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La bioética: definición y concepto.

Origen y contenidos
Luis Miguel Pastor García
1.1. El surgimiento de la bioética.1.
La génesis de esta ciencia ética y su definición es una cuestión compleja.
Vamos a describir solamente aquellos acontecimientos que según diferentes
autores son los causantes de la emergencia de esta disciplina para así
aproximarnos a una definición de ella. Varios son los hechos que han sucedido
durante estos últimos sesenta años y que han tenido una fuerte influencia en el
nacimiento de esta disciplina. Podemos agruparlos de la siguiente forma:
a) relacionados con el asentamiento y crecimiento del método científico en
las diversas ciencias,
b) en relación con el fuerte impacto aplicativo y tecnológico de los
conocimientos adquiridos durante estos decenios y
c) dependientes de la pérdida de los paradigmas tradicionales éticos
compartidos por la sociedad. Los tres hechos no hay que considerarlos aislados
entre sí, sino afectándose mutuamente entre ellos.
En el primer apartado tenemos varios hechos determinantes:
1) La ciencia moderna es una actividad analítica que en su conocimiento
realiza una tarea no de distinción sino de atomización o separación de la
realidad. Los hechos se reducen a diversas causas, se pierde la visión universal
y existe el peligro de reduccionismo. La consecuencia es que el mundo en
cierta manera pierde su halo de misterio y se entra en una época en que éste es
desacralizado. Esto lleva consigo que el hombre ante el mundo adquiera una
actitud dominadora, aspirando no sólo a conocer el mundo sino, siguiendo la
filosofía moderna a utilizarlo. La emancipación del hombre del medio y su
modificación no sólo es una tentación más o menos estéril sino algo que puede
satisfacerse.
2) La idea de progreso se adueña de la ciencia, adquiriendo ésta un papel
moralizante. Se tiende a sustituir a la tradición y se extiende la idea de que el
cultivo de la ciencia y de sus principios hará mejor al hombre y a la
humanidad. Este cientifismo se apoya en la afirmación implícita de que todo
conocimiento científico es bueno y además toda la realidad debe ser conocida
bajo el paradigma de la ciencia moderna.
3) El pensamiento anterior conduce a creer que toda aplicación de la ciencia -
deducción de ella- es tan buena como la ciencia misma. La tentación a nivel
social es la tecnocracia, la pretensión de resolver los problemas sociales con
soluciones meramente tecnológicas y eliminar las decisiones políticas. La
ciencia y sus aplicaciones aparecen ante la sociedad occidental de inicios de los
años cuarenta como algo neutro y benefactor de la humanidad.

1Seguiré en esta exposición, en parte, el esquema que siguio el Prof. José Miguel Serrano Ruíz-Calderón en
las clases díctadas sobre este tema durante el I Curso de Especialista Universitario en Bioética de la
Universidad de Murcia. Enero de 1996.
4) Junto a estos fenómenos es importante también el fuerte influjo que sobre
la antropología y las humanidades tiene en dichas fechas el evolucionismo
como paradigma biológico operante en la sociedad americana y europea. El
darwinismo social conecta muy bien con ideas utilitaristas sobre: evitar la
decadencia biológica, el racismo científico y la eugenesia, con una fuerte
devaluación del respeto a los más débiles, una de las manifestaciones más
importantes de la beneficencia. Como ejemplo de esta situación son las
numerosas leyes eugenésicas, salvo en países católicos o muy liberales,
existentes antes de la II guerra mundial o los planteamientos ampliamente
conocidos de pretendida "racionalidad científica" en la praxis eugenésica y
racista de los nazis.
El segundo apartado tiene como punto de arranque histórico - aunque se ha
ido repitiendo durante estos últimos años en varias ocasiones ante diversos
acontecimientos- el horror y temor que se produjo en la postguerra ante el
poder de destrucción y de mal que tiene la ciencia en manos de médicos,
científicos o políticos sin escrúpulos. La ciencia y sobre todo la médica, perdió
su inocencia y neutralidad, ante su capacidad manipuladora, que en muchas
ocasiones puede ser ejercida en contra de la voluntad de los propios pacientes a
los que teóricamente se pretendía beneficiar. La ciencia y la tecnología llevan en
su interior un germen de ambigüedad, pues puede ponerse al servicio de fines
opuestos. Junto a este fenómeno e íntimamente unido a él, la ciencia y la
tecnología con sus efectos en estos últimos años ha generado un impacto sobre
el medio ambiente creando todo un conflicto que puede ser enmarcado en la
denominada "cuestión ecológica" o "crisis ecológica", fomentando en la
sociedad una sospecha frente a la ciencia y sus aplicaciones. No sólo los
hombres individuales, sino el planeta y las generaciones futuras se ven
amenazadas por el cientifismo tecnológico, que domina y explota a los hombres
y los recursos naturales. Estos hechos han ido creando en las últimas décadas
una situación social distinta con relación a como la ciencia es conceptualizada 2.
Así, no todo progreso científico es considerado simultáneamente un avance
social o ético. Ante las experiencias desagradables se ha roto el mito del
progreso. La mentalidad cientifista pueden llevar a la abolición y constricción
del hombre. La ciencia y la medicina puede convertirse en un instrumento de
esclavitud para el mismo hombre que la crea. En un poder que se revuelve
contra el hombre. Surge la pregunta no sólo sobre el significado, sentido o fin
de la ciencia y sus aplicaciones - hacia donde se dirige- sino también la duda
sobre los medios que pueden ser empleados en la obtención del conocimiento y
en la consecución de los fines. De una forma más extremista la desconfianza
frente a la ciencia ha llegado a generar en nuestras sociedades reacciones de
2Estos cambios conviven en nuestra sociedad todavía con una actitud de reverencia hacia la ciencia. Puede
decirse que la situación cultural es ambivalente en cuanto permanecen simultáneamente actitudes de
recelo frente a la ciencia junto a otras propias del positivismo científico. En concreto se puede afirmar que
el valor de la vida humana en nuestra sociedad occidental esta hoy muy mediatizado por una ciencia y
una antropología heredera de la modernidad, aunque en la actualidad esté en crisis.
ecologismo radical o profundo donde la sacralización se ha desplazado desde
la ciencia a la naturaleza con una infravaloración también de la vida humana.
La consecuencia de este fenómeno es el interés creciente en nuestras sociedades
por controlar la ciencia y determinar sus límites no sólo desde una perspectiva
política sino ética y legal. Comenzando por una autorregulación de los propios
científicos, pasando por un control en las instituciones intermedias a través de
comités, hasta los tribunales de justicia que apliquen legislaciones que
restrinjan y limiten el poder de la ciencia. Puede decirse que en nuestro entorno
ha calado el ya famoso aforismo de que no todo lo que se puede hacer con la ciencia
se debe hacer y que la ciencia sin la ética es ciega.
Y es en este punto donde se conecta con el tercer elemento que constituye la
aparición de la bioética en nuestras sociedades occidentales. La situación de
demanda de control, de poner límite a una determinada actividad científica es
realizada en la sociedad en dos planos distintos pero complementarios. El
primero es una demanda que realiza la sociedad a la filosofía moral o ética para
que ella ilumine e ilustre cómo debe realizarse tal control. Es una petición de
orientación normativa que lleva a la aparición de la bioética. Hay una
necesidad de explicar y resolver problemas, dilemas o conflictos en el área de
las ciencias biomédicas que eran desconocidos hasta la fecha. La bioética
pretende ser esa respuesta de estudio de los problemas éticos que se plantean al
hilo del fuerte incremento de las aplicaciones de la ciencia y tecnología actual y
que pueden modificar profundamente la vida humana3. No es una moral
"nueva, ni sus valores son descubrimientos recientes llamados a sustituir a los
viejos principios... es sencillamente ética, sabiduría practica sobre el modo de
evitar que la vida humana se malogre" un intento en "cuyas manos ha
depositado la humanidad fundadas esperanzas"4, una exigencia de los nuevos
avances de la técnica y sus posibilidades aplicativas, un estudio sistemático de
la conducta humana en "el área de las ciencias de la vida y del cuidado de la
salud, en la medida en que esta conducta es examinada a la luz de los valores y
principios morales"5. El segundo es el estado cultural de los paradigmas éticos
en nuestra sociedad. No sólo la bioética surge como una necesidad ante una
ciencia poderosa y amenazante, sino como muchos indican, ésta tiene esas
características, porque ha nacido y se ha desarrollado al amparo de unos
paradigmas antropológicos y culturales que en vez de regular el impacto de la
ciencia han actuado en sinergia con ella, estimulándola en su crecimiento de
poder y dominio sobre el hombre6. Durante estos últimos tres siglos se han
3Lavados, M. y otros. Problemas contemporáneos en bioética. Ediciones Universidad de Chile. Santiago de
Chile. 1990.
4Barco, J.L. Presentación. En Bioetica. Anuario Filosófico.Vol XXVII/1:9-14.1994.
5Reich, W.T. (Edit.). Encyclopedia of Bioethics. 4 Vols. New York. 1978.
6El impacto de las ciencias biomédicas en la sociedad es modulado y mediatizado, por la cultura del
momento. Es ésta la que proyecta la ciencia, en este caso, la biomedicina en la sociedad, dotándola de un
significado y de un sentido, en resumidas cuentas, de un valor. Si es cierto que los conocimientos
científicos o las intervenciones biomédicas plantean interrogantes y dudas a una determinada cultura ó
producido tales cambios culturales que han llevado a una disgregación entre la
ética y la técnica disolviendo la fecunda alianza que existió en otros tiempos y
que permitía un crecimiento regulado, armónico, donde los nuevos
descubrimientos iban integrándose dentro de los paradigmas éticos de la
cultura occidental, rechazándose en muchas ocasiones aquellos incompatibles
con estos paradigmas. Pero la sociedad actual, en cambio, es caracterizada por
ser una civilización fragmentaria7 en la que el substrato moral tradicional
occidental parece estar en crisis y en estado de sospecha. Una sociedad con un
pensamiento débil donde la consideración de la vida humana y de la ciencia
preponderante, aunque ya fuertemente criticada, sigue siendo la surgida de la
modernidad. Esto imposibilita aún más el encontrar soluciones válidas, pues
ésta misma cultura moderna que ha ido suplantado a la tradición es causante
de la situación de divorcio entre la ciencia y la ética. De ahí lo difícil de
pretender, desde sus presupuestos, arreglar la situación actual. ¿Cuales son
estos presupuestos generales?. ¿Cuál es el concepto y la valoración que tiene
nuestra sociedad, sobre la vida humana?.
Para contestar a esta pregunta, es preciso, analizar cómo se entiende hoy en
día, "la ciencia, la persona, la ética y el mundo, pues el concepto de vida
humana que existe en nuestra sociedad - y cómo éste se relaciona con las
ciencias biomédicas- depende de esas realidades. La ciencia actual es hija de la
Modernidad, y se entiende dentro de lo que suele denominarse sociedad
tecnológica. La acción, el poder y el dominio sobre el mundo, son privilegiados
frente a la contemplación y el respeto. Se trata de transformar la naturaleza
para beneficiarse de ella, siendo un elemento primordial de esa transformación
la ciencia. En el campo biomédico, la biología y la medicina son instrumentos
no sólo para vencer la enfermedad, sino que llevados por esta inspiración, se
convierten en verdaderos medios de modificación y transformación de la
propia naturaleza humana. Ya no sólo se trata de ayudar a recobrar la salud
tratando a la naturaleza, sino que se interviene sustituyéndola o
manipulándola. En el campo antropológico la persona se concibe desde una
perspectiva cartesiana. El hombre "aparece identificado sin más con su

