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Paulo Freire en su libro de la Pedagogía de la autonomía afirma que no hay enseñanza sin

investigación, ni investigación sin enseñanza (2004), es por ello que como educadores no
sólo se debe promover en los salones de clase las discusiones y la investigación sino que
en el ejercicio pedagógico, gracias a esta última se pueden entender los dilemas que
surgen en la práctica cotidiana.

La educación, que constantemente converge con los grandes pensadores ha


encontrado siempre en la filosofía abundantes ideas y estructura, siempre nutriéndose de
la escuela imperante para su definición y la del “cómo conocer”. Con el materialismo, en
el 342 a.C., Demócrito y Epicuro sostienen que es la materia la única realidad que existe;
más tarde, Marx y Engels con el materialismo dialéctico, definen que toda realidad debe
ser explicada desde lo material, pero luego inevitablemente cambia a medida que la
historia se desenvuelve, con cada nueva situación social e histórica siendo negada por la
siguiente. El racionalismo es en esencia, para Descartes, Leibniz y Spinoza, la posibilidad
de conocer la realidad mediante el pensamiento puro, sin necesidad de ninguna premisa
empírica, mientras el empirismo sostiene, muy por el contrario, que no hay idea alguna
que pueda habitar la mente humana que no haya llegado a ella a través de la experiencia
sensorial. El realismo, para el que toda idea es real, se deriva de la realidad y nada puede
existir fuera de ella, mientras para el idealismo no hay nada que pueda existir por fuera de
la mente que se hace consciente de ello. El positivismo, para el que el método científico
es la única fuente válida de conocimiento, y el positivismo lógico, que va mas allá al
circunscribir las preposiciones científicas a sólo aquellas que puedan ser constatadas por
un medio que deje registro sensible de su validez.

A ello se suman los diferentes métodos de investigación como los son: el método
inductivo que genera conclusiones generales desde lo particular, siendo los estudios de
Francis Bacon a quién se asocia, seguido por Kuhn y sus paradigmas. Con el
deductivismo de K. Popper se implementa el principio de falsabilidad donde las teorías
deben ser refutadas con un contraejemplo, la verdad sólo puede ser “no refutada” y esto
nos lleva el método hipotético deductivo que parte de una hipótesis que debe ser
verificada.
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Pestalozzi se preocupó por la exploración y la observación y enunció en sus


escritos que las ideas se forman gracias a la intuición sensible de las cosas y que el
proceso de enseñanza debe adaptarse al desarrollo mental del niño en cada momento.
Expuso que los conocimientos han de ir avanzando, desde las intuiciones confusas de los
niños, a unas ideas claras y distintivas. En sus planteamientos morales se acercaba mucho
al pensamiento Kantiano que buscaba el fortalecimiento individual, como afirma
Saldarriaga (2014) en esta segunda fase de la modernidad, que gira alrededor de la
experimentación, cuyo método ya no era el de la observación, sino el experimento, tal
como lo redefiniría Kant “la realidad no habla por sí sola, hay que interrogarla” (p.43).

La moral kantiana sirve como hilo de oro entre la epistemología y la educación,


pues la técnica experimental y la semilla misma de la curiosidad, que ha de fortalecer al
individuo, llegan a él sólo gracias a la educación:

Únicamente por la educación el hombre puede llegar a ser hombre. No


es, sino lo que la educación lo hace ser. Se ha de observar que el
hombre no es educado más que por hombres, que igualmente están
educados. De aquí, que la falta de disciplina y de instrucción de
algunos, los hace también, a su vez, ser malos educadores de sus
alumnos.
Immanuel Kant

Y con esto, además, Kant deja en claro que los educandos son los grandes
depositarios de la constante actualización de sus maestros, y asimismo los mayores
perjudicados ante su ausencia.

Es posible clasificar las diferentes etapas de ser educado iniciando con el


asombro, que llevará a la creatividad y a las preguntas creativas, siempre cultivando en
los estudiantes el hábito del por qué, en el acompañamiento a la exploración de los temas,
identificando el problema y así poder formular preguntas que los lleven por caminos que
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los enfoquen en la resolución de los mismos, esto conduce como conclusión del proceso a
la frase de José Ortega y Gasset que dice: “siempre que enseñes; enseña también, a la vez
a dudar de lo que enseñas”.

Para concluir, se puede afirmar que no se puede utilizar un método definitivo


como una camisa de fuerza que no genere en los estudiantes o en nosotros como docentes
la curiosidad necesaria para generar procesos creativos, debe ser transversal en los
procesos escolares por ello es que la investigación no se puede separar del proceso
educativo, no podemos continuar limitando la exploración natural de los niños. Víctor
Lowenfield, en su obra Desarrollo de la Capacidad Creadora, afirma: “Todos los niños
nacen creativos… no deberíamos preocuparnos por motivar a los niños para que se
comporten de forma creativa; lo que sí debe preocuparnos son las restricciones
psicológicas y físicas que el medio pone en el camino del pequeño que crece inhibiendo
su natural curiosidad y su comportamiento exploratorio”. La investigación es a la vez una
herramienta para producir en los alumnos la curiosidad y otra para que ellos la satisfagan.
Tanto promover la exploración y la creatividad en el aula de clases, como hacerlo sin
detenerse durante todo el proceso educativo, son el mejor aporte que un maestro puede
hacer a los alumnos como individuos y como colectivo: una sociedad curiosa es una
sociedad investigativa y en constante evolución.

Bibliografía:
Briones, G. (2006). Epistemología y teorías de las ciencias sociales y de la educación.
1st ed. Sevilla: MAD, pp.21-30.
Freire, P. (2004). Pedagogia de la autonomia. 1st ed. Sao Paulo: Paz e terra, p.14.
Kant, I. (1911). Sobre pedagogía. 1st ed. Madrid: Daniel Jorro, p.3.
Lowenfeld, V. (1961). Desarrollo de la capacidad creadora. 1st ed. Argentina: Kapelusz.
Saldarriaga Vélez, O. (2005). Del oficio de maestro. 1st ed. Bogotá, D.C., Colombia:
Cooperativa Editorial Magisterio, pp.34-125.

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