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FACULTAD DE INGENIERIA

CARRERA PROFESIONAL DE INGENIERIA CIVIL

“CONSTITUCION POLITICA DEL PERU


TITULO I

DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD

CAPITULO I

DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA

INCISOS DEL 10 AL 15”

ASIGNATURA: CONSTITUCION Y DERECHOS HUMANOS

PROFESOR: ROJAS VIDAL GAMALIEL ARCENIO

ALUMNO: CABREJOS QUISPE SEGUNDO

CICLO Y SECCION: 10 01-1

LIMA – PERÚ
CONSTITUCION POLITICA DEL PERU

TITULO I

DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD

CAPITULO I

DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA

Articulo 2° Toda persona tiene derecho:

10. Al secreto y a la inviolabilidad de sus comunicaciones y documentos privados.

Las comunicaciones, telecomunicaciones o sus instrumentos solo pueden ser abiertos, incautados,
interceptados o intervenidos por mandamiento motivado del juez, con las garantías previas en la ley.
Se guarda secreto de los asuntos ajenos al hecho que motiva su examen.

Los documentos privados obtenidos con violación de este precepto no tienen efecto legal.

Los libros, comprobantes y documentos contables y administrativos están sujetos a inspección o


fiscalización de la autoridad competente, de conformidad con la ley. Las acciones que al respecto se
tomen no pueden incluir su sustracción o incautación, salvo por orden judicial.

«El derecho al secreto y a la inviolabilidad de las comunicaciones y documentos privados que se


encuentra reconocido en el artículo 2 inciso 10 de la Constitución, prohíbe que las comunicaciones y
documentos privados de las personas sean interceptados o conocidos por terceros ajenos a la
comunicación misma, sean estos órganos públicos o particulares, salvo que exista autorización judicial
debidamente motivada para ello. comprende a la comunicación misma, sea cual fuere su contenido y
pertenezca o no el objeto de la comunicación al ámbito de lo personal, lo íntimo o lo reservado. De
manera que se conculca el derecho tanto cuando se produce una interceptación de las
comunicaciones, es decir, cuando se aprehende la comunicación (...), como cuando se accede al
conocimiento de lo comunicado, sin encontrarse autorizado para ello’.

En efecto, la prohibición contenida en la disposición constitucional antes mencionada se dirige a


garantizar de manera inequívoca la impenetrabilidad de la comunicación en cualquiera de sus formas
o medios, a fin de que no sufra una injerencia externa por parte de terceros, pues la presencia de un
actor ajeno o extraño a los que intervienen en el proceso comunicativo es precisamente el elemento
indispensable para invocar la posible afectación del derecho al secreto y a la inviolabilidad de las
comunicaciones. No obstante ello, la función tutelar de este derecho no alcanza a quien siendo parte
de una comunicación registra, capta o graba también su propia conversación ni tampoco a quien
siendo parte de dicha comunicación autoriza de manera voluntaria y expresa a un tercero para que
acceda a la comunicación. Desde esta perspectiva, es constitucionalmente posible sostener que el
derecho a la inviolabilidad de las comunicaciones no se ve vulnerado cuando alguna de las partes
intervinientes en el proceso comunicativo perenniza o graba para sí la comunicación en la que forma
parte o cuando de manera libre, voluntaria y expresa permite, posibilita o autoriza la interceptación,
grabación o el acceso al contenido de la comunicación a un tercero ajeno a la comunicación misma.
Cuestión totalmente distinta, hay que insistir, es la intervención en la comunicación de un tercero que
no tiene autorización de ninguno de los interlocutores o de la autoridad judicial. Ello es así porque,
repetimos, lo que constitucionalmente está vedado es la injerencia externa en la comunicación de un
tercero que no tiene autorización alguna y no el registro o la autorización para el acceso a la propia
comunicación.

