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DEVOCIONAL SEMANA 5: ENCUENTRO.

DIA 29: DESPUÉS DEL ENCUENTRO.

Para junio de 1944 las fuerzas aliadas de la segunda guerra Mundial habían hecho tales avances en la
guerra que la derrota del Tercer Reich era sólo cuestión de tiempo. Sin tener posibilidades reales de
victoria, Adolf Hitler, en un intento desesperado por cambiar el curso de la guerra, ordenó bombardeos
masivos contra la ciudad de Londres, esperando generar tal destrucción, que las potencias aliadas
cambiaran su postura hacia los alemanes. Sus intentos resultaron inútiles y no pudieron cambiar lo
inevitable. En mayo de 1945, Alemania presentó su rendición incondicional, lo cual marco el fin de la
guerra.

Así como Hitler en su momento, el enemigo esta enfurecido contigo porque ya no le perteneces e
intentará contraatacar para recuperar el control de tu vida. Sin embargo, al igual que el dictador
alemán, Satanás no tiene posibilidades reales de victoria, ya que Jesús lo venció de manera aplastante
en la Cruz del Calvario. A pesar de saber que no puede reponerse de su derrota, intentará a través de
todos los medios posibles ser un tropiezo en tu relación con Dios para que no puedas servirle en
plenitud, ya que sabe que un solo cristiano puede causar estragos en su reino. Debes estar atento
porque a partir de ahora serás atacado como posiblemente nunca lo has sido. El enemigo usará todos
sus recursos, incluso personas allegadas a ti, para intentar desanimarte y sacarte del camino que has
comenzado a recorrer. Pero no tengas temor. Como el Señor Jesús mismo dijo: “Estas Cosas os he
hablado para que en mi tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción, pero confiad, yo he vencido al
mundo” (Juan 16:33).

“Por lo tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos,
despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que
tenemos por delante” Hebreos (12:1)

El escritor del libro de Hebreos compara la vida cristiana con una maratón. No es una carrera rápida en
la que se quema toda la energía en poco tiempo, sino una carrera larga, que dura toda la vida, y que
debe correrse con paciencia. Tú ya la comenzaste, pero la verdadera recompensa no la recibe quien
comienza la carrera, sino quien la termina. ¡Así que prepárate para terminarla!

Recuerda las cosas que aprendiste en el encuentro, repasa las enseñanzas que más te marcaron, pero
sobre todo, determínate a no dar ningún paso hacia atrás y a profundizar cada día en tu relación
personal con Dios. La diferencia entre quienes culminan la carrera y quienes fracasan en el intento es
que los primeros lo hacen de la mano de Dios; mientras que los otros intentan hacerlo por sus propias
fuerzas y a su manera. Pide a Dios que cada mañana te ayude con todos los desafíos que tengas.
Durante cuarenta años el pueblo de Israel estuvo en el desierto, no podían sembrar ni cosechar, y cada
día Dios hacia llover mana del cielo para que tuvieran alimento. No hubo un solo día que tuvieran
necesidad. De la misma manera que Dios te dará todo lo que necesitas diariamente para que puedas
llegar a la meta, no importa la prueba o dificultad que puedas enfrentar. Dios tiene la provisión que
necesitas para que nunca te falte nada.
I. VIVE LA LECCIÓN: Completa los siguientes versículos bíblicos y, memorízalos.

“_________lo puedo en ___________que me ____________(Filipense 4:13)

“Dios es nuestro_______________ y ______, nuestro pronto auxilio en las _____________”(Salmos


46:1)

“Por tanto, tomad toda la _______________ de Dios, para que podáis __________ en el día malo, y
habiendo acabado todo, estar ____________ “(Efesios 6:13).

II. RECUERDA LA LECCIÓN: La vida cristiana es como una maratón, lo importante no es comenzarla,
sino terminarla.

III. ESTUDIA LA PALABRA: Salmos 52, Proverbios 29, Hechos 16, Hechos 17

Autor: Universidad de la Vida. Pastor Cesar Castellanos

DIA 30: 180 GRADOS.

