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AUTO INTERLOCUTORIO NÚMERO:

Villa María, de mayo de dos mil

nueve.----------------------------------- Y VISTOS: Estos autos caratulados "VIERA ROSA

HILDA C/ EMPRESA CÓRDOBA S.R.L. Y COATA S.A. – DAÑOS Y

PERJUICIOS", de los que resulta que a fs. 7 vta. la actora solicita, en los términos del art.

484, CPC, la traba de medida cautelar genérica con el propósito de evitar que las

demandadas prosigan incrementando el daño a su propiedad y en su salud psíquica. A tal fin

y mientras se sustancia el presente proceso, requiere que se ordene a las accionadas: a) que

los colectivos ingresen y egresen del predio en cuestión por el sector habilitado que da a

calle Piedras; b) que ninguno de los colectivos se pose frente a su casa en marcha, debiendo

efectuar el procedimiento de calentamiento del motor en su propio predio. Entiende la

actora que la medida solicitada en nada perjudica a las demandadas y, por el contrario,

aliviará de alguna manera sus pesares, dado que su inmueble dejaría de soportar las

vibraciones de los colectivos moderando al frente y de esa forma no se seguirá

incrementando el daño. Alega que la situación requiere de este urgente despacho, señalando

que concurre en marras el recaudo de verosimilitud del derecho, de conformidad al informe

pericial obrante en autos. Subraya, por último, que el galpón de propiedad de las

demandadas no se encuentra en zona industrial. Al momento de proveer la demanda

ordinaria y con el propósito de reunir mayor información al respecto, quien suscribe, en

relación a la medida cautelar solicitada, dispuso que el tribunal se constituyera in situ e

inspeccionara el lugar, lo que así se hizo según da cuenta la acta manuscrita que corre a fs.

86. Producida la inspección ocular, se decretó autos para resolver el artículo, proveído que

adquirió estabilidad según las resultas de autos, dejando a la incidencia en condiciones de

ser resuelta.------------------------------------------------------------ CONSIDERANDO:

PRIMERO: La actora ha promovido en contra de la Empresa Córdoba S.RL. y de Coata

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S.A. demanda ordinaria de daños y perjuicios, según cada capítulo postulado en su

presentación de fs. 4/8. Al mismo tiempo requirió la traba de medida cautelar pretendiendo

que mientras se tramite el proceso se impida la entrada y salida de vehículos por el portón

que da a calle Charcas y, en su defecto, tanto el ingreso como el egreso de los colectivos se

realice por el sector del predio que da a calle Piedras. Paralelamente solicitó que se prohíba

a las accionadas que dejen las unidades en marcha frente a su domicilio durante el período

de “calentamiento de motores”.-------------- SEGUNDO: Tal como alienta la demandante,

ésta persigue el despacho de una medida cautelar no enumerada, que ha recibido, en el rito

vernáculo, carta de ciudadanía en los límites del art. 484, CPC. Más allá de su nomen iuris,

lo cierto es que participa del género “medida cautelar”, motivo por el cual su procedencia

queda subordinada a que se acrediten cada uno de los presupuestos de toda medida de esa

naturaleza: la verosimilitud del derecho invocado, por un lado, y el peligro en la demora,

por el otro. La contracautela, de corresponder, deberá ser ofrecida y prestada

efectivamente. Esta medida genérica permite tutelar entonces los bienes y personas en

condiciones que no encuadran dentro de las cautelares nominadas o a cuyo respecto

resulten insuficientes o excesivos los requisitos exigidos por la ley, o bien se corresponden

bajo un forma total o parcialmente combinadas de ellas. Como sugiere la doctrina, “la

importancia de la medida cautelar genérica debe verse no sólo en que se constituye en

fundamento expreso para disponer medidas cautelares que no se encuentran nominadas o

reguladas específicamente en el ordenamiento procesal, sino también para ordenar aquellas

que, reuniendo los presupuestos comunes de la verosimilitud del derecho y peligro en la

demora, no se ajustan a los recaudos previstos por las normas jurídicas” (Kielmanovich,

