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Editorial CEPA Fondo Editorial de la Fundación CEPA

Editorial
Nueva Colección Sustentable
Fundación CEPA

Editorial
“Vientos Verdes”
CEPA es una organización no gubernamental En este libro se conjugan una serie de notas breves, apa- Rubén Pesci- 2006
creada en 1974 para abordar -con la visión in- recidas previamente como artículos de opinión del Sitio Colección de Ensayos
tegradora del enfoque ambiental- proyectos y Ambiente Digital, y luego compiladas en forma de libro
acciones destinados al mejoramiento de la ca- “La Ciudad in-urbana”
de bolsillo.
lidad de vida y el desarrollo de las condiciones Rubén Pesci- 1985
del hombre, en el marco de su necesaria articu-

IDA la
lación con la naturaleza, su genuina identidad A partir de estos textos leves, cortos, sugestivos y de “La Ciudad de la Urbanidad”

BIL bre
D
cultural y el ejercicio auténtico de sus libertades. rápida lectura, escritos desde diferentes partes del mundo, Rubén Pesci- 1999

TA so
el autor muestra su opinión e intenta hacer reflexionar a

EN as
“La vida como proyecto”
Después de 30 años de su creación, hoy acredita un público interesado, sobre 20 cuestiones relevantes de

ST ide
DEL TITANIC AL VELERO
un cuerpo profesional de unos 25 técnicos per- nuestra sociedad actual.

SU einte
Rubén Pesci 2000
manentes y asesores de amplia trayectoria.
La sustentabilidad Hoy

V
Ha realizado cerca de 100 proyectos relevantes
en casi 10 países de América Latina y Europa.
Como bien lo refleja Sergio Los en el prólogo del libro Fundación CEPA-2005
estos textos no describen cosas, sino que invitan a hacer
Ha recibido premios y distinciones internaciona- cosas juntos; “los problemas a los que se refieren los Colección Proyectos
les. Y lleva a delante, en autogestión individual Vientos Verdes se pueden resolver sólo compartiéndolos,

Editorial CEPA
“Parque Costero del Sur”

01
o compartida, proyectos y procesos distinguidos y para compartirlos es necesario reconstruir la ciudad. Fundación CEPA -1992 (agotado)
como La Plata Patrimonio, Camino del Gaucho, Pero esta reconstrucción no presupone necesariamente
Valle Verde, CICMAR, FLACAM, Revista Ambien-
la edificación de nuevas construcciones sino que se re- “Proyectación Ambiental”
te digital, etc.
fiere esencialmente a la transformación de consumido- FLACAM -1995
res en ciudadanos, una transformación que pasa a través “De la Prepotencia a la Levedad”
de la activación de instituciones hoy subordinadas, sobre FLACAM, Paradigma y Pedagogía
todo la amistad y la urbanidad”. para la sustentabilidad.
Ruben Pesci, Jorge Pérez, Lucia Pesci-2002

COLECCIÓN SUSTENTABLE
Vientos Verdes / Rubén Pesci 01
Así, la metáfora de Vientos Verdes evoca al idea del
“Formación y Proyecto”
autor plasmada en el libro, optimismo y energías nuevas Otras vías para el Tercer Sector
para generar cosas positivas. Fundación Gas Natural- FLACAM- 2004

“Revista A/mbiente”
(Edición impresa desde Nº 1 a 86)
Desde 1979 hasta 2001

“Revista A/mbiente Digital”


Ética y Estética hacia la sustentabilidad
(desde 87 a 96) - Desde 2002- continúa

Rubén Pesci www.revista-ambiente.com.ar


Pág. 1
Pesci, Rubén Omar
Vientos Verdes: veinte ideas sobre la sustentabilidad - 1a ed. - Buenos Aires:
Nobuko, 2006.
v. 1, 166 p.; 21x15 cm.

ISBN 987-584-047-5

1. Urbanismo. I. Título
CDD 711

Diseño General: Martin Barzola


Colaboradora en diseño: María Pesci
Diseño de Tapa: Martin Barzola

Hecho el depósito que marca la ley 11.723


Impreso en Argentina / Printed in Argentina

La reproducción parcial o total de este libro, en cualquier forma que sea, identica o modificada, no
autorizada por los autores, viola derechos reservados; cualquier utilización debe ser previamente
solicitada.

© 2006 nobuko

ISBN 10: 987-584-047-5


ISBN 13: 978-987-584-047-8

Abril de 2006

Este libro fue impreso bajo demanda, mediante tecnología digital Xerox en bibliográfika de
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FADU - Ciudad Universitaria


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Pág. 2
Veinte ideas sobre la SUSTENTABILIDAD

Rubén Pesci

Pág. 3
PRIMERA PARTE Pag. 7

PRÓLOGO (Sergio Los) Pag. 10

SEGUNDA PARTE Pag. 21

1 Sustentabilidad y territorio Pag. 25


La forma más cínica de la exclusión
2 Sustentabilidad y patrimonio Pag. 33
Una nueva dimensión de la conservación
3 Sustentabilidad y desarrollo urbano Pag. 39
¿Ciudad concentrada o ciudad dispersa?
4 Sustentabilidad y consumo Pag. 49
La vida lenta
Índice

5 Sustentabilidad y vivienda social Pag. 55


«¿Cómo hacer viviendas sin destruir
el medio ambiente ni la sociedad?»
6 Sustentabilidad y economía Pag. 63
De la exclusión a la inclusión económica
7 Sustentabilidad y empleo Pag. 69
«La crueldad laboral»
8 Sustentabilidad y turismo Pag. 73
¿El «final» del turismo o «todo» es turismo?
9 Sustentabilidad y sociedad Pag. 79
La sociedad de la confianza
10 Sustentabilidad y proyecto Pag. 83
La vida sin proyecto: ¿Causa o efecto de
la exclusión?
11 Sustentabilidad y cultura digital Pag. 87
Lo concreto y lo virtual

Pág. 4
12 Sustentabilidad y gobernabilidad Pag. 93
Vientos contínuos, vientos de concordancia
13 Sustentabilidad y planificación Pag. 97
¿Corregir los efectos o modificar las causas?
14 Sustentabilidad y mercado Pag. 103
¿Satisfación del cliente o educación
del soberano?
15 Sustentabilidad y cultura Pag. 109
Hacia un nuevo humanismo

Índice
16 Sustentabilidad en todos los mundos Pag. 113
«Contraste de dos mundos»
17 Sustentabilidad y globalización Pag. 117
«La latinoamericanización de la ciudad»
18 Sustentabilidad y belleza Pag. 123
«Ética sí, estética también»
19 Sustentabilidad y arquitectura Pag. 127
¿Vamos hacia una globalización estética?
20 Sustentabilidad e insustentabilidad Pag. 131
«Katrina y Wilma, dos damas huracanadas»
Viento Especial Pag. 137
Los vientos de Giancarlo, Vientos
de honestidad intelectual

TERCERA PARTE Pag. 143

CLAVES PARA LA LECTURA Pag. 145

Pág. 5
Pág. 6
Primera parte

Pág. 7
Pág. 8
Dueño de nada, dueño de nadie

ni siquiera dueño de mis certezas,

soy mi cara en el viento,

a contraviento, y soy el viento que

me golpea la cara.

Eduardo Galeano
«El libro de los abrazos» 1989

Pág. 9
Sergio Los
Docente de Composición Arquitectónica, Instituto
Universitario de Arquitectura. Venecia.
Maestro impulsor de la Proyectación Ambiental.

Prólogo
El viento posee una carga simbólica que evoca el espíritu,
las esencias activas, la orientación. Los “Vientos Verdes” son
por lo tanto los espíritus, los sentimientos, las orientaciones
verdes. En conformidad con la naturaleza primitiva del viento,
vivifica el espíritu, estimula, excita e inspira.
Es esto lo que he captado del bello título que
Rubén ha dado a su libro. Estos textos no describen co-
sas, sino que invitan a hacer cosas, y a hacerlas juntos.
Borges escribe “yo diría que la amistad es la pasión de
nosotros los argentinos. Existen muchas amistades en la
literatura, que está entretejida de amistades” (1). “Vien-
tos Verdes” se dirige a amigos y produce amigos. Son
argumentos urbanos los que trata y, precisamente, pre-
suponen participación, sentido de pertenencia. Los “Vien-
tos Verdes” expresan el deseo de ciudad, de ser conciu-
dadanos. La destrucción del ambiente y la pérdida de los
recursos no habrían sido posibles sin la destrucción que
preliminarmente se ha hecho de las ciudades, y ésta su-
cedió por la transformación de conciudadanos en consu-
midores individuales.

Pág. 10
La ciudad no ha sido quitada a los hombres
incendiándola, sino modificando su sentido de soporte
de la comunicación y de la amistad a lugar de servicios y
de sus usuarios.
Si hubiese sido incendiada todos habrían compren-
dido su pérdida y la habrían reconstruido, en tanto noso-
tros no sabemos que hemos perdido la ciudad. En la ac-
tualidad no vivimos más la ciudad sino que residimos
solitarios, en la vecindad de distintos servicios y lugares
de trabajo. Las utopías urbanas que conocemos son má-
quinas para facilitar el acceso a los servicios con
fantasiosas redes de tráfico. Se advierte en esos diseños
un cierto fastidio por la ciudad de los ciudadanos y los
amigos, los modernos no desean la ciudad y siempre
hay algún “padre eterno” que se los confirma, conven-
ciéndolos que finalmente hoy vivimos en una época post-
urbana. ¡Podemos estar tranquilos entonces, simplemente
es el espíritu del tiempo el que ha cambiado!
Nuestro problema no es: tornar la ciudad más fun-
cional; la ciudad no es el enfermo que hay que curar, la
ciudad es la medicina para curar a sus habitantes. Hemos
sido formados por la ciudad que habitamos, por sus insti-
tuciones, por la red de su arquitectura civil. No somos
nosotros quienes hablamos de la ciudad, es la ciudad quien
nos “habla”. Nosotros somos su lengua y sus relatos.
No podemos vivir sin ciudad como no podemos
vivir sin lenguaje, ella es la custodia de nuestra concien-
cia, de nuestra humanidad. Además la ciudad condicio-
na nuestra libertad. Renunciando a la ciudad hemos re-
nunciado también a la libertad que ella nos ofrecía. Para

Pág. 11
responder a la pregunta si somos libres de renunciar a la
libertad, debemos enfrentar antes dos cuestiones: la pri-
mera se refiere a la libertad en su condición de Estado y
no, por el contrario, como liberación, como proceso; la
segunda se refiere al preconcepto que los otros, si exis-
ten representan el problema para mi libertad individual.

Si adoptara la tesis que son los otros quienes ayudan a


mi liberación (que pueden ayudar a mi liberación) vería
otra dimensión de la libertad. Por ejemplo, ¿podría ser
libre sin comunicar? ¿Podría comunicarme sólo con mí mis-
mo? ¿O comunicar sin ser comprendido? ¿O liberarme sin
ser comprendido? Si asumo que me libero sólo comuni-
cando, y miro a la libertad como libertad de comunicar,
comprendo que no debería ser libre de renunciar a esta
libertad; porque si todos lo harían mi libertad estaría ter-
minada. Si no puedo ser libre sin comunicar, sin poder
expresar mis sentimientos, la adquisición de un lenguaje
ayuda compartiendo el léxico y las reglas, a mi liberación.

Ella no puede ser instantánea como si se abrieran las


puertas de mi prisión; será una liberación continua ayu-
dada por mi capacidad de comunicar.
La ciudad es el lugar de la comunicación afectiva,
ello ofrece a sus ciudadanos una educación sentimental.
El sentido del “cives”, diferente de aquel del “polites”
que era así por su pertenencia a la “polis”, es constructor
de ciudad. Es la relación entre los ciudadanos la que
produce la civitas. Cives no significa ciudadano como
habitante de ciudad, diferente de campesino como habi-

Pág. 12
tante del campo, sino que tiene un sentido de reciproci-
dad como amigo; la traducción correcta de cives es con-
ciudadano. Si le digo a alguien, él es mi conciudadano,
presupongo que lo voy a tratar como a un amigo. Era esta
recíproca amistad la que formaba la “civitas”, la ciudad.
Si queremos salvar el ambiente, tenemos que recons-
truir la ciudad de amigos, de conciudadanos.
La cultura latina, como dice justamente Borges,
tiene aún este gran patrimonio de sentimientos, que no
podemos perder colonizando sus ciudades.
Creo que ante la libertad de la soledad, que aletea en
las discusiones sobre ella, es preferible la libertad del
compartir. No creo que podamos ser libres por sí mis-
mos. Lo somos volviéndonos recíprocamente libres,
liberándonos juntos. La respuesta a esta exigencia de
liberarnos conjuntamente es precisamente la ciudad.
Los problemas ambientales a los que se refieren
los “Vientos Verdes” se pueden resolver sólo compartién-
dolos, y para compartirlos es necesario reconstruir la ciu-
dad. Pero esta reconstrucción no presupone necesaria-
mente la edificación de nuevas construcciones, sino que
se refiere esencialmente a la transformación de consu-
midores en ciudadanos, una transformación que pasa a
través de la activación de instituciones hoy subordina-
das, sobre todo la amistad y la urbanidad.
La cultura que caracteriza a las ciudades de
América Latina posee todavía aquel sentimiento de amis-
tad, como dice precisamente Borges, que distingue a los
ciudadanos. Ella constituye un patrimonio para la huma-
nidad que debe ser preservado y lo peor que podría pasar

Pág. 13
sería colonizarlas, siguiendo el modelo de desarrollo más
difundido del Occidente industrializado. Esa cultura que no
tiene nada de anticuada y que por el contrario podría resul-
tar un ejemplo del modo apropiado para transformar a los
consumidores en ciudadanos. Las ciudades latinas presen-
tan una actitud hacia las comunicaciones afectivas que las
vuelve más predispuestas a realizar esta transición.
La ciudad cultiva las relaciones, pero las nuestras
son dominantemente relaciones monetarias que deberían
garantizar la equidad de los intercambios entre extraños.
Transformadas en las instituciones dominantes de las ciu-
dades, este tipo de relaciones que aseguran una medida
matemáticamente exacta de los intercambios, parten de
la consideración de que somos extraños entre nosotros,
más aún, que produce extraños. De este modo nuestras
cotidianas y aparentemente inocuas relaciones moneta-
rias trabajan para consolidar nuestra recíproca condición
de extraños, y erradicar de ese modo aquel sentido de
urbanidad que nos volvía conciudadanos.
Nuestro actual sistema trabaja mediante circu-
laridades retroactivas positivas, forma de funcionamiento
que distingue el desarrollo de la sociedad del bienestar.
En ellas debemos aumentar los consumos porque ellos
incrementan la producción de bienes, que a su vez aumen-
tan los empleos y por lo tanto la cantidad de ocupados.
Ésta provoca nuevos consumidores que posteriormente
aumentan el acceso al consumo y así sucesivamente. Como
el consumo comprende los bienes que sostienen nuestra
vida, todo esto puede aparecer prometedor. Pero no esta-
mos viendo que, para que esta circularidad pueda trabajar

Pág. 14
eficazmente, es necesario un consumo individual, una po-
blación desestructurada de consumidores que no compar-
tan los bienes de consumo adquiridos. La retórica econó-
mica actual promete felicidades individuales, una felici-
dad solitaria, no felicidades compartidas. Estamos siem-
pre atropellados individualmente por la publicidad, que
vende beneficios estrictamente individuales.

Las circularidades positivas, que distinguen los procesos


virtuosos de crecimiento, no pueden operar indefinidamente
sin alternancias con circularidades negativas, de estabili-
zación: una cuestión que está más allá de nuestra capaci-
dad de comprensión. Una circularidad positiva llevaría un
termostato al aumento de la intensidad del quemador al
crecer la temperatura de la habitación. En un determinado
momento esta circularidad haría saltar toda la instalación.
Este descubrimiento no es considerado porque interrumpi-
ría el sueño infantil de un proceso científico tecnológico
eterno, y con ello también el funcionamiento de la máqui-
na de mercado. En efecto, el progreso hace sustituir pro-
ductos que funcionan bien, introduciendo nuevos produc-
tos que deberían funcionar mejor. Hasta la sostenibilidad
debería colindar con el desarrollo, formando así esa con-
tradicción que es el desarrollo sostenible, que sería como
hablar del hielo hirviendo.

Querría colocar dos cuestiones:


La primera se refiere a la conciencia de que hoy
no tenemos recursos suficientes para alimentar esta
circularidad positiva para todo el Planeta en los próxi-

Pág. 15
mos años, y que debemos hacer algo para modificar este
sistema: los “vientos verdes” soplan en esta dirección.
La segunda se refiere a la lógica de este sistema
de mercado, que caracteriza los productos muebles, pero
no está en condiciones de producir y gestionar correcta-
mente los productos inmuebles, las ciudades, los edifi-
cios, los territorios agrícolas, etc. (2)
Un economista inglés muy inteligente, F. Hirsch,
ha introducido el concepto de “economía posicional” para
distinguir dos ámbitos económicos que presentan com-
portamientos tan diferentes (3). He caracterizado estos
dos ámbitos distinguiendo los productos muebles de aque-
llos inmuebles (que Hirsch define bienes posicionales).
Es evidente que en los productos muebles, aumentando
el número de consumidores de un producto particular,
por ejemplo el automóvil, mejoran las economías de
escala y disminuye el costo de producción, y por lo tanto
el precio de venta que, al mismo tiempo, puede incre-
mentar como consecuencia el conjunto de los consumi-
dores. Este mecanismo característico del mercado no
puede operar con los productos inmuebles. En estos su-
cede lo contrario de aquello que sucede con los produc-
tos muebles, en aumento de los consumidores, por ejem-
plo las casas suburbanas, empeora la economía de esca-
la, reduce la calidad del producto por la congestión y
aumenta el costo de producción y por lo tanto el precio
de venta. Esta es la razón por la cual el sistema mercado
no logra construir ciudad, aún siendo estas la exigencia
más apremiante de nuestro tiempo. Aumenta por lo tan-
to continuamente el número de personas que querrían

Pág. 16
volverse ciudadanos pero que se encuentran siendo en
cambio consumidores de servicios urbanos.
Mientras en el comportamiento de los consumi-
dores de automóviles, la independencia de sus recíprocas
interacciones no produce consecuencias negativas, en aque-
lla de los consumidores de casas suburbanas, una coordi-
nación que tuviese en cuenta sus mutuas interacciones
sería en cambio muy positiva. Mientras mi adquisición
del automóvil no modifica las condiciones de adquisición
del mismo producto por parte de otros, la compra de mi
casa las altera y requiere procedimientos de negociación
poco congruentes con la lógica de mercado.

Los procedimientos cooperativos y de negociación, ca-


racterizan al comportamiento de los ciudadanos que en-
cuentran en la ciudad el ambiente más apto. Los produc-
tos inmuebles requieren por lo tanto una población
estructurada que opere mediante procedimientos coordi-
nados, aquellos muebles por lo contrario se han desarro-
llado incentivando poblaciones desestructuradas de pro-
ductores y consumidores competitivos cuyas elecciones
individuales ignoran las de los otros.
Las ciudades se han transformado en lugares
separados de esta competencia, pero para volver a pro-
mover las relaciones comunicativas entre los hombres,
se deberían activar procesos solidarios de cooperación y
negociación que están fuera del mercado. Nuestra for-
mación racional elude todas aquellas relaciones que
hacen vivir la ciudad y que no son monetarias: las ayu-
das recíprocas, el voluntariado, muchas intervenciones gra-

Pág. 17
tuitas, los gestos y los comportamientos de personas que no
se refieren a las cuantificaciones monetarias de las
interacciones económicas. Si no existieran todas estas acti-
vidades cotidianas, la ciudad se pararía, pero no las vemos
porque nuestros códigos tematizan selectivamente sólo aque-
llo que tiene un status disciplinar. Cuando nos damos cuen-
ta que alguien tiene necesidad de ayuda en las ciudades y
nadie lo recibe, nos maravillamos, pero lo que sucede es
que esa ayuda no entra en la disciplina económica. Creo
que debemos apuntar mucho más a la solidaridad, volvién-
dola una cultura común, a punto tal que quien no la ejercite,
advierta su propia condición individual de extraño.

Pienso que tenemos que valorizar y sistematizar este tipo


de trabajo extramonetario, como constructores de ciuda-
danos, en cambio de aquel trabajo burocrático de pro-
ductores de extraños, que caracteriza el aparato econó-
mico al cual nos hemos confiados como ilusos.

Muchas investigaciones recientes demuestran como, para


resolver tantos conflictos que afligen nuestra vida en co-
mún, la cooperación es mejor que la competición (4).
Sin embargo vivimos en una sociedad dominada por la
vieja ideología económica que valoriza al competidor
individual. Existe solamente un caso en el cual la estra-
tegia competitiva puede ser más ventajosa que aquella
cooperativa, cuando el juego prevé una sola jugada. Las
actuales ciudades de desconocidos que presuponen rela-
ciones entre extraños nos colocan en la situación de efec-
tuar un movimiento y después subir. Nuestro mito es el

Pág. 18
movimiento incesante y la mutación cotidiana, como si
viviéramos siempre el instante de huida.
Esta condición paradojal, que ha inflado
mostruosamente nuestras ciudades reduciendo las rela-
ciones cívicas, representa la condición vencedora al ser-
vicio de la estrategia de juego competitivo.

El futuro sustentable requiere la duración, el juego repe-


tido, la responsabilidad del día siguiente. En esta situa-
ción solamente las estrategias cooperativas permiten jugar
con resultados positivos. Nuestro presente nos pide un
comportamiento paradojal, nos pide ciudades en un mun-
do que nunca fue tan metropolitano, nos pide cambiar
para dejar de cambiar todo todos los días, nos pide amar
al otro en un mundo buenazo en el cual debemos sufrir el
amor desde la obligación, nos pide un erotismo poético
en un mundo inundado de pornografía transgresiva.

Es difícil pero apasionante responder a estas cuestiones,


me parece que Rubén Pesci haciendo aletear sus “Vientos
Verdes” nos invita con gentileza latina a hacerlo.

(1) Borges, J. L. Nove Saggi Danteschi, ADELPHI,


Milano 2001; pp.120.
(2) Los, S., Una gramatica tipologica per l‘architettura
sostenible, in “L‘architettura naturale” 2/1998, p. 28.
(3) Hirsch, F., I Limiti Sociali Allo Sviluppo, Bompiani,
Milano 1981; pp 37-62.
(4) Axelroad, R., The complexity of cooperation, Agent-
Based Models of Competition and Collaboration,
Princeton University Press, Princeton NJ 1997.

Pág. 19
Pág. 20
Segunda parte

Pág. 21
Pág. 22
«Vamos Chamar o Vento
Vamos Chamar o Vento»

«Vento que dá na vela


Vela que leva o barco
Barco que leva gente
Gente que leva o peixe ...

Dorival Caymmi
Canción «O Vento»

Pág. 23
Pág. 24
01
1 de agosto de 2004

Sustentabilidad y territorio

La forma más cínica


de la exclusión
“El territorio es un vehículo extraordinario de inclu-
sión social y ecológica, y también puede llegar a
ser ( y ya lo está siendo) el escenario activo, el me-
dio para procrear la exclusión más terrible”

Pág. 25
Y los vientos siguen soplando...
Una grave falacia de la prédica ambientalista clásica
es la ignorancia de la depredación del suelo.

Luchas, reclamos y hasta logros se han producido por


el accionar de ecologistas, ONG´s y organizaciones in-
ternacionales de cooperación, y en ellos la agotabilidad
de los recursos no renovables ha sido siempre la bande-
ra más desplegada.

