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Intentar describir con palabras las muy diversas facetas de nuestras gentes de la
provincia, en especial de aquellas quienes aún no han sido alteradas en cuanto a
los rasgos auténticos de su personalidad, quienes viven sus días en medio de la
plácida cotidianidad de las pequeñas poblaciones de nuestros países
latinoamericanos, sería casi una utopía por la complejidad del carácter de nuestros
nobles coterráneos; quienes hemos tenido el privilegio de vivenciarla, somos
conscientes de ello, por eso, con éstas líneas sólo se pretende evocar de manera
sencilla en aquellos lectores quienes de una u otra manera, en algún momento de
su vida se han visto inmersos en éstos maravillosos universos, pletóricos de luz y
de vida, en medio de exuberantes paisajes, algunos curiosos acontecimientos, muy
típicos de nuestros pueblos, los cuales, en el contexto de una gran urbe, quizás
pasarían desapercibidos por el incesante ajetreo del diario vivir de la ciudad, pero
que en el entorno de una pequeña población, cobran un inusitado protagonismo
dentro del desenfadado transcurrir del tiempo en aquellos pintorescos lugares, así
como también se busca ilustrar a los nuevos ciudadanos del mundo, muchos de los
cuales seguramente no han tenido la oportunidad de experimentar el delicioso
ambiente de nuestros pequeños, pero a su vez, tan grandes poblados.
Algunos personajes de ésta historia son producto de la ficción, creados para
complementar la acción durante el desarrollo de la misma, mientras que otros, la
gran mayoría de ellos, corresponden a seres reales, vivos o ya fallecidos, con sus
principales rasgos y entornos; en algunos casos fueron cambiados sus nombres
como señal de respeto hacia ellos y sus familiares.
Con ésta modesta obra, quiere rendirse un homenaje afectuoso a aquellos “viejos
amigos” quienes por tantos años acompañaron en el camino al autor de éstas líneas
durante esa hermosa etapa de la vida y por quienes aquí se manifiesta sentimientos
de respeto y aprecio perennes.
Por la paciencia y solidaridad que mantuvieron conmigo, expreso mis más sinceros
agradecimientos a aquellos compañeros de prisión, quienes me alentaron y
apoyaron durante los aciagos días que compartimos y en los cuales, como una
manera de preservar la cordura y el ánimo por vivir, pude escribir ésta obra.
Dedico especialmente esta obra a mi amada madre, por quien profesé durante su
vida y aún ahora, después de su partida, el más grande amor y gratitud por haber
sido la mejor compañera.
A Laura Marcela y David Andrés,
por ser el mejor regalo que me dio
la vida…
Los amo.
-No sean tan flojos que este motor tiene que estar reparado y trabajando mañana a
primera hora porque si no el ingeniero nos las corta y nos las pone de corbata,
espetó Allí mientras se limpiaba con el primer trapo que encontró a mano sobre un
montón de tuercas oxidadas y tornillos de toda clase que yacían desparramados
sobre una vetusta mesa metálica del color de la grasa industrial, la cual hace mucho
tiempo había dejado de ser limpiada por nadie, el sudor de la frente surcada de
arrugas; sus compañeros de labor, algunos de los cuales no eran muy adictos al
trabajo arduo, torcieron el gesto en señal de desagrado y aceptaron de mala gana
retomar sus labores en el taller de tornería donde desarrollaban diariamente sus
actividades bajo el mando del viejo “Verraquera”, tal como se conocía a su jefe
inmediato.
Aquel año fue especialmente difícil para mantener las actividades normales en la
fábrica como consecuencia de la agitación promovida permanentemente por los
líderes del sindicato de trabajadores, quienes no se cansaban de exigir nuevas
concesiones por parte de la empresa concretera, algunas de las cuales rayaban en
lo absurdo, como el exigir a la empresa la concesión de auxilios económicos para
familiares de los trabajadores, miembros de la agremiación sindical sin que existiera
justificación real alguna para ello o la financiación por parte de la empresa de
actividades sociales que los agremiados pudieran llegar a programar con cualquier
motivo de carácter privado tales como compromisos, matrimonios y toda clase de
conmemoraciones que nada tenían que ver con su relación para con la empresa, a
pesar de gozar, luego de numerosos procesos de negociación de muchas
prerrogativas tales como subsidios económicos especiales con el nacimiento de
cada nuevo hijo en el hogar del trabajador, o el suministro mensual de auxilios
alimentarios tales como leche, carne y hasta implementos de aseo para el hogar.
Ante algunas descocadas exigencias por parte del sindicato, los ejecutivos de la
empresa asumían férreas posiciones, las cuales, con el paso de los días usualmente
terminaban en una mesa de negociaciones, ante las grandes pérdidas económicas
que para la empresa generaban los ceses de actividades que los trabajadores
adelantaban como medida de presión y entonces, luego de agotadoras jornadas de
discusión y controversia, finalmente agotados por las mismas, se llegaba a algún
nuevo acuerdo entre las partes para que se retomaran las labores mediante la
concesión de alguna pequeña parte de lo que pidiera el sindicato.
Una tarde de diciembre, poco después del mediodía, la tierra parecía intentar
refrescarse liberando oleadas de aire caliente de sus entrañas a través de su rocosa
piel, pero los últimos aguaceros de la extinta temporada lluviosa habían producido
una multitonal explosión de la vegetación inundando de vida el entorno. Con una
temperatura superior a los treinta grados Celsius a la sombra, apenas se habían
reanudado las labores luego de la última reunión con las directivas de la fábrica y
como parte del acuerdo entre las partes, se aceptó reponer el tiempo perdido
durante los días de paro incrementando la jornada laboral en una hora al final de la
misma durante un mes, lo cual no tenía muy contento al personal trabajador con la
gestión adelantada en su nombre por los miembros del Sindicato de trabajadores
de la industria del concreto “Sin concreto”, seccional San Rafael.
-Dígame una cosa, Verraquera- dijo el Chuco Pinzón con una actitud que podría
parecer hostil de no tratarse de un hombre tan ecuánime como lo era Eliseo, cuyo
remoquete se debía a la ausencia de dos dedos de su mano izquierda, los cuales
perdiera accidentalmente varios años atrás mientras manipulaba un gran torno
industrial pero que superaba muy bien la limitación que ello implicaba con un
encomiable esmero acompañado por la habilidad que dan los años de experiencia
en su oficio. ¿No le parece que esa cuestión de alargar la jornada de trabajo no es
más que otra marrullería de los de la junta sindical para continuar acomodándose
mejor con las directivas de la empresa? qué necesidad había de regalar así nuestro
tiempo si en esas últimas horas de jornada ya nadie trabaja realmente y todos se
dedican a guardar la herramienta y a prepararse para ir a sus casas; a mí
personalmente me parece una pendejada y no me gusta para nada que anden
disponiendo a su antojo de nuestro tiempo.
Desprendiéndose del trapo que cargaba a modo de poncho, tirándolo sobre el
bloque del motor en el cual había trabajado durante las últimas tres horas, Alí,
adoptando un aire circunspecto replicó –usted sabe Chuquito como es esa gente
del sindicato, esos van siempre por lo de ellos primero, como dice el dicho ”coma
yo y coma mi macho aunque se muera el muchacho” y la culpa la tenemos los
pendejos que votamos por esos vergajos en las asambleas generales por la pereza
de comprometernos a defender nosotros mismos nuestros derechos legítimos y por
eso siempre salen electos los mismos para hacer lo mismo, en fin, a mí ya me da
igual, ya es poco lo que me falta para jubilarme y olvidar toda esta carajada de la
lucha obrero-patronal que tanto alaraquean los de la junta, pero sí me preocupa lo
que pueda ocurrir un día de estos si continúan con la saboteadera a la fábrica cada
ocho días por cualquier razón, mire que en cualquier momento la empresa se cansa
de tanto problema con los trabajadores y nos mandan a todos para la casita,
recuerde que ya comenzaron los trabajos de construcción de la nueva planta allá
en Palo alto, dicen algunos que trabajan allá que es tan moderna que con solo la
mitad de los operarios de los que trabajamos aquí, se va a producir más del doble
del concreto y a menor costo, sea como sea, ésta vieja mañosa donde nos molemos
el lomo nos ha dado de comer y también un techo para nuestra familia desde hace
tres generaciones y con la comidita no se juega compa, eso es muy delicado, más
cuando en éste pueblo no hay otra fuente de trabajo para tanta gente; yo no alcanzo
a imaginar cómo será la vida de todos los muchachos que vienen detrás de
nosotros, de que van a vivir si se llegara a cerrar la fábrica tal como han amenazado
las directivas, échele seso a eso compita y verá que tengo razón .
Tiene mucha razón compadre, la gente no piensa lo que se está poniendo en juego
con tanta fregadera sin reconocer que mal que bien, aquí nos pagan puntualmente
nuestro salario y tenemos muchos beneficios para nosotros y nuestras familias y
eso no lo tienen la mayoría de los trabajadores de país, yo le he hablado sobre esto
al farfullas del toro López y a su grupo de agitadores, les he dicho que dejen tanta
cansadera y se dediquen a lo que en verdad es importante como el asunto de las
pensiones o los ajustes salariales pero con moderación, que se mantengan los
beneficios que ya tenemos sin ponerse a pedir pendejadas que ni quitan ni ponen a
largo plazo, pero esos tipos no escuchan ni comprenden que no se trata de hartarse
hoy para pasar hambre mañana, terminó diciendo -ojalá no ocurra lo que usted dice
compita, por nuestro propio bien y el de nuestros muchachos-
Rascándose grotescamente la cabeza en señal de inquietud, como si tratara de
atrapar con sus dedos los pensamientos que bullían al interior de la misma, bajo la
vieja gorra de tela empapada en sudor, Alí comentó- bueno viejo, no perdamos más
tiempo quebrándonos el coco y ayúdeme a ajustar este eje del rotor para que
mañana a primera hora podamos hacer el montaje en la unidad dos como le
prometimos al supervisor y después lo invito a tomarnos unas polas bien frías donde
la Rola, que tengo el gaznate como un amero al sol; ¿ le jala o no le jala compadrito?
-claro que le jalo compita- respondió animadamente Eliseo -hágale pues a ver como
es la mano con ese bendito eje que donde hay hombres machos no mueren mujeres
castas, démosle a eso pues…
Luego de un agotador día de negociaciones, discusiones interminables,
condicionamientos de todo tipo y cansadas concesiones , bajo una atmósfera
viciada por el humo de cigarrillo que, sumado al sofocante calor húmedo que
imperaba en el recinto, hacía difícil respirar en las oficinas de recursos humanos de
la empresa Concretera de Occidente S.A , se percibía en el ambiente una atmósfera
de fatiga general al llegar por fin a un acuerdo con los representantes del sindicato
de trabajadores cuando los representantes de la empresa pudieron dar por
terminada su labor asumiendo compromisos muy inferiores a lo solicitado por los
trabajadores. La tarea estaba realizada.
No era cosa fácil por aquellos días cumplir con las metas de producción debido a
los reiterados ceses de labores promovidos por el sindicato y por lo cual el personal
administrativo debía permanecer casi que permanentemente en las instalaciones
de la fábrica atendiendo cada nueva contingencia, lo cual les mantenía al borde del
colapso físico y mental aunque debieran disimularlo en todo momento para evitar
demostrar su afectación delante de los trabajadores de la empresa.
Sheila sentía que su relación se había venido enfriando durante los últimos meses,
quizás por las extenuantes jornadas de trabajo que debía afrontar José María en la
dirección de ingeniería de minas de la fábrica de San Rafael, desde que se
trasladara de la capital, abandonando su trabajo, luego de su viaje de bodas para
instalarse con su esposo en las propias instalaciones de la fábrica, en la cómoda
unidad residencial destinada a los altos funcionarios de la misma, lo cual permitía a
aquel estar en casa en tan solo unos minutos bien fuera para almorzar con su
mujer o para descansar en las noches de las extenuantes jornadas de trabajo.
José María Uribe era un hombre joven, de unos treinta años de edad, con un
temperamento afable y hablar sosegado, lo cual no era óbice para inspirar un
profundo respeto por parte de sus compañeros y sus subordinados quienes le veían
como un líder nato y un apoyo seguro en momentos difíciles; le querían y admiraban
y sus decisiones eran acatadas tanto con entusiasmo como con confianza en su
buen criterio
Pero no todo el personal compartía esos sentimientos hacia el ingeniero Uribe, en
especial algunos recalcitrantes activistas del sindicato de trabajadores quienes
veían en él un contendor recio a la hora de discutir durante las agitadas reuniones
de negociación de temas laborales.
Por aquellos días, cuando apenas se había posesionado de su cargo, se le
encomendó la nada fácil tarea de diseñar algunas estrategias para incrementar la
producción de concreto estándar en un veinte o treinta por ciento al mes, ante el
inminente riesgo de no cumplir con las metas de producción a las cuales se
encontraba comprometida la fábrica de San Rafael dentro del gremio de empresas
del sector de la construcción y de lo cual dependía la continuidad de labores a
mediano y largo plazo.
Uribe amaba entrañablemente a su esposa y le molestaba no poder dedicarle más
tiempo del que disponía en virtud de su agobiante horario laboral; sentía que de
alguna manera, a pesar de que los dos aceptaron su actual condición con los ojos
puestos en un mejor futuro, se estaba perdiendo de un período precioso de su
relación, el cual quizás no volvería jamás, esa época del amor apasionado, la de la
sensualidad a flor de piel y esa necesidad mutua de los recién casados de compartir
su tiempo con su pareja.
Doña Eulalia no daba abasto a despachar tantas bebidas como le pedían al unísono
los asistentes a su establecimiento comercial, a pesar de contar con la ayuda de
toda su familia, sus hijas y yernos quienes en sus ratos libres le colaboraban con la
atención y mantenimiento del negocio familiar, especialmente en las últimas horas
de la tarde y las de la noche cuando, uno tras otro hacían su ingreso los clientes del
establecimiento comercial por todos los habitantes del pueblo conocido como el
negocio de “la rola” haciendo referencia a la condición de foránea de su propietaria
aunque hace más de cinco décadas que se estableciera en la población para ya
jamás abandonarla, era ésta mujer uno de los baluartes del pueblo por su arrojo y
laboriosidad gracias a lo cual logró salir adelante, luego de que su esposo le
abandonara dejándole a cargo de sus cinco vástagos, tres hembras y dos varones
todos ellos apenas en sus primeros años de vida.
Como si de un ritual se tratara, hacia las seis de la tarde, luego de que terminara la
jornada laboral en la fábrica, grupos de trabajadores acudían a la cita inveterada
donde la Rola para departir algunas horas con sus compañeros y conocidos con
unas buenas cervezas frías o alguna otra bebida más fuerte como el aguardiente,
muy apetecido entre los bebedores de la región y así se formaban de manera
recurrente verdaderas jaranas en el negocio, especialmente los fines de semana,
prolongándose hasta altas horas de la noche, muchas veces rematadas con una
que otra bronca, rápidamente controlada por la propietaria quien no permitía
ninguna clase de desmán mayor en su establecimiento.
En una de las mesas, atiborrada por envases ya vacíos de cerveza, parloteaban
desordenadamente Pedro “agallas”, el “tamal” Rodríguez , el viejo Alí, acompañado
de su inseparable compadre “el Chuco” Pinzón y con ellos su aprendiz de mecánica,
un mozalbete recién vinculado con la empresa a quien por su rostro imberbe y su
gran nobleza apodaban “ternurita” quien a pesar de sus escasos veinte años de
edad, compaginaba a la perfección con sus experimentados compañeros de
labores, dos o más décadas mayores que él y por quien profesaban un gran aprecio
en virtud de su despabilamiento y su deseo de aprender las artes de sus tutores,
tenía éste muchacho una habilidad innata en el manejo de maquinaria industrial y
era causa de admiración su gran capacidad para asimilar nuevos conocimientos
gracias a lo cual era de gran ayuda en momentos críticos cuando me requería obrar
con precisión y rapidez para reparar alguna máquina arruinada por el pesado uso al
cual era sometida veinticuatro horas diarias los siete días de la semana, tal como
se requería en el trabajo de la empresa.
EL SABOTAJE
-La cosa es muy sencilla- afirmó Emilio, - lo que debemos hacer es colocar un poco
de agua en el tanque de combustible de la bomba de vacío antes de que el viejo
Joaquín reciba turno, con eso, cuando vaya a encender la máquina, eso va a sonar
como vísperas de fiestas y ya veremos cómo se las arregla el viejo arrogante para
ponerla a andar cuando el supervisor le ordene encenderla y ahí sí le ve a tocar
bajar la cabeza y mandar llamar a alguno de nosotros, los de mecánica, a ver si
aprende a colaborar cuando le pedimos su ayuda o la de alguno de su sección; no
se puede negar que el viejo conoce de su oficio, en la parte eléctrica de las
máquinas, como pocos en su sección pero de mecánica general más bien pocón,
pero es muy egoísta y por eso no se cuenta con él cuando se necesita y muy
seguramente lo va a mandar a llamar a usted, “Verraquera” para que le dé una mano
con la bomba y entonces lo tendremos cogido del cogote, a ver si afina con nosotros
de un vez por todas.
Aunque no estaba totalmente de acuerdo con lo planteado por su compañero, Ali
aceptó que había que darle una lección al viejo “Pelo´eburra” por los reiterados
eventos en los cuales dejara en la estacada a más de un trabajador al negar
sistemáticamente su colaboración en cualquier asunto que no fuera de su estricta
competencia laboral, sabiendo todos que por el tipo de actividades desarrolladas
en la fábrica, en cualquier momento se podía presentar y así ocurría frecuentemente
algún imprevisto que requería de la mayor colaboración posible entre los operarios,
se requería trabajar en equipo y a eso se negaba el referido personaje, motivante
de las maquinaciones de esa noche.
Una vez aprobada la propuesta hecha por Emilio, Ali quedó encargado de verter
unas pocas onzas de agua en el tanque de combustible de la máquina reguladora
de presión del área de bombas, lo cual todos consideraron que no haría mayor
daño al aparato pero permitiría aleccionar al viejo Joaquín sobre la conveniencia de
cooperar con sus compañeros de labores cuando se le requiera. Se acordó que el
plan se llevaría a cabo al día siguiente, muy temprano, antes del cambio de turno
en la mañana y para ello, Alí debería llegar al taller de bombas de vacío antes que
los operarios del turno del día y realizaría lo encomendado anticipándose a la
llegada del viejo Joaquín, de tal forma que no pudiera sospechar nada sobre el
planeado sabotaje en una de sus máquinas y luego, al notar el seguro
malfuncionamiento de aquella, se vería obligado a pedir la ayuda de la sección de
técnicos mecánicos, la cual estaba bajo el mando del propio Alí quien como de
costumbre, acudiría en ayuda de quien la pidiera y entonces, ésta sería
efectivamente prestada pero bajo algunos condicionamientos y compromisos por
parte de la víctima del complot; el plan no podía fallar, era perfecto…
A pesar de algunas objeciones hechas por parte del joven José Miguel “ternurita”
quien no compartía la opinión general sobre la conveniencia del plan elaborado,
pues no le parecía correcto adelantar esa clase de actos ilegítimos aunque
estuviera, en teoría, justificado por el comportamiento inaceptable de aquel quien
era objeto del complot, los demás ignoraron sus observaciones y aprobaron con
entusiasmo la ejecución del plan, encomendado a Pedro ”Agallas” la misión de
entretener, en caso de requerirse, al viejo Joaquín a la hora de marcar su tarjeta de
ingreso a la fábrica, dando tiempo a Alí para consumar su cometido; una vez
aclarados los últimos detalles, prosiguieron entusiastamente brindando por el éxito
del plan, recordando algunas de las innumerables anécdotas similares que en el
transcurso de su larga estancia en la empresa habían protagonizado o al menos
presenciado, a la vez que lanzaban satíricos piropos a las jóvenes meseras del lugar
quienes sufrían lo indecible para evadir, con rápidos movimientos o incluso
mediante sonoras bofetadas los manoseos furtivos les que lanzaban los acalorados
clientes cuando aquellas se aproximaban a las mesas para atender algún pedido.
La vieja locomotora lanzaba estridentes pitidos para alertar a los trabajadores sobre
la inminencia de su partida de las inmediaciones de la fábrica, con destino al pueblo,
donde habitaba la gran mayoría de los mismos, por ello, cuando el primer chorro de
vapor hacía su paso a través de la corneta, una febril actividad se desataba por
todos los rincones de la empresa con motivo del alistamiento al final del turno del
día, tanto del personal administrativo como de los más de seiscientos operarios,
para entregar sus puestos de trabajo y dirigirse a la estación para abordar el aparato
que les llevaría hasta sus lugares de habitación.
A solo unos metros de la estación final de la línea férrea se encontraba el vetusto
edificio de la Alcaldía Municipal, mismo que en otros tiempos fuera la flamante sede
de uno de los mejores hoteles del centro del país, a comienzos de siglo, donde
solían pasar sus temporadas de veraneo las más encopetadas familias de la capital,
lo mismo que muchos extranjeros, quienes disfrutaban de las amplias y bien
dotadas instalaciones del Hotel San Rafael, entre ellas, la hermosa piscina oval,
rodeada por verdes palmeras, la cual era juiciosamente atendida por cuadrillas de
servidores impecablemente ataviados a la usanza europea, con sus camisas de
algodón, engalanadas por un vistoso corbatín de lino, pantalón o falda oscura,
según el género y zapatos negros de resplandeciente charol, manejando bellos
servicios de mesa y bar importados del viejo continente, acompañados de costosa
cristalería de origen Checo. Los alimentos destinados a los huéspedes eran
elaborados por chefs extranjeros, lo cual era garantía de la alta calidad y
refinamiento de los mismos.
Pero como todo lo bueno fenece, con el advenimiento de las carreteras nacionales
en los años cincuenta y las grandes autopistas hacia la costa atlántica, San Rafael,
tal como ocurrió a muchos otros pequeños poblados del centro del país, fue
quedando al margen de la preferencia de los ilustres visitantes quienes, desde
entonces, prefirieron dirigir su rumbo hacia el litoral norte del país abandonando los
ancestrales lugares de veraneo del interior, quedando al margen del progreso del
resto del país, relegados al olvido y avocados a asumir su subsistencia con el propio
esfuerzo de sus habitantes, por lo anterior, el otrora suntuoso y reconocido Gran
Hotel San Rafael inició su inexorable camino hacia el olvido.
Haciendo esquina con la sede administrativa municipal se encontraba la iglesia y a
su lado, la casa parroquial, con amplios ventanales al frente que permitían vigilar
desde el interior lo que acontecía en el parque principal pero a su vez también daban
la oportunidad a los transeúntes de echar una ojeada para fisgonear la diaria
actividad de las personas que colaboraban con el cura párroco.
Todas las mañanas, muy temprano, antes del amanecer se encendían las luces de
la estancia parroquial y comenzaba el trajín cotidiano para preparar la primera misa
de la mañana, a eso de las seis, entonces unos corrían de un lado a otro llevando
consigo los elementos de ornato del altar, debidamente alistados desde la noche
anterior mientras que otros se dedicaban con idéntica presteza a la limpieza y
preparación de la iglesia para la celebración religiosa. Tomasito trepaba hábilmente
por los vetustos escalones de madera de la escalerilla que le conducían hasta lo
más alto de la torre de la iglesia, donde se hallaban las dos antiguas campanas, con
las cuales debía realizar los sucesivos toques de invitación a los feligreses para
asistir a la celebración religiosa. Esa fecha revestía una especial importancia por
tratarse del comienzo de las celebraciones en honor del santo patrono del
Municipio, San Rafael, de quien tomaba su nombre el poblado; las fiestas de San
Rafael se extendían durante toda una semana y en ellas se llevaban a cabo eventos
de diversa índole, entre otras, solemnes procesiones precedidas por la santa misa,
las cuales, partiendo de la iglesia, recorrían la avenida principal y algunas calles
secundarias del pueblo para regresar finalmente al recinto sagrado, encabezadas
por el cura párroco del pueblo acompañado por los feligreses portando algunas
imágenes tomadas de los nichos en las capillas de la iglesia, cargadas en andas
por piadosos ciudadanos quienes consideraban un gran honor desempeñar el
papel de cargadores en el acto religioso.
La cosa cambiaba de talante al concluir los actos de fe para para los habitantes del
poblado ya que en muchos lugares del mismo, con varios días de antelación se
levantaban improvisados cambuches de madera frente a las residencias del centro
del pueblo o en las propias calles del mismo, para comercializar cualquier
mercadería, desde sombreros de paja hasta electrodomésticos traídos por
comerciantes de las poblaciones vecinas, también se expendían bebidas
alcohólicas de todo tipo y toda una variedad de alimentos preparados in situ en
grandes fondos metálicos ennegrecidos por la acción del fuego alimentado por
enormes leños desde muy tempranas horas; todos ellos, debidamente autorizados
por la alcaldía municipal previo pago del llamado impuesto de fiestas que
correspondía al alquiler del espacio público para su uso comercial durante las
festividades.
En un extremo de la venida principal, en una gran tarima montada sobre una
armazón de madera se instalaban los equipos de amplificación de sonido que serían
utilizados por los grupos musicales contratados por la Alcaldía para amenizar las
noches de bale popular, “las Verbenas populares” como se les denominaba, que
iniciaban al caer la noche y se extendían hasta la madrugada del día siguiente,
dejando como evidencia de su ocurrencia un monumental reguero de basuras,
desechos de alimentos en descomposición, charcos de maloliente líquido de no muy
dudosa procedencia considerando la escasez de servicios sanitarios en las
cercanías del lugar del foforro y uno que otro par de borrachines para quienes no
fuera suficiente la jornada de la noche anterior para extinguir su insaciable sed, por
lo cual deambulaban sin rumbo con un característico zigzagueo entre los escombros
de la extinta fiesta, buscando algún lugar donde pudieran adquirir una última
provisión de bebida para amenizar su lamentable regreso a casa.
Previendo lo anteriormente descrito, durante la homilía de ése primer día de fiestas,
el cura párroco se esforzó en aleccionar a sus feligreses sobre el buen
comportamiento que debían observar durante las festividades, advirtiéndoles sobre
las muchas tentaciones que el maligno podría presentar en su camino en los días
venideros y es que el pueblo en verdad se transformaba de tal forma durante sus
fiestas que era difícil reconocerlo, aún por quienes en virtud de haber vivido allí por
muchos años, tenían formada una clara imagen de su tranquilo terruño. Apenas
declaradas abiertas las festividades, alegres muchedumbres arribaban al pueblo
procedentes de los más lejanos lugares; por todas partes se escuchaban modestas
agrupaciones musicales animando algún grupo de vivaces libadores; las
muchachas, luciendo sus mejores galas paseaban por las calles del pueblo y hasta
los más añosos pobladores de la región parecían recobrar fuerzas para hacerse
partícipes de los eventos realizados; era un verdadero florecimiento del lugar, la
época más esperada del año por propios y foráneos.
Una vez concluido el acto litúrgico, se dio paso a la consabida procesión de los
santos tal como estaba programada y como colofón de la misma, un verdadero
apocalipsis se desató gracias al desaforado estallido de docenas y docenas de
artefactos pirotécnicos artesanales, “voladores” como se les conocía popularmente;
de cada esquina del parque principal partían hacia el firmamento las raudas saetas
para terminar su breve vuelo con sonoras explosiones simultáneas que en conjunto
armaban tal estruendo que apenas sí se podía escuchar a un interlocutor a un metro
de distancia y una espesa humareda dejada en el lugar de lanzamiento de los
artefactos hacía difícil respirar en las inmediaciones del parque principal; habían
comenzado las fiestas patronales del Municipio de San Rafael de los Reyes.
Pero a pesar del ambiente festivo y del relativo relax que por esos días imperaba en
el casco urbano del poblado, en las inmediaciones de la principal empresa del
municipio, la actividad laboral continuaba de forma habitual, tal como ocurría desde
aproximadamente treinta y cinco años atrás, desde que iniciara labores en las
afueras del Municipio la Empresa Concretera de Occidente, por lo cual,
diariamente, antes de las seis de la mañana, con precisión de relojero se adelantaba
el cambio de turno entre los grupos de trabajadores de la noche y los que laborarían
durante la jornada diurna hasta las seis de la tarde, momento en el cual un nuevo
grupo de trabajadores les relevaría para continuar las labores durante la noche.
Atento, frente al reloj tarjetero de ingreso, el viejo Pedro escudriñaba entre los
trabajadores que se apretujaban en la fila de registro para marcar a tiempo su hora
de llegada a la fábrica, buscando el malencarado y conocido rostro de su compañero
de labores; ¿Dónde andará ese condenado pelodeburra? Se preguntaba, inquieto
ante la escasa, pero no descartable posibilidad de que aquel se le hubiera escurrido
al ingreso y le estropeara la importante misión a la cual se había comprometido
realizar la noche anterior. Transcurrida una media hora y viendo que ya la mayoría
de los trabajadores había hecho su ingreso a la empresa sin que apareciera por
ninguna parte aquel quien era su objetivo, el hombre decidió no esperar más y tomar
un plan B en su cometido, no fuera que algún otro operario se le adelantara en poner
en marcha la máquina de su interés en caso de haberse ausentado el viejo Joaquín.
