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sexualidad infantil 400 401 significante

ralización inmediata y debe ser tomada caso por caso. Se escribirá mero de particularidades de la sexualidad infantil que se pueden
así 'ílx <l>x, lo que se puede leer de este modo: del lado femenino, enumerar rápidamente.
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no-todas están sometidas a la castración, se reconocen como no La primera concierne a la aproximación entre sexualidad infan-
todas sometidas a la misma ley. Lo que se ligará entonces con la til y sexualidad perversa. El niño se comporta de una manera que,
fórmula siguiente, 3x <l>x: no hay excepción a la castración, desig- en el adulto, se consideraría perversa (voyeurismo, exhibicionismo,
nando con ello el hecho de que las mujeres no se refieren tan fácil- sadismo, etc.). De hecho, es más adecuado hablar de perversión
mente como los hombres a un Padre, e or el cual ellas se sienten polimorfa, al no estar sujeto el niño a libretos fijos, condiciones ab-
menos reconocidas. solutas del goce, como sí puede estarlo el perverso en el sentido
Estas fórmulas, que, presentadas brevemente, pueden parecer habitual de este término.
abstractas, operan hoy en todo un sector de las investigaciones psi- ¿Debe decirse entonces que la libido en el niño no está «organi-
coanalíticas. Entre otras cosas, ya han servido para situar la rela- zada>> como puede estarlo en el adulto, que no se observa en él un
ción específica del hombre con los objetos parciales separados por primado de la genitalidad? Tras haber sostenido esta tesis, Freud la
la operación de la castración (objetos a) . Véase objeto a. Y para si- matiza, indicando que, en el niño, existe efectivamente, para los
tuar, también, la relación de las mujeres con el punto enigmático dos sexos, un primado del falo: si este no es reducible en la sexua-
que, en el inconciente, designaría un goce Otro que el regulado por lidad humana al órgano masculino, es porque representa el pivote
la castración, punto cernible por el lenguaje, aunque el lenguaje no alrededor del cual se anuda la cuestión del deseo con la de la cas-
pueda describirlo, punto del que las novelas de Marguerite Duras, tración.
por ejemplo, dan una idea. Así, más aun que a comportamientos sexualizados, el psicoaná-
lisis está atento a lo que en el niño depende del fantasma, o a lo que
sexualidad infantil (fr. sexualité infantile; ingl. infantile sexuality; Freud llamaba «teorías sexuales infantiles». Estas teorías, que cada
al. infantile Sexualitdt). Forma que toma la pulsión sexual antes de niño se forja, sean cual.es fueren las explicaciones que pueda dárse-
la pubertad y durante los primeros años de la vida, cuya importan- les por otro lado, estas teorías más o menos curiosas, que constitu-
cia fue reconocida por el psicoanálisis, que la concibe organizada yen tentativas de responder a preguntas importantes, como la de
alrededor de la cuestión del falo y dependiente de una especie de saber de dónde vienen los niños, constituyen el fondo inconciente
«perversión polimorfa». de nuestro saber sexual.
Las descripciones referidas a la sexualidad infantil constituyen En fin, la cuestión de la sexualidad infantil parece conducir ne-
una de las partes más conocidas de la teoría psicoanalítica, y una cesariamente a plantear la del autoerotismo, si es verdad que la
de las más controvertidas, al menos en los primeros tiempos. Debe- sexualidad del niño no puede realizarse a través de una relación
mos preguntarnos con todo qué constituye su originalidad, si'los con el otro comparable a la del adulto. Pero sería erróneo hacer
educadores siempre supieron, aunque más no sea por el hecho de equivaler sexualida d infantil y autoerotismo, puesto que el niño,
combatirla, de la existencia de una pulsión sexual en el niño. desde su más tierna edad, es capaz de elegir objetos muy precisos.
