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[UNILA: MAESTRÍA EN DOCENCIA] Didáctica

Juan enrique Pestalozzi:


Maestro de niños,
Educador de jóvenes.
Formador de maestros.

Por José Luis Castrejón Malvaez

En este trabajo quisiera no sólo ilustrar el contenido de un libro: Canto del cisne, sino
también mostrar con claridad el poder formativo de un hombre: Juan Enrique Pestalozzi.
Con la lectura de esta genial obra ratifico que todo llega a su debido tiempo. Ahora creo
estar listo para comprender con arraigo las ideas educadoras de Pestalozzi. En verdad,
han llegado a mí en el preciso momento que me siento hinchado por mi campo de
desarrollo próximo. Me siento ansioso para hacer germinar nuevas experiencias
educativas. Es mi deseo alcanzar la altura de este gran pedagogo suizo.

Mi trabajo, obviamente, podrá constituir una minúscula chispa entre las cenizas.
Pues, lo que personalmente alcanzo a pensar y lo poco que hasta ahora he hecho en mi
labor educativa, no se compara en nada con lo que aquel hombre hizo por su país y por la
pedagogía. Pocas veces, sin embargo, me he sentido tan tocado por los temas que aborda
un autor en sus libros. A mi juicio, Pestalozzi comprendió a fondo el punto fundamental
de la formación humana y fue quien lo expresó sintéticamente con la expresión: aprender
a enseñar mediante la vida y lo describió con rasgos de profundidad teorética y de lucidez
conceptual notables.

Entonces, el objetivo que me propongo en mi escrito es simple: compartir el


legado de este gran pedagogo. Y esto, mediante los tres apartados que lo conforman.
Primero, ofrezco al lector una introducción a la obra el Canto del cisne en general.
Enseguida, comparto algunos principios que normaron la actividad de aquel insigne
pedagogo y que ningún docente debe olvidar en su práctica profesional actual. Por
último, asumo una postura personal para ofrecer mi comentario crítico. Todos los
fragmentos que cito de Canto pertenecen, salvo indicación contraria, a una edición del
2004 preparada por Editorial Porrúa. Misma que está precedida por un espléndido
estudio de José Manuel Villalpando.

1. Introducción al Canto del Cisne

José Manuel Villalpando resumió la esencia del legado de Pestalozzi en sentido global, en
un bello párrafo de su estudio preliminar. Vale la pena transcribirlo para poder procesarlo
en forma detallada:
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“Desde 1775 hasta su muerte en 1827, la vida de Pestalozzi pertenece a la historia de la


educación y de la pedagogía, porque a lo largo de esos cincuenta y dos años de su existencia
realizó diversas obras concretas que han sido ejemplo de la abnegación y entrega con que su
autor las emprendió y las sostuvo, y el dolor y tristeza con que asistió al ocaso de cada una; y
también escribió las obras más consistentes, sentidas y sublimes que la pedagogía ha conocido en
los últimos siglos. Realizaciones institucionales y escritos que expresan su gran espíritu deben ser
materia de una consideración especial [… Habría] que contemplar la historia personal de su vida,
que se desarrolló en medio del dolor y la soledad, que sufrió penurias y desprecios, que se
enfrentó a fracasos y desilusiones, y que, a pesar de lo cual, Pestalozzi, dotado de un espíritu
superior, entregó todo al servicio de un ideal, que lo acompañó hasta la muerte.” (p. XI)

Vayamos por partes. De este párrafo me interesa destacar, en primer lugar, la


frase la vida de Pestalozzi pertenece a la historia de la educación y de la pedagogía. Fue
tan contundente el campo de acción de Pestalozzi que no cabe ninguna duda de que su
vida toda estuvo consagrada a ese ideal: el desarrollo de las personas. Y así se entienden
esos cincuenta y dos años de su existencia, ideando de qué forma los aprendices
desarrollan sus capacidades intelectuales, sus habilidades artísticas, sus energías morales
y religiosas desde su educación elemental. En segundo lugar, me admira el hecho de que
esa vida de la que estoy escribiendo se desarrolló en medio del dolor y la soledad, que
sufrió penurias y desprecios, que se enfrentó a fracasos y desilusiones. ¿Acaso no este
aspecto convierte en emblemática su figura? Porque vamos, una persona puede estar lo
henchida que se quiera por un ideal, pero pretender alcanzarlo a pesar de todas las
limitaciones y contrariedades que se interpongan, eso requiere de una fortaleza interior
inquebrantable.

