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Republica Bolivariana de Venezuela

Ministerio del Poder Popular Para la Educación Universitaria Ciencia y Tecnología

Universidad Nacional Experimental “Simón Rodríguez”

Núcleo Palo Verde

Cátedra: Historia de Venezuela

Carrera: Educación Integral


Noviembre 2019

Introducción

A principios del siglo XIX, buena parte de lo que hoy se conoce como la República
Bolivariana de Venezuela comenzaba a sacudirse la monarquía española que la había
dirigido por más trescientos años. Durante ese lapso, considerando como referentes
instituciones europeas, se habían perfeccionado y arraigado nuevos modos de administrar,
de reglar, de obedecer y de ejecutar el mundo americano. Es decir, en tres centurias se
había consolidado una nueva forma de gobernar. Funcionaban, por ejemplo, organismos y
oficios a partir de características propias de estos lares: un monarca, Consejo de Indias y
Casa de Contratación de Indias allá, acá virreinatos y virrey para cada cual, encomenderos,
misioneros, pseudo caciques, gobernadores, capitanes generales, audiencias, fiscales,
alguaciles, alcaldes y otros más (Elliott, 1990y Lockhart, 1992). Estos desaparecieron
aparecieron de acuerdo con las necesidades. Cada quien sabía cuál era su rol y hasta dónde
llegaban sus límites, si los tenía. Transcurrido ese tiempo ¿ha madurado el mundo criollo?
¿Sospecha haber encontrado su identidad? El 19 de abril 1810 debido a un movimiento
civil liderado por la élite criolla, miembros tradicionales del cabildo caraqueño, se rechaza
la Regencia como autoridad y se instituye la Junta Conservadora de los Derechos de
Fernando VII; pero el 5 de julio de 1811, este pueblo ya no se defiende los derechos de
Fernando VII, contrariamente, declara la separación del trono español de este trozo de
tierra. En catorce meses, Fernando dejó de ser un “desgraciado”, como sinónimo de
“desdichado”, “desafortunado”, para convertirse en alguien indigno de confianza porque
“había apreciado más su existencia que la dignidad de la nación que gobernaba”, como
recoge el Acta de la Independencia de Venezuela cuando refiere los hechos de Bayona. Y
esta valoración negativa, otra vez la decretaban hombres de palabras, de leyes. Pero,
además, hay claros indicios de que algunos de estos hombres delineaban un nuevo sistema
político, el cual hablaba de división de poderes y de ascenso al poder mediante el voto
(Leal Curiel, 2013), no de monarquía absoluta ni por herencia o por voluntad divina.
El caudillismo en Venezuela

Cuando se inició en Venezuela la lucha por la independencia, se hicieron presente


personajes que hoy en día se llaman próceres de la independencia. En aquel tiempo ellos
liderizaron la causa, para lograr la ansiada libertad. De aquí surge el caudillismo lo cual es
un sistema político donde el caudillo es la cabeza o el que guía y manda la gente de guerra.
Muchas veces se originan serios conflictos o controversias, entre caudillos especialmente
por el poder. Esto le sucedió a Venezuela en el proceso político de 1830.

La república, comenzó su vida independiente en medio de una situación política,


económica y social muy precaria. Otro de los factores que también influía era el aislamiento
de las regiones y la falta de vialidad, hay que recordar que para esa época no existían
carros, el único medio de transporte era el caballo. Todos estos elementos contribuyeron a
que se engendrara el caudillismo en Venezuela.

La oposición se generó entre dos grupos, unas llamadas disociadores que tuvieron su
expresión en la multiplicación de caudillos que se disputaban el poder político y la otra, la
fuerza integradora, la cual sostenía como ideal de nación la modernización del país, esto
acabaría con el poder de los jefes locales. A estas fuerzas, se insertaban las clases populares
por sentimientos paternalistas frente a los caudillos regionales o en búsqueda de mejores
condiciones de vida, la lucha se centraba en la disputa por la propiedad de la tierra o por
lograr el ascenso social. Todas estas situaciones condujeron a la conformación de los
partidos políticos.

Causas

Para acceder al poder, los caudillos se rebelaban aliándose con militares, deponían al
gobernante actual, disolvían el Congreso y se auto proclamaban presidentes provisionales.
Después de un corto plazo se elegía un nuevo congreso y se convocaba a elecciones
presidenciales. En las elecciones salía elegido el caudillo que había presidido anteriormente
la revolución y deposición del antiguo gobernante o diputados.
Los principales partidarios de los caudillos, aparte de sus hombres de armas de confianza,
fueron los miembros de las clases enriquecidas. Así, estos aseguraban un flujo de dinero
para el Estado del caudillo de turno y este se comprometía a darles beneficios.

El caudillismo se desarrolló principalmente en México pero no completamente ya que


sufrió ciertos detalles a partir de su desarrollo que no fueron siempre positivos (donde hubo
una gran cantidad de presidentes militares en 50 años); en Chile con el gobierno de José
Miguel Carrera a comienzos de la república; en Perú, donde hubo tres grandes «periodos de
militarismo»: a los inicios de la república, durante la reconstrucción nacional después de la
guerra con Chile, y tras el oncenio de Leguía; en Argentina con el gobierno de Juan Manuel
de Rosas; en Colombia con el gobierno de Pedro Alcántara Herrán que promovió a la vez la
constitución de 1843; y también en Bolivia, Paraguay, Ecuador y Venezuela.

Algunos de los caudillos de mayor influencia fueron: José Gervasio Artigas en


Uruguay (la zona que correspondió a la Unión de los Pueblos Libres); Juan Manuel de
Rosas en la Confederación Argentina; José Gaspar Rodríguez de Francia en Paraguay;
Miguel Hidalgo y Costilla, José María Morelos, Vicente Guerrero, Antonio López de Santa
Anna, Emiliano Zapata y Francisco Villa (José Doroteo Arango Arámbula) en México;
José Antonio Páez, Antonio Guzmán Blanco y José Tadeo Monagas en Venezuela; Getulio
Vargas en Brasil, Francisco Franco en España; y Salazar en Portugal.