posibilitan ciertas intervenciones - en este caso que nos ocupa- en relación a la vida, es el mismo contexto
cultural el que procesa estos nuevos descubrimientos y da una respuesta a esas preguntas. Preguntas que
se hace la ciencia biomédica, y que ella misma es incapaz de responder, pues hacen referencia a su sentido
y valor, trascendiendo las respuestas el saber biomédico. El impacto pues, de las ciencias biomédicas,
viene mediatizado por los valores dominantes de una sociedad, actualmente, la cultura occidental. En el
caso que nos ocupa, se trataría, del valor que nuestra sociedad tiene del objeto central de las ciencias
biomédicas: "la vida humana". La actual valoración de la vida humana en nuestra sociedad, es creada en
parte por los propios científicos, pero estos en su mayoría son hijos de su tiempo, y expresan en sus
planteamientos éticos, el pensar de la misma sociedad a la que pertenecen. Sólo cuando el científico realiza
una reflexión filosófica creativa sobre su ciencia, se suma al carro de aquellos que realmente influyen de
una manera directa en la concepción ética de la cultura de una sociedad; estos son los pensadores. Estos,
son los que muchas veces, adelantándose a su tiempo, van aumentando el pensar general de una sociedad,
y los que a la larga influyen sobre la cultura. Esta, en el fondo, responde a los planteamientos de
determinados pensadores".
7Barco, J.L. Presentación. En Bioetica. Anuario Filosófico.Vol XXVII/1:9-14.1994.
dimensión pensante, relegando la corporalidad al "mundo exterior" como una
cosa más de este mundo. En rigor, dentro del esquema cartesiano (y de gran
parte de la filosofía moderna) ya no se habla del "hombre", sino del "yo", del
"ego": la "res cogitans" estrictamente opuesta a la "res extensa" cartesiana no es
el "hombre" porque el hombre tiene un cuerpo extenso; es sólo el yo. Y de éste
queda excluida la corporeidad, que aparece unida más bien a "lo otro del yo", a
lo que podríamos llamar "mundo". Además, cuando la realidad se estructura
desde la propia subjetividad, lo externoo a ella queda a merced del ego que la
fundamenta. El cuerpo en primer lugar, adquiere la categoría de la
mundanidad y se convierte en un útil entre otros útiles. Conforme a este
esquema, se produce una ruptura entre la razón y el cuerpo, que da lugar a dos
conceptos equívocos: la reducción espiritualista de la persona (solo es
conciencia) y la reducción fisicista del cuerpo (sólo biología). De esta manera -y
esto es importante para nuestro tema- el cuerpo no es algo que la persona es,
sino algo que ella tiene, es un mero instrumento al servicio de los valores
racionales. La vida humana tiene sólo una dimensión biológica, que no es
esencialmente personal. Esto hace que el cuerpo entre bajo los dominios de la
técnica y de la ciencia. La realidad corporal -vida y salud, enfermedad- son sólo
cuestiones técnicas. La dimensión corporal del hombre queda así cosificada, es
decir, reducida a puro material, sujeto a criterios de eficiencia y utilidad.
¿Quién instaura esos criterios? La libertad. En el campo ético, la Modernidad,
apoyándose en la concepción antropológica apuntada, concentra la fuerza del
hombre en su autonomía y libertad. El hombre se reduce a conciencia, y desde
ella actúa sobre el mundo, transformándolo según criterios de eficiencia,
utilidad y dominio, con fines que ella misma se propone. No hay referencia a
unos valores externos y objetivos que se le imponen. Es lícito todo lo que el
individuo realice en modo libre. Y como salvo su conciencia, todo lo demás le
es al hombre susceptible de transformación, queda consagrado desde un punto
de vista ético, el "cientifismo tecnológico", por el cual, lo que es posible en el
plano técnico, viene a ser lícito desde el punto de vista ético. Hemos visto
rápidamente qué piensa en el fondo nuestra cultura sobre la ciencia, la persona
y la ética. Pienso que ahora nos será más fácil entender cúal es el concepto y
valoración que tiene nuestra cultura sobre la vida humana. Lo resumiría en dos
sentencias:
a) La Modernidad concibe la vida humana como un terreno donde es posible
intervenir siempre y cuando la libertad del individuo o la sociedad lo
determine. No hay límites éticos absolutos, pues la vida humana está en el
campo del "tener", de la propiedad. La vida humana se cosifica, es terreno para
la técnica y la ciencia, según los deseos de la libertad. Podemos decir, que sobre
la vida humana confluyen el poder de la ciencia y una ética autónoma que
justifica el uso de la ciencia, no en beneficio de la vida humana sino en función
de las directrices y apreciaciones de una conciencia autónoma. La vida humana
no se identifica con la sustancia del ser personal es un apéndice de ella.
b) Se valora éticamente la vida humana en términos de utilidad biológica:
sólo es válida la vida humana que tiene una cierta calidad, según unos
parámetros. La vida "per se" no tiene un valor absoluto, es relativa a algo. Con
este presupuesto se pierde el respeto a la diversidad biológica, y se concibe la
vida humana, bajo el prisma eugenésico, con los peligros que esto conlleva" 8
.¿Como caracterizaríamos con más detalle y en relación al nacimiento de la
bioética la situación cultural actual? En el diagnóstico las posturas son
bastantes coincidentes y se podrían resumir en los siguientes síntomas:
a) Un fuerte escepticismo y relativismo, que lleva a considerar que todo vale
en cualquier comportamiento. El racionalismo es desbancado en el terreno
ético, y se considera que no es válido para todos los hombres. Las posiciones
subjetivistas, emotivistas o utilitaristas son preponderantes. La pluralidad ética
es la consecuencia más evidente de este hecho, siendo para muchos autores un
factor en la aparición de una nueva reflexión bioética ante los avances de la
biomedicina, no sólo en cuanto búsqueda de soluciones concretas y asumibles
por toda la sociedad frente a ese progreso científico, sino también como causa
del descontrol de la ciencia en los últimos años, debido a la imposibilidad de
poner límites desde éste posicionamiento al cientifismo tecnológico. Como es
lógico, este ambiente ético influye en las propuestas bioéticas que por lo tanto
son variadas. Por un lado se pretende que la bioética sea normativa y con una
cierta objetividad que sustente su universalización, por lo menos en unos
mínimos o un substrato común, que impida los abusos cometidos por la
biomedicina realizados casi siempre por parte del más fuerte. Se trataría de
llegar a unos principios internamente jerarquizados que puedan aplicarse a la
resolución o de problemas clínicos concretos, o a discernir la licitud o ilicitud
de determinadas prácticas sanitarias. Y por otro, hay una alergia a aceptar que
se pueda conocer la verdad moral -absolutos éticos- y se busca simplemente lo
conveniente en cada momento, a través del acuerdo, pactos o consensos. Esto
lleva a considerar que no hay un substrato común, ni puntos de referencia
estables y la bioética tiene que tener un carácter procedimental. Partiendo de
algunos principios o máximas aceptados en este caso, sólo como orientación, se
pretende buscar respuestas rápidas y fáciles sin discutir los principios para los
problemas clínicos concretos. Este fenómeno es considerado por algunos como
un hito importante en el surgimiento de la bioética en los Estados Unidos, que
nace unida, como luego veremos, a la corriente denominada "bioética de los
principios" que pretende el objetivo comentado anteriormente, como vía de
solución ante el pluralismo ideológico y religioso existente sobre todo en este
país. Estas dos posturas adheridas a modelos éticos concretos constituyen el
nacimiento de corrientes bioéticas diversas que luego analizaremos. La
consecuencia como se ve es doble:

8 Pastor, L.M. El valor ético de la vida humana. En el libro "vida humana y sociedad (En prensa).
1) el pluralismo con la ruptura de una tradición común y con la
incertidumbre que genera, es un elemento que posibilita la emergencia de la
ciencia bioética en la sociedad actual y
2) pero al mismo tiempo produce a su vez, en la bioética, el inicio de
corrientes divergentes.
b) Un fenómeno muy importante desde el punto de vista socio-cultural que
coadyuva al nacimiento de la bioética es indudablemente los cambios que han
ido ocurriendo en estas últimas décadas en la relación médico-paciente. El
modelo estatal de sanidad, la ética individualista de estas últimas décadas y la
aparición desde 1945 del concepto de consentimiento informado como contrapeso
de las barbaridades cometidas por los médicos en la investigación (Alemania
Nazi), o más adelante, en el encarnizamiento terapéutico de la medicina
tecnológica. Esto hace que el peso de las decisiones médicas pase del médico al
paciente, llegándose a la aparición de códigos y declaraciones de los derechos
de los enfermos que refuerzan la libertad y responsabilidad que tienen los
pacientes en las decisiones clínicas que afectan a su enfermedad. Esta situación
se relaciona por muchos autores con la crisis del paternalismo médico, una
degeneración de la beneficencia que estaría en la base de un movimiento de
rebeldía del paciente que quiere asumir su propio destino. El enfermo es un
"adulto autónomo", y que además desea sea que la ley controle las injusticias
que se produzcan en la realización del acto médico. Esta situación que conlleva
una mayor conflictividad judicial -judicialización de la medicina- supone
también la emergencia de un comportamiento de resistencia del personal
sanitario conceptualizandose en una praxis que suele denominarse "medicina
defensiva"9. La autonomía del paciente, como muchos definen esta situación, y
su difusión en la ciudadanía de que ésta debe primar frente a la beneficencia,
apoyado también por teóricos de la propia bioética, son un elemento que
coadyuva a ampliar la situación de pluralismo. No sólo es el fenómeno de
secularización o multicultural el que influye sobre cómo debe ser la regulación
ética de la biomedicina, sino también la autodeterminación personal que en
muchos casos responde a coordenadas culturales concretas, pero en otros es
totalmente individual, indeterminada y difícil de preveer, porque es
eminentemente subjetiva.
Vistos resumidamente los factores para el nacimiento de la bioética, paso a
continuación de una forma no sistemática a tratar sobre la definición de la
bioética. Al hilo de ello expondré lo que considero debe ser esta ciencia, y
resumiré las corrientes actuales, haciendo hincapié en los principios de la
bioética personalista.
1.2. Definición

9Una descripción de la evolución en la relación médico-paciente, los problemas actuales y posibles


soluciones, puede encontrarse en Barcia, D. Relación médico paciente. En Cuestiones de Bioética y
Antropología. Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Murcia. 1993. pp 93-108.
El término bioética fue utilizado por primera vez en 1971 por Van
Rennsselaer Potter en su libro Bioethics: bridge to the future. Para Potter es
evidente que existe una inquietud entre los hombres ante las posibles
consecuencias negativas del desarrollo científico y hay que discernir entre la
posibilidad técnica y la licitud ética, a través de la adquisición de una sabiduría
que lo permita. Para Potter ésta es la bioética, entendida por él como la parte de
la biología que se ocupa de emplear los recursos de las ciencias biológicas de
modo que se obtengan, con su uso correcto, una mejor calidad de vida10. Como
se ve, la disciplina nace con un corte utilitarista, y además, ligada, más que a los
problemas clínicos concretos profesionales, a las posibles consecuencias de la
biotecnología en la vida humana. Aunque teniendo en cuenta que las
aplicaciones biomédicas influyen en el nacimiento de dilemas éticos en la
praxis concreta profesional y modifica las relaciones entre sanitarios-paciente.
La evolución de la bioética hacia una ubicación dentro de la ética aplicada es
manifiesta a los pocos años de acuñarse el término, abandonando lo que en
términos etimológicos era biología ética hacia una ética de la vida. Así, ya en la
Encyclopedia of Bioethics de Reich (1978), considera la bioética como una ética de
las ciencias de la salud, que abarca los problemas de los profesionales de la
salud, los que emergen en la investigación científica, aunque no sean
directamente terapéuticos, o los que surgen en las políticas sanitarias, o en el
equilibrio del ecosistema, definiendo la bioética como una ciencia que identifica
los valores y principios que orientan la conducta humana en el campo de las
ciencias de la vida y de la recuperación de la salud. No sólo existe pues un
conocimiento científico que indaga sobre lo material de los hechos, sino que en
toda tarea científica hay unos valores humanos que están en juego y que no
pueden ser determinados por la metodología de la ciencia positiva11. Se
requiere pues de una ciencia externa e íntimamente relacionada con las ciencias
biomédicas que funde criterios últimos valorativos que sirvan de norma y
referencia para discernir los confines de la licitud de la intervención del hombre
sobre la vida, y que al mismo tiempo, desde estas normas, de respuesta lo más
acabadamente posible a los problemas concretos de todos aquellos que se
enfrentan a dilemas éticos en el campo de la salud y la enfermedad. De esta
forma, en la bioética pueden descubrirse tres niveles de cuestiones a tratar.
a) Lo que podemos denominar meta-bioética, que se plantea dar respuesta al
interrogante sobre los fundamentos del deber ser. En términos metodológicos,
en la crítica y búsqueda de una justificación a las teorías éticas, puesto que
desde ellas se deducen los principios generales de la acción y, de estos, se
concretan normas y juicios prácticos concretos. Es necesaria una justificación
ética de la bioética, puesto que debe quedarnos claro, que en el debate actual,

