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LITERATURA MAYA

Mercedes de la Garza

En un variado y extenso territorio de casi 400.000 km2, que abarca los estados mexicanos de
Yucatán, Campeche, Quintana Roo y partes de Tabasco y Chiapas, así como Guatemala, Belice y
regiones de Honduras y El Salvador, los grupos mayances crearon una gran civilización en tiempos
prehispánicos.

El pueblo maya está constituido, hasta hoy, por alrededor de veintiocho etnias, que hablan distintas
lenguas de una misma familia, y desde principios de nuestra era desarrollaron una escritura común a
todos los grupos, que ha sido considerada como la más avanzada de América. Con esta escritura
elaboraron múltiples textos, principalmente de contenido histórico, religioso, astronómico y
calendárico, labrados en piedra, modelados en estuco, bordados en vestidos y pintados en murales,
cerámica y códices o libros, que se hacían con largas tiras de papel de amate dobladas en forma de
biombo.

La conquista española del área maya trajo consigo no sólo la destrucción de la mayor parte de los
códices (sobrevivieron únicamente tres: el Dresde, el París y el Madrid, que se encuentran hoy en
dichas ciudades) sino también la pérdida del conocimiento de la escritura, pues quienes sabían leer y
escribir fueron perseguidos y muertos por el celo evangelizador de los frailes. A pesar de una intensa
investigación epigráfica, que se desarrolla en distintas partes del mundo, y que ha logrado descifrar
múltiples jeroglíficos, todavía no se ha hallado la clave de la escritura maya, por lo que las distintas
“lecturas” de esos textos son aún interpretativas.

Pero el contenido de los escritos mayas no se perdió del todo, pues como parte de la notable
resistencia indígena ante la imposición española, algunos mayas, que habían aprendido a leer y escribir
con el alfabeto latino, redactaron nuevos libros en sus propias lenguas y esa escritura les permitió
copiar textos sagrados e históricos de los antiguos códices, asentar las tradiciones orales que los
complementaban y consignar los hechos del momento en que les tocó vivir. El acervo de esos escritos
coloniales en lenguas mayas, y cuyo contenido pertenece a la tradición indígena, es lo que podemos
considerar como literatura maya.

Los documentos que integran el corpus conocido de la literatura maya están en lenguas quiché, maya
yucateca, chontal, cakchiquel, pokomchí, mam y zutuhil. De algunos textos sólo se conservan
versiones en español, pero originalmente fueron escritos en una lengua mayance. La mayoría de los
libros son quichés y maya yucatecos, destacando el Popol Vuh y el Rabinal Achí, en quiché, y los
Libros de Chilam Balam, redactados en maya yucateco.

Se pueden mencionar también los siguientes:

En quiché: Título de Totonicapán, Rabinal Achí, Título Yax, Título C'oyoi, Títulos Nijaib, Título del
Ajpop Huitzitzil Tzunún, Título de los Señores de Sacapulas, Título Tamub.
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En maya yucateco: Ritual de los Bacabes, Cantares de Dztibalché, Códice de Calkiní, Libros del
judío, Códice Pérez, Crónica de Maní, Crónica de Yaxkukul, Crónicas de los Xiú, Documentos de
tierras de Sotuta, Títulos de Ebtún, Documentos de Tabí.

En chontal: Texto chontal (Papeles de Paxbolon- Maldonado).

En cakchiquel: Memorial de Sololá o Anales de los cakchiqueles, Historias de los Xpantzay, Título
Chajoma.

En pokomchí: Título del barrio de Santa Ana.

En mam: Título de San Pedro Necta, Título de Ostuncalco y Chiquirichapa.

En zutuhil: Relación de los caciques y principales del pueblo de Atitlán.

Estos nuevos libros indígenas coloniales, del mismo modo que los antiguos códices, fueron escritos
por uno o varios autores, muchas veces anónimos, y eran considerados como parte del patrimonio
sagrado del grupo, no como obras personales. Así, eran reverenciados por la comunidad, guardados
celosamente por alguna familia principal del pueblo y heredados de padres a hijos.