Consecuencias

La inestabilidad política actual es consecuencia de cómo fue organizado el Estado al


nacer la vida republicana, sin base nacional, y también debido a los sucesivos años de
enfrentamientos políticos presididos por las diferentes facciones que se disputaban el poder
en ese entonces. De esta forma, las repúblicas se constituyeron sobre una base
inconsistente, sobre un Estado embrionario, desorganizado económicamente, caótico en el
orden político y sin planes de gobierno que sigan disciplina y orden. Por esta razón, la
democracia no es totalmente efectiva y se realiza un uso inadecuado de las conquistas del
liberalismo, en vez de un correcto uso de la libertad.
El orden impuesto por la fuerza dentro del caudillismo ha quedado como herencia.
Además, ciertas características “caudillistas” prosiguen hasta la actualidad. El caudillo, que
buscaba gloria y poder, intentaba con sus obras ganarse la simpatía de la población y
desprestigiar al máximo al anterior gobernante; así, reorganizaba el gobierno a su antojo y
consideraba como malo todo lo que el gobernante anterior hubiese hecho. Hoy en día,
muchos gobernantes desprestigian aquello gestado por sus antecesores y lo abandonan,
buscando el propio beneficio, o tal vez como una estrategia para su obligada participación
en las siguientes elecciones.

Por otro lado, es importante resaltar que, al hablar de caudillismos se habla también de
consolidación de fuertes regionalismos, que mermaron el casi inexistente estado-nación.
Así, hoy en día aún existen algunos de esos fuertes regionalismos, especialmente en el sur
andino, que, a pesar de no ser una consecuencia directa del caudillismo, ayudó a que se
solidificaran algunos de ellos. Por esta razón, algunas veces planes unificadores resultan
insostenibles.

Política caudillista

Los caudillistas latinoamericanos se formaron a partir de experimentar la desigualdad


que estaba ocurriendo en el momento de que los españoles llegaron al Nuevo Mundo
imponiendo sus reglas de conquista, explotación, evangelización y colonialismo.

Los caudillos expresaron intereses regionales combinados con sus ambiciones


personales. Agustín Gamarra, por ejemplo, representó los intereses del sur andino,
especialmente del Cuzco, mientras que Andrés de Santa Cruz, los de Bolivia y Arequipa.
Para tener una mejor comunicación en un país mal comunicado establecieron alianzas con
hacendados.

En la actualidad la presencia de caudillos en la política de algunos países


latinoamericanos se da a través de los partidos políticos populistas, donde el líder político o
presidente del partido actúa como «agente mesiánico», quien es visto como único líder
natural, quien tiene el derecho de regir las riendas de un partido así como el único
capacitado para gobernar el país y salvarlo, mas no permitiendo que otros agentes o líderes
asciendan a la palestra, generándose así disputas internas, inclusive con violencia por lograr
tener el poder de mando, es por ello que se concibe a la política como una actividad pública
y violenta, dado que los que se afilian a un partido político entran con la firme idea de
lograr ser un caudillo en potencia en un futuro más cercano , para lo cual sabe que debe
enfrentase a otros caudillos en potencia para el logro de su fin, que significa liderar y ser
dirigente distrital, provincial, regional o nacional.

En Venezuela estuvieron José Antonio Páez, Antonio Guzmán Blanco, Juan


Crisóstomo Falcón, José Tadeo Monagas, Cipriano Castro, y Juan Vicente Gómez. Eran
una posición de estado cuasi Feudal. El caudillismo venezolano fue una manera de
organizar la sociedad y de restablecer la estructura de poder durante el siglo XIX al no
poder centralizar esa estructura de poder. Los caudillos fueron los que mantuvieron cierto
orden de convivencia dentro de una sociedad dispersa y disgregada. Pero los caudillos no
tenían un proyecto social transformador; eran como figuras pasajeras dentro de ese proceso
histórico en casi todo el mundo.

La Venezuela Independiente

Los comienzos de la historia de Venezuela independiente se caracterizaron por


revoluciones y contra-revoluciones. De 1830 a 1848, el poder fue detentado por los
conservadores, antes de devenir una dictadura bajo la dinastía de los Monagas. El general
José Antonio Páez gobernó durante dieciocho años, después, de 1858 a 1870, Venezuela
fue desgarrada por una guerra civil.

De 1870 a 1888, Antonio Guzmán Blanco dirigió el país de manera autoritaria. Su


política se orientó hacia una laicización del estado y una modernización de la economía. Su
gobierno fue seguido de varias dictaduras militares, entre ellas, la de Cipriano Castro. En
1902, éste se opuso a Gran Bretaña y Alemania, quienes bloquearon los puertos
venezolanos debido a deudas no reembolsadas por el estado venezolano. El conflicto fue
arreglado por el tribunal de La Haya, quien resuelve en favor de los europeos en 1904; en
julio de 1907, Venezuela había pagado sus obligaciones.
El año siguiente, Castro fue depuesto por el general Juan Vicente Gómez, quien
conservó el poder de 1908 a 1935. Bajo su régimen comenzó la explotación de los
yacimientos de petróleo, descubiertos en 1840, y que favorecieron el desarrollo económico
del país.

En 1945, después del derrocamiento de la dictadura del general Medina Angarita,


Rómulo Betancourt, del partido de la Acción Democrática (AD), llegó a ser presidente de
Venezuela e instauró un proceso democrático. Una nueva constitución, promulgada en
1947, instituyó el sufragio universal por voto secreto. Más tarde ese mismo año, después de
la primera elección democrática de Venezuela, el escritor Rómulo Gallegos fue elegido
presidente; pero fue derrocado por una revuelta del ejército.

En 1953, Pérez Jiménez dirigió el país instaurando una nueva dictadura. El 11 de abril
de 1953, después de tres meses de deliberación, la Asamblea constituyente dio su
aprobación final a una nueva constitución, que fue promulgada el 15 de abril. El país, que
era llamado oficialmente Estados Unidos de Venezuela desde 1864, tomó entonces el
nombre de República de Venezuela.

En enero de 1958, Pérez Jiménez fue derrocado y reemplazado por el antiguo


presidente Betancourt, miembro de la AD, quien llevó una política de reformas y de
modernización de la agricultura y del sector industrial. Pero debió hacer frente a un
malestar social que provocó revueltas durante todo el año 1961. Estas eran fomentadas a la
vez por la oposición de extrema derecha y los revolucionarios cubanos. En 1964, otro
miembro de la AD, Raúl Leoni, sucedió a Betancourt. No disponiendo de la mayoría en el
Congreso, formó un gobierno de coalición.

En diciembre de 1968, Rafael Caldera Rodríguez, el líder del COPEI (Partido social-
cristiano), logra una estrecha victoria electoral sobre Leoni y se instaló a la cabeza del país
en marzo de 1969.

Venezuela adhirió a la OPEP en 1960 y, en 1973, se unió al Pacto andino en pleno


crecimiento.
En 1974, el poder retornó a la AD, con Carlos Andrés Pérez. Este intentó mejorar las
relaciones con los países vecinos a Venezuela pero siguió una línea cada vez más
independiente frente a los Estados Unidos. El expresó abiertamente su hostilidad hacia la
dictadura de Chile y reanudó las relaciones diplomáticas con Cuba. Finalmente, su
programa económico se caracterizó por la nacionalización de la industria del hierro y el
acero, en 1975 y de la industria petrolera, en 1976.