Luego sobrevino la etapa de rescate de la


biodiversidad, y desde Río 92 se cuenta con fondos mun-
diales y programas vigorosos para actuar en dicha cau-
sa. Agua, aire, fauna, flora y gea están en la prédica de
salvaguarda de miles de manuales de educación ambien-
tal y miles de leyes locales, nacionales e internaciona-
les. Y su forma ecosistémica más avanzada, la diversidad
biológica (como interpretación para una tutela integrada)
está en boca de casi todos.

Pero existe un gran ausente a este banquete: el suelo como


territorio, como soporte antrópico, como paisaje que nos cobi-
ja. Justamente el recurso más agotable, menos renovable. Y
por ello sus formas de contaminación son más complejas.

El suelo como soporte de instalaciones humanas, ciu-


dades, suburbios, fraccionamiento rural, producción
agropecuaria, forestal. El suelo como asentamientos hu-
manos; en definitiva, como hábitat.

La cuestión de fondo –la causa– es que el uso humano


del suelo lo convierte en sujeto económico de alto valor.

Pág. 26
En general, vale siempre menos un metro de suelo que
lo que se coloca encima, pero si ello está adherido –una
casa, una ciudad– ese suelo tiene un valor agregado in-
menso, a veces casi ilimitado.

Desde Roma y la invención del derecho de propiedad


–íntimamente ligado a la posesión del suelo– el territo-
rio dejó de ser un soporte libre para recursos libres, como
el agua y el aire, la fauna o la flora, y pasó a ser el domi-
nio (la “domus”, del “domine”) de su propietario.
Adquirente o heredero. Confiscado, robado o retenido
como especulación.

Sin embargo, este “problema original” no siempre ge-


neró impactos negativos. Bastó proceder con prudencia, con
gobiernos que se encargaron de regular el derecho privado
en relación al derecho público, y santo remedio.

Muchos hábitat del mundo –en rigor, la mayoría– fueron


durante milenios el resultado de un sano equilibrio entre los
derechos de cada ciudadano (democracia) y la regulación con
los intereses públicos (res-pública, o república).

Esa prudencia, de todos modos, no evitó la exclusión terri-


torial, con formas quizás no demasiado evidentes, pero
prepotentes y de dominación. Los derechos sobre la tierra,
sobre el territorio, fueron desde siempre la dádiva preferida
de los dueños de todo (reyes, tiranos) sobre sus súbditos más
obsecuentes, leales o útiles...

Y en la medida que unos poseyeron más y mejor,


otros comenzaron a quedar periféricos... la periferia...
el suburbio... las áreas malas, inundables o deslizables...

Pág. 27
Pero la diferencia está en la escala
Mientras ello aconteció, poco le hicieron al territorio
unos reducidos burgos alrededor de los castillos o mo-
nasterios feudales. Pocas ciudades fueron muy grandes
y hacinadas. Y cuando sobrevino la industrialización en
Inglaterra y apareció el proletariado agolpando las ciu-
dades, rápidamente el sistema político comenzó a reac-
cionar para “incluir” a los “excluidos”.

Nuestro siglo XX, y después de los ´50 en especial exten-


dió ese fenómeno a contextos subdesarrollados económica-
mente y, sobre todo, políticamente. Y allí se consagró la ex-
clusión social en las periferias urbanas de América Latina,
África, Asia y la mayoría de las ciudades del mundo.

La catástrofe sobrevino
Vendedores de territorio –la mayoría ni siquiera enten-
diendo el daño– pudieron más que tantos planificadores
urbanos y regionales bien “ilustrados” (1) que hicieron y pre-
gonaron planes reguladores de uso del suelo bien intencio-
nados pero ineficaces.

¿Por qué? Porque no proveían instrumentos económicos


de premio o castigo a los especuladores; porque no com-
prendieron la naturaleza política superior de la cuestión
(alentar, poner en discusión la propia propiedad de la tierra,
sus límites, su monopolización privada, su retención en es-
pera de mayor valor); porque no actuaron participativamente,
y no contaron entonces con la alianza de muchos grupos
sociales –en especial los excluidos de la propiedad– que
hubieran defendido aquellas buenas ideas.

Pág. 28
El territorio se está fracturando, mancillando, contami-
nando, hasta límites vergonzosos.
Los centros urbanos ven derrumbada su historia, en
aras de la explotación máxima de la rentabilidad del
uso del suelo (2). O se consigue protegerlos, sin propi-
ciar o alentar su renovación, y entonces se invaden, se
tugurizan, como tantos Centros Históricos.
Los entornos urbanos, antes huertas y quintas, o zonas
naturales preciadas, se invaden por quienes no pueden pa-
gar el suelo formal: el propio Estado, en planes de vivienda
social; los promotores de loteos sin servicios, ilegales; los sim-
plemente invasores... Enormes periferias infraservidas, des-
tructoras de paisaje y producción rural, se erigen en pocos
años, y conforman la forma territorial de exclusión quizás más
injusta e irreversible: la pagamos todos, la sufrimos todos,
genera inseguridad, marginalidad, bronca.

El campo expulsa mano de obra, frente a la tecnificación


creciente del agro, migrantes que agigantan la exclusión ur-
bana. Pero el propio campo se abandona y destruye su paisa-
je: sectores de parcelas pequeñas y accidentadas ya no se
producen, por su pequeña escala sólo apta para mano de
obra tradicional; y sectores de grandes extensiones se dedi-
can al monocultivo extractivo (como la soja o las plantaciones
de eucaliptus) destruyendo su riqueza biológica y paisajística.
Su propia cultura campesina. Su identidad.

¿Quién se ocupa del territorio?


La insustentabilidad en el manejo del territorio per-
turba las cuencas hidrográficas –contaminación, sedi-
mentos, mortandad de peces, pérdida del agua para uso

Pág. 29
humano–, la economía de los centros poblados, la capaci-
dad de empleo (generando emigración rural) y disminución
de biodiversidad. Todo ello deteriora la cultura e identidad
local, su patrimonio y, en consecuencia, atenta contra otras
oportunidades económicas y sociales, como el turismo.

El territorio puede ser un vehículo extraordinario de in-


clusión social y ecológica, también puede llegar a ser (y
ya lo está siendo) el escenario activo, el medio para pro-
crear la exclusión más terrible.

Pero, ¿Quién se ocupa de evitarlo? No hay políticas ni


planes En Brasil se crearon instrumentos como el “Estatu-
to de la Ciudad” que definen por Ley Federal la “función
social de la propiedad” y sobre esa base incluyen instru-
mentos como operaciones concertadas, áreas especiales
de interés social, áreas de urbanización compulsiva, im-
puesto progresivo a la tierra urbana, transferencia de ín-
dices constructivos, y otros, que están allí para negociar
el límite entre el derecho privado (cuando puede ser so-
cialmente ilegaderecho general.
Además, impone la “regularización” de las tierras invadi-
das, obligando a desalojar las que están en zonas de riesgo,
mediaoperaciones programadas y consensuadas.

Pero la cuestión va mucho más allá: ¿cómo se pro-


yectan esas soluciones, cómo se diseñan?
¿Cómo nos enseñó Ian Mc Harg, “diseñando con la na-
turaleza” (3), con la sabiduría de un Leonardo Da Vinci en el
manejo eficiente y bello del territorio, o con la mano dura,
enyesada, de ingenierías sectoriales que solucionan frag-
mentos generando externalidades negativas sobre otros?
Una carretera sin contexto, una represa sin cuenca,

Pág. 30
un bosque sin biodiversidad, un plan urbano de uso del
suelo sin estética....

Cada metro cuadrado


Una nueva ciencia/arte debe nacer. Está naciendo.
Ante la escasez, siempre la humanidad supo ser creativa.
El suelo/territorio es cada vez más escaso y allí donde
esto sucedió hace siglos (Europa, Japón) se necesitó ar-
monizar para hacer sustentable la vida apiñada, concen-
trada en altas densidades.

Hoy las armonías a lograr son:


- de gran escala,
- urbanas y territoriales, incluyendo la tutela del medio rural,
- con gran cuidado del paisaje como patrimonio natural y cultural,
- con gran cuidado de los centros urbanos históricos,
- con gran cuidado de los crecimientos periurbanos, para evitar
que sean sólo un mosaico de ghettos de lujo y ghettos de
marginalidad (dos formas paradójicas de exclusión).

Para ello faltan políticas claras de:


- planificación territorial nacional, rural y urbana en forma integrada,
- planificación articulada de biodiversidad, productividad y ma-
nejo sustentable del patrimonio.

También para eso falta enseñar la integridad, el suelo


como “res-pública”, la destreza en el paisaje y en su ma-
nejo; y querer hacer (muchos saben qué hacer, pero dicen
que “no se puede”; que es igual a “no me animo”).
Faltan vientos verdes que soplen broncas, iracundias
para el cambio, junto a ideas de transformación y des-
trezas para hacerlo.

Pág. 31
(1) Ver crítica a la ilustración en: Pesci, Rubén “Del Titanic al Velero”, Editorial
Fundación CEPA, 2000.
(2) En algunos casos, como La Plata recientemente, con el gremio de arquitectos aliado,
justificándose como aumento de fuente de trabajo.
(3) Mc Harg, Ian, “Design with nature”, John Wiley and Son, New York, 1969.

Pág. 32
02
28 de agosto de 2004

Sustentabilidad y patrimonio

Una nueva dimensión


de la conservación
“La cuestión patrimonial interesa menos a la especulación
financiera, porque se encuentra más cerca
del empoderamiento de las poblaciones locales”

Pág. 33
Siguen los fuertes vientos, con sonido a ramas y
olor a hojas verdes. Cada vez presiento que van a ser
más fuertes y frecuentes, y debemos esperarlos con te-
mor (con riesgo de huracanes) pero también con la ilu-
sión de que limpien...

Vendrán vientos de cambio económico y de cam-


bios en la organización del territorio. ¿Por qué será
que hoy sentimos tan fuertemente los vientos que cues-
tionan la importancia y el enfoque del patrimonio y su
conservación? ¿Por qué será que me impulsan a escri-
bir sobre esto, en este momento, frente a cuestiones
quizás más básicas?

Encuentro una fuerte razón en el proceso que estamos


realizando en este momento en La Plata como Patrimonio
Cultural de la Humanidad (1). Pero también en la expe-
riencia que estamos impulsando en relación al Programa
Camino del Gaucho (2).

La noción de patrimonio es relativamente reciente. An-


tes, se hablaba de monumentos, y desde el Renacimiento
italiano y su interés en el mundo clásico, existió una devo-
ción por recuperar, conservar, pero también copiar (con in-
novaciones sutiles) los monumentos del pasado. Recién en
el siglo XIX, Viollet le Duc comprendió que también el perío-
do Medieval había producido monumentos y tejidos urba-
nos del mayor valor artístico y testimonial.
Fueron dos grandes ventarrones, que aceleraron la hoy
tan extendida importancia de conservar el patrimonio, pero
precisamos varios siglos para que eso aconteciera.

Después de la Segunda Guerra Mundial el tema se

Pág. 34
comenzó a institucionalizar internacionalmente, quizás
como reacción a dos procesos prepotentes:

- La demolición que las guerras habían provocado, en


especial en las ciudades europeas, y donde era necesa-
rio actuar de una manera contundente y rápida para evi-
tar la destrucción total.
- Y que, en esas renovaciones necesarias, el «Racionalismo
Internacional», en arquitectura y urbanismo, amante de
demoler lo viejo por una sustitución muchas veces banal,
se comiera lo que quedara del pasado.

La UNESCO asumió buena parte de esos huracanes


de limpieza de ideas discutibles, y comenzó a intervenir
en casos rutilantes, como el traslado de los monumen-
tos egipcios que iban a quedar sepultados por las aguas
de la Represa de Assuan (en sí misma un atentado al
patrimonio no sólo cultural, sino también natural y pro-
ductivo del Valle del Nilo).

En plena efervescencia se crean el Centro del Patrimonio


Mundial y la Convención Mundial del Patrimonio y se co-
mienzan a detectar y declarar Sitios del Patrimonio Mun-
dial. Se crea ICOMOS (Consejo Internacional de Monumen-
tos y Sitios), organismo no gubernamental que actúa desde
entonces como evaluador al servicio de UNESCO y de la
Convención Mundial del Patrimonio.

Desde una cierta perspectiva, se trata del esfuerzo


más exitoso de custodia cultural, en especial de tipo tan-
gible, y los casi 700 casos que hoy han sido declarados
como patrimonio de la humanidad lo atestiguan. Pero
faltaban varios vientos de esclarecimiento, de sabidu-

Pág. 35
ría, mediante la ampliación de criterios, para que el pro-
ceso se volviera francamente abarcativo y sustentable.

Uno de los aportes principales fue la imbricación de


lo natural y lo cultural en la valoración del patrimonio, y
esto ya se ha afirmado. Con esa afirmación se superaron
dos obstáculos epistemológicos graves:
- La valoración de monumentos construidos singulares,
no considerados en relación a su entorno.
- La valoración de sitios naturales puros –como si esto fuera
posible– , a conservar “in vitro”, sin comprender que la natu-
raleza no tiene fronteras y su articulación con la condición
humana tampoco.

Pero otras cuestiones tuvieron que esperar los últi-


mos vientos favorables, para tomar un protagonismo cier-
to: el patrimonio intangible, y una cuasi variante de lo
mismo, que se denomina “paisajes culturales”.

¡Claro!... tenía que llegar la hora en que el tango –


por ejemplo– pudiera ser tan patrimonio como un buen
edificio (por no decir que podría valer a mil edificios). Me
tocó trabajar en un programa de la Unión Europea sobre
la revaloración y salvaguarda de las Huertas de Valen-
cia, y resultaba claro para expertos y no expertos que la
famosa “paella”, se originó y perdura gracias a esa hu-
milde huerta valenciana, capaz de proveer todo lo nece-
sario para un estilo culinario prodigioso.
Y también tenía que llegar el tiempo en que la “Que-
brada de Humahuaca” fuera reconocida como “paisaje
cultural”, pues su gran valor es la articulación de patri-
monio tangible, intangible, construido, natural, cultural,
arqueológico, reciente, y de esa manera protegemos con

Pág. 36
un estilo de desarrollo más sustentable enormes realida-
des territoriales y sus poblaciones.

Como ya está sucediendo con la iniciativa del Cami-


no del Inca, y como también está empezando a suceder
con nuestro Camino del Gaucho.

También he escuchado de referentes de alta


“expertise” que se reconsiderarían las Misiones
Jesuíticas, donde hay sitios de patrimonio mundial en
Argentina, en Paraguay y en Brasil, como una gran re-
gión patrimonial articulada y donde también la natura-
leza –tan sabiamente enhebrada en la cultura guaraní–
sería protagonista.

Además, se está asistiendo a un viento fuertísimo: la


consideración del patrimonio moderno o patrimonio recien-
te, como un bien incalculable de la humanidad, hasta ahora
casi ausente de las Listas de Patrimonio Mundial.

La creación del Centro del Patrimonio Moderno, y en él


la consideración del patrimonio industrial, de las ciudades
creadas en el último siglo y medio, la arquitectura del mis-
mo período, han comenzado a cobrar un protagonismo
inexistente hasta ahora (allí donde La Plata puede ocupar
un lugar de privilegio).

Esto va de la mano con haber advertido que sin valo-


rar el patrimonio moderno, las repúblicas creadas libe-
rándose del yugo colonial no estaban prácticamente re-
presentadas en el patrimonio mundial, o lo estaban por
las creaciones coloniales, casualmente también prove-
nientes de Europa....

Pág. 37
Se abre así una ocasión de representatividad regional o
geográfica mucho más justa, temáticamente también más
representativa. Y con todo ello la sustentabilidad de la no-
ción de patrimonio y su vigencia de cara al futuro.

Por último, no casualmente, esto está relacionado con


el “empoderamiento” del conjunto de la sociedad de la im-
portancia del patrimonio. Y desde allí, quizás la mejor he-
rramienta para la verdadera tutela del patrimonio. Se com-
parte el cenáculo de los ilustrados en la materia, con la par-
ticipación de los menos ilustrados, la mayoría, pero sin los
cuales no hay esfuerzo económico ni institucional que pue-
da salvar al mundo como un verdadero patrimonio.

Este viento es bien verde, no sólo porque tiene muchos


atributos ambientales (donde patrimonio es casi igual a am-
biente), sino porque además es realmente esperanzador.

¿Por qué será que la cuestión patrimonial es un viento


positivo, en el cual podemos solazarnos haciendo esta pe-
queña nota, mientras que en tantos otros temas tenemos
que apelar a la denuncia, pues los vientos arrastran más
suciedad que limpieza?

Quizás porque la cuestión patrimonial interesa menos


a la especulación financiera, porque se encuentra más
cerca del empoderamiento de las poblaciones locales,
o porque a veces la ilustración cumple sus fines, y los
paladines del patrimonio mundial están avanzando al
ritmo de las necesidades.

(1) Ver Revista Ambiente 84, octubre 2000.


(2) Ver www.caminodelgaucho.com.ar

Pág. 38
03
4 de octubre de 2004

Sustentabilidad y desarrollo urbano

¿Ciudad concentrada
o ciudad dispersa?
“Vivir próximos es mucho más compatible con la
sustentabilidad ambiental que vivir separados”.

Pág. 39
A veces vienen huracanes...
Estoy seducido por la idea de los vientos. Sobre todo
de “vientos verdes” que limpien, refresquen, y que para
ello tengan en cuenta la sustentabilidad de la vida en
este planeta.
Pero las noticias de más reciente actualidad, nos ha-
blan de huracanes como el Frances y el Iván, que están
aún azotando las islas y costas del Caribe nororiental. Los
huracanes destruyen más que limpiar, y traen calores
sofocantes antes de diluirse.

La actual tendencia mundial a la dispersión de la ciudad en


suburbios enormes, parece un huracán más que un viento. A tal
punto es una tendencia arrasadora, que la verdadera ciudad
contemporánea, como lo anticipara Maurice Cerasi hace ya casi
30 años, es la periferia.

Precisamente en la azotada Florida, tan propensa a


recibir huracanes, la ciudad se ha reducido (en términos
de conformación reconocible por su densidad y su altura),
a una pequeña área central de rascacielos, casi siempre
especializada en servicios, y el resto es una inmensa peri-
feria de casas con jardín.
La imagen aérea de esta nueva tipología de ciudades suele
ser muy explotada en las series televisivas y en los filmes norte-
americanos, como el emblema de un nuevo mito de sociedad:
en el centro, espejeante de rascacielos tan repetitivos como
descontextualizados, los jerarcas de los negocios; en la perife-
ria, la vida apacible de esos mismos jerarcas, y en distintos
anillos de ecología urbana, la idílica clase media norteameri-
cana, y la mucho menos beneficiada clase baja de negros e
inmigrantes latinos.

Pág. 40
Ciudad y Territorio
Sin embargo, si uno sube con el avión y vuela a 10.000
metros de altura a lo largo de todo ese Estado norte-
americano, esa periferia se extiende hasta encontrarse
con otra periferia, y luego con otra, y otra, donde la nor-
ma es la periferia y la mínima excepción son aquellos
centros espejeantes. Para lograr esa periferia
globalizada, el territorio se torturó de transformaciones,
muchas veces deteriorantes.

Se comió bosques, rellenó humedales, borró identida-


des, negó la diversidad. El territorio es un suburbio, una
ciudad in-urbana, como las califiqué hace 20 años (1) y la
esencia del paisaje (que es la alternancia de llenos y va-
cíos, de naturaleza y cultura; en otras palabras, de diversi-
dad y respeto por las grandes eco-formas), se sustituyó
por una ocupación indiscriminada que, como un huracán,
no deja nada sano en su lugar.

Suburbio y sociedad dislocada


Una cuestión muy grave es que al despreciar la sociedad
asociada, es decir, la forma clásica de convivencia urbana,
concentrada, multiuso, multicultural, se corre el riesgo de una
sociedad desasociada, es decir de una suma de
individualismos, que compiten entre sí y se desconfían entre
sí. Algo que el film “American Beauty” muestra con
hiperrealismo, y que espanta por la instalación de la violencia
como consecuencia de la pérdida de los conflictos urbanos.
Es decir, se huye de la ciudad histórica para evitar el contacto
imprevisto con los otros, y se adopta una trama de aislados,
que cuando se encuentran no saben convivir.

Pág. 41
Un uso insustentable del territorio
El fenómeno quizás más indiscutible de esta forma
in-urbana de ciudad, es que depende de largos despla-
zamientos, forma derivada de la utilización abusiva de
autos particulares.
Con esas bajísimas densidades, no hay otra forma de
llegar a todos los puntos que con inmensas redes de carrete-
ras y calles vecinales sólo conectables en auto. Y en varios
autos por familias, casi uno por cada habitante, debido a la
multiplicidad de puntos de servicios y equipamiento que
cada uno de los miembros de esa familia debe alcanzar, en
distintos horarios y para distintas funciones.

Esa sociedad es insustentable energéticamente, y sólo


puede durar (y no por mucho tiempo más) cuando un país,
prepotentemente, se adueña de los recursos energéticos
del mundo. Para el resto de los países, o para la mayoría
de ellos, ese modelo de ciudad es carísimo e insustentable
desde sus propios principios.

Vientos Verdes de ciudad concentrada


Hace algo más de un mes, en un conocido matutino
de nivel nacional, se publicó una entrevista a reconoci-
dos profesionales del urbanismo argentino, quienes
vaticinan que ya son muchos los que han comprendido
la necesidad de volver a la ciudad histórica. Y esto en
una metrópolis como el Gran Buenos Aires, marca una
nueva e interesante tendencia.
Han descubierto que desplazarse 20, 40 ó 60 kilómetros
para llegar a su idílica urbanización jardín (que en realidad
se llaman “barrios cerrados”) les consume horas diarias y

Pág. 42
altos presupuestos de movimientos, lo cual empeora su ca-
lidad de vida y la de su familia. Pero también han descubier-
to que entre la ciudad –a donde tienen que ir a trabajar, a
encontrar cultura o amigos, servicios o auxilios– y su es-
pléndida casa en grandes lotes, hay muchos barrios de ex-
cluidos, carreteras no muy custodiadas y, en fin, amplios
márgenes de riesgos e inseguridad.

¿Es que la ciudad concentrada es sinónimo de derro-


ta de la ciudad histórica? En todo caso lo será la mala
ciudad concentrada, allí donde la contaminación, los rui-
dos, el stress, consiguieron dominar las ventajas de la
vida asociada y diversificada.

Casos como el de Barcelona demuestran que una ciu-


dad puede ser muy densa y concentrada (1.000 habitantes
por hectárea, como los sitios más centrales de las grandes
ciudades argentinas) y vivir en sus áreas centrales con al-
tísima calidad de vida. La clave está en excelentes me-
dios de transporte público, incluso subterráneos, que ha-
cen que muchos ciudadanos opten por dejar el auto en sus
garajes, para el disfrute del turismo o miniturismo de fin
de semana. También en una política de grandes áreas ver-
des, a las que se llega caminando, o en medios de trans-
porte público. No menos importante, es una buena con-
ducta urbana en cuanto a ruidos, por parte de todos los
ciudadanos y de todo tipo de actividades.

Las más recientes conquistas de la ecología urbana


(como es el caso de la Dirección de Medio Ambiente de
Barcelona, que dirige Salvador Rueda), demuestran que
vivir próximos es mucho más compatible con la
sustentabilidad ambiental que vivir separados.