10Un análisis del desarrollo de la bioética desde su surgimiento se encuentra en Pardo, A. El punto de vista
de las hipótesis secularistas en bioética: una presentación crítica. En Manual de Bioética General. Edit Rialp.
1994. pp 162-174.
11 Tarasco, M. Tendencias y corrientes filosóficas en bioética. Medicina y Etica. 3: 335-348. 1993.
las propuestas éticas fundantes de la bioética son diversas, y conducen a
principios, normas y soluciones prácticas divergentes12. De esta manera, la
bioética hay que considerarla como una filosofía moral de la investigación y de
la práctica biomédica, refiriendose al obrar libre del hombre en estos campos.
Debe ser una ciencia valorativa, normativa, racional. No puede ser
simplemente una constatación de lo que sucede. Debe dar razones para actuar,
debe regir el comportamiento y enseñar a valorar si un acto es lícito o no. Pero
también tiene que aclarar su fundamentación y no limitarse a apelar a la teoría.
La filosofía en bioética "debe tratar de justificar la perspectiva moral que
delimite el bien y el mal en el ámbito de la ciencia y que prescribe
normativamente el deber del obrar en el campo biomédico" o por lo menos,
hacernos ver en un primer momento que "hay tantas bioéticas como meta-
bioéticas"13.
b) De la meta-bioética o metabioéticas se derivan una serie de principios
generales que deben guiar la acción y que son la segunda materia a tratar por la
bioética. Cuando se dice de alguien que es "una persona con principios", se está
haciendo referencia a que actúa según un modo de pensar previo, de forma
coherente, y no sólo empujado por las circunstancias del momento. Este tipo de
actuación es necesaria, diría yo, propia de los profesionales de las ciencias de la
salud. La improvisación o el eclecticismo son opuestos a la profesionalidad. Por
esto, además de los principios éticos generales y su justificación, debe tratar la
Bioética también de dilucidar otros más específicos en relación con la vida
humana. Se trata de encontrar unos criterios axiológicos que permitan afrontar
la toma de decisiones por parte del personal sanitario14. Además, es necesario

12Palazzani, L. Il dibatito sulla fondazione etica de la bioetica. Medicina e Morale 5: 847-870. 1992.
13Palazzani, L. La fundamentación personalista de la bioética. Cuadernos de Bioética. 2: 48-54. 1993.
14Es indudable que alcanzar una capacidad de acierto ético ante las diversas situaciones que se le puede
presentar a un profesional de las ciencias de la salud no sólo es un problema de ciencia moral o ética. El
juicio de conciencia en que se resuelve toda decisión humana ante una serie de bienes o valores que están
en juego no sólo está en función de la capacidad de manejar mejor o peor unas reglas o principios éticos,
sino requiere una rectitud personal por buscar el bien y una connaturalidad en la práctica y vivencia de
esos mismos valores que están en juego en la toma de decisiones. La bioética como toda ética es una
reflexión sistemática, especulativa y orientativa que estudiada por los profesionales supone un
enriquecimiento de la inteligencia practica para una buena toma de decisiones. Pero no hay que olvidar
que lo que ésta ciencia aporta no son conocimientos técnicos guiados por la razón de eficiencia o utilidad,
sino que estos conocimientos hacen referencia directa a la opción radical de todo ser humano en su
dimensión global de persona. No se trata sólo de acciones en las que un profesional se juega ser mejor o
peor enfermera o médico, sino, indisolublemente y prioritariamente, ser mejor o peor persona. Por lo
tanto, si ya el mero ejercicio técnico de los principios y aplicaciones de una ciencia sin un mínimo de
responsabilidad es un desastre e implica cultivar los valores de honestidad profesional frente al manejo de
la lex artis, las tomas de decisiones que afectan a valores humanos diversos exigen una coherencia y una
unidad personal que hacen muy difícil deslindar el ámbito personal y el profesional. De esta manera,
mientras el sujeto no cree en él una segunda naturaleza estable, la labor de humanización de la medicina
será sólo algo abstracto. Es necesario, pues, conjugar en la enseñanza de la bioética el aspecto
procedimental de las decisiones éticas, junto a una exhortación ética para que los profesionales de la
sanidad alcancen las virtudes necesarias para un obrar correcto, es decir, capacidad para actuar ante casos
concretos, so pena de quedarnos en una bioética casuística, llena de recetas y catálogos que encorsetan y
pueden servir de escudos para enfrentarse ante los problemas reales. Esto ha generado una corriente de
para conseguir una buena alianza terapéutica que los enfermos conozcan y
participen de dichos principios, pues supone a la larga una disminución de la
conflictividad en la relación paciente-personal sanitario. Estos principios son
guías de la acción, es decir, orientaciones generales respecto del obrar moral; no
especifican la forma de actuar en cada momento, sino que marcan una
dirección.
c) Para llevarlos a la práctica se deducen normas de comportamiento, puesto
que la ética es una ciencia normativa, no sólo descriptiva, siendo este otro
contenido de la bioética. Estas normas incluyen derechos y deberes que afectan
al profesional sanitario y al paciente, como: confidencialidad, veracidad,
consentimiento informado, etc. Aplicando las normas a casos concretos se hace
el juicio, guiado por la prudencia.
Pero como ya hemos indicado y volviendo al plano de los principios, la
formulación y jerarquización de éstos es subsidiaria de las diversas corrientes
bioéticas que confluyen en la sociedad actual, y son también dependientes de las
diversas escuelas existentes en el terreno de la ética (meta-bioética).

bioética contraria a los principios y que se fundamenta casi exclusivamente en la virtud. Cuestión que
trataremos más adelante.
Tema 2 y 3: Metabioéticas y corrientes de bioética. La persona humana y el
valor de la vida humana.
2.1. Corrientes de bioética
Realizando una síntesis podríamos enumerarlas según la meta-bioética en la
que se apoyan en:
2.1.1. Bioéticas de signo sociobiológico.
Se puede formular de varias formas pero que son confluentes. Así, esta
corriente propugna una ética basada en el evolucionismo. Los valores de una
sociedad se entroncan con los de un determinado grupo social, en un
determinado momento de la historia, con la característica de que ese grupo
social constituye la respuesta de los individuos que mejor ha seleccionado el
ambiente. El ethos de una sociedad es un producto de la selección natural y de
los genes mejor adaptados. Este tipo de planteamiento lleva a considerar como
correcto éticamente lo que favorezca biológicamente la evolución de la especie,
con lo que nos encontramos ante un especiecismo, donde el individuo es
sacrificado en aras del conjunto biológico15. Su inspiración procede del libro de
Wilson, E16 que defiende ésta postura. En ésta concepción, en el cosmos hay
varias formas de vida que están en evolución y dentro de ellas se encuentra la
propia sociedad humana. Los valores, no sólo hay que leerlos en clave
historicista relativa, sino también en una clave profunda biológica. Este
dinamismo biológico se rige por la lógica de lo que se puede denominar "el gen
egoísta" que se expresa continuamente demandando en la esfera cultural, la
búsqueda del equilibrio evolutivo del ecosistema y de su progreso 17. Las
aplicaciones en el orden de los principios, normas o juicios prácticos no están
muy desarrolladas en esta corriente, pero en principio, la prioridad de la
especie sobre el individuo y la coincidencia de la evolución con los valores
dominantes en una sociedad, llevan a identificar, los comportamientos vigentes
con el proceso evolutivo del cuál extraerían justificación dichos valores
dominantes. Es evidente, a mi entender, que este modelo mezcla tesis
descriptivistas de la ética: el deber ser es producto de la historia
(diacrónicamente: a través del tiempo)- en este caso la evolución de las
especies- y se identifica con la costumbre social (sincronicamente: en un
momento dado) de un determinado grupo, en este caso, el más evolucionado.
Esto lleva en la práctica a una variante ingenua de la falacia naturalista, la de
identificar la constatación factual, los juicios de facto con los éticos, que
conlleva siempre, dada la dinámica evolutiva, a un relativismo radical, donde
la bioética se disuelve en las costumbres sociales y en la imposición de ellas por