La alternancia entre la AD y los demócrata-cristianos del COPEI permitió una división


del poder entre los dos grandes partidos. Así, la elección de 1978 fue ganada por el COPEI
y su candidato a la presidencia, Luis Herrera Campins.

Los años '80 se caracterizaron por una crisis económica y el retorno de la AD al poder:
Jaime Lusinchi (1984-1989) y de nuevo Carlos Andrés Pérez. En febrero de 1989, el
aumento brutal de los precios al consumidor en el cuadro del programa de austeridad y
medidas de rigor desencadenó vivas protestas en Caracas. Este descontento popular
continuo frente a la política del gobierno se concretó con abstenciones masivas en las
elecciones locales de 1989.

En 1992, fueron aplastadas dos tentativas de golpe de estado, pero el poder quedó
debilitado. Pérez fue suspendido en sus funciones en mayo de 1993, después de que el
Senado decidiera hacerlo pasar a juicio por desvío y abuso de fondos públicos.

En diciembre de 1993, Rafael Caldera fue nuevamente elegido como presidente del
país. Caldera suspendió las garantías constitucionales, con el objeto de contener la crisis
económica y poner fin a la agitación social

Evolución histórica del caudillismo

Sometimiento y control (1830-1846):

Al establecerse la República, luego de la disolución de la Gran Colombia, se erige un


sistema político donde, si bien José Antonio Páez surge como el individuo capaz de
conciliar los intereses de las élites, la base efectiva de poder que sostiene la hegemonía
paecista no es una red de alianzas caudillistas sino el consenso entre los notables,
comerciantes, hacendados e intelectuales, por adelantar un proyecto que permita la
estructuración de un Estado liberal basado en un sistema censitario capaz de contener los
factores de disolución social heredados de la contienda emancipadora. Durante este período
los factores disgregadores caudillistas son sometidos y controlados por la estructura formal
de un Estado en proceso de gestación, el cual actúa como elemento de contención de la
beligerancia de los caudillos, favorece el predominio de las élites y se sostiene en la
autoridad y prestigio de Páez. Al surgir en el seno de la élite diferencias en cuanto a la
conducción del proyecto liberal, se trastoca el proceso de estabilización alcanzado durante
esos primeros 3 lustros de experiencia republicana y cobran fuerza las tendencias
disgregadoras y la beligerancia caudillista.

Expansión (1847-188):

Durante el período que se inicia con el ascenso de José Tadeo Monagas al poder
apoyado por los sectores asociados al Partido Liberal y que culmina con la alianza entre
liberales y conservadores para derrocar a Monagas en la Revolución de Marzo en 1858, se
modifican los términos mediante los cuales se había erigido el clima de consenso político
capaz de favorecer un período de relativa estabilidad y se produce un proceso de expansión
del caudillismo como elemento predominante del sistema político. La modalidad de poder
que impera durante la hegemonía de José Tadeo Monagas no se sostiene sobre mecanismos
institucionales formales como en el período precedente, sino que, desde el poder, el primer
mandatario fomenta una red de lealtades personales y familiares que constituyen la base de
su predominio político. Durante su mandato se manifiesta una aguda crisis económica, hay
enormes tensiones entre los bandos conservador y liberal, surgen numerosos focos
subversivos en distintas partes del territorio. No obstante, en virtud de los intereses que
sostienen su particular régimen personalista, caudillista y nepótico, controla la designación
de su sucesor y lleva a la primera magistratura a su hermano, el general José Gregorio
Monagas. Al concluir el mandato de éste, José Tadeo Monagas regresa al poder con un
clima de abierta intranquilidad y malestar político. La crisis económica, las carencias
institucionales, la existencia de numerosas facciones armadas en la región de los llanos, los
levantamientos que propician los sectores desafectos al régimen, la modalidad de poder
sostenida sobre la red de lealtades del caudillo, favorecen la expansión de las fuerzas
disgregadoras, estimulan la indisciplina social y el fortalecimiento de prestigios políticos y
militares a nivel local. Finalmente, el proyecto de una reforma constitucional abiertamente
centralizadora, así como las aspiraciones de poder entre los sectores liberales y
conservadores, propician el derrocamiento de Monagas y el inicio de un período de
inestabilidad política que culmina con el estallido de la Guerra Federal (1859), momento
culminante de la acción caudillista.

Auge 1859-1870):

El clima de agitación e intranquilidad que acompaña al triunfo de la Revolución de


Marzo no desaparece sino que, por el contrario, se sostiene y amplía en la mayor parte del
territorio. La abierta conspiración contra el régimen por parte de los sectores ligados al
Partido Liberal y las numerosas facciones armadas que se encontraban diseminadas por el
país dan lugar a la Guerra Federal, la cual se prolongará por espacio de 5 años, exacerbando
la proliferación y consolidación de los más disímiles liderazgos caudillistas. El vacío de
poder que acompaña al desenvolvimiento de la guerra en virtud de la incapacidad del
gobierno de dominar y contener las distintas acciones de armas que atentaban contra la
estabilidad del régimen y la inexistencia de un efectivo control por parte de los jefes de
todas las facciones que luchaban a nombre de la federación, favorecieron la proliferación de
numerosos grupos o guerrillas al mando de jefes locales sin ninguna cohesión entre sí y con
abiertas aspiraciones de consolidar su poder a nivel local o regional. Al finalizar la guerra
(1863), no se liquida la efervescencia caudillista surgida al calor de la contienda, sino que,
por el contrario, la consagración de los principios de la federación en la Constitución
Federal de 1864 y la popularización de sus alcances como el mecanismo idóneo para el
ejercicio efectivo del poder local, fomenta la consolidación de los caudillos como figuras
determinantes del sistema político. Durante el régimen de Juan Crisóstomo Falcón se
consolida la jefatura de los caudillos triunfantes en la contienda y se vive un clima de
permanente agitación e intranquilidad como consecuencia de las pugnas por el poder en las
diferentes localidades por parte de quienes pretenden defender por la vía de las armas su
predominio político a nivel local, regional y nacional. Los numerosos levantamientos
armados, la crisis económica y la inestabilidad política heredadas de la guerra dificultan la
estabilización del gobierno central. Falcón se retira del mando y deja como sucesor al
general Manuel Ezequiel Bruzual, después de lo cual estalla la Revolución Azul y José
Tadeo Monagas reasume el poder en 1868. La muerte de Monagas a los pocos meses del
triunfo divide a sus seguidores. José Ruperto Monagas, sobrino del caudillo, asume el
mando; pero las tensiones entre los promotores del movimiento, la aguda crisis económica
y la confrontación entre los distintos factores que aspiran al poder culminan con el
levantamiento de los liberales al mando del general Antonio Guzmán Blanco, quien entra
triunfante a Caracas en abril de 1870. Será precisamente durante su mandato y en la década
inmediatamente posterior que empiecen a aparecer los síntomas que anuncian el
debilitamiento y crisis del régimen caudillista en Venezuela.