-Viejo vergajo ese, preciso no se deja pillar cuando necesito tenerlo ubicado- no
puedo fallarle a mis socios, bueno, pues “a Santa Rosa o al charco” pensó mientras
que se dirigía a la sala de bombas para poner sobre aviso a Alí respecto de la
evasión del objetivo…
En la sala de máquinas de la segunda unidad, ya Alí se disponía a ejecutar su
cometido, vertiendo una pequeña cantidad de agua en el tanque de combustible de
la bomba de vacío cundo apareció en el lugar, casi al trote, un sudoroso Pedro
“agallas” el cual, sin saludar siquiera le puso al corriente de lo observado minutos
antes en la fila de entrada a la fábrica y la ausencia del viejo Joaquín.
-Carajo Pedro- espetó Alí con inocultable inquietud; entonces párese en la puerta
de afuera y vigile que no venga nadie y si alguien se acerca, me lo entretiene con
cualquier excusa mientras le aplico el remedio a éste aparato, no nos vayan a pillar
y ahí sí que estaríamos en un lío compañero, vaya pues-
Transcurridos algunos instantes ya la obra estaba consumada y acto seguido, la
pareja de perpetradores se retiró sigilosamente del lugar de los hechos.
Evocando y dando razón al gran Marroquín, en su famosa Perrilla: “…pues en más
de una ocasión sale lo que no se espera…” las cosas no ocurren siempre, o mejor,
casi nunca suceden de la forma como se planean y fue así como la razón por la cual
el viejo Joaquín no llegó al trabajo a la hora acostumbrada fue su participación en
la misa de ésa mañana. Por una invitación especial del párroco, quien le tenía una
gran estimación en virtud de su permanente colaboración para con las actividades
de la parroquia para que leyese el mensaje bíblico de la fecha, el referido había
tramitado previamente un permiso en la empresa para llegar unas horas luego de lo
acostumbrado, lo cual no estaba en las cuentas de nuestros conocidos
conspiradores y fue así como en efecto, cuando a la hora habitual, el supervisor del
área de bombas envió la orden de encender la tan mencionada bomba de vació, la
misma, por obvias razones, no pudo ser recibida por un caso de absoluto de
absentia corporis por parte del operario habitual, ante lo cual, luego de recibir la
novedad de la ausencia, por parte del mensajero enviado para tal fin , el funcionario
encargado derivó tal labor sobre el jefe de operaciones del área, quien no era otro
que el mismísimo Alí, quien, al ser notificado de la orden impartida por su superior,
casi cae de espaldas al ver cómo le rebotaba en la cara su propia acción, -¿Carajo,
y ahora qué hago?- si esa bomba va a armar un alboroto de todos los diablos cuando
comience a aspirar el agua, si es que no pega una buena explosión- pensó y
entonces decidió hacer uso de su jerarquía dentro del grupo de operarios del área
de máquinas para salvarse de una segura situación embarazosa, delegando en
alguno de ellos la labor encomendada- bueno, ya entrados en gastos, hasta donde
la cuenta dé- pensó y repensó para sus adentros sobre a quien echarle el saco de
ejecutar la orden, la cual, lejos de implicar ser realmente peligrosa, no dejaba de ser
poco menos que indeseable, según lo que se esperaba que ocurriera, situación que
él mismo había urdido y claro, como siempre, buscó al más vulnerable, el cual no
era otro que el pobre “ternurita”, pero con tan mala suerte que momentos antes ya
habían enviado al pueblo al muchacho para recoger algunos materiales requeridos
con urgencia, por lo cual, al enterarse Alí de ésta nueva ausencia y aunque con gran
remordimiento de conciencia, no dudó en reasignar dicha actividad en quien estaba
a la mano, nada menos que su compadre, Eliseo –“así paga el diablo a quien le
sirve”- pensó con ironía, pero decidido a no ser víctima de su propio invento procedió
a impartir la orden correspondiente.
Pocos instantes después, se presentó su gran amigo, atendiendo al llamado de su
compañero y jefe de labores quien rápidamente le puso al tanto de la situación,
tratando entonces de minimizar las posibles situaciones que se podrían llegar a
presentar, en el más extremo de los casos, no presentándolas más que como una
pequeña explosioncita y nada más, pero de las cuales estaba totalmente al corriente
el citado. Eliseo le reclamó con firmeza su decisión diciendo ¿cómo me va a echar
ese muerto encima compadre?, ¿no ve que yo ya me volé dos dedos de la mano
con una máquina hace unos años y ahora usted pretende que me vuele los que me
quedan? Ni de fundas le meto mano a esa bomba compadre, mire a ver a que otro
le deja ese chicharrón, pero lo que soy yo ni muerto le jalo a nada con esa máquina.
Viendo lo decidida de la posición de su interlocutor, Alí le propuso que entre los dos,
viejos conocedores del funcionamiento de las máquinas podrían deshacer lo
realizado, retirando primero el combustible saboteado y cambiándolo por nuevo
antes de encender la bomba y así no habría problema alguno, ante lo cual, con el
compromiso de una maniobra mancomunada, finalmente el bueno de Eliseo
consintió en ayudar a su compañero.
Seguidamente se dirigieron hasta el sitio donde se encontraba la bomba y
procedieron a vaciar el tanque de combustible, reemplazándolo por nuevo ACPM,
dando así por terminado el incidente, congratulándose mutuamente por lo oportuno
del previo aviso recibido por Alí, por sus conocimientos y habilidades en la
manipulación de las máquinas.
A pesar de tanta experiencia y sabiduría allí reunida, los dos operarios no tuvieron
en cuenta que alguna pequeña parte del agua vertida en la máquina podría haber
pasado al interior de las recámaras de combustión del motor, de tal forma que
apenas encendieron la máquina, una sonora explosión por el escape de la misma
se dejó escuchar en muchos metros a la redonda, acompañada de tal humareda
que apenas si podían verse el uno al otro cuando se recuperaron del aturdimiento
que les produjo el estallido, el cual les lanzó de espaldas varios metros atrás,
cayendo, por fortuna, uno encima del otro
Sobre sobre un arrume de empaque de cartón de desecho que amortiguó el
aterrizaje, sin salvarse de todas maneras de chamuscarse los bigotes y de una
buena y bien merecida aporreada.
Además de las naturales dolencias a consecuencia del golpe recibido, lo que más
les dolía a los compadres era su amor propio, al saberse víctimas de su propio
invento, lo cual fue evidenciado de manera absoluta cuando, en el área de
enfermería a donde fueron inmediatamente conducidos, luego del incidente, para
brindárseles los cuidados médicos respectivos, recibieron la visita del resto de
frustrados conspiradores quienes no dudaron en gastarles pesadas bromas acerca
del fallido plan y peor aún se sintieron al recibir luego la visita del viejo Joaquín,
fresco como una lechuga, quien no dejó de lanzar suspicaces comentarios sobre
los hechos acaecidos, pues, como buen viejo zorro que era, no se comió entero el
cuento de la mala calidad del combustible que argumentaron los accidentados y
dejó ver sus sospechas sobre alguna clase de posible saboteo como generador de
todo aquel asunto.
Como era de esperarse, el suceso de la explosión en la sala de máquinas de la
unidad dos provocó gran revuelo entre el personal de operarios, lo mismo que entre
los funcionarios administrativos de la empresa quienes de inmediato dieron
comienzo a las respectivas investigaciones para esclarecer las causas de lo
ocurrido, por fortuna, según aquellos sin pérdidas humanas que lamentar, pero que
ameritaba ser concienzudamente analizado con miras a establecer a futuro las
medidas preventivas y correctivas pertinentes dentro de los protocolos de
procedimientos y actividades industriales de la empresa.
Una vez instalado el comité de seguridad industrial, con el Ingeniero Uribe a la
cabeza, en sus funciones de ingeniero jefe de seguridad industrial, se analizó
concienzudamente la situación y se decidió tomar una serie de disposiciones
tendientes a prevenir a futuro nuevas situaciones como la que había motivado la
reunión extraordinaria apenas desarrollada. No estaba pues el ingeniero de muy
buen humor al salir de la cansada reunión cuando a avanzadas horas de la noche
se dirigió a su casa donde como de costumbre le esperaba su joven esposa con
una gran sonrisa y una deliciosa cena lista en el comedor, la cual ni siquiera probó
el exhausto José María, cargado de responsabilidades y motivos de preocupación
en virtud a los reiterados conflictos laborales tanto con los funcionarios de las áreas
administrativas como con los miembros del sindicato de trabajadores de la empresa,
los cuales le mantenían la cabeza de cuadritos según se lo manifestó a Sheila
cuando aquella le increpó sobre la causa de su estado de ánimo. –Las cosas se
están complicando en la fábrica, amor- respondió lacónicamente mientras
impulsaba con los pies la mecedora en la cual se acomodó bajo el porche delantero
de su vivienda- no sé cómo se podrá cumplir con las metas si cada día ocurre algún
problema que retrasa la producción- y ahora, con los trabajadores en ferias y fiestas,
menos rendirán en su trabajo, ésta gente no piensa en otra cosa que no sea
emborracharse hasta perder el sentido, hacerle hijos a su mujeres y darse mañas
de trabajar lo menos posible ¿qué piensas tú que puedo hacer para motivarlos a
rendir más en su trabajo? Tú eres sicóloga y tienes experiencia en el área de
recursos humanos, por favor, dame algunas ideas para salir del embrollo en que me
encuentro, ayúdame, por favor-.
Sheila era en efecto sicóloga con experiencia en manejo de personal en empresas,
gracias a ello había conocido a su actual esposo cuando aquel se desempeñaba
como ingeniero en la empresa donde ella trabajaba en la sección de recursos
humanos, ya un par de años atrás y a raíz de su matrimonio con José María, había
aceptado dejar su trabajo para seguir a su marido hasta el pueblo donde tenía sede
su nuevo y mejor remunerado empleo, en San Rafael de los Reyes y se había
entregado de tiempo completo a su hogar, donde era feliz en su nuevo papel de
esposa y ama de casa, aunque en el fondo no dejaba de extrañar su antigua vida
profesional, lo cual no era óbice para que de cuando en cuando emitiera algunos
valiosos conceptos concernientes a su profesión cuando la situación lo permitía y
ésta sí que lo requería, por lo cual, recomendó a su atribulado marido que procurara
una mayor cercanía con los trabajadores, especialmente con los que mantenían
alguna posición de liderazgo entre la masa de aquellos. -Aprovecha que los
trabajadores te profesan un gran respeto y aún podría decirse que, en algunos
casos hasta aprecio- afirmó; en lo poco que llevo aquí, he escuchado muy buenos
comentarios sobre ti por parte delos muchachos que la empresa designa para el
mantenimiento de las instalaciones de ésta unidad residencial para funcionarios
administrativos y la gran mayoría de ellos son familiares o amigos de muchos
trabajadores de la fábrica. -No te fíes de adulaciones querida- interrumpió dubitativo
su esposo, -la gente adula a aquellos a quienes necesitan pero, cuando ya no les
son de utilidad, les dan la espalda- pero tienes razón, creo que por lo menos habrá
un reducido grupo de trabajadores quienes realmente aprecien mi trabajo y tal vez
por intermediación suya podría intentar alguna clase de acercamiento con el grueso
de trabajadores para tratar de entender su ideología, sus aspiraciones y así lograr
comprender su idiosincrasia, lo cual facilitaría en gran manera el trabajo coordinado
con ellos, a ver si dejan la molestadera y saboteo al trabajo de la manera como
actualmente se viene presentando, perjudicándonos a todos.
Hacia el mediodía, toda la calle principal, amén de tratarse realmente de la única
que ameritaba tal calificativo puesto que las demás vías del pueblo no pasaban de
ser rudimentarias calzadas forjadas por el paso sostenido durante años de miles
de bestias cargadas con panela, miel o cualquier otro producto proveniente de
los sectores rurales vecinos al casco urbano tales como el mango, el plátano o el
café; los cuales, valga decir, eran de una excelente calidad, por lo cual eran muy
apetecidos por comerciantes que se desplazaban desde la capital hasta San Rafael
para comprarlos a bajo precio y transportarlos de regreso a los mercados de la
ciudad donde obtenían generosas ganancias.
Debido a la deplorable condición de la mayoría de las vías del pequeño municipio,
los camiones de los compradores eran parqueados para realizar su carga en las
inmediaciones de la avenida central, rimbombante denominación para para una vía
de un poco más de doscientos metros de longitud y unos pocos metros de ancho,
pero volviendo al relato; bajo un calor sofocante, los vecinos y visitantes al poblado
esperaban estoicamente el inicio de la programada presentación de los grupos
musicales contratados por la empresa concretera a manera de contribución con las
festividades lo cual, a criterio de loa mayoría, era garantía de la calidad del
espectáculo ofrecido, gracias al elevado presupuesto que la compañía destinaba
cada año para las actividades lúdicas, artísticas y culturales que patrocinaba dentro
de las festividades; un logro más del sindicato de trabajadores de la empresa.
A lado y las de la vía, ahora atestada de vehículos de todo tipo, de animales de
varga jadeantes por el sofocante bochorno, de improvisadas ventas ambulantes de
mil clases distintas, armados a última hora por los apurados comerciantes, os cuales
eran realmente bizarros cambuches de madera y techo de cualquier material que
sirviera para proteger de alguna inesperada lluvia y del inclemente sol tanto a las
mercancías como a los mercaderes y para rematar el caos armado, en cada acera,
frente a las casas aledañas al parque principal, se colocaban algunas mesas y sillas
para el expendio de bebidas y comidas; era pues un auténtico pandemónium el que
se apreciaba y el cual era penosamente vigilado por los escasos agentes de policía
destinados por el comando regional para tal fin, los cuales, en su mayoría tenían
más ganas de hacerse parte del jolgorio con sus conocidos del pueblo que de andar
para arriba y para abajo por el poblado asándose lentamente bajo sus gruesos
uniformes, por lo cual, en muchas ocasiones preferían hacerse los de la vista gorda
cuando se presentaba algún incidente menor en las calles por ellas custodiadas, las
cuales por demás, generalmente no pasaban de escaramuzas menores por algún
desacuerdo entre los ajetreados comerciantes que terminaban resolviéndose
pacíficamente entre ellos mismos sin requerir de la intervención de las autoridades;
San Rafael era en general un pueblo de gentes pacíficas y así transcurría
corrientemente sus diario vivir.
La Rola Eulalia, como de costumbre, pero ahora con mayor razón en virtud de las
festividades, corría de aquí para allá en su negocio para atender los pedidos de su
clientela y eso la tornaba algo enojona; gritaba frecuentemente a sus colaboradores,
a los cuales prodigaba generosas retahílas por cualquier motivo exigiéndoles
rapidez en su accionar; se podría decir que el exceso de actividad la ponía de malas
pulgas. Por el elevado nivel de volumen que algunos clientes colocaban
insistentemente en la vieja rocola del negocio, no escuchó las reiteradas llamadas
que don Pedro Moya le hacía solicitando altisonantemente, según era su costumbre,
atención inmediata para sí mismo y sus numerosos acompañantes en la mesa de
la cual acababa de desplazar a sus anteriores ocupantes, lo cual enardeció el ánimo
del viejo gamonal, acostumbrado al servilismo de los pobladores de San Rafael,
muchos de los cuales trabajaban, o al menos lo había hecho en alguna ocasión
para él en alguna de sus numerosas propiedades y fue así como de un momento a
otro lanzó por los aires de un manotazo las botellas vacías que permanecían en su
recién invadida mesa, causando gran inquietud entre el resto de la clientela del
establecimiento, los cuales, a usanza de una manada de animales asustados por
algún hecho delator de un peligro latente, súbitamente se paralizaron al mismo
tiempo, atentos a lo que pudiera acontecer como consecuencia del exabrupto
cometido por el viejo hacendado. En una mesa cercana a aquella donde ocurrieron
los hechos, en la cual desde hacía ya varias horas departía un grupo de individuos
corpulentos, venidos de otros lares con motivo de las fiestas, aquel quien
aparentaba ser el líder del grupo, un hombrón de mediana edad, grueso bigote al
estilo del que usan los charros mejicanos, ya plateado por canas, el cual hacía
perfecto juego con el enorme sombrero de ala ancha, el cual, descortésmente no
se había quitado al ingresar al establecimiento, se levantó de su silla como
propulsado por un resorte invisible profiriendo improperios dirigidos a aquellos
quienes, a su modo de ver, le habían faltado al respeto, en una evidente actitud
desafiante hacia Moya y sus compañeros de mesa. La situación se tornó muy tensa
, se diría que era tan peado el ambiente que allí reinaba que casi se podría cortar
con la hoja de alguno de los afilados machetes que la mayoria de los asistentes
portaban al cinto; inmediatamente, los ocupantes del resto de las mesas se
levantaron de sus sillas, temiendo que estallara la inminente reyerta entre los dos
grupos hostiles, lo cual, seguramente hubiera ocurrido con funestas consecuencias
para unos y otros si la voz de trueno de La Rola no hubiera retumbado en todo el
lugar, quebrando de forma instantánea la tirante situación, al emitir un mandato
fulminante para toda la concurrencia: “en mi negocio no se arman broncas y el que
se sienta tan machito como para vérselas conmigo, pues lo espero afuera y
arreglamos el asunto”; como el desafío lanzado por la enardecida matrona fue
respaldado por la misma agitando furiosamente en el aire una enorme cacerola de
hierro macizo, tan firmemente empuñada en lo alto por su voluminoso miembro
superior derecho que no dejaba lugar a dudas sobre su destreza en el uso de aquel
instrumento; y en solo una fracción de segundos, el pesado ambiente se relajó
totalmente, al escucharse, provenientes de todos los rincones, profusas carcajadas,
iniciadas por el propio viejo Moya, el cual casi cae de su silla a consecuencia del
desaforado acceso de risa, el cual requirió de la asistencia de algunos de sus
acompañantes quienes al verlo tornarse morado, le brindaron aire agitando algunas
hojas de cartón que consiguieron en cualquier parte. –Tranquila Rolita, no se
ofusque así que le puede hacer daño- expresó el hacendado luego de recuperarse
del ataque de risa - yo solo pido que me atienda a mi gente, no voy a dañarle la
venta, vieja y para que no haya rencores con nadie, sírvase una ronda de pola bien
fría para todos los que estamos en su negocio a cuenta mía, que aquí vinimos fue
a pasar un buen rato, no a buscar bronca con nadie- concluyó, a lo cual los
asistentes respondieron con un sonoro aplauso acompañado por vítores para Don
Vicente; esta vez la cosa no pasó a mayores pero no siempre se corría con tanta
suerte en las fiestas de San Rafael…
Por tratarse de un día de mercado, fecha intencionalmente elegida por las
autoridades locales para dar inicio a las festividades, aprovechando la afluencia
obligada de los habitantes del sector rural para comercializar sus productos, era
especialmente notoria la gran cantidad de personas en todos los rincones del centro
poblado, razón por la cual, se encontraban totalmente atestados de personas todos
los establecimientos comerciales, tanto formales como improvisados, según se ha
dicho, podría pensarse que toda la provincia se había volcado sobre el pueblo en
esas fechas, para no perderse de las distintas actividades meticulosamente
preparadas por la junta de ferias y fiestas, asegurando el éxito de las proyectadas
celebraciones, y de la cual hacían parte las principales personalidades del
Municipio, en cabeza del Alcalde municipal, Don Alfonso Torres, el señor cura
párroco, el señor comandante d policía de la localidad y algunos ilustres habitantes,
quienes de forma voluntaria colaboraban en la organización de los distintos eventos
programados, dispuestos en un estudiado cronograma que se extendía durante seis
días con sus noches.
En un terreno plano, aledaño al parque principal, previamente adecuado mediante
la construcción de improvisados corrales construidos con postes de madera
firmemente anclados al piso y unidos por travesaños del mismo material,
asegurados uno a otro con gruesos puntillones de acero y reforzados mediante
resistentes rejos de cuero para garantizar su estabilidad, se exhibían y colocaban
en venta, algunos mucho y otros no tanto, briosos equinos, también se encontraban
en abundante cantidad ejemplares bovinos, ovinos, caprinos; opulentas porcinas
con su numerosa y ávida prole yacían adormiladas en malolientes rincones, vistosos
pavos reales marchaban airosos al lado de sus menos arrogantes parientes, los
piscos o pavos comunes y hasta uno que otro pato sobreviviente del último fin de
año correteaba aleteando desesperado de un lado a otro tratando de resguardarse
de los persistentes intentos de los niños de capturarles; se realizaba la denominada
“Gran feria ganadera y de especies menores”. Para amenizar el evento,
deambulaba de aquí para allá interpretando diversos aires musicales de la región,
cual grupo de almas en pena, la flamante banda municipal; “los Chupacobres”, como
peyorativamente se les denominaba por parte de algunos envidiosos que no
lograron formar parte de la agrupación musical, la cual solo se detenía en su
incansable faena para tomar algún refrigerio cada treinta o cuarenta minutos,
asegurando de esta manera una continua algarabía al mezclarse sus tonadas con
el resonar de bocinas de camiones exigiendo paso para descargar el ganado que
transportaran desde las veredas, además, al baturrillo descrito se sumaba el estridor
inclemente de los altavoces ambulantes de los cuales se valían para promocionar
sus mercancías algunos pintorescos personajes, cargados con docenas de
sombreros sobre su cabeza, pañuelos, pañoletas, ponchos de mil colores pendían
de sus antebrazos así como docenas de bordones para arrear el ganado o espantar
los perros atrevidos del camino, incontables bártulos de cocina asegurados por
grandes aros de metal, colgaban magistralmente mediante un ancho cincho de
fieltro a sus espaldas eran verdaderos centros comerciales unipersonales
ambulantes.
Para crecentar el nivel de algarabía reinante, un destartalado vehículo equipado en
su parte superior con enormes altavoces, transmitía a todo volumen la invitación
para asistir a la primera gran corrida de toros, a realizarse en las horas de la tarde
en la monumental plaza de toros, también erigida a toda prisa los días
inmediatamente anteriores, hacia las afueras del pueblo por una cuadrilla de
trabajadores contratados por el Municipio. El altisonante estribillo repetía una y otra
ves el flamante cartel de matadores, novilleros y grupos musicales que participaría
en la faena.
El padre Ciro increpaba al Alcalde sobre un asunto financiero relacionado con el
cobro que, según su criterio podría adelantar la Parroquia por el uso del atrio y
alunas zonas aledañas a la iglesia, en vista de la ocupación que se evidenciaba por
aquellas fechas por parte de comerciantes para adelantar sus actividades
mercantiles y que el Alcalde cobraba como impuesto de fiestas con destino a la
financiación de todas las actividades programadas.
-Vea Alcalde, afirmó resueltamente el sacerdote; yo no me opongo a que se utilicen
los andenes y aún las zonas de acceso a la iglesia para instalar puestos de comercio
durante las fiestas pero considero que, siendo estos sitios de propiedad de la
parroquia, y siendo los mismos responsabilidad de la casa cural en su aseo y
mantenimiento, pues es ella la que debe recibir el valor del impuesto que pagan los
comerciantes por el usufructo de los sitios ocupados y no la Alcaldía, que además
bastante dinero percibe en estos días por el resto del espacio público. Don Alfonso,
con su habitual aire campechano, el cual no desmedraba su actitud autoritaria, le
miró de arriba abajo, espetando con ironía: -vea cura, acuérdese de lo que su
señoría nos repite cada rato en sus sermones de la misa dominical, lo que dijo
nuestro señor a esos que montaban feria en las afueras del templo, cuando le
pusieron la trampa sobre los impuestos: Den a Dios lo que es de Dios y en este
caso, al Alcalde lo que es del Alcalde..
-No sea tan irrespetuoso Alcalde, respondió airado el clérigo,-en primer lugar no se
trató de ninguna feria sino del comercio de productos que se realizaba en las calles,
como en cualquier otra ciudad y se trataba del templo de Jerusalén, cuando nuestro
señor montó en sagrada cólera al ver como habían profanado el sagrado lugar para
convertirlo en un sitio de pillaje y no meta en el asunto a ningún alcalde que en ese
tiempo aún no se sufría de esa clase de calamidades; lo que el señor Jesucristo dijo
fue: ”Dad a Dios lo que es de Dios y al Cesar lo que es del Cesar” , como una
manera de evitar entrar en confrontaciones innecesarias con las autoridades
romanas. Bueno cura, yo no sé quién era ese tal Cesar, pero alguien importante
debió ser para que nuestro señor ordenara pagarle los impuestos, mire cura,
hagamos una cosa; vaya usted y cobre del portón de la iglesia para adentro y yo
cobro del portón para afuera y santas pascuas y si no hay alguna otra cosa que se
le ofrezca, con su permiso señor cura, me voy como volador sin palo a ver cómo
van las cosas en la feria ganadera que ya debe estar comenzando y tengo que
inaugurarla como primera autoridad del Municipio, afirmó mientras se colocaba su
enorme sombrero alón y se dirigía hacia la puerta de su despacho con una sonrisa
burlona dibujada bajo el bigote.
Podrá imaginar el lector el grado de indignación en el cual quedó sumido el
sacerdote ante la desfachatada actitud del burgomaestre, quien además de
escamotearle cualquier posible ingreso para la parroquia, no desaprovechaba
cualquier oportunidad para desafiarle y demostrarle que era el Alcalde quien tenía
el mayor poder en el pueblo.-Esta no me la vas a ganar viejo condenado, ya
veremos como por el camino igualamos las cargas -dijo para sus adentros el curita,
aprestándose a salir de la sede de la Alcaldía para dirigirse a la casa cural para
seguir atendiendo las actividades programadas por la parroquia con ocasión de las
festividades en curso.
CAPITULO DOS
LA FUGA…
En la sección de Sanidad de la fábrica, con vendajes cubriéndoles la cabeza y parte
del rostro, lo mismo que las manos y antebrazos, todos magullados como un plátano
maduro sobrante del mercado, los frustrados conspiradores, Alí y Eliseo renegaban
por el funesto desenlace que tuvo su tentativa de saboteo; cada pocas horas
recibían una nueva dosis de castigo de manos del personal de enfermería, quienes
hundían las enormes agujas hipodérmicas en sus doloridas carnes o bien tragando
abnegadamente los medicamentos que aquellas les compelían a ingerir,
debidamente prescritas por los médicos de la empresa para combatir la inflamación
de sus aporreadas humanidades. Ya habían permanecido en aquel lugar dos largos
días con sus noches y no veían la hora en la que fueran liberados de aquel
espantoso confinamiento.- Cómo se siente compadre? preguntó en voz alta Eliseo
desde su cama, asegurándose de ser adecuadamente escuchado por su
compañero de cuarto, el pobre Alí, quien yacía en otra camilla a unos pocos metros
de la suya. -Ay Chunquito, me duele hasta la conciencia, que porrazo tan berraco el
que nos dimos y eso que estuvimos de buenas al ir a caer sobre ese montón de
empaques de cartón, porque si no, no contamos el cuento. -Oigame compita, yo
sinceramente estoy cansado de esta vaina, aquí tirado como un nazareno, ya me
tienen el trasero como un colador con tantos chuzones que me han dado esas
chupasangre de las enfermeras; -le propongo que nos auto-demos de alta esta
noche, luego del cambio de turno, mire compa, yo me conozco de memoria los
horarios de esta gente de tanto que he estado aquí y sé por dónde podemos
volarnos sin que nadie se entere, ya no recuerdo cuantas veces he venido a este
matadero de cristianos para hacer toda clase de reparaciones de una y otra clase,
así que usted solo hágame caso y verá que en menos que canta un gallo estaremos
librecitos de esta tortura y además piense que nos estamos perdiendo de las fiestas
que deben estar buenísimas; que dice Chuco, ¿le jala o no le jala?, póngale
berraquera y verá.
Usted si no aprende compadre, no acabamos de salir de una y usted ya quiere que
nos metamos en otra peor, que tal si nos pillan escapándonos de aquí, ahí si es fijo
que nos sancionan y quedamos completos, mejor trate de dormir que con eso
seguro se le pasan todos esos malos pensamientos.
