Está en la página 1de 19

CAPÍTULO IX: LA EMISIÓN DEL VOTO

MODALIDADES DE LA VOTACIÓN

EL MÉTODO UTILIZADO PARA registrar el voto en las asambleas republicanas romanas cambió

al menos en dos oportunidades. En la primera etapa y la más primitiva, la votación fue sin

duda por aclamación. Aparte del hecho de que la palabra latina para "voto" era suffragium,

que casi con toda seguridad derivaba de la misma raíz que fragor, que significa "una ruptura",

y por lo tanto "una ruptura en el sonido", "un ruido fuerte", el propio desarrollo de la práctica

romana de contar votos por grupos señala, como hemos visto, que el concepto de voto

individual no era original. Cuando los romanos se reunían en sus curiae para presenciar la

toma de posesión de su rey, sin duda recibían el nombramiento con gritos de aprobación, y es

probable que tanto las unidades de ejército centurión primitivo como las masas plebeyas de

principios del siglo V utilizaran un método similar para expresar la aprobación o aceptación de

su comandante o de los cursos de acción particulares que sus líderes sugerían,

respectivamente.

Es probable que las deficiencias de este sistema se hayan dejado sentir en primer lugar al

convertir el voto electoral en una libre elección entre candidatos rivales, aunque, por

supuesto, el ejemplo de Esparta demuestra que puede que ni siquiera entonces haya sido

totalmente inviable. Es imposible de determinar la fecha exacta de su abandono, pero se dice

que lo fue durante la primera mitad del siglo V. Si la votación se hubiera llevado a cabo por

aclamación, es difícil también imaginar que los plebeyos pudieran haber excluido

efectivamente a los patricios de sus procesos de votación, como lo hicieron en el año 471; y

por lo tanto, es probable que la introducción de una votación individual acompañara el

establecimiento de una asamblea plebeya ordenada. [N.T: Se observa imagen con la siguiente

leyenda: “Tres monedas que representan diferentes formas de receptáculo de votación. Los
vasos que se muestran a la izquierda son jarrones (urnae). El recipiente de la moneda de arriba,

que también ilustra una papeleta legislativa marcada con una "U" (para U ti Rogast), es una

cesta de mimbre. (cista)”]. Es casi seguro que los magistrados de las asambleas oficiales

centuriales y de las asambleas tribales de todo el pueblo hayan seguido rápidamente el

ejemplo que se les había dado.

La segunda etapa del procedimiento de votación en Roma fue, pues, la del voto oral, que duró

hasta el tercer cuarto del siglo II a.C. El proceso básico era simple. Los miembros individuales

de cada unidad de votación se presentaban ante un funcionario conocido como rogator

(interrogador), que era nombrado por el magistrado presidente. Al hacerlo, anunciaban su

respuesta a la pregunta formulada o, en el caso de una elección, nombraban a los candidatos

de su preferencia. A su vez, el rogator registraba los votos haciendo una marca (punctum) con

un instrumento puntiagudo en una gran tablilla encerada contra el veredicto o el nombre

correspondiente.

Las evidentes oportunidades que este voto oral ofrecía para el abuso electoral llevaron en el

siglo II a su sustitución por una forma de votación escrita. Las tres leyes de votación principales

fueron la lex Gabinia del 139, que estableció la boleta para las elecciones, la lex Cassia del 137,

que estableció la boleta para la mayoría de las decisiones judiciales, y la lex Papiria del 130,

que estableció la boleta para las votaciones legislativas. Afortunadamente, ha sido posible

construir algún tipo de cuadro del proceso de votación en los días de la votación por escrito

gracias a la ayuda de referencias literarias dispersas y de la representación de algunas

características del acto de votación de las monedas existentes del período republicano tardío,

aunque este cuadro está lejos de ser completo. La urna romana era una urna grande hecha de

mimbre o piedra (cista). Las pruebas numismáticas señalan que esta se apoyaba en un soporte

de manera que su apertura estuviera a la altura del hombro del votante medio, y que se
colocaba en una plataforma elevada que a su vez era abordada desde el suelo del recinto

electoral por una rampa de madera inclinada; posiblemente al mismo nivel que el tribunal de

magistrados, posiblemente algo más bajo. Esta rampa, conocida en Roma como la pons, era

una característica bien establecida de las asambleas de votación y se remonta a los días de la

votación oral. Se representa en las monedas como poco más que un tablón estrecho que en

anchura no cabría más que una sola persona; pero, como en el 119 Marius aprobó una ley

diseñada para hacer estos pontes más angostos, hay una razón para creer que en algún

momento pudieron haber sido considerablemente más anchos y haber acomodado a los

escrutadores que se ubicaban allí con el fin de poder visualizar la votación y, posiblemente,

intimidar a los votantes.