Debilitamiento y crisis (1870-1898):

Con el ascenso al poder de Guzmán Blanco se erige un sistema político que se


caracteriza, primero, por la presencia de un número significativo de importantes caudillos
como factor fundamental de la alianza que sostiene a Guzmán Blanco en la primera
magistratura, y luego, comienzan a formalizarse una serie de transformaciones que tienden
a consolidar la estructuración de un Estado Nacional lo cual, progresivamente, afectará la
beligerancia caudillista como factor de poder. Cuando Guzmán Blanco triunfa sobre los
hombres de la Revolución Azul su victoria es posible gracias al apoyo que le prestan
diversos caudillos de distintas regiones del país, quienes se constituyen en factor clave de la
toma del poder y en elemento fundamental de su permanencia a la cabeza del Estado. Se
establece una fórmula de reparto del poder mediante la cual los caudillos conservan un
importante margen de acción local al mantener sus esferas de influencia mientras que
Guzmán Blanco es reconocido como jefe del poder central. Al obtener del poder central el
reconocimiento de su autoridad en los diferentes estados son ellos los responsables del
control político de cada localidad, lo cual permite que, en general, las elecciones para
presidentes de los estados favorezcan a los mismos caudillos o a sus seguidores y que los
cargos públicos de carácter local formen parte de la red de alianzas y lealtades de cada
caudillo. Pero además, producto de este acuerdo, muchos de ellos ascienden a posiciones de
carácter nacional, son ministros de Guerra y Marina, son nombrados primer o segundo
designado, lo cual les permite acceder a la primera magistratura por ausencia de Guzmán
Blanco o se convierten en sucesores del mismo en la Presidencia de la República, como
ocurre con Francisco Linares Alcántara primero y con Joaquín Crespo después. A esta
particular cuota de poder político se une la figuración de los caudillos en el control militar
del territorio. Se reduce el pie de tropa dependiente del poder central y se disminuye
considerablemente el monto destinado al presupuesto de Guerra y Marina. Ahora son los
caudillos los encargados de mantener el orden, la seguridad y el control de las milicias en
las distintas localidades y las erogaciones presupuestarias que exige esto no depende del
presupuesto nacional. Además, luego de la reacción de Linares Alcántara, se divide al país
en 5 delegaciones militares cada una de las cuales es entregada a algunos de los más
representativos caudillos que participan del acuerdo con Guzmán Blanco: Joaquín Crespo,
Juan Bautista Araujo, José Eusebio Acosta, Gregorio Cedeño y Jacinto Lara. Aun cuando el
esquema de poder antes descrito funciona sin mayores sobresaltos durante toda la
hegemonía guzmancista, hay también una serie de iniciativas tendientes a fortalecer el
poder central y a debilitar al caudillismo. Una de las premisas básicas del régimen
guzmancista es adelantar la edificación de un Estado Nacional, para lo cual el control de los
recursos fiscales se convierte en un aspecto central de su gestión administrativa. De forma
que, durante el gobierno de Guzmán Blanco se sancionan una serie de disposiciones que
despojan a las regiones de una parte importante de sus recursos, los cuales pasan a ser
recaudados y administrados directamente por el poder central. Se lleva a cabo un proceso
de institucionalización y organización de la Hacienda Pública que persigue la
regularización del situado constitucional, el control de las aduanas, la abolición de
impuestos locales como el peaje y la administración a nivel central de los recursos mineros,
así como un conjunto de medidas administrativas que permiten el reordenamiento y una
mayor eficacia en la administración de los recursos del Estado. Con este conjunto de
disposiciones se fortalece la administración central, se regulariza el control de las fuentes
de ingreso del Estado y se formalizan e institucionalizan los mecanismos de distribución y
uso de los fondos de la tesorería nacional de acuerdo a criterios emanados del poder central.
Este esfuerzo institucionalizador, si bien no desmantela el sistema caudillista, sí lo debilita
al determinar una vía de acceso a los beneficios económicos del poder que no depende de
los caudillos ni de su capacidad de gestión local, sino de los requerimientos de un Estado
cuyos objetivos y prerrogativas escapan a los designios personalistas y locales de los
caudillos. Al desaparecer de la escena política Guzmán Blanco, luego de la reacción que
tiene lugar durante el gobierno de Juan Pablo Rojas Paúl, comienza un proceso de crisis que
determina la declinación y decadencia del sistema caudillista como consecuencia de las
pugnas que se producen entre las distintas facciones por acceder al poder. Si bien Joaquín
Crespo logra imponerse a partir de 1892 con el triunfo de la Revolución Legalista, no logra
erigir un sistema de alianzas que permita la supervivencia del modelo adelantado de manera
exitosa por Guzmán Blanco; la imposición de su sucesor, el general Ignacio Andrade,
mediante una fraudulento proceso electoral, desata el descontento de los liberales
nacionalistas, quienes recurren a las armas para manifestar su rechazo a la maniobra
electoral. Joaquín Crespo muere procurando someter la reacción contra Andrade. Muerto
Crespo, el presidente Andrade no tiene mayores posibilidades de sostenerse en el poder en
virtud de las discordias que agitan internamente a los caudillos y facciones que dividen al
Partido Liberal. En 1899, ante la debilidad manifiesta del gobierno de Andrade, el general
Cipriano Castro, a la cabeza de una pequeña hueste andina, invade el país y en una rápida y
exitosa marcha hacia el centro asume la primera magistratura. Con el triunfo de la
Revolución Liberal Restauradora comienza el fin del sistema caudillista en Venezuela.