Pero Alí no era de esa clase de individuos que desisten con facilidad ante el primer
obstáculo para sus planes y fue así como luego de tanto insistir y persistir en su
argumentación, el pobre Eliseo terminó, por físico cansancio, terminó por aceptar el
plan que Alí le planteara unas mil veces en los últimos minutos y el cual se desarrolló
como sigue…
A las siete de la noche, todo el personal de trabajadores del centro de sanidad de
la fábrica, conformado por médicos, enfermeras y camilleros, procedían a la rigurosa
entrega y recepción de cada uno de los pacientes allí internados, narrando
minuciosamente todas las novedades que aquellos quienes llegaban a relevarles
durante el turno de la noche debían conocer, luego de lo cual, el personal del turno
entrante se dedicaba a revisar las historias clínicas y a actualizar las tarjetas de
medicamentos formulados para cada paciente; todo ello se realizaba en una
pequeña habitación ubicada en un extremo del pabellón de internados, la cual, para
conveniencia de nuestros dos personajes, quedaba en el polo opuesto al lugar
donde reposaban los fulanos y no se tenía desde allá una buena visibilidad sobre la
totalidad del amplio salón debido a la presencia de un pequeño muro que daba
sostén unos amplios ventanales que separaban el recinto del pasillo de acceso y
que se encontraba a unos pocos metros de las camillas ocupadas por los dos
mencionados. Bueno Chuco, a Santa Rosa o al Charco, espetó Alí arrancándose
bruscamente las líneas venosas de su antebrazo -fuímonos de aquí que yo ya huelo
a formol- incorporándose de la camilla al tiempo que con sumo sigilo recogía
acurrucado de la mesita que estaba al lado de su cama sus objetos personales; lo
propio hizo Eliseo y así, los dos, solamente ataviados con unos camisones de tela
burda, anudados detrás del cuello por unos cordones que partían de los extremos
opuestos de la prenda hospitalaria, la cual hacía perfecto juego con los vendajes
que aún lucían en la cabeza, avanzaron en cuatro patas, mejor, a tres, puesto que
una mano la llevaban ocupada con sus implementos personales y así, con ese
cuasi-gateo furtivo lograron escurrirse sigilosamente, muy pegaditos al muro del
cuarto de enfermería hasta ganar la puerta de salida del pabellón, misma que por
una providencial coincidencia permanecía entreabierta al momento de la fuga, lo
cual les facilitó en gran manera su salida en un momento en el cual la enfermera
más cercana al sitio de los hechos se levantó de su escritorio para dirigirse a alguna
parte en sentido opuesto al lugar donde nuestros fugitivos pretendían consumar su
plan.
Una vez fuera del pabellón, las cosas no eran aún nada sencillas para nuestros
aventureros, con el trasero al aire, ya que ahora se encontraban en un gran espacio
abierto que daba acceso a los distintos pabellones, por lo cual rápidamente se
dirigieron hacia donde sabían se encontraba la sección de lavandería del pabellón,
la cual comunicaba a una puerta de salida al fondo del edificio, donde, confiando en
la providencia podrían alcanzarla salida de servicios del centro de salud, pero de
nuevo, un hado siniestro interpuso sus oficios y fue así como justo cuando los dos
prófugos se disponían a ingresar al área de lavandería, un operaria de dicha sección
salió intempestivamente de la misma, abriendo la puerta de un empellón dado con
el carro de ropas contra la puerta de vaivén de doble hoja, una de las cuales casi le
deja chata la nariz al pobre Alí quien al sentir ruido desde adentro de la puerta,
milagrosamente alcanzó a recular algunos centímetros evitando de ésa manera el
impacto pleno de la puerta sobre su rostro, la cual, de todas formas no dejó de darle
en un cachete, amén de ser propulsado hacia atrás por la violencia del golpe y como
el frenazo que dio Alí fue tan imprevisto, el pobre Eliseo, quien marchaba
cautelosamente detrás suyo, por poco termina con su órgano olfatorio entre los
escuálidos glúteos de su predecesor, quien ya dijimos apenas lucía como único
ropaje el blusón hospitalario que nada cubría su tren posterior; afortunadamente
para los viajeros, ni Alí sufrió mayor daño a causa del golpe ni Eliseo terminó
incrustado, gracias a un oportuno movimiento reflejo, en tan execrable lugar de la
anatomía de su compadre.
La mencionada trabajadora, seguramente distraída en sus quehaceres, no reparó
de lo que ocurría al otro lado de la puerta por la cual salió y siguió de largo su camino
empujando su carro de trabajo, alejándose impertérrita de nuestros amigos,
quienes, en ese momento, haciendo caso omiso de la desagradable situación,
apuraron la marcha, es decir, el gateo, atravesando lo más rápido que les fue
posible el recinto repleto de máquinas de lavandería y de enormes arrumes de
ropajes hospitalarios, los cuales les sirvieron de cobertura a los ojos de algunos
trabajadores de ésta sección, ocupados en lo suyo y de ésta forma, lograron coronar
su odisea evasiva, llegando a la parte externa del edificio. Una vez allí, sintieron el
rigor gélido del aire sobre sus desnudeces, pero era tal el grado de excitación que
mantenían a ésas alturas que apenas si acusaron el abrupto cambio de temperatura
y entonces sí que se dieron a la carrera, cobijados por la oscuridad de la noche,
como almas en pena fueran, buscando alejarse cuanto antes de la edificación
hospitalaria, en dirección a los terrenos baldíos circundantes, plenos de vegetación,
los cuales seguramente les brindaría el camuflaje necesario para culminar la huida:
Eliseo, quien sabiamente, ahora corría adelante, considerando los hechos antes
referidos, en cuasi pelotas, apenas sabía por dónde deambulaba, descalzo en
medio de la noche, seguido de cerca por su compañero de fuga quien a su vez no
dejaba mucho que desear en cuanto a su mísera condición respecto al primero;
avanzaron unos cien metros hasta internarse en algunos matorrales, buscando
avistar las luces de la estación de la locomotora, la cual, sabían, debería salir, según
sus cálculos, hacia el pueblo en pocos minutos y en cuyos últimos planchones (no
vagones), sobre alguna carga, esperaban lograr acomodarse sin ser vistos para
apearse en la primera parada de San Rafael.
Continuaron avanzando, ahora en medio de una total oscuridad cuando Eliseo sintió
que su pisada no encontraba asidero firme e instintivamente se aferró al abrazo de
su compadre cuando de repente, los dos se vieron rodando por la pendiente
resbalosa que transitaban a ciegas, la cual fue, para su desgracia a terminar en un
vallado de aguas negras de la fábrica, el cual las conducía, a la altura del inesperado
chapuzón a cielo abierto, hasta la planta de tratamiento de aguas residuales de la
empresa, portando a éstas alturas los desechos orgánicos del hospital y otras
dependencias de la fábrica. Sobra describir cómo como quedaron los prófugos,
inmersos en una piscina de excrementos y otras porquerías al momento de alcanzar
angustiosamente la orilla del vallado y así, una vez proferida la respectiva retahíla
de maldiciones y juramentos, precariamente se acomodaron las ahora pestilentes
vestimentas y entonces, como dos apariciones infernales, luego de unos cuantos
tropezones, llegaron por fin a la añorada estación férrea de la empresa y se colaron
en el último planchón de carga de la locomotora, esperando lacónicamente su
partida hacia el pueblo. ¿Se da cuenta, pinche compadre que siempre nos va como
fufurufa en día de guarda cuando me pongo a hacerle caso en sus locuras? Mire
como estamos, todos aporreados, medio empelotos y bañados en mierda, eso me
pasa por pendejo, ahora como vamos a llegar a la casa donde nuestras familias en
éstas fachas; ¿ah, dígame, qué les vamos a decir? Alí, quien ya no tenía muchos
arrestos físicos ni mucho menos morales para justificar la lamentable situación en
la cual se encontraban, se limitó a fruncir los hombros acurrucándose al pié de un
gran guacal de madera, tratando inútilmente con sus dedos de retirar de la mejor
forma posible de su rostro el barro fétido que le embadurnaba, solo se animó a
decir:-pues compadre, a lo hecho, pecho con berraquera y no dijo nada más…
En un sector del entarimado de la plaza de toros, el “Toro” Robles brindaba
alegremente tragos de aguardiente a su acompañantes, secando periódicamente
con su viejo poncho de algodón las gruesas gotas de sudor que escurrían por sus
canosas sienes bajo el sombrero alón que nunca se quitaba y que ya delataba el
efecto del paso del tiempo bajo el usual inclemente sol de aquellas latitudes,
además de muchos años expuesto a la polvareda que permanentemente se sufría
en las instalaciones de la fábrica. José Robles, como realmente se llamaba el sujeto,
era un hombre de baja estatura pero de gruesa complexión, con un enorme cuello
que le daba una apariencia casi bovina, lo cual le había valido su apodo, amén de
un beligerante carácter que le compelía a protagonizar frecuentes enfrentamientos
con aquellos que se oponían de alguna manera a sus intenciones de cualquier
naturaleza. Habitualmente pasaba sus días de labores yendo y viniendo de aquí
para allá en las instalaciones de la fábrica, hablando con unos y otros trabajadores
y animándoles a apoyar ésta o aquella iniciativa para mejorar sus condiciones
laborales o sosteniendo largas reuniones en la sede del Sindicato de trabajadores,
donde fungía como secretario general. Aunque no contaba con una mínima
formación académica, con el transcurso de los años, había adquirido ciertos
conocimientos y una gran habilidad para encarar temas laborales con cualquier
interlocutor que se le pusiera al frente, soportando extenuantes jornadas hasta llevar
al físico agotamiento de sus oponentes durante las discusiones con los funcionarios
delegados por la empresa para resolver conflictos de ésta índole. Por lo anterior,
durante los últimos doce años, cada cuatrienio, al reunirse la asamblea general de
trabajadores, resultaba reelecto como miembro de la junta directiva del Sindicato de
trabajadores de la empresa concretera de San Rafael de los Reyes.
A escasos metros del Toro, de pie, aunque de manera admirable en virtud de los
litros de aguardiente que a esas alturas había despachado desde hacía ya varias
horas, lanzando arengas de todo tipo en apoyo a las festividades, Emilio Ramírez,
más conocido como “Tamal” por una situación bastante peculiar, ocurrida décadas
atrás, casi por la época del inicio de actividades de la empresa en el Municipio,
cuando se desempeñaba como mensajero en el área administrativa. EN cierta
ocasión se le encomendó la misión de desplazarse hasta el pueblo vecino para
recoger, en un vehículo de la empresa, cerca de cien almuerzos, previamente
encargados por personal de la empresa a un establecimiento especialmente
escogido por localidad y la categoría de los platos que ofrecía, los cuales casi
igualaban en su factura a los que ofrecían los grandes hoteles que se ubicaban en
aquellas latitudes; el objeto de dicho encargo era el de proveer las viandas
encargadas para ser suministradas al personal asistente, proveniente de distintas
empresas del sector de la construcción quienes visitaban la fábrica de San Rafael
con el fin de establecer convenios comerciales con la misma, por lo cual, la
administración anfitriona se esmeró, sin reparar en gastos, en dar a los visitantes la
mejor impresión acerca de la situación financiera de la fábrica, procurando la mejor
logística posible, lo cual incluía lógicamente la óptima calidad de los alimentos a
ofrecer a tan importante concurrencia.
Una vez enterado de la misión a él encomendada, partió Emilio en un vehículo de
carga tipo furgón, guiado por uno de los conductores de la empresa, no llevando
consigo ningún otro operario, aparte de ellos dos con el fin de procurar más espacio
libre para acomodar mejor la voluminosa carga que les esperaba, incluyendo,
además de los almuerzos, todo el menaje de mesa que había sido alquilado para la
ocasión en el mismo lugar contratado, por lo cual, los dos ocupantes del vehículo
debían realizar solos las labores de recepción, carga y posterior traslado hasta la
fábrica de las esperadas viandas al personal encargado del servicio del casino de
la empresa para ser servidos a los visitantes a la hora programada.
Luego de una hora larga de camino, llegaron los comisionados al establecimiento
gastronómico referido y procedieron a tramitar la recepción del menaje y los
alimentos contratados. Luego de algunos minutos, viendo Emilio que los empleados
del restaurante insistían en acomodar ellos mismos la mercancía al interior del
camón, arguyendo ciertas técnicas de manipulación de los alimentos, en lo cual se
consideraban mejor capacitados, de manera que llegaran a su destino en las
mejores condiciones posibles, no puso mayor reparo en consentir a las peticiones
planteadas por los despachadores, permitiendo, de buena gana que fuese personal
del restaurante quien se encargara acomodar los alimentos dentro del furgón de la
manera que mejor les pareciera -Mejor para nosotros- le dijo en voz baja al
conductor del camión, -si quieren trabajar más, pues que trabajen-.Con una
temperatura que rayaba sobre los cuarenta grados centígrados y luego de cerca de
una hora de tragar el polvo del camino y calculando el tiempo que tomaría la tarea
en las condiciones que se planteaban, contando además con un generoso margen
de tiempo hasta la hora programada para su regreso a la fábrica, Emilio no vió
ningún problema en convidar al acalorado conductor del furgón, con quien ya había
hecho buenas migas durante el trayecto, gracias a su natural jovialidad y carisma a
que fueran a tomar algún refresco mientras se concluía la dispendiosa labor de
carga por parte del personal del restaurante. –Bueno pues, amigo Emilio, respondió
el conductor,-vamos y nos tomamos un refresquito y de paso le echamos algo al
buche para no pasar en blanco hasta el almuerzo, que sabe Dios a qué hora será,
hasta que descarguemos toda esta vaina en la empresa. Acto seguido los dos se
dirigieron hasta una pequeña casucha que expendía toda clase de bebidas, ubicada
a unos cuantos metros del restaurante y que habían avistado al momento de su
llegada.
Cada cierto tiempo, el despreocupado conductor se levantaba de la mesa donde se
les había servido no un refresquito, sino unas buenas tandas de cerveza helada,
para constatar el progreso del cargue de la mercancía en el camión, para regresar
a su mesa y constatar que durante su ausencia, ya había hecho su aparición sobre
la misma una nueva ronda de bebidas. -Si la plata se multiplicara como lo hace la
cerveza en una mesa, todos seríamos ricachones-apuntó alegremente mientras
retomaba su lugar al lado de Emilio, quien lo recibía con un nuevo apunte jocoso o
algún comentario interesante para retomar el hilo de la conversación.
Debió ser algo más de una hora y media el tiempo que tomó la dispendiosa labor
de acomodar los alimentos de la mejor manera posible y un poco más de dos el que
departieron los dos animados comisionados a la luz de las cervezas hasta que,
mínimamente conscientes de lo avanzado del día, finalmente decidieron emprender
el camino de regreso a la fábrica con el esperado cargamento. Ya casi con el tiempo
justo para lograr regresar y hacer la entrega de la encomienda al personal del
casino, pero con el efecto de las cervezas en la cabeza, decidieron de común
acuerdo tomar una vía alterna para el regreso, la cual, pese a estar en unas
condiciones poco adecuadas, era mucho más corta que aquella que tomaron
durante el camino de ida, siguiendo una vía secundaria, atravesando terrenos
montañosos hasta llegar a las inmediaciones de los amplios terrenos de la empresa,
ingresando a la misma por una entrada secundaria que usualmente solo era
utilizada por los grandes camiones que llevaban a la fabrica la caliza y otras
materias primas extraídas en la región y por algunos pequeños camperos que
transportaban a algunos trabajadores que habitaban en el sector rural.
Apresuradamente firmaron los documentos que acreditaban las condiciones y las
cantidades de la mercancía recibida y de inmediato emprendieron el camino de
vuelta a la fábrica con el esperado cargamento.-Ahora sí hermanito, dele como a
bestia ajena que se nos va a hacer tarde y el camino es largo y culebrero- gritó
Emilio a su compañero al tiempo que se encaramaba de un ágil brinco en el puesto
del copiloto con el vehículo ya en marcha, lo cual, el conductor de inmediato
respondió aumentando la velocidad y apartándose de la vía principal para
adentrarse en la carretera secundaria que habría de conducirlos prontamente a su
destino.
Habrían recorrido unos kilómetros de la vía, si es que podía llamársele de esa forma
a la trocha por la cual habrían de llegar más rápido a su destino, reponiendo el
tiempo perdido, pero que prsentaba cada pocos metros enormes agujeros producto
de la temporada invernal anterior, mas parecía un camino de herradura para las
recuas de mulas que una carretera para vehículos enllantados, por locual, cada
corto trama, el camión caía inevitblemente en ealguno de los carátere para rebotar
luego, sacudiéndose con tal violencia que los ocupantes de la cabina , en varias
ocasiones se golpearon fuertemente la cabeza contra la carrocería a causa de los
sacudones para inmediatamente caer como sacos de papas sobre los
desvencijados asientos del vehículo, los cuales, debido su vetusta condición, muy
poco ayudaban a amortiguar el impacto. En un momento dado, fue tan violento el
sacudón del carro al caer en uno de los enormes agujeros de la vía que le arrebató
el timón de las manos a conductor y como rodaban a considerable e imprudente
velocidad por el afán de llegar pronto a su destino, teniendo en cuenta las precarias
condiciones de la carretera, pues fueron a dar aparatosamente al fondo de una
cuneta al lado izquierdo dela vía, siendo de tal magnitud el impacto que la sólida
defensa de hierro macizo del vehículo quedó incrustada entre la maleza circundante
lo cual les costó grandes trabajos para lograr liberar el vehículo; afortunadamente
para los dos implicados, no hubo mayores daños en la máquina, cuyo motor, una
vez liberado el vehículo, encendió fácilmente para alivio de los asustados conductor
y ayudante quienes ya se veían ante el pelotón de fusilamiento en la empresa. No
ocurrió lo mismo con la preciosa carga que transportaban, la cual, una vez repuestos
del percance y cuando fueron a revisar en la parte trasera del camión el estado de
la misma, los transportadores abrieron las compuertas del furgón para verificar el
estado de la misma, se percataron del desastre ocurrido; los que llevaban bandejas
metálicas con la comida grandes contenedores yacían desparramados unas
completamente volcadas sobre la cubierta, otras totalmente embadurnadas de
alimentos, formando un espantoso revoltillo humeante de toda clase de alimentos,
salsas y contenedores sobre la cubierta del vehículo, dando el aspecto de una
enorme pizza sobre el piso del automotor; no había nada que se pudiera salvar del
esperado menú para el evento en la empresa…
Dándose un sonoro palmetazo con su propia mano en la sudorosa frente, Emilio
solo espetó con tono lúgubre: Huy hermanito, como que la cagamos, mire ese
reguero tan verraco y ni modos de recoger nada; ahora sí que nos llevó el que nos
trajo compañero.-Y que vamos a hacer, don Emilio? Acertó a implorar
lastimosamente el aterrado conductor al cual, a consecuencia del desastre, hasta el
efecto del alcohol ingerido se le pasó de súbito; -¿cómo nos aparecemos por la
empresa sin la comida para toda esa gente?...
Dice un conocido proverbio que la necesidad es la madre del ingenio y fue así como
durante aquellos aciagos instantes, el acalorado cerebro de Emilio dlucudaba
alguna forma de salir lo menos mal posible de aquel trance fue así como luego de
algunos instantes de cavilaciones, recomendó tranquilamente a su compañero de
infortunio-Mire socio, lo primero que tenemos que hacer es recoger todo este
reguero y poner otra vez al pelo este cacharro, menos mal que lo que fue la loza y
todas esas vainas de decoración estaban bien aseguradas y lo que se regó fue la
sopa y el resto de comidas filipichinas que venían en esos verracos fondos; agárrese
un balde y vamos por agua de la misma de la cuneta para limpiar bien esta cosa,
después le cuento lo que vamos a hacer, esté tranquilo que saldremos de ésta..
El angustiado hombrecito hizo lo que Emilio ordenaba, no sin dejar de proferir
lastimeros lamentos por su suerte y así, en un dos por tres, limpiaron perfectamente
el desastre, reacomodando las cajas que contenían los servicios de mesa, esta vez
asegurándolos adecuadamente y concluida la maniobra se apresuraron a sacar,
con grandes dificultades el vehículo de la cuneta, colocando algunos tablones de
madera que afortunadamente hallaron al fondo del camión, los cuales debió
acomodar el propio Emilio ante los reproches de su compañero de infortunio quien
le reclamaba por haberlo inducido a distraerse de sus deberes y por ello, a estar
ahora en tan lamentable situación…
Una vez restablecida la marcha, por indicación de Emilio, se desviaron a último
momento de la ruta original hacia la fábrica, dirigiéndose entonces a la casa de
habitación de un conocido suyo, cuya mujer se ganaba la vida preparando y
vendiendo un plato muy típico de la región; los deliciosos tamales de maíz, los
cuales elaboraba en grandes cantidades gracias a la buena acogida entre la
clientela, en su mayoría gentes humildes del sector, quienes ancestralmente
apreciaban esta particular delicia gastronómica…
Llegaron al lugar tratando de no llamar la atención de los vecinos, estacionando el
vehículo a unos metros de la puerta de la vivienda que representaba en ese
momento la única tabla de salvación para la delicada situación en que se hallaban,
según el plan urdido por Emilio, el cual se apeó rápidamente del camión e ingresó
sin avisar en la casa, gracias a la costumbre muy extendida por aquellos lares de
dejar las puerta de las viviendas de par en par durante el día para permitir la entrada
de aire fresco al interior de las casas, buscando aliviar un poco el habitual y
agobiante calor; conociendo bien la disposición de la humilde vivienda, gracias a las
incontables ocasiones en las cuales la había visitado, Emilio se dirigió directamente
hasta la amplia cocina, la cual realmente era una enramada erigida con postes de
madera cubiertos por unas destartaladas tejas de zinc, bajo las cuales, en medio de
una gran humareda, ardían al fuego de leña enormes fondos metálicos, totalmente
ennegrecidos por el hollín, encontrando allí a la propietaria, “Pachita” exclamó
emocionado el fulano,- mi Diosito tan bueno me la puso hoy a la mano para que me
saque de un lio ni el verraco en que estoy metido de inmediato procedió a ponerle
al tanto de lo acontecido con la carga, omitiendo convenientemente algunos detalles
que consideró innecesario describir de tal forma que pudiera atribuirse a la mala
fortuna la pérdida de la carga, procediendo luego a proferir mil ruegos y lisonjas
para obtener de la sorprendida interlocutora lo que vehementemente solicitaba -Mire
Pachita, hágame la caridad de venderme cien tamalitos de los más grandes que
tenga, porque si no llego a la fábrica con el almuerzo para toda esa gente, no solo
me echan del trabajo sino que hasta me pueden clavar una demanda y no sea el
diablo, por ahí derecho hasta termine en la cárcel, cóbremelos a como quiera que
yo le respondo a fin de mes con el pago; si quiere le firmo un vale o un pagaré, lo
que quiera con tal que me socorra en ésta angustia, por vida suyita comadrita,
sálveme de esta que usted es la única que me puede ayudar y yo le quedaré
eternamente agradecido.- ¿y usted piensa unos llevar unos sencillos tamalitos
caseros para que almuercen con eso todos esos doctores tan encopetados? reguntó
la sorprendida cocinera, consciente de lo inapropiado del plato para la mentada
ocasión -eso déjemelo a mí Pacha que para buena hambre no hay mal pan y a estas
horas esa gente ya debe andar muriéndose de hambre; ellos verán si comen o
siguen aguantando, eso ya no es problema mío, concluyó Emilio con un aire de
indiferencia que dejó atónita a la mujer. Bueno Emilio, le voy a ayudar solo porque
veo lo urgente del asunto y porque sé que en esto también van a cargar el muerto
esas pobres señoras de la fábrica que organizaron el almuerzo, pobrecitas, segurito
que hasta la doctora Sheila que es la encargada de esta clase de cosas con las
otras señoras de los directivos de la fábrica, debe estar muerta de la angustia por la
demora; por ella lo hago so sinvergüenza y ni crea que me trago ese cuento que me
acaba de echar, vea el tufo a cerveza que trae; segurito que fue por andar tomado
que le pasó todo; Uyy, pero si llegan a regañar a mi doctorcita, usted me las paga
Emilio…y ahora, hágase muévase y ayúdeme a contar los tamales para que los leve
rapidito; mire nomás la hora que es…Y de inmediato, los cien platos y unos cuantos
más, por si acaso, fueron cargados en las mismas ollas en las cuales debería
transportarse la Paella a la Valenciana y los callos a la madrileña originalmente
constituirían el plato principal del almuerzo tipo bufet que se ofrecería hacia la una
de la tarde en el salón comedor del casino de funcionarios de la empresa,
meticulosamente engalanado para tan importante evento por decenas de laboriosos
trabajadores de servicios generales de la fábrica desde varios días atrás; se
tendieron delicados manteles con hermosos bordados, centros de mesa de fino
cristal europeo adornaban cada una de las mesas de los invitados; espectaculares
arreglos florales se ubicaron por todos los rincones del salón, atestadas barras de
licores nacionales e importados eran atendidas de forma casi ceremonial por
meseros impecablemente ataviados a la usanza de los mejores clubes de la capital
del país, donde fueron contratados, lucían sus uniformes con corbatín de satín y
guante blanco del mismo material, mientras que suave música de cuerda
interpretada por varios grupos musicales estratégicamente ubicados para garantizar
que la calidad del sonido escuchado por los invitados fuera de su completo agrado
se turnaban periódicamente en sus intervenciones para amenizar la reunión, todo
pues, estaba perfectamente arreglado para constituir un ambiente refinado y
relajado, el adecuado para un evento de tan elevada categoría..
Tal como estaba planeado, al finalizar la jornada de la mañana en las salas de
reunión, hacia la una de la tarde, se condujo al personal invitado hasta el gran salón
comedor donde se fueron ubicando con estricto rigor en las mesas reservadas para
cada grupo de ellos, según listados minuciosamente organizados por el personal de
la empresa anfitriona, bajo la supervisión de algunas esposas de altos ejecutivos de
la misma, quienes de manera voluntaria asumieron dicha responsabilidad, amen
que no tenían habitualmente mucho más por hacer y encontraban en ésta labor una
forma de distraerse y ocuparse…
A medida que transcurrían las horas sin tenerse noticia alguna de las viandas,
Sheila y algunas de las antes mencionadas voluntarias en la organización del evento
se deshacían de los nervios con el paso del tiempo, observando los rostros de los
ilustres visitantes, quienes ya mostraban con sus gestos la presencia de un
sentimiento que quizás hace mucho tiempo, o tal vez jamás habían experimentado:
la crujidera de tripas por efecto del hambre; algunos de ellos intentaban paliar los
agudos reclamos de su vientre consumiendo pasabocas que angustiosamente les
eran ofrecidos cada cierto tiempo por los intranquilos meseros; otros salían del salón
comedor a fumar un cigarrillo o a beber un trago de licor para hacer más llevadera
la espera…
Cerca ya de las tres de la tarde, en medio de la angustia del personal encargado de
recibir los alimentos, hizo por fin su entrada el añorado camión al área de recepción
de víveres y provisiones de la fábrica, el cual, no bien hubiera estacionado en la
zona demarcada para tal fin, fue inmediatamente invadido por los impacientes
trabajadores del casino, quienes rápidamente vaciaron el camión de la preciosa
carga, conduciéndola hasta el área de cocinas donde ya se tenía organizada la
disposición de los elegantes contenedores de plata fina, los cuales serían colocados
en las mesas del buffet para su disposición por parte de los impacientes
participantes del formal evento…
No puede describirse con palabras los gestos de sorpresa de los encargados de la
distribución de las exquisitas obras gastronómicas esperadas al percatarse del
folclórico contenido de las enormes ollas metálicas en las cuales deberían encontrar
los platillos contratados y en cuyo lugar, humeantes y rebosantes de una sustancia
oleosa, apretujados unos sobre otros, docenas y docenas de grasientos tamales,
eso sí, debidamente sellados en su parte superior con muy resistentes tiras de
cuerda de fique, mejor dicho, con cabuyas, tan resbalosas gracias a la grasa de
cerdo que por ellas escurría tan profusamente que debían ser aseguradas con
pinzas para evitar que resbalaran de las manos de los manipuladores y es que, por
tratarse de un plato típico, destinado a consumidores del sector popular, no se
reparaba mucho en minucias de carácter estético sino que se buscaba asegurar la
contundencia del reconocido sabor, adicionando a cada uno generosas porciones
de tocino; tal como se afirmaba popularmente, lo importante no son las hojas sino
lo que llevan dentro, refiriéndose a la tradicional envoltura de hojas de platanillo,
una planta endémica de la región la cual se prestaba muy bien para conformar el
contenedor de la masa de harina de maíz repleta de diversas carnes de su interior.
Sobra describir la magnitud del impacto que sufrieron las encopetadas
organizadoras del evento al constatar lo que algunos empleados del casino
comentaban en voz baja para no alertar a los comensales, aquellas no daban crédito
a lo que veían sus ojos al contemplar el oleoso espectáculo que se presentaba ante
sí; unas pidieron agua, otras se sentaron donde pudieron para abanicarse el rostro
intentando no perder la cordura ante la bochornosa realidad, hasta que, una vez
superado el inicial impacto, una de ellas, una señora regordeta de avanzada edad,
cargada de joyas, esposa del Gerente comercial de la empresa, con rostro
rubicundo, hizo de tripas corazón para tratar de evitar el desastre total, mandó llamar
de inmediato a los encargados de recoger los alimentos en el restaurante contratado
para pedirles una explicación sobre aquella segura y e imperdonable equivocación;
instantes después, temblando como un flan en manos de un enfermo de mal de
Parkinson, hizo su ingreso al recinto el responsable; Emilio, quien luego de ser
acuciosamente interrogado por las histéricas damas, haciendo de tripas corazón, se
dirigió a aquellas, con la mayor naturalidad del mundo se limitó a afirmar que eses
alimentos eran los que le habían sido entregados en el restaurante y que nadie
había tenido la osadía de destapar los contenedores por considerarlo un acto de
indelicadeza, el cual podría poner en riesgo, según su criterio, la conservación de
tan refinados alimentos, razón por la cual, su gran prudencia le impidió verificar el
contenido de los enormes contenedores metálicos que le fueran entregados y como
si esto fuera poco, con total desparpajo, haciéndose cabeza de la situación, se
ofreció muy generosamente a colaborar con su vasta experiencia en la distribución
de tan peculiares viandas, asegurando que todos los invitados quedarían
encantados ante la contundencia gastronómica del plato típico de la región.