En el Campo de Marte (Campus Martius), donde las unidades votaban simultáneamente y

donde, como hemos señalado, había recintos electorales permanentes separados (al menos en

la República tardía), se supone que el número de urnas y de pontes que las condujeron a ellas

equivalía al número de unidades a las que se llamaba habitualmente a votar en cualquier

momento (ciertamente treinta y cinco, y posiblemente setenta). El tribunal debe haber sido de

una longitud considerable, y es posible que cada protuberancia condujera a una escalera

independiente en la parte posterior por la que los votantes salían después de registrar sus

votos. En descripciones en referencia a otras asambleas a veces se hace mención a pontes en

plural; y por lo tanto es razonable suponer que, incluso cuando las unidades votaban una a la

vez, había por lo menos dos pontes que conducían desde el recinto, y que los votantes se

formaban en dos líneas paralelas desde donde estaban ubicadas las dos urnas de votación, las

cuales estaban quizás colocadas una a cada lado del tribunal magistrado. Aquí también los

votantes habrán descendido por escaleras, aunque éstas a menudo pueden haber formado

parte de la construcción permanente: la rostra o los escalones de un templo en el que se

estableció temporalmente el tribunal.


Las boletas utilizadas en Roma eran pequeñas tablillas de madera recubiertas de cera, cuyo

tamaño variaba según las necesidades de la ocasión. En las asambleas electorales se les

proporcionaba un espacio en blanco, y los votantes anotaban los nombres, o al menos las

iniciales, de los candidatos de su preferencia. Gracias a las monedas es evidente que en las

asambleas judiciales a los votantes se les proporcionaba una tabla en la que se grababa dos

letras, por lo general en el mismo lado: L para libero (absuelvo) y D para damno (condeno).

Simplemente tenían que tachar la letra que no representaba su veredicto. El procedimiento en

las votaciones legislativas es ligeramente menos seguro. Cicerón en una de sus cartas habla de

una ocasión Publio Clodio Pulcro, se abstuvo deliberadamente de distribuir en la tribuna

militante las tablillas marcadas con la letra U, que significaba un voto afirmativo, y esto ha sido

tomado por algunos para indicar que en las asambleas legislativas los votantes eran

comúnmente provistos de dos tablillas de votación, una inscrita con la letra U (para uti rogas o

"sí"), la otra con la letra A (para antiquo o "no"), y que luego colocaban una en la urna de

votación y descartaban la otra. Sin embargo, es muy difícil de entender por qué el

procedimiento en las asambleas legislativas debería haber sido diferente del de otras

asambleas. Además, no se menciona ni se representa en ninguna parte un segundo

contenedor para los descartes, lo que habría sido necesario si no se hubiera dejado a los

votantes con la segunda tableta en su poder, con un riesgo considerable para el secreto de la

votación. Por lo tanto, es tentador suponer que aquí también se emitió una sola tableta, y que

el alcance del distrito electoral de Clodio dividido arbitrariamente residía en el hecho de haber

distribuido tabletas en las que no se había marcado la letra U.

LA DISTRIBUCIÓN DE LAS BOLETAS Y EL CONTROL DE IDENTIDAD

Dos asuntos que han recibido comparativamente poca atención en discusiones anteriores

sobre el procedimiento de votación romano son: el momento de la distribución de las boletas


y la naturaleza del control, si lo hubiera, que se hizo sobre las credenciales de los votantes.

Ambas son características esenciales en cualquier proceso normal de votación; y, aunque no

tenemos información directa sobre estos puntos, vale la pena considerar las posibilidades.

Es una suposición común que el votante romano recibía su boleta, ya sea porque estaba

montando el pons que conducía a la urna de votación o porque estaba a punto de montarlo.

Una de las bases de este supuesto es la prescripción en una ley electoral augustal de que las

boletas debían estar afuera al comienzo de los procedimientos "junto a las urnas de votación",

aunque la posición original de las boletas seguramente tiene poca relación directa con la hora,

el lugar o el método de su distribución posterior. Otra es la escena de la votación representada

en una moneda de finales del siglo II, P. Licinius Nerva. Esta moneda representa a tres

personas. Uno de ellos deposita su boleta en la urna de votación, mientras que el segundo está

parado detrás de él en el pons y extiende su mano a un tercero, que está situado por debajo

del nivel de éste y a su lado. La interpretación tradicional de la escena es que la segunda

persona en el pons es un custos (uno de los funcionarios que sustituía a los rogatores tras la

presentación de la votación por escrito) y que está entregando una boleta sin usar al siguiente

votante en el piso del recinto. Sin embargo, esto tiene tres defectos principales. En primer

lugar, los votantes no se acercaron al pie del pons por detrás, es decir, pasando a su lado; en

segundo lugar, si un hombre ya estaba votando antes de que el siguiente hubiera puesto el pie

en el pons, el tiempo necesario para todo el proceso de votación debe haber sido

excesivamente largo; y en tercer lugar, si la moneda se acuñó después de la ley de Marius, que