En los propios documentos se asientan las finalidades con las que fueron realizados los libros
indígenas coloniales: la mayoría de ellos, se redactaron para ser presentados ante las autoridades
españolas como prueba de la legítima posesión de las tierras, para solicitar privilegios y disminuir los
tributos. Por ello, son crónicas, títulos de propiedad, tratados de tierras y probanzas de méritos y
servicios. Pero esas obras no son meros documentos legales, sino importantes libros históricos, ya
que como los derechos se basaban en el tiempo en que los linajes habían ocupado las tierras, muchos
autores se remontan a lo que para ellos era el origen de su estirpe: el momento en que el mundo fue
creado, y a partir de ahí, relatan su historia hasta la vida del autor. En esta trayectoria, se incluyen,
por supuesto, narraciones sobre la conquista española.

Parte de esa historia parece haber sido copiada de antiguos códices, pero como los documentos
estaban destinados a las autoridades españolas y había una cruel persecución de la llamada “idolatría”,
los autores adaptan sus mitos cosmogónicos a los bíblicos y en muchos textos se dicen, por ejemplo,
nietos de Abraham, Isaac y Jacob, o descendientes de aquellos Adán y Eva que fueron expulsados del
Paraíso por comer el “zapote” prohibido.

Sin embargo, hay otras obras que, aunque parcialmente o en algún momento pudieron haber servido
para esos fines prácticos, fueron originalmente escritas con otra finalidad: la de preservar el legado
espiritual maya, o sea, su antigua religión y sus normas morales, encarnadas en la historia de los
grandes antepasados. Estos libros sí contienen los mitos cosmogónicos mayas, asientan el origen y
características de las principales prácticas rituales (como los sacrificios humanos, los autosacrificios y
las profecías) e incluyen otros muchos valiosos datos de la religión y la historia prehispánicas. Se
escribieron para ser leídos o actuados ante la comunidad indígena en ceremonias religiosas clandesti-
nas (que pervivieron hasta el siglo XVIII y que buscaban condicionar al pueblo para oponerse al
dominio espiritual y material de los españoles), y son, por todo ello, los que podemos llamar “Libros
sagrados de la comunidad”. Además, desde la perspectiva estética, son éstos los textos que pueden
ser considerados como obras literarias.
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El grupo de “Libros sagrados de la comunidad”, contiene textos míticos, proféticos e históricos,


como los del Popol Vuh, de los Libros de Chilam Balam (que son alrededor de 16), y del Memorial
de Sololá; esos textos estuvieron destinados a ser leídos al pueblo maya y consultados por los
taumaturgos para conocer el futuro. En cuanto al contenido mítico, los libros contienen el mito
cosmogónico indígena, que explica el origen y la existencia del universo, así como la estructura del
mundo y el papel de los dioses, y varios otros mitos explicativos de las prácticas rituales, como el
sacrificio humano, o de los dioses telúricos y de los protectores de las tribus.

Asimismo, encontramos en estas obras, sobre todo en los Libros de Chilam Balam, profecías
diversas que nos hablan del papel central que ellas tenían en la religión maya, ya que tuvieron una
concepción cíclica de la temporalidad, según la cual las influencias múltiples y cambiantes de los
dioses, que predominan en los diversos lapsos, se repiten, ocasionando acontecimientos semejantes,
por lo que se pueden predecir con la finalidad de cambiarlas a través del ritual. Esta idea constituía
también la base de la historiografía: conociendo lo que ocurrió se puede saber lo que ocurrirá. Una
profecía de los Libros de Chilam Balam (Barrera y Rendón, 1969:73) asienta:

5 Ahau

El 5 Ahau Katún [Katún: período de 20 años] es el cuatro que se cuenta. Ichcaansihó,


Faz-del-nacimiento-del-cielo, es su asiento. Reino será de monos, U maaxil katunoob,
Monos-en-el-katún. Será el ahorcar a los hombres de edad avanzada y será la muerte de los
grandes linajes... Pero generaciones escasas vendrán de mujer, generaciones escasas vendrán
de hombre cuando aparezca la cabeza del cometa que destruye a los Señores de la tierra...

Eran también “Libros sagrados de la comunidad” los textos rituales, como el Ritual de los Bacabes,
conjunto de cuarenta y dos encantamientos curativos, muchos de los cuales incluyen la descripción y
la etiología de la enfermedad, así como las recetas de plantas medicinales que complementan la
terapia; ellos nos dan a conocer el sentido sobrenatural que se adjudicaba a ciertas enfermedades (por
ejemplo, la epilepsia, considerada como posesión divina, y varias fiebres y delirios ocasionados por
brujería); las principales curaciones para estos males eran también sobrenaturales, sobre todo
fórmulas mágicas para alejar a la enfermedad, como las del Ritual..., que incluyen insultos con pala-
bras o imágenes groseras, muchas veces de tipo sexual.

