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De chico fui muy malo jugando. al fútbol. –Tronconi ya nos salvó tres goles! –gritó
Cuando iba a patear la pelota, mi botín nuestro capitán, señalándome.
reventaba –¡Vieron que había que traerlo!
contra un tobillo rival; y no faltaron Yo hinché el pecho, orgullosísimo y sentí
las ocasiones en que, confundido, festejé en mi corazón el fuego sagrado de los
un gol de los adversarios o agarré de la grandes
camiseta al réferi creyendo que estaba héroes del fútbol.
por Cuando estaba por terminar el partido
hacernos un gol. hubo un córner para nosotros; mi abuelo,
Pese a todo, un día los chicos del barrio que era el encargado de controlar el
vinieron a buscarme. Nuestro equipo tiempo,
debía me dijo:
enfrentar al barrio "El Chorizo", un equipo –Ve a cabecear, Carlitos, que después del
de chicos gordos y fornidos, con cachetes córner doy por finalizado el partido.
rojos debido a que sus padres, Vi que la pelota venía en el aire y con los
trabajadores ojos cerrados corrí hacía ella.
del frigorífico, los alimentaban con También corrían hacia el mismo objetivo
toneladas los once chorizos y mis diez compañeros.
de carne. Se armó un revuelo terrible, varias cabezas
El equipo de nuestro barrio, en cambio chocaron, cuatro jugadores cayeron al
era débil y propenso a la gripe. Nuestros suelo
padres trabajaban en el molino harinero y y los demás los pisoteamos y en medio
nosotros vivíamos comiendo fideos. El día del lío sentí que algo muy duro estallaba
del partido había tres de los nuestros con contra mi mejilla derecha.
fiebre. Por eso, no tuvieron más remedio Cuando desperté me di cuenta de que
que llamarme. mis compañeros me llevaban en andas y
Cuando faltaban cinco minutos, el partido gritaban: "¡gool!" Mi abuelo, atacado de
seguía cero a cero. Habíamos pasado locura,
todo el tiempo embotellados en nuestro saltaba sobre su reloj, gritando: "¡Se
arco, haciendo rebotar en nuestras terminó el tiempo, se terminó el tiempo!".
cabezas, Aquel día gané para siempre el respeto
rodillas y colas los terribles pelotazos que de todos los chicos y de las personalidades
tiraban los pies de nuestros adversarios, del barrio. Mi abuelo se encargó de
gruesos como mortadelas. contarle
Cuatro bombazos de ellos habían hecho a todo el mundo aquel maravilloso
volar nuestro travesaño. Gracias a eso momento
pudimos del cabezazo, tal vez exagerando algunos
demorar quince minutos en volver a detalles.
clavar los palos del arco. Desde entonces, cada vez que pasaba
En cuanto a mí, después de una hora y por el almacén el dueño me gritaba:
media no había logrado tocar la pelota "¡Grande,
con Tronconi!" y el kiosquero cada tanto
los pies, pero si impedí que tres pelotazos me regalaba una gaseosa sólo para que yo
de los chorizos se convirtieran en goles. volviera a contar cómo había sido el gol.
Uno me dio en la espalda, otro me
aplastó
la oreja y un tercero rozó mi nariz y fue Ricardo Mariño
desviada.
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