“El que encubre sus pecados no prosperará; Más el que los confiesa y se aparta alcanzará
misericordia” (Proverbios 28: 13)

En el verso anterior, el rey Salomón nos habla de dos requisitos para alcanzar la misericordia divina: la
confesión de nuestro pecados y el apartamos de ellos. Este conjunto se conoce como arrepentimiento.
La palabra arrepentimiento significa cambio de pensar y actitud”. No se trata únicamente de hacer una
oración bonita o de llorar en la presencia de Dios, debe haber un cambio en la manera en que
pensamos y actuamos. Debemos reconocer nuestros errores delante de Dios y confesarlos como
pecados. Intentar esconderlos es inútil. Debemos reconocer nuestro pecado como lo que es y no
hacerlo parecer menos grave. Sin embargo, aparte de la confesión de pecados, hay algo adicional:
debemos apartarnos de ellos. Tristemente muchas personas llegan únicamente a la confesión, pero
nunca avanzan de ahí. En oración reconocen que pecaron, pero no están dispuestos a abandonar su
pecado. Apenas tienen la oportunidad, vuelven a cometer los mismos pecados que confesaron. Eso no
es arrepentimiento.
La Biblia nos cuenta la historia de Zaqueo, quien era cobrador de impuestos. Los judíos odiaban a las
personas como él porque eran judíos que no solo trabajaban para los romanos (quitando el dinero a
sus hermanos para darlo al gobierno opresor), sino que muy a menudo cobraban más de lo que debían
para quedarse ellos con el excedente. En muchas ocasiones se valían de la fuerza para quitarles el
dinero a las personas. Sin embargo, cuando Jesús fue a la casa de este hombre, él se arrepintió de
sus pecados. Antes era codicioso y por eso robaba, pero al arrepentirse dejó de amar el dinero: dio la
mitad a los pobres y usó el resto para restituir a los que había robado (Lucas 19:8). Cambió por
completo su manera de pensar y de actuar, se arrepintió genuinamente. Por eso Jesús le dijo: “hoy ha
venido la salvación a esta casa" (Lucas 19:9a)

El arrepentimiento de Zaqueo no se quedó únicamente en palabras o en lágrimas, consistió en darle


un giro de 180 grados a su vida. Él no salió a las calles a gritar me arrepentí, sino que los que antes lo
habían visto robar y ahora lo veían devolver lo robado sabían que se había arrepentido. No fue por sus
palabras que dieron cuenta sino por sus acciones.

En una Ocasión, el predicador Charles Spurgeon contó un testimonio ilustrando lo que verdaderamente
es el arrepentimiento:

Ustedes recordarán que una mañana mencioné el caso de un infiel que había sido un escarnecedor y
un burlador, pero, por medio de la lectura de uno de mis sermones impresos, había sido traído a la
casa de Dios y luego a los pies de Dios. Bien, el pasado día de Navidad, el mismo infiel juntó todos sus
libros, y fue al mercado de Norwich, y allí hizo una retracción pública de todos sus errores, y una
profesión de Cristo, y luego, tomando todos sus libros que él había escrito, y que guardaba en su casa,
sobre temas impíos, los quemo a la vista del público. He bendecido a Dios por tal maravilla de gracia
como esa, y oro para que haya muchos casos más de individuos, que aunque hayan nacido como hijos
pródigos, regresen a casa diciendo he pecado”
I. VIVE LA LECCIÓN:

En la predicación de Juan el Bautista para el pueblo judío encontramos que es necesario que hagamos
“frutos dignos de arrepentimiento” (Mateo 3:8), es decir, debemos hacer que sea notorio para otros que
nos hemos arrepentido y que hemos cambiado, de la manera en que Zaqueo lo hizo. Dibuja un árbol
muy frondoso y con muchos frutos. En cada uno de los frutos del árbol escribe una palabra que
represente la forma en que vas a restituir cada una de las cosas por las que te arrepentiste. Luego,
decóralo como quieras.

II. RECUERDA LA LECCIÓN: Tu arrepentimiento debe ser evidente ante todas las personas.

III. ESTUDIA LA PALABRA: Salmos 53, Proverbios 30, Hechos 18, Hechos 19

DIA 31: TOMA LO QUE ES TUYO.