Otros textos rituales son los escritos para ser cantados, bailados y representados dramáticamente. De
los mayas yucatecos conservamos los Cantares de Dzitbalché, conjunto de oraciones, himnos
sagrados, exhortaciones al guerrero que va a ser sacrificado, textos mágicos (como el que cantaban
las mujeres en ceremonias secretas para conseguir el amor del ser querido) y poemas líricos, que
expresan vivencias subjetivas. Un fragmento del Cantar 11, dedicado al Sol (De la Garza, 1980: 377),
asienta:

La Bella estrella
refulgente encima
de los bosques “humea”;
desvanecientemente
viene a morir la luna
sobre el verdor de los bosques.
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Alegría
del día en fiesta aquí
en el poblado,
porque un nuevo
sol viene a alumbrar
a todos los hombres
que viven unidos
aquí en el poblado...

Y de los quichés pervive el Rabinal Achí (Señor de Rabinal), la única obra con estructura dramática
que ha llegado hasta nosotros, y que nos da a conocer ese tipo de ritos que se realizaban en la época
prehispánica dentro de las grandes ceremonias religiosas. Como el primitivo teatro griego, el maya
tenía carácter religioso y los asuntos eran los mitos y las hazañas de los grandes hombres. El Rabinal
Achí que conocemos fue escrito en el siglo XVIII, pero por su estilo, el que más se acerca a la
sensibilidad indígena prehispánica, es evidente que procede de un manuscrito del siglo XVI que se
perdió. El asunto es la captura, interrogatorio y muerte por sacrificio ritual de un guerrero quiché, lo
que nos confirma que esa forma de muerte dignificaba y sacralizaba a los hombres.

Estos libros rituales servían de base en las ceremonias clandestinas coloniales, donde se llevaban a
cabo ritos diversos que culminaban con sacrificios humanos, el momento supremo del ritual.

Para sus creadores, los “Libros sagrados de la comunidad” contienen la verdad, la verdad sagrada que
explica el mundo y que está viva, en tanto que fundamenta y justifica el comportamiento del hombre,
en tanto que proporciona un modelo de conducta y da significación y valor a la existencia. Por eso se
leían y actuaban en las ceremonias religiosas clandestinas. Y precisamente porque se escribieron para
ser leídos en voz alta o recitados, incluso cantados, tienen un ritmo peculiar, que es dado, entre otros
elementos, por el empleo de repeticiones, enumeración de seres, atributos o cualidades, y
paralelismos (repetir una misma idea en diferentes términos o formas verbales). El sonido, el tono en
que se pronuncia, y la reiteración, son básicos en todo texto religioso, porque la palabra se considera
cargada de energías sagradas que provocan en el escucha una actitud especial para comunicarse con
los dioses. Incluso, algunos cantos o fórmulas mágicas pueden, por su sonido, curar enfermedades y
provocar trances extáticos. Por ejemplo, reza un encantamiento del Ritual de los Bacabes (Texto
LXVII, folio 233, p. 435):

Tomé
para cambiar
a la doncella
a la bacel ac blanca.
¿Qué fue lo que se le hundió en el camino?
Vino a salir
hasta el centro del inframundo
la doncella roja, bien ataviada,
la doncella blanca bien ataviada:
es la gallina ciega blanca,
la gallina ciega amarilla
el ave bul cos roja,
el ave cos amarilla...
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Los textos míticos, proféticos y rituales de los “Libros sagrados de la comunidad” son aquellos
donde los mayas expresaron mejor su sensibilidad poética y su capacidad imaginativa y literaria, lo
cual se debe a que se trata de historias sagradas que revelan una experiencia religiosa del mundo y,
por tanto, están escritas (como los textos religiosos de otras latitudes) no en un lenguaje
conceptual, sino en un lenguaje simbólico y, por ello, multívoco, que es el único que puede
expresar vivencias y emociones, una valoración intuitiva y religiosa del universo. Al inicio del mito
cosmogónico, dice el Popol Vuh (De la Garza, 1980: 12-13):

Esta es la relación de cómo todo estaba en suspenso, todo en calma, en silencio; todo
inmóvil, callado, y vacía la extensión del cielo./ Esta es la primera relación, el primer
discurso. No había todavía un hombre ni un animal, pájaros, peces, cangrejos, árboles,
piedras, cuevas y barrancas, hierbas ni bosques: sólo el cielo existía./ No se manifestaba la
faz de la tierra. Sólo estaban la mar en calma y el cielo en toda su extensión.