¿El aporte freudiano consiste principalmente, como se ha creído
durante mucho tiempo, en una teoría de los estadios (estadio oral, significante s . m. (fr. signifiant; ingl. signifier; al. [der] Signifikant) .
estadio anal, etc.), que constituirían otros tantos apoyos de la pul- Elemento del discurso, registrable en los niveles conciente e incon-
sión en necesidades corporales? Sin embargo, estos «estadios», es- ciente, que representa al sujeto y lo determina.
tas «organizaciones pregenitales de la libido», no son descritos por Después de S. Freud es evidente que el psicoanálisis es una ex-
Freud directamente a partir de la observación de los niños. Aun si, periencia de palabra, que exige un reexamen del campo del lengua-
en un segundo tiempo, las descubre en ellos, comienza primero por je y de sus elementos constitutivos, los significantes.
reconstruirlas a partir del análisis de los adultos. Si algunas activi- La cura de las primeras histéricas, conducida por J. Breuer o
dades infantiles, como el chupeteo, son descritas como sexuales, es por S. Freud, ya hace resaltar este rasgo, sin duda más importante
porque el trabajo asociativo del análisis obliga a vincularlas a lo que que la «toma de conciencia>>: la verbalización. La histérica se cura
en el adulto aparece bajo una forma claramente sexualizada, s por poder decir lo qu e nunca pudo enunciar. Una histérica, Anua
trate del beso o de la fellatio. Freud destaca por otra parte cierlo n ( 1- ., fue la q11c ( !(' 11 01111 11 () i d l\·ri l8miento «talking cure», cura por la
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palabra. Esto, por otra parte, es esclarecedor para la etiología mis- una manera directa lo que puede ser un significante sin significa-
ma de la neurosis: lo que es patógeno en la histeria no es el trauma ción, un significante asemántico. La frase que el psicótico oye en su
(por ejemplo, haber visto a un perro tomar agua de un vaso, lo que alucinación lo mienta, lo concierne, se impone a él. Pero, al no
al parecer suscitó una intensa repugnancia), sino no haber podido poder ser ligada con otra, no tiene, de hecho, una verdadera signi-
verbalizar esta repugnancia. El síntoma viene en lugar de esta ver - ficación.
balización y desaparece cuando el sujeto ha podido decir lo que lo Sin embargo, más allá de todas estas referencias particulares a
afectaba. la infancia o a la psicosis, la distinción entre significante y significa-
La evolución posterior del psicoanálisis ha acentuado todavía do debe ser acentuada para todo sujeto.
más este papel de la palabra y requiere una atención más precisa al Lo que el algoritmo lacaniano
lenguaje.
Desde el momento en que el método psicoanalítico, en efecto, ~ ( Significante )
s significado
pasa a tomar en cuenta la actualización de los conflictos latentes
más que la rememoración directa de los recuerdos patógenos, esto permité escribir es la existencia de una barra que golpea [en el
lo lleva a interesarse particularmente en las formaciones del incon- sentido de impresionar o impactar] al sujeto humano a causa de la
ciente, en las que estos conflictos se encuentran representados. Y existencia del lenguaje y que hace que, al hablar, no sepa lo que di-
estos están regulados por encadenamientos rigurosos de lenguaje. ce. Así, el Hombre de las Ratas, en Freud, se ve preso bruscamente
Es el caso del lapsus, del olvido y, en general, del acto fallido, que de la impulsión de adelgazar. Pero esta impulsión permanece in -
puede enunciar un deseo de manera alusiva, metafórica o metoní- comprensible hasta tanto no se haya revelado que en la lengua que
mica. Más aún, es el caso del chiste, que logra hacer oír lo prohi- habla, el alemán, gordo se dice «diclo>, y que Dick es también el
bido burlando la censura. Por último, es el caso del sueño, cuyo nombre de un rival del que quisiera deshacerse. Adelgazar es matar
relato se iee como un texto complejo, que solicita una atención muy a Dick, el rival. Puede verse el alcance de este tipo de observación.