Jesús hizo en la Cruz todo lo que era necesario hacer por todas las personas de cualquier época. El
escritor a los hebreos lo expresó de esta manera: “porque con una sola una sola ofrenda hizo perfectos
para siempre a los santificados”(Hebreos 10:14). No es necesario adicionarle nada a la obra redentora
de Jesús en la Cruz; es completa, suficiente y perfecta. En el día 10 aprendimos del intercambio que
tiene lugar en la Cruz. Jesús conquistó en ella nuestro perdón, sanidad, justicia, vida, bendición,
abundancia, gloria, aceptación, y nos dio una nueva naturaleza. Legalmente todas estas cosas nos
pertenecen. Sin embargo, pareciera que algunos cristianos no pueden disfrutar de algunas de ellas.

El estratega militar Sun Tzu solía decir que “los soldados victoriosos ganan primero y luego marchan a
la guerra; mientras que los soldados derrotados marchan primero y luego buscan la victoria”. Esto fue
precisamente lo que sucedió al pueblo de Israel bajo el liderato de Josué. Dios había prometido a
Abraham que le daría a él y a sus descendientes la tierra en la que había habitado para siempre.
Legalmente la tierra pertenecía a la descendencia de Abraham. Dios mismo se lo recordó a Josué
cuando le dijo; “Yo os he entregado todo lugar que pisare la planta de vuestro pie”(Josué 1:3). Dios no
dijo “voy a entregarles”, sino “ya les entregue”. Los dueños legítimos de la tierra eran los israelitas, pero
en realidad parecía indicar otra cosa. Los cananeos habitaban allí desde hacía más de 400 años,
sembraban y cosechaban esa tierra, construyeron en ella casas y ciudades fortificadas. Cruzaron el río
Jordán, siendo los dueños, pero tuvieron que luchar para obtener lo que era suyo. Sucede algo
parecido con nosotros. Jesús nos hizo acreedores de todas las cosas que conquistó en la Cruz. Todo
es legalmente nuestro, pero al igual que los israelitas hay un enemigo que se opone a que recibamos lo
que Dios nos entregó.

La historia del pueblo de Israel entrando en la tierra prometida es modelo de cómo podemos hacer
nosotros para vivir en plenitud, disfrutando de los beneficios que Jesús conquisto para nosotros con Su
sacrificio.

Esta no era la primera vez que el pueblo de Israel iba entrar a la tierra prometida, cuarenta años atrás,
bajo el liderazgo de Moisés, iban hacerlo. Escogieron doce espías regresaron, se impresionaron de lo
fértil que era la tierra. Incluso llevaron un racimo de uvas tan grande que lo tenían que cargar entre dos
personas, pero diez de los espías le dieron más importancia a otras cosas, ellos se fijaron en la
estatura de los cananeos, en que sus ciudades eran fortificadas y que los cananeos eran militarmente
muy superiores a ellos mismo (Números 13:28). Por hacer esto dejaron de creer en la promesa que
Dios les había hecho. Dios dijo que Èl mismo les daría la Tierra, los ejércitos enemigos y sus ciudades
fortificadas no deberían ser causa de preocupación, ya que Dios había prometido encargarse de ellos
personalmente, no les correspondía a ellos mirar cómo iban a derrotarlos, esa era responsabilidad de
Dios. Tristemente no le creyeron a Dios y, a causa de su incredulidad, no pudieron entrar (Hebreos
3:19).

Cuarenta años màs tarde, otra generación tuvo el mismo desafío. Aunque la tierra era la misma y sus
enemigos no habían cambiado, los israelitas eran diferentes a la generación que fracasó. Esta
generación si creyó que Dios iba a cumplir Su promesa, asì que llenos de fe avanzaron y conquistaron.
Fue por esa fe que tuvieron éxito en la conquista y vieron muchos milagros: el río Jordàn se abrió y
pasaron por la mitad, los muros de Jericó se derrumbaron ante sus ojos, el sol se detuvo en una
ocasión para pudieran luchar sin verse interrumpidos por a oscuridad de la noche. Así, con fuerza
militar inferior y sin armas apropiadas, pero con una promesa de Dios, los israelitas se apropiaron de la
tierra que ya les pertenecía.