Ya en aquellas alturas, con lo apremiante de la situación y lo avanzada de la hora,
sin ninguna otra opción, las pobres organizadoras no pudieron hacer otra cosa que
secundar la moción lanzada por Emilio, aceptando la inmediata distribución del
folclórico plato y fue así como los elegantes meseros de guante blanco y corbatín,
fueron llevando al gran salón comedor las singulares viandas en sendas bandejas
de plata, acomodadas en elegantes carritos de transporte, esmeradamente
adornados con regios arreglos florales para ser distribuidas directamente al plato de
cada uno de los seguramente hambrientos comensales, como para no darles la
menor oportunidad de chistar nada…
Al cabo de unos minutos, y debilitado por los estragos que el hambre había hecho
en sus humanidades, cada invitado recibió en silencio, en su lugar, de manos del
mesero respectivo, previa reverencia de rigor, el llamativo y amarradizo plato,
requiriendo todos del auxilio del personal de servicio del casino para cortar la
cabuya, firmemente asegurada, según se comentó anteriormente, accediendo
entonces al macilento contenido, el cual, la vedad sea dicha, no estuvo para nada
mal y es que un buen tamal no demerita nada, según el humilde concepto de quien
escribe estas líneas, pero volviendo al cuento, doña Pachita era una artista en su
elaboración y como ni en la mente del más orate se contemplaba la posibilidad de
la presencia de un plato principal de aquella índole, no se contaba con
acompañamientos adecuados para aquel, por lo cual, los comensales hubieron de
acompañarlo con finos vinos y bebidas colas de la más elevada estirpe enológica,
pasando de ésta manera como si todo hubiera sido un genial golpe de creatividad
del chef…
Tal como suele ocurrir en los eventos de elevado protocolo, todo aquello que se
salga del mismo ha de ser considerado como un gesto de genialidad y así fue como,
no queriendo incurrir en rasgos de ignorancia gastronómica, ninguno de los
comensales emitió comentario negativo alguno sobre el campechano plato sino que,
al contrario, haciendo gala de sus supuestos amplios conocimientos el campo
gastronómico, procedieron a alabar la audacia y creatividad del Chef al combinar de
madera genial el refinamiento de la presentación con lo autóctono del platillo,
rindiendo de aquella manera un merecido homenaje a la gastronomía local. Así pasó
la cosa en el comedor y la mayoría de los invitados devoró ávidamente su respectivo
tamal, raspando hasta las hojas para no perderse nada del contenido, quizás más
por el hambre que por propio gusto…
Pero para Sheila y las demás organizadoras del solemne evento, quienes
contrataron los alimentos, no quedaba absolutamente nada en claro y estaban
dispuestas a investigar lo ocurrido hasta las últimas consecuencias, por lo cual, a la
mañana siguiente muy temprano, luego de despachar a su esposo para el trabajo,
La indignada Psicóloga tomó uno de los vehículos que la empresa mantenía a
disposición de las señoras habitantes del centro habitacional destinado a las familias
de los altos funcionarios, indicándole al conductor las señas de la ubicación del
establecimiento comercial con el cual se había contratado el servicio para el evento.
Una vez allí, fue puesta al corriente por parte de los inquietos propietarios del
establecimiento sobre la completa normalidad que revistió el proceso de entrega y
recepción por parte de los señores enviados por la empresa para recoger lo
acordado y entonces sique su furor no tuvo límites. Conociendo perfectamente la
identidad de los trabajadores designados para la recepción de los alimentos, no bien
llegó a las instalaciones de la fábrica, mandó llamar inmediatamente a su presencia
a los implicados en los hechos, es decir, el conductor del furgón y el encargado de
adelantar los procedimientos de recepción y cuidado de la carga hasta la fábrica..
Emilio, quien ya se daba por bien librado de un merecido castigo, según él, gracias
a su genialidad y su poder de convicción, fue traído en presencia de nuestra
indignada Psicóloga en uso de buen retiro, la cual, con sus hermosos ojos de
azabache, bellamente enmarcados por pobladas y cuidadosamente delineadas
cejas, le fulminó con la mirada con gesto fruncido y actitud adusta, y acto seguido
procedió a interrogarle sobre los detalles de tan prodigioso misterio de la conversión
de la Paella y los Callos a la Madrileña en un montón de tamales criollos, ante lo
cual, viéndose descubierto, no tuvo el investigado otra opción que reconocer su
responsabilidad en el despropósito ocurrido, suplicándole a nombre de sus pobres
hijitos (los de Emilio, claro) y de su abnegada esposa, que intercediera por él para
mitigar las represalias que seguramente se tomarían en su contra y fue de nuevo
tan emotivo su discurso y tan lastimero en sus lamentaciones, aduciendo mil
justificaciones que le iban brotando de la cabeza, todas ellas absolutamente lejanas
a los alcohólicos móviles del asunto que tocó el bondadoso corazón de la buena
mujer quien finalmente se compadeció del desdichado y accedió a interceder en su
favor para tratar de mitigar su grado de responsabilidad, según la argumentación
escuchada la cual incluía factores meteorológicos, geográfico y esotéricos entre
otros, ante los funcionaros de la empresa, de tal forma que apareciera ante sus ojos
como un caso fortuito de accidente de tránsito la pérdida de los alimentos
originalmente encargados, hábilmente superado gracias a la ingeniosa iniciativa de
los implicados, movidos por su espíritu de colaboración y compromiso con la
empresa, mejor dicho, por poco lo postula para una condecoración por sus actos..
En efecto, unos días después, del suceso, el funcionario superior jerárquico de los
protagonistas del lío les informó aquellos que serían sancionados con suspensión
no remunerada de tres días y una anotación en sus hojas de vida por el cargo de
actuación no autorizada a nombre de la empresa, al contratar por propia iniciativa
bienes y servicios de consumo de carácter perecedero (léase un montón de tamales
de dudosa procedencia) sin cumplir con los procedimientos de control sanitario
establecidos en los manuales pertinentes de la compañía.
Como las empleadas del área de cocina del casino cuales eran los platos que
correspondían al menú programado para el evento, no fue muy difícil para sus
compañeros y colegas relacionar lo ocurrido con aquel personaje a quien conocían
perfectamente, infiriendo acertadamente la presencia de su mano funesta en los
acontecimientos, de tal suerte que en lo sucesivo no dejaban unos y otros de
solicitar en tono burlón a Emilio, les suministrara unos tamales por cualquier razón,
llegándose con el tiempo a referirse al fulano como “El del lío de los tamales”,
apelativo que con el paso del tiempo vino a simplificarse en el seco apodo de “el
tamal Uribe”, haciendo remembranza del singular episodio en la vida de la empresa.
LA CORRIDA DE TOROS II
Habiendo aclarado el singular origen del apodo, decíamos atrás que Emilio “Tamal”,
departía animadamente en los previos a la programada novillada durante las ferias
y fiestas, en compañía del “Toro” Robles y de algunos otros alegres contertulios y a
pocos metros, en otro grupillo se encontraba, también ya medio copetón por el
efecto del licor rigurosamente ingerido a un ritmo constante, el llanero Joaco Tavera
(Pelo de burra para sus conocidos), quien se encontraba en compañía de su esposa
y algunos de sus hijos, ya mayores de edad y muy conocidos en el, pueblo por
escandalosos y buscapleitos. Unos metros más allá, muy cerca a la precaria barrera
de tablas rústicas que delimitaba el redondel de las faenas taurinas. En un palco
construido especialmente para albergar durante las corridas a las principales
personalidades de la región, se encontraban algunos altos funcionarios de la fábrica
concretera, departiendo con algunos funcionarios de la administración municipal
quienes esa tarde eran los flamantes padrinos de la jornada torera, tan ampliamente
publicitada en los últimos días por todos los rincones de la comarca.
A pesar del paso de los años, ya cerca de los sesenta y de mil y una tribulaciones
sufridas, por lo general gracias a su singular temperamento y manera de pensar,
muy particular, Emilio se mantenía cotidianamente inmerso en toda clase de líos de
mayor y menor calibre y ésta no iba a ser la excepción y fue así como luego de
sonar la fanfarria ejecutada por los chupacobres del pueblo, se dio inicio a la
monumental corrida de toros a cargo de diestros traídos para la ocasión desde la
capital; se escucharon fervientes vítores hacia os galanes matadores, desde las
improvisadas tribunas y a falta de botas y sangría ibérica, corrieron verdaderos
torrentes de aguardiente y cerveza fría, recién sacada de grandes canecas de metal
en las cuales se sumergían las botellas en medio de enormes cubos de hielo
revueltos con aserrín de carpintería, lo cual cumplía bastante bien con la misión de
mantener a baja temperatura las bebidas…puro ingenio criollo…fue tal el consumo
de bebidas alcohólicas que antes de caer la noche, ya la honorable concurrencia
contaba entre sus filas a un considerable número de alicorados, ente los cuales, no
podía faltar nuestros estimados trabajadores de la empresa concretera, algunos de
los cuales bajo los efectos del alcohol, sacaron a relucir sus admirables dotes en el
arte del capote, brincando la barrera e ingresando al ruedo, portando valerosamente
su elemento de lidia, así se tratara solo de un pequeño poncho de algodón, prenda
parecida a una bufanda, la cual usualmente se lleva terciada en el hombro para
secar el sudor de la frente en los días de mayor calor, pues bien, armados con éste
particular elemento, el cual la verdad sea dicha, podría en efecto fulminar al noble
bruto con solo colocársela en el hocico en pocos segundos, gracias a la cantidad y
variedad de licores que a éstas alturas había absorbido con las secadas de boca
luego de centenares de tragos por parte de su portador. Desafiando temerariamente
la embestida del cuadrúpedo, más bien algo flacucho y atolondrado, pero no por ello
menos cornudo, el cual no sabía a cuál de los borrachitos que le invitaban de forma
desaforada a que los aporreara debidamente, lanzar primero por los aires y así, uno
tras otro desafiaban, luego corrían lo más de prisa que su condición les permitía y
finalmente, en a mayoría de los casos, volaban por los aires impelidos por la
desganada pero poderosa embestida del animal para ir a aterrizar de la manera más
indecorosa en el piso de tierra, a falta de arena del ruedo; es que el licor hace de
las suyas y fue así como luego de lanzar y recibir indirectas y desafíos, el viejo
Joaco Tavera aceptó el reto que le hicieran llegar Emilio y algunos compañeros de
farra como el Toro Robles, quienes le retaron a lanzarse al ruedo y ejecutar unos
cuantos pases de aquellos que acostumbraba prodigar en similares ocasiones en
sus ya lejanos años de juventud, habilidad, la cual, según el propio Tavera,
conservaba intacta y podría demostrarlo en cualquier ocasión, y ésta era la
adecuada.-bueno, voy a demostrarles cómo es que se torea- se limitó a pronunciar
ante el último requerimiento de sus desafiantes, procediendo a enviar como
emisario a uno de su hijos ; -dígales que yo también los reto a torear unos cuantos
lances a ver a quien le salen mejor y el que pierda, deberá pagarnos la bebida a
todos el resto de la noche- el muchacho cumplió casi instantáneamente lo
encomendado, enterando a Robles y compañía de la alevosa respuesta de su
padre, por lo cual, aquellos de inmediato aceptaron la prueba de valor, a pesar de
los prudentes consejos que en sentido contrario les formulaban algunos asistentes
quienes se encontraban en su cercanía y eren conscientes de la precaria condición
de los fulanos y lo quijotesca y destinada indefectiblemente al acabose de tan
descabellada empresa..
Abriéndose paso entre los vecinos de tarima, uno a uno de los desafiantes taurófilos
se dio mañas de librarse de las manos que afanosamente le aferraban tratando de
evitar su avance hacia el acabose, y en un santiamén, recordando la escena del
Quijote ante los molinos de viento, pero blandiendo en lugar de adarga, yelmo y
armadura, unos tristes girones de tela que hace algunas horas podrían haberse
llamado Ponchos, en pleno centro del redondel se encontraban el Viejo Joaquín, el
toro Robles, quien apenas si podía ponerse en pie debido a la borrachera que ya se
había asegurado; el hijo mayo de Joaco, un mocetón imberbe pero muy corpulento,
quien no se quedaba atrás en cuanto a su estado de embriaguez a su progenitor y
para completar la fiesta, el infaltable Emilio, quien a más de su complexión delgada
y su natural aire desgarbado, en esos momentos presentaba un lamentable
despeluque y desarreglo total de sus vestimentas, muy acorde a su estado de
alicoramiento quien al no disponer de algún otro elemento toreril, se quitó la delgada
camisa de algodón quedando así expuesta su sobresaliente osamenta torácica,
dándole un triste aspecto de náufrago recién rescatado luego de semanas sin probar
bocado; esta pues, era la improvisada cuadrilla de novilleros que contempló la
concurrencia al caer la noche, al momento de la salida del último ejemplar del
encierro, el cual ingresó disparado al abrirse la puerta de los sustos, buscando
cualquier objetivo que se interpusiera en su camino; unos cuantos pases
diestramente realizados por los auténticos novilleros, y ahí sí, saliendo del último de
la serie, la bestia quedó directamente enfrentada al cuarteto de insensatos, los
cuales, haciendo gala de una irracionalidad absoluta, batieron sus improvisados
engaños llamando la embestida de la bestia, la cual, sin dudarlo, arrancó su carrera
contra los objetivos que le desafiaban; la escena podría describirse como cuando la
bola de boliche avanza velozmente contra los pines de la pista, los cuales
esperaran de manera absurda lograr evitar el embate de la pesada esfera y así fue,
quien primero recibió la embestida fue el viejo Joaquín, el cual por fortuna, unos
instantes antes del fatal impacto, giró hacia un lado de manera instintiva con los ojos
fuertemente cerrados evitando así la colisión frontal con el animal y solo fue
golpeado de refilón por los cuartos traseros del vacuno al pasar de largo en pos del
que seguramente fuera su objetivo primero que no era otro que el saco de huesos
de Emilio, quien batía enérgicamente su camisa, arrollando de paso a los otros dos
insensatos que se encontraban a su lado; un par de segundos después, el astado
trotaba triunfalmente apegado a la barrera, buscando entre la multitud la fuente de
los gritos que le irritaban, y en el lugar del impacto, cuatro despojos humanos
trataban dificultosamente de incorporarse luego de volar por los aires tal como
describiéramos anteriormente, cual pines de juego de bolos arrollados por la esfera.
El Toro Robles con una palidez cadavérica en su rostro, totalmente cubierto de
polvo, recogía su estropeado sombrero bajo los pies de las primeras filas de
espectadores, todos ellos desternillados de risa, quienes no cesaban de ovacionar
su valerosa actuación.
El Viejo Pelo‘e burra quien, en el suelo, como muerto, boca arriba, los brazos
estirados formando una equis con sus piernas, recibió un buen par de cachetadas
por parte de su igualmente aporreado hijo, el cual rápidamente le ayudó a
incorporarse para retirarse juntos renqueando en busca de la protección de la
empalizada, pero, como el que es testarudo lo es hasta el fin de sus días, no
contento con el porrazo que recibió de carambola, al ser sus compañeros arrojados
encima suyo, luego de la embestida, la cual valga la verdad, no fue tan violenta ya
que el animal estaba tan desorientado por la lluvia de objetos que le arrojaba el
público, que más bien se diría que transitó impertérrito sobre la desparramada
humanidad de los arrollados, lanzando algunas cortas coses al aire para terminar
de librarse de aquellos fastidiosos obstáculos para sus cuartos posteriores, los
cuales totalmente desarmados yacían en el suelo obstruyéndole el paso para
proseguir en pos de nuevos retadores.
Ocurrió entonces, apenas se hubo recuperado un poco, lo inesperado, bueno,
inesperado de otro personaje distinto a Emilio Uribe, pues apenas logró ponerse en
pie y cerciorándose de que sus compañeros no estuvieran malheridos, el insensato
borrachín se dispuso a limpiar el mancillado honor de su cuadrilla, recogió lo que
fuera el poncho del Toro Robles, el cual aún estaba tendido en el suelo, y profiriendo
un grito desafiante, batió con sus manos el miserable trapo, buscando nuevamente
lo que no se le ha perdido.
El bovino, el cual ya había girado la cabeza, intrigado por la nueva fuente de
desafíos, ahora ya calentito por los numerosos blancos que contaba en su haber,
arrancó esta vez con mayores arrestos en dirección del desquiciado quien
nuevamente le desafiaba; cuando Emilio vio esta vez lo decidido de la embestida
en dirección suya, sintiendo la humedad que empapaba sus pantalones y dando
razón para sus adentros al conocido adagio que reza “mejor que digan aquí corrió
que aquí quedó”, dio la vuelta emprendiendo con todas sus escasas fuerzas la
graciosa huida hacia la barrera, pero, en sus precarias condiciones, recién
aporreado y bajo el efecto del alcohol, no podría esperarse otro desenlace distinto
a que fuese prontamente alcanzado por el astado unos pocos metros antes de lograr
la seguridad de las tablas, y fue así como empitonado en su región glútea izquierda,
su desecho pantalón quedó engarzado en la cornamenta, de tal suerte que el
público presenció el singular espectáculo de un triste muñeco de año viejo sacudido
por una gran batidora de cuatro patas, zarandeándose arriba del animal, sentado
literalmente sobre la testa del cuadrúpedo y lanzando desesperados llamados de
auxilio, los cuales, con la algarabía de los espectadores, eran absolutamente
inaudibles y en cambio fueron interpretados por el respetable como valerosas
arengas que el improvisado jinete profería como homenaje a la concurrencia
Luego de unos pocos segundos que al fulano parecieron una eternidad, el astado,
harto ya de su fastidiosa carga, mediante un vigoroso movimiento ascendente del
poderoso cuello, finalmente se deshizo de la misma lanzándole por los aires en
medio de mil volteretas hasta aterrizar unos pocos metros adelante suyo, lo cual al
parecer poco importó al animal el cual, observó por un instante al inmóvil bulto de
huesos que yacía ante sí, inmóvil, inerte y con actitud de desprecio absoluto por su
ex-contendor, reemprendió tranquilamente su camino en dirección de otro sector de
la plaza.
Temiendo lo peor, de inmediato algunos ayudantes de la cuadrilla de banderilleros
se apresuraron a prestar ayuda al accidentado espontáneo, sacándolo a rastras
hasta la sección que había sido dispuesta para la atención de las previsibles
emergencias médicas, muy frecuentes en ésta clase de eventos populares.
Una vez trasladado por los paramédicos al centro de salud del pueblo, el médico,
luego de practicar un completo reconocimiento, diagnosticó un politraumatismo de
tejidos blandos, laceraciones en distintas regiones corporales y una herida
superficial causada por objeto corto contundente en la región glútea izquierda, la
cual requirió de una buena cantidad de puntos de sutura, por fortuna sin compromiso
de estructuras vasculo- nerviosas.
Como puede observarse en lo hasta aquí relatado, el área de sanidad de la empresa
concretera, lugar al cual fue remitido nuestro improvisado torero luego de algunas
horas de observación en el centro médico del pueblo, mantenía permanentemente
un alto nivel de ocupación gracias a las habituales andanzas de sus trabajadores.
- Por aquí podemos entrar sin ser vistos, si es el caso, Gómez; afirmo el
inspector – pero primero vamos a venir como cualquier parroquiano
durante el día y ya nos daremos ganas de colarnos al despacho sin que
nadie nos vea; mire Gómez, lo que vamos hacer es lo siguiente…
Otra mañana en la población de san Rafael de los reyes, una fresca brisa
traía consigo el eco del alegre canto de las aves retozando en el ramaje de
los árboles y mientras tanto los primeros lugareños ya se apresuraban para
llegar a la iglesia logando conseguir lugar en las p0rimeras filas de bancas y
así poder escuchar mejor el mensaje del día durante el sermón. Dos nuevos
feligreses, desconocidos para la comunidad esperaban tranquilamente
sentados en las bancas del sector medio de la nave principal del templo, sin
prestar mucha atención al resto de concurrentes; la celebración trascurrió
como de costumbre, con arengas del sacerdote algunos mensajes para la
comuni8dad hasta llegar a la esperada y redentora bendición final y tras ello,
la ordenada retirada de los fieles del sagrado recinto.
- Buenos días padre – buenos días hermanos, replico el padre Ciro a los
dos desconocidos quienes le abordador cuando se retira del templo
camino hacia la sacristía.
- Perdone su reverencia la indiscreción, afirmo el inspector sin identificarse
ante el párroco - nosotros queremos pedirle a su señoría una pequeña
audiencia privada para comentarle algunos asuntos en los cuale3s
creemos que su señoría nos podría orientar, por su puesto, si no es
mucha molestia.
- Claro que no hermanos, tenga la bondad de seguir al despacho parroquial
y me esperan allí un momento mientras organizo los ornamentos ¡Martica!
haga el favor de llevar a los señores al despacho y les ofrece un tintico
mientras los atiendo. Al instante la mencionada colaboradora guiaba a los
requirentes hasta el despacho parro9quial, adelantándose un corto trecho
para abrir la puerta que era mantenida bajo llave; unos pasos atrás, los
investigadores tomaban atenta nota mental sobre la disposición general
del lugar, la ubicación del mobiliario y otros detalles que a su juicio podían
serles de utilidad en los próximos días.
Una vez en el despacho, la servicial colaboradora de la parroquia invito a
los visitantes a tomar asiento en dos cómodas sillas de madera tallada
que revelaban cierta antigüedad, ubicadas frente al escritorio del párroco
– ya les trai8go el tintico, afirmo un poco zalameramente antes de retirarse
para preparar la bebida aromática anunciada por el sacerdote.
Apenas hubo de retirase la fulana, el inspector cuervo se abalanzó sobre
el esritor8io, tratando de abrir los cajones del mismo, encontrándose con
que se hallaban cerrados bajo llave, procediendo entonces a husmear
rápidamente en algunos estantes de la vetusta biblioteca ubicada detrás
del escritorio – Nada, dijo con voz lacónica, parece en la puerta y esté
atento a que no venga nadie, pero muévase Gómez que no tenemos
mucho tiempo, concluyo secamente y se dedicó a requisar algunas cajas
de cartón que se encontraban apiladas en un rincón del recinto sin
encontrar nada que considerara digno de interés
- Jefe, inquirió el agente Gómez – ya viene el cura pilas; inmediatamente,
ya los dos visitantes se hallaban respetuosamente acomodados en las
sillas que les fueron ofrecidas, de tal manera que al entrar el sacerdote
les hallo haciendo paciente ante sala en espera de arribo.
- Bueno señores ¿en qué les puedo servir ? – muchas gracias padre,
nosotros somos comerciantes de la capital y queremos adelantar
nuestros oficios por estos lares pero hemos escuchado algunos rumores
de la gente del pueblo sobre algunas cosas que vienen ocurriendo por
acá y como nosotros somos personas muy creyentes, nos da un poco de
angustia establecer nuestros negocios en lugares donde ande dando
miedo, por eso quisiéramos que usted nos aclare si hay algo de cierto en
lo que se rumora o si son simples cotilleos callejeros.
Algo perplejo por lo escuchado, el religioso, sin sospechar lo más mínimo
sobre loa intenciones de sus interlocutores y más conociendo
perfectamente el verdadero trasfondo de las murmuraciones, les
respondió tranquilamente – señores míos, se nota que ustedes son
personas con cierto nivel cultural; les aseguro que no hay nada de qué
preocuparse, eso son solos cuentos de individuos no muy ocupados que
nunca faltan en los pueblitos como este, pero no veo por qué podría
afectarlos en los proyectos comerciales unos simples rumores callejeros,
no comprendo muy bien, concluyo –Mire padre, lo que ocurre es que
nosotros somos promotores de espectáculos ambulantes, algo así como
los circos que van de un pueblo a otro, pero como sabemos que no falta
la gente a la que no le agradan los espectáculos, no queremos que las
malas lenguas se encarguen de desprestigiar nuestra labor o traten de
vincularnos con lo que andan murmurando por las calles; usted sabe
padre, a menudo los ociosos envidian lo que logra loa laboriosos.
Eso es cierto señores, respondió el religioso, pero estén tranquilos que
mientras lo que ustedes hagan no atente contra las buenas costumbres y
preceptos cristianos, nada les va a importunar en su trabajo en este lugar.
–Muchas gracias padre, ya oportunamente le haremos llegar la
información junto con la respectiva invitación para que su señoría en
persona pueda comprobar lo honorable de nuestros espectáculos,
concluyó el funcionario infiltrado.
¿Alguna otra cosa, señores? interrumpió el sacerdote. – No su señoría,
eso era todo, no le quitamos más tiempo; termino el inspector mientras
hacia una forzada reverencia al levantarse de la silla que ocupaba para
dirigirse a la salida del despacho seguido de cerca por su subalterno.
- Cada vez llega más gente rara a este pueblo- pensó en voz alta el
religioso al quedarse a solas en su despacho – Martica, ya no triga los
tintos que la visita ya se fue, más bien apúrele con el desayunito, hija que
tengo que salir temprano a hacer algunas diligencias. – Bueno padrecito,
ya me pongo en eso, respondió una voz lejana.
Tenía razón jefa, en la casa parroquial no hay más que un par de
colaboradores del cura y las cerraduras son de esas que se abren con un
gancho de pelo; no veo problema en colarnos en la noche y dar una buena
revisada al lugar, además, ya sabemos que la entrada al despacho del
padre queda al otro extremo de la casa y por es, con unas luces discretas,
podremos colarnos sin que nadie se percate…
- Bien dicho, Gómez también lo note, ¿y se dio usted cuenta de lo
convencido que estaba el curita sobre lo infundado del cuento ese de los
espantos? - ¿no le parece a usted que, en su condición de religioso,
debería por lo menos considerar la más mínima posibilidad de alguna
razón espiritual? - de estas cosas ¿siempre sacan provecho los curas y
a este padrecito como que no le cabe duda alguna de lo explicable de los
sucesos.
- ¿Entonces piensa usted que el curita tiene algo que ocultar en todo este
asunto? Pregunto inquisitivamente el agente Gómez – no lo s , todavía no
puedo afirmar nada pero creo que pronto vamos aclarar el misterio, ahora
acompáñeme a un lugar que aún no hemos visitado y donde el hombre
del ferrocarril menciono haber visto ciertas luces la misma noche de la
hechos, creo que se cómo llegar allá.
Se dirigieron sigilosamente por la calle principal hacia la salida del pueblo,
llegando pronto a la casucha abandonada donde días antes, Tomasito se
había despojado de su indumentaria y no tardar mucho los sabuesos en
hallar rastros de su presa; una destartalada caja de cartón cubierta con
lonas de desecho; grave error de los perpetradores, los cuales, ocupados
en preparar su representación, no ocultaron adecuadamente la evidencia
de sus actividades, las cuales fueron encontradas por los acuciosos
detectives, quienes, una vez abierto el contenedor, apreciaron intrigados
su singular contenido, el cual, aunque por sí solo no probaba nada, si
daba pie para ir atando cabos sobre la realdad de los hechos motivo de
investigación,
- Estas son como prendas e implementos de payaso, jefe; afirmo
inocentemente el agente Gómez – no sea tan bruto hombre, ¿no ve todas
esas manchas de pintura roja y pintura negra y todos esos tarros de
pintura revueltas? - ¿qué payaso se pone encima un disfraz chorreando
pintura? yo lo que pienso es el que lo uso lo hizo y se lo quito
rápidamente, con la pintura todavía fresca, tanto para embadurnar toda la
caja… ¿y por qué abrían de esconder en un lugar como este semejante
montón de implementos? – ¡aquí hay algo muy raro Gómez, muy raro
ahora tenemos que averiguar quién está detrás de todo esto!
Con aire de satisfacción, el inspector y su colaborador regresaron al hotel
donde tomaron un opíparo almuerzo seguido de una merecida siesta que
se prolongó hasta casi las cinco de la tarde, cuando, al consultar su reloj,
el sobresaltado jefe sacudió por los hombros a su aun inconsciente
compañero – Gómez, despiértese hombre que ya casi tenemos que irnos;
arriba que debemos alistarnos.
Todavía medio dormido, el obediente subalterno salió en busca de los
implementos que su jefe le encomendó conseguir y así, en un corto lapso
de tiempo ya se encontraba de regreso en la habitación que compartían.
-Acá está todo lo que me encargó, jefe, dijo sin saludar siquiera al ingresar
apresuradamente a la habitación, mientras cerraba forzadamente con el
borde del pie la puerta de ingreso para no tener que descargar los
paquetes que portaba. – veamos que consiguió …uhmm…talla grande,
muy bien, las gorras servirán mucho, creo que está todo Gómez, bien
hecho…ahora preparémonos para la acción.
Luego de la cena, la cual ingirieron con prisa, los dos investigadores se
aprestaron a vestirse con las ropas que el agente Gómez había
conseguido en el comercio local y con las cuales, finalmente quedaron
como para asistir a algún funeral; totalmente de negro, de pies a cabeza,
pantalones, camisa y unas gorras del mismo color al estilo de las que
utilizan los excursionistas de altura, un tipo de pasamontañas que apenas
dejaba descubiertos los ojos. Ya completamente vestidos con los
atuendos descritos, a excepción de las capuchas, disimularon su extraña
pinta con unas camisillas estampadas sobrepuestas para no llamar la
atención del personal del hotel, entonces contemplaron pacientemente el
paso de los minutos a la espera de que las calles del pueblo se vaciaran
de transeúntes y como a eso de las diez de la noche, salieron
discretamente del hotel, dirigiéndose hacia las afueras del poblado para
esperar el momento apropiado para acometer su misión.
