Para entender el significado de "LAS BODAS DEL CORDERO" tenemos que estudiar el significado
de dos parábolas que hablan de este mismo tópico. Esas parábolas son "LA DE LAS 10 VÍRGENES
MT. 25" Y LA "CENA DE BODAS MT.22).
En la parábola de la cena de bodas el padre de familia manda a convidar a todos invitados a la boda
y a la cena de boda su hijo. Es evidente que El Padre de familia es Dios y su hijo es Jesucristo. Los
siervos son los profetas y los evangelistas de todas las épocas que predican el evangelio, los primeros
convidados fueron los judíos. Pero al rechazar el llamado el evangelio paso a los gentiles la misma
parábola presenta el mandato de ir por las calles e invitar mendigos. Publicanos rameras etc. Mt.22:8-10
La predicación del evangelio recoge toda clase de gente en la iglesia. Idénticamente a la parábola de
la red. (Mt.13:47:50). Esto recalca que en la iglesia no todos son verdaderos discípulos hay hipócritas.
Por lo tanto el padre de familia hace un examen para ver quiénes son dignos de entrar a la boda. El
requisito indispensable para entrar a la boda es tener un traje blanco. (Mt.22:11-12)
EL EXAMEN DE LOS CONVIDADOS Y EL JUICIO INVESTIGADOR
La Biblia enseña que antes de la boda y la segunda venida de Cristo habrá un juicio investigador.
(Ap.14:6-7, Dn.7:9-10,13-14; Ap.22:10-11; 2Cor.5:10)
Dios desarrolla un juicio pre advenimiento en el cielo. Mientras Dios hace una obra de purificación en
el cielo de separar al que le sirve a Dios y el que no le sirve. (Mal.3:18).Aquí en la tierra Dios la hace
por medio del Zarandeo. (Am.9:9)
El Señor viene pronto. En cada iglesia debe haber un proceso de purificación y de zarandeo, porque
entre nosotros hay hombres impíos que no aman la verdad ni honran a Dios. The Review and Herald,
19 de marzo de 1895. – {EUD 148.4}
El juicio investigador se realiza antes de las bodas. Antes de verificarse estas entra el Rey para ver a
los huéspedes, y cerciorarse de que todos llevan las vestiduras de boda, el manto inmaculado del
carácter, lavado y emblanquecido en la sangre del Cordero. Mateo 22:11; Apocalipsis 7:14. Al que se
le encuentra sin traje conveniente, se le expulsa, pero todos los que al ser examinados resultan tener
las vestiduras de bodas, son aceptados por Dios y juzgados dignos de participar en su reino y de
sentarse en su trono. Esta tarea de examinar los caracteres y de determinar los que están preparados
para el reino de Dios es la del juicio investigador, la obra final que se lleva a cabo en el santuario
celestial. – {CS 423.3}
QUE SON LAS BODAS DEL CORDERO
La palabra de Dios nos enseña que Jesús es nuestro sumo sacerdote que ministra en el santuario
celestial (Heb.8:1-6; 9:1-9). Cristo desempeña dos funciones en el santuario .es abogado y Juez
(Jn.5:22; 1Jn.2:1). Esto significa que sí Jesús es nuestro sumo sacerdote según el orden de
Melquisedec y debe estar vestido como tal (Lv.8:7-13; Hb.6:20; Ap.1:12-15). Pero es interesante notar
que cuando Jesús viene en su segunda venida no viene vestido como Sumo Sacerdote si no como
Rey de Reyes y Señor de Señores (Ap.19:11-18).
Esto significa que en algún momento antes de salir del santuario se cambió de vestimenta.
Elena White nos amplía esto.
La boda representa el acto de ser investido Cristo de la dignidad de Rey. La ciudad santa, la nueva
Jerusalén, que es la capital del reino y lo representa, se llama “la novia, la esposa del Cordero”. El
ángel dijo a San Juan: “Ven acá; te mostraré la novia, la esposa del cordero”. “Me llevó en el Espíritu”,
agrega el profeta, “y me mostró la santa ciudad de Jerusalén, descendiendo del cielo, desde Dios”.