Para obtener todas las bendiciones que Jesús coloco a nuestro alcance gracias a Su sacrificio
debemos seguir el mismo camino que recorrió el pueblo de Israel. Debemos tener Fe en la promesa de
Dios y actuar de acuerdo ella. Tener fe significa estar completamente convencido de algo (Hebreos
11:1). En este caso específico, es que estés 100% convencido de lo que conquisto Jesús en la Cruz
para ti es tuyo, así lo que estés viviendo sea lo opuesto y no sepas còmo vaya a pasar. Si estás seguro
de que, que como Dios lo dijo, Èl lo hará, comenzaràs a ver cambios en tu vida. No te preocupes de
qué manera lo hará, deja eso en manos de Dios, esa es Su responsabilidad, ¡Èl nunca falla!

Recuerda que si no tienes suficiente Fe, hay una manera de obtenerla: “Asi que la fe es por el oir, y el
oir, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17). Llenando tu mente de la Palabra de Dios vas a recibir la
Fe necesaria para que puedas vivir tu vida en la plenitud, porque Jesús la obtuvo para ti en la Cruz del
Calvario. Fue exactamente lo que Dios dijo a Josué antes de entrar a conquistar la tierra prometida:
“Nunca se apartara de tu boca este libro de la ley (Biblia), sino que de dìa y de noche meditarás en el,
para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito: porque entonces haras prosperar
tu camino, y todo te saldrá bien” (Josué 1:8).

I. VIVE LA LECCIÓN:

De los nueve intercambios que Jesùs dispuso para nosotros en la Cruz (perdón en lugar de castigo;
sanidad en lugar de heridas; justicia en lugar del pecado; vida en lugar de muerte, bendición en lugar
de maldición; abundancia en lugar de pobreza; gloria en lugar de vergüenza; aceptación en lugar de
pecado; naturaleza espiritual en lugar de naturaleza carnal), ¿hay alguno que no sea parte de tu vida?
Subráyalo en la siguiente tabla y escribe al lado una promesa bíblica al respecto y memorízala.

INTERCAMBIO PROMESA
Perdón
Sanidad
Justicia
Vida
Bendición
Abundancia
Gloria
Aceptación
Naturaleza Espiritual

II. RECUERDA LA LECCIÓN:

Jesús conquisto todo lo que alguna vez pudieras necesitar en la Cruz.


Debes apropiarte de cada conquista por medio de la Fe.

III. ESTUDIA LA PALABRA:

Salmos 54, Salmos 55, Proverbios 31, Hechos 20


DIA 32: LA MAYOR MEDICINA.

“Por lo cual el reino de los cielos es semejantes a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos. Y comenzando
a hacer cuenta, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. A este, como no pudo pagar, ordeno su
señor venderle, y a su madre e hijos, y todo lo que tenía, para que se le pagase su deuda. Entonces aquel siervo,
postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagare todo. El señor de aquel siervo,
movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda. Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos,
que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes. Entonces su
consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te pagare todo. Mas él no
quiso, sino fue y le echo en la cárcel, hasta que pagase la deuda. Viendo sus consiervos lo que pasaba, se
entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había pasado. Entonces, llamándole su señor, le
dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. ¿No debías tú también tener
misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? Entonces su señor, enojado, les entrego a los
verdugos, hasta que pagase todo lo que debía. Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis
de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas” (Mateo 18:23-35).

¿Hay algo que te haya hecho perder la alegría? Hay personas que tienen problemas muy difíciles, por los cuales
no han vuelto a sonreír: una prueba, la pérdida de un ser querido, un revés financiero, la traición de una persona a
quien amaban, etc. Yo he pasado por todas esas situaciones, incluso ya perdí la cuenta de cuantas veces me han
clavado un puñal por la espalda. Pero en una ocasión hice una oración en la que le dije al Señor: “nunca permitas
que yo pierda esa bendición de creer en la gente; aplico la Sangre de Jesús para que la herida se sane y hago de
cuenta que la traición que yo sufrí, la sufrió otra persona, me determino a seguir creyendo en la gente, a darles
nuevas oportunidades y a orar por ellos”. Después de esa oración, no permitía que nada me quitara el gozo,
aunque en una ocasión si lo perdí.

