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Gaia PDF
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1. OBERTURA MDXX
2. GAIA
3. LA CONQUISTA
4. ALMA
5. LA COSTA DEL SILENCIO
6. EL ARBOL DE LA NOCHE TRISTE
7. LA ROSA DE LOS VIENTOS
8. LA LEYENDA DE LA LLORONA
9. VAN A RODAR CABEZAS
10. EL ATRAPASUEÑOS
11. SI TE VAS
12. LA VENGANZA DE GAIA
OVERTURA MDXX
“Desde el principio de los tiempos, los ríos han sido las arterias que transportaban vida. Las
montañas y la tierra fueron mi piel. Los bosques y la tierra mi pelaje.
Todo estaba en permanente armonía, hasta que apareció el ser más cruel y caprichoso que
jamás conoció este planeta: el hombre. Una forma de vida supuestamente inteligente, pero
desperdiciada por la codicia, la violencia y la incultura.
GAIA
Y ahora que sé que mi final se acerca, quisiera que se evaporara este mal que tiene mi
libertad secuestrada, que se evaporara con el calor de un abrazo o con el lienzo de un te
quiero. Esa libertad que siempre me dió “besos de usted” y que nunca me prometió amor
eterno.
La libertad es un estado pasajero del alma, y todos morimos un poco cada día…
Mientras Alma Echegaray era ejecutada en la silla eléctrica, estos pensamientos quedaban
impregnados en la sala, donde veinte testigos y media docena de periodistas habían
presenciado, como una corriente de 2.000 voltios atravesaba su convulso cuerpo. Esta
primera descarga dejó al reo inconsciente, a continuación se le aplica otra descarga de 1.000
voltios con el fin de rematarle, y más tarde una tercera, y última, de 2.000 voltios por si
existiera alguna duda de la efectividad de tan piedoso y magnánimo brazo de la justicia.
Cuando aquel torrente de electricidad recorrió por segunda vez el cuerpo de Alma, este dejó
de convulsionarse y un histérico silencio se adueñó de la sala, se había hecho Justicia, el
estado había asesinado a otra amenaza para el modo de vida americano ¡Alma Echegaray
había dejado de existir!
A Joe Hamilton no le resultaban agradables las ejecuciones, pero pensaba que la sociedad
debía de valerse de medios como este para defenderse y conservar un cierto orden en el
país. Él siempre fue partidario de las ejecuciones con inyección letal, por su limpieza, por su
modernidad, pero quizás, este aséptico sistema de aliminación de criminales lo encontraba
demasiado sulce y poco didáctico. Desde que era Gobernador de Georgia había abogado
siempre por ejecuciones rápidas y ejemplarizantes. El reo debía de sufrir como pago de sus
crímenes, y para escarmentar y advertir a futuros inquilinos, la vieja silla, era lo menos malo
que él conocía.
Mientras intentaba alejar de su mente los sucesos de las últimas cinco horas, en las que tuvo
que rechazar por dos veces consecutivas el indulto a esa condenada suramericana, y en las
que tuvo que convencer a la prensa, qeu personas de ese calibre no tenían cabida en sun
país libre, se sirvió una copa de su bourbon favorito, y distraídamente encendió su
ordenador situado en el despacho que se alojaba en el ala derecha de su mansión.
Debía poner al día su correo electrónico, antes de darse una reparadora ducha e intentar
descansar ¡Había sido un día de muerte!
De repente algo muy estraño comenzó a suceder: Todos los mensajes de entrada estaban
borrándose al tiempo que uno nuevo comenzaba a surgir de la nada y a parpadear
insistentemente, con una cadencia rítmica y enfermiza… Intrigado lo abrió, y su sorpresa
fue en aumento cuando vio que la remitente no era otro que Alma Echegaray. Era imposible,
en el corredor de la muerte no existía la posibilidad de que ningún reo pudiera acceder a
ningún ordenador, y menos que se pudiera comunicar con el exterior. En ese mismo instante
sus dedos dejaron de hacer presión sobre el vaso de whisky, que resbaló por la palma de la
mano y terminó estrellándose contra el teclado. El ruido que produjo el brusco choque del
cristal, lo despertó de su fría e irreversiblemente ordenada vida ¡El e-mail acababa de ser
enviado!