Jorge L.; Medidas Cautelares, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2000, p. 414). Magüer la

especie de la medida solicitada por la actora, lo que hace que por lo general su despacho sea

inaudita parte, a los fines de que el tribunal se situara en contexto, informándose

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adecuadamente, se decidió dejar de lado tal particularidad en honor a la salvaguarda de la

contradicción y la bilateralidad del proceso, con el propósito de que las accionadas pudieran

participar del debate planteado a tenor de la cautelar genérica bajo examen. Sin embargo, a

pesar de haber “bilateralizado” la cuestión incidental, las demandadas, pese a hallarse

debidamente anoticiadas del evento (inspección ocular), no se arrimaron al acto, optando

por guardar silencio, sin aportar todos aquellos elementos que hubieran considerado

idóneos para ilustrar al tribunal en aras del dinamismo que gobierna el onus probandi,

inclusive en un capítulo preliminar como es el tratamiento de una medida cautelar del tipo

que aquí se juzga. Más allá de lo narrado en líneas superiores y retomando el examen de la

precautoria, es necesario recordar que el criterio de admisión depende de la naturaleza del

acto que se pretenda adoptar, lo que importa analizar la cuestión al abrigo de los intereses

comprometidos en la emergencia y anticipar, como variable de estudio, la gravedad,

intensidad o irreversibilidad de los efectos que la cautela es susceptible de producir. A modo

de epítome de este considerando, cabe puntualizar que la admisión de la cautelar genérica se

justicia, en síntesis, en tanto la medida resulte apta para asegurar provisionalmente el

reclamo. Recuérdese, como ha remarcado inveteradamente el máximo órgano de

interpretación constitucional, que es de la esencia de las medidas cautelares enfocar sus

proyecciones –en tanto dure el litigio- sobre el fondo mismo de la controversia, ya sea para

impedir un acto o para llevarlo a cabo, porque dichas medidas precautorias se encuentran

enderezadas a evitar la producción de perjuicios que se podrían producir en caso de

inactividad del magistrado y podría tornarse harto difícil, por no decir imposible, la

reparación en oportunidad del dictado de la sentencia definitiva (CSJN, "Camacho Acosta",

ED 5/2/98).--------------------------------------

TERCERO: Se calificó en el capítulo anterior que la medida cautelar innominada no deja

de pertenecer –como su nombre lo indica- al género de “medidas cautelares”, por lo que

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requiere la concurrencia de ciertos requisitos que imperativamente ha establecido la ley

procesal -art. 456, segunda parte, CPC-: a) que exista convicción suficiente acerca del

derecho invocado; b) que se advierta en el caso tal grado de urgencia que si la medida no se

adoptase en ese momento se causaría un daño irreparable; c) que el peticionante ofrezca

contracautela.------------------------------------------------------------------------------------

(i) verosimilitud del derecho invocado: este presupuesto hace a la aparente probabilidad

sobre la existencia del derecho, extremo que no requiere una prueba plena y absoluta, sino

la concreta apariencia de su factibilidad. La demanda ordinaria se afirma sobre una serie de

hechos que no aparecen deficitarios, según una lectura preliminar y adecuada al estadio

procesal de la causa. En ese orden de ideas y conforme las resultas del cuadernillo de

prueba anticipada, la actora habita el inmueble que se halla ubicado justo frente al portón de

donde salen los colectivos para acceder a calle Charcas. A partir de ese contexto, ha

relatado los pesares que la embargan desde antaño con motivo de la actividad que lleva

adelante las demandadas. Sin contar aún –pues no es oportuno- con elementos que

acrediten cada uno de los tópicos sobre los que la demandante asentó su reclamo, puede

apreciarse, en una análisis superficial, que el derecho que Viera invoca califica como “humo

de buen derecho”. En efecto, se manifiesta –en este temprano estadio procesal- como

verosímil, como posible con cierto grado de verosimilitud, categoría que resulta por demás

suficiente e idónea como para tener por observado el recaudo en cuestión. Adviértase que el

imperativo procesal requiere la mera probabilidad o posibilidad de que el derecho alegado

sea cierto. En este orden, "dadas las características del procedimiento cautelar, no puede

pretenderse un conocimiento exhaustivo y profundo de la materia controvertida en el

principal, sino sólo uno periférico y superficial, para obtener un pronunciamiento de mera

probabilidad acerca de la existencia del derecho discutido" (CNCiv., Sala A, 20/4/98,