En el año 1997, salí con mi familia de la reunión del domingo para celebrar el cumpleaños de mi hija Lorena, nos
detuvimos en un semáforo y unos motociclistas se detuvieron a mi lado, inmediatamente comenzaron a
dispararnos. Yo recibí cinco impactos de bala y mi esposa, uno. De repente nuestra celebración de cumpleaños
fue transformada en vidrios rotos y sangre por todas partes. Batalle por mi vida durante diez días en la unidad de
cuidados intensivos, y gracias al Señor, y a la oración intercesora de mi esposa, viví. Después del atentado,
durante 20 días, perdí el gozo. Permití amargura en mi corazón y todos los días oraba diciendo: “¡Señor, hazme
justicia de mi adversario!, ¡No permitas que esos impíos desciendan con paz al Seol!”. Quería venganza, y por
causa de ese deseo, el gozo se había ido de mí, ya no sentía al Espíritu Santo, estaba encerrado en mí mismo.
Pasados 20 días, entre en oración y le dije al Señor: “yo quiero ser el mismo de antes. “¿Has perdonado a los que
te quisieron matar? “¡No!”, replique. “¿Los quieres perdonar?”, me dijo. Yo respondí: “¡Ay Jesús!”, esa es la parte
difícil, ¿Cómo voy a querer perdonar a alguien que me quiso destruir?”. Estaba enfrentando una lucha interna.
Luego le dije, “Señor, mis emociones me dicen que no, pero en mi voluntad lo hare, y los perdonare”. En ese
momento entendí que el perdón no es una emoción ni un sentimiento, pues, ¿Quién siente perdonar al que le
traiciono? Así que dije: “amen Señor, los perdono; perdono a los que me quisieron quitar la vida, a los autores
intelectuales y materiales, y los bendigo. Te pido, Señor, que Tú uses esto para que ellos Te conozcan y sean
salvos”.

Termine la oración y un rayo de luz penetro por mi cabeza, volví a sentir la presencia del Espíritu Santo.
Finalmente, después de veinte días volví a sonreír. Guardar rencor contra quienes me quisieron quitar la vida no
les hacía nada a ellos, solo me estaba haciendo daño a mí mismo. La falta de perdón no solo causa amargura en
las personas, sino que también nos impide alcanzar la misericordia divina, como Jesús enseña en parábola de los
dos deudores. Perdonar significa tener misericordia de alguien que no la merece. Es renunciar al derecho de
condenar a alguien cuando legítimamente podríamos hacerlo. Yo tenía todo el derecho de pedir justicia respecto a
quienes atentaron contra mi vida; el siervo malo de la parábola no se inventó la deuda de su consiervo y no actuó
en contra de la ley cuando lo mandó a la cárcel. Sin embargo, el rey lo entrego a los verdugos porque no mostro
la misericordia que él había recibido. Así como Dios perdono todos nuestros pecados sin nosotros merecerlos, de
tal modo que puede vernos como si nunca los hubiéramos cometido, nosotros debemos perdonar a quienes nos
hacen daño, así no merezcan nuestro perdón. Sabemos que hemos perdonado cuando podemos ver al otro como
si nunca hubiera hecho algo en nuestra contra.

I. VIVE LA LECCIÓN: Haz una lista de las personas que te hicieron daño y a quienes debes perdonar. En
oración, perdónalas de manera sincera recordando lo que significa el perdón y, si te es posible, habla con ellas
para reconciliarte.

II. RECUERDA LA LECCIÓN: El perdón es la medicina que mantiene sanos los corazones.
III. ESTUDIA LA PALABRA: Salmos 56, Salmos 57, Salmos 58, Hechos 21, Hechos 22.

DIA 33: CUIDA TU LIBERTAD.

“Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo; y no hallándolo, dice:
Volveré a mi casa de donde salí. Y cuando llega, la halla barrida y adornada. Entonces va, y toma otros sietes
espíritus peores que él; y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el
primero”. (Lucas 11:24-26).

En la Película The Terminator, el personaje Arnold Schwarzenegger, un ciborg asesino, intenta entrar en una
estación de policía en donde se encontraba su objetivo, pero un policía le niega la entrada. El responde con su
icónica frase: “I`II be back” (volveré); en seguida estrella un carro de policía en la recepción de la estación para
poder entrar y luego iniciar una masacre en su interior.