precisa a los términos mismos que lo componen. En el límite, la posibilidad misma del inconciente está condiciona-
Debía corresponderle a Lacan sistematizar toda esta problemá- da por el hecho de que un significante puede in~istir en el discurso
tica recentrándola en el concepto de significante. de un sujeto sin ser asociado por ello a la signifiéación que podría
El término «significante>> está tomado de la lingüística. En Saus- importar para él. «El lenguaje es la condición del inconciente».
sure, el signo lingüístico es una entidad psíquica de dos caras: el De igual modo, el síntoma, que dice algo de una manera indirec-
significado o concepto, por ejemplo, para la palabra árbol, la idea de ta, inaudible, puede ser considerado como el significante de un sig-
«árbol» (y no el referente, el árbol real); y el significante, también nificado inaccesible para el sujeto.
realidad psíquica puesto que se trata no del sonido material que se
produce al pronunciar la palabra árbol, sino de la imagen acústica LA CADENA SIGNIFICANTE. Si el significante es concebido como au-
de ese sonido, que por ejemplo se puede tener en la cabeza cuando tónomo respecto de la significación, puede tomar entonces otra
uno r_ecita una poesía para sí, sin decirla en voz alta. función que la de significar: la de representar al sujeto y también
determinarlo.
LA AUTONOMÍA DEL SIGNIFICANTE. Lacan retoma, trasformándolo, Tomemos un ejemplo simple. Un homosexual confiesa de buen
el concepto saussureano de significante. grado su gusto por los jóvenes de cierto estilo y de cierta edad,
Lo que el psicoanálisis acentúa, en primer lugar, es la autono- aquellos que designa perfectamente para él la expresión «los sol-
mía del significante. Al igual que en la lingüística, el significante, en daditos». El análisis traerá un recuerdo de un entendimiento muy
el sentido psicoanalítico, está separado del referente, pero es tam- grande con su madre, recuerdo cristalizado alrededor de la evo-
bién definible fuera de toda articulación, al menos en un primer cación de aquellas tardes de verano en las que, luego de un largo
momento, con el significado. El juego con los fonemas, que tiene un paseo, ella lo llevaba al café y pedía: <1\.h, para él, una sodita [más
valor absolutamente esencial en los niños, muestra la importancia homofónico en francés con soldadito]». Tal recuerdo no implica, evi-
que tiene el lenguaje para el ser humano más allá de toda intención dentemente, que. según el psicoanálisis, todo se aclara en una vida
de significar. La psicosis, por su lado, da otra ocasión de captar d con la cvoc<1rl611 <I<' a lgunris palabras oídas en la infancia. Pero
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ílicto; o, todavía, simbolizaba la castración, en un sueño en el que


contribuye a caracterizar la función del significante para el sujeto
eran arrancadas las alas a una avispa (Wespe, pero que él decía
humano. La manera en que este hombre nombra al objeto de su de-
«cspe», o incluso S. P., sus iniciales). Bajo la forma gráfica, final-
seo, y así determina sus rasgos, lo remite a un significante oído en
mente, V representa, invertido, las orejas enhiestas de los lobos que
la infancia, que insiste tanto más cuanto que no ha sido reconocido
designan por siempre, para la posteridad, a este célebre paciente de
como tal. Según la fórmula de Lacan, «un significante es lo que
F'reud.
representa al sujeto para otro significante». Hay que destacar tam-
bién aquí que lo que cuenta en «soldado» no es su significación, en
ALCANCE y LÍMITES DE LA REFERENCIA A LA LINGÜÍSTICA. El término
relación por ejemplo con la vida militar, sino su significancia, o sea,
1>ignificante resulta así esencial para la elaboración psicoanalítica.
lo que es producido directamente por la imagen acústica de lapa-
'abe preguntarse, en consecuencia, qué rasgos conserva de su ori-
labra misma.
gen lingüístico.