Rápidamente lo mepezó a examinar y mientras sus ojos iban de palabra en palabra, su
corazón comenzó a bombear de forma frenética ¡No podía ser! ¡Era imposible! Pero… ¡si
estás muerta!
“Estimado gobernador, sí, no es una alucinación, es real, le estoy escribiendo desde más allá
del dolor, allá donde su poder y sus leyes no tienen ningún efecto. Donde estoy, por fin, soy
libre y mi cuerpo ha dejado de sufrir las torturas a las que me sometió usted. Y aunque mi
alma por fin está libre, yo no he encontrado todavía la paz, no, mientras no consiga que
suted y toda la humanidad que piensa como usted, entiendan lo que acaban de hacer
conmigo no es justicia, es un crimen.
Antes de que termine esta noche, usted será juzgado, pero antes quiero que conozca usted
una historia. Historia que se remonta al año 1500. Lea atentamente, y sírvase otra copa, le
veo con la boca seca…”
LA CONQUISTA
Como otros tantos hombres, 508 para ser exactos, Pedro Alcázar formaba parte de la
empresa que Cortés había financiado con su propio dinero para ir en busca de títulos, de
honor y de El Dorado.
Esta expedición la totalizaban doce buques, diez cañones de bronce, cuatro falconetes y
pólvora, casi suficiente. Trece de sus hombres eran mosqueteros equipados con buenos
arcabuces. Además, se había hecho con los servicios de más de una treintena de ballesteros.
Dieciséis caballos era toda la fuerza animal de la que disponía este pequeño grupo de caza
fortunas y aventureros españoles… Y a mí, Pedro de Alcázar;, hijo de Simón de Alcázar e
Isabel de Guzmán se me había concedido la distinción de alimentar a todas la bestias de la
expedición, caballos incluidos.
En los días que siguieron, rodeamos la costa sur de Cuba para aprovisionarnos de más
armas y otros diversos enseres. Zarpamos desde Santiago de Cuba el 18 de Febrero del Año
de Nuestro Señor 1519. Aquellas semanas las pasamos sin más compañía que el crujir de las
maderas del barco y el sonido del fuerte viento que, aparte de hinchar las velas del buque
insignia, también inflaba y dirigía nuestros sueños de Gloria.
Por fin divisamos tierra, precisamente, en el instante en que la noche bostezaba y el pálido
sol de la mañana desayunaba con los primeros olores del día. Ante nuestros ojos, una
inmensidad de colores asomaron como surgidos de un cuento. Jamás había visto tal
diversidad de aves y plantas, incluso la arena de aquella playa, parecía que hubiera sido
tamizada por una mano sobrenatural. Hernán Cortés mandó que se engalanara toda la
tripulación, y ante los atónitos ojos de aquellos nativos, los españoles hicimos ostentación
de todo nuestro poder y orgullo. El miedo de aquella gente, semidesnuda, era palpable,
observaban a nuestro caballos con horror y espantados, corriendo a refugiarse tierra
adentro.
Más tarde, supe que creían que caballo y jinete eran un solo ser; y que nuestros navíos eran
montañas flotantes. Estaban convencidos de nuestra divinidad, que éramos la encarnación
de Quetzalcoatl, una deidad de mucho poder; la serpiente emplumada de las leyendas
mexicanas adorada en todo el imperio azteca. Los Mayas la conocen como Kuculcan. En
ambos casos, es el Dios del Saber, que combina las fuerzas de la tierra y del cielo. Su consorte
es Tonantzín, diosa de la tierra. Cuenta la profecía que Quetzalcoatl volverá al reino de los
hombres en el año azteca que coincide con el 151 de nuestro calendario romano.
No, no éramos deidades, sólo un grupo de insensatos guerreros ávidos de oro y aventuras.
Y yo, Pedro Alcázar, empezaba a ser consciente de las atrocidades que haríamos para
conseguir lo que buscábamos. Torturaríamos, mataríamos, esclavizaríamos, todo por su
tierra y bajo la insuficiente excusa de cristianizar a alguien que no lo necesitaba. Era la Orgía
del Poder, el Banquete de los Cristianos, era… La Conquista.