Pág. 43
En un breve resumen, los criterios que avalan esa aseve-
ración, comparando los modelos de ciudad compacta y ciu-
dad difusa desde la unidad sistema-entorno son :

MODELO DE CIUDAD DIFUSA MODELO DE CIUDAD COMPACTA


PRESIÓN SOBRE LOS SISTEMAS DE

NIVEL

NIVEL
CAUSA CAUSA
SOPORTE POR EXPLOTACIÓN
consumo de para la producción y > la dispersión de la edifica- < la proximidad entre usos y funcio-
materiales el mantenimiento del ción y las infraestructuras. nes supone un menor consumo de
modelo urbano La superficie edificada / ha- materiales.La superficie edifica-
bitantes es mayor.Tipologia da/ habitantes es menor. Tipología
edificatoria con mayor edificatoria con mayor manteni-
mantenimiento. miento.
consumo de en relación al modelo de > el modelo de movilidad des- < la mayoria de viajes se pueden
energía movilidad cansa en el vehiculo privado realizar a pie, bicicleta o en
transporte público
consumo de en relación a las tipo- > se consume más energía en < las demandas energéticas en
energía logías edificatorias las tipologías edificatorias bloques de apartamentos
unifamiliares
consumo de en relación a los > dispersión de las redes < por proximidad de las redes
energía servicios
consumo de en relación a las tipo- > consumo en jardín, < en edificación plurifamiliar
agua logías edificatorias piscinas, etc es menor

PRESIÓN SOBRE LOS SISTEMAS DE SOPORTE


POR IMPACTO
consumodesueloypérdi- > explosión urbana del modelo sin < consumo restringido, supeditado
da de suelo llano y fértil crecimiento demógrafico al crecimiento de la población

pérdida de > insularización de los sistemas < conservación de los sistemas agríco-
biodiversidad agrícolas y naturales por expan- las y naturales. Conservación del mo-
sión de las redes de movilidad saico agrícola, forestal, pastos y setos,
típicos de Europa templada
perdida de la capaci- > impermeabilizacióndelasáreas < conservación de las áreas de infiltra-
dad de infiltración del de infiltración y otras y canali- ción y las márgenes del cauce.
agua. Aumento de la zación de cauces.
velocidad del agua de
lluvia caída hasta lle-
gar al mar

emisión de gases de > por el modelo de movilidad y el < es menor por un menor consu-
efecto invernadero modelo energético mo de enrgía y una mayor ac-
cesibilidad

emisión de contami- > por el modelo de movilidad y el < es menor por un menor consu-
nación atmosférica modelo energético mo de energía y una mayor ac-
cesibilidad

Pág. 44
MODELO DE CIUDAD DIFUSA MODELO DE CIUDAD COMPACTA
PRESIÓN SOBRE LOS SISTEMAS DE SOPORTE

NIVEL

NIVEL
CAUSA CAUSA
POR EXPLOTACIÓN
las partes del sistema urba- > se consigue mayor diversidad de
no se simplifican. Se sepa- portadores de información en to-
ran los usos y las funciones das las partes del sistema urbano
en el espacio. En cada espa-
cio solo contactan los por-
Complejidad < tadores de información de
características similares:
los obreros con los obreros
en los poligonos industria-
les, los estudiantes con los
estudiantes en el campus
universitario.
compacidad y proximidad < la dispersión de usos y fun- > la concentración edificatoria da
entre los portadores de in- ciones en el territorio propor- lugar a tejidos densos y de usos
formación cionan tejidos urbanos laxos. y funciones próximos entre sí.

cohesión social < segregaalapoblaciónenel espa- > la mezcla de personas y familias


cio según etnia, religión… con características económicas,
etnias…supone una mayor es-
tabilidad social porque aumen-
ta en números los circuítos re-
guladores recurrentes
calidad contaminación atmos- < la separación de usos permite > el uso más intenso del tejido urba-
urbana férica obtener niveles de inmisión me- no proporciona niveles de inmi-
nores sión mayores.
calidad ruido < es menor en ciertos tejidos ur- > la concentración de vehiculos pro-
urbana banos y sensiblemente igual o voca un aumento de las emisio-
mayor en otros nes ruidosas. La reducción del nº
de vehículos circulando puede
suponer una disminución del rui-
do urbano
calidad espacio público < se reduce y se sustituye por es- > la calle y la plaza constituyen los
urbana pacios privados en grandes con- espacios de contacto y de con-
tenedores urbanos, deportivos, vivencia por excelencia, que
de compra, de transporte, etc. pueden combinarse con el uso
de espacios en grandes conte-
nedores
emisión de contami- < por el modelo de movilidad y el > es menor por un menor consu-
nación atmosférica modelo energético mo de enrgía y una mayor ac-
cesibilidad

Pág. 45
Pero buena parte de esta calidad ambiental es la pro-
pia sustentabilidad de la vida asociada.
Conozco bien la vida de mis amigos barceloneses, des-
de un rico empresario, a un profesional clase media, a un
estudiante siempre escaso de dinero, a un empleado u
obrero de clase media baja, y todos ellos pueden encon-
trar a pocos metros de su lugar de residencia –si viven en
la zona histórica, en el Ensanche de Cerdá o en los anti-
guos barrios adyacentes–, ese bar, ese café, ese cine, ese
paseo, esa zona comercial, ese encuentro casual e ines-
perado, que marca un alto estándar de calidad de vida,
entre las buenas ciudades del mundo (2).

Concentrar o dispersar: ¿una oposición?


En cierta manera sí. Desde el ahorro energético a la in-
tensidad de las interrelaciones sociales, así como para la
salvaguarda de un verdadero medio rural y natural, concen-
trar es la solución aconsejada.

Pero como siempre, existen excepciones. Giancarlo De


Carlo probó con éxito (incluso comercial), el reciclaje de los
abandonados pueblos de las colinas en Italia, donde con
fuerte equipamiento telemático, pueden vivir intelectuales
y bohemios. Una línea muy interesante es el vivir en cha-
cras, donde se combina la producción con la residencia, sal-
vaguardando buena parte de las condiciones rurales (mo-
delo rur-urbano que inventó Frank Lloyd Wright con
Broadacre City, en 1924).

Puede haber ciudad no concentrada, puede haber


urbanidad rural. Casi toda la Toscana, en Italia, se desa-
rrolló y se conserva así. Pero astutamente, la ciudad es

Pág. 46
ciudad, y fuera de ella se conserva un patrón de produc-
ción y de vida rural, aún en densidades mayores, y con
acceso fácil a los servicios de la urbanidad.

Un reciente estudio de la Escuela Superior Técnica


de Arquitectura del Vallés, en Barcelona, demostró que
el mayor impacto negativo de la construcción de esa nue-
va escuela en su afectación a la capa de ozono, no fue el
tipo de materiales usados en la construcción, ni el man-
tenimiento del edificio, sino la contaminación derivada
del acceso dominante en vehículos individuales que esta
Escuela, localizada en medio del verde, lejos del centro
de Barcelona, le exige a sus usuarios.

Los miembros de la ETSAV que llegan en COCHE ocasionan el 90%


DE LA EMISIONES que producen la totalidad de los dezplazamientos
El uso del automovil ocasiona la emisión anual de 642 toneladas de CO2,
superando la suma de las 150 toneladas de repercusión de la construcción del
edificio y las 370 toneladas anuales debidas a consumos en su uso.

% de kilometraje energía % de emisiones


Transporte personas anual consumida personas CO2
coche 44.9% 3.124.980 Km 8.565.800 MJ 89.8% 642.432,0 Kg
tren 37.4% 2.610.894 Km 585.036 MJ 9.6% 68.536,0 Kg
bus 2.8% 140.553 Km 54.808 MJ 0.6% 4.110,6 Kg

¿Es que negamos el uso de la energía? Bien por el


contrario, en particular si es renovable, o si minimiza los
riesgos de contaminación. Pero para ello es necesario pla-
nificar bien dónde usar la energía, cómo y qué tipo utilizar
(lo cual abre infinidad de campos de negocios, como es el

Pág. 47
caso del gas natural, de la energía solar, de la energía eólica,
de la energía hidráulica, o de la misma reducción de ga-
ses tóxicos emanados por el uso de gasolina).

La historia de la civilización va de la mano del uso de la


energía. Uno de sus fines principales es trasladarse, y una
de sus consecuencias más visibles es la actividad produc-
tiva y comercial que se genera. Aunque una cosa es apos-
tar a una sociedad de “Titanic”, y otra a una sociedad de
“veleros”, como sostengo desde hace años (3).

El asunto es movernos con energías que no creen


externalidades negativas sobre el ambiente, como la con-
gestión de malas ciudades o la disposición suburbana que
acaba con el entorno rural y natural. Pero allí donde sea
posible caminar, para encontrarnos, para intercambiarnos,
para aumentar nuestra salud y bienestar, caminemos.

(1) La ciudad in-urbana. Rubén Pesci. Ed. Fundación CEPA. 2000.


(2) Otra cosa es en las periferias alejadas. Ver Vientos Verdes 18.
(3) Del Titanic al velero. Rubén Pesci. Ed. Fundación CEPA. 2000.

Pág. 48
04
23 de diciembre de 2004

Sustentabilidad y consumo

La vida lenta
“Lentitud para vivir; más horas para integrarnos,
solidarizarnos, leer, escribir, gozar.
Necesitamos otra sociedad, otro paradigma de desarrollo
para hacer más sustentable la sociedad y la tierra”

Pág. 49
A veces la velocidad viene bien, para limpiar con vien-
tos huracanados la mugre de mil tipos de depredacio-
nes. Pero la tempestad, luego de pasar, reinstala la cal-
ma, los vientos leves, la suavidad. Hace años que nos
percatamos de la levedad como el principio esencial para
un mundo sustentable (1), lo opuesto de prepotencia: lo
que depreda, impone, arrasa.

Con prepotencia se aumenta la exclusión, se devora la


diversidad, se consumen los recursos no renovables, se pasa
por encima (o de largo, o de costado) todo lo que levemen-
te, naturalmente, está allí quizás desde siempre.
Claro que en la vida natural también hay prepotencia:
¡los huracanes!, las especies cazadoras… Sólo que con-
llevan procesos ecosistémicos, equilibrados, con otras
especies, otros climas, otras temporadas, y todo tiende a
la conservación evolutiva, a los ciclos naturales.

En la condición humana se puede perfeccionar (a tra-


vés de la educación y la cultura) esa ciclicidad. Hace
muchos años, divulgamos la idea –el ideal– de la sociedad
de flujos cíclicos (2), precisamente porque nada posee la
capacidad de diseñar mecanismos de auto-rregulación
como la sociedad. Ahora quiero hablarles de la lentitud
como un atributo de sustentabilidad.

BRA, EN ITALIA / Una ciudad lenta contra el stress (3)

Slow Food
Cuentan que un caracol y una tortuga tuvieron un
día la fatalidad de chocar. Cuando el caracol acudió mal-
herido al hospital, el médico le preguntó: «¿Pero qué ha

Pág. 50
pasado?». Y puso cara de estupefacción cuando uno de
los animales más lentos del planeta le respondía: «No
sé, sucedió todo tan rápido».

Es uno de los chistes con los que se burlan de la prisa los


habitantes de Bra. Que el reloj de su torre esté permanentemen-
te retrasado 30 minutos no obedece a un fallo de la maquinaria
ni es obra de un despistado relojero. Aquí el tiempo no importa.
En esta pequeña localidad italiana de 28.000 habitantes a medio
camino entre la industrial Turín y la ruidosa Génova, se camina
lento, se mastica lento y se conduce lento. No se extrañe, esta-
mos en la cuna de un nuevo movimiento, la slow life (vida lenta),
surgido para luchar contra el estrés y la aceleración a los que ha
sucumbido la sociedad actual.

Bra se ha autodeclarado, por decreto ciudad lenta y es, además,


sede de un movimiento internacional, el Slow Food (comida lenta),
cuyo propósito es proteger los productos locales de la extinción a la
que los están sometiendo las grandes cadenas de comida rápida.

Ahora, en Bra, almuerzos y cenas son parsimonioso ritual


donde se degustan quesos fabricados artesanal-mente y cura-
dos en cuevas, pan recién salido del horno y frutas y verduras
orgánicas. Por orden de las autoridades todas las tiendas cie-
rran jueves y domingos; los vehículos tienen prohibido circular
en la zona céntrica de la ciudad porque son precursores del
estrés; todo aquel que renueve su vivienda usando madera de
estuco obtendrá una hipoteca a mitad de precio y para las pe-
queñas tiendas familiares que vendan chocolates artesanales
o quesos especiales todo son facilidades.

Un caracol, símbolo internacional del Slow Food, preside


todos los restaurantes de la ciudad.

Pág. 51
El artífice de Bra, hoy presidente del Slow Food, se llama
Carlo Petrini. En 1986 este periodista especializado en gastrono-
mía se enfureció cuando vio los neones y los arcos dorados de
Mc Donald’s instalados en la mismísima plaza de España, en
Roma. Y no paró hasta conseguir que el restaurante norteameri-
cano cerrara sus puertas.
De aquella gesta nació un grupo de amigos dispuestos a
combatir «los demonios de la comida rápida» con garbanzos,
vino y tranquilidad al comer y cocinar. Después, la filosofía
dejó de ser sólo una actitud ante la mesa y se convirtió en un
modo de vida que se plasmó en las ciudades lentas. Hoy en
Italia hay 35 y el movimiento, que ha hecho mella en 34 paí-
ses, cuenta con 65.000 adeptos en todo el planeta.

Las pequeñas tiendas se multiplican en Bra y sus ingresos


crecen al ritmo de un 15% al año. La cifra de paro (5%) es la
mitad que la media del país. ¿Qué mejor ejemplo que lo lento
no está reñido con lo rentable?

He aquí una buena nueva, un viento contagiosamente


¡sano, verde, divertido!

Lentitud para comer, en lugar de comidas rápidas, (incultura


alimentaria, pérdida de la producción gastronómica
artesanal, incremento de las industrias monopólicas de
“hamburguesas”, “patatas fritas” o “hot-dogs”,y aumento
de enfermedades gastrointestinales y obesidad).

Lentitud para circular, más peatones, más ciudades compactas


(en lugar de ciudades dispersas, forzado requerimiento
de automóviles e impulso a la velocidad).

Pág. 52
Lentitud para vivir, más horas para integrarnos, solidarizarnos,
leer, escribir, gozar, trabajar creativamente...
Necesitamos otra sociedad, otro paradigma de desarro-
llo. Para hacer más sustentable la sociedad y la tierra es
preciso parar este “mundo, loco, loco, loco” (4), bajarse de
él, como de una calesita desenfrenada, y recomenzar.

La “slow food” es un buen principio, la “slow city” es


una meta, la “slow life” quizás es el secreto fundamen-
tal para frenar muchas prepotencias y dar puertas abier-
tas al auge de la levedad.

Pág. 53
(1) Pesci, Rubén. “De la prepotencia a la levedad”.
Editorial Fundación CEPA-FLACAM, 2002
(2) Pesci, Rubén. “Del Titanic al Velero”. Editorial Fundación CEPA, 2000.
(3) Publicado en Rebelión. Construyendo poder desde abajo. 18-11-2004
http://www.rebelion.org
(4) Alude a la película “Este loco, loco mundo” de 1964.

Pág. 54
05
9 de noviembre de 2004

Sustentabilidad y vivienda social

«¿Cómo hacer viviendas


sin destruir el medio ambiente
ni la sociedad?»
“En las sociedades más pobres –menos distributivas–
como son las que ahora dominan en nuestro continente,
el Estado no alcanzó a dar solución a la masa
creciente de excluidos que no logran
autogestionar su vivienda”

Pág. 55
¿Vientos de derrota?
A veces me parece que en este asunto de la vivienda
social ya estamos derrotados... o que aúllan vientos
fuertísimos de derrota.

En los países más ricos, o mejor, donde la riqueza


se distribuye más, se inventaron soluciones dignas, acer-
tadas o no.
Las ciudades-jardín inglesas de fines del siglo XIX, se
empeñaron en dar hábitat saludable y evitar los hacinados
suburbios industriales. Y ese modelo fue retomado en la
década del 40 al 50 en muchos países latinoamericanos go-
bernados por políticas más distributivas o populares.

El monoblock de la arquitectura del racionalismo interna-


cional –modelo de raíz más socialista colectiva– intentó desde
los ‘60 albergar a muchos, en mayor densidad y menor costo
por unidad. Se cambió el verde privado de la ciudad-jardín por
los espacios verdes públicos de los conjuntos (“Grands
ensembles”). Pero la presencia del Estado se hizo más necesa-
ria: promoviendo, regulando e invirtiendo. No es una solución
autogestionable por sus usuarios, requiere grandes operacio-
nes intensivas, no es claro su proceso de mantenimiento.

Mientras la ciudad-jardín (“barrio obrero”) se fue reci-


clando en bonitos entornos de una clase social progresis-
ta, los grandes conjuntos de monobloques se deteriora-
ron, física y socialmente, transformándose en “ghettos”
de excluidos o en refugio de alienación e inseguridad.
Cuando se demolió el conjunto “Pruit Igoe”, en St. Louis,
USA, Robert Stern calificó el hecho como “la muerte de la
Arquitectura Moderna”, sus tipos, sus utopías...

Pág. 56
En tanto, en las sociedades más pobres –menos
distributivas– como son las que ahora dominan en nues-
tro continente, el Estado no alcanzó a dar solución a la
masa creciente de excluidos que no logran autogestionar
su vivienda. Y además, durante más de una década de
auge neoliberal, directamente se retiró del compromiso
social: el mercado lo solucionaría todo; los excluidos se-
rían incluidos por la demanda laboral privada, y se po-
drían edificar o comprar una casa.

Consecuencia: Explosión de villas miserias, favelas, ba-


rriadas en todas las grandes y medianas aglomeraciones
urbanas del continente. Y allí donde el paternalismo po-
pulista sobrevivió, en lugar de tantas informalidades in-
vasoras, se invadieron legalmente terrenos marginales,
alejados, sin servicios, y se hicieron casas como cajitas de
fósforos. Todas iguales, sin urbanismo, sin ciudad, sin am-
biente –o destruyéndolo– y consagrando la exclusión.

Sustentabilidad en la certidumbre
Sería el camino deseable. El Estado vuelve a asumir
la cuestión e invierte en vivienda social, para evitar
deseconomías en enfermedades, delincuencia, largos
desplazamientos, impactos ambientales, marginalidad y
otras yerbas malas. Pero para eso ya no puede encajar a
la gente en latas de aceite o cajas de fósforo, y sobre
todo, mal localizadas.Ya se sabe que eso tiene
externalidades negativas.

Debe hacer hábitat, más que viviendas. Ocupando


vacíos con dotación de servicios dentro de la trama ya
urbanizada, mediante un banco de tierras propias, o me-

Pág. 57
diante impuestos progresivos a la tierra urbana vacía, como
el denominado IPTU, en Brasil, que provoca la movilización
de esas tierras, en lugar de su retención especulativa. Desa-
rrollando trama urbana integrada a la trama existente. Apli-
cando tipologías más baratas inicialmente –como el lote
con servicios, la vivienda núcleo, la cáscara o contenedor, la
vivienda evolutiva– para derivar más recursos a mejores lo-
calizaciones, servicios urbanos y calidades ambientales.

Hay países ejemplares en esta política, como Ingla-


terra, Holanda y Suecia. Y su avance incluye también cua-
lidades estéticas muy altas, que logran recrear la diver-
sidad de espacios, materiales, colores que ahuyenta la
sensación de colectivización sostenida, auxiliada, y
reintroduce la calidad de la ciudad tradicional.

Países como Argentina deberían poder volver a hacer-


lo. Incluso articulando cooperativas –como sucedió hace
pocas décadas en Uruguay– para facilitar la autogestión y
el autofinanciamiento. Podría reabrirse el crédito, prefe-
rencial para modalidades sociales organizadas, descen-
tralizando los proyectos y los modos de construir. Trabajo
para pequeñas o medianas empresas, para profesionales
con vocación social, para un tejido capilar, difuso, de gran
impacto económico-positivo.

Ingenio, más que grandes inversiones. Como fue durante


casi un siglo el acceso al lote, y a la construcción paulatina de
la típica casa chorizo, mediante el crédito hipotecario.
Habría certidumbre: se tutelaría el dónde y por qué
hacer hábitat social y se daría mayor libertad en las con-
creciones y las soluciones. El Estado promueve, regula y
financia. No construye.

Pág. 58
Sustentabilidad en la incertidumbre
Allí donde perduran altas tasas de natalidad o de inmi-
gración interna, el crecimiento explosivo no puede ser abas-
tecido de hábitat por un Estado a su vez empobrecido.
Muchos países de América Latina, o provincias pobres
de la misma Argentina, son impotentes para hacer hábitat
a este ritmo violento de crecimiento. Y entonces el modo de
construir de los excluidos, surgido de su propia lógica de
incertidumbre, de improvisación, no tiene rival.

Sus patrones consagrados difieren de ambiente en


ambiente. En Brasil se invade tierra, primero se coloca
una casucha, luego se edifica algo, luego crece –gene-
ralmente hacia arriba– y se apiñan en lotes mínimos, con
mucha vida en las pequeñas calles de vinculación.

Así describe el Sociólogo Eber Marzulo este proceso (1).

«1) primeiro, a construção de barracos


2) depois, o processo de densificação e aumento quantitativo
do número de construções e da própria área construída
3) algum tempo depois, com a dinâmica de consolidação
se desenvolvendo, o investimento familiar, na forma mais
explícita e estendida de rede social, na transformação
dos barracos em casas de alvenaria, sempre
autoconstruídas
4) em seguida, começa a verticalização ou a preparação
para tal, através da incorporação da laje e o descarte de-
finitivo do telhado»

En casi todos los demás países se fraccionan peda-


zos más grandes de tierra, se colocan casuchas, y poco a

Pág. 59
poco se consolidan y extienden más en horizontal. La
calle no es tan importante. Se vive más hacia adentro...
Hemos estudiado mucho esta autoconstrucción no asis-
tida y suele ser un modo aterrador de sobrevivir, muchas ve-
ces sin futuro. Pero a veces interviene un “loteador” clandes-
tino, parcela regularmente, abre calles normales, pone luz o
agua, y la cosa empieza a tener posibilidades. Claro, sin espa-
cios abiertos, en zonas bajas, sin título de propiedad.

En Brasil se intenta afrontar con valentía esta inva-


sión calculada. Hace lo que el Estado no hace. Si se la
tutela, podría ser mejor. Y en Porto Alegre ya se autorizó
a convertir a estos urbanistas ilegales en “urbanizado-
res sociales”. Si su capacidad de convertir tierra vacan-
te en tierra urbanizada sucediera allí donde la localiza-
ción sea sustentable, con servicios mínimos, y otorgan-
do titularidad de la tierra, podría dar algún aporte más
realista a la terrible cuestión.

De todos modos, y más allá del acceso a la tierra promovi-


do siempre por el Estado, regulado y financiado o no por cré-
ditos del sector público (el urbanizador social financia por sí)
está el asunto de la vivienda misma. Autoconstrucción, es-
fuerzo propio y ayuda mutua, cooperativas, créditos para com-
pra de materiales, asistida por manuales, guías, apoyo soli-
dario de profesionales u otras formas de autogestión, son
todas variantes posibles y de éxito probado.

El viento de abajo hacia arriba


El Viento “Verde”, en este caso de la construcción
con alta incertidumbre, es la participación social en
la producción y gestión del hábitat. Que es como se

Pág. 60
hicieron los buenos barrios populares de la historia: en
la Antigüedad, en la Edad Media, en el Renacimiento,
en las colonias americanas, en las ciudades progresis-
tas de fines del Siglo XIX e inicios del Siglo XX.