Apocalipsis 21:9, 10 (VM). Salta pues a la vista que la Esposa representa la ciudad santa, y las
vírgenes que van al encuentro del Esposo representan a la iglesia. En el Apocalipsis, el pueblo de
Dios lo constituyen los invitados a la cena de las bodas. Apocalipsis 19:9. Si son los invitados, no
pueden representar también a la esposa. Cristo, según el profeta Daniel, recibirá del Anciano de días
en el cielo “el dominio, y la gloria, y el reino”, recibirá la nueva Jerusalén, la capital de su reino,
“preparada como una novia engalanada para su esposo”. Daniel 7:14; Apocalipsis 21:2 (VM). Después
de recibir el reino, vendrá en su gloria, como Rey de reyes y Señor de señores, para redimir a los
suyos, que “se sentarán con Abraham, e Isaac, y Jacob”, en su reino (Mateo 8:11; Lucas 22:30), para
participar de la cena de las bodas del Cordero. – {CS 422.2}
Las bodas son el momento que el padre le quita las vestiduras de Sumo Sacerdote y lo viste como rey
para entregarle el reino sempiterno (Dn.7:13-14)
QUIEN ES LA ESPOSA DEL CORDERO
En muchas predicaciones se nos ha dicho que la iglesia es la esposa de Cristo y que cuando Jesús
venga vendrá a casarse con su Iglesia pero esta enseñanza carece de base bíblica porque cuando
Jesús viene ya casado y viene a buscar a su pueblo para ir a la cena de bodas.
Y vosotros sed semejantes a hombres que aguardan a que su señor regrese de las bodas, para que
cuando llegue y llame, le abran en seguida. (Lc.12:36; Ap.19:9)
La iglesia no es la esposa si no la invitada, la esposa es la nueva Jerusalén. (CS 422,Ap.21:9-10)
QUE REPRESÉ EL TRAJE DE BODAS
En la parábola de Mt.22 se dice que el único requisito para entrar a la boda es tener un traje de Boda.
Pero que representa esto:
Los que están vestidos con el traje de bodas, el manto de la justicia de Cristo, no dudarán acerca de
si deben levantar la cruz y seguir en las pisadas del Salvador. Voluntariamente y con gozo obedecerán
sus mandamientos. Las almas perecen lejos de Cristo. Cuán contradictorio, entonces, es todo esfuerzo
que se realiza para conseguir puestos y riquezas. ¡Cuán débiles son los motivos que Satanás puede
presentar, que el egoísmo y la ambición pueden proporcionar, en comparación con las lecciones que
Cristo ha dado en su Palabra! ¡Cuán indigna es la recompensa que el mundo ofrece comparada con
la que nos promete nuestro Padre celestial!—The Review and Herald, 19 de septiembre de 1899. –
{CMC 239.1}
El traje de boda es la justicia de Cristo. ¿Qué significa estar vestido de la justicia de Cristo? Es tener
su carácter. (Ap.19:7-8). Este es el vestido interno. El vestido externo son las acciones justas de los
santos. En otras palabras obedecen sus mandamientos. (Jn.14:15; Sal.119:142)
La religión de Cristo significa más que el perdón del pecado; significa la extirpación de nuestros
pecados y el henchimiento del vacío con las gracias del Espíritu Santo. Significa iluminación divina,
regocijo en Dios. Significa un corazón despojado del yo y bendecido con la presencia permanente de
Cristo. Cuando Cristo reina en el alma, hay pureza, libertad del pecado. Se cumple en la vida la gloria,
la plenitud, la totalidad del plan evangélico. La aceptación del Salvador produce un resplandor de
perfecta paz, y amor perfecto, de perfecta seguridad. La belleza y fragancia del carácter de Cristo,
reveladas en la vida, testifican que Dios ha enviado ciertamente a su Hijo al mundo, para ser su
Salvador. – {PVGM 345.6
La parábola del vestido de bodas representa una lección del más alto significado. El casamiento
representa la unión de la humanidad con la divinidad; el vestido de bodas representa el carácter que
todos deben poseer para ser tenidos por dignos convidados a las bodas. PVGM 249.1
En esta parábola como en la de la gran cena, se ilustran la invitación del Evangelio, su rechazamiento
por el pueblo judío, y el llamamiento de misericordia dirigido a los gentiles. Pero de parte de los que
rechazan la invitación, esta parábola presenta un insulto mayor y un castigo más terrible. El
llamamiento a la fiesta es una invitación del rey. Procede de aquel que está investido de poder para
