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VANHOYE, A., Culto Antiguo y Culto Nuevo en La Carta A Los Hebreos. Revista Liturgica, 1978. Art PDF
VANHOYE, A., Culto Antiguo y Culto Nuevo en La Carta A Los Hebreos. Revista Liturgica, 1978. Art PDF
¿En qué textos bíblicos podemos encontrar los fundamentos de la teología litúrgica?
Los textos más largos y exp lícitos en materia de culto se encuentran en el AT. En
efecto, la Ley de Moisés es, en gran parte, una ley cultual. Libros como el Exodo y el
Levítico son muestras claras de ello. En los escritos del NT, no hay nada parecido: en
ellos la organización del culto cristiano no se expresa como algo orgánico; a lo más
aparecen unos pocos vestigios relacionados con el culto, pero que se resisten a ser
incluidos en un cuadro completo.
No sería difícil hallar en el NT dos posturas encontradas. La una (Rm 6, 14; Gal 5,18)
podría definirse como "rupturista": Según esta línea, el AT no tiene valor alguno tras la
venida de Cristo; ha sido abrogado como incompatible con la nueva fe. La otra postura,
más judaizante o "continuista", señalaría la continuidad entre los dos testamentos (Rm
3,31; Mt 5,17-19 ... ).
1) Semejanza y continuidad
2) Diferencia
3) Progreso
Para que el cumplimiento sea auténtico es preciso que las diferencias observadas
caminen hacia un progreso decisivo; si no, tendríamos solamente una variante de un
valor muy discut ible. Cuando la reconstrucción del Templo, por ejemplo, los israelitas
más ancianos, al observar las diferencias, recordaban el templo de Salomón con tristeza
y constataban la poquedad de la nueva construcción. En este caso no se trataba del
cumplimiento definitivo del proyecto de Dios; era solamente una obra humana. El
cumplimiento divino, en cambio, se sitúa a un nuevo nivel y constituye una obra en la
cual se manifiesta la potencia creadora del Espíritu.
En lo concerniente al "culto" la situación fue menos tensa ya que el culto judaico tenía
su centro en Jerusalén y no podía celebrarse de un modo total en ningún otro sitio. Los
neocristianos, provenientes del paganismo, cuando en sus reuniones seguían el modelo
de las sinagogas locales podían imitar sin dificultad la lectura litúrgica de la Escritura.
Eran, en este sentido, continuistas. La diferencia estaba en el modo de referir dicha
lectura a Cristo; diferencia muy profunda de la cual la iglesia ha sido siempre muy
consciente.
1. La idea de sacrificio
Desde esta perspectiva resultaría fácil afirmar la ruptura completa entre los dos
sacrificios y sacar la, lógica consecuencia de que el culto cristiano no tiene nada que ver
con los sacrificios antiguos. Sin embargo, en la carta se habla también de una profunda
continuidad: en la muerte de Cristo se dio un auténtico sacrificio de una víctima
inmolada, de una sangre derramada y ofrecida a Dios.
-"sacrificio de expiación", porque obtiene la remisión de los pecados (Hb 9,28; 10,12)
-"sacrificio de alianza", porque instituye una mediación perfecta (Hb 9, 15-24; 13,20)
Así pues, la fe y la liturgia cristianas necesitan los textos del AT para autocomprenderse
con toda su plenitud. Todo ello, sin embargo, no debe hacer perder de vista la
importancia de la ruptura entre los dos testamentos de la cual es muy consciente el autor
de la carta a los Hebreos. En efecto el culto antiguo era ritual, externo, convencional y,
por todo ello, ineficaz. Cristo lo sustituyó por un culto real, personal, existencial y
eficaz.
La concepción antigua del culto proponía una santificación simbólica, ya que ningún
hombre estaba en condiciones de efectuar una santificación real. A través del fuego del
altar la víctima se transformaba en "perfume agradable a Dios" y subía simbólicamente
al cielo, pasando del mundo profano al divino. El sacerdote no podía, por sí mismo,
acceder al mundo divino ya que era terrestre, pecador e indigno de un contacto
inmediato con Dios e incapaz de ofrecerse a sí mismo con una generosidad perfecta.