En esta apretada síntesis, los patrones o «patterns»


de esta modalidad sustentable sería:

- Se planifica el territorio, para garantizar localizaciones


integradas que acaben con la exclusión territorial.
- Se promueven parcelamientos con servicios.
- Se guía la autoconstrucción.
- O se apoya con módulos mínimos, para crecer por
autoconstrucción.
- Se capacita para autoconstruir.
- Se procura el “empoderamiento” social de su hábitat,
porque los destinatarios intervienen como autores...

¿Por qué no sucede ya?

¿Ignorancia?

¿Prepotencia?

¿Negociados – la patria contratista?

¿Sabe, che?
Me parece que es más ignorancia que otra cosa.

Pág. 61
(1) Eber Marzulo. «A favela como lugar».
Revista Ambiente digital nº 93 - Abril de 2004.

Pág. 62
06
12 de Julio de 2004

Sustentabilidad y economía

De la exclusión a la
inclusión económica
“Miremos hacia adentro, hacia la herejía a la que
tememos. Exploremos una entre otras alternativas
posibles. Y no digamos de entrada que no, descreí-
dos de la posibilidad de aplicar buenas políticas”

Pág. 63
“Rovesciare il canocchiale” (Giancarlo de Carlo)
Debemos generar consumo y generar empleo. En rea-
lidad, se trata de lograr que todos consuman mejor, y
ello puede generar más riqueza.
Pero si esa riqueza se concentra en pocas manos (y
se va del país) no se reinvierte en creación de más em-
pleo y entonces son menos los que consumen. Se res-
tringe el volumen de la economía y el país quiebra.

Miremos al revés. “Demos vuelta el largavista”, pro-


ponía una vez Giancarlo de Carlo, y miremos hacia aden-
tro, hacia la herejía a la que tememos. Exploremos una
entre otras alternativas posibles. Y no digamos de en-
trada que no, descreídos de la posibilidad de aplicar bue-
nas políticas, porque no hay un uso sano de “la política”.
¡Tengamos buenas ideas de políticas, con las que ali-
mentar esperanzas y provoquemos cambios políticos para
que se experimenten!

Podemos promover, por ejemplo, la incubación de pro-


yectos, pequeños y medianos, que produzcan cinco, diez,
cincuenta empleos cada uno, fabricando quesos, chips
electrónicos, soft informáticos, posadas de turismo ru-
ral, artesanías, editoriales o leche en polvo... de todo,
bajo el signo de la diversidad ecológica, de gustos, de
estilos de vida, de niveles de consumidores, de capaci-
dad del emprendedor.

Alentemos el consumo personalizado, cultivando el


mercado en nuestros países hoy retrasados, y acercán-
donos al mercado europeo, asiático o norteamericano,
cada vez más selectivo.

Pág. 64
Pero lo bonito es que cada proyecto incubado supone a su
vez la liberación “proyectual” de su autor. No sólo aprende a
producir, sino a ser. A volverse protagonista, creativo, con op-
timismo fundado. A recuperar su autoestima y su compromi-
so con el florecer futuro (la esperanza) de su proyecto.

Con financiamientos promocionales, montos promedio de


sólo U$S 3.000, se pueden traer “vientos verdes” a una pe-
queña empresa (dos/tres empleos), que multiplicados por unas
3 millones de iniciativas (de 6 a 9 millones de desocupados o
subocupados en la Argentina actual) requerirían una inver-
sión total de unos 10 mil millones de dólares, apenas el inte-
rés anual de la deuda externa argentina.

Además, ello emplearía a decenas de miles de


capacitadores en qué producir, cómo, dónde, de qué ma-
nera comercializar, con qué formas promocionales y
asociativas. En fin, una movilización total de la creativi-
dad, el aparato productivo y el mercado interno.

Mediante fórmulas asociativas, varias pequeñas em-


presas constituirán medianas empresas (consorcios, in-
cubadoras, parques empresariales) y, por qué no, varias
medianas conformarán grandes. Como Conaprole o Ma-
nos del Uruguay. Y de allí a la exportación.

No es excusa que esta modalidad requiere sistemas di-


ferentes de acceso al crédito, de garantía, de selección. ¡Ha-
brá que instrumentarlas! (como en el caso del Grameen, el
Banco Social tan exitoso de Muhammed Yunus (1)).

¿Y las grandes compañías? ¿Podría alguien sostener


seriamente que se verían afectadas? Por el contrario, se

Pág. 65
asegurarían un gran mercado de demanda de insumos, y
también del ingreso en el mercado de consumo de unos
10 a 20 millones de pobres/indigentes actuales: cada
nuevo empleado más su núcleo familiar.

Se recrearía la cultura del trabajo. Más aún, de la


iniciativa emprendedora. Cada empresa, un proyecto,
unos nuevos autores, protagonistas.

Regiones de Desarrollo
Hemos probado este modelo en decenas de pro-
yectos o planes de desarrollo (2).. Una de sus condi-
ciones más ventajosas sería la organización y ges-
tión microrregional. Por ejemplo, una microrregión
de 300.000 habitantes, podría crear unas 1.000
PyMes, disponiendo de un fondo de créditos de tan
sólo U$S 3 millones), que además puede crear un
fondo rotativo de diez años. Con lo que amortizan
los primeros beneficiarios, se atiende a otros deman-
dantes. Se crearían así 10.000 PyMes, generando 20
ó 30 mil empleos directos, el 25% de la población
económicamente activa de esa microrregión, más
que los desocupados existentes en los momentos de
mayor crisis en Argentina.

En cada microrregión es más fácil planificar el de-


sarrollo con la participación de los actores sociales, y
llegar por consenso a la identificación de objetivos, al-
cances, proyectos y modos de organización. Cada
microrregión se conoce bien a sí misma, tiene identi-
dad, corresponde a un clima, a un ambiente... ¡puede
proteger mejor su sustentabilidad!

Pág. 66
La Sustentabilidad
Este modelo apunta al crecimiento, pero distribuido, a
escala humana. Por lo tanto produce inclusión y equidad.
Y tiende a manejar bien los ecosistemas, por la pro-
pia escala, la diversidad y la base productiva local.
Sustentabilidad es buen manejo, económico, social y
ecológico.

Sólo requiere honestidad y buen entendimiento. Si los


montos referenciales citados sufren mermas por coimas, de-
moran en llegar a destino, o se echa mano de ellos para
tapar errores en otras áreas, no se producirá el cambio. Pero
tampoco si se centraliza esta política, y se la dictamina des-
de algunos iluminados, sin diseñarla para cada región o
microrregión, y con sus propios “autores” locales.

Calvino y los políticos


Italo Calvino fue un hombre político, además de un gran
escritor. En su libro “Elecciones”, imagina el ejercicio del po-
der político en relación al compromiso de pagarlo con la pro-
pia vida –¡tal la vocación de servicio que debería primar!–

Si se aspira a Concejal, dice Calvino que se debe do-


nar un dedo en prenda de garantía. Si a Intendente, una
mano. Si a Gobernador, los dos brazos. Si a Presidente,
la vida, al término del mandato.
Calvino cree que ejercer la política, la toma de deci-
siones, exige sacrificio y desinterés personal absoluto.

¿Será que precisamos tamaña abnegación para que


soplen vientos verdes?

Pág. 67
(1) Yunus, Muhammed “Hacia un mundo sin pobreza”, Editorial Andrés Bello, 1997.
(2) Se refiere a planes estratégicos de desarrollo local o microrregional realizados
por la Fundación CEPA, como el de la microrregión de Salto Grande
en Entre Ríos, Argentina, 2000/2001.

Pág. 68
07
3 de febrero de 2006

Sustentabilidad y empleo

«La crueldad laboral»


«Habrá que buscar nuevas formulas de
articulación entre creatividad y seguridad laboral
que en realidad pueden ser reeinterpretaciones
de prácticas ancestrales...»

Pág. 69
Cuando parecía que faltaban vientos para motivar es-
tas breves reflexiones, me surgen nuevos vendavales.
Vi en un film, como de comedia americana, no exento
de simpatía y humor, cuando sentí un desprecio no desco-
nocido, que ya me había provocado antiguas náuseas fren-
te a uno de los episodios del tema de la película.

Un padre de familia de 50 años recibe el mismo día


dos noticias que cambiarán el curso de su vida. Su espo-
sa, espera un hijo, cuando es ya una mujer madura y esa
circunstancia lo llena de bríos juveniles. Pero en el tra-
bajo, siendo jefe de publicidad de una importante revis-
ta, es despedido para ser remplazado por un jovencito e
inexperto de 26 años.

A ese despido le seguirán varios de antiguos colegas de


oficina, y siempre de manera despiadada, sin resguardos
sociales. Surge en todos ellos, y en especial en el protago-
nista, el terror de la inseguridad laboral, pues sin empleo
con más de 50 años se es, para ese tipo de sociedad, algo a
si como un viejo prematuro, un exilado en su casa.

Claro que a veces las políticas de protección laboral,


como las que desarrolló el Estado de Bienestar, desde las
huelgas de inicio de siglo hasta la introducción del neo-
liberalismo en los 80 y 90, provocaron excesos de proteccio-
nismo. Creando injusticias también para la parte patronal,
ante empleados de baja calidad, o promoviendo vicios de
falta de creatividad y escasa productividad, en algunos em-
pleados pocos dedicados a su trabajo.
Pero el extremo opuesto es un huracán mucho más
maligno.
Se acaba de realizar en Davos, Suiza, uno de los fa-

Pág. 70
mosos encuentros mundiales de lideres de la economía
liberal, y no casualmente su tema fue este año “IMPE-
RATIVO: CREATIVIDAD”. Bienvenida la búsqueda de la
creatividad tan vinculada a la capacidad de hacer pro-
yectos (1), pero ante la mencionada crisis de seguridad
laboral, también la creatividad es la perfecta excusa para
echar sin más, a alguien que quizás se ganó un lugar y
un derecho jubilatorio por las ideas que tuvo antes, y la
fidelidad con que las siguió a través del tiempo.

Habrá que buscar nuevas formulas de articulación


entre creatividad y seguridad laboral que en realidad
pueden ser reinterpretaciones de prácticas ancestrales.

Formas cooperativas, donde los miembros de la mis-


ma son algo así como accionistas de un capital parti-
cipativo, que genera un derecho de ingreso posterior al
fin de la práctica laboral.

Derechos accionarios, donde el trabajador va adqui-


riendo derechos sobre la empresa, a través de los años,
tal que, terminada su etapa más creativa, goce de bene-
ficios del desempeño empresarial futuro.

Criterios de sabiduría sobre la creatividad bien dife-


rentes, donde vale aquello de “el diablo sabe por diablo
pero más sabe por viejo” como sucede en el final del
film mencionado al inicio. Evidentemente el protagonis-
ta de 50 años demuestra a poco de andar que el joven de
26 tenía destellos innovadores, pero faltos de solvencia,
y como corresponde a una película de final feliz, optan
por actuar de manera concertada. Innovación intuitiva más
seguridad experimentada.

Pág. 71
Quizás la verdadera creatividad está en esa línea de
articulación generacional, y entonces son tan necesarios
los jóvenes como los viejos.
Por eso nos sedujo el modelo de la sociedad de flujos
cíclicos donde, en procura también de la sustentabilidad
social, los ancianos se reciclaban como educadores de
los más pequeños.

Dirán los escépticos: pocos viejos pueden hacer de maes-


tros. Pero también existen escépticos de la capacidad actual
de los jóvenes, que viene de generaciones de frustración
educativa. ¿Y quién puede aseverar, que juventud y creati-
vidad van unidas?

Llevará décadas moderar estos nuevos vientos de jus-


ticia a la creatividad con justicia a la continuidad y a la
fidelidad laboral.
De todos modos, los casos en que ya sucede demues-
tran su capacidad superadora (2).

(1) Ver Vientos Verdes nº 10


(2) La propia fundación CEPA es un grupo de aprendizaje transgeneracional

Pág. 72
08
7 de febrero de 2005

Sustentabilidad y turismo

¿El «final» del turismo


o «todo» es turismo?
“La posmodernidad puede generar el consumismo
de la movilidad y con ella de los lugares y culturas, pero
también la multiplicación de las experiencias humanas
y el aumento del valor de la identidad de cada
cultura, cada lugar y cada quién”.

Pág. 73
Ya en 1930, Frank Lloyd Wright escribió “Mobocracy”,
vaticinando la sociedad móvil.
En el reciente libro “Economías de Signos y Espacios”
(sobre el capitalismo de la post-organización), Scott Lash
y John Urry, adjudican al aumento global de la movili-
dad el cambio profundo de todos los tipos de organiza-
ciones sociales. Y entre ellas, el turismo adquiere un
papel decisivo (1).

¿Será éste un “viento verde” por fin?. ¿O será un ven-


daval que arrasa naturaleza y cultura, avasallados por
millones de desaprensivos consumidores de lugares, cos-
tumbres, patrimonios?

El turismo se inventó, literalmente, a partir de la or-


ganización de “tours” –recorridos organizados–, cuya
fecha inicial puede fijarse a mediados del siglo XIX con
el surgimiento de Thomas Cook and Son, el primer agen-
te de viajes y operador de turismo. En realidad Cook,
para algunos el mayor líder de la etapa madura del ca-
pitalismo, inventó el turismo masivo organizado, pro-
veniente de las grandes masas de obreros industriales
ingleses, que ya para esos tiempos eran millones y ade-
más habían alcanzado un nivel de bienestar y justicia
social que los hacía acreedores a por lo menos una se-
mana anual de vacaciones.
Estamos ante una de las formas iniciales del capi-
talismo organizado, compatible con las primeras medi-
das de justicia social, de organización empresarial, y
de organización sindical.

Aunque parezca mentira, esa misma situación se ex-

Pág. 74
tendió en los países más desarrollados hasta aproxi-
madamente 1980, con más de un siglo de consolidación
de la organización social del turismo, en la forma de enor-
mes contingentes que comenzaron a viajar por el mundo,
y constituyeron quizás el impulso principal de la movilidad
organizada, que más tarde cambiaría el mundo. Los viajes
en tren, en vapor, luego los intercontinentales tanto por
mar como por aire, y finalmente la movilidad generalizada
en la época de la globalización.

La movilidad no fue objeto de crisis profundas, pues


los sistemas organizacionales y tecnológicos avanzaron
de tal modo, que disminuyó proporcionalmente el riesgo
del viaje, su precio, y la facilidad para su adquisición y su
concreto desempeño en la práctica. Hace ya décadas que
viajar es fácil, seguro y relativamente barato. Pero hay
dos aspectos de verdadera alarma que se instalaron fuer-
temente en ese mismo lapso de tiempo: uno es de ca-
rácter socio-cultural, referido a la invasión de turistas
sobre sitios de gran patrimonio cultural, y su impacto
identitario; el otro es de carácter ambiental, referido a la
invasión de turistas sobre ecosistemas frágiles, que han
atentado contra la biodiversidad y la forma de vida de
las poblaciones locales.

Todo es turismo
Esa gran movilización no sólo se da por motivos turís-
ticos. También realizan “tours”, todos los que viajan por
razones laborales o culturales. Las redes empresariales
globales, los centros de congresos y convenciones, son
algunas de las modalidades recientes, que también han
visto aumentar enormemente el número de viajes no

Pág. 75
vacacionales. Para no hablar de la propia movilidad de
ciudadanos dentro de países libres, o de países no libres
hacia países libres, en búsqueda de mejores condicio-
nes de vida. Quizás el caso más detonante es el de Esta-
dos Unidos, donde es absolutamente común que los
miembros de una misma familia vivan bien distantes, e
incluso se muden permanentemente.

Si se considera turista al que realiza más de un per-


nocte, hoy un gran porcentaje de la población mundial es
turista, pues por uno u otro motivo usa servicios de viaje,
tanto para moverse como para estar en el lugar de desti-
no. Consume, genera demanda, y provoca empleos y ri-
queza. No en vano se considera hoy al turismo la principal
actividad económica mundial y sobre todo la de mayor
aumento relativo. La expansión de China en este sentido
genera cientos de millones de viajeros que se están agre-
gando rápidamente a este gigantesco mercado.

El final del turismo


Sin embargo, esta generación de viajes por múltiples
motivos con destinos cada vez más variados y diver-
sificados, y demandantes de productos cada vez más
multifacéticos, también habla del final del turismo ex-
clusivamente vacacional, para ser sustituido por una nue-
va modalidad de viajes.

Estamos en la etapa del “capitalismo desorganizado”,


transformado en miles de millones de iniciativas de movi-
miento en el espacio y en el tiempo. Ya se está hablando
del “final de las agencias de turismo”, sustituidas por otras
modalidades menos organizadas socialmente, de manera

Pág. 76
de atender a tantas demandas individualizadas y por moti-
vos tan diversos. La idea del “paquete” turístico organiza-
do, se va sustituyendo por la idea de recorridos o “tours”,
que combinan trabajo, placer, descanso, deportes, expe-
riencias culturales, amistad, y que requieren que la oferta
de atractivos sea más flexible y variada, y las formas de
movilidad incorporen también fuertemente la movilidad
improvisada individual. El automóvil alquilado, los pasa-
jes en tren que permiten múltiples escalas en el tiempo a
libre elección, son algunas de estas nuevas modalidades.

Esta difícil ecuación, donde todo es turismo, en el marco


del final del turismo organizado por paquetes preestablecidos,
nos seduce y amenaza por igual, como unos vientos muy
verdes y muy polvorientos al mismo tiempo.

La parte verde, es que emerge así la posibilidad de


una distribución mucho más equitativa e inclusiva de
las oportunidades de oferta turística. Cada punto del
territorio, patrimonio o simple poblado, paisaje rural o
centro metropolitano, hoteles equipados para congre-
sos y convenciones o pequeñas posadas y habitacio-
nes alquiladas, es posible y necesario, y está generan-
do una gigantesca red o sistema de oportunidades, que
revolucionan el mercado de trabajo de manera tan fuer-
te como lo fue la revolución industrial. Pero mejor aún,
porque ésta produjo migrantes del campo que abarro-
taron la periferia de las ciudades, desequilibrando el
buen uso de la Casa Tierra, mientras que la moviliza-
ción actual pesa más levemente sobre el conjunto del
territorio y devuelve habitantes al interior, a los confines
más «puros del planeta».
La parte polvorienta, que siempre existe, es la nece-

Pág. 77
sidad de organizar esta desorganización, desde el punto
de vista de un manejo sustentable del patrimonio natural y
cultural, para impedir que este sistema de consumo
globalizado se transforme en un canon tipo (como las
hamburgueserías) que luego destruyan la diversidad ansiada.

En mi texto “sustentabilidad y lentitud” (2), sobre la


vida lenta, la ciudad lenta, la comida lenta, encontramos
quizás la respuesta a este polvoriento panorama. El pro-
blema no es la movilidad. También se movían los viaje-
ros individuales (caminantes, exploradores) de la etapa
precapitalista que desde la ciencia natural, la literatura
o el arte en general, nos enseñaron la riqueza del mun-
do. El problema es la velocidad de la movilidad. Si todo
es “me muevo velozmente, toco, consumo, depredo, me
vuelvo a mover”, se trata de un ciclo maléfico. Si me
muevo con conciencia, compartiendo con lo local, via-
jando con cuidado, aprendiendo de la experiencia, esta-
remos en un círculo virtuoso.

La modernidad logró la gran movilidad y generó la organi-


zación social de los viajes, masivos, concentradores. La
posmodernidad puede generar el consumismo de la movili-
dad y con ella de los lugares y culturas, pero también la mul-
tiplicación de las experiencias humanas y el aumento del va-
lor de la identidad de cada cultura, cada lugar y cada quién.

(1 ) Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1998.


(2) Ver Vientos Verdes 6.

Pág. 78
09
21 de marzo de 2005

Sustentabilidad y sociedad

La sociedad de la confianza
“No hay sustentabilidad sin confianza.
La sustentabilidad requiere de la participación de todos
los sectores, con esfuerzos propios y ayudas mutuas”

Pág. 79
¿Recuerda el lector esa reciente película “La tor-
menta perfecta”? Como en ella, donde se juntan va-
rios ciclones, huracanes y otras formaciones perver-
sas del cielo, uno de los vientos más terribles que azo-
tan nuestra sociedad y amenazan destruirla, es el vien-
to de la desconfianza.

Está claro que la condición humana es imperfecta –


como buen sistema viviente tiende siempre a la entropía,
que en buen castellano quiere decir a la generación de
conflictos–, y todas las religiones han reconocido esa
condición con palabras parecidas a la de “pecado”.

Por ello no nos vamos a sorprender, sería una inge-


nuidad imperdonable, de ver al prójimo como alguien
capaz de generarnos un conflicto (los pecados capitales,
y algunos otros más provincianos pero igualmente mo-
lestos) y que, por ello, le tengamos desconfianza.

También es cierto que, en parte, nuestra sociedad o


nuestras formas de vida asociada según diferentes ti-
pos de cultura, han creado su organización sobre la base
de arbitrar entre las desconfianzas de cada individuo,
para lograr un mínimo de articulación en la confianza
colectiva. ¿Qué otra cosa son sino las Leyes, las Consti-
tuciones Nacionales, los Acuerdos Internacionales, etc.?

Juan Jacobo Rousseau dio formato moderno, en el Siglo


XVIII, a esta búsqueda ya claramente explícita entre los grie-
gos clásicos, cuando escribió su propuesta del “Contrato So-
cial”. Que, en buena medida, dio lugar a la sociedad burgue-
sa organizada y victoriosa que gobernó el mundo occidental
durante todo el Siglo XIX y buena parte del Siglo XX.

Pág. 80
Sin embargo, la desconfianza, en sus manifestaciones
más actuales (el mercado como único regulador, el sálve-
se quien pueda, el muy argentino “no te metas”) han he-
cho re-emerger una etapa aparentemente pre-societaria.
Hoy es muy visible la transgresión al contrato social: no se
cree en las leyes, no se cree en los gobiernos, no se cree
en el buen vecindario, no se cree en la policía. Y con ho-
rror observé hace algunas noches en un noticiero de tele-
visión, las declaraciones de un propietario de casa en
“country”, alarmado de haber sido robado en ella a pesar
de las máximas medidas de seguridad y aislamiento: “ya
no hay seguridad en ninguna parte”.

La desconfianza ha generado formas de ocupación del


territorio, tipologías urbanísticas, y todo tipo de conceptos y
objetos (¡que decir de la sociedad armada que nos mostró
Michael Moore!), que también son un gran negocio produc-
tivo, y que vuelven cada vez más insustentables las relacio-
nes de la sociedad en el territorio.
Por ello, Alain Peyrefitte propugna “La sociedad de la
confianza” (1), pues con el viento demoledor de todo tipo
de sociedad que genera la antisocial desconfianza, no
hay futuro social ni sustentabilidad de ningún tipo.

La sustentabilidad ecológica o natural es el fruto de in-


trincados y complejos sistemas autoequilibrantes, donde
unos producen, otros consumen y otros mueren. Pero la
sustentabilidad social hace siglos que quiso abandonar ese
“salvajismo” de la ley del más fuerte, de la condena de es-
pecies enteras, de la crueldad de los ciclos depredatorios.
El contrato social asegura el equilibrio entre los benefi-
cios de unos y otros, los deberes y obligaciones de cada
quien. De ese modo controla el exceso de entropía que tiende

Pág. 81
siempre al caos, y genera entradas o alimentaciones equi-
librantes, para evitar la dispersión (los vientos arrasadores)
que pulen cruelmente toda diversidad, toda protuberancia,
todo lo que no está exactamente en su punto.