estrechó los pontes (y hay alguna suposición de que en realidad su intención era

conmemorarla) apenas habría espacio suficiente en el pons para el custos. La alternativa es

identificar al segundo hombre en el pons como el próximo votante y al hombre ubicado abajo

como el custodio. Esto elimina todas las dificultades que hemos mencionado y es claramente

la interpretación más atractiva. Pero, si estamos de acuerdo con la suposición adicional de que
el segundo votante es representado recibiendo del custos su boleta sin usar (lo que no es nada

seguro) debemos aceptar que la moneda representa una escena propia del voto legislativo y

judicial; pues, si bien habría sido factible que un votante borrara una sola letra de su boleta en

el poco tiempo que transcurría entre su recepción en el pons y su depósito en la urna, habría

sido completamente imposible que en el mismo breve espacio de tiempo hubiera inscrito en

ella los nombres o las iniciales de todos los candidatos en una elección por los que deseaba

votar. En algunas elecciones múltiples, como en el caso del tribunal o puesto de cuestor, cada

votante tiene hasta diez o veinte votos a su disposición, y el registro de estos votos debe haber

sido un tema prolongado.

Por lo tanto, en las asambleas electorales es casi seguro que los votantes recibían sus boletas

mucho antes de que se acercaran a la urna de votación. Lo más probable es que fueran

distribuidos por los custodes o los oficiales de la tribu, ya sea mientras estaban en el recinto

esperando su turno para votar o posiblemente mientras se presentaban en el recinto de

votación. Por lo tanto, los votantes habrían podido marcar sus boletas en el suelo del recinto,

desde donde, por cierto, podían ver la gran tablilla en la que figuraban los nombres de todos

los candidatos la cual se colocaba delante del tribunal para su comodidad. Como hemos

señalado, puede que éste no haya sido el procedimiento adoptado en las votaciones

legislativas y judiciales, pero, si la moneda en cuestión puede tener otra interpretación, hay

pocas razones para suponer que la práctica adoptada en las diversas formas de asamblea fuese

tan esencialmente diferente.

El segundo problema se refiere a la naturaleza del control, si lo hubiera, que se realizó sobre

las credenciales de los votantes. Es un hecho curioso que nuestras fuentes no proporcionan

ninguna referencia clara a la existencia de tal control en las asambleas electorales o legislativas

de Roma; sin embargo, es difícil ver cómo se podría haber prescindido de él. En la mayoría de
los momentos de la República había fuertes motivos políticos para controlar el ejercicio del

derecho de voto. En los dos primeros siglos, al órgano plebeyo le preocupaba mucho que los

patricios fueran excluidos de las votaciones del concilium plebis; a partir de la República media

se produjeron repetidos esfuerzos por parte de la nobleza para restringir por ley los derechos

de voto de los liberados; y en el siglo II y principios del primero a.C., cuando la cuestión de la

emancipación italiana era una cuestión de vida, los romanos debieron de tener alguna forma

de impedir la usurpación de los derechos de voto por parte de los inmigrantes no autorizados.

Además, es imposible que los romanos, que estaban tan celosos de su sistema de votación de

grupo y de la estructura de clase timocrática de la asamblea centurial, no hubieran tomado

algunas precauciones para asegurarse de que un ciudadano no emitiera su voto en la tribu o la

centuria equivocada ni lo emitiera más de una vez. A veces se ha señalado que el control era

totalmente informal, y que los romanos confiaban en el conocimiento que los funcionarios de

la tribu poseían respecto al grupo de miembros; como así también en su capacidad de

reconocer fácilmente a un intruso. Pero, aunque esto podría haber sido una salvaguarda

bastante efectiva en los primeros años, cuando el derecho a voto era limitado, es difícil creer

que podría haber sido en cualquier sentido un acuerdo viable después del siglo IV. El nombre

de cada votante podría haber sido cotejado con una lista censora en algún momento entre su

entrada en el recinto y la emisión de su voto. Sin embargo, esta es una suposición poco

atractiva. La gran masa y el peso de la lista, presumiblemente inscrita en cera, la habría hecho

difícil de transportar y habría sido necesario que se colocara en un punto fijo, ya sea en la

entrada del recinto o al pie del pons. Dondequiera que se colocara, el proceso de cotejar los

nombres con una lista que contenía muchas veces más nombres que los que realmente se

presentaban a votar habría sido un proceso largo que habría retrasado la sucesión de votantes

que pasaban a las urnas de votación en veinte segundos por votante como mínimo. Este

retraso habría sido intolerable, sobre todo cuando la votación de las unidades era sucesiva.
Además, esta forma de control no habría sido necesariamente eficaz particularmente, ya que,

en ausencia de la gran mayoría de los miembros de las tribus en cada ocasión, habría sido