Teniendo en cuenta lo anterior, también es posible sostener que en base al dominio de la


comunicación que posee cada uno de los interlocutores, el registro para sí o la autorización para
acceder a ella por cualquiera de estos y el conocimiento del contenido de la comunicación, tampoco
supone la violación del derecho constitucional al secreto de las comunicaciones. Planteadas, así las
cosas, esto es, la permisión del acceso al contenido de la comunicación (el mensaje, la identificación
del otro interlocutor, el equipo o medio técnico utilizado o cualquier otro contenido) surge, sin
embargo, el problema de la posible afectación a la esfera más íntima del otro interlocutor. Para el
análisis del problema, resulta preciso distinguir entre el proceso de la comunicación y el contenido de
la comunicación. El primero, según ha quedado dicho, prohíbe cualquier injerencia externa por parte
de un tercero, salvo que exista autorización válida. El segundo no impone un deber de reserva o de
secreto de lo comunicado por el solo hecho de haber recibido o entrado en la comunicación. Ello es
así porque, en tal supuesto, solo si el contenido de la comunicación fuera difundido o transmitido a
terceros, esa actuación tal vez puede suponer, según sea el caso, la afectación del derecho a la
intimidad personal o familiar, pero no la afectación del derecho al secreto de las comunicaciones».

Artículo 2° Toda persona tiene derecho:

11. A elegir su lugar de residencia, a transitar por el territorio nacional y a salir de el y entrar en él,
salvo limitaciones por razones de sanidad o por mandato judicial o por aplicación de la ley de
extranjería.

Esta disposición constitucional procura reconocer que todo nacional o extranjero con residencia
establecida puede circular libremente o sin restricciones por el ámbito de nuestro territorio patrio,
habida cuenta de que, en tanto sujetos con capacidad de autodeterminación, tiene la libre opción de
disponer cómo o por dónde desplazare, sea que dicho desplazamiento suponga facultad de ingreso
hacia el territorio del Estado, circulación o transito dentro del mismo, o sea que suponga simplemente
salida o egreso del país.

El derecho a la libertad de tránsito también se manifiesta en la facultad de toda persona para


desplazarse sin impedimentos, en las vías públicas. si bien la libertad de tránsito suele manifestarse
en el desplazamiento de la persona a través de autopistas, avenidas, calles, veredas, plazas o vías con
similares características, ello no significa que dentro de espacios semiabiertos e, incluso, ámbitos de
carácter particular, no puedan darse manifestaciones vinculadas al ejercicio de este derecho.

Como premisa debe considerarse que las personas jurídicas pueden ser titulares de derechos
fundamentales; sin embargo, ello no significa que dicha titularidad pueda predicarse de manera
general respecto a todos los derechos, ya que ello estará condicionado a que así lo permita la
naturaleza del bien protegido por el derecho en cuestión. En efecto, la titularidad de derechos como
el de propiedad, defensa, debido proceso, tutela jurisdiccional, libertad de contrato, libertad de
trabajo, de empresa, igualdad, entre otros, resulta indiscutible en atención a la naturaleza del bien
protegido por estos derechos. Sin embargo, en el caso de la libertad de tránsito no pude predicarse
tal titularidad.

Sobre la titularidad de la libertad de tránsito por parte de una persona jurídica este Tribunal ya ha
tenido oportunidad de pronunciarse. Ya se ha afirmado que, si bien “las personas jurídicas pueden ser
titulares de algunos derechos fundamentales, el derecho a la libertad de tránsito no es uno de ellos,
pues se trata de un derecho conexo a la libertad individual, y por ende, íntimamente vinculado a la
facultad locomotora, que es exclusiva de las personas naturales.
Artículo 2° Toda persona tiene derecho:

12. A reunirse pacíficamente sin armas. Las reuniones en locales privados o abiertos al público no
requieren aviso previo. Las que se convocan en plazas y vías públicas exigen anuncio anticipado a la
autoridad, la que puede prohibirlas solamente por motivos probados de seguridad o de sanidad
públicas.

El presente inciso ha sido tomado textualmente del inc. 10, arto 2 de la Constitución de 1979. El
derecho de reunión es la libertad de las personas para juntarse unas con otras. Es un derecho que
tiene significado en prácticamente todos los órdenes de la vida humana, desde que la vida social
supone que los seres humanos compartan sus vidas. Así, y sólo en vía de ejemplo, serán reuniones un
servicio religioso, el dictado de una conferencia, una fiesta, una asamblea sindical, la sesión de los
socios de una empresa o un mitin político.

