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El caso de una abeja perdida: Gabriel García Márquez, joven bohemio en la colmena de

Bogotá
“Hacia allá iba él hacia el fondo del abismo, por una ruta vertical, recta; por una
perpendicular de cuatrocientos años. Sí. Era el vértigo. Otra vez el vértigo”.
Tubal-Caín forja una estrella.
El “caso” de Gabriel García Márquez fue descrito por algunos de sus profesores y su propio
padre como “perdido” desde que tomó la decisión de apartarse de la carrera del derecho y
emprender una temeraria empresa como periodista y escritor. Tal disyuntiva tuvo lugar en la vida
del Nobel durante su primera estadía en la ciudad de Bogotá siendo estudiante la Universidad
Nacional y viviendo en una pensión de la calle Florián (calle 11 con 8°), época1 en la que la zona
céntrica de la capital, y sobre todo su Carrera Séptima, eran una verdadera colmena (¿o enjambre?)
de intelectuales de todo tipo.
El vuelo de nuestra abeja escritora había iniciado 4 años atrás, cuando desde el Caribe
colombiano emprendió el viaje para convertirse, mediante el estudio como forma de superación, en
el sostén de su familia pobre. Hizo su etapa de cámara de cría como estudiante becado en el Liceo
Nacional de Zipaquirá, pero al llegar al tablero de vuelo, que fue el centro de la ciudad de Bogotá,
tuvo que hacer el doloroso tránsito hacia la búsqueda propia dejando atrás el compromiso familiar y
los sueños de la infancia.
La reflexión de García Márquez al respecto y la transposición hacia su mundo poético se
ven particularmente expresadas en su cuento Tubal-Caín forja una estrella, publicado en el diario
El Espectador el 17 de enero de 1948, en una tercera entrega para este diario, que más tarde en su
regreso a la colmena capitalina lo recibiría como periodista:
“De nada le valió arrastrarse con las visceras rotas para ahuyentar los cuervos de la lujuria.
Trató de apostarse tras del baluarte de su infancia. Trató de levantar entre su pasado y su
presente una trinchera de lirios. Pero fue inútil su lucha, como fueron inútiles los mordiscos
que le dio a la tierra de los gusanos para sentir en su lengua esa tibia humedad que no tuvo
la leche de su madre. Sí. Ahora ese mundo había venido a él. Se había hecho presente con
toda su realidad indestructible; se había impuesto a su muerte con una fuerza superior a la
voluntad. Ahora, a pesar de su resistencia sostenida, sabía que iba a sucumbir.” (García sic
cursivas mías).
Podemos ver desde este temprano cuento de García Márquez elementos que serán
constitutivos de su estilo literario. Uno de ellos es la actitud pesimista frente al destino que avizora

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Entre febrero de 1947 (según su matrícula en la Universidad Nacional) y finales de abril de 1948 (poco
después del bogotazo).
de forma negativa. Sin embargo, pese a la conciencia sobre el desastre que se avecina la actitud de
García Márquez lejos de mostrarse derrotista y flemática, reafirma su condición de resistencia
alimentada en las fuentes mismas de la naturaleza. Un segundo elemento, es su preocupación por el
carácter concreto de la realidad y pese a eso su carácter igualmente mágico ubicado por fuera del
alcance de la razón.
Este breve período de 15 meses aproximadamente resulta particularmente significativo para
entender la génesis de este escritor, cuando ausentándose irresponsablemente de sus clases de
derecho, se dejaba llevar por los campos floreados de copas, cigarros y versos como abeja perdida
entre los cafés y bares aquel enjambre de personajes deambulando por la Carrera Séptima del centro
capitalino. Hasta que esta abeja perdida escuchó el llamado de una abeja reina como lo era en ese
momento en nuestra colmena criolla Eduardo Zalamea Borda, “Ulises”, y llevó hasta las oficinas
del periódico El Espectador su primera canasta de polen con el cuento “La tercera resignación”,
iniciando así su extensa obra como escritor.
Bibliografía
Saldívar, Dasso. “El viaje a la semilla”. Bogotá: Planeta. 2014. Impreso.
García Márquez, Gabriel. “Tubal-Caín forja una estrella”. Web:
https://www.persee.fr/doc/carav_1147-6753_1996_num_67_1_2722

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