15Tarasco, M. Tendencias y corrientes filosóficas en bioética. Medicina y Etica. 3: 335-348. 1993. Palazzani, L. La
fundamentación personalista de la bioética. Cuadernos de Bioética. 2: 48-54. 1993.
16Wilson, E. O. Sociobiology. The new syntesis. Cambridge. 1975.
17Sgreccia, E y otros. La bioetica: fonti, orientamenti, centri di ricerca. En Ingegnieria genetica e biotecnologie nel
futuro dellúomo. Vita e Pensiero. Milan.1992.
los más fuertes18, como ocurrió en su momento, con las políticas basadas en la
eugenesia y en la búsqueda por perfeccionar la humanidad a través de la
selección genética.
2.1.2 Corriente bioética de modelo liberal-radical, no-cognotivista.
En este caso se afirma que la verdad ética no coincide con la costumbre, ni
con las situaciones de hecho de las cuales no se puede pasar a juicios de valor,
pero tampoco se afirma que la verdad ética pueda ser conocida. La
fundamentación, no se encuentra pues en el conocimiento sino en la voluntad
del sujeto que en muchas ocasiones tiende a confundirse en esta orientación
con los deseos. Los valores no son deducibles de la realidad sino originados por
el sujeto. La referencia última ética es la libertad, y el hombre se convierte en
mesurante de la realidad. Los valores y normas no emergen de la situación
fáctica, son puestos en existencia por el sujeto que asigna los valores, principios
y normas del actuar19. Es lícito, dentro de este modelo, todo aquello que
libremente sea querido o, dicho de otra manera, libremente aceptado y que no
lesione la libertad de otros. Esta postura está desequilibrada hacia un
subjetivismo radical que lleva consigo que la opción ética no tenga otra
justificación que las propias motivaciones personales. La realidad es medida
por la propia conciencia que no responde ante nadie. Es una libertad sin una
finalidad o contenido, que hace y deshace a su antojo y donde, junto a ella, no
existe una naturaleza humana sino más bien un material sobre el cual trabaja la
libertad, dotando de esencia al existir concreto de cada hombre. Según esto, lo
importante son las decisiones -la voluntad- pues "el juicio moral es un juicio, en
último término, subjetivo: se puede argumentar sobre la coherencia lógica, pero
el fundamento de la elección moral es irracional. De aquí la afirmación de la
absoluta prioridad de la autonomía, entendida como libre arbitrio individual: el
individualismo se mitiga en la propuesta, sobre el plano social de la tolerancia,
entendida en el sentido débil del respeto a la decisión (arbitraria) del otro" 20.
Como es evidente, nos encontramos en el plano ético con otro tipo de
relativismo, en este caso individualista, con una creación propia de valores. De
esta teoría bioética se pueden derivar varios principios para la praxis
biomédica. Por ejemplo:
a) Los investigadores tienen que disponer de una libertad de investigación
que no puede ser limitada externamente. Ellos son los que por si solos deben
limitar sus actuaciones.
b) La autonomía es jerárquicamente superior a la vida humana y aquellas
intervenciones que considere libremente el sujeto como adecuadas a su persona
no deben ser impedidas.
c) Surge un problema:¿cómo conciliar esta exaltación de la libertad en el
plano social? Con respecto a lo referido en b), las propuestas defendidas son
18Palazzani, L. y otros. Il dibatito sulla fondazione etica de la bioetica. Medicina e Morale 5: 847-870. 1992
19Palazzani, L. y otros. Il dibatito sulla fondazione etica de la bioetica. Medicina e Morale 5: 847-870. 1992
20Palazzani, L. La fundamentación personalista de la bioética. Cuadernos de Bioética. 2: 48-54.1993
varias y giran entorno a la licitud de toda práctica en la que haya un deseo
libremente expresado, aunque no medien circunstancias terapéuticas: licitud de
todo tipo de aborto por deseo de la mujer, selección del sexo querido para el
nascituro, cambio de sexo personal o libertad para decidir el momento de la
muerte, serían ejemplos de acciones justificadas desde esta postura. Pero es
evidente que esta corriente tiene graves escollos en su universalización; la
tolerancia no es suficiente en los conflictos y además podemos encontrarnos
con el sujeto que decide ser intolerante. Una ética sin verdad anula la
posibilidad de llegar a principios abstractos comunes y participables por una
comunidad, no puede darse una comunicación intersubjetiva, sino al contrario
se produce una exasperación del yo que entra en conflicto con otros yo 21, algo
que haría de la praxis biomédica un autentico calvario, pues ésta se tiene que
basar en una alianza terapéutica en la que participan siempre más de una
libertad.
En la linea de superar esta posición radical, pero asumiendo en gran medida
el valor prioritario de la libertad sobre la vida se enmarcan tres modelos de
bioética muy relacionados entre si que pretenden recuperar la razón al juicio
ético y buscar fórmulas de universalización, pero moviéndose dentro de la
esfera del subjetivismo.
2.1.3 Neoutilitarismo y contractualismo.
El primero trata en principio y siguiendo la tradición de los empiristas de
superar el individualismo a través de una ética pragmática y mensurable. La
verdad ética no puede ser tampoco alcanzada por la razón, pero sí es posible
realizar un cálculo de valor cuyo criterio ético es la utilidad social, o sea, la
maximización del placer y la minimalización de lo desagradable para el mayor
número de individuos. El valor por antonomasia es la calidad de vida que se
contrapone en muchas ocasiones hasta contra la propia vida. Se trata del
cálculo de la relación coste/beneficios, traspuesto al nivel social y colectivo.
Este cálculo puede realizarse siguiendo dos versiones, una que busca la
universalización del hedonismo, intentando calcular la felicidad que produce
un determinado acto en el mayor numero de sujetos y otra denominada
utilitarismo de la norma, en la que los actos son medidos en relación a las
consecuencias que se producen y en relación a unas normas o principios del
actuar. No se trata simplemente en cada acto de buscar la maximización del
placer, sino de obedecer una norma que generalmente aunque en ese caso no
ocurra, si se aplica, conlleva la maximización del placer para el mayor numero
de individuos. El punto de partida, pues, es el útil social no el individual,
siempre, claro está, desde una perspectiva teleologica que basa la licitud en las
buenas consecuencias22. Es evidente que el cálculo de lo útil social es muy
difícil. De hecho, ésta es la gran dificultad de todo sistema teleológico o
consecuencionalista de la ética. "¿Cómo es posible preveer todas las
21Palazzani, L. y otros. Il dibatito sulla fondazione etica de la bioetica. Medicina e Morale 5: 847-870.1992
22Palazzani, L. y otros. Il dibatito sulla fondazione etica de la bioetica. Medicina e Morale 5: 847-870. 1992
posibilidades que son consecuencias de un acto y, sobre todo, calcular cuál es el
interés colectivo en juego garantizando para todos una misma utilidad?" 23. En
última instancia se hace difícil conciliar el placer colectivo con el individual.
Además, dentro de este sistema neoutilitarista existe una antropología
reduccionista subyacente. Sólo los seres sintientes son personas y por lo tanto
participantes del cálculo. Los que no pueden padecer dolor o placer, los que
tienen un grado de sufrimiento previsiblemente superior al de placer, o los que
producen sufrimientos a su alrededor, son seres susceptibles de ser eliminados
o no relevantes: no son personas. El cálculo, también según una de las
versiones más actuales, puede hacerse coincidir con el contrato, acuerdo o
condivisión intersubjetiva al que llegan los agentes morales de una colectividad
a través de un sistema procedimental de consenso, normalmente el
democrático, con lo que nos encontramos con el contractualismo, aunque
también esta tendencia se puede dar dentro de un modelo pragmático-radical
que busca una salida al individualismo a través de la intersubjetividad como ya
esbozamos anteriormente. Se trata de superar el subjetivismo individualista
por otro colectivista, una ética pública compartida y que pretende tener un
carácter teleológico o consecuencionalista como hemos dicho. Según esta
perspectiva se trataría de llegar a una situación de asepsia ética en el campo de
la biomedicina, dada la existencia de diversas comunidades morales, cada una
con su visión. Sólo caben, para estos autores, cuatro posibilidades para llegar a
la unión entre todos: el uso de la fuerza, la conversión de todos en un sólo
planteamiento, los argumentos solidos o los procedimientos concordados 24.
Esta tendencia suele criticar a todas las corrientes pues, según ella, todas las
opciones éticas presuponen siempre un sentido moral particular y lo más útil es
la solución a través del acuerdo, pues ésta no lleva a imponer ninguna visión
sobre la otras. Pero esto no es cierto, pues, esta posición apela también a un
sentido moral particular y además absoluto, como es la búsqueda a toda costa
de una comunidad o convivencia pacífica, donde la tolerancia es el factor para
alacanzarla y donde, la justicia no es objetiva, y donde como ya hemos indicado
antes, si alguien se opone a convivir en la tolerancia pactada, o no quiere
negociar, porque considera que lo acordado es "intolerable", debe ser utilizada
contra él la fuerza para anular a los disidentes25. En resumen este
posicionamiento26:
a) no admite la posibilidad de encontrar argumentos racionales validos,
producto de una desconfianza en la razón, aunque al mismo tiempo -porque el
escepticismo absoluto es absurdo- admite un mínimo normativo que es el
consenso.

23Palazzani, L. y otros. Il dibatito sulla fondazione etica de la bioetica. Medicina e Morale 5: 847-870. 1992
24En Miranda, G. Fundamentos éticos de la bioética personalista. Cuadernos de Bioética 1:49-62. 1994.
25Miranda, G. Fundamentos éticos de la bioética personalista. Cuadernos de Bioética 1: 49-62. 1994
26Palazzani, L. y otros. Il dibatito sulla fondazione etica de la bioetica. Medicina e Morale 5: 847-870. 1992
b) Este criterio normativo lleva implícito una antropología en muchos de los
defensores de este sistema que es la primacía de la autonomía personal.
c) Como hemos dicho, la razón última del deber ser es el acuerdo
convencional realizado por los individuos de la "comunidad moral". Esto, en
última instancia, es un convencionalismo axiológico que si bien no absolutiza el
subjetivismo individualista, si que lo hace con el colectivista. Son por lo tanto
los juicios éticos actos de voluntad de acuerdos o contratos.
d) Se pretende también que el acuerdo en la comunidad abarque unos
principios mínimos que garanticen la convivencia social.
Los puntos flacos de esta meta-bioética y la bioética que genera están
relacionados por un lado, con los abusos fácticos que se producen, injusticias
objetivas, en aquellos que quedan fuera del contrato. Esto sucede por el hecho
sencillo de que este sistema no reconoce una objetiva condición de dignidad o
inviolabilidad del ser humano, con unos derechos que son independientes de
acuerdos o consensos. Así, los sujetos que no tienen capacidad para el acuerdo
contractual son discriminados y no respetados. Si se tiene en cuenta que para
poder tener capacidad de estipular un acuerdo se requiere capacidad de
autodeterminación y de ejercicio racional, algunos seres humanos como los
embriones, los discapacitados, las personas en coma etc, en cuanto que no
tienen esa capacidad quedan excluidos, porque sólo son respetados los sujetos
autónomos27. Por otro lado, el contrato implica sobre el plano de la
fundamentación la negación de cualquier objetividad y por lo tanto se puede
acordar cualquier contenido ético, simplemente porque esta pactado, con la
posibilidad real de una dictadura moral de unos sobre otros.
2.1.4. Bioética de los principios28.
Muy relacionado con el planteamiento neoutilitarista de la norma se
encuentra el denominado principialismo, nacido en Estados Unidos como
modelo conciliador entre las diversas corrientes bioéticas y que aspira a ser el
instrumento básico de decisiones éticas en la clínica. En esta bioética se intenta
conjugar en el plano de la meta-bioética, por un lado, el neoutilitarismo de la
norma descrito anteriormente y el denominado deontologicismo o teoría
deontológica, que corregiría al anterior sus deficiencias. Esta última corriente
se inspira en Kant, y tiene por supuesto básico que la obligación ética se
impone a la conciencia como un puro deber: "el deber por el deber". Se trata de
preceptos éticos relativos a la acción ética en sí misma sin relación a las
consecuencias. En el intento de esta corriente se pretende reducir el
subjetivismo de las anteriores haciendo intervenir en las valoraciones éticas
algunos principios de la acción que tengan un valor en sí mismo, pero con
algunas matizaciones. En concreto la deontología en la que se basan es la

27Palazzani, L. y otros. Il dibatito sulla fondazione etica de la bioetica. Medicina e Morale 5: 847-870. 1992
28Beauchamp, T. L. and Childress, J. F. Principles of biomedical ethics. New York . 1989.
denominada deontología pluralista29. Esta admite unos pocos deberes
denominados "prima facie" que deben ser aplicados después de sopesarlos o
calcularlos en función de las circunstancias concretas, a fin de elegir el deber o
principio de ellos que emerge con fuerza u obligatoriedad en esa situación. Son,
por lo tanto, unos deberes no absolutos, que admiten excepciones y que
preceden a los otros principios cuando se sopesan con ellos en unas
circunstancias concretas. El juicio sobre la licitud o no de un acto individual se
establece valorando las consecuencias de la simple acción en relación a unos
principios o sistema de reglas que se identifica con la mayor utilidad para
todos. En cierta manera, para algunos autores, estos principios podrían ser
asumidos por todos en cuanto son de utilidad general. Los deberes prima facie
deben ser tenidos en cuenta en el cálculo de la felicidad global. Se podría decir
que el útil colectivo se fundaría en un vínculo deontológico y el cálculo de
felicidad se obligaría a los deberes prima facie. ¿Cuales son estos deberes o
principios de deontología pluralista que tienen que ser referencia en el
utilitarismo de la norma?. Según la clasificación de Beauchamp and Childress
son:
a) Principio de no maleficencia. Este se refiere a la inocuidad de la medicina, y
procede de la ética médica hipocrática ("primum non nocere"). En la praxis hay
que evitar hacer daño. En términos éticos, en la relación sanitario-paciente no
producir lesiones en la integridad del paciente que no sean las estrictamente
terapéuticas.
b) Principio de beneficencia. Se debe pretender que la actuación del profesional
sanitario sea beneficiosa para su paciente. Hay que obrar buscando el bien del
enfermo en términos terapéuticos. Este principio habría regido la medicina
durante muchos siglos (con raigambre hipocrática) y tiene su expresión ética y
complementaria con el anterior en la expresión de "hacer el bien y evitar el
mal". La utilización a ultranza de este principio -su abuso- por el personal
sanitario, como ya indicamos, es para ciertos autores la causa de un
paternalismo médico que se volvió contra los enfermos con el crecimiento
tecnológico de las ciencias biomédicas y la experimentación incontrolada de los
científicos.
c) El Principio de justicia. Exige tratar a todas las personas con la misma
consideración sin hacer discriminaciones por algún o ningún motivo, no sólo
de raza o ideología sino tampoco por razones de edad, inteligencia, nivel
sociocultural, comportamiento, etc. Además hay que tener en cuenta que la
vida y la salud no son solamente bienes personales, sino también sociales; cada
persona debe ocuparse de la salud de los demás junto con la suya. Este
principio hace referencia asímismo al bien desde el punto de vista de la
sociedad, considerando la limitación de los recursos y los posibles daños a