Por ello surgió el “Estado benefactor”, como el “New Deal”


de Roosevelt, que sacó de la cruel crisis del 30 a Estados
Unidos. Corriente socioeconómica que seguiría hasta los 70,
generando la época de mayor crecimiento en el mundo, y que
entraría en crisis por los excesos de presencia del Estado, y la
voracidad ya incontenible de los mercados.

En la ley exclusiva de los mercados (darwinismo a la le-


tra) todo es contienda, la regulación se limita a la fuerza de
lo mejor o de lo mejor vendido, aunque no sea imprescindi-
ble y, lógicamente, esa competitividad descarnada, incon-
tenida, voraz, no se mueve en un horizonte de confianza. Las
reglas económicas de los esfuerzos cooperativos, de las re-
des, de la protección a los débiles, desaparecen o quedan
sólo minimizadas en acciones de beneficencia, y la confian-
za termina arrasada por una tormenta perfecta de vientos en
todas las direcciones.

No hay sustentabilidad sin confianza. La sustenta-


bilidad requiere de la participación de todos los secto-
res, con esfuerzos propios y ayudas mutuas, donde se
defiende lo local pero con responsabilidad global, don-
de es preferible compartir que competir, integrar que di-
vidir, unirse al vecino que levantar muros hacia él.

(1) Peyrefitte, Alain. Santiago de Chile, Editorial Andrés Bello, 1996.

Pág. 82
10
4 de julio de 2005

Sustentabilidad y proyecto

La vida sin proyecto


¿causa o efecto de la exclusión?
“Existe apego mayor al presente y casi inexistencia
de previsiones para el futuro.
Sin proyecto no hay destino y sin destino no hay proyecto”.

Pág. 83
El lunes 20 de junio de 2005, en su sección de noti-
cias nacionales, el Diario El Plata publicó a página ente-
ra un artículo titulado “El drama de los jóvenes que vi-
ven sin proyectos”.

Hace más de 30 años que bregamos por el paradig-


ma del proyecto como verdadero camino para una au-
téntica y profunda liberación de la mejor condición hu-
mana. Nuestra entidad se fundó en 1974 con el nombre
de Centros de Estudios y Proyectación del Ambiente,
que aún hoy resulta difícil de pronunciar. Desde aquel
entonces lo principal que tratamos de enseñar, o de
compartir en el aprendizaje con miles de alumnos, es
la proyectación ambiental, que hoy, más serenos y qui-
zás más esenciales, podemos traducir como la pasión y
las técnicas por proyectar integralmente las mejoras de
los sistemas socioambientales. En 1999 escribí “Del
Titanic al velero”, cuyo subtítulo es “La vida como pro-
yecto”, dejando aún más en claro que es un paradigma
no sólo del conocimiento científico y cultural, sino de
un estilo de sociedad.

Pero estas anticipaciones, estas utopías, parecen vol-


verse tangibles cuando uno encuentra en un diario argen-
tino que se ha hecho un estudio en la provincia de Buenos
Aires determinando que el 21% de los jóvenes de más de
18 años viven sin proyectos y esto genera condiciones dra-
máticas de vida. Lógicamente, el 12% de estos jóvenes
lleva años excluido del ámbito laboral.

Otros datos vuelven aún más elocuentes estos dra-


máticos testimonios. Los jóvenes no se identifican con
sus ciudades y apenas un porcentaje del orden del 15 al

Pág. 84
20% conoce las plazas, parques o calles, en su mayoría
del propio barrio donde habitan. Sus mayores acciones
de participación están vinculadas a iniciativas solidarias
y no a actividades políticas tradicionales. Y de todos
modos, los mayores porcentajes de entre estos jóvenes
pertenecen a varones y de los sectores sociales más cas-
tigados por la pobreza. Existe apego mayor al presente y
casi inexistencia de previsiones para el futuro.

La vida con proyecto se parece a esta maravillosa


“pelea de enamorados con el mundo” que poetizó Robert
Frost para su propio epitafio. La vida sin proyecto se pa-
rece a la pérdida de la vida, como sostuviera hace 30
años el gran filósofo italiano Giulio Carlo Argan en su
libro “Proyecto y destino”: sin proyecto no hay destino y
sin destino no hay proyecto.

Pero cabe una cruel pregunta ante semejante crisis:


¿estos jóvenes no tienen proyectos porque son exclui-
dos económicamente de la sociedad?, o más bien ¿son
excluidos porque no tienen proyecto?

Mi sensibilidad social se inclina por la primera ase-


veración. Ante la falta de oportunidades económicas, la
soledad y el resentimiento que eso suele crear, la esca-
sez de dinero para acceder a los bienes de la cultura y la
educación, surge como efecto la frustración y la incapa-
cidad de concebir proyectos.

Pero también mi experiencia ya veterana me indica


que en el caso argentino concreto llevamos muchas dé-
cadas sin un proyecto nacional ni de sociedad, y terri-
bles factores como la dictadura militar, la globalización

Pág. 85
capitalista salvaje, y la corrupción de muchas estructu-
ras y sectores de poder, nos fueron llevando hacia el
“no te metás” que es una forma generalizada de no
hacer proyecto. Los hijos de esas generaciones, los jó-
venes de hoy, aprendieron a desconfiar, des-solidari-
zarse y, por último, a no sentir ni la educación ni el im-
pulso para concebir proyectos. Para este caso histórico
–donde el mundo entero se pregunta por qué Argenti-
na está así– quizás muchas veces se es excluido por-
que no se tiene proyecto.

Causa o efecto. La exclusión como causa o la exclusión


como efecto. En cualquier caso es un indicio terrible porque
está en la naturaleza misma de nuestros problemas más
profundos, antes que en su fenomenología aparente.

Sentimos un cierto orgullo en haber bregado desde siem-


pre por la noción proyectual como condición básica de la
vida, ante estos testimonios del drama de su falta. Pero
ello renueva nuestra lucha, nuestra pelea de enamorados,
por la educación, por proyectos, porque creemos que será
realmente el camino de la verdadera inclusión.

Es fundamental reclamar la condición de actor so-


cial ante la necesidad de cambios profundos que la so-
ciedad ya avizora. Pero es mucho más importante que
todos descubran su capacidad autoral, o co-autoral,
para ser artífices de ese mismo cambio, con proyectos
propios, de grupo, y de sociedades enteras, y que ese
proceso promueva la aceleración del cambio con bra-
vía de epopeya histórica.

Pág. 86
11
22 de julio de 2005

Sustentabilidad y cultura digital

Lo concreto y lo virtual
“Sólo en los espacios públicos, en los espacios del
no anonimato, es donde se puede construir una
sociedad con identidad y fuerza de cambio”

Pág. 87
Estos vientos que muchas veces me alimentan y otras
amenazan con arrasarme, se están transformando en una
provocación casi cotidiana. ¿Cómo enfrentarlos, cómo
convivir con ellos, con el realismo que exige la acepta-
ción de la incertidumbre, de las fuerzas que son imposi-
bles de superar, pero con el idealismo que nos sostiene
para no doblegarnos?

Uno de esos vientos arrasadores es el aumento de la


cultura digital, de la comunicación virtual, del mundo que
entra y sale desde una pantalla de computadora, de la
cual parecemos depender cada vez más.

¿Se trata de un viento que limpia del oscurantismo de


la información reprimida, cerrada, ideologizada? ¿O se trata
de un viento que condiciona nuestra percepción de la rea-
lidad, porque todo sucede en el diálogo de lo que la pan-
talla me ofrece y de lo que yo le pido, sin el otro o los otros
que tercian, niegan, empujan o ríen de nuestra mirada?

Hay una cierta seguridad en el diálogo con la compu-


tadora y con su inmenso, inagotable, universo de infor-
maciones. Y es evidente cómo los adolescentes llenan
los sitios de Internet, a toda hora, dejando de comuni-
carse con el que tienen a su lado (que puede querer otra
cosa) y saboreando la información que sólo a ellos les
interesa o eliminándo si no lo hace.

En cambio, el diálogo es inevitable en el espacio pú-


blico, aquel que dio origen a la ciudad, polis, origen de la
política, y dónde se construyó la civis, civilización, socie-
dad. A diferencia del ágora griego o el foro romano, don-
de el riesgo de la discusión enfatizó la formación de filó-

Pág. 88
sofos y oradores, la pantalla enfatiza la curiosidad ilimi-
tada, inaferrable y evanescente.

Marc Augé, nos dice en un reciente artículo que “hay


que amar la tecnología y saber controlarla”. Se trata en rea-
lidad del famoso teórico de los “no lugares”, que reflexiona
preocupado por la pérdida de los lugares. Y quizás define
este complejo asunto con la frase “No hay identidad sin la
presencia de los otros. No hay identidad sin alteridad”.

Más adelante, el propio Augé insiste en que sólo en


los espacios públicos, en los espacios del no anonimato,
es donde se puede construir una sociedad con identidad y
fuerza de cambio. Formarlos para crear, como dice el pro-
pio Augé, y en este sentido, en un texto anterior dejamos
en claro la tragedia de una sociedad sin proyecto (1).

La sociedad de consumo y de la globalización me per-


mite informarme en tiempo real de lo que está pasando
en cada rincón del planeta, pero eso me genera un nuevo
modo de individualidad, donde tenemos interlocutores fic-
ticios en la pantalla de Internet o en la pantalla de televi-
sión, y cada vez menos interlocutores reales en las rela-
ciones de solidaridad y en los riesgos de la interactividad.

Ernesto Sábato bregó durante décadas por recupe-


rar el hombre concreto, y estaba vaticinando (junto a
otros grandes pensadores) que el hombre virtual podía
conducir al fin de la historia y la muerte de las utopías.
Si en la pantalla y la digitalización podemos crear todo
tipo de virtualidades, no es necesario mejorar mi am-
biente, pues de algún modo deja de existir.
Como me decía hace poco una querida amiga, no es

Pág. 89
lo mismo leer en la pantalla de la computadora que en
el sillón de nuestro rincón íntimo, o en una ronda de
amigos, o en un círculo literario, o en la comodidad de
la cama. Hasta fisiológicamente esta nueva forma de
lectura genera deformaciones y vicios posturales o vi-
suales gravísimos.

Sólo se ama de veras la tecnología (y la informática no


es otra cosa), si se la usa como un instrumento, y se la sabe
controlar. Nuestro querido Giancarlo De Carlo (2) nos dijo en
1985, cuando aún estos fenómenos eran mucho menos
acuciantes: “la tecnología es como un tigre, es preciso sa-
ber domarlo”, y nos permitimos agregar que los tigres nunca
se domestican realmente y estarán siempre al acecho de
una distracción o de una debilidad de nuestra parte.

Es como el dibujo, esa tecnología de la expresión que


a través de la mano lleva el pensamiento al papel, a la
roca, a los manifiestos. Es fantástico lo que podemos ha-
cer con el dibujo de Autocad u otros sistemas informáticos,
pero nada reemplaza el arte y la profundidad de expresión
de una mano y un lápiz blando, trazando quizás el bosque-
jo de lo que luego una computadora podrá transformar en
un juego de múltiples posibilidades.

Las ideas están antes que la informática. Es la cultu-


ra lo que permite usar bien la informática, saber buscar,
saber seleccionar. El juego sabio es lo que tenemos que
lograr: entre la formación y la información, entre el bos-
quejo espontáneo y las poligonales digitalizadas, entre la
lectura detenida, iluminada por la luz del atardecer en una
terraza y la lectura rápida que permite cancelar lo que no
me interesa con sólo apretar un botón.

Pág. 90
El viento de la informatización ejerce hoy un poder
infinitamente superior a las brisas tibias de la cultura de
lo concreto. Será necesario reaprender la potencia de
los vientos del diálogo y la identidad.

Pág. 91
(1) Ver Vientos Verdes 10 «Sustentabilidad y Proyecto».
(2) Ver Vientos Verdes 9 « La sociedad de la confianza».

Pág. 92
12
15 de agosto de 2005

Sustentabilidad y gobernabilidad

Vientos contínuos,
vientos de concordancia
“La planificación participativa se hace entre todos, y
se sobreentiende que se recicla a sí misma, pues la
participación abierta se renueva”

Pág. 93
Todos sabemos –al menos casi todos los que pensa-
mos para el bien– que es mejor prevenir que curar. Para
eso, hace unos 150 años comenzó a desarrollarse la cien-
cia de la planificación, que quizás se estructuró recién
con Patrick Geddes a inicios del siglo XX. Se consideró
“primordial” pensar antes de actuar, entendiendo que lo
“prioritario”–actuar de inmediato– podía ser insuficien-
te, apresurado y hasta contradictorio.

Nuestros vientos dañinos provienen casi siempre del


actuar irreflexivo, improvisado o manipulado por con-
veniencias singulares - corruptas. En esta nueva mira-
da más reflexiva, hasta el consagrado maquiavelismo
(el fin justifica los medios) puede resultar horroroso:
¡muchos huracanes destructivos tomaron forma en su
honor! La bomba atómica sobre Hiroshima ha sido qui-
zás el más erudito de esos horrores.

Pero también la planificación clásica sabe provocar vien-


tos persistentes de agobio, de asfixia: dirigismo, centraliza-
ción, detenimiento arbitrario de la incertidumbre de los sis-
temas vivos, como los humanos y los sociales. No es casual
que el militarismo ilustrado y dominador siempre haya amado
la planificación. En realidad, la inventaron, con sus movi-
mientos de estrategia y táctica, con sus batallas pre-figura-
das. Pero también les fue muy útil cuando la utilizaron para
maniatar ideas y libertades.

Un viento refrescante, humectante, con olor a verde, es


la planificación participativa. Se hace entre todos, y se so-
breentiende que se recicla a sí misma, pues la participación
abierta se renueva (por naturaleza social) en lugar de perpe-
tuarse como el poder, aún el democrático, que a veces se

Pág. 94
transforma en dictaduras entre cada período eleccionario.
Otro aún más rico, algo perturbador quizás, es el viento de
procesos continuos. Más que planificar se “maneja” el vele-
ro, según los vientos, la marea y nuestras ansias de destinos
(1). Se llega quizás más sustentablemente que con un Titanic
pesado e inflexible, pero no siempre al destino prefijado. Más
que gobernar se concerta la gobernabilidad entre todos.

Se navega con una tripulación democrática, donde todos


saben navegar, aprenden, se enseña, para que todos se com-
prometan y ayuden. El viento y el manejo del viento son uno
solo. Y el manejo es un alerta continuo. Se “planifica” un
rumbo (y sus alternativas) y se procura llegar con distintas
tácticas, ritmos, protagonismos.

Estos son vientos de concordancia, pues surgen que-


ridos antes que impuestos.

Es el camino que hoy se persigue en la vanguardia: la pla-


nificación participativa y continua o como preferimos enun-
ciar, la proyectación continua y sustentable, pues en realidad
sobre la base de ideas-fuerza o estrategias también revisables
cada día, se construyen proyectos –acciones concretas– de
modo de avanzar, testimoniar, probar, ajustar y seguir.

Se están probando nuevas formas de gestión urba-


na, territorial, ambiental. La gestión pública está atrasa-
da en estas búsquedas, rigidizada por burocracias de
cuño imperial antiguo, pre-sistémico, pre-holístico, pre-
divulgación de la cultura y su democratización.

El viento necesario debe acelerar el camino. En estas


épocas, diez años equivalen a cien años del siglo XIX.

Pág. 95
(1) Ver “Del Titanic al velero, la vida como proyecto”,
Rubén Pesci, Fundación CEPA, 2000.

Pág. 96
13
5 de octubre de 2005

Sustentabilidad y planificación

¿Corregir los efectos


o modificar las causas?
“Se debe trabajar para modificar las causas, lo que
hay por detrás, en el origen de los problemas de
insustentabilidad que aquejan hoy nuestro mundo”

Pág. 97
¡Qué gran esfuerzo corregir errores o catástrofes no
prevenidas! Esos son huracanes (como el Katrina) que a
su vez provocan efectos indirectos –que generan otras
energías, como la de las aguas violentas de un río re-
balsado de su cauce– y que destruyen más allá de la
lógica sectorial o parcial de su efecto original.

Casi siempre sucede así; desde las inundaciones en


Santa Fe, Argentina, donde la tragedia había sido “anun-
ciada” (1), hasta la de Nueva Orleáns, que ni el podero-
so Bush supo enfrentar.

Es que corregir desafueros, rupturas, salidas de cau-


ce (de cualquier tipo) suele suscitar otros vientos tan
desgraciados como los que provocaron esos daños.
Desde tiempos inmemoriales, las sociedades huma-
nas aprendieron a enfrentar estas turbulentas situacio-
nes y, en forma de oráculos, credos, vaticinios sabios o
sueños premonitorios, se trató de “a-divinar” (como Dio-
ses) qué deparará el futuro, en la esperanza de aguar-
darlo mejor pertrechados.

En realidad, ese saber predecir no cambió demasiado


hasta que se inventó la planificación, el “plan”. Se trató
de organizar o conducir un conjunto de conocimientos para
alcanzar un fin (evitar aquella catástrofe, contraatacar una
amenaza a tiempo de evitarla), mediante una serie de pa-
sos lógicamente predecibles y gobernables.

Pero desde su inicio como ciencia moderna, que en


realidad se le suele atribuir a Patrick Geddes, sobre fi-
nes del siglo XIX, la planificación (acción de producir pla-
nes) se comenzó a ocupar no sólo de evitar efectos dañi-

Pág. 98
nos o maléficos, sino de modificar las causas que provo-
can esos efectos. He ahí la gran diferencia: planificar
para cambiar benéficamente la realidad o para evitar que
los daños o efectos negativos se propaguen.

Los dichos populares facilitan mi explicación:


>“Prevenir antes que curar”: ante la epidemia del cólera de
1992/93, en el norte de Argentina se hizo un gran esfuerzo
para frenar la muerte de muchos, pero pocos esfuerzos se
dirigieron a erradicar las condiciones endémicas de pobreza,
malas condiciones de higiene y hábitat, migraciones ilegales,
etc., que son la causa de aquellos brotes.

>“Si la ves venir…”: desarrollar el saber de conocer las cau-


sas, para desviar, minimizar o anular los efectos negativos y
aprovechar los positivos, (como quiere lograr la buena y sana
aplicación de Estudios de Evaluación de Impactos…)

>“Hombre prevenido vale por dos…”: planificar el futu-


ro de una ciudad para potenciar sus oportunidades y evi-
tar sus conflictos ya hoy emergentes. Dar gobernabilidad.

Pero es preciso dar un paso más audaz aún, que si bien


es practicado y conocido por muchos, todavía no forma
parte de la cultura política de la mayor parte de los países
del mundo, ni de Estados Unidos, a la luz del desastre gu-
bernamental ante las consecuencias del Katrina: se trata
de planificar para modificar las causas.
Este grave asunto (esencial para no pasarnos la vida
previniendo incendios, pestes, ciudades que crecen en
exclusión de ricos y pobres, y tantos vientos negros de
polvo contaminante) merece un cambio esencial de rum-

Pág. 99
bo: de la política, de la actividad profesional, de la pla-
nificación como oficio verdaderamente benéfico.

Se debe trabajar para modificar las causas, lo que hay


por detrás, en el origen de los problemas de insustenta-
bilidad que aquejan hoy nuestro mundo.

Periferización y exclusión: ¿Por qué la ciudad debe cre-


cer y sub-urbanizarse?

Velocidad y stress: ¿Por qué hay que facilitar la veloci-


dad de llegada –cada cual su automóvil, su histeria de
falta de tiempo– en lugar de actuar para acortar distan-
cias y traslados?

Longevidad y mala vida: ¿Por qué hay que desperdiciar


la oportunidad del aumento de la esperanza de vida, pro-
vocándonos colapsos de salud por stress, accidentes,
mala alimentación y tantas enfermedades de la civiliza-
ción consumista-productivista?

Naturaleza y negación de la naturaleza: ¿Por qué para sal-


var la naturaleza debemos separarla de la sociedad (pre-
venir sus efectos negativos habituales) en lugar de edu-
car y articular bien la sociedad y la naturaleza (modificar
las causas)?

Esta enumeración podría ser infinita. En muchos de los


artículos breves que denominé “Vientos Verdes” ya he abor-
dado algunas de estas trascendentes cuestiones. La socie-
dad que construimos y heredamos de los últimos siglos está
montada sobre algunas premisas falsas o agotadas, o al
menos parcialmente fragilizadas. Ya no basta con atenuar

Pág. 100
sus impactos negativos (minimizar, palabra resignada que
reconoce que en el origen no se puede cambiar la causa).
Se deben revisar las mismas finalidades.

Tampoco basta entregar estas ansiedades en manos


de la educación. Si nada hacemos desde ahora, cuando
los sujetos educativos de hoy tengan edad de actuar
como líderes o pueblo que decide, ya poco quedará del
mundo que queremos.

Educar sí, pero en ciclos rápidos y a adultos. Empezar


a cambiar hoy, seamos hacedores de planes y proyectos.
Queremos muchos vientos verdes, de cambio, sin te-
mor a los desafíos, las herejías, las iconoclasias. Como
clamó el filósofo Alexander Mitscherlich: “sólo cuando
se cambia de enfoque se descubre algo importante…”
Planifiquemos el cambio de causas o la atención a las
verdaderas causas, y tratemos de no drenar energías
sólo en tapar agujeros.

Pág. 101
(1) Alude al libro «Crónica de una muerte anunciada», de Gabriel García Márquez.

Pág. 102
14
9 de septiembre de 2005

Sustentabilidad y mercado

¿Satisfacción del cliente


o educación del soberano?
“Para tender hacia un mundo sustentable, formado
por sociedades sustentables (sin las cuales
aquél es insustentable), tenemos que reestablecer
mecanismos de mercado libertario, como el de las
plazas antiguas de mercado”

Pág. 103
¿Por qué ese mito de que el mercado todo lo sabe y lo
elige bien? He ahí el viento quizás más arrasador del si-
glo XX, con raíces bien profundas en el XIX, y que ya
perfila su forma de vendaval en el XXI. Parece verde, ino-
cente, transparente, puro. Sus voceros dicen: es el usua-
rio –y esa versión menos tramposa, “el cliente”, que no
esconde la idea de que comprar y vender es la finali-
dad– quien debe decidir. Es la “satisfacción del cliente”
la que cuenta: gusta o no gusta, compra o no compra.
Ergo: vendemos o no vendemos.

En su forma más audaz, el viento del mercado se quie-


re mimetizar a los procesos de participación social, don-
de valoramos la opinión de todos los actores... pero nada
más igual y diferente al mismo tiempo. Es cierto, al ha-
cer participativos los planes, los proyectos, las iniciati-
vas, estamos decidiendo según lo que opina la mayoría.
Es una forma de aumentar la democracia genuina, acer-
cando el pueblo a la toma de decisiones.

Pero, ¿qué hacemos en realidad en esos casos? En


primer lugar, convocamos a opinar a los que no pueden
habitualmente hacerlo –por exclusión social, económica
o cultural–; y en segundo lugar, primero explicamos de
qué se trata, y si es un hecho desconocido, debemos an-
tes educar para luego saber opinar.

¿Qué significaría esto traducido a elecciones de mer-


cado? Qué podrían opinar sobre los barrios cerrados los
pobres de las villas miserias; o sobre el turismo interna-
cional aquellos que nunca podrán practicarlo... o sólo des-
pués que les ofreciéramos ayuda para viajar.
No, participación social es aumento de la base social

Pág. 104
en la toma de decisiones sobre qué hacer con la sociedad,
y no orienta directamente la compra-venta de nada. Y ade-
más, es una forma evidente de educación, de aprendizaje
para la mayor garantía de uso de las libertades.