Los espíritus inmundos que salen de una persona tienen la intención de regresar a sus antiguos cuerpos y harán
todo lo posible por recuperar el dominio sobre la vida de la persona. No quedan satisfechos estando por fuera, y
también dicen: “volveré”. Por eso no regresan solos, sino traen refuerzos, quieren tener éxito a como dé lugar.
Durante el encuentro recibiste liberación de cualquier espíritu inmundo que estuviera controlando tu vida, pero
debes ser consciente de que hará todo lo posible por regresar a ti. Jesús mismo lo enseño: si un espíritu inmundo
no está dentro de un cuerpo, no halla reposo, y por eso hace todo lo que esté en su alcance para regresar.
También hace una advertencia que no podemos ignorar: si les permites la entrada, quedaras peor que como
estabas antes de recibir la liberación.

Jesús compara la vida de las personas con una casa, cuyo exterior refleja quien vive en ella. En una ocasión
enseño que “ninguno puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si antes no le ata,
entonces podrá saquear su casa” (Marcos 3:27). Antes de conocer a Jesús, tu vida estaba indefensa, no había
nadie que protegiera la casa. Por eso los espíritus inmundos pudieron entrar tan fácilmente para destruir tu vida.
En este pasaje, Jesús enseña que para que alguien pueda conquistar una casa, necesita primero dominar a quien
vive en ella. La manera más efectiva en que puedes defenderte es asegurándote de que en tu vida viva el más
fuerte de todos: Jesús. Si Él es quien habita en ti, no importa que el espíritu inmundo traiga siete, setenta o siete
millones peores que él. Jesús tiene todo el poder, toda la autoridad, además ya los derroto a todos de una manera
aplastante (Colosenses 2:15). Si Él defiende tu casa, nada ni nadie podrá dañarte jamás.

También nos enseñó cómo hacer para que El viva dentro de nosotros: “respondió Jesús y le dijo: el que me ama,
mi palabra guardara; y mi padre le amara, y vendremos a él, y haremos morada con él” (Juan 14:23, énfasis
añadido). Para que Él viva dentro de nosotros hay una condición que debemos cumplir: debemos obedecer Su
palabra. El no es un actor de reparto, es el Rey de Reyes y el Señor de Señores. Si el Rey da una orden, espera
obediencia inmediata. Debes estar dispuesto a ceder el trono de tu vida. Esto quiere decir que ya no eres tú quien
manda, no eres tu quien tiene el control, y no eres tu quien toma las decisiones.

Si prefieres no darle el trono de tu vida a Jesús, serás tú mismo el que deberá defenderse del contraataque de los
espíritus inmundos. Pero recuerda que ya fuiste derrotado una vez, y que esta vez el que te derrotó viene con
refuerzo que son más fuertes que él.

I. VIVE LA LECCIÓN: En su libro bendición o maldición, (página 38) Derek Prince enseña 7 pasos para vivir en la
bendición de Dios. Estúdialos y aplícalos uno por uno, hasta que sientas que estás viviendo la libertad plena.

 Confiesa tu Fe en Cristo y el sacrificio que hizo en beneficio tuyo. (Romanos 10:9-10).


 Arrepiéntete de todas tus rebeliones y pecados. (Marcos 1:15)
 Reclama el perdón de pecado. (1Juan 1.9).
 Perdona a todas las personas que te haya hecho daño, u ofendido o hayan sido injustas contigo. (Marcos
11:25).
 Renuncia a todo contacto con cualquier cosa ocultista o satánica (2 Corintios 6: 14-15).
 Ora para ser libre de cualquier maldición (Marcos 11:24).
 Cree que has recibido lo que Dios te ofrece, y sigue adelante en la bendición de Dios. (Efesios 3:20).

II. RECUERDA LA LECCIÓN: La forma de permanecer en libertad, es cediendo el trono de tu vida a Jesús.
III. ESTUDIA LA PALABRA:

Salmos 59, Salmos 60, Salmos 61, Hechos 23, Hechos 24


DIA 34: CAMBIA TU NACIÓN, DOCE PERSONAS A LA VEZ.

“Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, más los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de
la mies, que envié obreros a su mies”. (Mateos 9:37-38).

Dios tiene un anhelo en su Corazón: quiere que las personas nos reconciliemos con Él. Es su más grande deseo.
Lo quiere tanto, que no le importó vivir como hombre, dejarse golpear, insultar, humillar, y colgar en una cruz.
Jesús soporto todas estas cosas porque sabía que producto de Su sacrificio, la humanidad tendrá la oportunidad
de reconciliarse con El.