Poco antes de las once de la noche, ya se encontraban debidamente
ubicados bajo el ramaje de algunos frondosos árboles, despojándose de
sus vistosas camisetas, buscando de ésta manera camuflarse en la
oscuridad de la noche y así se dirigieron hacia la cuadra posterior de la
casa parroquial, escurriéndose fácilmente bajo las destempladas cuerdas
del alambrado, recordando los simulacros de comando terrestre que los
dos tuvieron durante su entrenamiento en la fuerza policial.
Una vez franquearon el cercado, se deslizaron furtivamente hasta
alcanzar el muro posterior del despacho parroquial, según recordaban por
su visita previa al lugar, el cual, a escasa altura del suelo tenía u amplio
ventanal de doble hoja, con marco de madera y vidrio opaco, el cual
dejaba un espacio entre las dos hojas, por el cual el agente Gómez
deslizó hábilmente la acerada hoja de su navaja de bolsillo, logrando
desplazar en la parte interna de la puerta el pasador que aseguraba la
misma; un discreto clic y ya estuvo listo…una de las hojas de la puerta
ventana se entreabrió lentamente ante la mirada de satisfacción del jefe
del improvisado grupo comando…-listo Gómez voy a entrar…présteme la
linterna y quédese aquí vigilando…-Q.T.H. jefe, se limitó a responder
mecánicamente el subalterno, absolutamente inmerso en su papel de
fuerza especial de alta inteligencia.
Sosteniendo entre los dientes la pequeña linterna, el inspector procedió a
esculcar en los cajones del escritorio, mismos que abrió con facilidad
gracias a la ayuda de la navaja que le entregara su compañero antes de
colarse por la ventana al interior del despacho, no encontrando más que
documentos de la parroquia y algunas cartas de devotos feligreses
solicitando éste o aquel favor; también encontró una modesta suma de
dinero en una pequeña caja de madera con tapa deslizante que
seguramente hacía las veces de caja de seguridad, pero cuando casi
daba por terminada su pesquisa, en uno de los cajones inferiores de un
viejo armario de madera en el cual encontró algunos ornamentos para las
celebraciones litúrgicas, camuflado entre ropajes halló un trozo grande de
tela, muy manchado con pintura roja y negra, lo cual le pareció extraño
¿por qué se habría de guardar entre los hábitos del sacerdote un trapo
tan sucio como este? fue la pregunta que de inmediato surgió en la
acuciosa mente del investigador, quien de inmediato lo expropió y
procedió a doblarlo cuidadosamente para acomodarlo bajo su camisa sin
llamar la atención; una última mirada a otros cajones y dio por terminada
su labor de inteligencia en aquel lugar, procediendo a abandonar el sitio
utilizando la misma ruta del ingreso, logrando, no sin cierta dificultad
volver a correr desde fuera el pasador interno que aseguraba la ventana
de manera que nadie se percatara de la intromisión.
¿Cómo le fue, jefe? Requirió el agente con ansiedad… ¿encontró algo...?
-baje la voz Gómez que aún no estamos a salvo, ande adelante
alumbrando bajito con la linterna por el mismo camino por donde vinimos,
y así, los dos furtivos intrusos se alejaron del lugar cuidándose mucho de
ser vistos por nadie.
Cuando consideraron prudente hacerlo, procedieron a quitarse las
capuchas y volvieron a colocarse las vistosas camisetas sobre sus negros
ropajes, retomando su aspecto normal y así, tranquilamente se dirigieron
hacia el hotel donde se hospedaban, ingresando directamente a su
habitación sin cruzar palabra con nadie.
Una vez despojados de su traje camuflado, el inspector procedió a revisar
cuidadosamente el trozo de tela que sustrajera del despacho del
sacerdote, corroborando ahora, gracias a la adecuada iluminación, el tipo
de sustancia que manchaba su botín…definitivamente se trataba de
pintura…- oiga Gómez, ¿no le parece mucha casualidad que este trapo
tenga manchas de pintura similares a las que encontramos en los
disfraces de la casucha abandonada…? frunciendo sus pobladas cejas,
en un gesto de actitud dubitativa, el subalterno replicó -La verdad señor,
pienso que esas manchas podrían venir de cualquier parte, no creo que
constituyan evidencia alguna…- eso es cierto Gómez, pero al menos ya
contamos con algunos indicios sobre por donde pudieron correr los tiros
en este asunto…
LA HUELGA…
-Mire ingeniero, si no se llega pronto a un acuerdo con los honorables
representantes del sindicato sobre el reajuste de horas extras, festivos y
dominicales, vamos a iniciar un paro indefinido de actividades en las
próximas horas; afirmó resueltamente Pedro Alejo, también conocido en
el gremio de trabajadores como “Pedro Agallas”, en virtud a las
reconocidas muestras de arrojo y valentía que había exhibido en distintas
ocasiones y por lo cual se había ganado el respeto entre sus compañeros
a lo largo de los años. El ambiente era tan pesado que podría cortarse
con una navaja, en la sala de juntas de la dirección de operaciones de la
empresa concretera, sitio al cual habían convocado al mencionado
representante del sindicato algunos funcionarios de la fábrica,
preocupados y a la vez molestos ante las nuevas exigencias,
recientemente manifestadas por parte de la asociación de trabajadores,
contando con el buen juicio de aquel hombre, como una medida previa
tendiente a evitar nuevos contratiempos para la ya mermada
productividad de la empresa.
-Vea, señor Ríos, espetó en tono enérgico el ingeniero jefe de
operaciones industriales, un hombre de unos sesenta años de edad, con
cara regordeta y cabellos blancos que formaban llamativos bucles en las
partes laterales de su enorme cráneo; Adolfo Ibáñez, profesional en
Ingeniería Industrial con una amplia experiencia en su trabajo, habituado
a tratar con ésta clase de situaciones laborales y a la lidia de cuestiones
sindicales...-no vamos a permitir de ninguna manera que nuevos
saboteos a la producción como los de los días anteriores; dese usted
cuenta que casi se matan dos operarios del área de bombas y aún no se
tiene clara la causa del accidente laboral; las directivas no estamos muy
convencidas de lo fortuito de ese incidente, tenemos serias sospechas de
que en realidad se trató de un acto de saboteo para retrasarla producción
y tenga la seguridad que de encontrar evidencia alguna en tal sentido,
van a rodar cabezas en ésta empresa .
-Pues averigüen lo que tengan que averiguar, ingeniero, a los
compañeros del sindicato nos parece muy bien que se aclaren
adecuadamente esa clase de situaciones y si se llegara a comprobar
algún tipo de sabotaje, pues que se tomen los correctivos que ustedes
consideren pertinentes, en eso todos estamos de acuerdo, pero no veo
que tiene que ver ese asunto con lo que en justicia estamos solicitando
en nuestro pliego de peticiones…concluyó Pedro asumiendo una actitud
desafiante ante su interlocutor.
-La producción de los últimos meses ha sido muy baja y se corre el riesgo
de incumplir con las cuotas a las que estamos obligados en el gremio
empresarial, siendo nosotros la principal entidad productora de concretos
en ésta región del país, la cosa no es tan sencilla, de no mejorar el
tonelaje mensual, podríamos vernos afectados absolutamente todos los
trabajadores de ésta fábrica; señor Gómez, no es el momento para
promover ningún tipo de actividad que afecte la producción, podríamos
ser sancionados por el gremio si continuamos incumpliendo esas cuotas,
eso sería gravísimo y podría llevar incluso al cierre de ésta fábrica, que
de por sí ya es bastante obsoleta comparada con otras que producen más
y a menor costo.
Usted me está dando la razón, ingeniero Ibáñez, repuntó de inmediato el
representante sindical; si de mejorar la producción se trata, pues entonces
hay que estimular a los trabajadores para que rindan de mejor manera en
sus labores y una buena estrategia sería el reconocer justamente el
esfuerzo que se les exige, trabajando en horarios extralegales cuando la
empresa así o requiere; así nos beneficiamos todos, ¿no le parece...?
-La cosa no es tan sencilla, Pedro, respondió el funcionario, llamando
intencionalmente por su nombre al operario de máquinas, buscando
sutilmente relajar un poco el tono de la conversación; -usted conoce
perfectamente los acuerdos anteriores que hemos firmado con el
sindicato, sea consciente de todas las concesiones que les hemos hecho
durante los últimos años, por ejemplo, los subsidios económicos a los
trabajadores por cada nuevo hijo que nazca o la prima de mitad de año,
eso representa una dura carga financiera para la empresa y,
sinceramente, con la actual situación, no es posible acceder a nuevas
erogaciones, simplemente las cuentas no dan hombre; no es
humanamente posible hacerlo.
Rompiendo el atento silencio que hasta ese momento había guardado,
José María, el ingeniero director de producción minera, intervino trayendo
a colación las actividades recreativas y culturales que se venían
realizando en las últimas semanas como parte de una estrategia para
promover el bienestar del personal de operarios y sus grupos familiares,
lo cual fue apoyado mediante movimientos de aprobación con la gran
cabeza por parte del jefe de operaciones.-dese cuenta Pedro, la empresa
hace lo que puede para mejorar el ambiente laboral, pero pongan ustedes
de su parte, colaboren con la entidad y una vez que se mejoren las cifras
de productividad, ahí si nos sentamos a analizar las posibilidades de
atender sus solicitudes, pero por el momento, le repito, es imposible
cargar con más obligaciones las finanzas de la empresa.-pues doctor, eso
ya no es cosa que pueda yo decidir, anotó Pedro. La gente está dispuesta
a hacer lo que sea necesario para que se le reconozca sus derechos, yo
voy a comentar lo que hemos hablado aquí en la próxima reunión del
sindicato, allá decidiremos como se va a proceder; con su pe3rmiso
doctores, concluyó e inmediatamente se levantó de su silla de la mesa de
reuniones, donde permanecieron sentados los preocupados funcionarios
ante la situación presentada.
¿En qué quedaron, Pedrito, que dijeron los ingenieros…? Le interrogó
apresuradamente Luis Robles, aparejando su paso al de su compañero
quien salía con cara de tribulación de las oficinas administrativas. -Pues
Torito, esa gente no quiere ceder a nuestras peticiones, dicen que no hay
plata, que la producción está muy baja, mejor dicho, lo de siempre; yo
creo que va a tocar apretarlos un poco para que vean que la cosa ve en
serio.
-Entonces citemos de inmediato a los compañeros de la junta directiva a
una reunión extraordinaria para definir las acciones a tomar; no vamos a
permitir que se continúe pisoteando nuestros derechos gremiales.
Pienso o mismo Torito, va a tocar plantarle cara dura a esa gente.
A la hora del almuerzo, luego de escucharse el estridente silbato que
determinaba el inicio del receso del medio día, de todos los rincones de
la fábrica, cual colonia de hormigas tras un objetivo, acudieron decenas
de trabajadores para reunirse en las instalaciones del salón sindical de la
empresa, atestando el recinto, el cual era dominado por una larga mesa
cubierta con un mantel blanco, ubicada sobre una tarima en el fondo del
espacioso lugar, en la cual ya se encontraban acomodados en sus sillas,
a la espera del personal, los miembros de la junta directiva de la
asociación, los cuales, apresuradamente recorrieron en las horas
anteriores todas las secciones de la empresa, convocando a los
trabajadores para realizar el mitin en la hora del almuerzo, asegurando
así la presencia del mayor número posible de asistentes. Pasados unos
minutos, mientras se acomodaban de la mejor manera los asistentes y
luego de verificar el adecuado funcionamiento de los micrófonos, tomó la
palabra el Presidente del sindicato, el cual, llamando al orden a la
exaltada concurrencia logró captar la atención de los asistentes. -
Compañeros agremiados, comenzó diciendo el Toro Robles con
intencional acento veintejuliero; -los hemos citado a éste recinto gremial
para ponerles al corriente de la situación presentada con las directivas de
la fábrica y entonces procedió a leer el comunicado que la directiva había
preparado para ser presentado a consideración de la asamblea general,
en pos de su adecuada socialización y aprobación por ésta, para definir
los puntos que harían parte del pliego de peticiones que se presentaría
luego a las directivas de la empresa, los cuales, básicamente consistían
en lo que expusiera Pedro a los ingenieros, unas horas antes.
-En caso de no ser concedidas las justas peticiones que les acabo de
enunciar, solicito la aprobación por parte de ésta asamblea para proceder
al a declaratoria de huelga general de trabajadores en ésta fábrica; lo que
les informo ahora, fue lo mismo que el compañero Pedro Agallas debatió
con los representantes de la empresa en una reunión informal a primera
hora de la mañana de hoy obteniendo como respuesta la rotunda negativa
por parte de esos funcionarios…
Una intempestiva risotada colectiva resonó en el recinto al escuchar el
remoquete con el cual se había referido a Ríos el Presidente del sindicato.
–Quise decir, los puntos que debatió el compañero Pedro Ríos con el
personal de la empresa, disculpen el lapsus. Otra risotada, mayor que la
primera retumbó en el salón ante la ingenua disculpa del ruborizado
sindicalista…
Bueno, compañeros, ya pongámonos serios, la realidad es que las
directivas de la empresa se niegan a considerar siquiera nuestras
peticiones, creo que va a ser necesario declarar la huelga para que se
siente esa gente a negociar, tal como ha ocurrido en el pasado, con esa
gente toca por las malas…Esta vez fue una andana de chiflidos,
palabrotas y abucheos la que inundó el salón sindical, haciendo imposible
escuchar lo que el orador pretendía seguir diciendo. -Señores, por favor,
hagamos silencio; orden por favor… ¡SIILENCIIOO...! gritó
desaforadamente Robles como medida desesperada para retomar el
control de la reunión, tal como lo hacían antiguamente los maestros de
escuela ante la guachafita de sus educandos. Una vez obtenido un
ambiente aceptable, retomó Robles el uso de la palabra. -Continúo, pues,
como les decía, no hay al momento una actitud de negociación entre las
directivas de la fábrica y en cambio exigen una mayor productividad de
nuestra parte; compañeros, mejor dicho, nos quieren poner más carga
dándonos menos pastura. Otra vez un sonoro abucheo tronó por todo el
salón y luego de dar un prudente espacio de tiempo para que la multitud
expresara su indignación, el líder sindical continuó exponiendo sus
últimos planteamientos. –Los honorables miembros de la junta directiva
de éste sindicato, ponemos en consideración de la asamblea en pleno los
siguientes puntos para su aprobación; Primero, declarar el cese indefinido
de actividades en todas las áreas operativas de la
fábrica…inmediatamente otra soberbia algarabía resonó en el lugar.
- Segundo, continuó diciendo Robles; - Autorizar a los honorables
miembros de la junta directiva del sindicato para entablar una mesa
permanente de negociaciones a nombre del gremio de trabajadores con
las directivas de la empresa. Una ovación aprobatoria se escuchó como
respuesta al planteamiento. –Tercero, invitar a aquellos compañeros que
deseen formar parte de los distintos comités de huelga para adelantar la
coordinación de las actividades que se consideren necesarias durante el
tiempo que dure la huelga.
Una vez obtenida la aprobación por la asamblea de las proposiciones
presentadas, mediante el sistema de palmoteo, el directivo concluyó
lanzando arengas, vivas y abajos para una y otra de las partes en
conflicto...-vivan los trabajadores de la empresa concretera de San Rafael
de Los Reyes…… ¡VIVAAA…! Resonó el grito de la exaltada
concurrencia; la huelga era inminente.
Luego de fijar como la hora cero para el cese de actividades, las seis de
la tarde de ese mismo día, se conformaron los distintos comités de huelga
en medio de un total caos, los cuales fueron instados a permanecer en
las instalaciones del salón sindical, una vez concluida la reunión, siendo
de ésta manera, en la práctica desde ese momento iniciada la huelga
general de trabajadores de la empresa concretera.
En medio de na febril actividad, difícilmente se lograba coordinar la labor
de cada comité, en virtud de la desordenada manera como los voluntarios
pretendían imponer sus propios puntos de vista sobre ésta o aquella
propuesta.
Se estableció un comité de información, el cual se encargaría de
mantener al tanto de los acontecimientos que fueran ocurriendo al
personal en huelga de las distintas áreas operativas de la empresa, lo
mismo que de recoger las inquietudes o requerimientos que se fueran
presentando para ponerlas en conocimiento de la junta directiva del
sindicato, quien se auto proclamó como comité central de huelga.
También se conformó un comité de seguridad y vigilancia, el cual se
encargaría de mantener el orden entre los huelguistas, lo mismo que de
estar atento a cualquier acción de hecho que p durante el cese de labores.
Otros comités se encargarían de la logística y alimentación, otro , de
coordinar las comunicaciones tanto al interior como a l exterior de la
fábrica; en fin, se crearon tantos comités como necesidades fueron
detectadas por los acuciosos promotores de la actividad sindical.
En la sala de juntas de la Gerencia administrativa, los directores de áreas
operativas aportaban sus opiniones sobre la mera que debería ser
afrontado el eminente cese de labores, tratando de establecer una
posición que demostrara firmeza por parte de las directivas de la empresa
para desestimular la ya reiterada actitud desafiante y fuera de contesto
de los miembros del sindicato, los cuales, a su modo de ver venían
perjudicando sistemáticamente el rendimiento y la productividad de la
fábrica, por lo cual era necesario poner punto final a este tipo de acciones
de hecho de su parte.
- No vamos a tolerar nuevos chantajes ni amenazas, sentencio
enfáticamente en gerente administrativo, dando un puñetazo a la mesa
de conferencias; - ya se pasaron de raya con sus exigencias, como creen
que se va a tolerar dos huelgas en un mes, eso no ocurre en ninguna
empresa de ningún lugar del mundo; esto se acabó, hay que ponerle coto
a esta sinvergüencería…
- Los asistentes a la reunión se miraron unos a otros escudriñando en sus
propias mentes para tratar de encontrar alguna salida a la situación, hasta
que el subgerente operativo intervino para emitir la que en su criterio
debería ser la posición oficial de la empresa, la cual resumió en tres
puntos principales.
Como primera medida, espeto, se debe expedir un comunicado dirigido a
los inspectores de producción exigiéndoles la obligatoria presentación a
la oficina de personal de listados informando quienes participan en el cese
de actividades para que sean tenidos en cuenta en lo sucesivo.
En segundo lugar, continuó – se debe expedir un comunico oficial por
parte de la directivas de la empresa declarando la ilegalidad de cualquier
cese de actividades en la fábrica, por no considerante legítimamente
fundada las pretensiones planteadas por parte de los representantes del
sindicato de trabajadores, y en tercer lugar, continuo, - se debe coordinar
con los supervisores de cada área operativa la vigilancia permanente de
las actividades en las plantas de producción para prevenir posibles
acciones de sabotaje contra la maquinaria.
Luego de un pesado silencio, como tratando de digerir el duro trago que
ofreciera el funcionario, otros representantes de la empresa intervinieron
para aportar sus sugerencias, buscando encontrar alguna salida
negociada. Al terminar la reunión, se firmó un comunicado que reunía los
puntos antes relatados para ser enviado de inmediato con un mensajero
a la sede del sindicato de trabajadores.
Abriéndose paso entre los excitados asistentes al salón sindical el
designado estafeta cumplió con la misión a él confiada, haciendo la
entrega personal al secretario del sindicato, quien no era otro que el
propio pedro Gómez, ahora muy apersonado en el ejerció de sus
funciones, tras la mesa principal, el cual ceremonialmente procedió a
firmar el recibido del comunicado, devolviendo bruscamente el
comprobante al pobre mensajero de las directivas de la empresa.
Retirándose hacia una zona del salón, la cual no se encontraba tal
atiborrada, Presidente y Secretario de la asociación sindical procedieron
a enterarse del contenido del documento recién recibido. – Conque esas
tenemos, ¡ se da cuenta pedro, con esa gente no se puede, vamos a
Comentar a los compañeros de la directiva lo que dice este papel y de
una vez redactemos nuestra respuesta confirmando lo que decidió la
asamblea general.
Así trascurrieron, entre idas y venidas, comentarios, suposiciones y
reuniones sucesivas las restantes horas de aquel día, en todos los
rincones de la fábrica tanto del lado de los sindicalistas como del de las
directivas de la empresa; las dos partes se preparaban para lo que se
presumía seria otra contienda al interior de la entidad.
Grupos de huelguistas bloqueaban las áreas de ingreso a secciones Commented [WU2]:
vitales del proceso productivo , cartelones enarbolando insultado con Commented [WU3R2]:
carteles elusivos a la lucha sindical y al reconocimiento de los derechos,
reclamando. Otros encendieron fogones de leño en áreas a la intemperie
donde sin saber de donde salieron, montaron primitivas cambuchas con
lonas, plásticos y estructura de madera, destinados albergar a quienes
permanecerían por tiempo indefinido en las instalaciones de la fabrica a
manera de toma pacifica de la misma.
Fuerzas de policía fueron acudieron a las proximidades de la empresa,
ubicándose en las áreas de acceso a la misma, luego de ser solicitada su
presencia por parte de las directivas como una medida de prevención de
posibles disturbios tanto al interior como en los alrededores de la fábrica;
no obstante, los altos funcionarios de la empresa se cuidaron de no
autorizar por el momento el ingreso de la fuerza publica al interior de la
fabrica lo cual se reservaba para el caso eventual de presentarse
cualquier clase de despropósito.
En grandes fondos metálicos se prepararon alimentos para los
participantes en la huelga y se organizaron improvisadas áreas de
alimentación atendidas por los propios trabajadores dando al lugar el
aspecto de una bizarra área de desastre.
Las siguientes horas trascurrieron en medio de una tensa calma, sin que
parte de ningún bando se tomara la iniciativa para entablar cualquier clase
de dialogo.
Aun se escuchaba el trino matutino de las aves saludando el nuevo día,
período de tiempo en el cual, usualmente se daría inicio la jornada diaria
de empresa, pero en esta ocasión, decenas de vehículos hacían fila
esperando que fuera abierta la puerta de ingreso principal de la fábrica,
pero, justo detrás del gigantesco portón de pesado marco metálico que
soportaba unas enormes láminas de maya de acero que permitían la
visibilidad atreves suyo, un nutrido grupo de trabajadores arengaba sus
proclamas y amenazaba con apedrear cualquier vehículo que osara
ingresar a las instalaciones de la fábrica. El personal de seguridad y
vigilancia que regularmente prestaba sus servicios a la empresa, formo
un cordón de contención a prudente distancia entre la masa de
manifestantes y el portón de ingreso a la empresa, repeliendo con sus
garrotes a algunos enardecidos trabajadores, mientras que algunos de
sus compañeros se aprestaban a abrir el pesado portón para dar paso
restringido a la expectante caravana estacionada del otro lado de la
puerta. Rechinando grotescamente sobre los oxidados goznes en virtud
del peso de las hojas, el gran portón se abrió lastimeramente dando paso
a los primeros vehículos donde llegaban algunos funcionarios del área
administrativa, los cuales fueron conminados por parte de las directivas a
cumplir con su jornada laboral a pesar de la peligrosa situación de la
fábrica.
Entre los recién llegados se encontraba el doctor Amaya, profesional de
la Medicina recientemente vinculado a la empresa, quien además
formaba parte del selecto grupo de funcionarios a quienes se había
asignado una vivienda en la Unidad Residencial, construida para albergar
a unos pocos beneficiarios, por lo cual le apremiaba ingresar a los predios
de la empresa para constatar el bienestar de su esposa familia, luego de
pasar algunos días en la capital asistiendo a un congreso medico al cual
le había enviado la empresa. Este hombre no se andaba con rodeos
tratándose de su propia seguridad o la de su familia y por ello fue uno de
los que con mayor ímpetu exigió se permitiera su ingreso a la fábrica a
pesar del riesgo que ello pudiera implicar. Apenas había avanzado unos
pocos metros cuando sintió un golpe seco contra la puerta lateral, la del
copiloto en su vehículo; lo habían apedreado desde el lugar donde se
encontraban los manifestantes. Haciendo acopio de todo el poder de
autocontrol, apago el motor de su automóvil y de manera tranquila se
apeó del mismo, dirigiéndose a la parte que supuso había sido afectada,
tal como efectivamente verificó; una gran sumidura, parcialmente
desprovista de pintura, deformaba la parte central de la portezuela; el
galeno respiró profundamente, indignado ante tal agresión, consciente de
las muchas ocasiones en las cuales habría prestado sus buenos servicios
al ahora incógnito autor de tal bellaquería. Con fingida calma, caminó
parsimoniosamente hacia el sitio del cual presumió habría procedido el
infame proyectil – señores, tengan ustedes un buen día, saludo
cordialmente – solo quiero manifestar mi profunda desilusión para con
aquella persona que de forma tan rastrera corresponde a los servicios
que seguramente debo haber prestado en todos estos años a él mismo o
alguno de sus familiares.
-Vea doctorcito, le encaro un hombrón de unos cuarenta años armado
con un grueso madero el cual blandía amenazante en actitud de querer
emprenderla contra el medico; - la cosa no es con usted, pero de aquí no
pasa nadie y mire a ver que va hacer – pero Isidro, replico el galeno,
reconociendo de inmediato al mal encarado personaje; - yo lo único que
quiero es llegar a mi casa, acabo de llagar de la capital y hace días que
no veo a mi familia, hágame el favor de dejarme pasar. – Ya le dije que
no medicucho, y si no entiende por las buenas tocara hacerle entender a
las malas, reposto desafiante el airado mancebo, haciendo el amago de
prepararse para asestar un golpe a su interlocutor, el cual, ya viéndose
amenazado en su integridad física, de forma instintiva descargo con todo
el peso de su cuerpo un repentino derechazo que acertó en la mandíbula
del mentecato agresor, el cual, al momento de recibir el impacto, fue
lanzado varios metros atrás, cayendo cual largo era como fulminado ante
la atónita mirada de los de allí presentes, los cuales viendo la resuelta
actitud de aquel médico de estatura superior al metro ochenta y unos cien
kilos de peso, lo cual no fuera, para su propia desgracia, considerado por
su ahora inconsciente retador; en total silencio, algunos de los huelguistas
se limitaron a retirarlo a rastras tomándolo por los desgonzados brazos
para tratar de reanimarlo, dando paso al enardecido triunfador de la
trifulca, el cual, echando fuego por los ojos y espuma por la boca, subió a
su vehículo y prosiguió su camino hacia su lugar de residencia, seguido
por otros vehículos nerviosamente conducidos por sus atónitos
conductores, los cuales no daban crédito a lo que sus ojos acababan de
ver…¿ el doctor Amaya peleando? se preguntaban unos a otros sin dejar,
a pesar de su sorpresa, de aplaudir la valerosa actuación que habían
presenciado.
Apenas franqueo el portal de su casa, fue literalmente arrollado por su
esposa, Nancy, la cual ya había sido advertida por vía telefónica sobre el
altercado en el cual se había visto implicado su marido. – ¿qué te paso
cariño, estas bien, te hicieron daño? – no es nada querida, solo recordé
mis épocas en el equipo de boxeo de la Universidad, respondió
tranquilamente Amaya al tiempo que batía en el aire su puño derecho, el
cual ya presentaba algún grado de inflamación en los nudillos centrales a
consecuencia del impacto contra la humanidad de su derrotado
contendor. -Fue el sinvergüenza ese del Isidro Puerto, el que trabaja en
servicios generales quien trató de agredirme para impedirme el ingreso a
la fábrica a pesar de haberle explicado claramente que mi intención solo
era la de venir hasta aquí para verificar que estabas bien; por favor
querida, tráeme una bolsa con hielo, no quiero que se siga inflamando mi
mano. -Voy corriendo cariño, respondió nerviosamente la angustiada
mujer, la cual partió veloz hacia la cocina de la casa para preparar la
compresa fría que su esposo solicitaba.
La noticia de la nueva situación de huelga en la empresa concretera se
extendió rápidamente por el pueblo, causando gran inquietud entre sus
habitantes, los cuales, en una gran proporción, o bien dependían
directamente del salario que algún miembro de su grupo familiar
devengaba como trabajador de la fábrica o recibían su pensión de retiro
de la misma. Por todos los rincones del poblado se cotilleaba sobre las
últimas noticias que llegaban sobre el desarrollo de los acontecimientos
que por fuerza afectarían en mayor o menor grado el diario vivir de toda
la comunidad Sanrafaeluna.
Como se planteó anteriormente, no todos los trabajadores aprobaban las
acciones promovidas por el sindicato; una buena parte de ellos no
compartía las posiciones radicales adoptadas frecuentemente por los
miembros del ente gremial, considerándolas en algunas ocasiones como
inadecuadas y aun desproporcionadas en otras. Este era el caso de
algunos trabajadores con mayor antigüedad en la empresa, los cuales
reprobaban las prebendas de las cuales gozaban los líderes sindicales y
de otra parte, reconocían los distintos beneficios que con el paso del
tiempo se habían ido alcanzando para los trabajadores, por lo cual
preferían no poner en riesgo mediante acciones de hecho la estabilidad
de la empresa de la cual dependían para llevar el sustento a sus familias.
