Está en la página 1de 2

1.

En un pueblo de _________ venden libros con una página en blanco


perdida en algún lugar del volumen. Si un lector desemboca en esa
página al dar las tres de la tarde, muere.
2. Imaginar que alguien explica mis actos cuando guardo silencio. Me gusta
ponerme audífonos, cerrar los ojos, sentir que tengo mi propia banda
sonora, y que el que está a mi lado es sólo un personaje de ésos sin
nombre.
3. Vamos en un _______. Meléndez maneja y yo voy atrás. Llevamos una
mochila llena de libros prestados y dos botellas de tequila sin marca. No
hemos comido en días.
4. El detective detalló con buena letra todos los antecedentes del caso. El
criminal del Parque Forestal estaba identificado con toda seguridad.
Pero en forma sorpresiva e inexplicable
5. En la primera habitación hay una mujer garabateando unos papeles
sobre la mesa. En la segunda habitación hay un hombre sentado,
hojeando una revista. Afuera, un perro se oye ladrar. De pronto, los dos
individuos son abrupta y precipitadamente extraídos de la primera y
segunda habitación,
6. Lo único que le encanta de su trabajo es que cada mañana siente que
mientras todos van, él viene de vuelta.
7. Habitación 12, al final del pasillo azul. Lámpara de lágrimas, cama
redonda y paredes atiborradas de espejos que multiplican a la
muchacha pálida de delantal gris que pregunta lo de siempre.
8. Cuando le avisaron del traslado indefinido, preparó su equipaje con lo
esencial para vivir. Todo lo demás lo adquiriría allá con el tiempo.
9. El hombre y la mujer se miraron sin saludarse cuando se encontraron
frente a un semáforo en rojo a las ocho de la mañana.
10. Estaba parada en medio de la gente, pero eso no la detuvo. Poco a poco
hurgó en su cartera y con una sola mano, sin mirar a nadie, comenzó.
11. El oscuro torrente del río había arramblado en su lecho todos los
edificios de la capital. Sobre sus barrosas crestas podían discernirse los
restos de alguna torre, la cúpula de la Catedral, los desvencijados
tejados de antiguas casas, el Palacio de Gobierno desmenuzado, trozos
de adobe e incontables cuerpos. Descabalados cuerpos. Cuerpos de
hombres, de mujeres, de niños. Aparecían a ratos
12. Aún era de día cuando desperté. El olor nauseabundo estaba en toda la
pieza. Abrí la ventana y la luz cegadora recordó mi dolor de cabeza. En
el cenicero había tres colillas. Una estaba con rouge. No recordaba nada
13. Se sentó junto a la muñeca. Examinó su cabello, sus ojos cerrados y,
sobre todo, su sonrisa. Ésa que falsamente se le extendía sobre el rostro,
como si en verdad no tuviera ganas de gritar, como si estuviese
satisfecha y confortable en su turbulento mundo interno.
14. Tu suerte está echada", dijo, al tiempo que rodaba mi cabeza. Y aquí,
mirando-arriba mientras se me escapan las fuerzas, quiero creer que
sueño. Pero el sueño comienza ahora;
15. El hombre se acuesta temprano. No puede conciliar el sueño. Da
vueltas, como es lógico, en la cama. Se enreda entre las sábanas.
Enciende un cigarro. Lee un poco. Vuelve a apagar la luz. Pero no puede
dormirse. A las tres de la madrugada se levanta.
16. Una mujer está sentada sola en una casa. Sabe que no hay nadie más en
el mundo: todos los otros seres han muerto. Golpean a la puerta.
17. Había una vez un hombre a quien amaban porque contaba historias.
Todas las mañanas salía de su aldea, y cuando volvía al atardecer, los
trabajadores, cansados de haber trajinado todo el día, se agrupaban
junto a él y le decían.
18. Tengo razones fundadas, doctor —dijo el hombre de impoluto traje
blanco, pacientemente recostado en el diván del psiquiatra—, para
suponer que padezco de una personalidad dividida. El psiquiatra anotó
en su libretita que, tentativamente, desechaba la presencia de una
esquizofrenia: en general, una persona afectada de tal dolencia evita la
consulta con el médico
19. Logré que uno de mis compañeros de hostería —un soldado más
valiente— me acompañara. Al primer canto del gallo emprendimos la
marcha; brillaba la luna como el sol a mediodía. Llegamos a unas
tumbas.
20. Érase una vez, en un café, dos amantes, que ya no tenían nada que
decirse. Su aspecto, de aflicción más que de otra cosa. Esta aflicción era
en el hombre enteramente externa; en la mujer enteramente interna.

También podría gustarte