El viento se despertó
Levantando al dios del mar
Mientras bostezaba el sol
El horizonte se desveló
Y a ti te hablo hoy
Cuida y ama tu tradición
Hoy quiero tu perdón
Si tu tierra amas, no dejes por nada,
De cuidarla por favor.
ALMA
Azaak, a sus 19 años, no alcanzaba a comprender que, más allá de donde nace y muere el
sol, existiera una raza tan poderosa como misteriosa. En la aldea corría el rumor de que
hombres con la tez blanca como la harina y con vello por toda la cara, habían venido flotando
en montañas y estaban cerca de su poblado, mostrando ropajes imposibles y blandiendo
cuchillos que escupían fuego y muerte.
Para ser la menor de cinco hermanos, Azaak ya poseía una inmensa sabiduría y una gran
responsabilidad. Desde pequeñita había desarrollado la capacidad de hablar con los árboles
y de leer los mensajes que las nubes le mandaban. Se sentía en perfecta comunión con la
naturaleza, a la que llamaba hermana.
Aquella mañana, su corazón le había avisado que un peligro desconocido moraba entre los
suyos. Más tarde, tuvo noticias de que aquellos seres de dos cabezas y con patas de bestia,
y de la intención de estos de hacer prisioneros a toda hembra sana que estuviera en edad de
procrear.
Y fue en ese instante, cuando la vi, en el que supe que no había conocido la belleza en su
totalidad, hasta que sus ojos me taladraran con una dulce e inquisitiva mirada. Me
encontraba frente a ella y, a mi lado, Jerónimo de Aguilar, naufrago español que arribó a la
Costa Maya ocho años antes de la llegada de Cortés y que, además, hablaba la lengua de los
nativos con cierta soltura y solvencia..
Junto a Aguilar y a mí, arremolinadas en torno a esa bella indígena, se encontraban las
ancianas emitiendo chillidos desgarradores y sollozando desconsoladamente. Poco a poco,
me fui abriendo paso ante aquella multitud y pude ver cual era el motivo de tanto dolor y
desconsuelo. Tumbada en un pequeño lecho de hojas verdes, yacía una criatura de no más
de cuatro años. Sus pequeños ojos me miraron como intentando hablar, su tez morena y su
largo cabello estaban empapados de sudor y su respiración había perdido toda cadencia
natural. Con un movimiento rápido, pero delicado, Azaak levantó su cabeza y apaciguó un
tanto su agonía, dándole a beber agua de su propia mano.
– Diles mi nombre, y que si en algo puedo servir, muy gustoso habré de hacerlo. Y diles
también, Aguilar, que no teman, que nada malo esperen de mí. –comenté con humildad.
Jerónimo de Aguilar intercambió unas palabras con Azaak. Tras una breve pausa, que a mí
me pareció una eternidad. Aguilar se incorporó y me dijo: “Se está muriendo, Pedro, tiene
una grave dolencia, pero sus corazones no lloran por su marcha, sino porque nos han
ordenado detenerles y la niña se quedará sin su canción del Alma”.
Me puso la salud
Los cuernos con tu dios
Y mi sentencia dictó
En mis tinieblas hay
Una luz que al final
Arrulla mi corazón
Pasaron muchas lunas, y yo cada vez estaba más impregnado del magnetismo de aquella
singular mujer. Aún siendo cautiva de los españoles, no albergó nunca odio o rencor hacia
nosotros, pero tampoco abrazó el cristianismo como hicieron otras. Ella no entendía el afán
de Hernán Cortés por invadir y dominar a Tenochtitlan, capital del imperio Azteca. Azaak
aseguraba que la tierra, las nubes y las montañas pertenecían a quien supiera vivir en
comunión con ellas, no utilizarlas como plataforma de crecimiento personal., venganza o
abuso. En las muchas noches que pasé, hechizado, escuchando preciosas historias que me
contaba, empecé a comprender lo que me quería enseñar.
– Vosotros –me dijo- utilizáis el mar para alimentaros y para viajar por él, pero jamás lo
cuidáis. Y el mar como ser vivo que es, necesita amor y atenciones, al igual que el río o el
árbol. Ayer escuché al viento y me advirtió que dentro de muchas lunas, cuando tengáis
barcos que no necesiten al hermano viento para desplazarse, el mar sufrirá una enfermedad
de tal gravedad que si no lo remedia el hombre blanco, morirá de pena y de suciedad. Y la
madre naturaleza os castigará por ello.