29Para el desarrollo de este apartado y el de la bioética de la virtud se ha seguido el artículo de Palazzani,


L. Bioetica dei principi e bioetica delle vitú: il dibattito attuale neggli Stati Uniti. Medicina e Morale 2: 59-85.
1992.
terceras personas (los de beneficencia y autonomía se refieren al bien desde la
perspectiva del profesional o del paciente).
d) El Principio de autonomía. Este principio, de carácter liberal-radical, pone
énfasis en que en la relación enfermo-sanitario la prioridad en la toma de
decisiones sobre la enfermedad es la del paciente, que decide lo que es
conveniente para él, durante dicho proceso. Esta toma de decisiones es un
derecho que para ser ejercido requiere una información adecuada. El
consentimiento a cualquier intervención en un sujeto capaz tiene que darla el
paciente, para lo cual el médico debe recabar dicho consentimiento habiendo
informado adecuadamente. Dicha práctica es el consentimiento informado.
Para algunos autores, estos principios y dentro de una estructura descriptiva
no ontológica, se podría hablar de unos principios que estarían a nivel universal
como los de no-maleficencia y justicia, pues son presupuestos básicos de la
relación entre profesional sanitario y paciente, es decir, previos a ella, y por
tanto no dependen de su voluntad. Y los otros dos se encontrarían a nivel
particular (beneficencia y autonomía) pues son los elementos que constituyen la
relación entre el profesional y el paciente.
A mi modo de ver, la ética se funda siempre en un impulso hacia el bien y no
en una actitud de negatividad o de no hacer determinados actos. La
beneficencia entendida como un hacer el bien de forma integral al sujeto y
respetando su libertad (consentimiento implícito y explícito) como luego
veremos y como algunos reivindican hoy, no puede dejar de ser el primer
elemento del encuentro entre un ser debilitado por la enfermedad que es
acogido por el personal sanitario de forma incondicionada y de respeto
absoluto a su realidad de ser humano. No hay que olvidar que primero es hacer
el bien y luego evitar el mal y que tanto uno como otro se miden por el bien
que se deja de hacer o del que se priva voluntariamente o el bien que se
conserva al no hacer el mal.
Esta corriente ha tenido una notable difusión, hablándose de ella como
paradigmática frente a otras corrientes críticas surgidas dentro de los Estados
Unidos, que resaltan toda una serie de anomalías que hacen difícilmente
asumible lo que en un principio se presentó como la ética clínica asumible por
todos.
El primer punto débil que ponen muchos autores en esta corriente es la falta
de una teoría antropológica y ontológica o concepción de la realidad que
justifique los principios. Los mismos autores, Beauchamp y Childress, indican
que los principios bioéticos deben ser justificados por una determinada
comprensión del mundo y del hombre, pero se quedan en esa observación sin
sacar consecuencias. De esta forma, sus enunciados "se encuentran como
suspendidos en el aire, sin un apoyo riguroso sobre la realidad y, sobre todo,
no poseen un criterio claro y objetivo para establecer algún tipo de jerarquía
entre esos cuatro principios y resolver los frecuentes y difíciles conflictos que
suelen producirse entre ellos"30. Los principios se tornan estériles, confusos y
vagos, pues dentro de este esquema es muy difícil determinar qué es
beneficencia o autonomía o no maleficencia, cuando la corriente bioética
rechaza preguntarse y contestarse a sí misma sobre la que es la realidad sobre
la cual interviene: la vida humana. ¿Cómo puedo jerarquizar unos principios, si
no sé que tipo de valor tiene la realidad sobre la que actuo, o evito contestarme
tal pregunta?.
Un segundo punto debil e importante es la incompatibilidad de base entre
posiciones utilitaristas de carácter consecuencionalista y las de tipo
deontologista. La unificación hecha por esta corriente es una yuxtaposición que
es balanceada en un sentido u otro según un autor sea más utilitarista o
prevalentemente deontologista. Este hecho pone de manifiesto lo que hemos
indicado antes, la falta de una teoría que unifique y sistematice y conecte los
principios de forma integrada y armónica, de tal forma que no origine
soluciones diversas y además contradictorias entre sí según quien utilice este
sistema. Los principios se convierten en una colección de máximas que generan
conflictos, sirve bien para localizarlos pero no para solucionarlos. Por último, la
bioética de los principios es encorsetante de la rica experiencia ética, intentando
reducirla a un esquematismo donde se elimina la espontaneidad de la
experiencia moral.
2.1.5 Bioética de la virtud.
En el último decenio, en Estados Unidos, ha surgido una reacción contra el
paradigma de la bioética de los principios caracterizado por el intento de
recuperar la virtud aristotélica31. La bioética derivada de esta meta-bioética
pone énfasis en la experiencia del agente moral, sus motivaciones y sus
disposiciones para obrar. En esta corriente la pregunta fundamental es: ¿qué
tipo de persona debo ser? ¿como me debo comportar para hacer el bien y ser
mejor? Se trata de hacer hincapié en que la finalidad de la ética no es conocer el
bien sino sobre todo la de ser bueno y hacer el bien. Dentro de este hacer el bien
es necesario una serie de disposiciones o actitudes que inclinan en la toma de
decisiones proporcionando una connaturalidad con el bien que se refuerza en
cada nueva decisión. Esta corriente no es una novedad dentro de la ética
profesional y en particular en las de tipo sanitario donde para la actividad de
curar o cuidar son necesarias estas cualidades permanentes que facilitan y
disponen a querer actuar bien y a hacerlo con eficacia. Además, como ya
indicamos, la relación sanitario-enfermo es de tal entidad que más que confiar
en sus derechos, el enfermo debe confiar en la persona del sanitario y sus
cualidades técnicas y humanas. El bien del paciente es el objetivo del acto
sanitario y esto requiere: empatía, honestidad, ciencia, compasión, etc.

30Miranda, G. Fundamentos éticos de la bioética personalista. Cuadernos de Bioética 1:49-62.1994


31El autor mas caracteristico de esta tendencia es Pellegrino, E.D del Kennedy Institute de la Georgetown
University..
Sin embargo, a mi modo de ver, ésta bioética basada en la virtud tiene
también déficits importantes. En lo positivo estaría el hacer más hincapié en la
calidad moral del sujeto que actúa y sus intenciones que en las consecuencias o
el deber. Esto hace que ésta ética considere la elección como secundaria a la
calidad moral del sujeto, a la inversa que en la de los principios donde lo que
cuenta son los dilemas y las posibles alternativas a tomar. También es positivo
el que la ética de la virtud está en disposición de dar una respuesta más vital y
rica ante la pluralidad de situaciones concretas (circunstancias) en las que
puede encontrarse el sujeto moral. En contraposición a los principios, más que
un continuo ejercicio de razonamiento lo que se requiere es un empeño
constante en la praxis de la virtud, en la adquisición de un buen carácter, en el
que queda implicado toda la persona. Pero como hemos dicho, esta postura
tiene sus límites, y en concreto, requiere una ampliación que la sustraiga de
caer en un voluntarismo cerrado en sí mismo. En concreto, no existe un claro
refirimiento a una teoría del bien y al deber y por lo tanto a la naturaleza
humana que lo sustenta. Para ser virtuoso y hacer el bien es necesario conocer
el bien al que hay que tender, que conlleva a la larga, por repetición de actos, la
instauración de la disposición o habilidad hacia ese bien. La categoría de virtud
es necesaria para la bioética pero requiere ser completada con una
fundamentación anterior, de la cual se desprenden cuáles deben ser la virtudes
a ejercitar y la jerarquía entre ellas. Además, como ya se entrevé, ante los
dilemas y conflictos éticos no existe por parte de esta bioética una oferta de una
guía clara y concreta para resolver los problemas, creando desconcierto y
disparidad de criterios que pueden generar agravios comparativos e injusticias,
pues no existe una clara jerarquización de bienes a elegir según unos
principios. Amplificada esta teoría puede llevar a una postura individualista,
dentro de los profesionales sanitarios.
2.2. Bioética personalista
De lo indicado, es necesario, por un lado, buscar un modelo de integración
de ambos momentos, el especulativo y el práctico y, además, buscar una
corriente que fundamente antropológicamente un mínimo de valores que por
su objetividad se transformen en universalizables para todos. En esta línea se
encuentra la última de las corrientes que voy a comentar: la propuesta de la
bioética personalista32.

32Para evitar equívocos, esta corriente se identifica con una metafísica en la que el concepto de persona
tiene un significado concreto. "Ser persona, para algunos personalismos, en general, no es poseer unas
características esenciales propias, que permitan actuar al hombre de un modo personal: significa obrar de
tal manera que el individuo mediante sus actos devenga en persona, que es así algo que hay que
conquistar por sí mismo, y por lo tanto, una autocreación. La persona no es un principio o constitutivo
esencial, raíz de todas las propiedades personales. No es origen de un proceso, sino el fin de una actividad
autocreadora totalmente libre. En definitiva, el hombre por naturaleza no es persona, pero mediante su
libertad puede hacerse persona, consiguiendo así una máxima dignidad". Por el contrario, para el
personalismo ontológico o realista el "termino "persona" no significa un concepto universal de naturaleza.
No es un predicado que atribuya "naturaleza racional". Aunque todos los conceptos universales
significados por los nombres comunes expresen naturalezas, "persona" en cambio apunta directamente lo
Del análisis anterior se podría concluir, en términos generales, que la
tentativa de fundamentar la moral en un horizonte filosófico inmanente
comporta, sobre el plano aplicativo en bioética salidas fuertemente
discriminantes y reduccionistas. El valor de la vida es reconocido sólo a
condición de que se favorezca la evolución de la especie (para el
sociobiologismo), o bien se manifiesta empíricamente por lo menos en la
capacidad de sentir placer y dolor (para el utilitarismo), o la capacidad
racional-volitiva de tomar una decisión (para el sistema liberal-radical), o de
estipular un contrato para acceder a la comunidad moral (contractualismo). La
vida humana no es respetada de forma integral, siendo subordinada por
algunos a la supervivencia de la especie o a la presencia factica de diversas
funciones operativas33. De esta forma, no todos los seres humanos son
personas, y se produce por alguna instancia una discriminación por la cual se
crean subespecies de seres humanos que al no ser considerados persona no
participan de su inviolabilidad. Además existe un problema de integración
entre los paradigmas de la virtud y los principios, una tensión no resuelta.
Para afrontar ambas cuestiones la bioética personalista se apoya en una
antropología y una teoría del acto moral que hacen derivar de ella unos
principios generales de bioética asumiendo en ellos el papel de la virtud, en la
formación y consolidación de la conciencia ética. Haciendo un pequeño
resumen se podrían indicar los siguientes presupuestos:
a) La virtud no debe excluir a los principios; es posible instaurar un
equilibrio interno entre ésta y el deber. Se requieren unos principios, para un
momento especulativo, en el que se elabora el juicio intelectual ético y una
aplicación práctica, al aquí ahora, a través de una virtud. Todo ello mediado
por la cualidad de la prudencia que participa de ambos instantes. El juicio
práctico especulativo tiene una función directiva del comportamiento en
general y del acto en particular, pero éste es especificado en el juicio último de
conciencia, en las circunstancias concretas, mediante las virtudes. La virtud