relativamente sencillo que una persona no autorizada se presentara bajo el nombre de un

ciudadano que se sabe que está ausente y, de esta manera, emitiera su voto en varias

ocasiones en diferentes unidades. La otra alternativa más atractiva es que a todos los

ciudadanos romanos se les proporcionara algún tipo de documento de identidad en el que

figurara el nombre, la tribu y la clasificación de la propiedad; y que se les exigiera que lo

mostraran a un custodio en algún momento a lo largo de la fila. El lugar natural para hacer tal

comprobación habría sido, por supuesto, la propia urna de votación; y, a la vista de lo que ya

se ha dicho acerca de la distribución de las boletas, tal vez haya motivos para suponer que la

escena en la moneda de Licinio Nerva no representa la transferencia de una tablilla de

votación, sino un votante en el pons exhibiendo un disco de identidad al custos que se

encuentran más abajo. Desafortunadamente, no hay evidencia adicional que corrobore esta

teoría, y debe mencionarse que en las fuentes nunca se hizo referencia a la existencia de tales

fichas de identidad. Lo que se puede decir a lo sumo es que proporciona una explicación

perfecta de lo que sin duda debe haber sido una parte esencial del proceso de votación, y que

presta la debida atención a ese elemento vital del tiempo que, quizás sobre todo, influyó en el

desarrollo de la práctica del voto en Roma.

EL PRIMER ELECTOR

Se puede suponer razonablemente que la mayoría de los votantes de cualquier unidad de

votación acudieron a la votación al azar; en otras palabras, que el orden en que registraron su

voto coincidía aproximadamente con el orden en que habían entrado en el recinto electoral

por casualidad. Sin embargo, parece haber habido una excepción notable a esta regla; y vale la

pena detenerse en esta excepción y en sus implicaciones para el resultado de la votación.


En las prescripciones de las leyes que se llevan a cabo en las asambleas tribales se menciona

por su nombre no sólo a la tribu que fue la primera en ser llamada (La principium), sino

también al votante individual de esa tribu que fue el primero en registrar su voto. Es casi

seguro que la identidad de este hombre, y muy posiblemente la de los primeros votantes en

otras tribus también, estaba predeterminada. La evidencia literaria sobre este tema, aunque

escasa, es bastante concluyente. El punto más importante es un extracto del discurso de

Cicerón en defensa de Plancius, en el momento en que el orador comenta sobre la acusación

de que Plancius padre había sido el primero en emitir su voto a favor de una de las leyes de

César en el año 59 a.C.: si la esencia de la denuncia de la acusación es simplemente que

Plancius votó a favor, argumenta, entonces seguramente difícilmente puede ser culpado;

porque, siendo un publicanus, no se podía esperar que lo hiciera de otra manera. Sin embargo,

tampoco se le puede culpar por ser el primero en emitir su voto – un papel que puede

entenderse que le ha sido asignado por el sorteo o por el propio César; pues nadie puede ser

considerado responsable del resultado del sorteo, y el hecho de que haya sido seleccionado

por un hombre tan grande como César sólo puede ser en este crédito. Tal vez de esto no se

desprenda inmediatamente cuáles fueron las funciones precisas que Cicerón supuso que había

desempeñado el sorteo y César para determinar que Plancius debía ser el primero en votar; y

los que han comentado el pasaje han cometido comúnmente el error de suponer que el uso

del sorteo y la selección directa por parte del magistrado que preside se citan como métodos

alternativos para determinar la identidad no de la persona que votaría en primer lugar, sino

del principium al que necesariamente pertenecería. Sin embargo, esta opinión es totalmente

insostenible. En el primer caso, todas nuestras otras pruebas indican que la identidad del

principium fue determinada invariablemente por sorteo; y el tono general del pasaje descarta

la posibilidad de que Cicerón esté aquí admitiendo un comportamiento inconstitucional o poco

ético por parte de César. En segundo lugar, es imposible conciliar la opinión de que Cicerón se
refiere simplemente a la selección de la tribu principium con sus comentarios sobre la

evaluación personal de César respecto a la posición de Plancius, lo que implica que

desempeñó, o podría haber desempeñado, algún papel en asignarle la función de primer

votante. En mi opinión, el pasaje no es más que una interpretación. Es que César no fue

responsable en la ocasión en cuestión de la elección del principium, que como siempre se dejó

al azar; sino como las palabras de Cicerón implican más naturalmente, de que la elección de

Plancius emitiera el primer voto dentro de ella. Cicerón introdujo el sorteo y la selección

directa por parte del cónsul en el argumento no como métodos alternativos para hacer la

misma elección, sino como agentes sucesivos para hacer dos elecciones independientes, lo

que contribuyó en cierto sentido a que Plancius fuera la primera persona en emitir su voto en

la comitia. El sorteo determinó que la tribu a la que pertenecía Plancius debía ser el principium,

mientras que César eligió a Plancius para votar en ella primero. Ya que Cicerón no plantea en

este pasaje que el comportamiento de César fuera de alguna manera anormal, es razonable

asumir que la selección directa del primer votante por el magistrado presidente en las

asambleas legislativas era una práctica común, por no decir regular. Esta impresión se ve

confirmada por la única otra referencia literaria al primer votante – un pasaje del discurso de