Entre estos trabajadores se encontraban algunos personajes
protagonistas de esta historia, entre ellos Eliseo pinzón y su compadre
Ali, los cuales, recordemos, apenas se andaban recuperando de los
estropicios que sufrieran en su estado de salud como consecuencia de su
imprudente accionar, lo cual, al parecer había sido aleccionador para ellos
y lo último que deseaban en estos momentos era participar en nuevas
aventuras que pudieran implicar cualquier clase de situación de riesgo
para su estabilidad laboral o familiar y así lo expresaron abiertamente al
hacerse presentes, mostrando todavía en sus personas algunas
evidencias de las lesiones que recientemente sufrieran, en el salón
sindical donde se debatía activamente distintos asuntos referentes a la
crítica situación por la que se pasaba en esos momentos.
Con actitud resulta se dirigieron al lugar de donde se encontraban algunos
líderes sindicales. –“Buenos días tengan los señores”, saludó
solemnemente Ali a los Allí a los allí reunidos: - Mi compadre y yo
queremos robarles unos minutos de su valioso tiempo para que escuchen
nuestra humilde opinión sobre lo que está ocurriendo en la empresa, si
no es mucha molestia; concluyo. –Por supuesto que no es ninguna
molestia, compañero Gamba, contestó con un forzado tono de
cordialidad, sospechando de ante mano el sentido de lo que aquel hombre
les quería comunicar. El viejo Joaquín Tavera intervino: - hola verraquera,
¿cómo siguió?, pregunto al tiempo que esparcía un montón de papeles
sobre la mesa de trabajo. - Ya un poco mejor compañero Joaco, lo que
pasa es que los años no vienen solos y ya uno no aguanta tanto como
antes, respondió Ali. – Eso es cierto compañero, nos estamos haciendo
viejos, anotó Tavera. – Y no aprendemos, interrumpió intempestivamente
Eliseo, quien ya se había acomodado en una silla al otro lado de la mesa,
justo al frente de los atareados sindicalistas. – No sé si ya enteraron de lo
que paso en la entrada principal; ¿cómo se les ocurre ir a impedir el
ingreso a los predios de la fábrica de los funcionarios administrativos; no
ven que esto es propiedad privada de la empresa y estaríamos
cometiendo una acción ilegal? – Mire Chuco, replico Tavera – yo tampoco
aprobaba al principio esto de los bloqueos, pero si no nos hacemos sentir
parando las actividades a todo nivel, pues no va a haber cuando nos
resuelvan las peticiones. - ¿Y les parece a ustedes bien lo que hizo el
papanatas ese del Isidro, de ir a agredir al doctor Amaya?... ¿cómo se
puede permitir eso?... ¿no ven que ahí se puede armar hasta un lio legal?
Recalcó enérgicamente Eliseo, paseando una inquisidora mirada por los
rostros de los allí presentes.
- La cosa tampoco fue tan grave compañero; intervino Luis Robles, quien
hacía unos instantes se había unido al grupo de conversación. – Eso no
fue más que una escaramuza sin importancia y además quien tendría que
colocar una demanda seria el propio Isidro, luego del trompadón que le
metió el médico.
- Eso creen ustedes compañeros, pero a mí me parece que esto fue una
cosa delicada, un muy mal precedente; ¿cómo va un trabajador a
amenazar con pegarle a un funcionario de la empresa?... ¿qué creen
ustedes que estarán pensado las directivas sobre la huelga si ya hasta la
policía llego? … - compañeros, esto se les puede salir de las manos si
nos le ponen límites y control adecuado a las actividades que se vayan a
programar, anotó Ali en actitud reflexiva.
- Puede que tenga usted razón Ali, intervino pedro Díaz, quien hasta el
momento se había limitado a escuchar las diferentes intervenciones. –
Eso no debió pasar, pero entienda que en esta clase de acciones
colectivas hay cosas que se salen de las manos, aun de las del comité de
vigilancia, el cual es el encargado de esos asuntos; por fortuna, la cosa
no paso a mayores y lo único que resulto de todo ese embrollo fue la cara
inflamada del Isidro, además, ya se habló con él para que no le eche más
leña al tercio; eso ya quedo de ese tamaño…
-Eso está por verse estimados compañeros, sentencio Ali, - de todas
maneras, quiero manifestar mi desacuerdo con los bloqueos que se están
haciendo; no me parece bien, estamos peleando unas cuestiones
económicas, eso es todo y no hay necesidad de echar a la gente contra
los funcionarios de la empresa; ésta cuestión se debe manejar en una de
negociaciones, no a piedra ni a palo.
bg-Pues eso mismo pensamos los dirigentes de la huelga compañero,
pero dese cuenta que ya casi completos veinticuatro horas de paro y
todavía no se ha recibido ninguna propuesta de las directivas para entrar
a negociar; anoto con tono severo el toro Robles.
- ¿Pero cómo pretenden ustedes esperar que se les convoque a una
posible mesa de negociaciones mientras se está amenazando en su
propia integridad a los representantes de la empresa? ¡ POR DIOS !
métanle sentido común al asunto, con acciones como la de hoy si que
menos se va a poder adelantar cualquier arreglo; acuérdese Luisito, de la
vez aquella, hace como tres años, cuando se tomaron las dependencias
administrativas por el asunto ese de las primas extralegales, ¿ y que
paso…? Pues fueron quince días pasando tranajos los compañeros que
permanecieron durmiendo en las oficinas, todos cochinos y aguantando
hambre por que la policía no permitió en los últimos días que ingresara
nadie a la fábrica, para finalmente terminar todo con la salida de esa pobre
gente solamente con el compromiso por parte de la empresa de entablar
una mesa de negociaciones luego de que se desalojaran las oficinas y
finalmente, lo único en concreto que se consiguió fue el incremento
normal que de todas maneras nos tenían que dar ese fin de año.
- Pero esa era otra situación Chuco, replico Robles; hoy en día hemos
ganado muchas conquistas sindicales y los de la empresa saben que
hablamos en serios cuando paramos labores, ya vera que en un par de
días de resuelve favorablemente todo esto, ya vera…
- Que Dios lo oiga, torito, respondió Eliseo en tono lacónico: ojalá no se
compliquen más las cosas yendo a por lana, salgamos trasquilados, pero
bueno, para no quitarles más tiempo, solo quiero recalcar que muchos
compañeros no aprobamos las acciones abusivas que han cometido
algunos trabajadores y que, si esta situación se prolonga más de un par
de días, estamos dispuestos a retomar nuestras labores, así no lo
apruebe el sindicato, pilas pues compañeros, a definir prontico las cosas
con las directivas, mejor, por la buenas, pues como dicen, se agarran mas
moscas con miel que con hiel, y ahora si,; les buen día señores, concluyo
Eliseo brindando la mano a cada uno de los sorprendidos dirigentes
sindicales sentados a la mesa.
- ¿ Y usted compañero Ali. Piensa lo mismo que el Chuco? , pregunto
pedro haciendo un inquisidor gesto frunciendo las cejas, pronunciando los
profundos surcos de su frente. ¡totalmente compañeros; estoy
absolutamente de acuerdo cin lo que ha dicho mi compadre; ya
cumplimos con informarles acerca de la posición de muchos trabajadores;
esta vaina no puede prolongarse por mucho tiempo, lo que piensen
lograr, concrétenlo prontico por que el palo no esta para hacer
cucharas…! Y con la forzada reverencia, se retiró del recinto en compañía
de su entrañable amigo… ¡vámonos compita, que lo que vinimos a hacer
aquí, ya lo hicimos ! y con paso presuroso, abandonaron el salón.
TIEMPOS DIFICILES.
Negros nubarrones oscurecieron el atardecer y en el aire se sentía el
familiar olor a humedad que presagiaba la ocurrencia de tormenta; los
animales de granja daban claras muestras de nerviosismo, señal
inequívoca para los acuciosos ojos de los experimentados campesinos
de la inminencia de tempestad.
A las primeras gotas, las cuales hirieron como minúsculos aguijones las
polvorientas calles, dejando sobre el suelo su individual impronta,
siguieron verdaderos chorros de lluvia, acompañados por estruendosos
truenos y enceguecedores relámpagos confirmando lo que los signos
antes descritos presagiaban.
Hacia las ocho de la noche, bajo el torrencial aguacero, un extraño tremor
comenzó a sentirse en todo el poblado y minutos más tarde, las sirenas
del cuerpo de bomberos y la patrulla de la policía resonaban por las calles
principales, las cuales se habían convertido súbitamente en auténticos
ríos; estruendosamente advertían a la comunidad sobre la inminente
llegada a las inmediaciones del centro urbano de una gran “bombada “,
como se denominaba popularmente a las crecientes súbitas del ríos San
Rafael, el cual procedente de las zonas altas de la comarca, atravesaba
de extremo a extremo el pueblo, siguiendo su habitualmente casi seco
cause, pero que en ocasiones como la de esa noche, en cuestión de
minutos incrementaba de forma aterradora su caudal, arrastrando
consigo gigantescos troncos de árboles arrancados de cuajo por base por
la furia incontenible de su torrente.
Efectivamente, minutos más tarde, las indómitas aguas superaban la cota
de desbordamiento señalada mediante un rustico varillon marcado en
toda su longitud y sembrado firmemente en un lecho de concreto en un
lugar estratégico a la orilla del río.
Rápidamente las aguas invadieron las calles del pueblo inundando
algunas viviendas de los sectores más bajos de la rivera, lugar de
habitación de los sectores mas necesitados de la población; de un
momento a otro el poblado se halló sumido en una total oscuridad ante la
interrupción del fluido eléctrico, a consecuencia de probables daños en
las líneas de conducción. La situación era aterradora; algunos
angustiados habitantes cargaban niños y ancianos en improvisada
carretas tiradas por equinos, en el mejor de los casos y en otros, la gran
mayoría, llevando sobre los propios hombros a los habitantes más
vulnerables, para ir a buscar refugio de la terrible tormenta en las
instalaciones de la iglesia donde se estableció un improvisado albergue.
De todos los lugares de pueblo llegaban familias enteras solicitando la
ayuda del sacerdote en esa angustiosa situación; los funcionarios de la
administración municipal bajo la dirección del primer mandatario y
algunos secretarios del despacho, coordinaban con las fuerzas de policía
las acciones de rescate y vigilancia en los sectores más afectados.
Unidades motorizadas de bomberos provenientes de poblaciones vecinas
acudieron prestamente para colaborar en las acciones de su competencia
mientras la furia de los elementos azotaba inmisericorde al pueblo.
Trascurrida algunas horas que parecieron eternidades, la mayor
intensidad de la tempestad, arrastrada por fuertes vientos, fue
abandonando el malherido territorio del Municipio y así, luego de pasar la
noche totalmente en vela, con las primeras luces del nuevo día, se pudo
apreciar la verdadera magnitud del desastre.
Todas las calles del poblado se hallaban convertidas en un intransitable
lodazal; enormes árboles, abatidos cual cadáveres abandonados en el
campo de batalla tras los intensos combates, yacían por todas partes;
abolladas techumbres de metal encontraron reposo en las copas de los
árboles, dando un gramático testimonio de la violencia con la hubo de
acometer la tormenta sobre las vetustas construcciones. Habitantes de
los sectores rivereños completamente cubiertos por el lodo en sus
semidesnudos cuerpos, lastimosamente trataban de rescatar del lodazal
lo que les dejo la avalancha.
Apenas hubo aclarado el día, paradójicamente hermoso tal como
acostumbra a ocurrir después de las tormentas, todo el personal
disponible para adelantar labores de auxilio, recorría las calles del pueblo
elaborando extensos listados de personas damnificadas y distribuyendo
las primeras ayudas humanitarias, consistentes el colchones , elementos
básicos de aseo y alimentos no perecederos entre la población afectada.
Con el paso de las horas, llegaban noticias de los daños ocurridos en los
sectores rurales del Municipio, los cuales no eran menos alarmantes.
Varios puentes que daban paso sobre algunas quebradas en diferentes
veredas, fueron arrasados por la corriente; varias vías verdales
principales, indispensables para el desplazamiento hacia el centro
poblado de sus habitantes, quedaron sami destruidas . La bocatoma del
acueducto municipal donde se captaba de las fuertes hídricas el agua
para el consumo humano en el casco urbano del Municipio había sido
completamente sepultada por toneladas de lodo, piedras y toda clase de
desechos arrastrados por la creciente.
La situación no podía ser más alarmante, pero los habitantes de San
Rafael de los Reyes eran un hueso duro de roer y durante las horas de la
mañana ya se observaban múltiples grupos de voluntarios, retirando con
lo que podían los escombros, limpiando las calles y trasportando
materiales de todo tipo para iniciar de inmediato las reparaciones
requeridas para recuperar prontamente la habitabilidad de las viviendas
más afectadas.
La oficina del Alcalde se vio atiborrada por centenares de personas
damnificadas solicitando la ayuda del ente administrativo, el cual vio
desbordada su capacidad de respuesta por lo cual fue declarada la
situación de Calamidad Publica en todo el territorio municipal .
La noticia de catástrofe trascendió por los medios de comunicación al
ámbito departamental y nacional. – Tranquilo alcalde, afirmo la voz
telefónica que finalmente, luego de innumerables llamados por parte del
despacho del alcalde a la oficina del Gobernador del departamento. – ya
estamos enterados de lo que ocurrió anoche en su municipio; no se
preocupe ya estamos analizando la situación para definir qué clase de
ayuda podemos brindarle. Haga el favor de hacerme llegar listados de
damnificados, lo mismo que el inventario de daños prioritarios; pero
recuerde que nuestros recursos limitados alcalde, así que por favor
limítese a lo que sea estrictamente necesario; aquí veremos como les
podemos colaborar pero tiene que tener paciencia; y tras alguna otra fútil
afirmación, colgó – paciencia, dice, esos burócratas de mierda; exclamo
don airado don Alfonso, comprendiendo el tácito mensaje de abandono a
su suerte que acababa de recibir por parte del mandatario departamental.
– A la hora de pedir nuestro apoyo durante la campaña, aquí llegan
sonrientes y echándole el brazo al cuello a todo el mundo, pero una vez
que salen elegidos se acomodan en sus lujosas oficinas y se olvidan de
los campesinos que les dimos el voto para que llegaran allá…
En la fábrica reinaba una relativa calma, a raíz de la situación de
emergencia pues casi todos los Huelguistas salieron en desbandada
para atender sus propias calamidades domésticas y solo algunos de los
más recalcitrantes activistas permanecieron en sus instalaciones.
- ¿ y ahora que hacemos compañero ? ; pregunto sin saber que actitud
asumir Pedro Gómez a su inamovible compañero de lucha. – Pues
hermano, nos tocó suspender las protestas mientras la gente atiende la
emergencia; respondió lacónicamente el Toro Robles, contemplando el
sepulcral silesio que desde hacía varias horas, reinaba en el salón
sindical. - yo creo que tendremos que dejar pasar un par de días para
retomar las actividades, concluyo diciendo mientras organizaba algunos
papeles sobre la mesa de trabajo.
- De acuerdo, compañero vamos a ver qué fue lo que paso en el pueblo; y
salieron del recinto apagando antes las luces, dejándolo sumido en
absoluta penumbra.
Los habitantes de la unidad de vivienda de funcionarios de la empresa no
corrieron con mejor suerte que los habitantes del pueblo puesto que,
estando ubicada la fábrica unos cuantos metros sobre la rivera del rio, la
mencionada construcción recibió el primer embate de la embravecidas
aguas. Todas las viviendas fueron invadidas por el torrente, subiendo
hasta un metro de altura el nivel de inundación de las mismas, anegando
con un pestilente lodo las casas. Esa mañana, las habitualmente
encopetadas y ociosas señoras de los altos funcionarios de la empresa
lucían como cualquier otro habitante del pueblo, con el barro hasta la
cintura, haciendo ingentes esfuerzos por salvar lo que pudieran de los
muebles y enceres de sus casas. De manera lastimera sacaban el lodo
del interior de sus casas valiéndose de toda clase de recipientes y sus
consortes, usualmente altivos y arrogantes, ahora luchaban como
cualquier vecino por preservar lo que pudieran de sus pertenecías.
Y es que a la hora de las trajerais o los desastres naturales no valen nada
las clases sociales ni los prejuicios de ningún tipo; en esas circunstancias,
todos nos vemos reducidos a nuestra primigenia ascia, la de seres
vulnerables y flageles, la de simples seres humanos en condición de
necesidad y entonces sí, todos somos iguales, y ocurrió que muchos
humildes trabajadores acudieron en compañía de familiares y conocidos,
de manera voluntaria a colaborar en las labores de recuperación y aseo
de la viviendas de los afranjado funcionarios que hermosa manera de
demostrar la grandeza de las personas más humildes…
Una de las primeras familias en recibir la ayuda fue la del ingeniero Uribe
y su esposa Cheila quien haciendo acopio de valentía insospechada, no
se limitó a atender su propio calamidad si no que, dejando de lado sus
propias necesidades, se puso al frente de una improvisada brigada de
ayuda para toda su comunidad, organizado las tareas según un orden de
prioridades, atendiendo primero la situación de niños y adultos mayores,
a los cueles se hubo de ubicar temporalmente en tiendas de campaña
suministradas por las empresa y solo entonces, una vez garantizada su
condición de relativo bienestar se procedió, hasta bien entrada la noche
bajo la luz de potentes reflectores instalados por personal técnico llegado
entre aquellos quienes acudieron en su ayuda, a las labores de limpieza
de la unidad residencial, seria mente afectada por la inundación,
demostrando la mencionada psicóloga ser una persona digna de
admiración y respeto no solo por sus vecinos si no por toda la comunidad.
Teniendo en cuenta la magnitud del desastre, triste mente solo se
perdieron dos vidas humanas en el sector rural del municipio al
desprenderse un barrancón sobre el techo de un humilde rancho,
sorprendiendo mortalmente a sus desprevenidos moradores .
No puede decirse lo mismo de las enormes pérdidas materiales
incluyendo cultivos, ganado, aves de corral, y las graves afectaciones en
la infraestructura vial y de muchas edificaciones del casco urbano del
Municipio. Se requeriría de un largo tiempo, mucho trabajo y cuantiosos
recursos económico para la reconstrucción y recuperación del municipio.
- Esto a sido un castigo cínico por las calumnias contra el padrecito y las
otras personas de la parroquia fue una voz circulante por todo el municipio
ante la evidente relación, según quienes así lo afirmaban entre en sentido
reclamo que hiciera el párroco durante la misa matutina en la misma fecha
de la noche de la avalancha; no había nada más que pensar, se trataba
de un castigo de Dios para los apostatas que osaron calumniar vil mente
a su represéntate en la tierra y más aún, después de la advertencia que
algunas animas mensajeras hicieran, según los hechos ocurridos la
noche de las apariciones en el pueblo y que la descreída comunidad no
supo apreciar en su momento.
Para recuperar el favor del todo poderoso, el padre y sus colaboradores
o daban abasto los días subsiguientes, atendiendo la andanada de
solicitudes de misas, rogativas, procesiones y cuanta actividad religiosa
fuera posible realizar, lo cual hizo olvidar prontamente las afaugias
vividas en los días anteriores.
Cosa muy distinta ocurrió por los lados de la alcaldía donde un irascible
mandatario se consumía de indignación ante el giro inesperado que
tomatón los acontecimientos a consecuencia del desastre natural;
conociendo la posición en favor del sacerdote asumido por gran parte de
la comunidad, no se atrevió a volver a mencionar siquiera sus
cuestionamientos sobre el proceder del párroco y esta vez tuvo que
resignarse a aceptar su derrota.
- Perdí esta batalla, pero no la guerra; se dijo así mismo dando por
terminado el misterioso asunto de las animas de San Rafael.
LA HUELGA II.
Los días siguientes trascurrieron en medio de una gran actividad por parte
de los habitantes del pueblo, muy atareados con las labores de
reconstrucción de las áreas afectadas; los habitantes del campo,
trabajando en la restauración de sus cultivos; los comerciantes del pueblo
en la reparación de sus negocios y la reposición de las mercancías
perdidas; los vecinos del pueblo, haciendo lo propio en sus comunidades,
pero en la fábrica, una vez retomado el ritmo de trabajo los testarudos
miembros del sindicato reanudaron sus acciones de protesta,
argumentando ahora la urgente necesidad de los reconocimientos
económicos solicitados para atender las necesidades generadas por las
pérdidas producidas por la inundación en los hogares de los trabajadores.
Nuevamente los mítines en el salón sindical los cartelones desafiantes
exigiendo las pretensiones reclamadas, fueron calando en la mente de la
masa de trabajadores, los cuales, cada vez el mayor número se fueron
uniendo a la causa impulsada por los miembros del sindicato.
Como ara ya usual, se convocó a la asamblea general de trabajadores,
pero en esta ocasión se invitó a presenciar la misma a algunos
funcionarios de la empresa encargados de las áreas relacionadas con el
bienestar social y con la parte financiera de la en entidad.
-bueno compañeros miembros del sindicato; hoy es el día; sentencio
pedro a sus camaradas presentes a la sede sindical, - ya citamos al
personal a las doce y en punto comenzamos la asamblea.
-¿y ya confirmaron su asistencia los representantes de la empresa? ,
pregunto Joaquín Tavera. – sí, Guaco, ayer confirmaron su presencia el
director de recursos humanos, el subgerente financiero y el director de
bienestar social; - hay que ver con que tinterillos llegan; repunto pedro.
- ¿están listos todos los documentos que serán incluidos dentro del pliego
de peticiones, ¿intervino desde la cabecera de la mesa de trabajo el Toro
Robles, quien como de costumbre parecía naufragar en medio de un
océano de papeles desparramados en la zona de la mesa que ocupaba.
- ¿ya hombre, tranquilo?, replico Pedro; esto está listo desde hace días,
solo tuvimos que cambiar las fechas para la de hoy, lo de más quedo
igual.
- Siendo así, solo tenemos que esperar unos minutos para ir calentando
los ánimos para la batalla compañeros; concluyo diciendo el viejo
Joaquín.
Como parte de la rutina diaria marcando las distintas actividades del que
hacer en la fábrica, la estridente bocina anuncio el comienzo del receso
para el almuerzo en todas las áreas de la empresa y tal como la última
vez los trabajadores fueron dirigiéndose al salón sindical y ubicándose
bien fuera en algunas sillas disponibles o en cualquier lugar que
encontrasen libre para soportar el seguramente muy prolongado lapso de
tiempo que sabían de ante mano tomaría la reunión.
Trascurridos unos veinte minutos, llamando hacia así la atención de la
concurrencia el presidente del sindicato local de trabajadores dio a
conocer algunas informaciones sobre los sentidos de mitin solicitando
encarecidamente la colaboración de los asistentes en el sentido de
respetar las normas y procedimientos establecidos para solicitar y llevar
a afecto las intervenciones que fuercen consideradas.
Saludando protocolariamente a todos aquellos trabajadores que se
hallaban en su camino hacia la mesa principal los funcionarios citados en
representación de la empresa se ubicaron finalmente en los lugares a
ellos asignados en l aparte central de la larga mesa preparada para el
evento, franqueados al lado y lado por los miembros de la junta directiva
del sindicato.
Una vez realizadas las actividades de rigor, el secretario del ente gremial
procedió a dar lectura al orden del día y otros procedimientos de ley que
una asamblea de esta clase requería.
En primer lugar se concedió el uso de la palabra al representante de los
trabajadores de la fábrica, Joaquín Tavera, quien agradeciendo la
oportunidad comenzó su intervención: - señores representantes de la
Empresa Concretera de Occidente S.A, señores miembros de la junta
directiva del sindicato de trabajadores, compañeros sindicalistas, señoras
y señores… y soltó una diatriba enredada sobre lo que a su juicio
constituía la razón de existir de una empresa, de su imperiosa necesidad
de mantener relaciones cordiales con sus trabajadores y mucho bla, bla,
bla; hasta que, tocando el punto central del conflicto presente, haciendo
gala de su peculiar léxico, soltó el desafortunado comentario: -“
compañeros trabajadores hablándolo así, el arriero necesita mantener
sus mulas de la mejor forma para que no le voten la carga “… y no había
terminado la frase cuando una incógnita voz, camuflada entre la
concurrencia grito a la asamblea, lo suficientemente fuerte para asegurar
ser escuchada por todos los asistentes; - ¿“ mulas o burras”? ,
refiriéndose, tal como todos lo atendieron al apodo con el cual era conoció
el viejo Joaquín ocasionado una resonante carcajada general
acompañada de comentarios jocosos relacionados con el mimo. El pobre
Joaquín, al sentirse blanco de la burla de todos, con el rostro
absolutamente rubicundo por una mezcla de indignación y coraje, solo
atino a dar por terminada su intervención diciendo: “si ven, compañeros,
con ustedes no se puede “ , lo cual desato una segunda carcajada
colectiva, esta vez acompañada por chiflidos y pullas surgidas entre la
concurrencia.
Los funcionarios representantes de la empresa la vieron dura para no
unirse al contagioso acceso de risa que puso fin a tan desafortunada
intervención.
- Por favor compañeros, orden, reclamo enérgicamente el secretario del
sindicato; - se le recuerda a la asamblea que esta es una reunión muy
importante por lo cual solicito a la respetada concurrencia evitar
cometarios fuera de lugar.
- Una vez reestablecido el orden, el presidente del sindicato tomo el uso de
la palabra, cuidándose mucho de no incurrir en algún gazapo que le
llevara a correr una suerte similar a la de su predecesor.
Pero tampoco falto, en virtud de la heterogénea audiencia uno que otro
alarido anónimo salido de tono que de igual manera desato la sorna
contra el orador, pero a pesar de todo y por tratarse de un líder sindical
de vieja data, habituado de los gajes del oficio, capoteo de la mejor
manera la situación, logrando enunciar sus reclamaciones ante los
atentos delegados de la empresa, los cuales se limitaban a tomar
esporádicas notas en sus respectivas libretas de registro, hasta el
momento en el cual se concedió la palabra al director de Bienestar Social
de la fábrica, dependencia esta que se ocupaba de establecer programas
y planes encaminados a mejorar las condiciones laborales en la entidad
lo mismo que de adelantar actividades extra laborales para mejorar la
calidad de vida tanto de los trabajadores como de sus familias. En su
intervención, el funcionario enumero los diversos programas que en favor
de los trabajadores venia impulsando su despacho y las numerosas
concesiones aprobadas por la empresa en los últimos meses en favor de
su personal, extendiéndose a tal punto que lo que inicialmente fuera un
apenas perceptible murmullo entre el auditorio. Termino convirtiéndose
en una estruendosa rechifla que hizo imposible a aquel, terminar
adecuadamente su preparada intervención.
Nuevamente se hizo necesario el llamado al orden or parte de los
miembros de la junta sindical para mantener el nivel de concentración
requerido para tratar temas de tal importancia; era lo usual en las
reuniones del sindicato.
Luego de varias interrupciones en el desarrollo del orden del dia
programado, gracias al campamiento poco disciplinado de la
concurrencia, hizo su intervención el Subgerente financiero de la
empresa, funcionario en el cual, a los ojos de la congregación, recaía la
decisión de conceder o no los pretendidos racionamientos económicos
motivantes de agitación entre los trabajadores.
Luego de emplear en su discurso muchas perífrasis y adornos para
abordar el punto álgido, el referido funcionario sentencio con tono adusto:
- “señores es materialmente imposible, en las actuales circunstancias
financieras de la empresa, acceder a las pretensiones económicas
consignadas en el pliego de peticiones que se nos ha hecho llegar. Llamo
a la cordura a esta asamblea para que hagamos causa común con las
directivas, mejorando la producción lograremos unos márgenes de
utilidad que permitan reconducida la posibilidad de acceder al menos en
parte a lo solicitado”.
Una nueva rechifla y abucheos de toda clase ahogador la voz del orador,
el cual, evidentemente molesto, guardo silencio durante varios minutos,
mientras que atravesó de otro micrófono el secretario del sindicato
llamaba a guardar la compostura para permitir al orador ter minar su
intervención.
Entre la inconforme gritería se escucharon voces altisonantes pidiendo
acciones inmediatas de echo como la toma de las instalaciones y
lanzando toda clase de improperios contra la empresa y sus directivas
hasta que finalmente, quizás ya agotados de tanto gritar, se apaciguo el
ambiente permitiendo al atribulado funcionario terminar su discurso.
Como punto final del orden del día terminado, el secretario ¿anuncio la
intervención de algunos individuos quienes solicitaron formalmente el uso
de la palabra para plantear sus opiniones a la comunidad de trabajadores.
Un respetuoso inusitado silencio se apodero del recinto cuando apoyado
en su reluciente bastón confeccionado hace muchos años en duro
guayacán, reconocido por su dureza similar a la del acero, luciendo su
inseparable boina de fino paño, lentes bifocales que hacían ver como
atravesó de dos lupas sus cansados ojos; don Pedrito Agustín, con sus
noventa y tantos años de edad a cuestas, uno de los primeros
trabajadores contratados por la entonces recién creada empresa, por allá
en los comienzos de los años treinta, participo en la construcción desde
sus cimientos de la ahora imponente infraestructura de la concretera.