subsistente, que tiene naturaleza racional, y este subsistir en naturaleza racional es de la máxima
dignidad...Es totalmente imposible, por tanto separar la persona del individuo. No es concebible que el
hombre no sea persona, o deje de serlo, y sea solamente individuo. Y, a la inversa, sino fuese, o continuase
siendo, individuo, de ninguna manera podría ser persona". Forment, E. Lecciones de Metafísica. Rialp.
Madrid. 1992. Los principios éticos no surgen de la nada, sino que se encuadran en un marco de referencia,
un sistema de valores que permite ordenarlos según su importancia. Algunos autores que hablan de los
principios, no definen ningún fundamento que los sustente. En cambio, nos parece especialmente
interesante apoyar los principios en el personalismo ontológico: implica, que por el mero hecho de ser, todo
hombre es persona (sujeto moral y jurídico de derechos). Esto se refleja en el modo de considerar los
principios y aplicarlos en pacientes concretos. Otros personalismos (con diferentes apellidos) han
derivado a la identificación de ser persona con un ser que es autónomo, o con ser "buena persona". Pero la
persona no deja de serlo aunque no tenga autonomía plena (por no haberla alcanzado o haberla perdido) o
haga una elección moral equivocada. Un ser humano (incluyendo fetos, pacientes en coma o con
deficiencia intelectual severa, etc.) no pierde nunca la dignidad que tiene como persona, en la que se basan
los derechos humanos; hay que respetar esos derechos aunque no pueda ejercitarlos temporal o
permanentemente. Por tanto, la persona siempre es superior a las cosas, y no puede ser tratada como
medio.(Comunicación personal de Nieves Espildora, M.).
33Palazzani, L. La fundamentación personalista de la bioética. Cuadernos de Bioética. 2: 48-54.1993
guía el juicio último práctico y guía la realización de la acción sobre todo a
través de la prudencia que conociendo lo bueno lo quiere y lo hace ser o lo
pone en existencia. En última instancia se realiza la aplicación de los principios
a la situación particular. En este modelo, la virtud es una disposición que actúa
en conformidad con las obligaciones éticas de los principios que en este caso si
que tienen una jerarquía y un valor objetivo34.
b) La bioética tiene que estar centrada en la persona humana, porque es el
objeto principal de la biomedicina tanto en el aspecto de investigación básica o
aplicada o en la clínica en general35. De esta forma, la propuesta personalista se
apoya en una antropología en la que la persona humana, como ya indicamos se
entiende como un ser que es más que sus actos, que su comportamiento, que no
deviene en persona por su actividad. Lo es por ser -simplemente- de la especie
humana, prescindiendo de la capacidad o no de ejercer determinados actos, ni
se reduce a la suma de ellos. Su realidad trasciende sus operaciones, de tal
forma que estas forman parte de su personalidad y son del sujeto, pero
propiamente no lo constituyen, no son él . La sustancialidad de la persona es
unitotalidad física, psíquica y espiritual, de tal forma que es un absurdo pensar
en la existencia de un individuo de la especie humana que no sea al mismo
tiempo ser humano y persona humana; esta trilogía de conceptos expresan una
misma realidad. La individualidad y la racionalidad humana se fundamentan
en la forma especial de apropiación del ser. De esta manera, axiológicamente, la
persona humana por su constitución, toda ella es un fin en sí misma que exige
un respeto incondicionado o inviolabilidad y pasa a ser el filtro y punto de
referencia para determinar la licitud o ilicitud de las intervenciones a realizar
en ella, si dañan o no el ser personal. La dignidad humana es el centro de esta
bioética que puede definirse como bioetica de la sacralidad o inviolabilidad de
la vida humana36. En esta bioética de la sacralidad de la vida, "no se trata de

34La bioética de la virtud tiene que superar su relativismo, hay que introducir factores que den cuenta del
concepto de vida buena que es lo que orienta la acción del sujeto y le da unidad, cosa que no es posible si
se olvida el concepto del deber en la bioética de la virtud. Entre los bienes a los que tiende el sujeto hay
una multiplicidad que hay que ordenar con respecto a un fin último que es el perfeccionamiento del sujeto
a través del bien, su felicidad. Estos bienes son captados por la razón práctica que los jerarquiza basándose
en la prioridad de la persona, la tradición moral donde se desarrolla el individuo y las virtudes que éste
posee, sin olvidar que la propia razón práctica presenta una connaturalidad primigenia con los principios
básicos de la ética que hacen que sean autoevidentes para ella. De esta forma el deber moral es percibido
por la conciencia, es un deber motivado, no simplemente heterónomo, la razón propone y la voluntad se
adhiere a través y con la ayuda de las virtudes para la elección correcta. Serrano, J.M. Los principios de la
bioética. En Bioética, Poder y Derecho. Universidad Complutense de Madrid. 1993.
35Miranda, G. Fundamentos éticos de la bioética personalista. Cuadernos de Bioética 1:49-62. 1994
36 Esta ética de la sacralidad o inviolabilidad de la vida humana, en los momentos actuales, en los que
muchos se asustan ante la posible autodestrucción que podríamos estar realizando, es considerada por
muchos como un dique que frenaría esos peligros si nuestra sociedad se reencontrará con ella y la
asumiera. Es más, el actual "debate bioético", está centrado, en mi opinión, entre dos posiciones en el plano
práctico sobre la vida humana. La bioética de la calidad de vida que se desprendería de las corrientes no
personalistas y la de la inviolabilidad, siendo ésta última, la más próxima a los planteamientos
postmodernos actuales de encuentro con la naturaleza y de respeto de lo marginal.
elegir entre valores excelentes e iguales ó elegir lo menos malo, se trata de
jerarquizar la acción biomédica sobre el principio terapéutico, que busca
siempre el bien de la persona entera (cuerpo-mente). En síntesis, podríamos
describir esta postura de la siguiente manera. En lo ético, esta concepción de la
vida humana se apoya en:
a) reconocer que la libertad y la autonomía tienen unos límites, que son el
bien de la persona (no sus deseos) en su conjunto como mente y cuerpo. Aquí,
radica la dignidad de la libertad humana, en la posibilidad que da el hombre de
autodeterminarse al bien de su naturaleza. El primer deber es el respeto a uno
mismo en nuestra integridad corporal. La vida es algo anterior a la libertad y
que posibilita su ejercicio. Destruir la vida en nombre de la libertad, es estar
destruyendo la propia libertad.
b) En el plano antropológico esta concepción de la vida humana permite
recobrar la unidad sustancial de la persona humana. El hombre es cuerpo, y la
acción en éste, es acción sobre la persona37. La intervención pues, sobre el
cuerpo tiene que estar guiada a restablecer su finalismo, no se trata por tanto de
alterarlo, sino de hacerlo más eficiente y funcional (ecología corporal).
c) La vida humana es inviolable "per se"; no puede entenderse como una
realidad con grados de mayor o menor calidad. Las limitaciones normales de la
vida humana no deben combatirse en consecuencia a toda costa; siempre que
no supongan un obstáculo para la realización de la persona, merecen respeto.
Lo valioso no es un organismo sano sino el hombre. Hay que ayudar al
enfermo, no mejorar al sano. Debemos, por tanto, respetar la diversidad, como
medio necesario para prevenirnos de la dictadura del racismo y la eugenesia, la
selección o la discriminación social.
d) Esta concepción, por último, considera a la ciencia al servicio de la verdad
y de la persona, de forma que la ciencia se abriría no sólo a saber cómo
funcionan las cosas sino a contemplar las cosas en sí mismas. La ciencia
necesita de la ética, pues es preciso dirigir nuestras propia capacidad de
dominio sobre la naturaleza."38.
Sobre estas bases se construyen y justifican los principios de esta bioética
que pasamos a continuación a analizar con más detalle. Como se podrá
observar la diferencia entre esta propuesta y, por ejemplo, la de los principios,

37Esta concepción personal del cuerpo en el que éste es parte consustancial de la persona tiene
consecuencias muy importantes en la biomedicina. Todo acto del personal sanitario es personal y
cualquier parte del enfermo es personal, las relaciones siempre son interpersonales aunque en ocasiones el
cuerpo se descubra ante el personal sanitario, como una realidad debilitada, enferma u objeto de estudio.
También en la vida sexual y en la procreación es de indudable aplicabilidad esta concepción que permite
considerar el acto sexual no como una conducta fisiológica, sino como un gesto personal en la cual las
personas se entregan mutuamente y expresan la donación interior del uno al otro dentro de las
limitaciones humanas que impiden que el amor que tenemos por otro nos lleve a una efectiva y total unión
con el amado. Ambos aspectos o dimensiones, la unitiva y la procreativa, están unidos en la donación
sexual, porque es personal y como tal corporo-mental. Qué belleza
38Pastor, L.M. Bioética: El valor ético de la vida humana.Vida humana y sociedad. Segovia. (En prensa).
está más que en la formulación de los mismos39 en la teoría ética y
antropológica subyacente que los articula jerárquicamente determinando un
mínimo conjunto de actos que pueden considerarse dentro de lo que la
literatura ética denomina absolutos morales40. Paso a continuación a explicar
los principios de esta bioética.
2.2.1 El valor fundamental de la vida.41
Es claro que una actividad profesional que se encamina o persigue
restablecer la salud perdida por una persona, se plantee hasta qué punto
aquéllo sobre lo cual interviene debe ser respetado, restablecido o aniquilado.
Planteémonos el caso de un mecánico de automóviles. Su actividad
profesional se dirige al restablecimiento de la salud mecánica de dicho aparato.
Como es lógico la actitud del mecánico frente al coche viene definida por un
cierto respeto, pues tal coche no es de su propiedad, no le pertenece. Pero si
pensamos más profundamente nos daremos cuenta de que existe al menos un
acuerdo entre ambos, propietario y mecánico, sobre el presente o futuro del
coche; éste tiene poco que decir, es meramente un objeto.
De esta manera se comprende, y cualquiera lo entiende, que el propietario y
el mecánico decidan con toda libertad sobre la "vida" o existencia del coche. Se
arregla o no se arregla, se le abandona, se le desguaza, se le quitan tales piezas
o simplemente se hace un apaño para que vaya tirando. Ya se ve que esta
actitud no es muy imitable por un médico que tiene delante de sí la vida y los
problemas físicos o mentales de una persona; no puede decidir o actuar con los
mismos criterios o parámetros del profesional de la mecánica.
¿Cuál es la diferencia? Cualquiera podría contestarnos. Un coche no es una
persona; un coche debe ser respetado en función de su propietario; una
persona, en sí misma. Esta no es una cosa. Tiene una dignidad, un valor ante el
cual sólo me cabe una actitud de respeto. Glosando más esto diríamos que toda
persona tiene un valor incondicional y absoluto, por lo que todas las exigencias
de su naturaleza (derechos) deben ser respetadas. Decir que toda persona es un
bien incondicional y absoluto es indicar que éste no es una "cosa" o un "objeto"
del cual se puede uno servir, sino que es siempre y sólo un "sujeto" dotado de
conciencia y libertad. El ser humano es, por lo tanto, un valor en sí mismo, y
como tal exige ser tratado y considerado. No cabe la utilización o el abuso
según intereses o razones. Todo hombre, por lo tanto, frente a otros hombres es