Las reuniones deben ser pacíficas, tanto en sus finalidades como en sus métodos.
Hay distintos conceptos de paz; entre ellos, consideramos que la Constitución utiliza aquí el de paz
negativa que consiste en la ausencia de violencia. Vista la situación desde esa óptica, entendemos
oportuno citar el concepto de violencia trabajado en 1989 por la Comisión Especial del Senado de la
República:

‘” La Ley Nº 26828, del 30 de junio de 1997, incorpora el arto 307-A al Código Penal, en los siguientes
términos: El que ilegalmente ingresare al territorio nacional, en forma definitiva o en tránsito, creando
un riesgo al equilibrio ambiental, residuos o desechos resultantes de un proceso de producción,
extracción, transformación, utilización o consumo, será reprimido con pena privativa de libertad no
menor de uno ni mayor de tres años y de ciento cincuenta a trescientos días-multa.
“Violencia social es la que se expresa, en diversos grados y múltiples formas, entre los individuos y
grupos, producto de circunstancias sociales que, al permanecer y reproducirse históricamente,
estructuran y caracterizan a una determinada forma de organización social que mediatiza la potencial
realización de sus miembros”

Este enfoque fue enriquecido por un equipo especializado dirigido por el R.p. Felipe MAC GREGOR:

(La violencia es) “…una presión de naturaleza física, biológica, espiritual, ejercitada directa o
indirectamente por el ser humano sobre el ser humano que, pasado cierto umbral, disminuye o anula
su potencial de realización, tanto individual como colectivo, dentro de la sociedad de que se trate”

Puede decirse que cualquiera de estas manifestaciones de violencia convierte a una reunión en no
pacífica y, al mismo tiempo, que no forma parte del derecho de reunión el juntarse para ejercitar la
violencia en cualquiera de sus formas.

La norma prohíbe la asistencia con armas a las reuniones como medida de seguridad.
Nótese que el requisito de no asistir con armas es distinto al de reunirse pacíficamente, y por lo tanto
el sólo cumplimiento de aquél no es equivalente a éste. El requisito de que no haya armas es un
presupuesto de la reunión, no de que ella sea pacífica.

La Constitución establece que cuando las reuniones se hacen en locales privados no se necesita aviso
previo a la autoridad. Esto porque, de un lado, existe el derecho de reunirse y, de otro, quien acepta
que dicha reunión se haga en su local no está sino ejercitando las libertades y derechos que le otorga
el ordenamiento jurídico.

Tampoco se requiere aviso previo cuando la reunión se lleva a cabo en locales abiertos al público, sean
de propiedad privada o pública. Tal el caso de un teatro o de un colegio. Caso especial es, por ejemplo,
el de una reunión convocada en un edificio de oficinas públicas que no es privado, que está abierto al
público, pero en el que se supone que las personas no se reúnen sino que son atendidas.
Consideramos que en este caso, una reunión tendría que ser aprobada por la autoridad encargada,
con lo que, en la práctica, estaría asimilado por analogía al tratamiento de los locales privados.

Las reuniones en plazas y vías públicas exigen aviso anticipado a la autoridad, pero esto no quiere
decir que no haya derecho a reunirse en ellas. El derecho existe y, precisamente por ello, no es de
libre arbitrio de la autoridad dar el consentimiento o no. Por el contrario, el principio es que debe
autorizarlas, salvo que existan motivos comprobados de seguridad o de sanidad públicas que impidan
hacerlo. Estas seguridades son muy importantes porque el derecho de reunión en plazas y vías
públicas es uno de los instrumentos de expresión política del pueblo.

Debe tenerse en cuenta, asimismo, que el derecho de reunión puede ser restringido y o suspendido
al decretarse estados de emergencia o de sitio.

Artículo 2° Toda persona tiene derecho:

13. A asociarse y a constituir fundaciones y diversas formas de organización jurídica sin fines de lucro,
sin autorización previa y con arreglo a ley. No pueden ser disueltas por resolución administrativa.

La Constitución de 1979 (inc. 11 del art. 2) trataba sobre el derecho de asociación, pero de manera
restringida, refiriéndose de manera expresa solamente a la creación de asociaciones y fundaciones.
La nueva Carta, mediante el inciso que analizamos, amplía el concepto hacia la posibilidad de constituir
“diversas formas de organización jurídica sin fines de lucro”. La extensión ha sido incorporada
teniendo en cuenta las nuevas configuraciones legales presentadas para este tipo de asociaciones.