Sin embargo, hay señaladas diferencias entre los libros procedentes de etnias de Guatemala y los
de la península de Yucatán. Los libros quichés y cakchiqueles se caracterizan por ser obras
unitarias, sobre todo el Popol Vuh, que por su coherencia, su fluidez y su armónica estructura,
parece haber sido escrito por una sola persona. Por el contrario, los Libros de Chilam Balam son
recopilaciones de distintos textos, que se realizaron a lo largo de tres siglos, por lo que los frag-
mentos míticos, copiados de antiguos códices, y las profecías, de gran riqueza expresiva, alternan
con textos sin gran valor literario, sobre medicina, astronomía europea rudimentaria, calendarios e
historia. En los libros de Guatemala predomina la forma narrativa y el cuidado por dar a los textos
una estructura coherente, mientras que en los textos de Yucatán abunda el uso de fórmulas
sintéticas altamente esotéricas.

El estilo de los textos sagrados parece tener un estrecho vínculo con la geografía del área maya,
que es extraordinariamente rica y variada; encontramos en ella desde las impenetrables selvas
pantanosas de las tierras bajas de Guatemala y de Chiapas, plagadas de serpientes, felinos e
insectos, hasta las planicies semiáridas del norte de la península de Yucatán. La cultura maya
estuvo fuertemente influida por ese medio natural; por eso, el mundo vegetal y animal, al lado del
astral, domina toda la creación maya, fundamentalmente los mitos y las artes plásticas. El lenguaje
de los textos míticos, proféticos y rituales, como las esculturas de Copán, Quiriguá, Tikal,
Palenque, está lleno de complejos y dinámicos símbolos: se emplean objetos, colores y seres
naturales (como animales, árboles, flores, semillas y piedras), e incluso objetos de uso cotidiano
creados por el hombre, para expresar las ideas, las emociones y las acciones. Hay una tendencia a
materializar los conceptos en imágenes de gran plasticidad, lo cual es muy característico de la
sensibilidad maya, cuya escritura jeroglífica, incluso, tiene un profundo sentido visual, sensorial: es
pintura y escultura.

En los Libros de Chilam Balam, por ejemplo, el cosmos se presenta como una gran estructura
dividida en cuatro partes de distintos colores (rojo, negro, blanco y amarillo), que contienen, cada
una, su ceiba, su pájaro, su pavo, su flor, su frijol, su maíz, del color del “rumbo”, que coincide
con un punto cardinal (Libro de Chilam Balam de Chumayel, 41 y 89).

Y en cuanto a la literatura histórica, que forma parte esencial de los libros sagrados, y en la que se
incluyen los Libros histórico-legales, podemos señalar que es heredera de la tradición
historiográfica prehispánica, en tanto que se trata fundamentalmente de la historia de las etnias y
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de los linajes ilustres, destacando el valor y los poderes sobrenaturales de los patriarcas y los
grandes gobernantes, que en la tradición maya adquirían al morir el carácter de divinidades
protectoras. Hasta donde sabemos, los textos jeroglíficos de los mayas antiguos, que se
encuentran sobre todo en las obras escultóricas, al lado de las imágenes de los gobernantes
sacralizados, son principalmente biografías de esos hombres, lo cual expresa que se buscaba ante
todo confirmar la nobleza de los linajes para justificar su dominio sobre el pueblo.

Pero también el registro de la historia tenía como finalidad asentar los acontecimientos para
predecir el futuro, ya que, como hemos dicho, el tiempo es cíclico, por lo que la historia se repite.
Esta última finalidad es clara en los textos coloniales, donde se dice expresamente que se registran
los hechos para que se pueda saber cuándo volverán a ocurrir; y también es clara la exaltación de
los gobernantes, que se describen como grandes chamanes con poderes sobrenaturales, del mismo
modo que se retrataron los monarcas en las obras plásticas prehispánicas. Pero a estos objetivos se
añaden otros en los libros coloniales, como el confirmar la legítima posesión de las tierras, obtener
privilegios y salvaguardar la identidad y la dignidad como pueblo, frente a la invasión española.

