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La sociedad se determina muy claramente en su comunicación, porque al querer tener un

centro de atención y de conocimiento sobre; algo que desconoces y/o buscas para informarse,
encontramos unas de las herramientas indispensables en Los códigos de trato social que
experimentan una clara devaluación. ¿A qué viene, entonces, retomar ahora estas cuestiones?
A que para la sociabilidad son indispensables unas ciertas reglas de juego; ninguna sociedad
puede impedir algo tan necesario en su evolución como seres razonables. En la teoría
educativa, muchos profesores son pobres en el interés de la culturalización del futuro de la
humanidad, esto es un gran problema en la civilización hoy en día. Quizá lo que estaba
faltando era disponer de un enfoque fiable desde el que plantear las relaciones entre cortesía
y convivencia.

La poca atención a la culturalización del género humano es escasamente vaga, en ámbito


formal. Saber cómo entienden las personas la relación entre formas de cortesía y sociabilidad
humana, cómo organizan su conocimiento acerca de las convenciones sociales. La cortesía
humana debe generarse en la convivencia entre personas, para así poder encontrar una tregua
de indecisión pensante. La cortesía llega a exigir una cierta difuminación de la personalidad.
Hablar de urbanidad, de buena educación, de saber comportarse... suena con frecuencia a
falsedad premeditada, a autocontrol interesado, a rigidez protocolaria, a asunto educativo
menor. La cortesía, en efecto, no es precisamente la dimensión más emblemática de la
educación socio personal ni la que más preocupe a la teoría e investigación educativa. Y, sin
embargo, se trata de algo tan cotidianamente omnipresente que al profesorado, y quizá más
aún a los padres, les plantea frecuentes quebraderos de cabeza. Tras un período histórico de
sistemático olvido, cuando no de denigración, vuelve a interesar la cortesía y quizá por algo
tan elemental como que, después de todo, es más agradable recibir excusas que insultos,
sonrisas antes que muecas, intenciones antes que indiferencia.

-El estudio está realizado desde una perspectiva culturalista, el conocimiento es algo
socialmente construido y compartido, de ahí que las ideas que las personas sostienen sobre las
relaciones sociales tiendan a ser similares en el seno de cada cultura pero suelen variar de un
contexto cultural a otro; y también desde una perspectiva teórica constructivista, destacan las
características más transculturales del razonamiento sobre convenciones.

-Aporta distintos conceptos de la civilidad:

1. La cortesía humanista

ERASMO publicó el año 1530 un libro, De civilitate morum puerilium libellus, dirigido a todos
los niños sin excepción, en el que presenta un código común de comportamientos en orden a
facilitar las interacciones sociales y a establecer un vínculo social.

2. La civilidad cristiana y escolarizada

Cuando el modelo de la civilidad se hace cristiana, experimenta profundas transformaciones:


(a) dada la tendencia pecaminosa del niño al mal, es preciso preservarle programando un
minucioso control, con asombroso detalle de reglas, de todos los comportamientos diarios;
además (b) las personas ya no podrán mostrarse como son: las exigencias del decoro,
indisolublemente cortés y cristiano, así lo exigen; pero (c) donde con más rigor actúan las
imposiciones de la civilidad es en el cuerpo al considerarlo a la vez soporte de las más
vergonzosas pasiones y templo del Espíritu Santo.
Por otro lado la civilidad se escolariza convirtiéndose en uno de los pilares más básicos e
indiscutidos de la enseñanza escolar hasta bien entrado el siglo XIX.

3. Moralidad y cortesía

Moralidad no es cortesía aunque sí pueden ir unidas, ya que una persona que ame al prójimo
no puede ser descortés; más bien, al contrario, donde alcanza su máxima y más rica expresión
el interés y aprecio por los demás será precisamente en el cuidado de los detalles.

Tener atenciones con los demás, cuidar las formas y detalles, limar todo lo que pueda herir...
eso sería la cortesía.

4. Civilidad cortesana

El Cortesano, de Baltasar Castiglione, ofrece una versión de la civilidad muy alejada de la


erasmiana; más que un código de buenas maneras es un directorio de cómo respetar las
diferentes condiciones sociales y las distancias. Los preceptos de civilidad se ponen al servicio
de las relaciones entre personas según su rango, prestigio y autoridad; las normas de
urbanidad resultan así una de las formas. Sociabilidad y buenos modales de expresión más
nítidas de cómo una sociedad refleja su sistema de jerarquías en el modo de actuar de sus
actores. De otro lado, los cortesanos son, por antonomasia, los profesionales del trato
mundano; la corrección la detenta únicamente un grupo cerrado que es el único dueño de los
criterios de perfección.

5. Convención y conveniencia

La sociedad sanciona fuertemente a quienes se desvían, o se muestran poco celosos, de las


convenciones. La reacción grupal es frecuentemente muy dura respecto a los anti
convencionales. Y la razón es precisamente que las convenciones surgen en el interior de un
grupo y representan a ese grupo. Lo que no se le perdona fácilmente a la anti
convencionalidad es el distanciamiento, el desapego, la falta de entusiasmo... por el grupo. De
ahí también que los buenos modales tienen que ver con las habilidades sociales que permiten
la fluidez en las interacciones sociales.

6. El individualismo anti convencional

Desde finales del siglo XIX y durante el siglo XX se generaliza un cierto relativismo respecto a
los códigos de civilidad. De un lado, se plantea la duda de si existe, y debe existir, un único
código universal o si más bien todo código no deja de ser sino uno entre otros posibles; de
otro, se reclama un cierto margen de discrecionalidad en su uso: seguir los códigos, decía
MONTAIGNE, pero no con tan gran servilismo que lleguen a constreñir la vida.

Más radical es aún la crítica que esgrime en su contra el carácter acartonado y forzado de las
normas de urbanidad y cortesía que terminan por asfixiar la espontaneidad y autenticidad de
las relaciones. La búsqueda de congruencia entre los sentimientos humanos más viscerales y
su reconocimiento consciente es una de las recomendaciones terapéuticas más en boga de la
psicología reciente frente a la cual la parafernalia de la cortesía parece introducir una inútil
complejidad.

De otro lado, la manera más eficaz de conseguir que decaigan prescripciones anticuadas y que
las relaciones entre personas se vuelvan menos tensas puede exigir la adopción de
determinados comportamientos por más que hieran a terceras personas y ser en realidad
auténticas descortesías.

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