ordenar. Confiere gran honor. Sin embargo, el honor no es apreciado. La autoridad del rey es
menospreciada. Mientras la invitación del padre de familia fue recibida con indiferencia, la del rey es
recibida con insultos y homicidio. Trataron a sus siervos con desprecio, afrentándolos y
matándolos. PVGM 249.2
El padre de familia, al ver despreciada su invitación, declaró que ninguno de los convidados probaría
su cena. Pero en cuanto a los que habían despreciado al rey, se decreta algo más que la exclusión de
su presencia y de su mesa, pues “enviando sus ejércitos, destruyó a aquellos homicidas, y puso fuego
a su ciudad”. PVGM 249.3
En ambas parábolas, la fiesta queda provista de convidados, pero la segunda demuestra que todos
los que asisten a la fiesta han de hacer cierta preparación. Los que descuidan esta preparación son
echados fuera. “Y entró el rey para ver a los convidados, y vio allí un hombre no vestido de boda. Y le
dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí no teniendo vestido de boda? Más él cerró la boca. Entonces el rey
dijo a los que servían: Atado de pies y de manos tomadle, y echadle en las tinieblas de afuera: Allí
será el lloro y el crujir de dientes”. PVGM 249.4
La invitación a la fiesta había sido dada por los discípulos de Cristo. Nuestro Señor había mandado a
los doce y después a los setenta, para que proclamaran que el reino de Dios estaba cerca, e invitasen
a los hombres a arrepentirse y creer en el Evangelio. Pero la invitación no fue escuchada. Los que
habían sido invitados a la fiesta no vinieron. Los siervos fueron enviados más tarde para decirles: “He
aquí, mi comida he aparejado; mis toros y animales engordados son muertos, y todo está prevenido:
venid a las bodas”. Tal fue el mensaje dado a la nación judía después de la crucifixión de Cristo, pero
la nación que aseveraba ser el pueblo peculiar de Dios rechazó el Evangelio que se le traía con el
poder del Espíritu Santo. Muchos hicieron esto de la manera más despectiva. Otros se exasperaron
tanto por el ofrecimiento de la salvación, por la oferta de perdón, por haber rechazado al Señor de
gloria, que se volvieron contra los portadores del mensaje. Hubo “una grande persecución”. Muchos
hombres y mujeres fueron echados en la cárcel, y fueron muertos algunos de los mensajeros del
Señor, como Esteban y Santiago. PVGM 250.1
Así selló el pueblo judío su rechazamiento de la misericordia de Dios. El resultado fue predicho por
Cristo en la parábola. El rey, “enviando sus ejércitos, destruyó a aquellos homicidas, y puso fuego a
su ciudad”. El juicio pronunciado vino sobre los judíos en la destrucción de Jerusalén y la dispersión
de la nación. PVGM 250.2
La tercera invitación a la fiesta representa la proclamación del Evangelio a los gentiles. El rey dijo:
“Las bodas a la verdad están aparejadas; más los que eran llamados no eran dignos. Id pues a las
salidas de los caminos y llamad a las bodas a cuantos hallareis”. PVGM 250.3
Los siervos del rey que salieron por los caminos “juntaron a todos los que hallaron; juntamente malos
y buenos”. Era una compañía heterogénea. Algunos no tenían mayor respeto, por quien daba la fiesta,
que aquellos que habían rechazado la invitación. Los que fueron primeramente invitados no podían
consentir, pensaban ellos, en sacrificar ninguna ventaja mundanal para asistir al banquete del rey. Y
entre los que aceptaron la invitación, había algunos que sólo pensaban en su propio beneficio. Vinieron
para disfrutar del banquete, pero no por el deseo de honrar al rey. PVGM 251.1
Cuando el rey vino a ver a los convidados, se reveló el verdadero carácter de todos. Para cada uno
de los convidados a la fiesta se había provisto un vestido de boda. Este vestido era un regalo del rey.
Al usarlo, los convidados mostraban su respeto por el dador de la fiesta. Pero un hombre estaba aún
vestido con sus ropas comunes. Había rehusado hacer la preparación requerida por el rey. Desdeñó
usar el manto provisto para él a gran costo. De esta manera insultó a su señor. A la pregunta del rey:
“¿Cómo entraste aquí no teniendo vestido de boda?” no pudo contestar nada. Se condenó a sí mismo.