Debía recurrir a las inmolaciones rituales.
El autor de Hebreos observa que todo ello conducía a una relación de separación entre
Dios y el pueblo, entre el sacerdote y la comunidad. Sólo el sumo sacerdote estaba
autorizado a entrar en el santuario. La separación producida entre el sacerdote y la
víctima se producía también, y sobre todo, entre la víctima y Dios, pues ¿cómo podría
entrar en comunión un animal muerto con la santidad del Dios vivo? Ya en el AT se
había manifestado la repugnancia de Dios por este tipo de culto. (Is 1,11; Am 5,21; Sal
40=Hb 10,5-6).
En vez de separarse de los pecadores, Cristo tomó sobre sí mismo su muerte para así de
este modo salvarlos. Ya durante su vida pública se mostraba favorable a la
preponderancia de la misericordia por encima de los actos rituales. (Os 6,6, citado en Mt
9,13; 12,7). Por eso su ofrecimiento no fue un sacrificio ritual sino la aceptación de la
solidaridad completa con los miserables, para de este modo lograr la comunión de todos
en el amor.
ALBERT VANHOYE
3. El "culto" cristiano
Hoy día algunos grupos de cristianos insisten tanto en la diferencia y en la ruptura que
rechazan cualquier celebración litúrgica, incluida la Eucaristía. Afirma n que el
verdadero culto cristiano se sitúa en la vida concreta y que no hay, pues, necesidad de
ninguna ceremonia. En vez de celebrar la Eucaristía, dicen, es mejor comer juntos y
poner en común las propias vidas: de este modo se efectúa una comunión real más fiel a
la enseñanza de Cristo.
Sin embargo esta postura es ilusoria. Han comprendido la diferencia, pero han perdido
los aspectos de continuidad y trascendencia. No han entendido que la Eucaristía no es
un rito en el sentido antiguo de la palabra. Es una celebración en la cual entran en
comunión existencias reales, la de Cristo y la de los cristianos. No tiene valor en sí
misma ya que todo su valor le viene de su relación con un ofrecimiento existencial
perfecto, es decir, el sacrificio de Cristo, y de la posibilidad dada a los cristianos de
transformar su existencia por medio de la unión con aquel ofrecimiento perfecto. Por
ello al rechazar el valor de la celebración litúrgica cristiana, Cristo queda reducido a un
modelo ético, puramente horizontal. No caen en la cuenta de que sin la relación
transcendente, el amor humano solidario no es capaz de extenderse a todos sin
distinción de raza o de clase. Solamente la cruz de Cristo ha realizado la unión perfecta
de las dos dimensiones del amor. En esto consiste la transcendencia del sacrificio de
Cristo.
Por lo tanto el culto cristiano no consiste en imitar a Cristo con las propias fuerzas sino
más bien en el acoger en nosotros al mismo Cristo en su total docilidad al Padre y en el
dejarnos tomar por el dinamismo de su sacrificio, el cual nos llevará a transformar
nuestra existencia real por medio de la caridad divina.
Como ejemplo de la dialéctica del cumplimiento cristiano del AT veamos el tema de "la
casa de Dios" tan importante en el AT.
Para la liturgia cristiana el lugar santo es, ante todo, el Cuerpo de Cristo. Por esta razón
la cuestión del lugar concreto de la celebración no tiene ya una importancia esencial
como la tenia en el caso de los sacrificios de los judíos. Lo importante es, por ello, la
situación espiritual de la comunidad porque quien dice Cuerpo de Cristo dice también
comunidad de creyentes.
CONCLUSIÓN
Para ello, la carta a los Hebreos traza tres dimensiones: la continuidad en los puntos
fundamentales, la ruptura con las expresiones deficientes y la trascendencia del nivel
alcanzado.
Esto significa que, a la luz del misterio de Cristo, se iluminan todos los textos e
instituciones del AT y al revelar su sentido profundo se pone de manifiesto su
inagotable plenitud.