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Año de la Diversificación Productiva y el Fortalecimiento de la Educación

UNIVERSIDAD JOSÉ CARLOS MARIATEGUI


FACULTAD DE DERECHO

DERRECHO PROCESAL CIVIL II

TRABAJO DE INVESTIGACION

“Diferencia entre Oscuridad y Ambigüedad”


“Efectos y Consecuencias de las Excepciones”

PROFESOR: HUGO CHAVEZ CUBA

ESTUDIANTE: ALVA CURO, LENIN

CICLO: VI

TURNO: MAÑANA

AÑO: 2015

Sábado 13 de Junio del 2015

Lima - Perú
La Prescripción.
En una noción genérica de la Prescripción se puede establecer que es un medio o
modo por el cual, el transcurso del tiempo modifica sustancialmente una relación
jurídica. Ennecerus] entiende por prescripción en general el nacimiento y la
terminación de derechos en virtud del ejercicio continuado o del no ejercicio
continuado y, en consecuencia, distingue la prescripción adquisitiva (usucapión) ya la
prescripción extintiva.

El transcurso del tiempo es, pues, el que produce los efectos jurídicos
necesarios para que opere tanto la prescripción adquisitiva como la extintiva. Por la
segunda el titular de un derecho no podrá ejercitar útilmente la acción que le es
correlativa.

1.1. Fundamento de la Prescripción:


El fundamento de la prescripción es de orden público, pues conviene al interés social
liquidar situaciones pendientes y favorecer su solución. La prescripción se sustenta,
por tanto, en la seguridad jurídica, y, por ello, ha devenido en una de las instituciones
jurídicas más necesarias para el orden social. Como señala el Dr. León Barandiarán, la
necesidad de la estabilidad en las relaciones sociales impone la conveniencia de la
prescripción.
Por el fundamento de la prescripción si el titular de un derecho, durante
considerable tiempo transcurrido no hace efectiva su pretensión, ni ejercita la acción
correspondiente, la ley no debe ya franquearle la posibilidad de su ejercicio. Y por el
mismo fundamento, se permite la oposición al ejercicio de una acción, alegándose la
prescripción, consolidándose, por este medio, situaciones que, de otro modo, estarían
indefinidamente expuestas.
Atendiendo, entonces, a la idea del orden público que fundamenta el tratamiento
legislativo de la Prescripción, el concepto contenido en el Art. 1989º se sustenta en la
misma consideración, así como, en general toda la normativa de la materia y ello
explica que el legislador se haya reservado la potestad de fijar los plazos prescriptorios
(Art. 2000º) y que haya dado el carácter de irrenunciable al derecho de prescribir (Art.
1990º), que declare nulo el pacto destinado a impedir los efectos de la prescripción
(Art. 1990º) y que sólo se permita la renuncia de la prescripción ya ganada (Art.
1991º).
1.2.- La renuncia de la Prescripción:
La codificación y la doctrina civilistas son unánimes en admitir la renuncia de la
prescripción, pero sólo cuando el plazo prescriptorio ya ha transcurrido y se puede
oponer con éxito la prescripción.
En esta situación, la doctrina es también unánime en considerar que transcurrido
el plazo prescriptorio queda cumplido el interés social y deviene sólo un interés
privado, desvaneciéndose la idea del orden público como fundamento de la
prescripción. Es dentro de este contexto que el Art. 1991º del Código Civil permite la
renuncia de la prescripción.