Entonces el rey dijo: “Atado de pies y de manos tomadle, y echadle en las tinieblas de afuera”. PVGM
251.2
El examen que de los convidados a la fiesta la hace el rey, representa una obra de juicio. Los
convidados a la fiesta del Evangelio son aquellos que profesan servir a Dios, aquellos cuyos nombres
están escritos en el libro de la vida. Pero no todos los que profesan ser cristianos son verdaderos
discípulos. Antes que se dé la recompensa final, debe decidirse quiénes son idóneos para compartir
la herencia de los justos. Esta decisión debe hacerse antes de la segunda venida de Cristo en las
nubes del cielo; porque cuando él venga, traerá su galardón consigo, “para recompensar a cada uno
según fuere su obra”. Antes de su venida, pues, habrá sido determinado el carácter de la obra de todo
hombre, y a cada uno de los seguidores de Cristo le habrá sido fijada su recompensa de acuerdo con
sus obras. PVGM 251.3
Mientras los hombres moran todavía en la tierra se verifica la obra del juicio investigador en los atrios
del cielo. Delante de Dios pasa el registro de la vida de todos sus profesos seguidores. Todos son
examinados según lo registrado en los libros del cielo, y según sus hechos queda para siempre fijado
el destino de cada uno. PVGM 252.1
El vestido de boda de la parábola representa el carácter puro y sin mancha que poseerán los
verdaderos seguidores de Cristo. A la iglesia “le fue dado que se vista de lino fino, limpio y brillante”,
“que no tuviese mancha, ni arruga, ni cosa semejante”. El lino fino, dice la Escritura, “son las
justificaciones de los santos”. Es la justicia de Cristo, su propio carácter sin mancha, que por la fe se
imparte a todos los que lo reciben como Salvador personal. PVGM 252.2
La ropa blanca de la inocencia era llevada por nuestros primeros padres cuando fueron colocados por
Dios en el santo Edén. Ellos vivían en perfecta conformidad con la voluntad de Dios. Toda la fuerza
de sus afectos era dada a su Padre celestial. Una hermosa y suave luz, la luz de Dios, envolvía a la
santa pareja. Este manto de luz era un símbolo de sus vestiduras espirituales de celestial inocencia.
Si hubieran permanecido fieles a Dios, habría continuado envolviéndolos. Pero cuando entró el
pecado, rompieron su relación con Dios, y la luz que los había circuido se apartó. Desnudos y
avergonzados, procuraron suplir la falta de los mantos celestiales cosiendo hojas de higuera para
cubrirse. PVGM 252.3
Esto es lo que los transgresores de la ley de Dios han hecho desde el día en que Adán y Eva
desobedecieron. Han cosido hojas de higuera para cubrir la desnudez causada por la transgresión.
Han usado los mantos de su propia invención; mediante sus propias obras han tratado de cubrir sus
pecados y hacerse aceptables a Dios. PVGM 252.4
Pero esto no pueden lograrlo jamás. El hombre no puede idear nada que pueda ocupar el lugar de su
perdido manto de inocencia. Ningún manto hecho de hojas de higuera, ningún vestido común a la
usanza mundana, podrán emplear aquellos que se sienten con Cristo y los ángeles en la cena de las
bodas del Cordero. PVGM 253.1
Únicamente el manto que Cristo mismo ha provisto puede hacernos dignos de aparecer ante la
presencia de Dios. Cristo colocará este manto, esta ropa de su propia justicia sobre cada alma
arrepentida y creyente. “Yo te amonesto—dice él—que de mí compres... vestiduras blancas, para que
no se descubra la vergüenza de tu desnudez”. PVGM 253.2
Este manto, tejido en el telar del cielo, no tiene un solo hilo de invención humana. Cristo, en su
humanidad, desarrolló un carácter perfecto, y ofrece impartirnos a nosotros este carácter. “Como
trapos asquerosos son todas nuestras justicias”. Todo cuanto podamos hacer por nosotros mismos
está manchado por el pecado. Pero el Hijo de Dios “apareció para quitar nuestros pecados, y no hay
pecado en él”. Se define el pecado como la “transgresión de la ley”. Pero Cristo fue obediente a todo
requerimiento de la ley. Él dijo de sí mismo: “Me complazco en hacer tu voluntad, oh Dios mío, y tu ley
está en medio de mi corazón”. Cuando estaba en la tierra dijo a sus discípulos: “He guardado los
mandamientos de mi Padre”. Por su perfecta obediencia ha hecho posible que cada ser humano
obedezca los mandamientos de Dios. Cuando nos sometemos a Cristo, el corazón se une con su