Aunque la obra didáctica más importante de Pestalozzi es: Cómo enseña Gertrudis
a sus hijos, su testamento pedagógico, concluido en 1826, escrito a la edad de 80 años es:
Canto del cisne. Lo que quiero decir es que lo redactó ya en el ocaso de su vida. Entonces,
es la obra que compuso su autor cuando presintió el fin de su vida. Que no significa que la
haya redactado disminuido en su lucidez intelectual. Con toda seguridad, el lector podrá
encontrar respuestas ejemplares a preocupaciones de un mentor contemporáneo
nuestro. Y pienso que se imponen, incluso, fuera de las posiciones teóricas que en gran
medida las sostienen. Piénsese, por principio, que fue un incorregible fundador de
establecimientos para educar a niños pobres. A los que acudían gentes inquietas por la
enseñanza que allí impartía. Bastará un vistazo a alguna de sus biografías para darse
cuenta de la atracción que ejercía en otros formadores.

Pero, ¿cuál es el contenido del Canto del cisne? Al estudio preliminar que ya he
mencionado, le siguen: un prólogo y cuatro partes: 1) Idea de la educación elemental. 2)
Métodos de la educación elemental. 3) Recuerdos autobiográficos y 4) Consejos para el
porvenir. De las cuatro, la más extensa es la segunda, en donde su autor resume de
manera perfecta los conceptos básicos que caracterizaron su método de instrucción. Para
aclarar esta idea, conviene citar una página que habría que leer con mucha atención
porque, a mi juicio, llega al fondo del problema:
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“Todavía no voy a tocar las muchas consecuencias que se desprenden de esto. Antes de ir
adelante vamos a preguntarnos: ¿No será un sueño la idea de la educación elemental, será
verdaderamente un objetivo realizable? Oigo el tono de la pregunta que se me hace por todas
partes: ¿Dónde está esa idea en la realidad?

Yo contesto: en todas partes y en ninguna; en todas partes, en pruebas aisladas de su


realizabilidad, en ninguna en su totalidad. En ninguna parte está como método comprobado y
organizado en sus medios y en su alcance. No existe ninguna escuela organizada elementalmente
según sus principios; no existe un instituto que la desarrolle totalmente. El saber y el poder del
hombre es, en todos sus aspectos, incompleto, y aún lo mejor y más elevado de nuestra cultura va
unas veces hacia adelante y otras veces hacia atrás. No puede existir ninguna situación que
permita realizar por completo y de una menara general los propósitos de esta gran idea. La
naturaleza humana tiene infranqueables obstáculos en sí misma para la realización completa de
esta idea y las debilidades humanas de nuestro espíritu y de nuestro corazón, cuya esencia divina
interna bulle bajo la cubierta de nuestra perecedera carne, no permiten a nuestra especie, en
ninguna parte de su desenvolvimiento, una perfección absoluta. El hombre mejor dotado, en
cada una de sus tentativas para cualquier aspecto de su formación ha de decir con san Pablo:
‘Esto es lo que he alcanzado; pero sigo adelante para ver lo que puedo alcanzar todavía’. Y lo que
es verdad para un hombre en particular lo es más para las preocupaciones culturales de la
colectividad. En absoluto, no puede ningún instituto hacer reconocer y realizar la idea de la
educación elemental como método perfecto de educación, práctico para todas las clases y
situaciones en el país, aunque contase con medios materiales y morales de todo orden.” (p. 22)