1.3.- Oponibilidad de la Prescripción:


Atendiendo a la naturaleza jurídica de la prescripción en el sentido de que es una
excepción o medio de defensa, que puede hacerse valer también como acción,
estudiaremos los aspectos atinentes a la oponibilidad de la prescripción, tales como la
legitimidad para oponerla y los fundamentos para su aplicabilidad.
El Código Civil resume la temática de la oponibilidad de la prescripción en el
artículo 1992º que establece que: “el Juez no puede fundar sus fallos en la
prescripción si no ha sido invocada”
El demandado puede oponer la prescripción por ser la persona a quien la ley
favorece con ella. El instituto jurídico de la prescripción se ha concedido,
precisamente, para liberar a la persona contra la cual no se ejerce la acción y que, por
ello, se extingue en perjuicio del titular del derecho al que es correlativa.
La doctrina es unánime en señalar que el derecho de oponer la prescripción no
es de carácter exclusivamente personal y, por ello, pueden también invocarla los
terceros que tengan un legítimo interés en que ella produzca sus efectos, cuando la
persona que se favorecía no la invoca.
Debe distinguirse entre los acreedores del demandado y las personas que tengan
interés en que la prescripción se efectúe, así como discriminarse entre el caso en que
el demandado no oponga la prescripción y el caso en que renuncie a ella, expresa o
tácitamente.
Las personas, que no siendo acreedoras, tienen legítimo interés en oponer la
prescripción, pueden oponerla, sea que quien se beneficiaba con ella no la hubiere
opuesto o la hubiere renunciado. Son personas que pueden tener interés en oponer la
prescripción, por ejemplo, quienes se hayan constituido en fiadores o que siendo
codeudores solidarios, se la opongan al codeudor que renunció a ella.
Los herederos, por ser la continuidad jurídica de su causante, podrán oponer la
prescripción pero si el de cujus la renunció, no podrán invocarla ni oponerla.
La prescripción por regla general, se hace valer en vía de excepción, sin que
nada obste para que pueda ser invocada en vía de acción. La prescripción no tiene
una función meramente defensiva y el legítimo interés que justifica su invocación
permite también que pueda ser accionada por el propio beneficiario en una acción
declarativa, o por los acreedores en una acción subrogatoria u oblicua, o si el
beneficiario la abdica, en una acción pauliana.
El maestro León Barandiarán escribió lo siguiente “nada impide que el obligado
pueda entablar acción para que se declare por sentencia que la obligación ha
prescrito” Por su parte, Jorge Eugenio Castañeda es del parecer “que no existe
prohibición de hacer valer la prescripción liberatoria como acción y que es lícito que
quien se ha liberado del cumplimiento de una obligación pueda pedir que en juicio se
haga la declaración correspondiente, aún cuando sus titular no le hubiese exigido el
cumplimiento”.
2.- LA CADUCIDAD.-
El origen de la caducidad como institución jurídica la remontan algunos autores a
las llamadas Leyes Caducarias, se les dio este nombre a dos leyes: La Ley Julia de
maritandis ordinibus y la Ley Papia Poppaea, complementaria de la anterior, que
alentaban al matrimonio y a la procreación de hijos legítimos, imponiendo a los célibes
y a los casados que no tuvieran familia, la privación de las liberalidades que les fueran
dejadas en un testamento a los primeros (desheredándolos), y una caducidad de la
mitad, a los segundos; y, si en los cien días siguientes al fallecimiento del testador, no
contraían matrimonio o procreaban, la herencia quedaba sin efecto, es
decir caducaba.

Como puede advertirse, el origen de la caducidad explica que se utilice la


expresión caducidad, como indicativa de la pérdida de un derecho y que con esta
acepción la recoja el Diccionario de la Lengua Española. El vocablo viene del verbo
latino cadere, que significa caer, y , en su significado jurídico, es una sanción que hace
perder o impide nacer un derecho, o la decadencia o pérdida de un derecho porque no
se ejercita, dentro del plazo establecido por la Ley, la acción necesaria para su
preservación.

