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Una Introduccion Al Sistema de Salud de Los Estados Unidos
Una Introduccion Al Sistema de Salud de Los Estados Unidos
El sistema de salud estadounidense es uno de los más avanzados del mundo en lo que
respecta a dispersión, tecnología y formación profesional. Podemos encontrar clínicas
y hospitales en todas partes, incluso en las zonas rurales y áreas más remotas del país.
La mayoría de estos hospitales son privados, aunque cuenta con subsidios de los
gobiernos locales y estatales. En otros casos figuran como “asociaciones sin fines de
lucro”, a pesar de estar afiliadas a grandes corporaciones médicas. Los centros de salud
disponen de equipos de alta tecnología, medicamentos y personal profesional con altos
niveles de formación. En 2000 la Organización Mundial de la Salud (OMS) colocó al
sistema estadounidense como el 1º en capacidad de respuesta, pero 37º en respuesta
global. En 2004 se invirtió en investigación biomédica tres veces más dinero que
cualquier país de Europa[1]. El Instituto Nacional de Salud (National Health Institute,
NHI) también ofrece subsidios para la investigación en el área.
Pero al mismo tiempo es uno de los sistemas más caros del mundo. Se calcula que en
el 2013 se gastó un promedio de 8000 dólares anuales por habitante en atención de la
salud. Por entonces Luxemburgo gastaba 4000 dólares anuales por habitantes y Gran
Bretaña -que la OMS considera el mejor sistema del mundo- solo destinaba 3600 por
habitante[2]. Además es casi el doble de lo que se gastaba en 1998, que estaba
calculado en 4178 dólares por habitante, cuando el promedio de los países miembros
de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) era de 1783
dólares[3]. Es decir que los costos de la salud en los Estados Unidos no solo superan a
los de otros países, sino que se van incrementando.
Al igual que la mayoría de los países, el sistema de salud de los Estados Unidos es
mixto, existiendo seguros de salud públicos y privados. Lo que lo diferencia es el
predominio del sector privado sobre el público y la inexistencia de una cobertura
universal de salud. En 2011 el 49% de la población estadounidense recibía un seguro
médico privado por medio de su empleador, el 5% tenía un seguro médico contratado
de manera independiente, el 13% estaba cubierto bajo el programa Medicare, el 18%
bajo Medicaid, y 16% no gozaba de ningún seguro de salud, dejando a 50 millones de
personas sin cobertura. Dado los altos costos de la salud en Estados Unidos, la mayoría
de las personas sin cobertura no pueden pagar los tratamientos más costosos, por lo
que deben prescindir de ellos poniendo en riesgo su vida y su bienestar, o debiendo
acceder a otras formas de atención (automedicación, curanderismo, profesionales sin
licencia).
Existe también el programa S-CHIP que ofrece ayuda financiera para aquellas familias
que ganan más del límite para calificar a la ayuda de Medicaid pero no lo suficiente para
obtener un seguro médico privado. La Veteran´s Administration (VA) también cuenta
con un plan de salud para veteranos de guerra[7]
Sin embargo, estos programas no son suficientes para asegurar el acceso universal a
la salud y la cobertura de todos los servicios. Medicare no cubre medicina preventiva,
odontología y oftalmología. Medicaid y S-CHIP son constantemente rechazados por los
proveedores privados de salud porque su tasa de reembolso o recupero financiero es
muy baja.
El sector privado tampoco está exento de inconvenientes. Hay dos formas de obtener
un seguro médico privado: por medio del empleador o contratarlo de manera individual.
La primera es la más común. La segunda presenta grandes dificultades ya que las
empresas pueden negar la cobertura basándose en el estado de salud de la persona o
en condiciones preexistentes. En la película Sicko (2007) de Michael Moore, un ex
empleado de una empresa de seguro de salud le cuenta al director que podría
empapelar completamente una oficina con la cantidad de hojas necesarias para
enumerar el listado de enfermedades preexistentes que esa empresa no cubría. En esa
misma película se relata el caso de un joven padre que necesitaba una operación de
páncreas para salvar su vida y la aseguradora Humana se negaba a costearla por estar
en el listado de los servicios que no estaban incluidos. Solo tras una acción de protesta
televisada en la puerta de una de sus filiales lograron que pagara los costos de la
intervención y que se salvara la vida de este hombre. La reforma de Obama puso
algunos límites a esta situación, pero no ha desaparecido completamente.
Como podemos ver, tener un servicio de salud privado no te asegura el acceso total a
la salud, además de los peligros que supone dejar un derecho humano como es la salud
en manos de un sector que no busca el bienestar general sino la ganancia económica,
aun a costa de la vida y bienestar de sus afiliados. Si a esto sumamos los requisitos
impuestos para clasificar a un plan estatal, explica por qué existen millones de personas
sin cobertura de salud en la principal potencia mundial.
Además, es el único de los países desarrollados en los que el sector privado supera al
público en la atención de la salud, y que no cuenta con atención gratuita ni siquiera en
los hospitales públicos o de gestión gubernamental.
Estas situaciones que acabamos de describir parecen más propias de un país pobre o
en vías de desarrollo y no de una superpotencia que tiene uno de los mayores ingresos
por habitante del mundo. De los países de la OCDE, Estados Unidos es el mayor
porcentaje de su PBI destina a salud (16% en 2017), pero al mismo tiempo ocupa el
puesto número 30 en mortalidad materna, solo superado por México. Entre 1999 y 2015
se produjo un incremento de la tasa en un 56% pasando de 16,9 a 24,7 muertes cada
100 mil embarazadas [9]. También son preocupantes los aumentos en las altas tasas
de mortalidad y de mortalidad infantil en los últimos años.