Es justamente sobre la idea de la educación elemental que está construido este libro.
En nuestros días, tal pretensión es una realidad pero, para el siglo XVIII era eso: una idea.
Me encanta que Pestalozzi tenga en frente suyo a sus detractores: Oigo el tono de la
pregunta que se me hace por todas partes, es como si su espíritu se desdoblara hacia
afuera para contemplar su realidad: incrédula, exigente y ruda y, luego, volviera a su
interior para hablarles desde el corazón: Yo contesto. ¡Qué genialidad! ¿Sí o no? En
Pestalozzi, la pedagogía adquiere individualidad. Y es eso, precisamente, lo que se
requiere para alcanzar un sueño: que alguien se arriesgue y lo arriesgue todo para realizar
su visión: en ninguna parte está como método comprobado y organizado en sus medios y
en su alcance. Vamos, si todo nos fuera dado ya realizado y acabado, ¿qué sabría el
hombre de creatividad, de fantasía y de imaginación? Hombre: si no está hecho, hazlo tú.
Tal vez no existe ninguna escuela organizada elementalmente según sus principios; no
existe un instituto que la desarrolle totalmente, pero aquí está mi labor. Hazla tuya y haz
tú tu parte. ¡Involúcrate en una tarea de la que tú mismo eres responsable! A mi
entender, en eso se cifra lo mejor y más elevado de nuestra cultura: volver la educación en
un imperativo. Que la naturaleza humana tiene infranqueables obstáculos, cierto, y qué.
Que las debilidades humanas de nuestro espíritu y de nuestro corazón,… no permiten a
nuestra especie,… una perfección absoluta. También es cierto. Sin embargo, no podemos
escondernos detrás de esto para vivir eternamente acobardados. Cuando un individuo no
puede solo, ahí está la colectividad, Y si la colectividad no puede, ahí está la fe. Aunque
se contase con medios materiales y morales de todo orden, sin la participación de la
esencia divina interna [que] bulle bajo la cubierta de nuestra perecedera carne vana es
nuestra fe. En suma, no sé si exagero un poco, pero en Pestalozzi encuentro a un hombre
obstinado en realizar su sueño, lleno de ilusión y de entusiasmo.
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En el siguiente apartado señalo, para interés del lector, algunos de los principios que
normaron la actividad docente de Juan Enrique Pestalozzi.

2. Principios que ningún docente debe olvidar en su práctica profesional

El texto base que nos introduce en esta problemática es, según mi parecer, el fragmento
siguiente: la vida educa. Teniendo a la vista este gran principio fundamental de toda la
enseñanza pestalozziana se pueden entender los siguientes consecuentes:

“El [aprendiz] ama y cree antes de que pueda actuar”. (p. 27) En términos
didácticos, puedo decir que lo que es natural puede dirigirse debida y
conscientemente a propósitos específicos. Por tanto, toda técnica de la educación
debe ponerse para cada aprendiz al servicio de la verdadera vida. Es más “en
ninguno de los medios se han de presentar obstáculos para la dicha y tranquilidad
del individuo” (p. 38). Las personas no sólo venimos al mundo a estudiar, sino que
nuestro actuar está referido a un abanico de ilimitadas posibilidades. Y de entre
esas, amar y creer están muy por encima de leer o calcular.

“El arte de ensanchar y vivificar las impresiones de observación es el único


fundamento verdadero de todos los medios que han de ayudar al aprendizaje” (p.
32). Por ello, es conveniente dejar que las impresiones de un conocimiento
intuitivo madure nuestros sentidos. Pero aún puedo decir más desde el
naturalismo: que tener un ojo contemplativo y curioso fundamenta el aprendizaje.
Que mirar con atención las cosas posibilita su comprensión y dominio.

