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Cómo mitigar los efectos de las arcillas

expansivas
7 noviembre, 2016 Cimentaciones, Edificación, Geotecnia 10 Comments
En este post hablaremos de las arcillas expansivas, sus efectos sobre las estructuras y cómo mitigar
dichos efectos.
Las arcillas pueden presentar distintos grados de expansividad, dependiendo su respuesta a las
variaciones de humedad a las que se vean sometidas. Al ganar humedad, presentan un incremento de
volumen o hinchamiento según su grado de expansividad y al desecarse, justo lo contrario, el volumen
disminuye produciéndose un agrietamiento del suelo.

Agrietamiento por desecación en arcillas expansivas. Imagen cedida por Laboratorio de Ingeniería y Medio Ambiente
(IMASALAB)

Hay que tener en cuenta que las variaciones de humedad del terreno se producen en los primeros metros.
A esto se le llama profundidad activa y en España puede rondar los 3 m.
Para identificar el grado de expansividad se emplean ensayos. Entre los más comunes distinguimos los
límites de Atterberg, granulometría por sedimentación, el ensayo Lambe y el edómetro.
Una vez caracterizado el grado de expansividad, hay que actuar en consecuencia, no sólo con el diseño
de la cimentación sino con el de la propia estructura y su entorno.

Hay que tener en cuenta que pueden obtenerse presiones de hinchamiento superiores a 0,25 MPa (2,5
kg/cm2), lo que hace que el terreno al aumentar de volumen no sea capaz de levantar únicamente los
elementos estructurales y no estructurales que cargan poco (correas de atado, soleras…) sino también
puede producir el levantamiento de la propia cimentación al superar la tensión transmitida.
En vista de todo lo anterior, podríamos indicar una serie de criterios a seguir:

• Mantener vistos los conductos de fontanería y saneamiento para que en el caso de rotura o fugas,
pueda detectarse y repararse con rapidez.
• Realizar una amplia acera alrededor de la estructura que mantenga el grado de humedad constante en
el terreno. Se realizarán pendientes hacia fuera de la estructura de forma que no se acumule agua.
• Realizar el apoyo de la cimentación lo más alejada posible de la capa activa. Si se trata de una
estructura de edificación, mejor con sótano que sin él.
• Si se trata de zapatas, no hay que ser generosos con el tamaño de la zapata. Imaginemos que tenemos
una tensión admisible de 0.2 MPa. Cuando dimensionemos las zapatas a hundimiento, lo haremos
precisamente con esa tensión admisible (no algo menos de forma que la zapata sea más grande y
dotemos a la cimentación de más seguridad ya que en este caso ocurriría justo lo contrario). Si para
verificar el hundimiento comparamos la tensión máxima transmitida por la zapata con la tensión
admisible, para verificar la expansividad, justo lo contrario. Consideraremos la estructura con la menor
carga posible (solo con permanentes) y comprobaremos que con la tensión transmitida en estas
condiciones, superamos la presión de hinchamiento.
• En el caso de no conseguir encajar las zapatas y tener que recurrir a losa (contraproducente en el caso
que nos ocupa ya que minimizamos la tensión transmitida), la dimensionaremos con exigentes criterios
de rigidez, para prevenir movimientos diferenciales.
• En los dos casos anteriores de cimentación superficial, podemos minimizar aún más los efectos de la
expansividad:
• Disponiendo una capa de grava bajo la cimentación, de forma que cuando las arcillas se hinchen
“fluyan” entre los espacios de la grava que hará de “colchón” y evitará los empujes directos sobre la
base de la cimentación.
• No hay que olvidarse de los laterales. Si la superficie lateral del cimiento es importante, las arcillas
pueden crear una tensión tangencial ascendente nada despreciable. Particularmente junto con la
solución anterior he interpuesto en más de una ocasión en los laterales de la zapata o losa un material
(como puede ser una lámina de poliestireno) que impida que las arcillas produzcan ese empuje
ascensional sobre el canto.
• Los pilotes también pueden dar buen resultado, pero hay que tener en cuenta que pueden funcionar
como tirantes si el terreno “tira” hacia arriba de ellos. Lo que haremos es anclarlos lo suficiente en la
zona inferior a la activa. Para mejorar el efecto podemos hacer algo similar a lo anterior, es decir, en la
zona activa interponer un elemento de baja rugosidad (por ejemplo un tubo de PVC o acero) de forma
que las arcillas no se peguen y produzcan un empuje hacia arriba sobre el fuste. Evidentemente en la
zona superior donde dispongamos la camisa permanente no consideraremos resistencia por fuste en
los cálculos a hundimiento. Bajo el encepado puede recurrirse a la capa de gravas citada anteriormente
de forma que el terreno no produzca presiones elevadas sobre su base al expandirse.
• Respecto a la estructura, lo más recomendable es hacerla lo más isostática posible de forma que
admita los movimientos derivados del terreno sin crear esfuerzos adicionales.
• Para terminar, otra cosa que podemos plantear es una mejora del terreno frente a la expansividad.
Funcionan bastante bien las inyecciones de cal y aditivos a presión (estabilización profunda).
Por supuesto hay mucho más de lo que hablar en cuanto a precauciones se refiere pero con las que hemos
indicado, nos podemos salvar de algún disgusto que otro.

Espero os haya parecido un tema interesante, sobre todo si como yo, tenéis que convivir con este tipo de
terrenos tan inquietos.

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