Cicerón De Domo en el que se burla de Publio Clodio Pulcro por haber tenido que depender de

los servicios de un líder esclavo bueno para nada llamado Fidulio para actuar como primer

votante en la medida que llevó a su exilio. También es un corolario necesario del hecho de que

el primer votante fue invariablemente uno de los que emitió su voto a favor de la moción del

magistrado. No sólo el verbo "sciscere", utilizado en los textos oficiales de las leyes, significa

"emitir un voto afirmativo", sino que tanto en el Pro Plancio como en el De Domo Cicerón deja

claro tanto que la acusación de haber apoyado las medidas en cuestión estaba implícita en las

quejas de que los individuos en cuestión habían sido citados como primeros votantes.

Claramente, en este caso la identidad del primer votante no pudo haber sido determinada al
azar o por la voluntad de sus compañeros de tribu reunidos. Sólo pudo haber sido uno de los

que se comprometió a apoyar la moción y al que, por tanto, se le asignó su función con ese

mismo fin.

Por supuesto, el mero hecho de que el primero en votar en la tribu principium se cite por sí

solo en las prescripciones de las leyes no debe hacernos perder de vista la posibilidad muy real

de que se seleccionara a personas para que emitieran el primer voto en todas y cada una de

las tribus; de hecho, bien podría pensarse que, si la propia principium no tuviera una influencia

particular en la votación, el derecho del magistrado presidente a designar a un primer votante

en esa tribu por sí solo podría haber tenido muy poco significado o propósito. Cabe señalar

que si el derecho del magistrado a nombrar a un primer votante se hubiera limitado a la

principium, la selección se habría hecho presumiblemente en la propia comitia, después de

que la principium hubiera sido determinada por sorteo y de entre los que se consideraba que

estaban presentes en la votación, mientras que si hubiera tenido derecho a seleccionar a los

primeros votantes para cada tribu, la elección podría haberse hecho obviamente mucho antes

de los procedimientos de la comitia y podría haber recaído en cualquier miembro del órgano

de ciudadanos que estuviese dispuesto a prometer su apoyo y a garantizar su presencia en la

votación. No hace falta decir que esta última habría sido la solución más fácil y natural.

Además, concuerda más satisfactoriamente con el extracto de De Domo, en el que Cicerón no

sólo implica que Fidulius fue la elección de Clodio, sino que también reconoce la duda real de si

el líder de los esclavos estuvo realmente presente en la votación. Es evidente que este derecho

del magistrado presidente a designar a los primeros votantes, en particular si el derecho se

extiende a todas las unidades de votación y no sólo a la de la principium, debe haberle

proporcionado los medios para influir sustancialmente en el resultado de la votación. Como el

primer votante fue invariablemente un partidario de la moción antes de la asamblea, se

deduce que, incluso después de la introducción de la votación secreta, el sentido en el que


votó debe haberse hecho público de alguna manera. El procedimiento exacto es una cuestión

de conjeturas. En los días de la votación oral, tal vez, el rogator o su mensajero hayan hecho

un anuncio público a los miembros reunidos de la tribu, dando el nombre del primer votante e

indicando su voto favorable. Más tarde, cuando la votación se realizaba mediante boleta

escrita, se podría haber seguido el mismo procedimiento: el primer votante mostraba

voluntariamente su boleta al custos antes de depositarla en la urna de votación.

Alternativamente, la precedencia en la votación y el apoyo a la moción puede haberse

asociado tan inseparablemente en la mente del público desde los primeros tiempos en que los

anuncios formales de este tipo se consideraban innecesarios. En otras palabras, la mera

identificación de la persona que subía primero a emitir su voto puede haberse convertido en sí

misma en una indicación suficiente para los demás votantes de que había votado a favor de la

moción. En cualquier caso, no cabe duda de que el apoyo de una persona prominente y

respetada, ya sea presenciado o hecho público, a menudo ha contribuido en gran medida a

influir en los votantes indiferentes o no comprometidos, en particular de su propia tribu, y

que, por lo tanto, la posibilidad de que un magistrado lograra llevar a cabo con éxito una

medida a través de la comitia puede haber dependido en gran medida de su capacidad para

obtener el apoyo abierto y declarado de las personas que gozaban del aprecio y el respeto de

sus electores de segunda vuelta a la contienda. Como hemos visto, la evidencia del papel

desempeñado por los primeros votantes se relaciona únicamente con los votos legislativos en

las asambleas tribales. El hecho de que se observe una práctica similar en otros lugares debe

