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tener más dinero, sino porque tendrán menos codicia y a menos codicia
hay prosperidad espiritual. Que es mejor tener libros que tener plata. Que
con menos se vive mejor. Son esos los valores que permitieron a Aylwin, un
abogado brillante que podría haber sido millonario, dejar la Presidencia de
la República y volver a su casa, de la cual nunca se movió.
Austeridad
“La mejor prueba que podía dar Job de su paciencia era decidir
permanecer completamente desnudo, en la medida en que eso era lo
que complacía a Dios. Seguramente los hombres resisten en vano; puede
que tengan que apretar los dientes, pero sin duda regresan totalmente
desnudos a la fosa. Incluso los paganos han dicho que sólo la muerte
muestra la pequeñez del hombre. ¿Por qué? Porque poseemos un abismo
de codicia, y nos gustaría engullir toda la tierra; si un hombre posee
muchas riquezas, viñas, prados y posesiones, no es bastante; Dios tendría
que crear nuevos mundos si pretendiera satisfacernos”. (Juan Calvino
citado por Harold Bloom: ¿Donde se encuentra la sabiduría? Paidós, 2013.
El arquetipo del administrativista sobrio se complementa entonces con un
catolicismo muy propio de las clases media de mitad de siglo. Aylwin
entendía a la perfección este pasaje de Calvino, en el sentido de que
entendía que somos un abismo de codicia, que nos gustaría engullir toda
la tierra, que nunca es bastante y que Dios tendría que crear nuevos
mundos para satisfacernos. Esto no quiere que Aylwin no haya tenido
ambición, pues claro que la tuvo, no se llega a Profesor de la Escuela de
Derecho sin ambición, no se llega al Senado sin ambición, no se llega al
CODE sin ambición, no se llega a ser el candidato de la Concertación sin
ambición. Que lo diga don Gabriel Valdés si acaso el Profesor Aylwin no
tuvo ambición. Esa ambición, sin embargo, encontró un coto, un fin, al
terminar su presidencia. Podemos decir que bueno o malo, tibio o
kamikaze, podemos preguntar quién decide lo posible, y contestar para la
galería. Digan lo que digan: Aylwin se fue para la casa. En esto, solo
encuentra comparación con otro contemporáneo, el profesor de derecho
económico Carlos Altamirano Orrego.
Alcotest a la historia
Esta distancia entre él y sus cercanos, esta mampara entre su vida en calle
Dinamarca y su gobierno en La Moneda, le permitió tener el espacio para
reclutar a personas que nunca fueron sus amigos. No es claro que
Boenninger y Aylwin fueran tan amigos antes de coincidir en el gobierno,
es evidente que Aylwin y Correa tenían una distancia de décadas, pues
también la tenía con Clodomiro, e incluso con Belisario Velasco, que firmó
la carta de los 13 (tácitamente contra Aylwin) tuvo un espacio como
subsecretario. ¿Cuántos políticos de hoy podrían reclutar a personas que
no son sus amigos para gobernar? ¿Cuántos pueden construir esa
mampara entre su intimidad y sus afectos privados y los intereses de la
república y el Estado?
Se pueden decir muchas cosas sobre Aylwin. Habrá espacio para matices,
paradojas y contradicciones. Su vida misma esta plagada de esas vueltas
y revueltas que produce la historia, como un huracán febril que nos arrastra
a posiciones impensadas. Ya tendrán tiempo los historiadores para
enjuiciarlo. Digan lo que ¡digan, siempre quedará en nuestro inconsciente
el arquetipo que el Profesor Patricio Aylwin Azócar supo encarnar: el
hombre de clase media sobrio y austero. Son dos características que la
clase política actual bien podría imitar. En caso de que no sean capaces
de hacer eso, bien pueden hacer lo que el Profesor Aylwin hizo tan
dignamente: irse para la casa a leer derecho administrativo