temblorosa. La hoja estaba mellada.

De pronto, y algo sorprendido pues no se reconocía a sí mismo, Frodo sintió que una cólera
ardiente le inflamaba el corazón.

También podría gustarte