Se habrá notado ya, por otra parte, en el ejemplo de Dick, el lu-
Las referencias, explícitas o implícitas, son numerosas en La-
gar del juego de palabras en la función del significante. Este lugar
<'an. Conciernen sobre todo a la dimensión estructural del lengua-
se habilita por el hecho de que no es la palabra lo que representa,
Jc, introducida por Saussure; pero van sin duda mucho más allá:
sino precisamente el significante, es decir, una secuencia acústica
conviene en particular destacar, en una época en que la lingüística
que puede tomar sentidos diferentes. La obra de Freud suministra
pragmática ha ocupado un lugar no desdeñable entre las ciencias
profusamente los ejemplos más diversos en este sentido. Así suce-
humanas, que la concepción lacaniana del significante toma en
de con esa histérica tratada en los primeros tiempos del psicoaná-
cuenta desde el principio la dimensión de acto que hay en el len-
lisis, que sufría de un dolor terebrante [taladrante] en la frente , do-
guaje. El significante no tiene solamente un efecto de sentido. Co-
lor que desapareció el día en que pudo evocar el recuerdo de su
manda o pacifica, adormece o despierta.
abuela, muy desconfiada, que le dirigía una mirada «penetrante».
Más importante quizá que la referencia a la lingüística es la que
Las cosas permanecerían incomprensibles de no mediar la refe-
podemos hacer a la poética. Como el poeta, el analista está atento a
rencia al doble sentido de la palabra <'Penetrante>>: sentido «literal» y
las múltiples connotaciones del significante, que abren la posibili-
sentido «figurado».
<lad misma de la interpretación.
Es fácil concebir, por otra parte, que estos significantes, que se
Pero, al fin de cuentas, ¿es el significante asimilable todavía a la
asocian y se repiten fuera de todo control del yo, que se ordenan en
Imagen acústica? Esta no es, en todo caso, su definición en Lacan.
cadenas rigurosamente determinadas, como la gramática determi-
Por cierto que, en tanto se lo opone a la significación, el significante
na el orden de la frase, se muestren a la vez totalmente coercitivos
i'S identificado la mayoría de las veces con una secuencia fonemáti-
para el sujeto humano. La cuestión del significante remite aquí a la
c-a. Pero en ocasiones también puede serlo de una manera total-
de la repetición: retorno reglado de expresiones, de secuencias fo-
1nente distinta. Lacan hace así aparecer como significante, en la
néticas, de simples letras que escanden la vida del sujeto, pasibles
primera escena deAthalie, «el temor de Dios». Ésta expresión no de-
de cambiar de sentido en cada una de sus ocurrencias, insistiendo
be tomarse en el nivel de la significación, al menos de la significa-
por lo tanto fuera de toda significación definida.
ción aparente , puesto que <<aquello que se llama el temor de Dios
Uno de los ejemplos más conocidos sobre este punto sigue sien -
(. . .) es lo contrario de un temor>>. Pero, si es tomada ante todo como
do todavía el del Hombre de los Lobos. Freud y luego numerosos
Hlgnificante, es porque, más que otros términos, tiene un efecto so-
analistas que retomaron el relato de su cura han destacado la in -
bre la significación y sobre uno de los personajes de la pieza, Abner,
sistencia de un mismo símbolo, que representa una letra (V ma-
: 11 que dirige y empuja. Este último ejemplo marca muy bien que es
yúscula) o una cifra (el cinco romano). Bajo esta última forma, re-
: 1 partir de su efecto de sentido, y sobre todo del papel que juegan
mitía a accesos de depresión o de fiebre que el Hombre de los LoboH
l'll una economía subjetiva, como los elementos del discurso pue-
había tenido en su infancia a la quinta hora de la tarde, pero tan 1-
den tener valor de significantes.
bién hora de una escena primaria (habría visto a sus padres hacer
el amor en un momento en que la aguja del reloj marcaba V). BaJo
simbólico, ca adj.; a veces se usa como s. m. (fr. symbolique; ingl.
forma de letra (V o WJ, volvía regularmente en la inicial de nombn·¡..¡
S!J111bollc; al. {das] Symbollsche). Función compleja y latente que
propios de personajes diversos con los que h abía cs lado <·11 <·01 1·

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