Para la fecha de la reunión, hacía ya varios años que disfrutaba de su
pensión de jubilación, pero todavía, gracias a su prodigiosa lucidez
mental, constituía la memoria histórica viviente del pueblo por lo cual
gozaba del respeto y aprecio general. – amigos míos, comenzó diciendo
en su habitual tono reposado, - permitan teme expresar mi humilde
opinión sobre el asunto que hoy se debate; quizás para muchos, solo les
parezcan las apreciaciones de un viejo senil, pero de todas formas creo
que puedo aportar algunas consideraciones que podrían ser de alguna
utilidad en las que actuales circunstancias. Durante mi larga vida, en la
cual por más de cuarenta años trabaje en la mayoría, si no es que en
todas las secciones de esta empresa, a la cual llegue siendo apenas un
muchacho de dieciocho años sin estudio alguno y que solo tenía como
experiencia la labor diaria del campo cortando caña y atendiendo los
animales de mis taitas; pero eso si, y es algo que todavía el día de hoy
reconocen aquellas personas que trabajaron con migo como compañeros
de labor en la empresa o los numeroso jefes a los cuales serví con mi
mayor empeño; todos me recuerdan por mi honradez, tanto en mi trabajo
como en mis asuntos personales; nunca le quite nada a nadie ni participe
en ninguna acción que no me pareciera justa y así pasaron todos los años
que tuve el honor de ser trabajador de esta empresa, la cual me dio para
levantar mi rancho, para educar a mis doce hijos, sin lujos pero sin que
les faltará lo necesario, y ustedes saben, señores que seis de ellos aun
laboran o son pensionados por la empresa, y todos coinciden con este
viejo en lo mucho que le debemos a la empresa… silencio total en el
auditorio y prosiguió don Pedro Agustín: - he visto y he escuchado de
algunos de ustedes sus inquietudes sobre lo que esperan obtener con las
huelgas que se han adelantado en las últimas semanas y echándole
cabeza al asunto me quedan algunas dudas sobre la manera como están
haciendo las cosas; señores es cierto que es justo el reconocimiento
económico por las horas extras laboradas lo mismo que el recargo por los
días festivos y dominicales; estoy totalmente de acuerdo con eso pero
también les quiero poner en consideración de todos ustedes para que no
se repita lo ocurrido durante el cierre del año cincuenta y nueve; hace
apenas unos años atrás pero que parece ya nadie recuerda, pero yo si lo
hago; acuérdense de lo que paso con esos treinta y tres días de paro,
como se llevó casi al cierre la fábrica y como finalmente nos tocó echarnos
para atrás en las peticiones ante el riesgo que corríamos de quedarnos
no solo sin el reajuste salarial que en esa oportunidad se pedía si no sin
trabajo por el inminente cierre de la empresa en nuestro pueblo y ahora,
por lo que he podido enterarme hablando tanto con compañeros de
sindicato del cual fui miembro fundador como todos ustedes conocen y
en el cual libre muchas batallas en busca de mejores condiciones
laborales, y por otra parte con algunos señores funcionarios de la
empresa, quienes amablemente me recibieron en sus oficinas para darme
a conocer sus puntos de vista creo que es necesario que las dos partes
se dan en algunos puntos para llegar a un acuerdo inicial que permita
mantener la continuidad de las actividades en la fábrica y se evite así
mayores males para todos; no estoy diciendo, prosiguió don Pedro que
renunciemos a nuestras pretensiones, solo digo que acordemos con la
empresa alguna forma gradual de hacerlas posibles, flexibilizando un
poco las posiciones en la mesa de negociación que es lo que tenemos
que iniciar rápidamente con las directivas en lugar de prepararnos para
otro paro más que a nadie beneficia. Señores, gracias por su atención,
espero que algo de lo que les he dicho sirva para solucionar prontamente
las cosas en beneficio de todos; concluyó el anciano, recogiendo su
bastón del lugar donde le había colocado cuidadosamente al iniciar su
intervención; luego se acomodó parsimoniosamente su modesta
cachucha y con paso cansino abandono el estrado con la ayuda de
algunos voluntarios que se apresuraron a prestarle sus brazos como
apoyo para bajar las escalinatas que daban acceso a la tarima.
No hubo aplauso ni ovación alguna, solo un respetuoso silencio se
mantuvo pesadamente en el ambiente mientras el patriarca se hubo
acomodado en la silla que le facilitaron en la primera fila de asistentes
para que pudiera seguir haciendo presencia durante las deliberaciones.
Las palabras del veterano no cayeron muy engracia a los líderes del
sindicato, los cuales advirtieron el efecto apaciguador que efectivamente
surtieron en el ánimo de los asistentes, pero disimulando su incomodidad
retomaron el uso de la palabra agradeciendo la valiosa intervención de
don Pedro y proponiendo, por boca del compañero presidente del
sindicato, someter a la aprobación de la asamblea la decisión de declarar
el paro indefinido o, el conformar un comité de delegados para instaurar
una mesa de negociaciones tal como don Pedro recomendaba. Luego de
someter a la votación las dos alternativas, gano la segunda proposición,
es decir, la planteada por don Pedro Agustín, quien a todas luces seguía
manteniendo entre los trabajadores su gran respetabilidad a pesar de los
años.
Con el beneplácito de los representantes de la empresa, quienes aún se
encontraban participando de la asamblea, se elaboraron las actas
pertinentes sobre lo decidido en la reunión. Y se tomaron algunos
acuerdos sobre los contenidos de la propuesta lo mismo que los
delegados por parte de los trabajadores para formar parte de la mesa de
negociaciones, los cuales serían elegidos durante el trascurso del día, de
manera que estuviera todo listo por parte de los trabajadores para dar
inicio a los diálogos a primera hora del día siguiente.
Durante esa noche se adelantaron reuniones por parte de cada una de
las partes intervinientes en el conflicto, para tener apunto algunos
documentos con las proposiciones a presentar al otro día; litros y litros de
café fueron consumidos tanto en el salón sindical como en la oficina de
Bienestar Social y en el área financiera de las entidades hasta altas horas
de la madrugada.
Contra lo que esperaban los directivos de la empresa, los trabajadores no
retomaron sus labores si no que se limitaron a hacer presencia en sus
puestos de trabajo, según instrucciones emanadas de la directiva sindical,
no obstante, a primera hora, los delegados del sindicato se hicieron
presentes en la sala de juntas con la Gerencia Administrativa para dar
comienzo a las negociaciones.
Propuesta va, contra propuesta viene, acaloradas discusiones sobre éste
o aquel punto considerado indispensable para alcanzar cualquier
acuerdo; sindicalistas que súbitamente se levantaban de sus sillas para
abandonar el lugar de reunión, regresando más o menos pronto, luego de
consultar con sus asesores para retomar la discusión.
Así transcurrieron dos agotadores días de negociaciones; en tres
oportunidades llego a visualizarse el posible fracaso de los diálogos y en
igual número de veces se retomaron los diálogos en el punto donde
fueran suspendidas, quizás más como acciones intimidatorias que como
reales posiciones de las partes, pero, finalmente al termino del segundo
día de trabajos, se materializo un acuerdo con carácter temporal, el cual
establecía el compromiso por parte de la empresa de la implementación
progresiva de algunas concesiones a las peticiones de los trabajadores,
a lo largo de un tiempo de seis meses a partir del momento de la firma de
los documentos que daban fe a los acuerdos logrados; finalmente hacia
las nueve de la noche, entre apretones de manos y mutuas
congratulaciones, se dio por superada la crisis laboral en la empresa
concretera del Municipio de San Rafael de los Reyes…¡ Viva el sindicato
de trabajadores del Empresa Concretera de Occidente S. A. vociferó
eufóricamente el Toro Robles, mostrando de forma manifiesta su
satisfacción por lo logrado ; ¡Vivaa…¡ respondieron al unísono las voces
de sus compañeros de negociaciones y luego de ello fueron uno a uno
abandonando el recinto, formando luego pequeños corrillos en los cuales,
como si no hubieran sido suficientes las agotadoras jornadas recientes,
se continua comentando uno y otro aspecto de los puntos acordados por
la empresa.
Esta vez, al parecer, las cosas salieron bien, al menos por ahora, lo cual
no era habitual, tal como se acostumbraba en el singular poblado de San
Rafael de los Reyes.
LAS OLIMPIADAS DE SAN RAFAEL
Luego de superada la crisis laboral, los encargados de las labores en
cada área de producción de la fábrica retomaron sus labores de vigilancia sobre
el desempeño de sus grupos de trabajadores, y es que la estructura
organizacional de las áreas de producción se asemejaba a una gran colmena
donde cada celda, la unidad básica operativa se encargaba de una labor
especifica bajo la coordinación de un supervisor, al cual se daban instrucciones
de manera continua para garantizar el adecuado desempeño del grupo de
trabajo que le fuera asignado por su superior jerárquico, generalmente un
funcionario conformación técnica o profesional en el área pertinente. Durante los
días siguientes y como parte del plan de actividades que fuera diseñado pocos
días antes de la ocurrencia de la huelga, el ingeniero Uribe delego en algunos
funcionarios del área administrativa la coordinación de la logística necesaria
para la realización de algunas actividades lúdicas y deportivas proyectadas, las
cuales a su modo de ver, contribuían en gran manera a terminar de normalizar
el ambiente laboral entre los trabajadores, mientras se materializaban las
concesiones a las cuales se comprometió la empresa en l mesa de
negociaciones y como ya se dijo, se vinculó para colaborar en la organización
de las actividades a algunas de las señoras habitantes de la unidad de vivienda
de los directivos de la fábrica.
Con evidente entusiasmo, probablemente por constituir una oportunidad para
ocupar provechosamente su excesivo tiempo libre, Nancy no paraba de hablar
sobre los eventos que a su juicio podrían realizarse tanto en las instalaciones de la
fábrica como en el pueblo, aprovechando la infraestructura con la cual se contaba;
incluyendo caminatas, competencias atléticas, eventos artísticos y culturales,
carreras ciclísticas y toda una serie de propuestas, algunas de las cuales eran
evidentemente irrealizables, dadas las condiciones del entorno, perfectamente
conocidas por todos, desde hacía ya un par de horas en la sede de la dirección de
Bienestar Social, donde se había reunido con su amiga Sheila Ruiz , la diligente
esposa del Ingeniero José María Uribe, el cual, en virtud de la enorme carga laboral
que enfrentaba por esos días, pidió ayuda a su mujer para sacar adelante estas
actividades programadas por la empresa como parte de los compromisos adquiridos
recientemente para con los trabajadores.
- Me parecen buenas tus propuestas; intervino Sheila para cortas
sutilmente el largo vuelo de su amiga, de manera que no quedara en
evidencia su intención, considerando un poco fuera de a realdad algunos
de los planteamientos que aquella acababa de formular. – Miremos cuales
de ellas podemos realizar, considerando el limitado presupuesto que ha
sido asignado por la empresa para materializarlas. - ¿ósea que tenemos
que desechar alguna?, preguntó sorprendida la, ahora no tan efusiva
colaboradora. - creo que tendremos que priorizar solamente tres o cuatro
eventos para acomodarnos al presupuesto, no lo tomes a mal Nancy,
esas fueron las instrucciones que me dieron en la oficina de la
subgerencia Financiera, pues al parecer no se dispone de muchos
recursos en estos momentos, más aún con todos los compromisos con
todos que la empresa tuvo que adquirir para resolver la amenaza de
huelga de los días pasados; según se me informo, se están
implementando en la empresa duras políticas de austeridad financiera
para cubrir los gastos que se avecinan. - ¿y entonces que vamos hacer,
amiga?, replico al tiempo que golpeaba nerviosamente la superficie de su
escritorio con la punta del lápiz que sostenía en la mano. – tranquilízate
Nancy, solo tenemos que ajustarnos al presupuesto del cual disponemos,
nada más que eso.
- Vea señora Nancy, tomo la palabra la funcionaria delegada del área
financiera de la empresa, - se me ocurre que consultemos con la Alcaldía
Municipal sobre la disponibilidad de escenarios que pudieran ser
utilizados para realizar algunos eventos, y según lo que se nos ofrezca de
su parte, procederemos a la elaboración de los presupuestos y a la
organización logística que sea necesaria, ¿no Le parece? – ¡pues será!
Contesto con evidente desagrado la aludida. - ¿y cuáles actividades crees
que se pueden realizar, Sheila? pregunto la financiera dirigiéndose a la
psicóloga, quien, señalando con un asterisco en el listado que tenía en
su poder, escogió las que a su modo de ver podrían ser actividades
viables de realizaren, y entonces leyó en voz alta aquellas elegidas : -
jornada de integración áreas operativas, administrativas y directivas de la
empresa, apunto a manera de título a lo que proponía; - esta podría
realizarse en el campo de futbol acá en la empresa, creo que hay
suficiente espacio y no sería complicado instalar algunas carpas con
bebidas y alimentos, los mismo que instalar los equipos de sonido para
animar la reunión; por otra parte creo que podríamos proponer al alcalde
su colaboración par a realizar una clásica ciclística partiendo de las
instalaciones de la fábrica y recorriendo un trazado por las zonas
aledañas a la empresa, para que el Municipio de la respectiva
autorización y coordine los cierres viales que sean necesarios y se
garantice la seguridad por parte del comando de policía en todo el
recorrido.
- Como tercer punto, todos sabemos que uno de los deportes preferidos
por los habitantes de la región es el juego de tejo, por eso pienso que
debemos incluir esta actividad organizando un campeonato relámpago
que incluya a los familiares de los trabajadores de la empresa. - ¿y no va
haber baile, amiga? interrumpió bruscamente Nancy. – a eso voy, para el
cierre de las actividades programaremos un espectáculo artístico de
música popular en el parque principal del pueblo, como los que se hacen
durante las fiestas patronales; solo sería cuestión de conseguir la tarima
y el sonido con algunos patrocinadores entre los proveedores de la
empresa, de esta forma, solo le quedaría a cargo de la compañía asumir
el costo de un grupo musical que anime la bailada. – Ah, bueno mija, ya
me estaba asustando, es que sin baile no hay fiesta; déjame a mi
coordinar el bailoteo ya verás el rumbonón que organizo. Los asistentes
a la reunión asintieron riendo ante la ocurrente manera como planteo su
iniciativa la costeña colaboradora.
Antes de dar por terminada la reunión, se distribuyeron labores entre los
allí reunidos; unos deberían encargarse de elaborar cuidadosamente los
presupuestos para las cuatro actividades aprobadas; otros se hicieron
responsables de contactar a las autoridades del municipio para coordinar
con las mismas los permisos lo mismo que la logística requerida para la
realización de cada evento, así como del diseño de los planes y
cronogramas a seguir en cada una de ellas.
Correspondió a las dos amigas la labor de coordinar con el Municipio lo
relativo a la realización de la carrera ciclística, utilizando alunas vías
carretearles de la pudrición del Municipio. También quedo bajo su
responsabilidad la organización de la verbena popular que se realizaría
en el parque principal del pueblo como colofón de las jornadas
proyectadas. – si no tienes problema, podemos ir esta misma tarde a
hablar con el alcalde, propuso Nancy con entusiasmo. – Si, no hay
problema solo déjame organizar unas cosas en casa y te llamo por
teléfono para acordar a qué hora podemos ir hasta la alcaldía, respondió
la psicóloga.
- Tienes que controlar en entusiasmo desbordado de Nancy; comento a la
hora del almuerzo en su residencia en Ingeniero Uribe a su esposa, luego
de escuchar de aquella los por menores de la reunión que Sheila había
tenido unas horas antes, y de referirle lo acordado y a lo que ella se había
comprometido. – recuerda que no disponen de muchos recursos, anotó
Uribe. – lo se cariño, respondió ella con la ligera sonrisa; no te preocupes,
conozco bien a Nancy y sé que hay que frenarla un poco para que no se
desmande, pero es preferible contar con una persona como ella con tanta
disposición e iniciativa para organizar esta clase de eventos; ¿no te
parece que está como mandada hacer para ella esta misión, ¿no te
parece ?, inquirió el esposo. – sí, pienso como tú, asintió ella, en la tarde
voy con Nancy a hablar con la gente de la alcaldía para ver como sacamos
adelante el proyecto; ¿y tú que tienes que hacer? – reuniones y más
reuniones, respondió amargamente José María; - pero no hablemos más
del trabajo cariño y vamos a descansar un momento antes que pase a
recogerte el conductor que te llevara al pueblo. – bueno, vamos; consintió
alegremente la joven, tomando la mano de su esposo conduciéndolo
hacia el dormitorio…
Luego de un no tan corto rato en compañía de algunos funcionarios de la
alcaldía, el mandatario llego saludando cordialmente a las damas que le
hacían paciente antesala. – por favor sigan señoras, invitolas señalando
con la mano la puerta que se mantenía entre abierta con su diestra con
un ademan que invitaba a ingresar al despacho.
- Me entere de las nuevas buenas sobre el conflicto en la empresa, estoy
muy contento con el arreglo al que se llegó días anteriores; la gente del
pueblo andaba muy inquieta por ese asunto; todos sabemos
perfectamente que lo que ocurra en la fábrica automáticamente de
manera muy profunda la vida diaria de este poblado, pero díganme
señoras, ¿que las trae por aquí? – muchas gracias señor alcalde
agradecemos mucho su gentiliza al recibirnos acá en su despacho, somos
conscientes de sus múltiples ocupaciones, y continuo, - como usted
recordara en nuestra última entrevista se planteó la posibilidad de realizar
algunas actividades culturales y deportivas con la comunidad, no solo el
personal vinculado con la empresa si no incluyendo a todos los habitantes
de San Rafael. – sí, si, por supuesto que lo recuerdo ¿y que han decido
al respecto? – bueno alcalde, prosiguió la emisaria; queremos poner en
su consideración algunas propuestas que pensamos, podrían hacerse
realidad con la colaboración del Municipio. - ¿y cómo de que se trata ?,
intervino el mandatario con actitud interesada. – señor alcalde, queremos
proponerle realizar conjuntamente con la empresa dos actividades
principales, las cuales irían acompañadas por otras menores para dar
realce a estos eventos. – soy todo oídos, señoras, interpeló don Alfonso
asumiendo una postura fingidamente formal. – bueno, lo primero que
queremos proponerle la realización de una carrera ciclística, la cual,
partiría de la fábrica y seguiría un recorrido por algunas vías secundarias
que brinden las condiciones necesarias para el desarrollo de un evento
de esta clase; la empresa asumiría los costos de la logística requerida,
así como la premiación para los mejores corredores y la alcaldía municipal
se encargaría de la organización del recorrido, la seguridad durante el
mismo y la preparación de las vías por las cuales se decida que va a
transitar la carrera.
- Eso podría arreglarse sin, mayor problema; anoto el mandatario; - ¿y la
otra actividad en que consiste. Esa es la que me toca a mí, señor Alcalde:
intervino con entusiasmo Nancy quien hasta ese momento aguardaba con
impaciencia el momento de participar en la conversación. – mire alcalde,
si usted lo permite, pensamos realizar una jornada cultural en las horas
de la tarde y rematar con una verbena popular en la noche, en una tarima
que se montaría en el parque principal del pueblo para que asista todo el
que quiera; ya hemos contactado algunos patrocinadores que correrían
con los gastos y a la alcaldía solo le correspondería dar el permiso para
la realización del evento y coordinar las medidas de seguridad necesarias
como en cualquier acto masivo que se haga en el pueblo; - ¿ qué le
parece ? estas últimas palabras las pronunció reforzándolas con su vivaz
mirada color miel y abanicando coquetamente sus pestañas y regalando
al mandatario la mejor de sus sonrisas; lo cual, al efectivamente casi
derritió al sexagenario mandatario el cual no9 dudo siquiera en contrariar
para nada al par de bellas y refinadas interlocutoras, por el contrario
sintiéndose alagado por la manera interesada con la cual le trataban las
susodichas, adopto una postura galante, a pesar de sus evidentes
falencias en el campo del refinamiento y la etiqueta.
- ¿cómo podría negarme a cualquier solicitud que me hagan dos damas
tan distinguidas como ustedes?; cuenten con m i colaboración para lo que
consideren conveniente, no soy más que su más humilde servidor;
termino afirmando zalameramente el burgo maestre.
- Mil gracias señor Alcalde intervino ahora Sheila; entonces con su
aprobación ¿con quién nos entendemos para coordinar fechas, horas,
lugares y todo lo necesario? – blanquitaa… vocifero rudamente el
hombre, dando al traste con el ficticio aire de refinamiento que hasta ese
momento había mantenido, retomando su habitual campechanía.
- ¿sí, señor Alcalde?; respondió de inmediato ingresando veloz mente la
requerida secretaria del despacho. – llámeme inmediatamente al
secretario de Obras y al Director de Cultura; ¡pero ya ¡. – si señor Alcalde,
de inmediato reposto la funcionaria quien salió del despacho
apresuradamente del despacho para cumplir con la orden recibida.
- Señoras mías, voy a presentarles a los dos funcionarios encargados de
las secretarias de despacho que tienen que ver con la organización de
esta clase de eventos; pero antes díganme con toda confianza, ¿les
provoca tomar alguna cosita, un café, un refresquito? Algo sorprendidas
ante tal deferencia hacia sus personas, rechazaron cortes mente el
ofrecimiento agradeciendo el gesto. - ¡estas señoras no se dejan
consentir!; nuevamente el estilo campechano hizo espontanea presencia
en la reunión. Gracias, señor Alcalde, es usted muy amable pero la verdad
es que recién almorzamos antes de venir hacia acá.
- ¿si señor Alcalde? Pregunto al ingresar apresuradamente al reciento el
secretario de obras del Municipio, funcionario encargado de todos
aquellos relacionados con la infraestructura del ente territorial. Sin saludar
al recién llegado, el mandatario se limitó a interrogarle descortésmente. -
¿y dónde anda el sin tanticas ese del Carlos, el de Cultura y Deportes? –
ya le mandamos llamar, Alcalde creo que se encuentra en el polideportivo
municipal, atendiendo un evento programado con niños del sector rural
se explicó el nervioso funcionario. – bajándole un poco al tono el Alcalde
le respondió: - bueno, pues mientras llega siga Ingeniero vea, le presento
a las doctoras (en estos pueblos, como en todo el país se acostumbraba
brindar este título académico a aquellos individuos a quiñes se deseara
ensalzar, sin importar que lo fuesen o no; esto es parte de nuestra
idiosincrasia ) que vienen de parte de la empresa concretera para
proponernos la organización de unos eventos con la comunidad, a los
cuales, ya di mi aprobación, se adelantó a decir denotando con ello que
se trataba implícitamente de una orden directa para el subalterno, quien
se limitó a asentir con la cabeza y a extender tímidamente su diestra a las
ponderadas visitantes. - mucho gusto doctoras; Ricardo Sierra, para
servirles. – mucho gusto Ingeniero; respondió Nancy, adelantándose
intencionalmente a su compañera para estrechar la mano del apuesto
funcionario, el cual, al parecer, cayo de maravilla a la sociable dama; otro
tanto ocurrió, pero de manera más impersonal con la psicóloga. – mucho
gusto Ingeniero Sheila Ruiz, respondió cordialmente al saludo a ella
presentado.
- ¿qué pasa Alcalde? Entro diciendo en voz alta el otro funcionario
requerido; - ¿para que soy bueno? y esbozo una sonrisa que se notaba
autentica considerando el desparpajo con el cual se movía al ingresar al
despacho el singular personaje; un hombre joven de unos treinta años,
muy apreciado en el pueblo por su espontanea alegría, emprendimiento
innato para cualquier actividad que se propusiera llevar a cabo y un gran
sentido de solidaridad con sus allegados; era un buen tipo y por eso don
Alfonso lo apreciaba mucho, pues sabía que siempre podía contar con él,
lo cual había sido muchas veces comprobado, especialmente durante las
situaciones difíciles, como la última inundación que afecto gran parte del
territorio municipal, en la cual desempeño un papel fundamental,
coordinando múltiples acciones de la más diversa índole para la atención
del desastre natural. esa
- sintiese Charles y bájele a las revoluciones, que un día de estos le va a
dar un soponcio por andar tan acelerado. – no me diga eso Alcalde, usted
sabe que yo siempre estoy en la jugada (expresión coloquial que significa
estar atento). – Ay, perdón, mucho gusto señoritas, mi nombre es Carlos
Suarez, director del Departamento de Cultura y Deportes del Municipio de
San Rafael de los Reyes; afirmo adoptando una solemne actitud con la
cual provoco la risa de los asistentes. - ¡señoras, Charles, ojo! Reprendió
bonachonamente don Alfonso. – las doctoras aquí presentes piensan
realizar unos eventos por parte de la fábrica en unión con la alcaldía acá
en el pueblo, por eso lo mande llamar. – Ah, bueno Alcalde, ¿qué hay que
hacer? – eso es lo que tienen que coordinar con nuestras distinguidas
visitantes mijo, tome nota de lo que las damas quieren realizar y me pasa
un informe sobre lo que considere necesario para ver como organizamos
la logística junto con la empresa. Sin dejar de sorei8r ni un momento el
jovial funcionario, concluyo afinando: - pues las doctoras dirán, yo estoy
para servirles, si gustan vamos a mi oficina y me cuentan que piensan
hacer para mirar cómo podemos realizarlo.
- ¿y usted que piensa Sierra?; increpó el mandatario al Ingeniero que
guardaba un tímido silencio, permaneciendo de pie, al lado izquierdo del
escritorio sin participar en la conversación. – si las doctoras lo desean,
podemos reunirnos en la oficina de Charles, o en la sala de juntas de la
alcaldía, y así coordinamos entre todos los eventos que desean llevar a
cabo. – me parece muy bien, sentencio el Alcalde vallan a la sala de
juntas que allá van a estar más cómodos. – bueno Alcalde acepto el
secretario de obras, dando por descontada la aprobación de los restantes
asistentes, y así fue, en efecto.
- muchas gracias señor Alcalde, es usted un sol, terminando de fulminarlo
con una nueva sonrisa, estirando coquetamente su mano para colocarla
al alcance del referido como si quisiera que le besase el dorso de la
misma, al estilo medieval. – a sus órdenes mis bellas señoras; respondió
don Alfonso retomando la postiza actitud cortesana. - no las puedo
acompañar en este momento por unos asuntos surgentes que debo
atender, pero me tienen al tanto de las cosas por favor, claro que sí señor
Alcalde, apunto Nancy; - estamos en contacto; termino diciendo casi
cantando mientras se ponía en pie.
- le agradécenos mucho su amabilidad señor Alcalde se despidió
cordialmente Sheila, y se retiraron del despacho guiadas por los dos jefes
de la secretaria designados por el mandatario para atenderles.
Una vez en la sala de juntas, una y otra expusieron sus respectivos
planes, esbozando la manera como creían que podían realizarse, por su
parte los secretarios de despacho hicieron algunas observaciones y al
cabo de unos pocos minutos, ya se tenía elaborado un primer proyecto
de las actividades proyectadas, dando un tiempo prudencial para su
ajuste y puesta a punto, fijando como fecha tentativa para la realización
os días viernes, sábado, y domingo último del mes en curso.
Trascurridas cerca de dos horas y viendo que pronto comenzaría a
oscurecer, Sheila se apresuró a dar por terminada la reunión, debiendo
halar del brazo a la entretenida Nancy, quien no paraba de hablar,
evidentemente muy a justo en sus funciones de organizadora de eventos
reparativos o quizás, también muy a gusto, trabajando al lado del joven
Ingeniero Sierra.
- Nancy, nos vamos, mira la hora que es; afirmo inquita Sheila, viendo se
reloj que marcaba las cinco y cuarenta de la tarde. ¡Uyy, como pasa el
tiempo cuando uno se divierte ¡lanzo despreocupadamente al aire la
costeña, al tiempo que se levantaba de su silla y levantaba su colorido
bolso de mano. – entonces aquí vamos a comenzar a organizar todo lo
necesario para la realización de los eventos afirmo amablemente Sierra;
- que tengan buena tarde, doctoras yo les comunico cualquier novedad al
teléfono que me dejaron. – muchas gracias a los dos, se despidió Sheila
y salió adelante. – nos estamos hablado Ingeniero; apunto pícaramente
Nancy mientras aferraba la mano extendida del joven. – hasta luego
Carlos, agrego y siguió a su compañera.
- que muchachos tan encantadores ¿no te parce querida? cometo Nancy.
– ¿cómo que te cayo muy ben el Ingeniero Sierra verdad? - ¡qué dices
amiga !, pero no me vas a negar que es un churro. – Ay Nancy tú no tienes
remedio, mira a ver si te buscas un lio con el Doctor Amaya; acá los
chismes vuelan y de un agota forman un océano. – pues en ese mar me
ahojaría encantada, respondió riendo la aludida, - además alimentar el
ojo no es pecado; ¿o si amiga? y sin dar tiempo a una repuesta continuo:
- el hecho de estar a dieta, no impide ver el menú amiga; lo que pasa es
que tú todavía estas en luna de miel con José María. – y espero
mantenerme así para siempre, respondió Sheila. - ¡hay mija, lo bueno no
dura para siempre!; afirmo lacónicamente Nancy. – Álvaro y yo hace
tiempo que dejamos atrás esa época es la ley de la vida, creo. - ¡yo no
pienso igual!; repunto algo molesta su compañera. – yo creo que lo que
hay que hacer es cuidar día a día la relación con la pareja y no olvidar las
cosas que los unen. – pues te deseo suerte, ojalá puedas mantener tu
relación como está ahora ¡mira, ahí está el carro de la empresa! ¡vamos
pues, afirmo Sheila apurado el paso.