seguir siendo una cuestión de conjetura. El hecho de que los primeros votantes fueran

seleccionados en las centurias de la comitia centuriata es quizás poco probable en la medida

en que la centuriata praerogativa dio aquí una ventaja efectiva a la masa de votantes, cuyo

resultado fue declarado antes de que se produjera alguna otra votación. Pero en las asambleas

judiciales de las tribus, donde la votación parece haber sido sucesiva, la nominación de los
primeros votantes bien puede haber sido una característica regular; y, si se acepta que se

seleccionó a individuos para ser los primeros votantes de todas las tribus en las asambleas

legislativas, no hay ninguna razón lógica por la que no se debería haber seguido el mismo

procedimiento en las asambleas electorales, en las que las tribus votaban simultáneamente y

en las que no había principium. Esta práctica explicaría en cierta medida la aparente influencia

ejercida por los magistrados que presidían las elecciones que se celebraban; pero, a falta de

confirmación de la tradición, no sería prudente considerar la designación de los primeros

votantes en las elecciones tribales como algo más que una posibilidad remota.

EL ORDEN DE VOTACIÓN DE LAS UNIDADES

Algunos de los problemas relacionados con el orden en que los grupos de voto emiten su voto

ya han sido abordados. Se ha hecho referencia, por ejemplo, al papel de la centuria

praerogativa, que emitió su voto antes que el resto de la concentración en la comitia

centuriata, y al proceso de ordenación por el cual se determinó el orden de votación en la

asamblea tribal; además, se han hecho inevitablemente ciertas suposiciones básicas sobre el

orden de los procedimientos en los diferentes campos de votación. Pero, con el riesgo de

alguna repetición, será útil aquí reunir en un solo lugar la mayor parte de lo que se conoce

sobre el tema de las votaciones sucesivas y simultáneas, y en particular considerar cómo y por

qué la práctica romana se desarrolló como lo hizo.

Volviendo en primer lugar a la asamblea centurial, es indiscutible que aquí siempre hubo un

elemento de sucesión, en el sentido de que las diversas clases de propiedad votaron en

estricta rotación. Livio y Dionisio proporcionan los detalles del procedimiento en la

organización serviana original. Primero fueron llamadas las centurias de las equites, y luego

vinieron la primera, segunda, tercera, cuarta y quinta clase a su vez. Después de la reforma se

produjeron cambios menores en las centurias superiores, pero se mantuvo un orden estricto,
con la convocatoria de cada clase sucesiva precedida de un anuncio de los resultados de la

votación de la clase que justo antes había emitido sus votos. Primero fue la centuria

prerrogativa, elegida mediante sorteo – como ya se mencionó anteriormente; luego las

centurias de la primera clase, votando junto con doce de las centurias ecuestres; luego, las seis

centurias más aristocráticas de las équites conocidas como las sex suffragia, bien posicionadas

tal vez para dar ejemplo en la votación a las centurias menos fiables de las clases bajas; y

finalmente, la segunda, tercera, cuarta y quinta clase de manera alternada. En los últimos años

de la República se hicieron varios intentos radicales para asegurar el abandono del

procedimiento de llamar a las centurias por sus clases, pero hasta donde sabemos estos planes

nunca se llevaron a cabo, y la descripción detallada de Cicerón de una elección celebrada en el

año 44 a.C. establece que el orden normal de llamar a las centurias todavía se observaba al

final de la República.

Por otro lado, es igualmente indiscutible que, al menos en la primera centuria, las unidades

individuales de estas clases votaron al mismo tiempo. Esto se confirma por el simple hecho de

que en la República tardía había un edificio espacioso disponible en el Campo de Marte

(Campus Martius) en cual era conocido como el saepta Julia1 y en el que un gran número de

centurias podían ubicarse por separado y emitir sus votos de forma simultánea. De la misma

forma lo señala el texto de la carta municipal de Málaga, que, al igual que otras cartas

coloniales de la época, se inspiraba en gran medida en el procedimiento constitucional

romano. En este caso se prevé explícitamente la votación simultánea en compartimentos

separados. La Carta reza: “permítase al magistrado que preside llamar a votar a los ciudadanos

por curiae”. “Permítasele a todas las curiae a votar al mismo tiempo y que todas emitan su

voto por boleta escrita en los diversos compartimentos”. Sin embargo, el hecho de que este

