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LA VALIDEZ DEL SISTEMA JURÍDICO EN EL SIGLO XXI

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Introducción

El presente artículo se propone encontrar bajo que preceptos se mide la validez de

un sistema jurídico, es decir de que manera se observa a un ordenamiento para considerarlo

valido puesto que este funciona en razón a su aceptación y legitimidad, bajo una teoría

contractualista, de quienes se encuentran inscritos en el contrato social y si es la voluntad

general la de respetar dicho ordenamiento, la de considerarlo justo o legítimo. Para esto se

analizarán algunos documentos que contienen análisis acerca de dichos conceptos en

función de la validez y legitimidad jurídica.

Justificación

El siguiente trabajo encuentra justificación en la necesidad de encontrar una forma

de evaluar correctamente la forma en que se funda la percepción de la validez y legitimidad

de un ordenamiento jurídico, principalmente bajo teorías como la del contrato social y la

voluntad general.

Pregunta

Se plantea entonces si la voluntad general se forma de las voluntades de todo el

conglomerado social, de si esta voluntad se mide por los mismos parámetros para toda la

ciudadanía, cual es la voluntad emanada de las mayorías y si esta es o no legítima, si el

mercado o el poder determinan el sentido de dicha voluntad.

Análisis
Empecemos por decir que la voluntad general se encuentra como noción

fundamental del contrato social, es decir “Este contrato va a basarse en una noción

fundamental, la voluntad general, argucia que mediará al hombre natural perdido y al

hombre social corrompido; por medio de ella las voluntades de los individuos aislados

desaparecen y se integran en una voluntad común”. (Béjar, S.f, pág. 6). Para Béjar, esto

quiere decir que “implica una cesión (de propiedad y existencia) sin reservas, el individuo

privado (el «hombre») se funde en el público, se hace «ciudadano»” (pág. 6) la opinión

publica entonces consiste en como ese juicio individual acerca de las dinámicas estatales se

vuelve un juicio colectivo.

En realidad, Rousseau intenta en su propuesta de religión civil un dudoso equilibrio

con lo más esencial de la religión natural, pero termina subordinando ésta a aquélla. Y

esto es ya una inconsecuencia. En efecto, como había afirmado, su contrato social no

se sustenta en otra garantía que la voluntad general, esto es, el acuerdo unánime de

quienes lo suscriben. Se entiende mal cómo al final del libro invoca en su ayuda la

religión civil, aduciendo el modo como Grecia y Roma sancionaban sus pactos. Todo

parece indicar que es la difícil y más bien pesimista previsión de los efectos de la

dialéctica de las tres voluntades la responsable de inducirle a buscar una muleta

protectora siguiendo el ejemplo de los antiguos (Rubio, 2008, pág. 128)

La opinión publica entonces se muestra como un criterio de medición acerca del

estado de dicho contrato social, el contento o descontento que puede surgir en las personas

el que algunos de los contrayentes desobedezcan las clausulas del contrato; siendo llevados

a los estrados judiciales para su juicio, la ciudadanía puede o no estar satisfecha con la

manera en que se juzga a ese ciudadano que ha transgredido el contrato, y eso forma a la

opinión publica.
Para Béjar; existe otra forma de ver la opinión pública, el siguiente apartado refleja su

posición respecto de lo que esta refleja.

Pero la cultura y su portavoz, la opinión pública, no es la causa del mal, sino su muestra

más palpable; la genealogía del mal nace de un problema social, la desigualdad, que

engendra riqueza, lujo y ocio, fenómenos que provocan a su vez ciencia corrompida.

Por eso, para poner fin al reino de la falsedad, no es suficiente ni una solución

«ilustrada», una unión armónica entre la cultura y la política, ni una salida intimista,

una ocultación voluntaria al mercado del pensamiento y la opinión. Puesto que el origen

del mal no se halla en ninguna de las dos partes del hombre dividido y la cultura es una

manifestación de ese mal originario, hay que investigar el proceso que genera la

desigualdad. (pág. 3)

Así entonces la opinión publica es una expresión de las formas en las que se transa

en el contrato social, de esa reacción del hombre individual al convertirse en ciudadano de

la colectividad. El ordenamiento jurídico tiene la responsabilidad de hacer ver al contrato

social como algo realmente fuerte, como un concepto de sociedad que claramente

proporciona paz a la sociedad, lo anterior sobre la premisa que expone Carnelutti en “Como

se hace un proceso”, “no puede haber paz sin justicia”.

Los ordenamientos jurídicos en épocas antiguas pudieron estar aislados de la

opinión y la percepción de las gentes del común, esto los hizo caminar en contravía de

muchos objetivos sociales, propiciaron el imperio de la ley pero hoy es distinto, la

constitucionalización del derecho y el acceso de los medios a procesos y sentencias hace


que la justicia se encuentre permanente expuesta a la opinión pública, al juzgamiento de

parte de quienes integran el contrato social y que esperan de esta haga bien su trabajo al

hacer valer las clausulas que se han establecido para los transgresores.

En conclusión

Las sociedades han determinado desde un enfoque contractualista hacerse a unas

clausulas que rigen su actuar entre miembros, esto es el contrato social, provisto de diversas

formas de hacerse valer a través del aparato judicial del estado.

La sociedad en general abandona su individualidad para ser ciudadanía, lo que

quiere decir que esta espera de parte del estado un verdadero trabajo diligente para el

cumplimiento del contrato social, este trabajo y las formas como la sociedad lo ve (cultura,

opinión publica) son la manera en que se ve reflejado ese agradecimiento mutuo de la

colectividad respecto de la puesta en marcha de la voluntad general.

La validez de un ordenamiento jurídico puede medirse en razón a la opinión pública,

esta será la unión de las percepciones personales de todos quienes hacen parte de la

colectividad, pero no puede ser óbice para el cambio legislativo ni judicial, debe ser un

criterio de medición que pueda orientar la forma en como se ejecutan las facultades del

aparato judicial. Es decir, debe restársele capacidad de coerción a la opinión publica y

establecer criterios sino objetivos por lo menos cercanos a la objetividad que puedan darle

validez a la ordenación jurídica de un estado.


Bibliografía

Béjar, H. (S.f). Rosseau : Opinion Publica y Voluntad General. Obtenido de Universidad


Complutense de Madrid: Recuperado de: http://josemramon.com.ar/wp-
content/uploads/B%C3%A9jar-Helena-Rousseau.-La-opini%C3%B3n-
p%C3%BAblica-y-voluntad-general.pdf
Carnelutti, Como se hace un proceso, Clásicos Jurídicos, Recuperado de:
https://www.academia.edu/31566703/COMO_SE_HACE_UN_PROCESO_-
_FRANCESCO_CARNELUTTI
Rubio, C. J. (2008). La fuente de la corrupción política: La teoria de Rosseau sobre las
tres voluntades del ciudadano. Obtenido de Universidad de Málaga: Recuperado de:
https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2732312

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