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Infinitesimal 1
Infinitesimal 1
A nadie se le oculta que las palabras, como las personas, tienen vida. Ellas, una vez
acuñadas, se vuelven monedas de uso, pero, a diferencia de aquéllas, adquieren los brillos
más extraños y diversos. Las palabras mueren, es verdad. Hoy nadie utiliza la palabra
concupiscencia. Sin embargo, algunas se resisten a morir y en vez de eso mutan, haciendo
efectiva la idea de Darwin de que sólo los más fuertes sobreviven (algo que el griego
Trásimaco, en el contexto de los temas sociales, defendió ante Platón).
Para ilustrar lo anterior acudo al ejemplo que Carlos García Gual, experto en temas
griegos, reseña a vuelo de pájaro en su estudio sobre Periandro. Ahí habla de scholé como
la condición preliminar de la actividad teórica. En efecto, la teoría es pura acción, porque
theoria es contemplar, recorrer con los ojos y después hacer preguntas, mirar e indagar.
Antes de eso, comenta García Gual, lo que hay es tiempo libre, vagabundeo en la acepción
que Emerson daba al término: paseo, libertad. Es la scholé, y el motivo por el que en
español tenemos nuestra escuela.
Según esto, escuela designaba el tiempo libre, el ocio. ¿Cómo fue que esta palabra
llegó a tener el significado actual? Dejo abierta la cuestión. El caso es que el sentido
moderno se ubica en el punto opuesto respecto del sentido griego. Michel Foucault
estudió con inteligencia las instituciones de normalización del sujeto, las prisiones, las
clínicas, el clero, los centros psiquiátricos y, desde luego, las escuelas. Del filósofo que
pasea o hace excursiones (Aristóteles y los peripatéticos, peripatêín: pasear) a la figura del
profesor que, desde la cátedra (silla, asiento) dicta sus clases a los estudiantes que están en
el subsellium (banquillo), sí, sub, debajo o por debajo de la autoridad académica.