La palabra mies significa cosecha. En este pasaje de Mateo, Jesús hace referencia a que la labor de cosechar es
muy grande. Piensa por un segundo en cuantas personas conoces que viven alejadas de Dios en tu barrio, en tu
lugar de estudio o trabajo, en tu lista de contacto en las redes sociales, etc. Te darás cuenta de que la gran
mayoría necesita reconciliarse con Dios. La labor de traerlos de vueltas es la de recoger la mies de la que Jesús
habla en este pasaje.

El Señor ve a cada persona como un obrero, o ministro suyo; la iglesia de Jesús es comparada con un cuerpo,
¿habrá algún miembro en tu cuerpo que permanezca dormido? ¡No! Cada célula tiene una labor específica que
hacer. Algunos órganos tienen funciones más llamativas que otros, pero ninguna parte de nuestro cuerpo esta
ociosa, ¿Será que en el cuerpo de Cristo alguno podrá darse el lujo de dormirse? ¡Tampoco! Todos tenemos un
papel que jugar en el plan de Dios. Todos podemos ayudar a las personas para que se reconcilien con Dios. Por
eso el Señor me dio la claridad de que cada miembro debe convertirse en un líder; porque la iglesia es un órgano
viviente. Antes de ascender a los cielos, la última vez que Jesús hablo con Sus discípulos, les dijo : “Toda potestad
me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el
nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he
mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amen.” (Mateo 28:18-20).

El ya hizo Su parte, recordemos que la obra en la Cruz es perfecta y completa. Ahora nos corresponde hacer la
nuestra, bebemos continuar lo que Él comenzó. Debemos “ir y hacer discípulos a todas las naciones”.
Sinceramente, evangelizar cualquier nación es muy sencillo, Dios ha hecho que yo lo vea así. No es nada
complicado, no consiste en que tengas que pararte en las esquinas a hablar como un loco, ni que te subas en los
buses a intentar convencer a las personas. Dios nos regaló como iglesia una estrategia para hacerlo, la Visión
G12. Nuestro enfoque es que cada persona se encargue de discipular a otras doce, pero hacerlo bien. Esto fue lo
que yo entendí, imagina que cada uno de esos doce hiciera lo mismo y se encargara de cuidar a otros doce. La
primera generación seria de doce personas; la segunda de ciento cuarenta y cuatro; y la tercera de mil
setecientos veintiocho; la cuarta, de veinte mil setecientos treinta y seis; la quinta, de más de doscientos mil; la
sexta de más de dos millones y la séptima, de más de treinta y cinco millones.

¿Cómo podemos transformar una nación con el evangelio? Enfocándonos en doce. Al decir que debemos
discipular doce, pero hacerlo bien, me refiero a que no se trata de reunir personas simplemente para reunirlas. Se
trata de hacerlo para que sus vidas sean transformadas por el evangelio. Cuando éste llega a los ladrones, dejan
de robar; cuando llega a los asesinos, dejan de matar, cuando llega a los malos padres, las familias se restauran.

Tenemos visión para cambiar naciones, eso no es suficiente, debemos también trabajar. El consultor Joel Barker
dice que “la visión sin acción es solo una ilusión. La acción sin visión es perder el tiempo. La visión con acción
puede cambiar al mundo”.

I. VIVE LA LECCIÓN: ¿Qué papel tienes tú en esta gran obra? ¿Cómo puedes empezar? Mira los siguientes
desafíos y lánzate a realizarlos mínimo una vez cada semana. Hazlo que se vuelvan habito en tu vida.

 Cuéntale a alguien lo que Jesús ha hecho por ti.


 Invita a alguien a acompañarte a la célula a la que asistes.
 Invita a alguien a acompañarte a la reunión en tu iglesia
II. RECUERDA LA LECCIÓN: Nuestra misión es reconciliar al mundo con Dios y todos tenemos una tarea por
cumplir.
III. ESTUDIA LA PALABRA:

Salmos 62, Salmos 63, Salmos 64, Hechos 25, Hechos 26.

DIA 35: ESPÍRITU SANTO, ¡TE NECESITO!

“Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiara a toda la verdad; porque no hablara por su
propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber lo que oyere, y os hará saber las
cosas que habrán de venir”.