A las puertas de Tenochtitlan, mientras la luna iluminaba nuestras caras, Azaak alumbró mi
alma contándome la profecía que según ella ocurrirá en nuestra Gaia dentro de muchos,
muchos años
En la noche del 30 de junio de 1520, y tras haber cohabitado con los aztecas en Tenochtitlan,
aprovechando la creencia de estos de nuestra procedencia divina, Hernán Cortés ordenó
que abandonáramos la capital, ya que la paciencia de los aztecas y el apoyo del pueblo a
Monctezuma, había llegado a su fin. Las órdenes eran claras, debíamos transportar todo el
oro y los tesoros que pudiéramos y en alianza con la oscuridad que nos proporcionaría la
noche, huiríamos con la misma clandestinidad que un ladrón tiene al abandonar la escena
del crimen. Yo mismo me vi empujado a la rapiña y la ambición. Todos éramos presa de
una mezcla de miedo y extraña borrachera de poder. Había quienes, incluso, dejaban sus
armas y cascos, para así poder trasladar más botín.
Y como las patas del mentiroso y del ladrón son muy cortas, no pudimos ir muy lejos.
Debido al poco sigilo que mantuvimos, los aztecas dieron la voz de alarma y al ver que
cobardemente huíamos con su riquezas, nos atacaron con la fuerza que da el defender tu
raza y tu tierra. Los caballos se hundían en el agua, fruto de tanto sobrepeso y muchos de
mis compañeros perecería ahogados por el mismo motivo. Fue una matanza. Cortés resultó
herido, y las bajas fueron cuantiosas. Yo sufrí una herida de la cual nunca podré curarme, y
fue la herida que recibió mi alma al ver en que me había convertido: ladrón y asesino
cobarde. Azaak, también, había conseguido escapar con vida, pero muy a su pesar, pues
seguía esclava de nosotros y creo que también de mi corazón… entre ella y yo había surgido
algo más fuerte que el odio o la ambición, ¡el amor!
Hoy tengo el convencimiento de que hablé que el corazón, que todo cuanto dije a Cortés fue
lo correcto y lo que tenía que hacer, pero en ese momento, una vez que mi boca dejó de
soltar toda esa verborrea, y después de acusar a Cortés, el miedo me abrazó tan fuerte que
incluso él decidió apiadarse de mi y no ahorcarme por traición. Evidentemente, fui arrestado
y el juicio postergado hasta mi regreso a Cuba, donde se me trataría con deshonor y se me
encarcelaría.
Pero Cortés, a la vez, necesitaba hombres y yo, aunque contestón y, según él, cobarde, era
útil para sus propósitos. Se había propuesto volver a Tenochtitlan y conquistar el imperio
Azteca de una santa vez.
Como siempre mi bella Azaak me dio consuelo y aseguró que en la vida hay que regirse por
principios tan simples como estos…
Si siembras un ideal
En la tierra del quizás
Y lo abonas con el odio y la envidia
Será imposible arrancar.
La maldad
De tu alma si en ella hechó raíz.
Y si te sientes perdido
Con tus ojos nos has de ver.
Hazlo con los de tu alma
Y encontrarás la calma
Tu rosa de los vientos seré.
Si te embriagas de pasión
Y no enfrías tu corazón
Tartamudearán tus sentidos y quizás
Hablará sólo el calor y no la razón
Es sabio contar hasta diez
LA LEYENDA DE LA LLORONA
Entre las muchas mujeres que abrazaron el cristianismo, hubo una la cual era el blanco de
las iras de Azaak. Su nombre, Malinche y su condición, amante de Cortés y traidora de su
pueblo y de la naturaleza.
Aquella misma noche vi a Azaak discutir con ella acaloradamente y entre otras amenazas,
Azaak le contó una leyenda que sobrevivía en el tiempo. Es según dijo Azaak, una historia
que se cuenta en el México del futuro y habla de La Llorona…
Con 400 españoles y apoyados por los tlaxcaltecas, Cortés decidió el asedio a Tenochtitlan
y así, durante 80 días y 80 noches, los aztecas vieron como su resistencia disminuía a causa
del habre y de un arma con la que ningún bando contaba: los virus. En efecto, sin
proponérselo, Cortés había traído enfermedades comunes en Europa que sin embargo
resultaron mortales para los aztecas; una simple gripe diezmaba las fuerzas e incluso mataba
a cientos de aztecas.