corazón, la voluntad se fusiona con su voluntad, la mente llega a ser una con su mente, los
pensamientos se sujetan a él; vivimos su vida. Esto es lo que significa estar vestidos con el manto de
su justicia. Entonces, cuando el Señor nos contempla, él ve no el vestido de hojas de higuera, no la
desnudez y deformidad del pecado, sino su propia ropa de justicia, que es la perfecta obediencia a la
ley de Jehová. PVGM 253.3
Los convidados a la fiesta de bodas fueron inspeccionados por el rey, y se aceptó solamente a aquellos
que habían obedecido sus requerimientos y se habían puesto el vestido de bodas. Así ocurre con los
convidados a la fiesta del Evangelio. Todos deben ser sometidos al escrutinio del gran Rey, y son
recibidos solamente aquellos que se han puesto el manto de la justicia de Cristo. PVGM 254.1
La justicia es la práctica del bien, y es por sus hechos por lo que todos han de ser juzgados. Nuestros
caracteres se revelan por lo que hacemos. Las obras muestran si la fe es genuina o no. PVGM 254.2
No es suficiente que creamos que Jesús no es un impostor, y que la religión de la Biblia no consiste
en fábulas arteramente compuestas. Podemos creer que el nombre de Jesús es el único nombre
debajo del cielo por el cual el hombre puede ser salvo, y sin embargo, no hacer de él, por la fe, nuestro
Salvador personal. No es suficiente creer la teoría de la verdad. No es suficiente profesar fe en Cristo
y tener nuestros nombres registrados en el libro de la iglesia. “El que guarda sus mandamientos, está
en él, y él en él. Y en esto sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado”.
“Y en esto sabemos que nosotros le hemos conocido, si guardamos sus mandamientos”. Esta es la
verdadera evidencia de la conversión. No importa cuál sea nuestra profesión de fe, no nos vale de
nada a menos que Cristo se revele en obras de justicia. PVGM 254.3
La verdad ha de implantarse en el corazón. Ha de dominar la mente y los afectos. Todo el carácter
debe ser amoldado por las declaraciones divinas. Cada jota y tilde de la Palabra de Dios ha de ser
puesto en práctica en la vida diaria. PVGM 254.4
El que llegue a ser participante de la naturaleza divina estará en armonía con la gran norma de justicia
de Dios, su santa ley. Esta es la regla por la cual Dios mide las acciones de los hombres. Esta será la
prueba del carácter en el juicio. PVGM 254.5
Hay muchos que aseveran que por la muerte de Cristo fue abrogada la ley; pero en esto contradicen
las propias palabras de Cristo: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas... Hasta
que perezca el cielo y la tierra, ni una jota ni un tilde perecerá de la ley”. Cristo depuso su vida para
expiar la transgresión que el hombre hiciera de la ley. Si la ley pudiera haber sido cambiada o puesta
a un lado, entonces Cristo no habría necesitado ser muerto. Por su vida sobre la tierra, él honró la ley
de Dios. Por su muerte, la estableció. El dio su vida como sacrificio, no para destruir la ley de Dios, no
para crear una norma inferior, sino para que la justicia pudiera ser mantenida, para demostrar la
inmutabilidad de la ley, para que permaneciera para siempre. PVGM 255.1
Satanás había aseverado que era imposible para el hombre obedecer los mandamientos de Dios; y
es cierto que con nuestra propia fuerza no podemos obedecerlos. Pero Cristo vino en forma humana,
y por su perfecta obediencia probó que la humanidad y la divinidad combinadas pueden obedecer
cada uno de los preceptos de Dios. PVGM 255.2
“A todos los que le recibieron, dióles potestad de ser hechos hijos de Dios, a los que creen en su
nombre”. Este poder no se halla en el agente humano. Es el poder de Dios. Cuando un alma recibe a
Cristo, recibe poder para vivir la vida de Cristo. PVGM 255.3
Dios exige que sus hijos sean perfectos. Su ley es una copia de su propio carácter, y es la norma de
todo carácter. Esta norma infinita es presentada a todos a fin de que no haya equivocación respecto
a la clase de personas con las cuales Dios ha de formar su reino. La vida de Cristo sobre la tierra fue
una perfecta expresión de la ley de Dios, y cuando los que pretenden ser hijos de Dios llegan a ser
semejantes a Cristo en carácter, serán obedientes a los mandamientos de Dios. Entonces el Señor
puede con confianza contarlos entre el número que compondrá la familia del cielo. Vestidos con el