Extinción (1899-1903):

Las medidas de centralización política y militar que adelanta el nuevo mandatario y


que logra ejecutar de manera exitosa, dislocan de manera irreversible los fundamentos de
poder de los caudillos, determinando su extinción como factor predominante del sistema
político y dando lugar al surgimiento de un nuevo sistema político erigido sobre la
estructuración de una autoridad central y la formación de una fuerza militar permanente que
obedece a los designios de un solo jefe. Esta modificación de la estructura de poder es
posible, en parte, como resultado del descalabro del sistema de alianzas del liberalismo
amarillo, en franca decadencia desde la salida del poder de Guzmán Blanco. Pero, por otra
parte, se sustenta en las acciones que adelanta Castro para estabilizarse en el poder. Su
presencia en la primera magistratura, a diferencia de Guzmán Blanco, no va a estar
determinada por una alianza de caudillos cuyo fundamento sea el respeto a sus cuotas de
poder local, sino que, por el contrario, Castro erige una nueva red de poder donde la
designación de cada uno de los colaboradores del régimen va a estar motivada por el
vínculo que los une con el jefe del poder central y no como consecuencia de la ascendencia
política que ellos posean local o regionalmente. Para alcanzar esta nueva modalidad de
poder Castro impone a los andinos en distintas partes del territorio, muda liberales de un
sitio a otro o neutraliza caudillos mediante la designación de un emisario leal a su
autoridad. Este cambio político para poder sostenerse se apoya en una mudanza de carácter
militar cuyas bases son la modernización y ampliación de la fuerza regular dependiente del
poder central; una intensa campaña de recolección de armas cuyo objetivo es debilitar el
poder armado de los caudillos; con la adquisición de un moderno armamento y finalmente
con la recuperación y modernización del ejército como factor clave para el control del
territorio. La conjunción de las acciones políticas y militares adelantadas por el régimen
restaurador se ven sustentadas, además, por una reforma constitucional cuya objetivo es
consagrar la legalización de las medidas centralizadoras a fin de consolidar la autoridad de
poder central. El resultado es la estructuración de una nueva fórmula del poder que
desplaza a los caudillos de su condición protagónica. Esto, por supuesto, trae como
consecuencia la reacción de los caudillos a fin de evitar la mudanza que se procura
instaurar. El resultado de esta acción conjunta de los caudillos es la Revolución
Libertadora, bajo la jefatura del banquero Manuel Antonio Matos. Este último acto de
armas del caudillismo no logra desalojar del poder a Cipriano Castro. Su estruendoso
fracaso determina la derrota militar de los caudillos. A partir de allí y después del régimen
de Castro se consolidan las tendencias centralizadoras. La edificación de una institución
armada de carácter nacional, la estructuración de un Estado Nacional y la pacificación del
país favorecen entonces la desaparición, de manera irrevocable, de las tendencias
disgregadoras como factor propiciador de la beligerancia caudillista. Los caudillos que
sobreviven a la derrota ven extinguirse sus días de protagonistas estelares. Unos se pliegan
al poder central y desaparecen de la escena política; otros fallecen inevitablemente y otros,
los menos, se niegan a aceptar el nuevo tiempo que comienza, promoviendo los numerosos
e infructuosos movimientos armados contra Juan Vicente Gómez. Tercamente se enfrentan
con los recursos del pasado a una nueva realidad en la cual dejaron de ser el factor
determinante del sistema político, el cual, a partir de ese momento, se constituye sobre otras
bases y modalidades del poder propio del siglo XX.
Caudillos y conspiradores

Cuando ocurren los sucesos que conducen a la independencia (...) se generan pugnas
interiores cuyo objeto es la toma del poder (...) La clase social más empinada y los soldados
cuya estrella comienza a brillar en las guerras contra el imperio, pretenden ocupar el vacío
dejado por los conquistadores. Pero para la consecución de la meta son buenos todos los
derroteros y pueden utilizarse todas las doctrinas. Por lo menos así se colige de la
manipulación del federalismo en el siglo XIX, durante la propia lucha de emancipación y
en el período de la organización nacional (1983: 83).

Una vez lograda la independencia del yugo español, surgían caudillos regionales que
aupados por la población regional circundante, pensaban que era posible conducir o
manejar el país, en la misma forma que manejaban sus haciendas particulares o manejaban
a la peonada, y es así que cada uno a su manera trata de presidir el País, con el mismo látigo
con que manejaba a sus peones en la hacienda o en el Fundo. Es por ello que se origina el
caudillismo, y desde luego es con el paso del tiempo y la madurez de la población que se
van logrando avances y en el Siglo XX, con la muerte de Juan Vicente Gómez, surge la
Democracia, con presidentes que buscaban la participación de la mayoría, sin embargo, la
verdadera participación todavía no se ha alcanzado en Venezuela, que resulta lo que logran
los líderes que son la contraposición de los caudillos, por cuanto los líderes, tienen poder de
convocatoria, pero buscan la participación de las minorías.

Una vez separada Venezuela de la Gran Colombia, la vida política del país siguió bajo
la jefatura del General José Antonio Páez, nombrado Presidente Provisional en 1830 y
Presidente Constitucional para el período 1831-183. Durante este gobierno se organizó la
administración de la República de acuerdo con la Constitución sancionada por el Congreso
de Valencia. El proceso político iniciado en 1830 se caracterizó por la pugna entre los
caudillos salidos de la guerra de la independencia, los cuales van a representar a menudo, a
los grupos políticos antagónicos que empezaron a definirse después de 1830. Estas pugnas
entre los caudillos se resolvieron en última instancia por medio de las armas. Por eso
podemos decir que las guerras civiles fueron la expresión política de nuestro desarrollo
durante este periodo.
El gobierno encabezado por Páez después del pronunciamiento separatista, no ejercía
autoridad real en todo el país. En provincias y regiones aisladas, imperaba el poder de los
caudillos locales. El movimiento separatista había sido promovido y realizado por la
oligarquía caraqueña y los caudillos militares del centro, encabezados por el General Páez.
Fueron ellos los que convocaron el Congreso de 1830, desconocieron a Bolívar y pusieron
a Páez al frente del gobierno. Estos hechos hicieron aflorar las viejas rivalidades de las
provincias y en especial entre Caracas y las provincias orientales, que por razones históricas
y dada la importancia que tenían en aquellos momentos, aspiraban una vez más a encabezar
la República.

En los primeros treinta años de la República, la escena estuvo dominada por los dos
caudillos más importantes de esa etapa: José Antonio Páez y José Tadeo Monagas. Después
de 1863, año en que terminó la Guerra Federal , surgieron y se sucedieron en el poder
nuevos caudillos rurales hasta 1935 en que murió el último de ellos y el de más larga
hegemonía en nuestra historia: Juan Vicente Gómez

Durante este período, la alternabilidad a que se refieren las constituciones, no fue otra
cosa que la alternabilidad entre los caudillos. Algunos de ellos se mantuvieron, directa o
indirectamente, muchos años en el poder; otros pasaron por períodos breves.