Miles de ellos perecieron, pero antes de que Tenochtitlan fuera finalmente conquistada,
Azaak lanzó este grito de rabia e impotencia al ver destruida tanta belleza…
Si he de morir, será luchando
Por ver crecer a mi pueblo aquí
Y perderé en un suspiro
Lo que en una vida tardé en construir
EL ATRAPASUEÑOS
– Debemos dirigirnos al sur -dijo Azaak-. Allí hay más nativos como yo, que necesitan de
mi ayuda y yo preciso que seas testigo de toda injusticia que allí el hombre blanco está
haciendo. Existe un imperio, el Inca, que pronto caerá en manos de compatriotas tuyos y
debes verlo, y luego regresar a tu mundo para contarlo.
¡Cuánta razón tenía Azaak! El éxito de Cortés no hizo sino animar a más europeos, que veían
en el continente americano una salida a su pobreza y una posibilidad de ir amasando
territorios y fortuna.
– Ahora duerme y pon esto en tu lecho. Azaak me entregó un extraño amuleto, que según
ella venía de un pueblo al norte, muy al norte. Entre otras propiedades tenía la de capturar
todos tus malos sueños y que jamás te hirieran.
– Su auténtico poder reside -me dijo- en que captura todos tus anhelos y si deseas algo en
tu vida y sueñas cada día con ello, se cumple. Y ahora duerme, duerme y sueña con ser…
Dichoso es el que ve
Que cielo y horizonte
Condenados están
A tenerse que entender
Yo te mostraré
Que todo en esta vida
Lo puedes tener
Si en ti logras creer
SI TE VAS
Cuando el alma queda herida de soledad, es cuando aprendes que tener a alguien a quien
amas, es un regalo que debes cuidar y mimar. Azaak nunca se recuperó de aquella matanza,
los españoles le habíamos quitado su identidad, sus costumbres y, a cambio, ella sólo tenía
mi amor.
Cuando aquella noche me dijo que la ayudara a huir, todos mis miedos y mis dudas
desaparecieron. Amar a alguien es comprometerse, es pensar en tres: tú, yo y nosotros.
Había encontrado el amor y no lo quería dejar escapar: ¡Claro que la ayudaría!, incluso me
iría con ella, pues si ella se va, yo volvería a encerrarme en vida.
Y a pesar de todo
Que difícil es
Que no me duela estar sin ti
Yo seré tu aire
Tú serás la piel que cubra mi soledad
¡Quiero estar junto a ti!
Y a pesar de todo
Que difícil es
Que no me duela estar sin ti
Yo seré tu aire
Tú serás la piel que cubra mi soledad
¡Quiero estar junto a ti!
Si te vas
Mi amor, si tu te vas
Me volveré a encerrar en vida
Y no saldré
¿Donde estas?
Mi vida ¿dónde estás?
Pues necesito tu amor para vivir
LA VENGANZA DE GAIA
Tenía la boca seca y no había conseguido descansar; encendió la luz que estaba en su mesita
de noche, atestada de libros de derecho penal y de una biografía de Charlton Heston. Al
iluminarse su cuarto, notó por el rabillo del ojo un fugaz movimiento. Giró súbitamente la
cabeza y su expresión cambió de tal forma, que un risita ahogada se escapó de quien estaba
a su lado. Intentó gritar; pero el miedo había paralizado todas sus funciones básicas, incluso
respirar le parecía insoportable. Sentada en su cama, estaba Alma Echegaray, mirándolo
fijamente y con cara burlona, se presentó.
Aparecieron en su mansión
Un ciervo anciano y un halcón,
Un bosque quemado y un sauce llorón
Que el sol de la mañana y la brisa de la noche, no vuelva jamás a ser testigo de injusticias
sobre cualquier pueblo o cultura. Que el canto de un pájaro, no sea un réquiem por el mar.
Y que todo cuanto nos rodea, alimenta y da vida, sea merecedor de nuestro respeto y amor.
El espíritu de la tierra, GAIA, siguió guardando y cuidando el planeta del hombre. Pero eso
es otra historia y en otro momento será contada…