El mercado, con sus estudios de satisfacción del clien-


te, es aumento de conocimiento sobre el deseo de com-
prar y la factibilidad de vender. Orienta la producción de
bienes y servicios con mayor perspectiva de negocio, pero
no garantiza la calidad o legitimidad de qué producir y ven-
der. El automóvil, la cumbia villera, recorrer las dunas con
motos, son formas exitosas de productos, que pueden ser
muy requeridos, pero no siempre son productos educati-
vos, sustentables, apropiados.

Con la idea de dar satisfacción al cliente se anula


toda noción de educación: no se pregunta qué es mejor,
más sano, más duradero, verdaderamente necesario, sino
qué se desea tener. Y se anula la creatividad: ¡el cliente
mal puede opinar sobre lo que no existe!

Si pregunto qué se desea conocer del mundo incaico y


no sé que es; o sobre el turismo en Praga y no sé de música,
quizás obtenga sólo respuestas banales. Antes de la expe-
riencia, con errores de información que pueden llevar a ofre-
cerles lo pueril. Después de la experiencia, con insatisfac-
ción por lo descubierto tarde o lo nunca descubierto.

Recuerdo una vieja amiga de mi madre que se lamen-


taba de ciertos olores de cloaca en los canales de Venecia
en verano, y no concebía otros valores a considerar. O la
insatisfacción con la carne en Viena, de un desilusiona-
do viajero argentino fanático del asado.

Pág. 105
El pueblo, el soberano, debe saber de qué se trata para
poder opinar. Entonces, opinar es posterior a saber, y sa-
ber es posterior a recibir información, a educarse.

¿Sabrá el mundo qué ofrece Argentina de verdad,


antes de decidir por viajar a Buenos Aires o El Calafate?

¿Sabrá el necesitado de comida si la carne o el estofado


le hacen bien o mal?

¿Se sabrá discernir entre lo conocido y lo aún por conocer?

El mercado, como mecanismo de selección, ha sido


bueno desde siempre: ahí está la plaza, ahí los kioscos o
stands, ahí los productos, y el comprador potencial pue-
de elegir. Pero precisamente la plaza, el kiosco y las me-
sas con productos –aunados a la tradicional costumbre
de ofrecer probar– son la garantía de decidir después de
conocer, poder comparar, y poder optar.

Para tender hacia un mundo sustentable, formado por


sociedades sustentables (sin las cuales aquél es
insustentable), tenemos que reestablecer mecanismos de
mercado libertario, como el de las plazas antiguas de mer-
cado (ay, ¡por qué no respetar más la etimología de las
palabras!). El cliente –usuario– ciudadano, con derechos
a vivir mejor, ayudado por un Estado que custodia la “res”
(cosa) pública, es instruido sobre deberes y derechos, so-
bre calidades y basura, sobre posibilidades de corto, me-
diano y largo plazo, sobre riesgos y prevenciones, y sólo
así puede optar, consciente, dentro de sus márgenes de
libertad compatibles con la libertad de los demás.
Un mercado alimentado por políticas culturales,

Pág. 106
ambientales, económicas (antes que financieras), ofrecerá
más diversidad y calidad, y el cliente sabrá mejor cómo
elegir. Sólo así sabremos si la satisfacción del cliente es un
ciclo de la ciclicidad de la evolución sustentable, o un torna-
do para borrar el saber hacer e instalar sólo –tiránicamente–
el saber vulgarizar.

Pág. 107
Pág. 108
15
Escrito el 2 de octubre de 2005 desde Recanati- Italia

Sustentabilidad y cultura

Hacia un nuevo humanismo


«Un viento huracanado de educación se debe gestar
ya en nuestros países, que limpie la miseria de
la no educación, y sus consecuencias miserables
de reproducción de la miseria.»

Pág. 109
Escucho campanas sonando, dando final a la “Festa
dell’ uva”, en Recanati. La suerte me ha traído hasta aquí
un día impensado, cuando debía estar hoy en otro
pueblito, la ciudad histórica de Montelupone, a escasos
15 km. de distancia.

¿Es concebible una ciudad fiesta? Es lo que he vivido:


campanas, baile, vino gratis, gente linda –clase media,
como éramos nosotros antes– paseando, riendo, escu-
chando la música de las comparsas, viviendo levemente.
Ningún auto (todos fuera de las murallas, veinte me-
tros hacia abajo) prepoteaba de pasar o estacionar. Cuan-
do alguno se escabullía y entraba, la gentileza de los
gendarmes los incitaba sin más que la convicción de la
ley, a salir rápidamente a estacionarse donde es debido.
Gastronomía exquisita de los pueblitos cercanos se ofre-
cía por doquier, en mesas decoradas. Antigüedades de la re-
gión, delicias de la mirada y el uso, estaban allí luciéndose.

El paseo era un lujo gratis...y así podía seguir día a día.


En realidad, los lugareños dicen que mañana lunes será
mejor, cuando el pueblo vuelva a su lentitud (mi amada meta
futura), en una tranquilidad comercial y residencial.

Pero llegamos aquí porque Recanati es un centro de


cultura por dos razones. La primera: aquí nació el gran
barítono Beniamino Gigli, quizás el más cercano a la
calidad de Enrico Caruso, en toda la historia de la ópera.
Pero la segunda es mucho más trascendente y pienso
que será mucho más duradera: aquí nació y vivió el poe-
ta Giacomo Leopardi.
Para estos Vientos Verdes que preconizo hace casi
un año, los versos de Leopardi son verdísimos vientos

Pág. 110
de poesía sobre la identidad profunda de un ambiente:
las colinas de esta región de Le Marche, desde una de
cuyas cimas el poeta «vio» el infinito; dulcísima y me-
lancólica visión de la ensoñación, de los ideales e ilu-
siones de un soñador, amante de un paisaje que hasta
hoy se ha sabido conservar.

Pero mi sorpresa y mi dicha fueron mucho más allá. Visi-


tando la «Casa Leopardi», el palacio de los Condes Leopardi,
descubrí la dimensión cultural revolucionaria de esta fami-
lia, de abolengo aristocrático y pensamiento libertario. El
Conde Monaldo Leopardi formó una gigantesca colección
de libros, única en esta región a inicios del siglo XIX, y en
ella educó a sus hijos, uno de los cuales, el poeta Giacomo,
la abrió gratuitamente al público en 1812.
Dice el poeta de ese evento: «Ahora, ¿cuántos la fre-
cuentan? Nadie, nunca» (30/4/1817). Leopardi fue un pesi-
mista creativo, no nihilista, que insistió en la educación y en
la extrema calidad, aun cuando no se le correspondiera, pues
como sostuvimos antes (1), creemos en la educación del
soberano, antes que en la satisfacción del cliente...

Decía Giacomo en 1812: «Todos deben saber...». Fiel


descendiente de su admirado padre, que colocó en la
entrada del palacio «Hijos y amigos de la civilidad». Y
que en 1805, haciendo del decir el hacer, inauguró la
«Academia de los desiguales», oponiéndose a la avan-
zada de Napoleón, y reivindicando los ideales de la Re-
volución Francesa. Giacomo escribió: «No concibo una
masa feliz compuesta de individuos infelices...», y fundó
su visión humanista en el desarrollo de la educación y
en especial en base a las lecturas humanistas, de la
cual son mayoritarios los libros en su biblioteca.

Pág. 111
Un viento huracanado de educación se debe gestar
ya en nuestros países, que limpie la miseria de la no
educación, y sus consecuencias miserables de repro-
ducción de la miseria.

Esta región de Italia centro-norte, más centro que


norte, fue pobre, sufrida, vio emigrar a miles de sus
conciudadanos (como mis abuelos), comió polenta y
papas cuando no había más que comer, pero perduró,
no se agotó, y hoy es una región de clase media sere-
na, progresista (pasó por muchas décadas de gobiernos
«rojos» y hoy está menos desorientada que la Italia rica
del norte). La inventiva es su rasgo distintivo, con insti-
tuciones ambientales, de innovación tecnológica, de
parques naturales, de tierras cultivadas como manteles
que rodean a ciudades aún no muy periferizadas, enca-
ramadas sabiamente en colinas. Pero esa inventiva co-
mienza desde el carácter microempresarial de cualquier
ciudadano, que recrea una sociedad innovadora, pro-
gresista, delicada con su territorio.

La educación que los Leopardi querían compartir era


la humanista, y ella quizás forjó un carácter y una cul-
tura que aún perdura, a pesar de guerras infames (no
surgidas en estas tierras) y de Berlusconis... que aquí
parecen distantes.
Nuevo humanismo, más eco-céntrico, más solidario
con los excluidos, donde muchos piensen como los
Leopardi antes que en sus infames capitales, corruptos
en su mayoría. Es un ideal, como la visión del infinito...
pesimismo creativo, no ingenuidad. Vale la pena.

(1) Ver Vientos Verdes 14 «Satisfacción del cliente o educación del soberano».

Pág. 112
16
Escrito el 9 de octubre de 2005 desde la Autostrada Ancona - Milán, Italia

Sustentabilidad en todos los mundos

«Contraste de dos mundos»


“El problema de fondo es el dominio de culturas que
acumulan, concentran e ignoran el ambiente, el territorio”

Pág. 113
Iba por la riqueza, y se me atravesó la pobreza. Con
toda intención había tomado la Autostrada Ancona-
Bolonia-Milano, cuando después de Rímini, entra de lle-
no en el Valle del Po, quizás la región más rica de Euro-
pa. La propia vía se está ampliando a 4 carriles de cada
lado, pues es en realidad una enorme autopista urbana.
Pero a los costados, todo es agricultura, viñedos y casas
rurales, en rutilante explotación, y donde la belleza
agroproductiva se enaltece aún más con todas las casas
renovadas y coloridas. Cada tanto, pequeños parques in-
dustriales, con la famosa pequeña y mediana empresa
italiana, que parecen palacios de oficinas, vidriados, lu-
josos, ordenados. Se adivina la plusvalía de la produc-
ción (tejidos, electrodomésticos, cerámicas refinadas,
autopartes), en buena medida para exportar.

Era domingo a la mañana (calma, muchos aún dur-


miendo) y el movimiento era de todos modos intenso.
Todo reluciente: el asfalto de las autopistas, las viejas
casas recicladas, las enormes maquinarias rurales, los
autos modernísimos. Estaba escuchando radio, cuando
mi placer ante un desarrollo visiblemente eficaz se inte-
rrumpió bruscamente con una entrevista a 4.000 metros
de altura, en la alta Puna argentina, rumbo a Chile. El
entrevistador, italiano, se sorprendía al mismo tiempo
con las audacias de quienes construyeron (hacia 1920)
el llamado “tren de las nubes”, que llega sin cremallera
a esas alturas, y la extrema pobreza de los pocos habi-
tantes de las pequeñas estaciones que une.
El programa era en realidad una entrevista a unas inte-
ligentes antropólogas argentinas, que explicaban cómo tra-
taban de ayudar a la sustentabilidad mediante la autogestión
de pequeños emprendimientos, artesanales en su mayoría.

Pág. 114
Sentí un profundo disgusto frente a la situación. Uno
solo de los muros de contención de la enorme autopista
italiana, o de sus pantallas reflectoras de ruidos, podría
insuflar riqueza a más de un pueblo entero de aquellos.
¿Sabría ese pueblo qué hacer con esa riqueza? ¿Es que
sólo la injusticia generó esas exclusiones, o también la
provocó la inmensa exclusión geográfica territorial?

¿Es que la cultura conquistadora fue mejor, o eliminó


la competencia como especie altamente depredadora?

Creo que el drama se vuelve más nítido si bajamos de


los 4.000 metros sobre el nivel del mar. Un reportaje pare-
cido se hubiera podido hacer en algún suburbio de Bue-
nos Aires, con población de similar origen altoandino, pero
emigrada (o expulsada) hacia la gran ciudad. Las duras
condiciones de exclusión devienen en especial –creo yo–
del desarraigo y la ruptura de articulaciones. En aquella
Italia de la riqueza, desde cuando dejaron de emigrar (pues
su pobreza fue aún más injusta, fruto de la acumulación
de los señores del mismo lugar) se encontraron juntos,
parecidos, “comunes”, para reconstruir entre todos. Des-
pués de 60 años, todo se vuelve rico, a pesar de la apeten-
cia de acumulación que también demuestra.

En esta Argentina de la riqueza neoliberal, sólo se acu-


mula donde hay gran mercado, y nadie se ocupa de las al-
ternativas... ni mucho menos de las grandes epopeyas so-
ciales. Y así, pueblos desarraigados de su cultura ancestral
quechua o aymara, mapuche o guaraní, no logran insertar-
se en la nueva cultura ni pueden mantener la antigua.

El problema de fondo es el dominio de culturas que

Pág. 115
acumulan, concentran e ignoran el ambiente, el territorio (y
entonces habrá marginación en la Puna y en las periferias
urbanas); o el empoderamiento de culturas que relacionan,
integran, incorporan daños (exter-nalidades negativas), y
entonces todo el territorio, todas las comunidades serán más
protagonistas, y se incluirán como hacedores.

Argentina –y América Latina en general– precisaría


una inmensa ayuda de los países ricos (no cancelar la
deuda externa, devolverla con inversiones fiduciarias)
para así incorporarse a la civilización global como gran
mercado económico y creador cultural. Pero sólo servirá
en la medida que se aplique a la formación de redes de
inclusión de confianza, de aprendizaje, de accesibilidad
territorial. Se debe hacer en veinte años lo que a Europa
le costó 60. Diría Calvino, con levedad, pero con rapidez.

Pág. 116
17
Escrito el 20 de octubre de 2005 desde Barcelona - España

Sustentabilidad y globalización

«La latinoamericanización
de la ciudad»
“Creo que hay mucha inteligencia y experiencia en América
Latina, surgida de sus propias crisis e impactos, y que llegó la
hora que el flujo de conocimientos y las alianzas de coopera-
ción sean en los dos sentidos: desde Europa hacia América
Latina, y desde América Latina a Europa”.

Pág. 117
Estuve visitando varias grandes ciudades en América
Latina, desde México a Guadalajara, desde Bogotá a
Medellín, y siempre contuve el aliento frente a tanto ta-
maño, tanta problemática, tantos déficit. Pero también
asistí a una apasionada búsqueda de respuestas, deseos
de aprender y, en algunos casos, aportes novedosos,
como el transporte urbano denominado “Transmilenio”
en Bogotá, o la combinación de metro de superficie y
cable carril para subir a las barriadas más pobres en
Medellín. Y también la gran renovación urbana de la Plaza
Tapatío, de los ’70, en Guadalajara.
Poco después reviví mis contactos con Barcelona, y
cada vez pude adentrarme más en sus realidades y sus
políticas para mejorar. Y supe que estaba en Europa: rica,
organizada, reflexiva.

El contraste es enorme, y muchas veces doloroso.


Sobre todo, ver a tantos latinoamericanos (y árabes, tur-
cos, africanos, en fin, de cualquier procedencia pobre)
clamando por un sitio en el mundo, ocupando los em-
pleos subalternos…

Por otra parte, esa nueva población se ve y se refleja


en la ciudad. Enormes crecimientos hacia fuera, en for-
ma de casas individuales, aisladas, con jardín y pileta, el
sueño del 75% de los barceloneses según una reciente
encuesta, van ocupando los vacíos periurbanos próximos,
o las bellas zonas hasta hace poco rurales, huyendo o
aislándose al menos, de una metrópolis cada vez menos
suya y menos próxima… a pesar de los gigantescos es-
fuerzos que se han realizado. En tanto, el propio centro
histórico se ve poblado esencialmente por migrantes, con
recursos generalmente bajos.

Pág. 118
La observación de dicho proceso no me era ajena.
Desde hace más de una década viene sucediendo en casi
todas las ciudades europeas, y en algunos casos, como
Marsella, la población oriunda, tradicional, ya se ha re-
ducido a sólo un 40% del total. Pero ahora parecen ace-
lerarse sus consecuencias urbanísticas y ambientales.
Con la inmigración de tercermundistas, la ciudad euro-
pea volvió a crecer (dejando atrás dos décadas de estan-
camiento de población y mejoras continuas) y con ello a
expandirse. Inmensas necesidades de transporte se ha-
cen cada vez más evidentes. Y la emigración de habitan-
tes urbanos hacia sus suburbios míticos engañosos, re-
quiere más y más autopistas y supercarreteras para sus
expansiones “rur-urbanas”.

Por eso, me resultó un respiro de inteligencia y since-


ridad, escuchar la nueva hipótesis de trabajo que ahora
se me planteó en un debate en el cuál participé en la
reconocida Escuela Superior Técnica de Arquitectura del
Vallés, Barcelona, de la Universidad Politécnica de Cata-
luña: ¿cómo enfrentar una ciudad que se ha ido –me-
tafóricamente– latinoamericanizando? Más grave aún:
¿cómo solucionar los contrastes de las ciudades tercer-
mundistas, en pleno Primer Mundo?

Es curioso, pero lógico, que ahora nos pregunten con


mayor proximidad y premura: “Ustedes, que lo vienen
haciendo, ¿qué políticas urbanísticas, sociales y ambien-
tales adoptan? La pregunta es casi: ¿será que la
sustentabilidad es otra cosa y exige encuadres, concep-
tos, metodologías diferentes?.

En verdad creo que hay mucha inteligencia y expe-

Pág. 119
riencia en América Latina, surgida de sus propias crisis e
impactos, y que llegó la hora que el flujo de conocimien-
tos y las alianzas de cooperación sean en los dos senti-
dos: desde Europa hacia América Latina, y desde Améri-
ca Latina a Europa. Quizás esta sea una de las facetas
más genuinas de la globalización: la cultural, la científi-
ca y la artística, pues permite compartir sin fronteras.

En América Latina venimos luchando por:


- Aumentar la participación social en la discusión y en la solu-
ción de los problemas urbano-ambientales.
- Aumentar la autogestión local del barrio y el hábitat.
- Entender el proceso de crecimiento y elaborar una planifica-
ción menos rígida y dirigista. Más proceso que plan… más
inductores adecuados que restricciones sofocantes.
- Generar alianzas público-privado para sinergizar soluciones.
- Reintroducir huertas urbanas, como contribución no sólo am-
biental sino alimentaria.
- Generar movimientos ciudadanos de lucha, o de tutela,
de determinadas reivindicaciones de valor socio-ambien-
tal general.

En estos últimos tiempos, estamos cuestionando in-


cluso nuestra formación disciplinaria; y sobre todo en
postgrados, así como en Congresos y Seminarios, se
asume un nuevo paradigma, la sustentabilidad del de-
sarrollo, y una nueva epistemología, más transversal,
transdisciplinaria, de búsqueda de cambios antes que
de atenuación de efectos. La latinoamericanización de
la ciudad no es una condena. Es también redescubrir
que los sistemas vivos son así y requieren otras destre-
zas de gobernabilidad.

Pág. 120
Es alucinante vivir una época donde los países cen-
trales se llevan no sólo nuestras riquezas sino también
nuestra juventud, y esa mixtura rompe las formas sólo
extractivas de la dominación. Ahora resulta un mundo
único, con problemas diferentes en sus causas (la rique-
za, la pobreza, la inclusión, la exclusión) pero con efec-
tos similares y necesidad de desarrollar con mayor hu-
mildad las búsquedas integradas de solución.

Vientos huracanados (a la moda): arrasan por doquier.


Cuanto más preparados estemos, menos dañinos serán. De-
bemos globalizar la cooperación, para comprender las for-
mas globalizadas de insustentabilidad (emigraciones, exclu-
siones, concentración de riquezas y pobrezas, consumismo,
motorización y movilidad exagerada, urbanización desen-
frenada y otras plagas de este tiempo), reconocer las for-
mas locales de solución y enfrentarlas sin dilación.

Pág. 121
Pág. 122
18
Escrito el 11 de octubre de 2005 desde Asolo - Italia

Sustentabilidad y belleza

¡Ética sí, estética también!


“Deberá tratarse de reconstruir una cultura “vulgar”
(de vulgo, de todos, de pueblo) donde la idea de conjunto,
de sistema, de prevenir impactos, de evitar externalidades
negativas, vaya sustituyendo a la idea de que una elite
define la ética y la estética de los demás”.

Pág. 123
Mi amigo Manuel Cuadra, peruano-alemán, me recor-
daba hace poco que en lugar del título dado a una reciente
Bienal de Venecia: “More ethics, less aesthetic”, él cree en
la necesidad de más ética y más estética, inseparables.

En Asolo, sobre las pendientes del Monte Grappa, en


el Veneto italiano, nunca tuvieron dudas al respecto. Y des-
de el Palacio (Villa) más aristocrático a la casa más popu-
lar, desde la Piazza del Duomo a las callecitas estrechas,
peatonales, todo es bello. Lo era hace 5 siglos, cuando la
reina Catalina Cornaro la eligió como sede. Y siguió
siéndolo por siglos, cuando la descubrieron Eleonora Duse,
la gran actriz, y Robert Browning, el gran poeta.
O cuando la eligió el genial arquitecto Carlo Scarpa,
en 1960, para vivir.

¿Es que se puede amar y cuidar algo que no tenga al-


guna belleza, exterior, interior, en una mirada amistosa,
en una mano tendida, en una artesanía, en un arte, en una
producción sin alaridos de prepotencia, en una ventana
con flores humildes, en un cultivo cuidado? Todos, a coro,
en Asolo, hicieron belleza para hacerla sustentable. Y así
continúa, autoconservada, con turismo para ayudarla, pero
real, verdadera, aún fuera de temporada.

Me decía ayer mi –aún– maestro Sergio Los, que el


alma estaba una vez fuera del cuerpo, y el cuerpo esta-
ba dentro del alma (Dante). Con el alma fuera, las perso-
nas (máscaras) se encontraban, como “civis” (conciuda-
danos- estar juntos) y debían solidariamente construir el
ambiente. Por eso (sobre todo en la concentración urba-
na) cada núcleo, cada familia, cada persona, giraba la
casa, retiraba la puerta, apoyaba un alero, moldeaba un

Pág. 124
acceso o un jardincito, para acomodarse con los vecinos
y con esa otra casa que es la calle o la plaza sobre la que
se coloca. Y de ese modo, instalaba el patrón de la diver-
sidad, de la armonía viva, popular, del deleite de palpar
la evolución histórica viva. Si el alma está dentro del
cuerpo, es la moral individual la que cuenta; la casa re-
sulta la fortaleza que defiende mi moral y mi alma, y el
ámbito público bello en general desaparece. Salvo como
mercancía, para vender a otros (la American Beauty de
todo resort turístico y casi todo barrio privado). Esa be-
lleza ficticia, superficial, hollywoodense, que fue la más
castigada por el huracán Katrina en Louisiana, porque
eligió instalarse en los lugares más frágiles y contrarios
a la forma prudente de uso del territorio.

Casi me atrevo a decir: no hay ética sin estética (reen-


contrando el sentido griego original de ambos conceptos
dialécticos). Como que sería y es insoportable la estética
(puro esteticismo) sin ética. Pero el problema quedó en el
alma afuera (cívica) o el alma adentro (individualista). Es-
tamos rozando temas tabú. La Reforma se empadronó de
las almas, hizo cuerpos más eficaces, concibió el capita-
lismo y el comunismo, y no supo hacer belleza.

Cualquiera sabe que las cosas son, sin embargo, más


complejas y multifacéticas. Ciertas bellezas creadas des-
pués de la Reforma fueron maravillosas, pero ya no po-
pulares, sino ilustradas... hechas por algunos, y casi siem-
pre sólo para algunos.

Por lo tanto, la belleza “espontánea”, a coro, como


proceso proyectual (antes que como proyecto ilustrado y
sincrónico, de una única vez, como gusta a los arquitec-

Pág. 125
tos escultores) fue dominantemente popular, solidaria,
religiosa (interligada, articulada, en la acepción original).