glorioso manto de la justicia de Cristo, poseen un lugar en el banquete del Rey. Tienen derecho a
unirse a la multitud que ha sido lavada con sangre. PVGM 255.4
El hombre que vino a la fiesta sin vestido de bodas representa la condición de muchos de los
habitantes de nuestro mundo actual. Profesan ser cristianos, y reclaman las bendiciones y privilegios
del Evangelio; no obstante no sienten la necesidad de una transformación del carácter. Jamás han
sentido verdadero arrepentimiento por el pecado. No se dan cuenta de su necesidad de Cristo y de
ejercer fe en él. No han vencido sus tendencias heredadas o sus malos hábitos cultivados. Piensan,
sin embargo, que son bastante buenos por sí mismos, y confían en sus propios méritos en lugar de
esperar en Cristo. Habiendo oído la palabra, vinieron al banquete, pero sin haberse puesto el manto
de la justicia de Cristo. PVGM 256.1
Muchos de los que se llaman cristianos, son meros moralistas humanos. Han rechazado el don que
podía haberlos capacitado para honrar a Cristo representándolo ante el mundo. La obra del Espíritu
Santo es para ellos una obra extraña. No son hacedores de la Palabra. Los principios celestiales que
distinguen a los que son uno con Cristo de los que son uno con el mundo, ya casi no se pueden
distinguir. Los profesos seguidores de Cristo no son más un pueblo separado y peculiar. La línea de
demarcación es borrosa. El pueblo se está subordinando al mundo, a sus prácticas, a sus costumbres,
a su egoísmo. La iglesia ha vuelto al mundo en la transgresión de la ley, cuando el mundo debiera
haber vuelto a la iglesia por la obediencia al Decálogo. Diariamente, la iglesia se está convirtiendo al
mundo. PVGM 256.2
Todos éstos esperan ser salvos por la muerte de Cristo, mientras rehúsan vivir una vida de sacrificio
propio. Ensalzan las riquezas de la abundante gracia, y pretenden cubrirse con una apariencia de
justicia, esperando ocultar sus defectos de carácter; pero sus esfuerzos serán vanos en el gran día de
Dios. PVGM 256.3
La justicia de Cristo no cubrirá ningún pecado acariciado. Puede ser que un hombre sea transgresor
de la ley en su corazón; no obstante, si no comete un acto exterior de transgresión, puede ser
considerado por el mundo como un hombre de gran integridad. Pero la ley de Dios mira los secretos
del corazón. Cada acción es juzgada por los motivos que la impulsaron. Únicamente lo que está de
acuerdo con los principios de la ley de Dios soportará la prueba del juicio. PVGM 257.1
Dios es amor. El mostró ese amor en el don de Cristo. Cuando él dio “a su Hijo unigénito, para que
todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”, no le negó nada a su posesión
adquirida. Dio todo el cielo, del cual podemos obtener fuerza y eficiencia, para que no seamos
rechazados o vencidos por nuestro gran adversario. Pero el amor de Dios no lo induce a disculpar el
pecado. No lo disculpó en Satanás; no lo disculpó en Adán o en Caín; ni lo disculpará en ningún otro
de los hijos de los hombres. El no tolerará nuestros pecados ni pasará por alto nuestros defectos de
carácter. Espera que los venzamos en su nombre. PVGM 257.2
Los que rechazan el don de la justicia de Cristo están rechazando los atributos de carácter que harían
de ellos hijos e hijas de Dios. Están rechazando lo único que podría capacitarlos para ocupar un lugar
en la fiesta de bodas. PVGM 257.3
En la parábola, cuando el rey preguntó: “¿Cómo entraste aquí no teniendo vestido de boda?” el hombre
quedó mudo. Así ocurrirá en el gran día del juicio. Los hombres pueden disculpar ahora sus defectos
de carácter, pero en aquel día no tendrán excusas que presentar. PVGM 257.4
Las iglesias profesas de Cristo de esta generación disfrutan de los más altos privilegios. El Señor nos
ha sido revelado con una luz cada vez mayor. Nuestros privilegios son mucho más grandes que los
del antiguo pueblo de Dios. No sólo poseemos la gran luz confiada a Israel, sino que tenemos la
creciente evidencia de la gran salvación que nos ha sido traída por Jesucristo. Aquello que era tipo y
símbolo para los judíos es una realidad para nosotros. Ellos tenían la historia del Antiguo Testamento;
nosotros tenemos eso y también el Nuevo Testamento. Tenemos la seguridad de un Salvador que ha
venido, que ha sido crucificado, que ha resucitado y que junto al sepulcro de José proclamó: “Yo soy
la resurrección y la vida”.