Cuando se estudian los nombres de quienes ejercieron el poder durante el siglo pasado
y las primeras décadas del presente, observamos como cinco de estos caudillos: Páez ,
Monagas , Guzmán Blanco , Castro y Gómez gobernaron más de ochenta años de los
primeros cien de nuestra historia republicana

En los primeros treinta años de la República, la escena estuvo dominada por los dos
caudillos más importantes de esa etapa: José Antonio Páez y José Tadeo Monagas. Después
de 1863, año en que terminó la Guerra Federal , surgieron y se sucedieron en el poder
nuevos caudillos rurales hasta 1935 en que murió el último de ellos y el de más larga
hegemonía en nuestra historia: Juan Vicente Gómez .

Durante este período, la alternabilidad a que se refieren las constituciones, no fue otra
cosa que la alternabilidad entre los caudillos. Algunos de ellos se mantuvieron, directa o
indirectamente, muchos años en el poder; otros pasaron por períodos breves.
Cuando se estudian los nombres de quienes ejercieron el poder durante el siglo pasado
y las primeras décadas del presente, observamos como cinco de estos caudillos: Páez ,
Monagas , Guzmán Blanco , Castro y Gómez gobernaron más de ochenta años de los
primeros cien de nuestra historia republicana

Los comienzos de la República de 1830

La República de 1830 inició su vida independiente en medio de una situación


económica, social y política muy precaria debido a las difíciles condiciones en que había
quedado el país después de la guerra de independencia y del proceso de disolución de la
Gran Colombia. Esta situación estaba enmarcada dentro de los siguientes aspectos:

Población a partir de 1830 “Composición Urbana - Rural"

Venezuela, con un millón de kilómetros cuadrados, contaba con una población que
escasamente llegaba a 800 000 habitantes en 1830 y a un 1000000 en 1840. Era una
población rural, dispersa en pequeños pueblos, haciendas y hatos. Caracas, el centro urbano
más importante, apenas contaba con 50 000 habitantes; y mucho menos las otras ciudades.
La escasa población reflejaba la magnitud del precio que tuvo que pagar el país por su
independencia. De 900 000 habitantes que tenía en 1810, antes de la guerra, había
descendido a menos de 800 000 en 1830 sin tomar en cuenta el crecimiento que debió
ocurrir en esos 20 años. La despoblación aparecía, pues, como el primer problema que
debía resolver la República. En 1831 el Ministro del Interior, Antonio Leocadio Guzmán, lo
planteaba en los siguientes términos:

"No tenemos caminos por falta de hombres; no tenemos navegación interior por esta
misma falta; y por ella es pobre nuestra agricultura, corto el comercio, poca la industria,
escasa la ilustración, débil la moral y pequeña Venezuela. Todo debemos esperarlo de la
población; y hablaré de ella cuanto me sea dable, porque bajo la zona tórrida, al ver la
fecundidad prodigiosa de nuestra tierra, los muchos y poderosos elementos de prosperidad
que encierra, y al compararlos con su estado de infancia y debilidad, nada creo más
necesario ni más digno de la atención del soberano que poblarla".
Para poblar era preciso promover y favorecer la inmigración de extranjeros y su
asentamiento en el país, con lo cual se esperaba también ayudar al progreso general,
mediante el incremento de la producción. En este sentido las recomendaciones del Ministro
al Congreso de 1831, fueron acogidas y se dictaron

Las medidas a favor de los extranjeros que vinieran a radicarse en Venezuela. Además,
hubo también propietarios particulares que promovieron la inmigración interesados en
obtener mano de obra extranjera para sus haciendas y contribuyeron a establecer familias
inmigrantes en plan de colonización agrícola, como fue el caso de la "Colonia Tovar"
fundada por iniciativa de uno de estos propietarios, Martín Tovar , en tierras de su
propiedad, al Oeste de Caracas.

Sin embargo, los gobiernos fueron tímidos en la adopción de medidas eficaces para
favorecer estos propósitos; y, además, las condiciones sociales, económicas y políticas
imperantes en el país durante esa época, constituyeron un serio obstáculo para el desarrollo
de una política de inmigración y colonización agrícola acorde con esta necesidad. Durante
el período de 1830 a 1936, el número de inmigrantes por año no llegó a 1000, es decir, el
aporte de la inmigración fue muy pequeño para que pudiera tener efectos significativos en
el Crecimiento de la población ni en las condiciones económicas y sociales del país.

El crecimiento de la población de Venezuela siguió siendo muy lento. Cien años


después, en 1936 era todavía de tres millones y medio de habitantes. Se habían necesitado
100 años para que se cuadruplicara. En cambio, a partir de 1936 la población de Venezuela
se ha cuadruplicado en sólo 40 años. La explicación está en el cambio de las condiciones
económicas, sociales y políticas ocurridas en estos años de la Venezuela contemporánea.

Aspecto Económico

La agricultura y la ganadería, cuyos productos eran la fuente principal del comercio


exterior, se hallaban en completa ruina; y los ingresos fiscales, provenientes en su mayoría
de las exportaciones de café, cacao, eran muy escasos para atender a los gastos de
organización y administración de la República. Al igual que la agricultura, la ganadería
presentaba también serios problemas y se encontraba en franca decadencia. De un rebaño
de 5 000000 de cabezas en 1812, no quedaban más de 2 500 000 reses en 1831. Además el
gobierno debía responder por las obligaciones que había Venezuela en el reparto de la
deuda exterior de la Gran Colombia y por los préstamos exigidos a los particulares, todo lo
cual montaba, en 1831, a más de 34 millones de pesos.

Consecuencias económicas político sociales del caudillismo en venezuela

Como consecuencia de estos problemas económicos, la situación fiscal era igualmente


difícil y la República, para organizar debidamente su aparato administrativo, debía reducir
los gastos burocráticos; proteger la producción agropecuaria; establecer un sistema fiscal
equilibrado; regular el comercio exterior e interior.

El Ministro de Hacienda, Santos Michelena, en su Memoria al Congreso de 1831,


inicio del primer periodo constitucional: "Al cabo de veinte años de sacrificios y de males,
consecuencias de las guerras y de las revoluciones que han agitado a Colombia, no debe
esperarse que sea próspera la situación fiscal de Venezuela. Durante ese largo período las
Rentas Públicas, no obstante el establecimiento de multitud de impuestos, han sido
insuficiente para cubrir la demanda contra el Tesoro; y como aquellas decrecían al paso que
éstas aumentaban, el déficit que se ha ido acumulando de año en año, ha sido también
creciente".

Desde 1830 a 1935, la economía de Venezuela descansaba su sobre la producción y


exportación de los productos agrícolas especialmente en el café y cacao, tuvo una sociedad
fundamentalmente rural, con una población escasa y de muy lento crecimiento como
consecuencia de las guerras y de un elevado porcentaje de mortalidad, con determinadas
clases sociales. Dentro de este período de la Venezuela agropecuaria ocurrió un
acontecimiento que vino a cambiar la historia del país, para dar paso a otra nación, como lo
fue la aparición del petróleo.