En la doctrina alemana se le llama plazo de caducidad, que Ennecerus advierte


que no debe confundirse con el plazo de prescripción, pues transcurrido el derecho de
que se trata ha dejado de existir, mientras que al cumplirse la prescripción el derecho
sólo está paralizado mediante una excepción. Esta corriente doctrinal se resume en la
temporalidad de ciertos derechos que vienen a ser caducibles, precisamente porque
nacen con una vigencia limitada.
El Maestro León Barandiarán[11] señaló la inconfundibilidad de los plazos,
precisando que los de prescripción importan sólo una oposición a la pretensión del
actor, pero no un desconocimiento a su derecho mismo, mientras que, en cambio los
de caducidad importan que, el derecho no exista más. Como ejemplos de caducidad
tenemos la acción de anulabilidad del matrimonio (Art. 277º incs. 2,3,4,5,6 y 8), con la
contestatoria de la filiación (Art. 364º), la de retracto (Art. 1596), entre otras.
3.- Caducidad y Prescripción: diferencias.-

La caducidad y la prescripción son dos institutos jurídicos cuya afinidad se


sustenta en el transcurso del tiempo y, por eso, por largo tiempo, en la doctrina y en la
codificación se les confundía, entendiéndose a la primera como una forma de la
segunda.
Sin embargo, con la manera de considerar el decurso del tiempo se les distingue,
pues como señala el maestro León Barandiarán la caducidad implica un tiempo
continuo, en cuanto el tiempo no se detiene ante nada ya que el plazo de caducidad es
perentorio y su transcurso es fatal.
En la caducidad pues, el tiempo no admite causales de suspensión ni de
interrupción y sin tener, por tanto, las circunstancias subjetivas del titular del derecho,
lo que hace que los plazos sean preclusivos.
No obstante que la doctrina es unánime en la consideración anteriormente
anotad, el Art. 2005 admite la causal de suspensión prevista en el Art. 1994º, inc. 8vo.
La doctrina señala, además, que mientras que la prescripción tiene que ser
alegada (Art. 1992º), en la caducidad el Juez puede declararla de oficio (Art. 2006º).
La diferencia sustancial la determina el concepto de la caducidad incorporado al
Art. 2003º a saber: “La caducidad extingue el derecho y la acción
correspondiente” mientras que, conforme al Art. 1989º “la prescripción extingue la
acción pero no el derecho mismo”.
La extinción del derecho debe entenderse referido a aquellos derechos que nacen
con un plazo prefijado en relación a la vigencia de la acción que de ellos se deriva. Es,
pues, en última instancia el Derecho Objetivo el que permite diferenciar la caducidad
de la prescripción.
3.1.- Fundamento de la Caducidad.-
Al estudiar la prescripción señalamos que su fundamento es el orden público, pues
conviene al interés social liquidar situaciones pendientes y favorecer su solución,
sustentándose, por tanto, en la seguridad jurídica.
Tratándose de la caducidad el orden público está más acentuado que en la
prescripción, puesto que su elemento más importante es el plazo previsto en la ley.
Por ello, refiriéndose a los plazos de caducidad, Josserand dice que funcionan como
una guillotina, sin tener en cuenta ninguna consideración, son verdaderas medidas de
policía jurídica, libres de toda aleación.

3.2.- Los plazos de caducidad.-


Los plazos de caducidad, como los de prescripción, tienen un inicio y un
vencimiento; en cuanto a sus vicisitudes, la doctrina es dominante en señalar que su
decurso no es susceptible de suspensión ni de interrupción.
La perentoriedad y fatalidad les son características muy propias. Así los ha
legislado el Art. 2005º, con la salvedad de una causal de suspensión determinada por
la imposibilidad de reclamar el derecho ante un tribunal peruano.

3.3.- Inicio del decurso.-


Como vimos al estudiar la prescripción, ésta se inicia con el nacimiento de la
acción. Si bien tratándose de la caducidad, no existe norma al respecto, se considera
que el plazo de caducidad comienza a correr desde que existe el derecho, esto es,
desde que éste emerge en la relación jurídica.