39El principio de beneficencia se puede relacionar con el terapéutico, el de autonomía con el de libertad-
responsabilidad, el de justicia con el de sociabilidad o solidaridad.
40Dentro de este personalismo, la metodología para el análisis de casos, toma en consideración, no solo las
circunstancias y consecuencias de un acto y la intención del sujeto al realízarlo, sino en primer lugar la
adecuación u ordenabilidad de dicho acto con la realidad del ser del hombre, lo que podemos denominar
el objeto ético de elección del sujeto.
41Sigo en esta explicación lo expresado por Sgreccia, E. en Manuale de Bioética. Vita e Pensiero.1987, y con
pocas modificaciones resumido en Pastor L.M. Principios bioéticos básicos de la práctica médica.
Cuestiones de Antropología y Bioética. Universidad de Murcia. 1993. Agradezco a la Universidad de
Murcia la utilización de dicho texto.
un bien absoluto, no relativo a nadie ni a nada con lo que jamás puede ser
tratado y considerado como un objeto utilizable, un instrumento o cosa.
Siempre debe permanecer ante nuestros ojos que todo hombre es irrepetible y
único, es un alguien y no un mero numero o elemento que pueda ser
manipulado. Por lo tanto, siempre que una acción se refiera a una persona
propia o ajena no hay que olvidar que no estamos ante un simple medio
instrumental sino ante una realidad que posee su propia finalidad. Su valor es
tal que ante ella sólo el amor es la actitud justa. En conclusión: decimos que una
persona, su existencia y los cambios y sucesos que acaecen en ella no me son
accesibles como un objeto: estoy ante un sujeto.
De esta realidad brota como algo necesario la inviolabilidad de la vida
humana. Es decir, la imposibilidad de toda acción dirigida de un modo
deliberado y directo a la supresión de un ser humano inocente o el abandono
deliberado de vidas humanas cuya subsistencia depende y está bajo la propia
responsabilidad y control. Todo aquello que le es inherente a la persona, que
pertenece a su ser y no sólo a su obrar, de alguna manera participa de esa
inviolabilidad. El principio personalista enunciado implica que todas las
dimensiones del ser humano que participan, integran o expresan la dignidad
personal son objeto de respeto. Tales dimensiones tienen sentido en el todo de
la persona y no pueden ser consideradas como un medio disponible para la
maximización de lo útil o lo placentero. Forzar el significado personal de esas
dimensiones es manipular a la persona entera. Así, pues, la propia vida
fisiológica y los sucesos que acontecen en ella se me presentan como algo del
sujeto de valor incalculable, puesto que cualquier persona lo es merced a esa
realidad inmanente que es la vida, sobre lo cuál sólo puedo intervenir en la
medida que él me lo permita y en la medida que no altere o modifique
negativamente su dignidad. El derecho a la vida aparece como el primero y
más fundamental de todos los derechos que posee la persona, un derecho que
es anterior al respeto de la libertad del sujeto, puesto que la primera
responsabilidad de su libertad es hacerse cargo responsablemente ante todo de
su propia vida. Para ser libre es necesario vivir, por esto la vida es la condición,
para todos indispensable, para el ejercicio de la libertad. La persona no es sólo
su corporeidad o su vida mental, es una unidad, de donde se deduce que la
persona es cuerpo. Es más, no sólo debo respetar y defender esa vida
pasivamente sino también debo realizar una defensa y promoción activas, pues
es a través de la vida como se perfecciona la persona y se construyen y realizan
todos los valores que lleva ésta. Hablar de otros derechos de la persona es
loable e interesante pero si no se defiende con la máxima determinación el
derecho a la vida como el derecho primero y fontal, condición de todos los
otros derechos humanos, estamos ante palabrería inútil y vacía. La vida no es
un objeto de consumo, ni algo que tengamos como propiedad, o que podamos
quitar o dar a nuestro antojo y deseos, pues de lo contrario detrás de ella
maltratamos nuestra persona o la de los demás y negamos nuestra dignidad o
la de nuestro iguales. Siempre la vida es algo positivo, lleno de valores y
también con dificultades y carencias. En cambio, la muerte es una realidad
vacía y negativa, que, cuando es deliberadamente querida para no seguir
viviendo, muestra la actitud del que no ha sabido vivir como persona, y
cuando ésta ya no le produce sensaciones agradables la desecha en sus inicios o
al término de ésta. Saber morir y dejar vivir es exprimir de la vida todo lo que
ella nos da, también el dolor y el sufrimiento. La dignidad frente a la muerte no
viene conferida desde el exterior, sino que requiere una grandeza de ánimo que
proviene del alma misma de quien la afronta. La cultura de la muerte es la
consecuencia del que no sabe qué hacer con el morir, y en vez de vivir la
muerte la acelera. Es un signo más de la tecnificación y la materialización de la
vida, de tal manera que se elimina la vida cuando se va agotando o cuando
surge inesperadamente una nueva vida sin poderla dominar. Así, el matar se
convierte en el signo del que carece de sentido para vivir, mientras que dejar
vivir o morir es signo del que conoce un fin para el vivir. Este principio de
inviolabilidad de la vida humana o derecho a la vida, precede al derecho de la
salud y, ésta, debe ser promovida para todo ser humano según su necesidad.
Este punto es muy importante si se tiene en cuenta que en ocasiones muchos de
los conflictos éticos que se plantean en el ejercicio de la medicina proceden del
intento de anteponer la propia salud, entendida muchas veces con sentido
hedonístico por encima de la vida de otros. No existe un verdadero derecho a
la salud, sino a los medios necesarios para la defensa y promoción de ésta. Así
el derecho a la defensa y promoción de la vida tiene un límite en la muerte, y
la promoción de la salud tiene un límite en la enfermedad, contra la cual se
intenta luchar o al menos atenuar sus efectos en caso de que fuera incurable.
2.2.2. El principio terapéutico de totalidad.
Este principio es capital dentro de la bioética. Anteriormente hemos
indicado que el principio de la inviolabilidad de la vida es primero y
fundamental. Esto hace que para salvar el todo de la persona (la vida misma) se
pueda incidir de una manera mutilante sobre alguna parte del organismo. Lo
que concede al todo disponibilidad sobre las partes es la necesidad de asegurar
la existencia o reparar o evitar graves y durables daños que no podrían de otra
manera ser alejados o reparados. La aplicabilidad del principio está
condicionada por la naturaleza del todo, de las partes y de su relación mutua y
la necesidad o conveniencia de procurar una mejor condición, existencia o
actuación del todo. Es necesario, por lo tanto, establecer si de hecho entre los
objetos a los que se aplica existe relación del todo a la parte. La parte podrá
subordinarse en la medida que sea verdaderamente parte y como tal su ser
dependa del todo. De esta manera una parte del todo se sacrifica en bien de la
globalidad. La razón de ello es que las diversas partes componentes de una
entidad compleja quedan subordinadas a la unidad de la que forman parte; la
parte existe para el todo y, por lo tanto, el bien de la parte queda subordinado
al bien del todo, el todo es determinante para la parte y puede disponer de ella
en su interés. Así, un cirujano que extirpe un apéndice está justificado y
obligado éticamente por este principio siempre y cuando esa intervención sea
necesaria para la salvaguarda del organismo.
En otras ocasiones este principio tiene aparejados fenómenos indirectos,
pues a veces, y dada la unidad personal, una intervención quirúrgica, por
ejemplo, que viene a resolver un problema concreto, puede suponer a la larga
la pérdida de una determinada función del organismo. Su aplicación exige de
algunas circunstancias:
a) La intervención esté orientada al bien del organismo sobre el que se
interviene.
b) Que se intervenga sobre la parte enferma.
c) Que no exista otro medio de curar la enfermedad y que esa intervención
sea necesaria para conseguir el bien de todo el organismo. La necesidad tiene
que ser actual en el momento de la intervención.
d) Que haya una probabilidad alta de mejoría.
e) Que haya consentimiento del paciente.
De este principio surge, ulteriormente, la norma de proporcionalidad de la
terapia. Según ésta, una terapia debe tener una cierta proporción entre los
riesgos y daños que ésta comporta y los beneficios que procura. Practicar una
cura desproporcionada o por engaños al paciente, dando la impresión de
eficiente, o por complacer su petición sin prever resultados, o por
experimentar la terapia sin ventajas para él, puede expresar demostraciones de
agresividad y ensañamiento terapéuticos42 .
2.2.3. Principio de libertad y responsabilidad.
Una de las características del ser humano es la de autodeterminarse por
decisión propia y en base a un conocimiento racional de los hechos. Esta
propiedad se deriva de la propia naturaleza humana y atropellarla supondría
una manipulación de ésta. Siguiendo el símil de la relación mecánico-coche que
utilizamos al principio, hablamos de que existía por una parte la libertad del
mecánico, que acepta los límites que le impone el propietario, puesto que es
claro que el coche no tiene opinión ni libertad. Es evidente que en la relación
médico-enfermo existe un entramado de libertades con sus correspondientes
responsabilidades en juego. Por un lado está la libertad-responsabilidad del
médico frente a la persona del enfermo con sus convicciones e ideas, así, como
ante el fenómeno de su enfermedad y la repercusión de ésta en la destrucción
de un sujeto que de por sí tiene un valor digno de ser respetado y
promocionado; el médico respeta libremente y se compromete
responsablemente - o, podríamos decir, consecuentemente - en la defensa y
promoción de esa vida. Por otro lado está el paciente, que tiene ante sí la
persona del médico con sus convicciones éticas y profesionales, así como la
realidad de padecer la enfermedad. Es aquí donde surge una diferencia

42Sgreccia E. Manuale di Bioetica. Editorial Vita e Pensiero.Roma.1987.


importante entre el símil que hemos utilizado anteriormente y que enmarca
toda una problemática que podríamos llamar la bioética del paciente. La
existencia de esta realidad nos puede servir para hablar de un subprincipio
bioético que vamos ha denominar de "dominio". Este tiene una doble
enunciación, una positiva: al dueño de una cosa compete el perfecto derecho
sobre ella, y otra negativa: a nadie le es permitido disponer de algo que no es
suyo. El hombre, desde mi punto de vista, carece de un derecho perfecto sobre
su vida y sobre sus miembros. Nuestro dominio es a disponer de nosotros
mismos dentro de un orden establecido por el de la inviolabilidad de la vida.
La relación entre los componentes del cuerpo humano y la mente no es una
relación de propiedad. Los miembros del cuerpo humano son parte y
componente del sujeto de derecho, no objeto del derecho. El derecho sobre sus
propios miembros es un aspecto de un derecho humano - ajeno a la propiedad -
, que es el derecho a ser respetada su integridad y salud. Sólo en función del
todo el sujeto tiene capacidad de intervención sobre el cuerpo. Así, para salvar
el bien del todo, aunque sea a costa de perder una parte, es un acto de sabia
administración que está dentro de las exigencias de la naturaleza, cuando se
dan las debidas circunstancias. Al mismo tiempo, el todo puede sacrificar una
parte en cuanto que tiene algún dominio sobre ella. En conclusión diría que un
enfermo tiene la libertad para conceder o no la intervención sobre su cuerpo
pero, y éste es un punto importante, un enfermo tiene la responsabilidad de
que su elección esté en consonancia con su propia dignidad y con lo que él es;
un propietario de un coche puede hacer lo que quiera con él (hasta ciertos
límites), mientras que una persona consigo misma tiene un compromiso de
respeto, puesto que ni él se ha hecho a sí mismo ni él se da la dignidad y el
valor que tiene. No comportarse de ésta manera puede llevar en ocasiones al
autodegradamiento personal, al tratarse a sí mismo por debajo de la propia
dignidad que uno posee.
El hombre, en este caso, el hombre enfermo es, para sí mismo, merced al acto
reflexivo de la conciencia, algo a respetar, pues tanto en nuestro cuerpo como
en nuestra mente descubrimos un valor que se nos ha dado, que no nos
pertenece en el sentido de una propiedad sobre la cuál podemos tener un
dominio absoluto. Volviendo sobre aspectos ya tratados diría que "el cuerpo no
se coloca en los márgenes del ser humano; lo exterior está estrecha y
orgánicamente ligado con lo interior, de tal modo que el hombre se manifiesta
y se hace verdaderamente presente en la dimensión corpórea;"43 "el elemento
corpóreo es como la palabra con lo que el hombre se expresa, o la revelación de
su interioridad"44. En este "sentido el cuerpo del hombre no es una cosa o un
objeto que él puede usar y manipular, sino sujeto, es la persona misma en su
abrirse, encontrarse y darse a los otros; por esto el hombre puede y debe asumir