1
La saepta Julia fue in edificio de la antigua Roma, situado en el Campo de Marte, y que servía de lugar de votación durante la
República Romana. El edificio fue planificado por Julio César pero quien lo construyó fue Marco Vipsanio Agripa en el 26 a.C. En
época de Augusto, Calígula y Claudio parece ser que se usó para luchas de gladiadores y posteriormente como mercado. Asimismo
fue una de las sedes de los Juegos Seculares.
sistema de votación fuera original, como insistía Mommsen, es muy poco probable. De hecho,

hay dos argumentos convincentes para la teoría de que en un momento dado la votación fue

sucesiva en ambas asambleas, tanto de los centuriones como de las tribus. Como hemos visto,

uno de ellos es que la forma original de registrar la votación era por aclamación. Es lógico que

en esta etapa se haya respetado el principio de sucesión; y es poco probable que la sucesión

haya dado paso a la simultaneidad desde el momento en que las unidades de votación

comenzaron a sonar por el voto individual oral en lugar de en masa. El otro argumento es que

en la totalidad de la República los romanos respetaron la práctica de poner fin a los

procedimientos tan pronto como un número de candidatos igual al número de puestos a cubrir

haya obtenido una mayoría absoluta de votos posibles, en el próximo capítulo lo discutiremos

más a fondo. Este extraño apego a la precedencia para alcanzar la mayoría absoluta en lugar

del principio más equitativo de la mayoría relativa debe haber tenido sus raíces en una

tradición ya arraigada; y la práctica puede explicarse de manera más natural como un

dispositivo de ahorro de tiempo que data de un período en el que las 193 centurias votaron en

sucesión. Es difícil de determinar la fecha real del cambio a la votación simultánea en

asambleas centuriales. Ciertamente habrá sido después de la introducción de una verdadera

libertad de elección entre los candidatos en las elecciones, pero, en vista del hecho de que los

votos de hasta 193 centurias tenían que ser emitidos y contados en teoría, es poco probable

que el voto sucesivo sobreviviera durante mucho tiempo a la muy apreciable extensión del

derecho de voto que tuvo lugar a finales del siglo IV y principios del III. Tal vez hay que creer a

Livio cuando menciona que las centurias fueron convocadas una por una en una elección

celebrada en el año 298 a.C., pero, de ser así, el cambio no puede haber llegado mucho más

tarde. Es notable que el mismo autor se refiera en su relato del año 211 a un recinto privado

(secretum ovile) en el que dos centurias de la misma tribu celebraban debates. Esto tiende a

confirmar lo que cabría esperar de que a finales del siglo III el Campo de Marte estuviera
dividido en compartimentos de algún tipo, que eran suficientes para albergar tantas centurias

como fueran a votar en un momento dado. Muy posiblemente este número era treinta y cinco,

en cuyo caso las setenta unidades de la primera clase – la única clase cuyo complemento

superaba los treinta y cinco – habrán votado en dos series.

La votación de las unidades en la asamblea tribal fue sin duda sucesiva en toda la República en

todos los casos en que la votación fuera legislativa o judicial. Fraccaro estableció esto

firmemente en el año 1915 y fue él quien elaboró una larga lista de pasajes relativos a todo el

período comprendido entre el siglo IV y los primeros siglos, en los que las fuentes se refieren

de manera bastante explícita a las votaciones sucesivas. Dos de los más reveladores son la

descripción de un juicio en el año 329 a.C realizada por Valerio Máximo en la que describe que

un exabrupto desacertado del fiscal influyó en la votación a mitad de curso "después de que

catorce tribus ya habían emitido sus votos"; y otro de Asconio en la que se hace alusión a la

convocatoria sucesiva de las tribus durante la votación sobre el plebiscito gabiniano en el año

67 a.C. La lex Quinctia del 9 a.C demuestra que éste seguía siendo el procedimiento habitual y

esto puede constatarse en el texto de esta legislación tribal por la cual se indica que la

votación se realizó en el Forum, el cual se cree que era en un espacio disponible pero limitado

donde hubiera sido imposible construir treinta y cinco pontes separados; y que la práctica para

designar un principium se acató y así se determinó el orden en el que las tribus debían ser

convocadas a votación. Sin embargo, en las elecciones tribales de la República tardía la

votación de las unidades fue simultánea; es decir, tanto las de los magistrados subalternos de

la comitia tributa como las de los funcionarios plebeyos del concilium plebis. Así lo establecen

las detalladas descripciones de las elecciones edilicias del primer siglo que proporcionan

Cicerón y Varro, y también el conocimiento de que las elecciones se celebraron en el Campo de

Marte, donde – según Cicerón – se podía haber hecho uso de los recintos de madera y de los

instrumentos colocados allí para el uso por parte de las centurias pertenecientes a la comitia
centuriata. Desafortunadamente, no se dispone de detalles firmes sobre el procedimiento

electoral en las asambleas tribales antes del primer siglo. Si descontamos la última asamblea

de Tiberio Graco, que ahora se considera comúnmente de carácter legislativo más que

electivo, la primera elección de la que tenemos detalles es la de Cayo Graco en el 122; y este