3.4.- Cómputo
El cómputo de los plazos de caducidad supone considerar el decurso necesario
desde su inicio hasta su vencimiento. Según el Art. 2007º, “La caducidad se produce
transcurrido el último día de plazo, aunque éste sea inhábil”
De la norma del Art. 2007º se colige, entonces, que la caducidad se computa por
el sistema de la computatio civiles,esto es, por días enteros, y no por el de
la computatio naturales, de momento a momento. Le son aplicables, además las
reglas del Art. 183º establecidas par el cómputo del transcurso del tiempo.

3.5.-Fatalidad del plazo.-


Una de las características más relevantes de la caducidad es la fatalidad de su
plazo, característica que, además permite diferenciarla de la prescripción.
El Art. 2005º enuncia al respecto: “La caducidad no admite interrupción ni
suspensión, salvo el caso previsto en el Art. 1994º inciso 8vo.” De este modo, al
iniciarse el decurso del plazo de caducidad y hasta su vencimiento, sólo admite su
suspensión “mientras sea imposible reclamar el derecho ante un tribunal peruano”.
La caducidad opera al cumplirse el plazo establecido, cuyo término es perentorio
y su transcurso fatal. Se produce un hecho jurídico que produce la extinción de un
derecho, conforme al postulado del Art. 2003º: “La caducidad extingue el derecho y la
acción correspondiente”

3.6.- Naturaleza jurídica de la caducidad.-


Existiendo criterio uniforme en cuanto que la caducidad extingue el derecho y, por
ende, la acción, haciendo desaparecer la relación jurídica, la cuestión de su naturaleza
radica en sí constituye una excepción, y sí se puede también hacer valer en vía de
acción. Pensamos que la caducidad, al contrario que en la prescripción, es irrelevante
hacerla valer en vía de acción.
Como la caducidad extingue el derecho del pretensor en una relación jurídica,
éste no tiene posibilidad jurídica de accionar y, por tanto, el sujeto a quien
correspondía el deber jurídico no tiene ningún fundamento para que se declare la
extinción de un derecho cuya pretensión no puede hacerse ya valer contra él.
En resumen, la caducidad es un medio de extinción de derechos subjetivos
emergidos de una relación jurídica con el carácter de caducibles y que, por ello, si no
se ejercitan en el plazo previamente establecido, se extinguen.

3.7.- Oponibilidad de la Caducidad.-


La naturaleza jurídica de la caducidad explica la norma del Art. 2006º, según la
cual “puede ser declarada de oficio o a petición de parte”.
Al optar el Código por la declaración de oficio o a petición de parte, no sólo
formula un planteamiento que permite distinguir la caducidad de la prescripción (para
la cual el Juez no puede fundar sus fallos en ella, si no ha sido invocada.-Art.1992º),
sino que sienta doctrina que considera que por la naturaleza misma de la caducidad, el
Juez debe declararla de oficio.
Ennecerus, por ejemplo sostiene que transcurrido el plazo de caducidad, el
derecho de que se trata ha dejado de existir, mientras que al cumplirse la prescripción,
el derecho sólo está paralizado mediante una excepción, y, por tanto, el plazo de
caducidad ha de tomarse en cuenta por el Juez, aunque sólo se desprenda su
transcurso de la exposición del demandante. De ahí, pues, que por la naturaleza
misma de la caducidad, que permite concebirla como una excepción perentoria desde
que ataca el derecho mismo del accionante, el Art. 2006º franquea este medio de
defensa y que pueda ser invocada por quien ha sido demandado
Año de la Diversificación Productiva y el Fortalecimiento de la Educación

UNIVERSIDAD JOSÉ CARLOS MARIATEGUI


FACULTAD DE DERECHO

DERRECHO PROCESAL CIVIL II

TRABAJO DE INVESTIGACION

“Demanda de Desalojo”
“Contestación de Demanda”
“Recurso de Excepción “

PROFESOR: HUGO CHAVEZ CUBA

ESTUDIANTE: ALVA CURO, LENIN

CICLO: VI

TURNO: MAÑANA

AÑO: 2015

Sábado 30 de Mayo del 2015

Lima - Perú

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