Este inciso establece el derecho que genéricamente se llama de asociación y consiste en la libertad
que tienen las personas de constituir diversas formas de personas jurídicas sin fines de lucro; esto es,
instituciones que no tienen la finalidad de producir utilidades mediante el ejercicio de actividades
económicas. El derecho referido está también amparado por la normativa internacional.
Concretamente, el art. 16.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos establece una
garantía amplia para la asociación: “Todas las personas tienen derecho a asociarse libremente con
fines, ideológicos, religiosos, políticos, económicos, laborales, sociales, culturales, deportivos o de
cualquier otra índole”.

Las asociaciones son personas jurídicas que persiguen fines expresados por los asociados en los
estatutos y que pueden ser de lo más variadas: culturales, educativas, deportivas, sociales, etc. Están
reguladas en el Código Civil. La libertad de asociación consiste, entonces. en la “facultad de las
personas para constituir agrupaciones permanentes encaminadas a la consecución de fines
específicos. Sus caracteres típicos y constantes son: la participación de varias personas, el fin común
de carácter permanente y la creación de un nuevo sujeto de derechos y obligaciones distinto a los
asociados”’.

Las fundaciones son personas jurídicas dedicadas a fines benéficos y de interés social. Pueden ejercer
estas actividades mediante una donación o un legado, o mediante la adjudicación de recursos o
inmuebles a una obra de interés general o piadoso.

Por lo demás, la libertad de asociación se ejerce con ciertas características establecidas en el mismo
inciso constitucional:

–Sin autorización previa, es decir, que basta la sola expresión de voluntad de las personas para que la
persona jurídica exista.
– Se debe actuar con arreglo a ley, es decir, cumpliendo los requisitos y procedimientos de creación
de instituciones que se establecen en las normas.

– No pueden ser disueltas por resolución administrativa. Cuando ello sea necesario, la disolución
forzada deberá ser hecha por resolución judicial.

Artículo 2° Toda persona tiene derecho:

14. A contratar con fines lícitos, siempre que no se contravengan leyes de orden público.

El derecho de contratación ha sido importado del inc. 12, art. 2 de la Carta de 1979. Sin embargo, el
traslado no ha incluido la parte que se refería a los límites del derecho de contratación. Estos eran,
según la referida Constitución, la salvaguarda de los principios de justicia y el impedimento del abuso
del derecho.
Curiosa supresión; más aún si se tiene en cuenta la generalidad adoptada por el inciso bajo análisis,
que opone al ejercicio de la contratación solamente la contravención de las leyes de orden público.
Se puede establecer, de otro lado, que la libertad de contratar sobre los más diversos asuntos en que
tengan interés las personas es un derecho de fundamental importancia, porque el contrato no es sino
la formalización jurídica de las relaciones patrimoniales entre los seres humanos y las instituciones.

La contratación debe tener fines lícitos, esto es, no prohibidos por el Derecho. Al contratar, las
personas ejercitan su libertad de expresión de voluntad bajo el principio constitucionalmente
establecido de que “nadie está obligado a hacer lo que la ley no manda, ni impedido de hacer lo que
ella no prohíbe”.

La contratación, como los actos jurídicos en general, debe conformarse a las leyes de orden público.
Si las contraviene sufrirá de nulidad. Esto es señalado por la parte final de este inciso, pero también
por el artículo V del Título Preliminar del Código Civil.

Artículo 2° Toda persona tiene derecho:

15. A trabajar libremente, con sujeción a ley.

Se consagra aquí la libertad en el ejercicio del derecho al trabajo. El inc. 13 del art 2 de la Constitución
de 1979 consagró la libertad de elección y de ejercicio del trabajo, frase reemplazada por la de
“trabajar libremente”. Pese a este matiz, queda en claro que esta libertad es consistente con la
libertad humana entendida en sentido amplio, ya que es positivo que siendo el trabajo una actividad
esencial en la vida humana, pueda ser elegida libremente. También es consistente con el derecho a la
realización personal, porque ella se consigue en buena medida mediante el ejercicio del trabajo.

Desde luego, para la Constitución el trabajo no es sólo esta libertad que comentamos. El artículo 22
dice que es un deber y un derecho, lo que otorga al trabajo no sólo una dimensión individual sino
social. El trabajo es un deber porque es la fuente de creación de riqueza más importante de las que
actúan en un momento determinado, permitiendo el progreso material de la sociedad.

A su vez, el artículo 59 impone al Estado el deber de garantizar la libertad de trabajo.


Es el aspecto institucional complementario al derecho fundamental establecido en este inciso, y a la
dimensión social que el trabajo adquiere en el artículo 22.

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