Los textos de los libros sagrados de Guatemala contienen la historia de los quichés y los
cakchiqueles, en tanto que los de Yucatán, registran el devenir de los Itzáes y los Xiúes; otros
documentos hablan de distintos linajes, como los Canules. Se asienta el origen de los grupos, sus
peregrinaciones, las genealogías de los gobernantes, la fundación de ciudades, las guerras y otros
hechos sobresalientes. Asimismo, se destacan las jerarquías políticas, las costumbres rituales y los
valores morales de estos pueblos. En la historia se intercalan mitos de todo tipo y los dioses están
siempre presentes ocupando un lugar principal en los distintos acontecimientos, ya que para los
mayas no existe la distinción que hace la cultura occidental entre mito e historia.

Y en relación al estilo de estos textos, encontramos que se distinguen de los textos religiosos en
que buscan asentar los hechos con claridad y precisión, prescindiendo del lenguaje simbólico. Los
libros de Guatemala son poemas históricos; parecen corresponder a la versión oral de la historia
que se hacía en las ceremonias religiosas explicando los códices. Y los de Yucatán son escuetos
registros donde lo esencial es asentar las fechas con toda exactitud, por lo que parecen correspon-
der a los propios códices prehispánicos:

8 Ahau [9.0.0.0.0: 415-435], fue cuando se descubrió la provincia de Siyan Can Bakhalal.
6 Ahau [9.1.0.0.0: 435-455], fue que se descubrió Chichén Itzá.
4 Ahau [9.2.0.0.0: 455-475], 2 Ahau [9.3.0.0.0: 475-495].
13 Ahau [9.4.0.0.0: 495-514], se ordenaron las esteras y se ocupó Chichén... (Barrera y
Rendón, 1969: 37-38).

En varios de los libros se incluyen relatos sobre la conquista española, que aúnan a los
acontecimientos principales de ella las vivencias de los sometidos y las consecuencias que trajo
para el pueblo maya. A veces los textos son muy escuetos, pero otras, revelan toda la amargura y
el dolor que significó para ellos la violenta imposición de otra cultura y otros valores. Baste
escuchar al Libro de Chilam Balam de Chumayel (1985: 51):

Solamente por el tiempo loco, por los locos sacerdotes, fue que entró a nosotros la
tristeza, que entró a nosotros el “cristianismo”. Porque los “muy cristianos” llegaron aquí
con el verdadero Dios; pero ese fue el principio de la miseria nuestra, el principio del
tributo, el principio de la “limosna”, la causa de que saliera la discordia oculta, el principio
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de las peleas con armas de fuego, el principio de los atropellos, el principio de los despojos
de todo, el principio de la esclavitud por las deudas...el principio del padecimiento. Fue el
principio de la obra de los españoles y de los “padres”... el Anticristo sobre la tierra, tigre
de los pueblos, gato montés de los pueblos, chupador del pobre indio.

BIBLIOGRAFIA SELECTA

Barrera, Vásquez, Alfredo y Silvia Rendón. El libro de los Libros de Chilam Balam. México: FCE,
1969 (Col. Popular, 42), [4ª ed.].

Crespo Morales, Mario. Algunos títulos indígenas del Archivo General del Gobierno de Guatemala.
[Tesis para optar al grado de Licenciado en Historia]. Guatemala: Universidad de San Carlos de
Guatemala, Facultad de Humanidades, 1968.

El ritual de los Bacabes. (Ed. y tr. Ramón Arzápalo Marín). México: UNAM, Centro de Estudios
Mayas (Serie de Fuentes para el Estudio de la Cultura Maya, 5), 1987.

El Título de Totonicapán. (Ed., transcripción y tr. Robert M. Carmack y James L. Mondloch).


México: UNAM, Centro de Estudios Mayas (Serie de Fuentes para el Estudio de la Cultura Maya,
3), 1983.

Garza, Mercedes de la. Literatura maya. Antología (Popol Vuh, Memorial de Sololá, Libro de
Chilam Balam de Chumayel, Rabinal Achí, Libro de los Cantares de Dzitbalché, Título de los
señores de Totonicapán, Las historias de los Xpantzay, Códice de Calkiní). Caracas: Biblioteca
Ayacucho, 1980.

Gibson, Charles y John B. Glass, “A census of Middle American Prose Manuscripts in the Native
Historical Tradition”. En: Guide to Ethnohistorical Sources. Part Four. Austin: Ed. Howard D. Cline,
University of Texas Press (Handbook of Middle American Indians, Nº 15), 1975.

Libro de Chilam Balam de Chumayel. (Tr. Antonio Mediz Bolio. Ed. Mercedes de la Garza).
México: Secretaría de Educación Pública (Serie Cien de México), 1985.
[M. de la G.]

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