No se trata entonces de que en círculos áulicos (aca-


démicos) se investigue el minimalismo o el maximalismo
en arquitectura, o el modernismo, con sus pre y post, el
constructivismo o el deconstructivismo. Todos los “ismos”
que Bruno Zevi denunciaba...

Deberá tratarse de reconstruir una cultura “vulgar”


(de vulgo, de todos, de pueblo) donde la idea de conjun-
to, de sistema, de prevenir impactos, de evitar externa-
lidades negativas, vaya sustituyendo a la idea de que
una elite define la ética y la estética de los demás. Pues
cada vez resultará más insustentable, indeseable, que
unas pocas almas sean dueñas de las otras.

¡Qué esta vez los Vientos Verdes soplen fuertísimos


y limpien tanta confusión!

Pág. 126
19
Escrito el 20 de octubre de 2005 desde México

Sustentabilidad y arquitectura

¿Vamos hacia una


globalización estética?
“Aterrador este viento de globalización estética, que
anula identidades, bellezas y armonías locales, la idea
de un entorno articulado, de un regionalismo en uso
de materiales, técnicas y formas...“

Pág. 127
Hay vientos que vienen tristes de abajo para arriba y
en general con olor a pobreza húmeda, y hay vientos
que van a ensuciar mucho, aunque vengan del esplen-
dor de la riqueza.

Volando entre España y México, recurrí a esas aburri-


das revistas aéreas que a veces entretienen. Y en este
caso había un artículo, en realidad muy bueno, sobre el
gran esfuerzo de renovación de la ciudad de Lisboa ini-
ciado para la Expo 98. El artículo y sus fotos eran agra-
dables y pretendía con ello iniciar el deseado adormeci-
miento (el mejor premio para un viaje aéreo) cuando
encuentro una impresionante foto de la Estación de Orien-
te, obra de Santiago de Calatrava, calificado por el autor
de la nota como “uno de los hacedores de la globalización
estética del Planeta”.
Me sentí aterrado, porque es una evidencia –el periodis-
mo suele ser muy agudo en estos juicios– del éxito de estas
estéticas que se repiten por todo el mundo, y el éxito con
mayúscula de uno de sus autores preferidos, el valenciano
Santiago Calatraba.

Los vientos traen en este caso aterradores recuerdos del


Imperio Romano, que globalizó estéticamente todo el mun-
do de entonces, sin importarle la exportación de tecnologías
y lenguajes de Roma a confines donde el Imperio pertene-
cía a otras culturas y a otros climas. En realidad, bien que le
importaba hacer eso a Roma, porque esos libros de piedra
de la humanidad (al decir de Victor Hugo) que son los gran-
des monumentos arquitectónicos, le tenían que hablar cla-
ramente a francos, ibéricos, cartagineses, griegos o sirios,
que la que denominaba era Roma.
Esta dominación estilística o estética ha sido una in-

Pág. 128
veterada costumbre de los malos de la historia, o de los
tan buenos que quieren contagiar con su bienestar a los
demás, sin darse cuenta que en realidad ejercen la pre-
potencia sobre los deseos y aspiraciones de esos demás.
No fue muy diferente la expansión de la arquitectura
del catolicismo en todo el mundo creyente o no creyente.
Tampoco la expansión de la arquitectura británica durante
el período del imperio (aunque hay que reconocer una vez
más su inteligencia, que hizo del gusto por el clima y el
paisaje local una forma de dominación más inteligente: la
empatía). Y quizás su forma más escandalosamente divul-
gada sea el “American way of life”, o la belleza america-
na, tan bien representada por el film de ese nombre, que
ha inculcado por todo el mundo las bondades de la casa
suburbana con piscina, con dos autos, las aventuras sexua-
les en la etapa del colegio secundario, la seriedad y res-
ponsabilidad del jefe de familia, el bonito chalet pintado
de blanco, la peligrosidad de los centros urbanos y tantos
otros signos (y síntomas) del imperio americano.

Calatraba es lo mismo, aunque más refinado. Talento-


so ingeniero e imaginativo escultor, con un gusto algo más
innovador, fantasioso o futurista. Pero que impone una for-
ma casi siempre semejante para contenidos totalmente
diversos, en ambientes diversos y para culturas diversas.

Aterrador este viento de globalización estética, que


anula identidades, bellezas y armonías locales, la idea
de un entorno articulado, de un regionalismo en uso de
materiales, técnicas y formas, en aras de una iguala-
ción del gusto hacia una supuesta estética de la rique-
za capitalista avanzada.
Será difícil de atenuar los efectos de este viento con

Pág. 129
apariencia de calma, formas de pastel o torta de cre-
ma. Tiene la seducción de la belleza de una mujer de
mármol. Fría, eterna, exportable, sin familia reconoci-
da, y por lo tanto se puede comprar y vender, llevar de
Grecia a la mansión de un magnate, subastar, en defi-
nitiva, integrarse fácilmente a las reglas del mercado y
su estilo tonto de prestigio.

En la misma publicación, más abajo, en la misma pá-


gina, hay una bonita foto del Barrio de la Alfama, de la
misma Lisboa, cuyo origen se remonta a los orígenes
milenarios de esta ciudad.

Allí no hay vientos huracanados ni sucios. Hay una sua-


ve brisa primaveral, para cada ventana florecida, de una
familia urbana musical y atrapadora como un ensueño.

Pág. 130
20
Octubre de 2005 desde México

Sustentabilidad e insustentabilidad

«Katrina y Wilma,
dos damas huracanadas»
“Pobreza, incorrecto manejo de las obras de infraestructura,
incorrecto manejo de las urbanizaciones y de la ocupación
de las riberas, insustentables formas de turismo, son algunas
de las causas profundas que hacen posible que se sinergicen
y se vuelvan más terribles aún los efectos
de estas damas huracanadas...”

Pág. 131
Empecé a escribir estas breves reflexiones sobre vien-
tos, y en el ferviente deseo de que se vuelvan verdes,
muchos meses antes de esta racha de terribles huraca-
nes que han azotado al Caribe y sus países vecinos du-
rante el segundo semestre de 2005.

La alta recurrencia (mayor periodicidad con la cual se


producen ahora estos terribles fenómenos), y su aparente
aumento de potencia, hacen que empiece a ser una espe-
rada tragedia de todos los años, aquello que hasta hace
poco eran acontecimientos sorpresivos y aislados.

Estaba en Colombia, a fines de septiembre, cuando


el Katrina estaba barriendo las costas de Nueva Orleans
y provocando gigantescas tormentas tropicales a su paso
y a miles de kilómetros de distancia, como era el caso
de las cordilleras colombianas.

Todos los medios de comunicación y la más sencilla con-


versación popular se referían permanentemente a lo que ha-
bía acontecido con el Katrina en el sur de los Estados Unidos
de Norteamérica. Frente a los daños de semejante huracán,
la defensa civil norteamericana falló gravemente, pero sobre
todo porque el mayor daño lo causó la ruptura de un cercano
dique que no soportó la inusitada crecida de sus aguas.

Se pudo saber poco después que ingenieros militares nor-


teamericanos habían previsto que ese dique se podía romper
y solicitaron sólo 10 millones de dólares para repararlo.

Esta medida no fue tomada, y según la opinión de los


expertos el mayor daño lo causó la ruptura de ese dique
y la expansión de sus aguas sobre zonas habitadas.

Pág. 132
Más allá de la violencia del huracán Katrina, creo
que el nivel de desastre al que se llegó en esa región se
debió a acciones humanas no bien manejadas (la ruptu-
ra del dique), acciones humanas poco entrenadas (la fa-
lla de la defensa civil, la tardía ayuda de contingentes
militares y la ausencia de un número suficiente de apoyo
militar, altamente distraído con su presencia en Irak), y
por fin, el hecho de que el huracán esta vez cayó sobre
una zona bien pobre de los Estados Unidos, pobreza mu-
chas veces ocultada por los medios de comunicación,
que habitan en zonas muy frágiles, bajas, inundables, en
condiciones semejantes a las de una periferia pobre de
América Latina.

Apenas un mes después, la otra gran dama del año


2005, el huracán Wilma, se abatió esta vez sobre las
costas de Yucatán, en México. Y para usar una termino-
logía más vulgar, sobre el mítico balneario caribeño de
Cancún, el sueño de millones y millones de ilusiona-
dos de todo el mundo.

Aquí el mensaje es quizás más aterrador que las propias


consecuencias del huracán. No puede sorprender que la de-
fensa civil haya sido también desbordada, y que incluso se
hayan puesto en evidencia situaciones de grave corrupción
o aprovechamiento delictivo del fenómeno. Desgraciada-
mente nuestros países conviven con estas lacras.

Pero lo tragicómico fue la forma en que quedaron


desvastados los hoteles de lujo, construidos a la vera de
la playa. Como dicen mis amigos mexicanos, “hoteles
hechos por gringos y para gringos”. Se colocaron sobre
el territorio de una manera tan agresiva o prepotente,

Pág. 133
invadiendo las zonas de bordes costeros, que fueron lite-
ralmente barridos por las olas y los vientos. Mientras
tanto, otros hoteles o posadas más modestos, y coloca-
dos a cierta distancia del mar, pudieron volver a funcio-
nar pocos días después.

Cancún y toda la ribera maya fue desvastada en sus


infraestructuras, pero también en su falsa identidad. No
es posible desarrollar un estilo de vida y unas arquitec-
turas tan insustentables, sin recibir alguna vez alguna
afrenta celestial.

Las hordas de pobres pobladores que saquearon su-


permercados, llevándose no sólo comida sino electro-
domésticos u otros artículos no de primera necesidad,
son una clara evidencia de que allí se manifestó la bron-
ca, la rabia, de un modelo de desarrollo insustentable
y desagradable para la misma sociedad que los sostie-
ne con su pobreza.

Pobreza, incorrecto manejo de las obras de infraes-


tructura, incorrecto manejo de las urbanizaciones y de la
ocupación de las riberas, insustentables formas de turis-
mo, son algunas de las causas profundas que hacen po-
sible que se sinergicen y se vuelvan más terribles aún
los efectos de estas damas huracanadas, que en reali-
dad parecen matronas enojadas por las travesuras de
alguno de sus hijos, frente a los verdaderos huracanes
de dolor que causan los autores de las iniquidades hu-
manas antes descriptas.
¿Será que estamos frente a las tan famosas 7 plagas
de Egipto, que antes del Juicio Final iban a abatirse so-
bre este pobre mundo?

Pág. 134
En todo caso los tsunami, los huracanes, los terremo-
tos, cada vez más frecuentes (¿cambio climático?) y con
consecuencias cada vez más terribles (¿insustentabilidad
de la ocupación del territorio?), parecen asemejarse a esas
bíblicas plagas.

Verdes eran los vientos y verdes volverán a ser.

La insensatez humana no puede apoderarse de la con-


dición humana.

Pág. 135
Pág. 136
5 de junio de 2005

Viento Verde especial

Los vientos de Giancarlo,


vientos de honestidad intelectual
“De Carlo hizo participación proyectual consciente,
premeditada, desde los 50, como ninguno, anticipándose
30 o 40 años a prácticas hoy insoslayables”

Pág. 137
Ayer y hoy sentí una gran intranquilidad. Vientos tris-
tes, pesados, lentos, pasaban a mi alrededor.
Hoy al mediodía me llegó de Italia la noticia de la muer-
te de Giancarlo de Carlo, gran maestro, mejor amigo.
Ahora el viento está más ligero y suave. Ya habrá
pasado su cortejo alado con música de Gustav Mahler, y
como siempre, Giancarlo nos dejó esperanzas.

Había nacido en Génova hace 83 años, de padre ita-


liano y madre chilena. Pero vivió y murió en Milán, que
casi nunca lo honró ni le dio trabajo.

Recuerdo que en 1989 fuimos invitados a realizar una


muestra de CEPA, nuestra entidad, en el Politécnico de
Milán. Puesto a organizar mi presentación, preferí invitar
a Giancarlo y a Tomás Maldonado como comentaristas.
Giancarlo lo hizo a pesar de ser la primera vez que era
invitado al Politécnico –¡por mí!– donde nunca dio cla-
ses ni conferencias.

¿Por qué ese y otros olvidos, a quien fue uno de los


grandes Maestros de la Arquitectura y el Urbanismo de
la Segunda Mitad del Siglo XX?.
¿Por qué, a pesar de haber obtenido el Gran Premio de
la Unión Internacional de Arquitectos en 1984, por sus
obras y planes en Urbino?
¿Por qué, a pesar de haber obtenido en 1994 la Meda-
lla de Oro del Royal British Institute of Architects?.

Primero, cabe aclarar que esa reticencia a reconocer-


lo fue sobre todo en Italia, y de 1980 en adelante. Se-
gundo, que fue particularmente por parte del núcleo del
“star system” de la arquitectura de elite.

Pág. 138
Claro, de Carlo, amigo de Italo Calvino, de Aldo Van
Eyck, de Alison y Peter Smithson, de Hermann
Hersberger, de Donlyn Lindon, de Sverre Fehn, de Oriol
Bohigas, lideró el Team X, que derrocó el agotado CIAM
y el internacionalismo racionalista (1). Pero también
lideró, con su revista “Spazio e Societá”, la transver-
salidad de la arquitectura –no autónoma, no formalis-
ta–, anticipando las búsquedas sistemáticas, inte-
gradoras, de la complejidad en la incertidumbre... Y
entonces fue quizás el principal opositor del Post-mo-
dernismo, decadencia ya felizmente fracasada (2).

Pero antes que oponerse, Giancarlo generaba. En


1969 escribió (el también uno de los líderes de las re-
vueltas del 68 en París y del 69 en Italia) “La pirámide
al revés”, donde propone dar vuelta al poder (el acadé-
mico ante todo) para alentar los procesos participativos
y de autogestión.

En aquellos años, la revista de arquitectura


“L´Architetture d´Aujourd´hui” le dedicó casi un número
entero, titulado “El encuentro de la arquitectura y la polí-
tica”. De Carlo hizo participación proyectual conciente,
premeditada, desde los 50, como ninguno, anticipándo-
se 30 o 40 años a prácticas hoy insoslayables por los
más y temidas por los menos, la elite ilustrada de la
banalidad objetual. Y la llegó a hacer (para el Barrio
Obrero que proyectó en Terni, en 1974) en televisión abier-
ta, para toda Italia.

¿Qué une su gran proyectación arquitectónica (el Ma-


gisterio, Urbino, 1974), su gran proyectación urbanística
(el propio Plan de Urbino, o la Isla de Mazzorbo, Venecia),

Pág. 139
su gran prédica ambiental y social (su revista Spazio e
Societá), su ILAUD, (Laboratorio Internacional de Arqui-
tectura y Diseño Urbano),todos testimonios tan concre-
tos como extraordinarios que nos guiaron hasta ahora?:

Honestidad intelectual,, deslumbrante, con autoridad ili-


mitada, con testimonios tan emocionantes como inquie-
tantes. Un ser humano completo, “rinascimentale”, mez-
cla de Che y Victor Hugo, de F.LI. Wright y Walter Gropius,
de Calvino y Verdi.

Italianísimo –pasional, grandilocuente, de enorme cul-


tura humanista– pero amante de la prudencia intelectual
de la cultura inglesa. Antiprepotente, pero de conviccio-
nes firmísimas.

Su viento es verdísimo y muy joven. Quizás apenas


adolescente para este mundo a renacer. Y merece el epi-
tafio de una estrofa poética de Robert Frost:

“Tengo una pelea de enamorados con el mundo”


Así vivió. Y así nos encomendó vivir.

Pág. 140
(1) Desde 1925 el Movimiento Moderno se codificó en algunas reglas inmutables, que lo
convirtieron en un estilo repetitivo, llamado precisamente como si ello fuera una virtud,
«Estilo Internacional» (ver Viento Verde 19 « ¿Vamos hacia una globalización estética?»).
(2) El «Post-Modernismo» tuvo su auge entre 1970 y 1990 y produjo una inteligente crítica a la
arquitectura demasiado racional, pero se desvió hacia un «vale todo», de eclecticismo formal.

Pág. 141
Pág. 142
Tercera parte

Pág. 143
Pág. 144
Claves para la lectura

Cuando se publica un libro se suele colocar el currículum de


su autor, que supuestamente da información al lector, en espe-
cial cuando éste no es muy conocido, para comprender mejor
las claves de su obra.

Francamente los curriculums me resultan muy aburridos. Si


el autor es muy conocido no agregan mucho, si el autor es poco
conocido, no alcanzan a decir casi nada.

Me pareció más sugerente dar algunas claves sobre mi trayec-


toria y de los temas abordados, para ayudar al lector a interpretar
por qué percibí estos vientos y por qué busco que sean verdes. La
ocasión la ofreció la entrevista que me efectuó casualmente mi
amigo mexicano, el comunicador Carlos Gómez Flores, un repor-
taje que me hizo en noviembre de 2005 para publicar en su país.

Es posible que muchos de mis lectores coincidan con las pre-


guntas que él me realizó: qué, para qué, de qué manera, cuándo
fueron concebidas algunas de estas ideas y cómo fueron madu-
rando hasta que, finalmente me he atrevido a hablar de ellas.
Ojalá les guste este curriculum «platicado».
Rubén Pesci

Pág. 145
Carlos Gómez Flores
Rubén, ¿cómo fue tu encuentro con la sustentabilidad?

Rubén Pesci Es un largo recorrido que comienza hace más


de treinta y cinco años, cuando empiezo a descubrir
que la arquitectura, que es mi profesión de origen,
era aquejada, era dañada por acciones externas a
ese objeto arquitectónico singular, aislado. Porque
las normas urbanísticas no funcionaban bien; porque
no había una conciencia de indicadores ambientales
que ayudaran al contexto, y porque la propia forma-
ción del arquitecto estaba completamente separada
de una visión integral.

Desde mi temprana juventud veo obras de


arquitectura que habían sido publicadas, que ha-
bían tenido éxito, que habían ganado concursos y
que quizás ya habían desaparecido o habían per-
dido sus valores originales, porque el sistema con-
texto, no funcionaba. Es allí donde aparece la pri-
mera constatación (entre perceptible y racional),
que si no existe un accionar sobre el continum,
sobre el sistema en el cual se inserta la vida hu-
mana, el hábitat humano, mi profesión misma, no
tenía mucho sentido.
Estas percepciones me motivan dos viajes,
dos becas en Europa, (Italia en particular) para
profundizar mis conocimientos con grandes maes-
tros de urbanismo y precursores de las ideas am-
bientales, estamos hablando antes de Estocolmo;
mi primera pasantía en Italia la hice en el 69, 70,

Pág. 146
cuando el tema no existía. Me siento enormemente
próximo a dos grandes precursores a nivel mun-
dial, maestros como Bruno Zevi, como Giancarlo
De Carlo después, que ya estaban buscando otras
personas que compartieran sus ideas. Zevi habla-
ba de un entorno orgánico y De Carlo de la inte-
gración de espacio y sociedad, de la articulación
de espacio y sociedad.
Había otros precursores como el geógrafo
Pierre George, un gran introductor de las corrien-
tes territoriales; el famoso sociólogo catalán Ma-
nuel Castels, que ya era un joven muy promisorio
y que empezaba a escribir sus libros espléndidos;
Tomás Maldonado, un argentino que veía el tema
muy profundamente desde la perspectiva del di-
seño industrial, de la crisis de la producción indus-
trial descontextualizada de las externalidades ne-
gativas que producía.Y en especial, Sergio Los,
principal teórico de la proyectación ambiental y
mi querido amigo.

Así que me encontré con grandes actores


del fenómeno, que como suelo decir, además eran
autores de propuestas extraordinarias, teóricas y
prácticas. Esto me llevó a adherir profundamente
a esas búsquedas de la «Proyectación Ambien-
tal»: el proceso completo, total, de manejar el
ambiente, algo que todavía hoy en muchos círcu-

Pág. 147
los no está asumido y que entonces algunos veían
exclusivamente desde lo natural, otros exclusiva-
mente desde lo cultural, sin encontrarse entre sí.
En aquellos momentos, digamos en los ‘70, fun-
damentalmente en Italia pero algo también en Fran-
cia y en Inglaterra, la nueva visión ya estaba sin
embargo claramente percibida.
Así que la de hoy es una preocupación con trein-
ta y cinco años de retraso. Y fijándonos que el infor-
me Brundland data de 1986 quiere decir que recién
grandes pensadores de las Naciones Unidas ponen
sobre blanco y negro, sobre papel, esto que aquellos
grupos de los ‘70 habían reconocido veinte años an-
tes. ¡Yo tuve la suerte de acercarme a ese grupo!

Carlos Gómez Flores


¿Cómo entra a este escenario Francesco Di Castri, cómo se
encuentran Ramón Folch y Rubén Pesci?

Rubén Pesci Primero Francesco y después Ramón. No-


sotros, la Fundación CEPA empezamos a hacer
proyectos y acciones académicas con estas con-
cepciones, que por entonces llamábamos de
proyectación ambiental, y con el apoyo de la Uni-
versidad de Belgrano en Buenos Aires, (no olvi-
demos que era la época de la dictadura en Argen-
tina, era muy duro) propuse iniciar un ciclo de con-

Pág. 148
gresos latinoamericanos del ambiente. El primero
lo hicimos en 1979, y eso también fue un proceso
de avanzada. Para el Congreso del año 81 tuve la
fortuna de percatarme que había que invitar a
Francesco Di Castri, del cual había visto en una
célebre revista sueca Ambio, (muy innovadora
también), un articulo del que por entonces era
Director de Ciencias Ecológicas de la UNESCO
y había sido el hacedor del Encuentro de 1972 en
Estocolmo, creador de la figura de la “Reserva
de la Biosfera”, un personaje, quizás el principal
del siglo XX en la materia.
Bueno, lo invito a la Universidad de Belgrano
a nuestro 3º Congreso Latinoamericano del Ambiente
y acepta sin más, con una gran generosidad. Ape-
nas nos encontramos en el aeropuerto de Ezeiza ini-
ciamos una amistad. Y este hombre, en 1981, en
aquella conferencia aún recordada, expuso esos diez
puntos del ambientalista, “El Ambientalista Diez”, que
publicamos luego en la revista Ambiente nº 34, que
realmente siguen siendo hoy deslumbrantes:

1) Ser un ambientalista operativo (proyectual).


2) Saber identificar el problema generador.
3) Saber escoger la escala espacial apropiada.
4) Saber adoptar la escala temporal
conveniente.
5) Saber incorporar la dimensión perceptiva
del ambiente.

Pág. 149
6) Saber lo que no se sabe.
7) Saber pensar cada propuesta con valor
de prototipo extrapolable y con enfoque ex-
perimental.
8) Saber comprender la escala de las interdepen-
dencias internacionales y los valores culturales uni-
versales y a la vez que las idiosincracias regionales.
9) No tener miedo al error.
10) Dejar de ser hombre «no» para pensar en
términos de evolución, equilibrada sí, pero evo-
lución al fin.

Lamentablemente falleció en el año 2005.


Francesco a partir de aquel momento se transfor-
mó en nuestro guía científico, en nuestro apoyo desde
la UNESCO, nos hizo artículos con el Programa MAB
(Hombre y Biosfera) tanto en el área de Reserva de la
Biosfera como el área de Ecología Urbana, y esto nos
provocó un fuerte crecimiento. En uno de esos proce-
sos liderados por la UNESCO, de los cuales comenza-
mos a ser partícipes casi permanentes, aparece Ramón
Folch. Esto sucedió en 1984, en un encuentro en Monte-
video sobre percepción ambiental.