La República de 1830, en lo que respecta a estructura social, no difería mayormente de


la sociedad colonial. En este sentido puede considerársela como continuación estructural
del periodo de la colonia, cuyo sistema económico no sufrió modificaciones fundamentales
con la guerra de independencia. Continuó, pues, en la República el predominio de los
terratenientes. La propiedad territorial siguió en manos de los antiguos propietarios blancos
y sus descendientes, a los cuales se agregó, a partir de la guerra de independencia, un sector
de caudillos militares que pasaron a ser también grandes propietarios. Después de 1830
siguió subsistiendo una sociedad heterogénea, en la cual se mezclaban relaciones feudales
de producción con relaciones esclavistas y formas incipientes de capitalismo. La oligarquía
terrateniente monopolizaba la tierra y en algunos casos, era, además dueña de la mano de
obra esclava. Los terratenientes en las haciendas esclavistas, concentraban la propiedad de
todos los factores productivos. Fuera de las haciendas esclavistas, en los latifundios, los
campesinos no poseían más que sus propios aperos y útiles de trabajo, pero estaban
sometidos por los latifundistas, a quienes debían pagar rentas, en dinero o en especie, por
trabajar la parcela que se les cedía dentro de la propiedad.

Los peones devengaban salarios miserables que les eran pagados en fichas con las
cuales de los artículos de primera necesidad a los peones sobrepasaban en 200% los precios
usuales en las poblaciones. Hasta 1913. Los salarios de los peones en las haciendas
oscilaban entre 2 y 3 bolívares diarios para los hombres y 1 y 1,50 para las mujeres.

Con tan bajos salarios los trabajadores se vean forzados a contraer deudas con los
terratenientes a los cuales pedían créditos en dinero o en artículos de la bodega. Estas
deudas tuvieron carácter hereditario. "Si el peón fallecía, su mujer y sus hijos y los pocos
bienes familiares responden ante el amo del pasivo del jefe de familia". Al terminar la
guerra, la masa de soldados, en su totalidad de origen campesino, volvieron a sus lugares de
origen; pero allí se encontraron sin hogar ni trabajo, frente a los antiguos propietarios que
mantenían el mismo sistema de explotación a la población rural. Muchos de estos ex-
soldados, impelidos por el malestar económico, constituían bandas armadas que "mataban
las reses esparcidas en las sabanas, sin más objeto que apoderarse de los cueros y el sebo,
para venderlos".

Esta situación predominante en los llanos, era consecuencia directa del malestar
económico que agitaba a las masas rurales después de la guerra; y continuó siendo un
elemento explosivo que con frecuencia dio origen a sublevaciones, levantamientos y
guerras civiles durante todo el período de la Venezuela agropecuaria. "No pocas veces los
militares descontentos incorporaron bajo sus banderas a la famélica masa humana que
vegeta en los latifundios o deambula enguerrillada por los llanos y serranías" (Federico
Brito Figueroa. Ensayos de Historia Social de Venezuela). “Diversas regiones del país se
hallaban constantemente asoladas por bandoleros, algunos con la connivencia de las
autoridades. Nadie se aventuraba por los caminos sin una buena escolta. Prácticamente no
pasaba día sin que alguien fuese perseguido por revolucionario o conspirador”. (Antonio
Arraiz. "El Nacional").

Desde 1830 los gobiernos dictaron severas medidas para castigar a los culpables de
estos hechos. La "Ley sobre Conspiradores" de 1831 y la "Ley de Hurtos" de 1836,
constituyeron los instrumentos de represión que aplicó el gobierno contra los jefes y
participantes de estas bandas armadas. La mencionada Ley de Hurtos traía la siguiente
disposición:

"Los capitanes o cabezas de gavillas que infesten ciudades o caminos sufrirán la pena
del último suplicio, y los demás cómplices la de ciento cincuenta azotes distribuidos en tres
porciones de quince en quince días y diez años de presidio. Para los hurtos de cien a
quinientos pesos se impondrán al reo cincuenta azotes de dolor y dos años de trabajo en las
obras públicas. De quinientos a mil pesos, el mismo número de azotes y cuatro años de
trabajos forzados; y de mil pesos en adelante setenta y cinco azotes, con seis años de
presidio".

Estos severos castigos, inspirados por los latifundistas, no alcanzaron nunca a los
caudillos principales que conspiraron y se alzaron contra el gobierno, a los cuales, con harta
frecuencia se les perdonaron sus intentonas y se les ofrecieron indultos y garantías. Pero sí
se aplicaron a quienes promovieron la lucha contra el poder local y las propiedades de los
latifundistas. Sin embargo, a pesar del rigor de estas leyes, continuó el malestar social y los
alzamientos de las masas rurales como expresión de la lucha contra la oligarquía
terrateniente.

Con la sucesión de dictaduras militares, desde la independencia en 1821 hasta el golpe


de estado contra la dictadura del presidente Marcos Pérez Jiménez y la subsiguiente junta
militar en 1958 período de 137 años, se redactaron, promulgaron e ignoraron más de 20
constituciones. Más de 50 revueltas armadas cobraron víctimas en vidas y propiedades. Los
partidos políticos significaban muy poco y los principios políticos incluso menos. En
resumidas cuentas, Venezuela exhibió las características de una sociedad autoritaria
tradicional hasta que comenzó el auge de la industria petrolera después de la Segunda
Guerra Mundial.

Teniendo esto en cuenta se puede concluir, que el sistema político venezolano ha sido
construido en base a un pacto entre miembros de las élites, en el cual los partidos políticos
dominantes y sus líderes "caudillescos" eran los actores principales.

Caudillismo hoy

El desorden político que se ha generado en Venezuela y otras partes de América Latina


por la reciente transición política y económica que desafía el statu quo de comodidad, o que
no satisface las expectativas de la gente, abre el camino a serios problemas de estabilidad.
En estas condiciones y dada la tradición política autoritaria en América Latina, los líderes
ambiciosos se dan cuenta que es fácil explotar las quejas populares para impulsarse al poder
y enquistarse en él. El éxito de estos líderes es el resultado de promesas solemnes hechas
directamente a las masas de resolver los problemas nacionales e individuales sin considerar
los procesos democráticos lentos, obstruccionistas y corruptos. Por lo tanto, mediante
movilizaciones masivas, demostraciones de apoyo y coacción sutil o no sutil, los líderes
populistas demagógicos están en posición de reclamar un mandato para ponerse encima de
las elecciones, los partidos políticos, las legislaturas y las cortes y gobernar como crean
conveniente.