“Si se ha de llevar adelante la educación del lenguaje de una manera natural y


adecuada, hay que hacer lo propio con la educación del corazón, con la de la
inteligencia, con la de la actividad artística y profesional” (p. 42). Tal principio no
es novedad. Ya los clásicos propusieron que el proceso natural de aprendizaje
debe estar en perfecta armonía con la naturaleza del aprendiz. Y que la educación
debe estar en condiciones de animar y fortalecer el ser del hombre tomado
integralmente. Páginas más adelante, el autor formulará este principio en un
apotegma: “Orar, pensar y trabajar” (p. 73).

Todo el mundo piensa y juzga. Lo importante es el recto pensar y juzgar (cfr. p.


55). Ante pasajes como el que acabo de citar, puedo afirmar que Pestalozzi
confiaba en el poder de la enseñanza para elevar el poder de pensar y desenvolver
el propio pensamiento. ¡Qué noble se vuelve la docencia ante insignes metas! Al
respecto recuerdo un antiguo proverbio chino que, con palabras más, palabras
menos, dice lo siguiente: Cuida tus pensamientos, se volverán palabras. Cuida tus
palabras, se volverán acciones. Cuida tus acciones, se volverán destino.
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“Si el [aprendiz] no entiende lo que se le hace aprender y tiene que expresarse


sobre ello como si lo entendiera, camina a la insensatez que significa hablar sobre
lo que no se entiende” (p. 71). Encuentro que el significado de esta afirmación
tiene una importancia para la actualidad mucho más amplia que lo que a simple
vista la expresión sugiere. Y es que nunca falta que los docentes incurramos en tan
severa culpa. Sobre todo en períodos de exámenes, cuando obligamos a nuestros
aprendices a aprender algo que no entienden pero que, conocerlo afectará su
calificación. Recordemos todos que aprender sin comprender no es auténtico
aprender.

El aprendiz enseñando a otros aprendices (cfr. p. 72). Las personas nos prestamos
animosas a ser enseñadas por otras personas. En consecuencia, el aprendizaje
entre iguales, la formación de comunidades de aprendizaje y el trabajo
colaborativo ya eran formas reconocidas, aunque no con esos nombres claro está,
por Pestalozzi. Y no es de sorprender, alguien que fundó instituciones educativas
en favor de la infancia de su país, pronto se dio cuenta que tal empresa es
imposible para una persona aislada. La educación requiere el esfuerzo sumativo
de muchas voluntades

3. Comentario crítico

La communis opinio sobre la educación en México, en todos los niveles, es de un rotundo


fracaso. Y no es de despreciar acríticamente esta sensación. Recientemente, el
documental De panzazo ha venido a agriar más la situación. Sin embargo, pienso que es
desde esta impresión, es decir, sintiendo verdadera hambre en el alma, que nos podemos
poner a buscar. Básteme la profunda convicción de que sólo en la Verdad puede
descansar el alma, para hacer mi espíritu irreprensible, capaz de elevarse por encima de
las cosas humanas y de considerar lo que hay todavía de bueno y bello en el mundo. Al
leer el Canto del cisne me considero feliz al encontrarme con un personaje capaz de
representar el poder, qué digo, el gran poderío del ser humano. Confianza y tenacidad
son, pues, las dos virtudes que encuentro en Pestalozzi para que los docentes de hoy las
imitemos. Pero, si consideramos que el hombre de hoy cree experimentalmente a veces
en éste, a veces en aquel valor, para abandonarlo después, siendo siempre el círculo de
los valores superados y abandonados muy vasto, no propongo la confianza y la tenacidad
para advertir más y más el vacío y la pobreza de valores, sino para ser cada día mejores. O
dicho con palabras de Platón:

“Estoy intentando persuadirlos […], oh jóvenes y ancianos: no debéis tener cuidado de vuestros
cuerpos, ni de las riquezas, ni de ninguna otra cosa con mayor empeño que de vuestra alma, de
modo que se vuelva buena lo más posible, insistiendo en que la virtud no nace de las riquezas,
sino que de la misma virtud nacen las riquezas y todos los demás bienes para los hombres, sea en
lo privado o en lo público.” (Apología de Sócrates)

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