El Proyecto MAB tiene una serie de proyectos


dentro de su Programa y una de estas grandes áreas
se llamaba Proyecto 13, de Percepción Ambiental,
muy moderno. Que desde los científicos duros apare-
ciera la importancia de la percepción, también era una

Pág. 150
revolución. A ese esfuerzo, la Fundación CEPA fue
invitada, y también fue invitado el doctor Ramón Folch
de Barcelona. Otra vez se provocó una inmediata
empatía. Tanto uno como otro pensábamos que real-
mente queríamos avanzar y que teníamos que co-
menzar a articularnos. Y así nacieron dos grandes
amistades. Francesco acaba de fallecer, Ramón si-
gue estando en su máxima plenitud.

Carlos Gómez Flores


¿Cuál es la relación entre CEPA y FLACAM?
Rubén Pesci El propio Ramón Folch ha escrito en un prólogo
que hizo para mi libro “La ciudad de la Urbanidad”, que
la relación es algo así como la Santísima Trinidad. Por
supuesto es una broma, pero es una broma que tiene su
significado. Entre Rubén Pesci, CEPA y FLACAM
hay como una situación así. Inseparable.

La Fundación CEPA, nuestra entidad ma-


triz, se crea en 1974 para llevar adelante esas ideas,
solitarias en aquel momento. Bueno, la convoco a
mi vuelta de Europa y ahí aparece este grupo de
amigos y socios que aún ahora permanecen. Enton-
ces CEPA se constituye y se comienza a fortalecer
desde 1974. Ya son treinta y un años de trayectoria.
Algún crítico ha dicho que nuestro principal mérito
es haber constituido un grupo y haber consolidado

Pág. 151
sus ideas durante tanto tiempo de continuidad sin
desmayos. Ha sido muy difícil.
Claro, la Fundación CEPA hizo cosas como los
congresos del ambiente que mencioné antes. Ade-
más, comenzó a publicar la revista Ambiente y a te-
ner aliados y amigos en toda Latinoamérica y en Eu-
ropa. Entonces, en determinado momento, alguien nos
sugiere, “bueno y porque no le dan forma a esa red”
(informal hasta ese momento). Entonces convocamos
a tres o cuatro entidades amigas para hacer lo que fue
el nacimiento del Foro Latinoamericano de Ciencias
Ambientales, FLACAM.

La Fundación CEPA crea FLACAM. Al crear


FLACAM por más que luego FLACAM es integra-
da por instituciones de enorme valor, trascendencia y
magnitud (mucha más que la propia CEPA), no pue-
de dejar de ser la ideadora, el padre de la criatura.
Entonces CEPA sigue teniendo un predicamen-
to importante dentro de la red del FLACAM, pero
en orden de importancia, yo diría, que el menos im-
portante es Rubén Pesci, le sigue la fundación CEPA
y lo verdaderamente importante es FLACAM, por-
que allí actualmente convergen representantes de once
países integrados, unas veinte universidades de gran
prestigio, públicas y privadas, de los más importantes
países de Latinoamérica, y España.
Entonces hoy es FLACAM el gran brazo de
acción para este movimiento ambiental.

Pág. 152
Carlos Gómez Flores
¿Cómo fue generándose la metodología flacamiana y cuál es, en
esencia, la parte medular que hace que tenga un cuerpo propio?
Rubén Pesci Se generó ya desde el año 73 o 74, haciendo
mi doctorado en la Universidad de Venecia, Italia,
en donde (trabajando con Sergio Los, y algunos físi-
cos, matemáticos, sociólogos), llegamos a modelizar
la helicoide como proceso de articulación entre entra-
das y salidas en este proceso de proyectación cíclica-
homeostática. Eso luego se introduce en CEPA, y CEPA
lo comienza a aplicar en todos sus proyectos, cursos
breves, congresos. Por ello diría que a la hora de crear
FLACAM en 1988, CEPA y muchos de sus socios o
amigos por allí por el mundo, habían ya de alguna ma-
nera construido este paradigma y esta epistemología
que se ofrece a FLACAM.

Entonces comienza un proceso sistemático


con alumnos y profesores de todo el continente
que le dieron el vigor que tiene hoy, donde no cam-
bió esencialmente pero se enriqueció enormemen-
te. Esta es la breve historia de la metodología.
¿Cuál es el aspecto central? Primero es esta con-
dición de proceso, por lo tanto la ruptura y la críti-
ca a los procesos lineales claramente modelados
desde un racionalismo ilustrado que no alcanzó para
comprender la complejidad de los sistemas vivos.

Pág. 153
Es ahí que aparece el concepto de la helicoide que
se va desarrollando en el tiempo, que se diversifica,
que se cierra, que se abre como la vida misma. Es
un modelo isomorfo a la realidad, que hoy defini-
mos integrado con diez componentes o pasos de
un proceso. Pero esta es la parte técnica.

Pasar de la planificación cerrada a la planifi-


cación abierta de proceso. Pasar “del hombre no”
de acuerdo a la tesis de Di Castri, decir “no se pue-
de”, “no se debe”, “la naturaleza es lo mejor”, “todo
es intocado”, a decir, con el hombre dentro, en un
proceso abierto, histórico, donde la percepción jue-
ga un papel fundamental en el saber, en la genera-
ción de conocimiento. Donde muchas veces es más
importante inducir que deducir, y por lo tanto traba-
jar con las comunidades, con los actores locales
que son los que toda la vida han percibido, han in-
ducido, han reconocido. Así, en cuatro pinceladas,
he tratado de dar algunos criterios que ponen en
tela de juicio el positivismo y el racionalismo ilus-
trado y se entroncan con algunas de las líneas más
modernas de la ciencia.
Repasemos rápidamente. Cuando Prigogine
formula la Teoría del Caos y te dice que los siste-
mas son caóticos y tienden a la entropía (es decir
al desorden), demuestra que es inútil pretender do-
minarlos racionalmente. Cuando Fritjov Capra mar-
ca que la vida es unatrama, una trama de factores

Pág. 154
múltiples y que lo que hay que hacer es guiar esa
trama y no oponerse a ella. Estamos ante fenómenos
fundamentales de ruptura epistemológica, rupturas gi-
gantescas en la teoría del conocimiento. Cuando Jean
Piaget dice desde la educación que “solo se aprende
haciendo”, y quizás los libros se escriben después. Cuan-
do desde esa propia educación liberadora, Paulo Freire
dice que aquel alumno que está mal en la escuela tradi-
cional es el mejor alumno, porque es el que rechaza los
conocimientos enlatados. Podríamos seguir al infinito
pero son seis, siete, diez grandes alteraciones al para-
digma de la ilustración y del conocimiento científico de-
ductivo, que abren horizontes incalculables al avance
de esta búsqueda de sustentabilidad.

Carlos Gómez Flores


A la distancia ¿podemos hablar del FLACAM como
una escuela de pensamiento?
Rubén Pesci Hoy quizás sí, porque aunque nosotros no lo
quisiéramos es inevitable que los cerca de 600 pro-
fesionales de toda América Latina que han cursado
en nuestra maestría, la adopten en algunos casos, la
enriquezcan en otros, y ello significa que se basan
en una escuela de pensamiento (se habla del pensa-
miento flacamiano) que nosotros no hemos impues-
to. Sí, creo que hay una construcción de pensamien-
to, pero ese pensamiento, lo importante, lo bonito, es

Pág. 155
que surge de las propias experiencias, de la praxis,
del hacer aprendiendo. Como dicen algunos intere-
santes psicopedagogos mexicanos: del sentir-pensar.
Hay muchas corrientes del mundo que están en esta
línea. Y sí hemos sido convocados ya a decenas de
foros internacionales es precisamente porque
FLACAM representa un núcleo de pensamiento.

Carlos Gómez Flores


Rubén, desde el ángulo del líder, desde el ángulo del hombre que
inspira, ¿qué ocurrirá en la subsiguiente etapa, en torno a la relación
entre Rubén Pesci y Flacam ?
Rubén Pesci Quisiera dedicarme más y más, precisamente a
desarrollar esa línea de pensamiento. Sabés que estoy
escribiendo mucho y que la escritura me sale muy flui-
da. Una escritura justamente que no podría ser de gran-
des textos académicos, doctrinarios, taxonómicos. ¡No,
no! Son las escrituras de unos libros breves, leves y
rápidos de leer (como pediría Italo Calvino), pero que
me parecen muy necesarios. Quisiera dedicarme más
a esto y volver a cargar de mi experiencia los proyec-
tos que estamos haciendo aquí en Argentina y en va-
rios países, como en Brasil. Por lo cual estoy bregando
para que FLACAM crezca en protagonistas de todas
sus sedes. Me gustaría descentralizar más y más el
accionar de FLACAM y el de CEPA, y cumplir la
tarea para la cual estoy mejor capacitado.

Pág. 156
Esto es algo así como una metáfora, una
persona que tal vez puede ser un buen pianista y
lo es, pero se ha distraído en organizar la orques-
ta, en buscar financiamiento para los conciertos, en
enseñar a jóvenes y quizás está descuidando un poco
su mensaje como pianista. Entonces estoy desean-
do que los acontecimientos permitan en dos, tres,
cuatro años, que yo pueda estar más centrado en el
desarrollo de la línea de pensamiento y en la calidad
de los proyectos que hacemos.

Carlos Gómez Flores


Con respecto a la interfase necesaria con la clase política de
latinoamérica, ¿qué ejemplos vivos se tienen desde la perspecti-
va flacamiana?
Rubén Pesci Pregunta muy difícil, muy difícil. No muchos,
lamentablemente, lo cual muchas veces nos hace
pensar si entonces es fértil esto que estamos ha-
ciendo, porque para nosotros mismos desde
CEPA, no todos los proyectos llegan a buen puer-
to. Porque han sido dejados de lado, porque son
combatidos. Pero bien, y si en nuestras otras se-
des, colegas de toda América Latina tampoco han
logrado demasiado, uno se pregunta ¿será que?
Pero claro, lo que pasa es que es un proceso len-
to, donde hay también una autoformación: nues-

Pág. 157
tros alumnos del FLACAM muchos tienen que ver
con el ámbito político, directa o indirectamente. Vos
mismo. Porque trabajan con gobiernos, porque in-
ciden sobre gobiernos, porque manejan medios de
comunicación. Algunos alumnos que hemos tenido
han sido representantes políticos ya sea del gobier-
no legislativo o del ejecutivo. Muchos, la mitad casi.
Entonces creo que estamos comenzando a incidir,
lo que pasa es que hay que tener paciencia.
¿Qué casos considero más fértiles? Los que
se suceden en Brasil. En Brasil, más allá de su
clase política, (que tampoco está tan mal), hay pro-
gresismo, hay un juego democrático serio, hay un
progresismo no solamente de las izquierdas como
se suele pensar, sino también del centro. Intere-
sante el caso Brasil.

Ahora se está denunciando la corrupción,


pero se está denunciando en serio, es decir, no se
la deja pasar, no se hace la vista a un lado. Y a la
hora de los proyectos, Brasil está absolutamente
abierto, ávido, está como una esponja a todas las
innovaciones, ambientales en particular. Entonces,
uno en Brasil dice, ¿y por qué no? Y ellos te con-
testan: “es lo que estaba esperando”. Mientras
que en otros países vos decís ¿por qué no?, y te
contestan “no me asustes” o “eso es imprudente”
o “eso contraviene no se qué cosa”. Creo que el
caso de Brasil es importante, pues no es casual

Pág. 158
que ahí se haya hecho Curitiba, que es un caso
interesante. No es casual que nosotros mismos
hemos participado en el plan director de Porto
Alegre, que es un caso también interesante. Aho-
ra estamos haciendo en Florianópolis cosas que no
se pueden creer de tan innovadoras que son. ¿No
es acaso que en Brasil está Leonardo Boff? ¿No es
acaso que en Porto Alegre se han hecho los foros
sociales mundiales? Quisiera tener la generosidad
de reconocerle a ese país esas cosas. Ahora, veo a
muchos pensadores muy buenos en México y en
Argentina, eso si es verdad también. Incluso, bueno,
nosotros estamos trabajando mucho en Brasil por-
que se nos ha reconocido esa cualidad, así que creo
que hay que señalar esos dos casos, México y Ar-
gentina donde hay una masa crítica muy fuerte de
pensantes y en la complejidad y en la sustentabilidad.

Carlos Gómez Flores


¿y qué con el conocimiento y la ciudad?
Rubén Pesci Bueno, de alguna manera es una conse-
cuencia. Creo que la ciudad sigue siendo una
forjadora de pensamiento, pero en la medida que
pierde su escala, que pierde aquella levedad en
sus relaciones, que se transforma en estresante,
que es impactante, crece la desconfianza, crece
la violencia, crece la inequidad, crece la exclu-

Pág. 159
sión. Entonces, si la ciudad recupera esa escala
humana, ese contacto social, tiene lo que el cam-
po no tiene, que es el diálogo. Y como la comple-
jidad necesita del diálogo de saberes, como la
sustentabilidad necesita del diálogo solidario, la
buena ciudad es la simiente de la sustentabilidad,
no su contrario.

Carlos Gómez Flores


¿y por qué sustentabilidad y no sostenibilidad?
Rubén Pesci Ahí somos muy firmes y afortunadamente se
está compartiendo la idea en muchos ámbitos. Lite-
ralmente es una mala traducción en cuanto al espa-
ñol del concepto que es para el inglés, para el italia-
no, para el alemán, para el francés, idiomas en los
que no existe la idea de sostenibilidad. Sostener sig-
nifica que se debe tener una energía externa para
sostener algo. Poniendo un ejemplo: ¡cómo me pesa
esta silla! (Qué pesada que es para sostener).

Si quiero cargarla, por su peso la tengo que


sostener, de esa manera la silla no se podría sos-
tener por sí misma nunca, por lo tanto tiene que
haber una fuerza externa para ello, pues la silla
por sí misma, no es sustentable en el aire. La silla
solamente es sustentable apoyada o levantada. Si
nosotros actuamos sobre el ambiente y la socie-
dad de esa manera con fuerzas externas que la

Pág. 160
sostengan, nunca va a ver sustentabilidad. La
sustentabilidad o la auto-sostenibilidad, habla de
algo que se sustenta solo. Uno dice, “esta familia
se sustenta o este principio se sustenta o este curso
se sustenta, por sus ideas por sus ingresos”, etc.
Eso es muy diferente. Entonces estamos buscan-
do una sociedad y un estilo de sociedad, un estilo
vida, un estilo de desarrollo, que se sustente a sí
mismo y no por la introducción de energías exter-
nas. Casos típicos de introducción de energías ex-
ternas, que son agotables y crean externalidades
negativas, podría ser el consumo de petróleo, que
conlleva su extracción, a través de declararle gue-
rras a los países productores; podrían ser los
migrantes que van a países vecinos y después en-
vían dinero porque en sus propios países no hay
oportunidades suficientes.

Entonces, cuanto más sean autosustentables


o autosostenibles, (si agregamos la palabra auto
queda muy claro todo), en los procesos de creci-
miento y desarrollo, estaremos mucho más cerca
de la solución. Para Brasil existe solamente
sustentablilidad,entre otras cosas porque el idio-
ma portugués así lo marca.

En México estuvimos acordando mucho y


cada vez coincidimos más en que el término co-
rrecto es sustentabilidad. Programas públicos en

Pág. 161
muchos otros países de América Latina opinan lo
mismo, y el otro día estuve discutiendo fuertemente
con los españoles que comienzan a entender que
tradujeron mal del inglés el término «sustainable».

Carlos Gómez Flores


Desde la óptica flacamiana ¿habías abordado el tema de
ambiente versus medio ambiente?
Rubén Pesci Lo de medio ambiente es otra mala traduc-
ción española. Cuando en una oportunidad impartí
una conferencia en Italia, hace 35 años dije medio
ambiente y me respondieron: «¿la mitad de qué?»...

Esta fractura se puede corregir diciendo me-


dio ambiente natural, medio ambiente cultural, me-
dio ambiente social, medio ambiente político, pero
siempre como parte del ambiente que es una uni-
dad. Precisamente esa es la gran riqueza del con-
cepto ambiental que de entrada, desde su propia de-
finición, se plantea como una integralidad, de un sis-
tema complejo de cosas inter ligadas: «La trama de
la vida», seguún F. Capra. Entonces creo que esta
distinción evidentemente está cada vez más clara.

Pero hablemos de Ambiente y sustenta-


bilidad que es lo que me preocupa en este mo-
mento. Nosotros seguimos insistiendo, por eso nos

Pág. 162
llamamos FLACAM (Foro Latinoamericano de
Ciencias Ambientales), CEPA (Centro de Estu-
dios y Proyectos del Ambiente) y no de la
sustentabilidad, porque corremos un riesgo: que
el concepto de sustentabilidad se agote en algún
tiempo, inclusive se manipule, como está manipu-
lado para miles de sostenibilidades por los países
interesados en mantener el status quo de una
sociedad productivista-consumista, que es lo
antisustentable. Y dentro de veinte años algún otro
informe Brundland hable de durabilidad como di-
cen los franceses, o hable de equidad y queda
como siempre algo afuera. El Desarrollo Susten-
table es un modo para una finalidad mayor que es
la salvaguarda de la calidad del ambiente. Así que
cada vez más trataría de entender a lo sustenta-
ble como un modo de expresar cómo queremos
manejar lo sustantivo, la finalidad, que es la salva-
guarda y la calidad del ambiente.

Carlos Gómez Flores


¿Por qué se te ocurrió este libro?
Rubén Pesci Dos estímulos metafóricos opuestos han sido
la inspiración del título de este libro.

El primero es la amenaza cada vez más re-


currente de huracanes, que arrasan con mayor

Pág. 163
frecuencia y fuerza nuestra civilización, en zonas
de costas de mares cálidos y aparentemente
paradisíacos. Paraíso que se vuelve infierno. Pa-
rece una de las 7 plagas de Egipto que nos co-
mienzan a llegar.

El segundo es la película “Soplando con los


Vientos”, ese bello film inglés de denuncia sobre los
despidos de Margaret Tatcher, y una banda de músi-
cos de instrumentos de viento que lucha por seguir y
sobrevivir a la derrota laboral. Huracanes necesa-
rios, verdes, que soplen limpieza y verdor esperanza.

Por último, otra inspiración, más conceptual


y literaria, me asistió en mi pobre ejercicio de la
literatura. Una vez más, Italo Calvino (1). En su
libro “Seis principios para la composición en el
Siglo XXI” (2), se destacan como los primeros
dos principios: la levedad y la rapidez. Calvino no
dice que son mejores que lo pesado y lento (una
obra monumental como la “La Divina Comedia”,
de Dante, o los Códigos Vitruvianos, en Arquitec-
tura). Él dice que son más adecuados a nuestra
percepción actual.

Me sentí profundamente adherido a él, y tra-


té de hacer leves mis ideas y rápido el modo de
contarlas. Las ciencias blandas, y las artes, que es
la categoría más blanda de las blandas. Así que es
la hora de integrar, de religar.

No digo que sea la hora de generar una re-


ligión de la sustentabilidad, pero casi. Volver a
atar todo, a ligar todo, de entender el todo como la
esencia para poder abordar procesos de cambio
incluyentes y justos.

Pág. 164
Carlos Gómez Flores
Por último Rubén ¿qué son los Vientos Verdes?
Rubén Pesci Los que soplan las tormentas y nubarrones,
cuando ya hay demasiada agua. O los que traen tor-
mentas y nubarrones, cuando hay demasiada sequía.

Los llamo “Vientos Verdes” porque traen


buenas nuevas, y son la energía limpia para gene-
rar cosas positivas, también están los otros, los
vientos negros, polvorientos, sucios (corrupción,
politiquería, conformismo, egoísmo) soplan en sen-
tido apocalíptico; quiero apostar a quienes soplan
vientos en sentido inverso, verdes, limpios.

Por eso, dedico este libro a Giancarlo De


Carlo y para él aparece al final un «Viento Verde
especial», es lo mejor que tengo que decir para
insitar al lector a continuar soplando verdores.

1) El autor escribió en 1985 «La Ciudad in-urbana», Editorial Fundación Cepa, basada en
textos de las Ciudades invisibles de Ítalo Calvino
2) «Seis propuestas para el próximo milenio» - Ediciones Siruela S.A. - 1998, Madrid

Pág. 165
Pág. 166
Editorial CEPA Fondo Editorial de la Fundación CEPA
Editorial
Nueva Colección Sustentable
Fundación CEPA

Editorial
“Vientos Verdes”
CEPA es una organización no gubernamental En este libro se conjugan una serie de notas breves, apa- Rubén Pesci- 2006
creada en 1974 para abordar -con la visión in- recidas previamente como artículos de opinión del Sitio Colección de Ensayos
tegradora del enfoque ambiental- proyectos y Ambiente Digital, y luego compiladas en forma de libro
acciones destinados al mejoramiento de la ca- “La Ciudad in-urbana”
de bolsillo.
lidad de vida y el desarrollo de las condiciones Rubén Pesci- 1985
del hombre, en el marco de su necesaria articu-

IDA la
lación con la naturaleza, su genuina identidad A partir de estos textos leves, cortos, sugestivos y de “La Ciudad de la Urbanidad”

BIL bre
D
cultural y el ejercicio auténtico de sus libertades. rápida lectura, escritos desde diferentes partes del mundo, Rubén Pesci- 1999

TA so
el autor muestra su opinión e intenta hacer reflexionar a

EN as
“La vida como proyecto”
Después de 30 años de su creación, hoy acredita un público interesado, sobre 20 cuestiones relevantes de

ST ide
DEL TITANIC AL VELERO
un cuerpo profesional de unos 25 técnicos per- nuestra sociedad actual.

SU einte
Rubén Pesci 2000
manentes y asesores de amplia trayectoria.
La sustentabilidad Hoy

V
Ha realizado cerca de 100 proyectos relevantes
en casi 10 países de América Latina y Europa.
Como bien lo refleja Sergio Los en el prólogo del libro Fundación CEPA-2005
estos textos no describen cosas, sino que invitan a hacer
Ha recibido premios y distinciones internaciona- cosas juntos; “los problemas a los que se refieren los Colección Proyectos
les. Y lleva a delante, en autogestión individual Vientos Verdes se pueden resolver sólo compartiéndolos,

Editorial CEPA
“Parque Costero del Sur”

01
o compartida, proyectos y procesos distinguidos y para compartirlos es necesario reconstruir la ciudad. Fundación CEPA -1992 (agotado)
como La Plata Patrimonio, Camino del Gaucho, Pero esta reconstrucción no presupone necesariamente
Valle Verde, CICMAR, FLACAM, Revista Ambien-
la edificación de nuevas construcciones sino que se re- “Proyectación Ambiental”
te digital, etc.
fiere esencialmente a la transformación de consumido- FLACAM -1995
res en ciudadanos, una transformación que pasa a través “De la Prepotencia a la Levedad”
de la activación de instituciones hoy subordinadas, sobre FLACAM, Paradigma y Pedagogía
todo la amistad y la urbanidad”. para la sustentabilidad.
Ruben Pesci, Jorge Pérez, Lucia Pesci-2002

COLECCIÓN SUSTENTABLE
Vientos Verdes / Rubén Pesci 01
Así, la metáfora de Vientos Verdes evoca al idea del
“Formación y Proyecto”
autor plasmada en el libro, optimismo y energías nuevas Otras vías para el Tercer Sector
para generar cosas positivas. Fundación Gas Natural- FLACAM- 2004

“Revista A/mbiente”
(Edición impresa desde Nº 1 a 86)
Desde 1979 hasta 2001

“Revista A/mbiente Digital”


Ética y Estética hacia la sustentabilidad
(desde 87 a 96) - Desde 2002- continúa

Rubén Pesci www.revista-ambiente.com.ar

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