La "crisis de formas gobierno" después de 1992, durante la cual el estado no pudo o no


tuvo la voluntad de proveer las necesidades y deseos legítimos del pueblo venezolano,
"abrió las puertas del poder a la izquierda", y a los populistas caudillistas, tales como Hugo
Chávez, quienes "reforzaron sus posiciones radicales inflamando el sentimiento anti
estadounidense". A su vez, se han revelado otros temas vinculados estrechamente con las
relaciones civiles-militares del hemisferio y la estabilidad regional.

En Venezuela, aparte de nuestra tradicional tensión esencial entre personalismo y


desarrollo institucional que plantea la pertinencia social y cultural del caudillismo
mesiánico-redentorista y frente a la necesidad de generar vías auténticamente democráticas
para salir de nuestra crisis crónico-estructural, pienso que lo que está en juego es la
construcción de una cultura política que nos permita acceder a una sociedad modernamente
civilizada.

Ha pasado mucho tiempo desde que Venezuela rompió con el modelo de dominación
colonial y se instauró la república y sin embargo parece que aún no encontramos el camino
que nos conduzca a la construcción de un ser cultural y político realmente estable y
autónomo. Este devenir entre una manera de ser y hacer, entre ser una cosa y dejar de serlo
para comenzar a ser otra cosa sin que podamos consolidar algo relativamente permanente,
impregna y marca el camino recorrido y la memoria codificada de lo que nos constituye
como pueblo. El escrutinio de la actualidad sociopolítica venezolana plantea el reto de
seguirle la huella al modo como en un segmento determinado del recorrido, adquieren
cuerpo una multiplicidad de tendencias que se condensan en un punto de inflexión (un
momento histórico, una coyuntura política) con los procesos reales.

Podemos intentar dibujar un mapa con las coordenadas fundamentales que a nuestro
modo de ver las cosas, podrían estar configurando la fenomenología de los procesos
sociopolíticos hoy. Este mapa por más exhaustivo que sea nunca será completo pues los
procesos son más ricos que el discurso que intenta dar cuenta de ellos y el ser humano en su
pensamiento, discurso y acción como respuesta al particular momento histórico que le ha
tocado vivir, siempre será más complejo que el más sofisticado y profundo de los
conocimientos.

Pudiéramos decir que en Venezuela y América Latina, los cambios sociopolíticos


tienen que ver más con el carácter de estructuras de emergencia que asumen estos
fenómenos que con el surgimiento en forma sistemática y relativamente transaccional,
como quizás sería más conveniente, de las respuestas a la crisis. En este sentido los
cambios son abruptos, provisorios y producto de situaciones de urgencia socio histórica,
que terminan siendo permanentes.

La intervención de relatos y representaciones de tipo redentoristas y mesiánicos-


salvacionistas como condiciones de producción del discurso y la fenomenología
sociopolítica, coloca a los imaginarios mágico-religiosos en un plano de interacción
dinámica con estos procesos. La subjetividad, como núcleo de verdad histórica, es un
correlato fundamental de los procesos sociopolíticos en Venezuela y quizás en cualquier
contexto socio histórico.

El caudillismo es un fenómeno inherente a sociedades político- culturalmente


atrasadas. La Venezuela post-independencia es un claro caso de este fenómeno. El
caudillismo es efecto y causa a la vez de incultura política. Sus efectos son nefastos para los
pueblos.

La “Loca Luz Caraballo”, del poeta Andrés Eloy Blanco, nos muestra las desastrosas
consecuencias humanas de un caudillismo que deja a los pueblos “como capilla sin santo”.
Y es que el caudillismo en la práctica mantenía desintegrado, desgarrado y sangrando al
país.

Domingo Alberto Rangel considera que si Gómez no hubiese derrotado al caudillismo,


los Estados Unidos de Norteamérica, ‘por el petróleo’ hubiesen convertido al Zulia en
‘República independiente’.

Pensamos que como se vio en 1902, las potencias mundiales hubiesen hecho toletes al
país y se lo hubiesen anexado.

En las sociedades que han alcanzado un alto desarrollo científico-tecnológico, con


adelanto de las bellas artes, la literatura, la industria, las academias, las universidades e
instituciones en general; y han logrado un importante nivel educativo, con arraigo de sus
instituciones y un auténtico Estado de Derecho, es muy difícil que se produzca el fenómeno
político del caudillismo.

Ciertamente, cuando el ciudadano racionaliza y participa de modo directo y exigente


en el quehacer político; cuando entiende ‘la política’ como un proceso sometido a causas y
factores que trascienden lo individual y no como ‘un acto voluntarista’ que determina el
devenir político de un Estado, sino que son situaciones concretas que inciden en dicho
acontecer; cuando comprende que a “la Política” en su máximo nivel es inherente la
participación ciudadana y que podemos, mediante la ciencia, la filosofía, la tecnología, la
educación, el arte y la literatura, forjar o incidir en el hacer político; podrá comprender
entonces que no es posible que “la política” se decrete o que un ‘Ungido’ o Mesías, dotado
de poderes mágicos, pueda determinar el curso de los acontecimientos del Estado.

El caudillismo supone una visión corta, miope, elemental, rudimentaria e inculta del
‘ser’ y ‘hacer’ político.

Es muy difícil que en una sociedad altamente desarrollada surjan estos ‘seres
providenciales’. Pueden, en cambio, surgir líderes.

El líder es un ser con autoridad moral e idoneidad demostrada. Sobresale y se legitima


día a día por sus dotes comprobadas y su entrega desinteresada y altruista hacia la sociedad.

El nepotismo es igualmente, como el caudillismo, un fenómeno político propio de


sociedades con escaso alcance cultural-científico-político, en las cuales pueden y suelen
convivir.

El caudillo impone su voluntad, sus amigos, relacionados y familiares.

En la Venezuela del siglo XXI, con numerosas e importantes instituciones científicas y


académicas que han logrado un cierto grado de desarrollo, acusamos –lamentablemente-
una y otra vez, la presencia de esta manifestación perversa e irracional de la política.

Esto nos demuestra, sin duda alguna, que no hemos alcanzado una profunda y plena
madurez político-cultural.

Los venezolanos que hemos alcanzado un nivel científico-cultural universitario,


debemos advertir sobre esta envilecida manifestación contraria a una auténtica Política
Republicana.

Consideramos que el caudillo-nepotismo, en cualquiera de sus manifestaciones, es un


vicio y una etapa política que Venezuela debe dejar atrás por degradante, desde un punto de
vista ético-político; e irracional, desde una perspectiva científico-administrativa.

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