Es imposible hablar de un nuevo comienzo sin la ayuda del Espíritu Santo, no importa cuán banas sean
las intenciones que tengamos, la excelencia de los planes, la motivación que podamos ponerle a las
cosas. No podremos hacerlo sin la ayuda del Espíritu Santo.

Un obrero de la General Motors había tratado de cortar cierto nuevo metal muy duro. Después de
repetidos esfuerzos inútiles, llevo el metal al administrador general de la corporación, quien era un
reconocido ingeniero de automóviles e inventor, y le dijo que no podía cortarlo. Él le preguntó: ¿Has
usado el diamante para cortar metales? El trabajador dijo que no; y luego fue a tratar de hacerlo y pudo
cortarlo con el diamante. Entonces el administrador le dijo: El metal no es demasiado duro, sino que
nuestras herramientas no son suficientemente fuertes”.

Cuando el Señor Jesús vino, motivó a Sus discípulos a que hicieran obras, pero las herramientas que
ellos tenían antes de ser llamados no eran las más adecuadas para hacerla. El trabajo asignado por el
Señor era muy duro, imposible de hacer si ellos lo hacían en sus propias fuerzas. Jesús sabe que el
corazón del ser humano está muy endurecido y se necesita la punta del diamante divino para
quebrantarlo. Por eso dijo a Sus discípulos que esperaran en Jerusalén hasta que viniera el Espíritu
Santo sobre ellos (Lucas 24-49). ¿Cuántas veces nosotros pensamos que hacer la obra de Dios implica
llenar nuestra mente de información y trabajar arduamente?, pensamos que si lo hacemos en nuestras
propias fuerzas lo vamos a lograr.

El Señor Jesús nos dio ejemplo, por 30 años no tuvo ninguna manifestación en público, no se atrevió a
forjar un solo discípulo. Esperó el tiempo correcto para iniciar Su ministerio, el tiempo en el que el
Espíritu Santo vino sobre Su vida después de que hizo bautizar. En ese momento los cielos se
abrieron, el Espíritu Santo descendió sobre Él en forma corporal como de paloma y vino una voz del
cielo que dijo “Este es mi hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo 3:17). Ahí recibió la
aprobación de Dios.

Muchos líderes han quedado postrado en el camino porque no le han dado al Espíritu Santo el lugar
que merece, el Señor Jesús nos dio ejemplos: solo hasta que vino el Espíritu Santo comenzó a hacer la
obra de Dios. Cuando entro a la sinagoga le alcanzaron el rollo del libro del profeta Isaías, lo abrió en el
capítulo 61 y leyó, “El Espíritu del Señor esta sobre mí, por cuanto me ha ungido…” (Lucas 4:18ª).
¿Para qué lo ungió?, para dar buenas noticias a los pobres, para proclamar el año de la buena voluntad
del Señor (Lucas 4:18b-19, paráfrasis del autor). Cuando termino la lectura, Jesús dijo: “Hoy se ha
cumplido esta Escritura delante de vosotros” (Lucas 4:21).

¡Qué tremendo equipo!, la palabra y el Espíritu trabajando juntos para engrandecer el Reino de Dios.
El Espíritu Santo es una persona, yo lo he podido entender, es muy real. Muchos no alcanzamos a
entender cómo trabaja El. Pero, ¿Por qué crees que Jesús dijo: “Yo me voy, pero no los dejare
huérfanos, sino que les daré otro consolador, el Espíritu de verdad”? (Juan 14:16-18, paráfrasis del
autor). El Señor dijo “les daré otro Consolador”, y sabemos que el nombre “Consolador” se refiere a
alguien que viene a nuestro lado para animarnos. El Espíritu Santo es el mayor motivador que existe. Él
no vino a condenar, sino que vino a motivar; Él no vino a avergonzar, sino que vino a honrar. Él viene
para levantar el ánimo de sus hijos y ayudarlos en todos los desafíos que tengan en sus vidas. Por eso
lo más importante es aprender a cultivar la amistad con Él.

I. VIVE LA LECCIÓN: Escribe en tus propias palabras una oración en la que expresas las razones por las
cuales necesitas al Espíritu Santo.

II. RECUERDA LA LECCIÓN: El secreto del éxito está en cultivar la amistad con el Espíritu Santo.

III. ESTUDIA LA PALABRA: Salmos 65, Salmos 66, Hechos 27, Hechos 28

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