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En estos días hablaba con un vecino. Según él, para prosperar dentro del país hay
que robar, ser corrupto.
¿Qué daría paso a esto? ¿El que sabían leer y escribir? Pues en la entrevista no se
demuestra así.
En el caso del estudiante, por temor, no define su posición y sus derechos dentro
de un salón de clases. Mientras que el trabajador, con una sonrisa de oreja a oreja,
permite que su patrón haga con él lo que le dé la gana.
El rol del trabajador social, en éstos casos, sería determinar el grado de conciencia
que posee el afectado. Pues, se sabe que el dominador sabe que domina. Y aunque el
dominado sepa que está dominado, valga la redundancia, no hará nada para defenderse.
La conciencia no se desarrolla, como define la entrevista, dentro de un marco
histórico. Ciertamente la historia es “cuento viejo”, pero es la realidad plasmada
esperando por un cambio. Eso entiendo de una de las citas de Freire en la entrevista:
“La historia no hace nada, no libra ninguna clase de lucha: quién hace todo esto,
quien posee y lucha es el hombre mismo, el hombre real, vivo; no es la historia que utiliza
el hombre para alcanzar sus fines –como si se tratase de una persona aparte- porque la
historia no es sino la actividad del hombre que persigue sus objetivos”.
Mi rol como trabajador social está en hacer descubrir a esa persona qué posee para
poder surgir por sí misma. Sin caer en lo que Freire denomina pequeño-burgués.
¡Sepan cómo se hacen las cosas, para que nadie se burle de ustedes!
A muchos nos dijeron: estudien para que no pasen trabajo. El trabajo está en la
sumisión, en la ambición del poder.