LA FALSIFICACIÓN DE LAS CONCEPCIONES DE MARX, Erich Fromm,
1961
(…) el significado es el nervio de la guerra,
la guerra es la misma estructura del sentido.
Barthes
¿Qué tan grande es el monstruo del marxismo? Lo vemos convertido en un
símbolo que de a poco devino en consigna, lecturas sectarias y merchandising. Hoy sabemos lo inmediata que es la asociación entre Marx y la Unión Soviética para los medios masivos y los sectores conservadores. Ahora bien, ¿de dónde surge esta sobrecarga de sentidos? E. Fromm (1900-1980), psicoanalista alemán que tuvo un contacto muy profundo con la doctrina del marxismo, nos invita, en esta ocasión, a enfrentar el problema de las interpretaciones de Marx, para el cual reconoce dos orígenes: por un lado, habría motivos racionales que determinarían una interpretación equívoca, y por el otro, la causa del “malentendido” sería una vinculación irracional –un enfoque más psicológico– del marxismo con emblemas que resultan terroríficos y amenazantes según la perspectiva de una sociedad basada en la propiedad privada. Entonces, haremos lo siguiente: primero indagaremos a fondo estas dos razones principales y cuáles otras excusas de fondo se esgrimen a lo largo del texto. Luego, finalizaremos viendo qué aspectos del texto nos pueden servir a nosotros, educadores de escuela media y superior, para pensar en qué se está enseñando cuando se enseña a Marx. Nuestra comunidad, paradójicamente, no está a salvo del prejuicio.
Erich Fromm señala, al comienzo, que se piensa el materialismo como la
negación absoluta de lo que se ha llamado “espiritualidad”. La idea de materialismo que se forman los detractores es algo que un lector más avezado del marxismo jamás perdonaría. Se sostiene erróneamente que el modelo de hombre “materialista” es un hombre consumista, que no tiene intereses más allá de los inmediatos de alimentación y vivienda. Es decir, lo que en otros términos reconocemos como el prototipo que crean las sociedades capitalistas (lo que E. Fromm encuentra sobradamente irónico). Los “hombres mercancía” son precisamente hijos de un sistema capitalista.
Bien diferente es la antropología que aparece en los libros de Marx, ya que la
propuesta es la liberación del hombre del determinismo económico, la “restitución a su totalidad humana y armonía con sus semejantes y la naturaleza”, lo que significa que lo estrictamente humano no se limita a la dimensión del consumo, el cual, por el contrario, expresaría la famosa alienación.
Otra ironía que encuentra Fromm es que además de esta crítica al
“materialismo” (malentendido), se critica la falta de realismo del socialismo, como si fuera una simple ensoñación de un lugar imposible. Según esto, Marx “pasaría” por alto que los grandes incentivos de la fuerza productiva son los bienes materiales. En este sentido, considerarían al ser humano como naturalmente capitalista (religioso de la propiedad privada) contra el cual el marxismo nada puede hacer. Frente a estas posiciones, Fromm determinó que la postura de Marx puede llamarse “existencialismo laico” debido a que se ocupa fundamentalmente de la liberación del hombre, que bajo un régimen capitalista, cosificante y destructivo, es impensable.
Lo curioso es que Fromm señala que se habla desde la ignorancia absoluta –y
deliberada–, incluso en los centros educativos. Por dar un ejemplo, los Manuscritos económicos-filosóficos no han sido traducidos al inglés: allá aparecen sus principales concepciones antropológicas y se explaya sobre la emancipación. Este olvido, creemos, no es inocente. Del otro lado del tablero, la “lectura” que hicieron muchos comunistas soviéticos y socialistas reformistas terminó, subrepticiamente, por trasladar categorías marxistas a estructuras económicas del capitalismo.
Por último, existiría un motivo “no racional” y es la vinculación entre Marx y la
Unión Soviética. ¿Cuál es el origen de este miedo sobrecogedor que llenó las calles y la televisión de propagandas anticomunistas? Muy inteligentemente, E. Fromm sostiene que no es el miedo a un régimen dictatorial, de los cuales la población conoce y mucho. Es, de fondo, que nada hay más de amenazante e inhumano que atentar contra la propiedad privada. Entonces el marxismo recibió todos los voltios de este terror capitalista.
En definitiva, podríamos decir que se trata de una proliferación de
ambigüedades y confusiones semánticas, falta de estudios rigurosos y malversaciones conscientes. Consideramos que la lucha por hacerle justicia a un autor con tanto peso en el pensamiento contemporáneo es algo de principal importancia en nuestra labor como educadores. Sabemos que la mass media, muchos centros educativos y ciertas voces legitimadas siguen incurriendo en estas malinterpretaciones y que continúa siendo importante para ellos defender, a veces más concientemente que otras, las dinámicas capitalistas. No podemos, y esto es a título personal, pasar por alto que la mayoría de los jóvenes en la enseñanza media reciben al comienzo una imagen televisiva de Marx con la consiguiente carga valorativa. Por esta sencilla razón, el texto de Fromm, de amable lectura, puede ayudarnos a introducir a las próximas generaciones en esta problemática real y facilitar el interés por un autor clave para las luchas de clase de nuestro siglo.