Plutarco en una cuenta un tanto confusa se sitúa en el Campo de Marte. La fecha de la

adopción de la votación simultánea es, por tanto, una cuestión especulativa. Desde el punto de

vista de Fraccaro, el cambio estaba relacionado con la introducción de la votación escrita a

mediados del siglo II, pero la polémica que subyace a esta opinión – que la introducción de la

votación por escrito ha conducido a una prolongación considerable de los procedimientos –

puede ser objeto de discusión. Incluso se podría argumentar que el uso de la boleta en

realidad aceleraba el proceso de votación en elecciones múltiples, en particular de las que

estaban en la orden del día en las asambleas tribales. Cuando la votación era oral, cada

votante debía haber pasado un tiempo considerable enumerándole oralmente los candidatos

de su elección al rogator. Pero, con la aparición de la boleta, el ritmo en el que los votantes

pasaban por encima de los pontes debe haberse acelerado considerablemente, si es que los

votantes podían rellenar sus boletas a su antojo mientras esperaban su turno en el recinto de

votación, como señalamos anteriormente. Ciertamente, después de la introducción de la

boleta, el recuento de los votos habrá sido un proceso lento ya que los contadores se habrán

enfrentado a la tarea de compilar las listas de votos de cada candidato que, en el sistema oral,

el rogator tenía ante sí en el momento en que cesaba la votación. Sin embargo, esto habría

dado lugar a un serio alargamiento de los procedimientos sólo si se hubiera considerado

necesario completar el recuento de los votos emitidos por una tribu antes de que la siguiente

tribu fuera llamada a votar. A fin de simplificar el proceso de recuento de votos, una medida

razonable hubiera sido que se continuara con el recuento mientras otras tribus votaban. Así el

tiempo extra que esta tarea implicaba hubiera sido mucho menor.
Hubo una serie de factores que hicieron que el cambio a la votación simultánea fuera más

urgente en las elecciones que en las votaciones legislativas y judiciales, no obstante la

introducción de la votación no fue una de ellas. En primer lugar, hay razones para creer que la

comitia electoral tuvo mejor participación. Los votantes rurales que no podían asistir a Roma

para cada elección legislativa habrían sido encuestados y animados a asistir a ellas. Las

multitudes pueden haber sido demasiado grandes para que el Forum las acomodara y, por

supuesto, el tiempo necesario para que cada tribu emitiera su voto debe haber sido

considerable. En segundo lugar, como acabamos de señalar, el registro real de la votación

individual habría llevado mucho más tiempo en una elección realizada por votación oral que en

una votación oral sobre legislación, en la que el votante debía responder al rogator con un

simple "sí" o "no". Y en tercer lugar, es cierto que una votación electoral habría exigido

normalmente la reunión de un mayor número de tribus que en las votaciones legislativas o

judiciales; pues, mientras que las primeras dieciocho tribus convocadas pueden haber sido

suficientes para aprobar una ley poco polémica o pronunciar un veredicto claro, en la mayoría

de los casos no habrían sido suficientes para proporcionar el número requerido de candidatos

con el mínimo de dieciocho votos que cada una de ellas necesitaba para asegurar la elección.

Es muy probable que estos factores se hicieran sentir en las asambleas tribales mucho antes

de la segunda mitad del siglo II, cuando se introdujo el voto escrito; y de hecho, una vez que la

asamblea centurial se había dotado del equipo necesario para llevar a cabo un voto simultáneo

de sus unidades individuales, es poco probable que las asambleas tribales se demoraran

mucho en aprovechar las instalaciones que se encontraban a mano en el Campus. Se ha

señalado que el uso del Campus por parte de las asambleas tribales debe haber datado al

menos del año 312 a.C., basándose en el comentario de Livio de que en ese año el censor,

Appius Claudius, "corrompió el Foro y el Campus" al cambiar la composición de las tribus

romanas. Sin embargo, estas palabras podrían ser fácilmente empleadas aquí en un contexto
anacrónico más allá de que sean significativas dado que confirman la propia relación que Livio

hace acerca del Forum y del Campus con las funciones legislativas y electorales de las

asambleas tribales respectivamente. Como el propio Livio señala, si en el 298 las centurias

todavía estaban votando de forma progresiva, la fecha más probable para un cambio a la

votación simultánea tanto en las asambleas centurianas como en las asambleas electorales de

las tribus sería en algún momento del siglo III. De hecho, es posible que hubiera alguna

conexión entre el cambio de procedimiento en una o ambas formas de asamblea y la famosa

reforma de la organización centurial que se llevó a cabo en la última parte de ese mismo siglo.

Esta reforma dio lugar a la identificación de las centurias al menos de las clases altas con

secciones de tribus y, como consecuencia de ello, debe haber sido necesaria la provisión de

recintos y plataformas de votación, ya sean plegables o fijas, iguales en número al total de las

tribus romanas. Asimismo es muy posible que esta reforma haya supuesto el uso del Campus y

de sus equipos por parte de las propias asambleas tribales que de seguro lo habrá propiciado.

También podría gustarte