"Zavalla c/ A. Mutual Personal de Y.P.F.", L.L. 1998-D-852).--- (ii) peligro en la demora:

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más allá de la existencia de la presencia de ese fumus bonis iuris, el interesado en obtener el

despacho de la cautelar debe acreditar que se trata de una situación de urgencia, en virtud

de la cual si no se adopta algún tipo de seguridad, convertiría en irreparable el daño que se

cause o, por lo menos, de difícil o insuficiente reparación ulterior. Bajo esa directiva, la

actora ha estigmatizado que la continuidad de la actividad de las demandadas lo único que

generaría, sería incrementar el daño en sus distintas variantes según postulara en su iter de

inicio: material y personal. Al respecto y sin realizar una ponderación integral de los

elementos arrimados –pues importaría una actividad infértil, apresurada, prematura,

pudiendo incurrir en un prejuzgamiento o adelanto de la resolución de fondo-, sino

partiendo de una visión ajustada al artículo que requiere pronunciamiento, se advierte que el

informe pericial acompañado por el experto designado por el tribunal deja entrever cierto

indicio de que efectivamente se podrían haber producido los daños denunciados en

demanda. Y si ello es así, se probaría prima facie el segundo recaudo de admisibilidad, en

tanto surgiría con visos de claridad la “urgencia” de la situación. En buen romance, si –

siguiendo la línea de análisis potencial sobre las manifestaciones del perito- la actividad

llevada a cabo por las demandadas (facilitando el egreso de unidades de gran porte por el

acceso que da a calle Charcas, dejando que los colectivos permanezcan en marcha

moderando o regulando justo frente a la vivienda de la actora, entre otras), durante un lapso

temporal, pudo de alguna forma contribuir –al resolver sobre el fondo será objeto de análisis

más detenido- a la depredación del inmueble de la demandante, como así también su salud

psíquica, va de suyo que resulta de interés que se adopten medidas de aseguramiento para

que el tiempo que insuma la tramitación del juicio ordinario no exacerbe aún más el daño

denunciado. La judicatura, ante ese contexto, no puede permanecer inane; todo lo

contrario, debe asumir responsablemente el despacho de este tipo de medidas con el fin de

poner coto el agravamiento del perjuicio, como antesala de una eventual resolución de

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fondo. Ahora bien, aún cuando se haya apreciado el segundo requisito –pericumlum in

mora-, en atención a la urgencia y gravedad de la situación descripta en demanda y, a la vez,

percibida por quien suscribe con motivo de la inspección realizada, cabe destacar un aspecto

que no puede pasarse por alto. Que la mentada urgencia colisionaría de algún modo con el

tiempo que ha transcurrido desde que la propia actora comenzó a verificar los daños que

supuestamente –según ella alega- padece. No es baladí el asunto, pues podría entenderse

que si la interesada dejó transcurrir más de veinte años (según reconoce a fs. 4 vta.) hasta

que decidió promover estas actuaciones (dejando de lado las más de veinte denuncias que

supuestamente formulara ante la autoridad comunal), se debió –en parte, quizás- a que la

situación no era de urgencia. Ante esta dicotomía y teniendo como primer paradigma hallar

una justa y equitativa solución de la incidencia bajo anatema, este tribunal considera: (i) que

se han acreditado sendos recaudos que hacen a la admisibilidad de toda medida cautelar, a

saber: a) verosimilitud del derecho invocado; b) peligro en la demora; (ii) que las cautelares

nominadas en el estatuto procesal no dan satisfacción al planteo que subyace en los

presentes, por lo que deviene necesario que se acude a la figura residual del art. 484, CPC.