En virtud del conocimiento que poseemos de Cristo y su amor, el reino de Dios es puesto en medio
de nosotros. Cristo nos es revelado en sermones y nos es cantado en himnos. El banquete espiritual
nos es presentado con rica abundancia. El vestido de bodas, provisto a un precio infinito, es ofrecido
gratuitamente a cada alma. Mediante los mensajeros de Dios nos son presentadas la justicia de Cristo,
la justificación por la fe, y las preciosas y grandísimas promesas de la Palabra de Dios, el libre acceso
al Padre por medio de Cristo, la consolación del Espíritu y la bien fundada seguridad de la vida eterna
en el reino de Dios. ¿Qué otra cosa podía hacer Dios que no haya hecho al proveer la gran cena, el
banquete celestial? PVGM 258.1
Los ángeles ministradores del cielo dicen: La obra que se nos comisionó realizar ya ha sido cumplida.
Hemos hecho retroceder el ejército de los ángeles malos. Hemos enviado claridad y luz a las almas
de los hombres, despertando el recuerdo del amor de Dios expresado en Jesús. Hemos atraído sus
miradas a la cruz de Cristo. Sus corazones fueron profundamente conmovidos por una conciencia del
pecado que crucificó al Hijo de Dios. Fueron convencidos de pecado. Comprendieron los pasos que
han de tomarse en la conversión; sintieron el poder del Evangelio; sus corazones fueron enternecidos
al considerar la dulzura del amor de Dios. Contemplaron la hermosura del carácter de Cristo. Pero
para la mayoría todo esto fue en vano. No quisieron abandonar sus propios hábitos y su carácter. No
se quitaron los vestidos terrenales a fin de ser cubiertos con el manto celestial. Sus corazones fueron
dados a la codicia. Amaron la asociación del mundo más que a su Dios. PVGM 258.2
Solemne será el día de la decisión final. En visión profética, el apóstol Juan lo describe así: “Vi un gran
trono blanco y al que estaba sentado sobre él, de delante del cual huyó la tierra y el cielo; y no fue
hallado el lugar de ellos. Y vi los muertos, grandes y pequeños, que estaban delante de Dios; y los
libros fueron abiertos: y otro libro fue abierto, el cual es de la vida: y fueron juzgados los muertos por
las cosas que estaban escritas en los libros según sus obras”. PVGM 259.1
Triste será la visión retrospectiva en aquel día cuando los hombres se hallen cara a cara con la
eternidad. La vida entera se presentará tal cual ha sido. Los placeres mundanos, las riquezas y los
honores no parecerán entonces tan importantes. Los hombres verán que únicamente la justicia que
despreciaron es de valor. Verán que han modelado su carácter bajo las seducciones engañosas de
Satanás. Las ropas que han escogido son la insignia de su alianza con el primer gran apóstata.
Entonces verán los resultados de su elección. Conocerán lo que significa violar los mandamientos de
Dios. PVGM 259.2
No habrá un tiempo de gracia futuro en el cual prepararse para la eternidad. En esta vida hemos de
vestirnos con el manto de la justicia de Cristo. Esta es nuestra única oportunidad de formar caracteres
para el hogar que Cristo ha preparado para los que obedecen sus mandamientos. PVGM 259.3
Los días de gracia que tenemos están terminando rápidamente. El fin está cerca. A nosotros se nos
hace la advertencia: “Mirad por vosotros, que vuestros corazones no sean cargados de glotonería y
embriaguez, y de los cuidados de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día”. Estad
alerta, no sea que no os halle preparados. Estad apercibidos, no sea que el banquete del Rey os
sorprenda sin vestido de bodas. PVGM 259.4