43Guillamón Alvarez, J.A. El problema moral de la esterilización. Editorial Palabra. Madrid. 1988.
44Günthör, A. Chiamata e risposta. Vol III. Editorial Pauline. Roma. 1984.
el cuerpo con sentido de responsabilidad" 45. Pienso, por lo tanto, que "no es
posible separar la esfera corpórea para después abandonarla a la manipulación
de la misma manera como se dispone de la naturaleza extrahumana. Es cierto
que el hombre puede intervenir sobre la integridad de su cuerpo y de sus
funciones, cuando esto es requerido por el bien de su naturaleza psicofísica.
Pero esta intervención encuentra cauce en la dignidad humana y en el
significado que los órganos y funciones tienen para el todo de la persona. Tal
dignidad y significación prohiben atentar contra la integridad psicofísica de la
persona, excepto en el caso que lo exija el bien integral rectamente entendido
de la persona humana"46 .
¿Cómo se articulan estas libertades-responsabilidades y se concretan en
criterios éticos? Veamos algunos:
a) El paciente tiene la obligación ética de colaborar en la cura ordinaria y
necesaria que salvaguarde la vida de él o de otros .
b) El paciente no puede suprimir su vida en nombre de su libertad.47
c) Cuando el médico indica en conciencia la necesidad de imponer una
determinada cura, indispensable para salvaguardar la vida de un paciente que la
rechaza, debe regularse en derecho el procedimiento en ese conflicto 48. La
dignidad del paciente y su propia vida delimitan el ejercicio de elección del
enfermo. Así, a modo de ejemplo de cómo regular esas relaciones se decía en el
artículo 31 del código de ética y deontología médica español de 1992 se
indicaba "el médico en ningún caso dejará de prestar su atención al paciente

45Tettamanzi, D. La sterilizzacione anticoncezionale: per un discurso cristiano. Editorial Salcom. Varese. 1981.
46Guillamón Alvarez, J.A. El problema moral de la esterilización. Editorial Palabra. Madrid. 1988.
47Un punto que pienso merece atención en referencia a esta cuestión es el hecho sintomático de observar
como corren paralelos los fenómenos de falta de respeto a la propia vida y el de falta de respeto a la ajena,
en nuestras sociedades. Es muy difícil en una sociedad mantener barreras legales que defiendan la vida
humana siempre y en cualquier circunstancia, cuando se institucionaliza el criterio de que si uno
libremente decide eliminarse, ese acto es lícito, digno y no debe ser impedido, pues sería un atentado a la
autonomía de la persona. Sin darnos cuenta, el aceptar que es lícita una autodisposición del propio cuerpo
hasta llegar a su propia destrucción si uno libremente lo desea, lleva implícito un mensaje: si mi vida está
bajo mi custodia y además teóricamente soy yo el más interesado en conservarla, la elimino o desprecio,
¿cómo no lo harán otros, por diversos motivos de índole común?, o lo que es lo mismo, si para mi, la vida
biológica es algo tan relativamente valioso que sólo la respeto mientras me es útil, ¿cómo puedo esperar
que otros la respeten, cuando mi vida biológica sea una carga para ellos?
48Esta es una cuestión espinosa en la que la sociedad tiene que determinar el sistema para que nunca el
personal sanitario pueda verse involucrado o en un delito de denegación de auxilio o de colaboración al
suicidio o en un delito de coacción a la libertad individual. Desde mi punto de vista, hay que buscar un
equilibrio que se debe alcanzar por una formación adecuada tanto de los profesionales sanitarios como de
los ciudadanos, que contemple que la vida humana en general y en particular en cada caso es un bien de
trascendencia para toda la comunidad y que por lo tanto debe ser respetada y defendida. Junto a ello, debe
también quedar claro que el personal sanitario debe de abstenerse al mismo tiempo de medidas
desproporcionadas y fútiles médicamente. Los propios enfermos además deben siempre decidir -con
libertad y responsabilidad- en todas aquellas situaciones en que la renuncia a un tratamiento no es un
suicidio. Terapias que no están absolutamente indicadas medicamente, son de probable utilidad en los
beneficios que reportan, o suponen unos riesgos que física o psíquicamente no se está dispuesto asumir
por el enfermo. Como es lógico, estamos hablando de pacientes conscientes, adultos y con capacidad de
decisión.
que la necesitara por intento de suicidio, huelga de hambre o rechazo de
tratamiento. Respetará la libertad de los pacientes y tratará de persuadirlos a
que depongan su conducta, aplicando en las situaciones límite, previo
requerimiento de la autorización judicial, la imprescindible asistencia médica"
como es el caso de los menores de edad o en el actual en el art 9 punto 2 “ el
médico ha de respetar el derecho del paciente a rechazar total o parcialmente
una prueba diagnóstica o el tratamiento. Deberá informarle de manera
comprensible de las consecuencias que puedan derivarse de su negativa”.
d) Cuando esas determinadas decisiones terapéuticas no están en una
relación directa con la supervivencia se necesita el consentimiento del paciente.
Este consenso no dispensa al médico del deber de informar al paciente sobre
cómo evoluciona la terapia y de pedir ulteriormente el consentimiento en
intervenciones que pueden ser: curas de riesgo, una terapia extrema como
alternativa a la ineficacia de la que se está realizando, una experimentación de
un fármaco, etc.
e) Se debe regular la objeción de conciencia del médico en aquellas materias
que no tengan referencia directa a la supervivencia del enfermo. A modo de
ejemplo, si no es lícito imponerle a un médico que realice un determinado
tratamiento que él considera no necesario o dañoso, tanto más será ílicito
obligarle, por ejemplo, a la muerte de un inocente.
Como conclusión diríamos que la persona y, en este caso, el bien de su vida
está confiado a la responsabilidad del paciente y del médico, no teniendo éste
más derechos sobre el paciente que los que determina la dignidad de éste y sus
decisiones libremente expresadas. De forma gráfica se podría resumir que el
personalismo presupone un modelo para entender la relación sanitario-
paciente, semejante a la de un triángulo. En el vértice esta el bien intangible y
trascendente de la persona, y hacia ese vértice deben referirse tanto la elección
del paciente, primer responsable, como la decisión del sanitario, responsable
segundo, pero cualificado. La vida humana es algo intangible que sobrepasa a
los dos y que hace insuficiente un simple consenso coincidente entre sanitario y
enfermo.49
2.2.4. El principio de sociabilidad, socialización y subsidiaridad.
Este afecta a cada persona e implica un realizarse de ésta ejerciendo una
participación en la realización de otros hombres. En el caso de la promoción y
defensa de la vida y de la salud, esto comporta para cada uno el empeño de
considerar la propia vida y la de los demás como un bien no sólo personal sino
también social. De esta manera, todos estamos involucrados en la vida y salud
de los demás, en la ayuda al otro. Toda la sociedad y cada individuo en singular
siente como deber primordial la defensa y promoción de la vida y salud de cada
una de las personas que la componen. Además los poderes públicos deben
poner los medios para garantizar que los medios para conservar la salud
lleguen a todos sin discriminación. Se trata de gestionar los recursos con
49Tarasco, M. Tendencias y corrientes filosóficas en bioética. Medicina y Etica. 3: 335-348.1993
equidad y teniendo en cuenta a los débiles y más necesitados, considerando que
la iniciativa social si es autosuficiente y no genera injusticias debe no ser sólo
tolerada sino alentada y respetada. Los poderes públicos deben guiar su acción
en la búsqueda del bien común, que tiene que respetar los derechos de la
persona, que son anteriores a los de la sociedad o el estado. El bien común no es
el de la mayoría o el de los más poderosos.
Este principio permite aclarar y dar criterio a muchas situaciones, desde
aspectos generales y organizativos como la asistencia estatal sanitaria, o la
donación de órganos y tejidos, hasta la presencia de numerosas iniciativas
sociales para dar diversos tipos de servicios sanitarios.
Lógicamente hemos omitido la casuística adecuada para la aplicación de
estos principios, que nos llevaría al plano tercero de las normas y luego a los
juicios concretos, y supondría un libro de bioética personalista. En definitiva,
pienso que la labor profesional de los que se relacionan con la vida humana
debe estar presidida por un respeto exquisito a la persona pues ésta, aún en las
situaciones más degradantes, posee en sí misma un valor, que nada ni nadie
puede arrebatarle y que limita todo el ejercicio de la medicina.
Para finalizar este capítulo pienso que es necesario hacer algunas
consideraciones sobre uno de los dilemas más típico que suele presentarse en la
bioética personalista
y es de que forma resolver éticamente aquellas acciones donde se producen
efectos tanto licitos como ilícitos.
2.2.5. Las acciones con doble efecto y su solución.
Este término es utilizado en ética para resolver numerosos problemas y,
aunque la expresión a primera vista sea el de una disquisición escolástica, no es
menos cierto que su aplicabilidad brota de la misma conflictividad de la vida.
En efecto, comprobamos con frecuencia en la vida ordinaria como muchas de
nuestras acciones llevan consigo algunos efectos que no deseamos, pero que
estamos dispuestos a aceptar porque están inseparablemente unidos a la
situación querida.
En el ejercicio de la medicina, sobre todo, reconocer esta situación es de gran
utilidad, pues no es raro que en muchas ocasiones la intervención terapéutica
sobre el sujeto entrañe también, en ocasiones, un daño indirecto no querido.
Utilización de fármacos en situaciones terminales, operaciones de
insospechadas consecuencias a vida o muerte, o simplemente intervenciones
que eliminan un determinado mal en el paciente pero que provocan otros en él
o en terceros, como pueden ser la esterilización o los abortos indirectos.
Se puede llegar a una formulación sobre la licitud de este tipo de acciones
partiendo de que: puede, excepcionalmente realizarse una acción que tiene un
efecto bueno y otro malo con las siguientes condiciones: 1º Que la acción sea
buena o al menos indiferente, 2º que el fin del agente sea honesto, 3º que el
efecto bueno siga inmediatamente a la acción, y 4º que exista una causa
proporcionadamente grave.
Esta formulación que he realizado no parte de una concepción
consecuencialista de la ética. No se trata de sopesar los efectos buenos y malos
para juzgar que la acción sea lícita y su efecto malo no imputable si el bueno
fuera más ventajoso, cualquiera que fuera la forma de conseguirlo. Desde mi
punto de vista el principio "nunca es lícito ni por gravísimas causas hacer el
mal para obtener el bien" es vigente, pues su contrario es un absurdo que
convierte la misma experiencia ética humana enraizada en su mismo ser en un
juego de intereses subjetivos que aniquila de raíz cualquier planteamiento de
formular una ética científica.
personal

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