En este orden de ideas, al momento de realizar la inspección ocular, el suscripto pudo

verificar personalmente, en compañía de funcionaria autorizante, las maniobras que una

unidad debió efectuar para poder egresar del pedio por calle Charcas, avanzando sobre el

espacio aéreo de la vereda del inmueble habitado por la accionante. Asimismo y durante el

tiempo que duró el acto indicado, se apreció el nivel sonoro –sin poder medir los índices

dado que quien suscribe carece de los conocimientos técnicos para ello- que emiten las

unidades mientras se encuentran “moderando” o “regulando”. En tercer lugar, pudo

advertirse –constituyéndose el tribunal sobre el acceso al predio de calle Piedras- que en la

pared colindante a este último portón se encuentra inscripta la leyenda entrada y salida.

Ante este cuadro circunstancial, es posible entender que los colectivos que acceden a ese

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predio bien pueden ingresar y egresar por el acceso de calle Piedras, evitando así realizar las

maniobras que se encuentran en jaque a partir de la acción promovida por la actora.

Decisión ésta que en nada altera la actividad que llevan adelante las accionadas, en tanto no

impiden el ingreso de los colectivos a ese inmueble –lo que por sí acontece, según verificó

in situ el suscripto- ni tampoco su egreso. De tal guisa, que corresponde nomás admitir el

pedido efectuado por la actora y, en su mérito, ordenar a las demandadas que el ingreso y

egreso a su predio de los distintos colectivos se produzca por el acceso sito en calle Piedras.

A la vez, y como consecuencia de lo relacionado precedentemente, bajo la misma figura de

una cautelar genérica –art. 484, CPC- dispónese la prohibición a las demandadas de detener

las unidades con sus motores en marcha frente al domicilio de la actora, ubicado en calle

Charcas1836. En atención a la naturaleza de las medidas ordenadas y a fin de valorar sus

resultados (de consuno con la provisionalidad y mutabilidad que caracteriza a toda

cautelar), las medidas ordenadas precedentemente tendrán vigencia por espacio de treinta

(30) días corridos, contados a partir de que las accionadas tomen razón de este

pronunciamiento; al producirse su vencimiento, este tribunal valorará nuevamente la

conveniencia o no de continuar con la

cautelar.------------------------------------------------------

CUARTO: En orden a garantizar a las demandadas la cobertura de los eventuales

perjuicios que pudieran surgir a causa de la medida aquí ordenada, exíjase a la actora –como

contracautela- la fianza de cuatro (4) letrados del foro, los que deberán ratificarse en el libro

de actas pertinente, previo a librarse el oficio al Sr. Oficial de Justicia para la comunicación

in situ de lo ordenado en el presente.-----------------------------------------------

QUINTO: El principio que gobierna el capítulo sobre costas se asienta en el hecho objetivo

de la derrota; pues bien, atento que en el artículo resuelto no hubo oposición alguna de

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parte de las accionadas, no puede predicarse su vencimiento. Ergo, no corresponde imponer

costas por la incidencia sub examine.---------------------------------------

Por los argumentos expuestos y de conformidad a lo dispuesto por el art. 484, CPC, SE

RESUELVE: I. Admitir la cautelar solicitada por la actora y, en su mérito, ordenar a las

demandadas que el ingreso y egreso a su predio de los distintos colectivos se produzca por

el acceso sito en calle Piedras. II. Prohibir a las demandadas la detención de colectivos con

sus motores en marcha frente al domicilio de la actora (sito en calle Charcas1836). III.

Disponer que las medidas aquí ordenadas se mantengan por espacio de treinta (30) días

corridos, contados a partir de que las accionadas tomen razón de este pronunciamiento,

conforme a los lineamientos expuestos en el considerando pertinente. IV. Exigir como

contracautela la fianza de cuatro (4) letrados del foro, los que deberán ratificarse en el libro

de actas pertinente; fecho, oficiar al Sr. Oficial de Justicia para la comunicación in situ de lo

ordenado en el presente. V. No imponer costas. Protocolícese, hágase saber y dése copia.

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