Ya los cantos de las cigarras se escuchaban solitarios dominando el
silencio de la estrellada noche cuando el campero se detuvo frente a las
casas colindantes donde vivían las dos amigas, las cuales se apearon
rápidamente para dirigirse cada una a su hogar. – nos vemos mañana
Nancita se despedido Sheila dando un beso en la mejilla a su compañera,
bueno amiga que pases buena noche, respondió la otra mientras buscaba
el manojo de llaves que cargaba en su bolso se dirigió a paso apurado
hacia la puerta de su vivienda.
¿cómo te fue querida; interrogo?; Álvaro a manera de saludo. – bien
cariño, tu sabes cómo es de complicado eso de organizar eventos. ¿Y a
ti como te fue, ya rendiste los descargos?
- Si, hoy en la tarde me llamaron a la oficina de recursos humanos para dar
mi versión de lo que ocurrió en día del problema con el atarban ese
respondió distraídamente el médico, sin dejar de hojear el texto de
farmacología que sostenía en sus manos restándole importancia al
asunto.
¿y qué piensa que puede pasar con eso?, insistió la mujer, tratando de
llamar la atención de su esposo deGGGGG quien odiaba que adoptara
esta clase de actitudes indiferentes cuando le hablaba. Sentía que no la
tomaba en serio y eso la enervaba en grado sumo.
¡no le pongas atención a ese asunto!, corto tajantemente el tema, dejando
ver cierta contrariedad ante la insistencia de su mujer. – porque más bien
no preparas algo se cenar estoy muerto de hambre; concluyo diciendo el
medico sin levantar la mirada del libro.
LAS INTRIGAS DE DON PEDRO
Luego de una larga y agotadora jornada bajo un clima inclemente que
cambiaba de un momento a otro del calor extremo al más chudo
chubasco; esa noche la peonadana se retiró a descansar luego de
despachar prontamente la cena que les fuera distribuida por las cocineras
de la casa grande, tal como se conocía la residencia principal de la
Hacienda la Trinidad; según conocedores, la mejor y más prospera de la
región y de la cual se jactaba de ser su afortunado propietario don Pedro
Moya ( quien como acostumbraba desde hace muchos años, luego de la
trágica muerte de su esposa tras una larga y penosa enfermedad que la
fue marchitando poco a poco hasta extinguir su existencia); luego de
cenar se sentada en su silla preferida, una robusta mecedora de madera
con tejido de fibra de esparto en el espaldar, para hundirse en sus
recuerdos de aquellos días felices cuando siendo un muchacho, comenzó
a abrirse espacio en la región con el esfuerzo diario del trabajo del campo
pero con el apoyo y el vivificante elixir del amor de su esposa. No había
obstáculo alguno que no superaran ni meta que no consiguieran; eran
invencibles o al menos, eso creían hasta que la parca demostró su
inefable primacía al arrebatarle a Pedro al ser al cual amaba más que a
nada en el mundo. Largas horas, en ocasiones, noches enteras,
transcurrían pesadamente, en las cuales solo el sordo chirrido del
maderamen de la vieja mecedora, como si de un grotesco tic-tac de reloj
se tratara, marcaba el intangible paso del tiempo con cada leve empujón
que con los pies daba desganadamente el hombre sobre el piso para
impulsar mecánicamente su silla, ubicada por su expresa orden como
único mobiliario del amplio balcón delimitado por un robusto barandal de
cedro, especie arbórea nativa de la región, ahora muy escasa por lo cual
era apreciada y costosa. Este se había convertido en el rincón del mundo
que Pedro había reservado para sus infaltables momentos de añorante
soledad, los cuales se habían constituido con el tiempo en un ritual
respetado por todos los habitantes de la gran casona. Era el momento del
patrón y nadie debía interrumpirle, afirmaban las leales sirvientas
quienes, por varias décadas, aun mucho tiempo antes de la muerte de la
señora María Antonia a quien veneraban y temían a la vez, servían
fervorosamente, llegando a formar parte, si puede decirse, del paisaje de
aquella hacienda.
- ¡ no vaya a interrumpir al patrón, Aquileo, mire que usted ya sabe que a
él no se le puede molestar cuando está en su mecedora, no se busque
un buen regaño y más bien, siéntese ahí y tómese un pocillo de
aguapanelita con queso !; - aconsejo la anciana, sirviendo lo anunciado
sobre la gran mesa de madera rustica que ocupaba gran parte de la
espaciosa cocina en la cual permanentemente ardía la estufa de carbón
donde se preparaba la enorme cantidad de que los trabajadores de la
hacienda consumían cada día .
SURGE EL ROMANCE
LA CARRERA.
Trascurridos varios días de agotadoras jornadas de trabajo, atendiendo
contra tiempos de toda índole y debiendo asumir medidas improvisadas
de último momento, finalmente se puso a punto la organización de los
eventos para la fecha programada. En el parque principal delo pueblo se
erigió una enorme estructura con armazón de acero y recubierta con
kilómetros de tabla de madera que sería la tarima principal, la cual se
utilizaría como palco ceremonial para animar los distintos eventos
proyectados, y fue así como una mañana de miércoles bajo un sol
radiante, se procedió a realizar la ceremonia de inauguración de las
llamadas “jornadas de integración comunitaria del municipio de San
Rafael de los Reyes”.
Luego de unas emotivas palabras por parte del primer mandatario, de
algunos representantes de la empresa concretera y del gremio de
comerciantes de la localidad, se llevaron a cabo algunos actos culturales
y recreativos en la mentada del parque principal del pueblo, con una
nutrida asistencia de los pobladores tanto del área urbana como de las
veredas del municipio; ello gracias, a la intensa campaña publicitaria
desplegada durante los días anteriores por todo el territorio Municipal,
anotándose de esta manera el primer logro, la junta organizadora de los
eventos.
Hacia el mediodía una gran multitud se congrego en las inmediaciones de
la entrada principal de la fábrica, a manera de preámbulo de las
actividades deportivas prontas a iniciar. A unos pocos metros de tan
portón de ingreso, se había instalado con lujo de detalle la grilla de partida
de la cual arrancaría la clásica ciclística, la cual contaba con un nutrido
grupo de participantes de todas las edades con los más disparejos
equipamientos deportivos, los cuales iban desde las tradicionales
bicicletas de turismo, en las cuales usualmente sus propietarios
trasportaban las herramientas y productos agrícolas en su diario trajinar,
hasta sofisticadas bicicletas de alta competición, en las cuales se
movilizarían algunos encopetados funcionario de la empresa, pero por
tratarse de un evento recreativo, no se presentaban reclamos ni
observaciones negativas respecto a las desiguales condiciones entre los
participantes.
Los distintos equipos se fueron ubicando ordenadamente en la zona de
partida, ofreciendo un colorido espectáculo gracias a los varios tonos de
los uniformes de cada representación, amén de los de las maquinas,
muchas de las cuales tenían más la apariencia de un vehículo promotor
de espectáculo de circo que de otra cosa.
Dos atractivas jóvenes fueron las encargadas de dar la largada a la
competición, la cual comenzó a un ritmo semejante al que tendría un
grupo de escarabajos (o cucharones, tal como se les conocía a estos
singulares quirópteros en la región), subiendo una cuesta.
Más de quince minutos se tomó dar la salida hasta el último grupo de
ciclistas, en razón a que varios de los equipos presentaron
prematuramente problemas técnicos al intentar fallidamente dar los
primeros pedalazos sobre sus mal mantenidas maquinas, requiriendo de
la asistencia de algunos mecánicos de la empresa quienes se
improvisaron con técnicos en bicicletas, los cuales atendieron
prestamente las contingencias gracias a su gran recursividad que incluyo
el uso de toda clase de alambres, tiras de caucho recortadas de viejos
neumáticos, tuercas y tornillos sacados solo Dios sabe de dónde, entre
muchos improvisados elementos para reparar las maquinas.
- Hágale Emilio, no afloje el paso que vamos con el grupo de adelante,
animaba Ali, desde la destartalada motocicleta adecuada como vehículo
de acompañamiento del equipo representante del área de mantenimiento
de la concretera, quien, como parrillero de la mima, cargaba una rueda
de repuesto, varias cantimploras con bebidas, un morral terciado a la
espalda repleto de herramientas y como si ello fuera poco una bolsa sobre
sus piernas con algunos fiambres para sus pupilos. - ¡ eso es fácil de decir
hay sentado, verraquera !; rezongo Emilio mientras impedía con todas
sus fuerzas impulso a la biela de su bicicleta para coronar la ligera cuesta
por la cual transitaba el reducido grupo de corredores al cual daba cierra
y que amenazaba con dejarlo atrás.
Haciendo una maroma bastante peligrosa, Ali le alcanzo sobre la marcha
una cantimplora al quejoso. – beba un poco, tamalito y vera que agarra
fuerza; insistiendo hasta lograr que el fatigado pedalista aceptara lo que
le ofrecía a manera de asistencia en competencia (o como pudiera
llamarse).
Como era de esperarse algunos participantes, los mas jóvenes, tomaron
prontamente una notoria ventaja sobre el resto de competidores,
imprimiendo ahora un fuerte ritmo de pedaleo que buscaba ir eliminando
a los rezagados.
Compadre, compa… ¡bendito chuucoo !!; grito ya impacienté desde su
lugar en la parte posterior de la moto al conductor del vehículo, quien a
consecuencia del viento y del propio estruendo que, hacia el vetusto
motor, no escuchaba adecuadamente lo que sus espaldas su compañero
se esforzaba por comunicarle.
Volteando un poco la cabeza hacia atrás Eliseo atendí el requerimiento
de su parrillero. - ¿qué pasa compita?
- Bájele un poco al paso de la moto por que se nos quedó atrás el resto del
equipo; (pretenciosa denominación para los otros dos miembros del
mismo), los cuales, seguramente andarían transitando enggggggg otro
sector de la carrera; eso en el mejor de los casos.
Acatando la recomendación de su compañero, el conductor disminuyo
notablemente la velocidad del vehículo, permitiendo ser rebasados por un
buen número de participantes sin que aparecieran por ningún lado sus
otros coequiperos; ya algo inquietos ante la demora, decidieron dar vuelta
en un recodo de la vía para ir en busca de los dos rezagados, uno de los
cuales encontraron muy atrás casi en el grupo de coleros. - ¿qué paso,
chino Melo?, pregunto Ali al extenuado corredor quien daba evidentes
muestras de fatiga. -
¿y ternurita, que se hizo? – por ahí atrás viene, es que se le soltó la
cadena y tubo que bajarse a arreglarla como puso; como ustedes no
andaban por ahí cerca…exclamo denotando cierto disgusto el muchacho.
– pero si apenas llevamos unos pocos kilómetros; ¿no vamos ni a la mitad
de la carrera y ya se baro?; respondió el veterano mecánico al tiempo que
alcanzaba un embace de bebida azucarada al corredor, quien la tomo de
buen agrado, engulléndola en tres sorbos y devolviendo el envase vacío.
- Bueno chino, hágale pues que nosotros vamos a encontrar la ternurita;
dele pues; y partieron en contravía de la carrera en pos del rezagado a
quien hallaron unos cientos de metros atrás, a un lado de la vía tratando
de recolocar la cadena de su bicicleta, la cual estaba apoyada en el suelo
con las llantas hacia arriba mientras el muchacho forcejeaba con el pedal
tratando de lograr el ingreso de la descarrilada cadena sobre los dientes
del plato del pedal.
- ¿que hubo, ternurita; que le paso?; saludo Eliseo al atareado competidor,
al detener la motocicleta a escasos centímetros de la estropeada bicicleta.
– pues señor pinzón que me desencadene por tercera vez y no logro
volver a colocar la cadena respondió el muchacho. – espere un momento
mijo que eso lo arreglamos en menos que me limpie un ojo. – tranquilo,
chino; intervino Ali quien ya metía mano a la biela, ayudándose con dos
llaves graduables para distenciónar la cadena, solucionando, tal como lo
anunciara, en pocos momentos el desajuste mecánico presentado. – listo,
chino, eso ya quedo al pelo tómese unos tragos de limonada y súbase
rápido que se nos fueron los demás. – sí, gracias don, Ali, ya los alcanzo
no se preocupe señor replico reanimado el dócil joven, el cual mantenía
una profunda admiración por la habilidad con la cual Ali resolvía el más
complicado daño que se presentara en cualquier tipo de máquina y en un
instante, partió veloz en pos del grupo de corredores que le habían
tomado una buena ventaja.
- Vea como son las cosas Chuquito, afirmo Ali mientras se limpiaba con un
trapo la grasa de las manos; - Emilio, ya cincuentón y mire todo lo que les
tomo de ventaja a estos pelados; definitivamente, pollo no gana a gallo;
¿o no? – pues compadre lo que pasa es que estos muchachos no tienen
mucha experiencia, mire no más que varada tan tonta la de este chino, y
si no nos devolvemos; ahí hubiera quedado… -Yo creo que eso estamos
muy viejos queda por el suelo con lo que está pasando aquí; ahí les
vamos tapando la boca a más de uno de esos novatos que n dejan de
echarnos pullas en la fábrica; concluyo arrogantemente Ali.
- ¡súbase compadre y vamos a ver cómo le está hiendo al tamal que es el
que está sacando la cara por los mecánicos!, convido Eliseo dando un
poco de aceleración a su máquina sin soltar el embrague mientras
terminaba de acomodarse con todos sus bártulos, su compañero.
A estas alturas de la competencia ya la caravana deportiva había
abandonado la carretera principal para tomar algunas vías terciarias, tal
como se denomina a aquellas que recorren rectores rurales; por lo cual
disminuyo notoriamente el ritmo de carrera, merced a los huecos y
múltiples baches que dificultaban el trascrito de los pedalistas, los cuales
ya acusaban el efecto deletéreo de las malas condiciones del camino, de
tal suerte que durante el trayecto de regreso hacia las primeras polisones
de la carrera, los improvisados asistentes técnicos, encontraron más de
un pedalista constado al pie de su máquina a la orilla de la vía luego de
desistir de su intento de cumplir cabalmente con el recorrido trazado.- ya
comenzó la quemazón de gente, compita; anoto jovialmente Ali. – con tal
que no encontremos por ahí adelante al tamal, no hay problema;
respondió su compañero, sosteniendo, no sin dificultada el manubrio de
la motocicleta que daba briosos tiro nasos con cada hueco o pedrusco
que acmentia la maquina a su paso.
Un tramo de camino adelante; cual Quijote sin escudero, dieron alcance
a Emilio, quien avanzaba penosamente sobre la vía, ya completamente
rezagado de los punteros de la carrera. - ¿no está muerto quien patalea,
compañero?; animo Ali al pobre pedalista al momento de ponerse a su
lado. - ¡no me jorobe, verraquera, que voy que tiro la toalla! gruño
jadeante Emilio. – no diga eso ni en chiste tamalito que ya faltaban unos
pocos kilómetros y si coronamos la meta, le vamos a hacer un
monumento hermanito; tome otro poco de líquido de este que le prepare
especialmente; le respondió Ali alargándole una caramañola con bebida
azucarada a la cual, en otra de sus originales ocurrencias había
adicionado una buena cantidad de licor, según el por si los cogía el frio
por el camino. El caso es que el sediento ciclista engullo sin preguntar
casi la totalidad de la cantimplora que se le ofreció, acusando al terminar
el reconocido sabor de licor y entonces, sacudiendo la cabeza cual canino
recién mojado, pregunto: - ¿y usted que le echo a eso, verraquera ?.
haciendo una mueca en señal de despreocupación, el asistente técnico
respondió: - solo unas góticas de ron y otras cositas más, tranquilo
tamalito que esa mi fórmula secreta para mantener la energía, ya vera
como lo recompone en un momentico; hágale pues, compañero que el
camino es culebrero. Sin tener ánimo para discutir, el pedalista solo se
limitó a pararse sobre los pedales de su bicicleta al sentir el efecto
vivificante de la bebida. A partir de ese momento, los motorizados
ajustaron la velocidad de la motocicleta con el penoso ritmo del pedalista,
escoltándolo en su camino hacia el sitio de llegada para asegurarse de
que no presgentara ningún inconveniente.
Para sorpresa del conductor de la moto, es decir, el chuco Pinzón
efectivamente, a consecuencia de los primeros efectos de la alicorada
bebida el otrora extenuado corredor pareció cobrar nuevos bríos,
aligerando notoriamente su ritmo de pedaleo. - ¿no le dije chuquito?
Sentencio orgullosamente Ali; ¿ve cómo revivió el moribundo?; es que mi
receta secreta no falla; mire como empezó andar de bien el tamalito.
- Con tal que no se le suba a la cabeza su menjurje y lo emborrache, todo
va a estar bien compadre; respondió Eliseo entre sorprendido y
preocupado. – no se apure compita eso lo único que le va a dar es
verraquera. – usted y sus cosas compa, no cambia; se limitó a decir
resignado el conductor.
De los treinta y cinco participantes que iniciaron la carrera, casi la mitad
ya habían capitulado a estas alturas de la competencia; lo cual era de
esperarse teniendo en cuenta la escasa o nula preparación que los
mismos tuvieron ante lo súbito de la convocatoria, la cual no dio un lapso
de tiempo mayor a unos pocos días para realizar un adecuado proceso
de preparación física y por ello en el último tercio del recorrido solo
aquellos participantes con mayores arrestos físicos, bien fuera por su
juventud o aquellos quienes de manera cotidiana utilizaban la bicicleta
como medio de trasporte, se mantenían en competencia.
Los vehículos acompañantes que abrían paso a la caravana ciclística, se
adelantaron hasta el sitio de llegada para tener todo listo al momento del
arribo de los corredores; allí, en medio de un animado ambiente los
espectadores se ubicaron a lado y lado de la vía formando un corredor
humano a lo largo de los últimos metros antes de la meta. Como en
cualquier evento deportivo se realizaron apuestas sobre el posible
resultado de la competencia, dando un gran favoritismo aquellos
corredores de menor edad, los cuales, en su mayoría eran operarios del
área de mantenimiento de la empresa, y algunos otros, habitantes del
pueblo, reconocidos por su habilidad y resistencia en el manejo del
caballito de acero.
Sobra decir que no se daba un céntimo a favor de los veteranos
representantes de ciertas áreas operativas a las cuales, luego de años de
labores, lograban acceder gracias a su demostrada habilidad en su oficio
y a la especia ercía adquirida en el mismo, además de ciertos
conocimientos específicos sobre las actividades que se desarrollaban en
cada sección.
Reza el refrán popular que Dios no desampara sus borrachos y ello se
hizo palpable en lo que aconteció durante los últimos kilómetros de la
carrera…
Echando mano de sus últimos arrestos y con el firme propósito de alzarse
con el triunfo en la competencia, el pequeño grupo de pedalistas que
avanzaba en la punta de la carrera apuro hasta el límite el paso cuando
los vehículos acompañantes les comunicaron que en poco tiempo
entrarían sobre el último kilómetro, ya en la vía de ingreso a la empresa y
entonces, se desato la última batalla por lugares de honor en el podio.
Dos ecléticos muchachos, el uno, trabajador del sector rural y el otro,
operario del área de molino de la fábrica, arremetieron con todas sus
fuerzas tratando de despegar a los otros corredores del grupillo de punta,
contando temerariamente las curvas de la sinuosa vía por la cual
transitaba y tal vez, por tal razón, al salir de una cerrada curva, uno de los
corredores no logro esquivar un profundo hueco del camino perdiendo el
control de su máquina, rodeando aparatosamente sobre la vía, y
entonces, como sus compañeros a causa de la falta de visibilidad que la
cerrada curva imponía, no pudieron anticipar lo ocurrido, yendo a dar
todos ellos sobre el accidentado sin tener tiempo suficiente para eludirlo
y fue así como uno tras otro, seis en total fueron cayendo uno sobre otro
formando una maraña de ruedas al aire bielas que seguían girando a
pesar que no tenían ya unas piernas que las impulsaran y un montón de
aporreados pedalistas desparramados a lo largo y ancho de la vía.
Un par de minutos después cuando ya la mayoría de accidentados se
incorporaba para tratar de reparar( los que tenían fuerzas para hacerlo) ,
sus averiadas bicicletas, llegaron al lugar, afortunadamente algunos
metros delante de su pupilo, los asistentes técnicos del área de
mecánicos de la fábrica, los cuales, apenas si lograron esquivar los
obstáculos pasando justo al lado del montón de máquinas averiadas y
dolidos competidores, lo cual fue afortunadamente visto a tiempo por el
alicorado corredor que seguía a la motocicleta, quien también logro de
puro milagro pasar indemne por un estrecho espacio libre; sus dos
motorizados acompañantes no daban crédito a lo que daban sus ojos
cuando contemplaron el increíble paso de Emilio a través de semejante
debacle.
- ¡que susto compita !, yo pensé que se nos iba a desbaratar el tamal en
semejante enrredo; anoto angustiado Eliseo, recobrando la compostura a
volante de la motocicleta. – lo lamento mucho por los muchachos
aporreados, pero vea como la fortuna nos sonríe chuquito; respondió Ali;
- ¡y ahora, a la meta compañero!...
- ¡vamos tamalito, que ya coronamos! Grito eufórico Ali asustado corredor
quien no podía creer la suerte con la cual había contado en semejante
percance.
Unos metros adelante entraron en el callejón por vallas metálicas
atestadas de público que anunciaban la eminente llegada y entonces
apareció ante los ojos incrédulos del sobreviviente Emilio la engalanada
pancarta de llegada donde algunos instantes previos habían hecho su
arribo, en un cine mato grafico embalaje los dos corredores punteros, los
cuales no se vieron involucrados en la caída y finamente ocuparon los
dos primeros lugares en la competencia.
Con total incredulidad, la alborotada multitud vio al parecer saliendo de la
última curva a un corredor con un desbarajustado de pie sobre los cara
pies de su máquina, seguido por una nube de humo proveniente de una
ruidosa motocicleta la cual, no podía ser otra que la reconocida máquina
del chuco Pinzón, por lo cual de manera absolutamente increíble el
solitario pedalista debía ser uno de los muchachos inscritos por el equipo
del área de mecánicos de la empresa lo cual era una toral sorpresa para
los desconcertados apostadores, y el asombro paso a total perplejidad
cuando, al acercarse lo suficiente para ser identificado pudieron
comprobar la identidad del pedalista. ¿Emilio Uribe, el tamal?, se
preguntaban incrédulos unos a otros y entonces, contra todo pronóstico
el veterano representante del área de mecánicos de la fábrica se coló en
el podio en un muy honroso tercer lugar.
Una vez superada la sorpresa inicial, se armó una tremenda algarabía
entre los espectadores quienes elogiaban el valor y la resistencia del
veterano y archiconocido corredor, el cual, al no ser aun consiente al
momento de su fatigoso arribo a la meta del puesto que había ocupado,
muy lejos de abrigar cualquier aspiración a un lugar de privilegio, no
lograba entender la causa de tanto felicitación por parte de unos y otros,
hasta que, aun cargado con sus mochilas y perendengues, un exultante
Ali se abalanzo encima suyo para abrasarle con tal efusividad que casi le
corta el aliento, debiendo el homenajeado, apartarlo de si con sus brazos
para preguntarle la razón de tanto alboroto. - ¿porque tanta alharaca,
verraquera? – hermanito pues que usted es un héroe, llego en el tercer
puesto, mi tamalito querido; ¡en el tercero!
Sin dar crédito a lo que escuchaba y aun bajo el efecto de la alcolica
receta que su compañero le formulara, comenzó el buen Emilio a dar
brincos de alegría al ritmo de los aplausos y ovaciones que aquella
muchedumbre que lo rodeaba le brindaba y de un momento a otro, sintió
como que flotaba en el aire, y en realidad no deliraba pues en efecto, dos
trabajadores de su sección de mecánicos lo levantaron sobre sus
hombros y le condujeron en medio de los vítores de la concurrencia hasta
el lugar de donde se había instalado el podio de los vencedores, donde
ya se encontraban sus dos predecesores.
Una hermosa muchacha, con un ceñido vestido amarillo, que resaltaba
su juvenil figura hizo entrega a los triunfadores de los trofeos ganados,
según el puesto ocupado en la carrera, estampando sendos besos en las
mejillas de los sudorosos campeones y así quedo registrado para la
posteridad la fotografía del podio de ganadores, con dos muchachos y un
eufórico veterano levantando en lo alto sus preseas, la cual fue
posteriormente colocada en un hermoso marco de madera para ser
exhibida en las oficinas de Bienestar Social de la empresa.
Una vez concluidos los catos protocolarios de premiación y
reconocimientos a quienes hicieron posible la realización del evento; unos
muy felices amigos se dirigieron, portando orgullosos el invaluable trofeo
del tercer lugar al sitio donde ineludiblemente abrían de celebrar
semejante hazaña.
- ¡buenas tardes rolita !, saludo feliz Eliseo al ingresar al establecimiento a
la cabeza de un nutrido grupo de acompañantes. – bunas tardes don
Eliseo, respondió la dueña del negocio; - y eso ¿a qué se debe tanta
algarabía? - ¿es que no lo sabe ?, pues le cuento que venimos a agasajar
al héroe de la clásica ciclística que se corrió hoy, a nuestro buen tamalito,
quien se ganó el tercer puesto entre un montón de muchachos de la
región. - ¿cómo va hacer?, quien ve al Emilio todo flacuchento y vea con
las que salió. – eso es para que vea rolita; intervino Ali, tomando posesión
de una mesa libre; - que nosotros, los veteranos, todavía damos guerra.
Inmediatamente entro el agasajado y en el colmo de la alegría saludo a
la propietaria. - ¡rolitaa…! Aquí vengo a dedicarle el triunfo, vieja; tráigase
unas polas bien frías, que esto va para largo…- lo felicito Emilio, en buena
hora, respondió la señora; - ya les traigo unas cervezas; sigan y siéntense
convido al resto de acompañantes del homenajeado.
LA FIESTA.
yendo de un lado para otro, con el corre – corre propio de la preparación
de un espectáculo de la magnitud del que daría comienzo en pocas horas,
Nancy se esmeraba en atender personalmente hasta el mínimo detalle
para que todo saliera perfectamente; desde la ubicación de las mesas a
los invitados especiales, frente a la tarima, hasta la verificación del
correcto funcionamiento de los equipos electrónicos instalados para la
orquesta contratada, la cual ya realizaba las pruebas de sonido antes de
su presentación, y en medio del trajín, no perdía oportunidad para
consultar con el Ingeniero Sierra cualquier nimiedad que se presentara a
lo cual el requerido accedía con inocultable gusto ante las solicitudes de
la jovial fémina; a consecuencia de lo anterior por la fuerza del habito, se
fue desarrollando entre ellos una relación más personal de lo esperado;
se les veía tomando un refresco a mitad de la jornada o salir a dar un
paseo luego del almuerzo, y así se lo manifestó Sheila, quien, preocupada
por lo que intuía, le volvió a intuir sobre lo peligroso que podría resultar
para ella el permitir una proximidad con el joven funcionario más allá de
lo estrictamente necesario.
- Otra vez tú con tus cosas, amiga, respondió asiendo un gesto de
desagrado al escuchar las advertencias de la psicóloga; - ese muchacho
es solo un buen amigo y nada más; tu tranquila que tengo todo bajo
control. – eso espero, amiga eso espero…
Como en la mayoría de las pequeñas poblaciones del país, las sedes de
las instituciones del estado son por lo general casonas adecuadas de la
mejor manera para desarrollar las labores de la administración pública y
la Alcaldía de San Rafal de los Reyes no era la excepción. A pesar de
tratarse de una hermosa edificación de estilo republicano, ya varias veces
remodelada, la cual otrora fuera un salón de eventos del afamado hotel
San Rafael, por lo cual y en contraste con lo chapucero del acabado de
las escasas oficinas con las que contaba la parte centrar de la edificación
estaba delimitada por bellas columnas dóricas formando un ovalo que
estaba coronado por una hermosa cúpula abovedada, decorada con
delicadas pinturas al fresco con temas costumbristas de la región;
realmente se trataba de una hermosa casona pero como tal, no brindaba
mucho espacio útil para las actividades propias de la Administración
Municipal, por lo cual todo los funcionarios debían por fuerza compartir
más de lo que quisieran con sus compañeros de labores por ello,
cualquier acción u omisión era de inmediato fuente de toda clase de
comentario al interior de las oficinas y aun afuera de la Alcaladina.
Más de un impertinente lanzo envenenados comentarios sobre la
llamativa proximidad entre el secretario de Planeación y la señora
delegada de la empresa, lo cual motivo las advertencias de Sheila a su
despreocupada amiga.
Cuando se terminó de verificar las condiciones de la logística preparada,
ya comenzaba a caer la noche y el personal de trabajadores de la Alcaldía
Municipal se aprestaba a abandonar la sede Administrativa para dirigirse
a sus hogares. Con auténtica euforia, la costeña entro como una tromba
a la oficina donde Sheila, en compañía de la secretaria del despacho del
Alcalde, ultimaban algunos detalles sobre el presupuesto de gastos que
se enviaría a la empresa concretera por cuenta de los eventos realizados.
- ¡niña!; ¿no han terminado todavía? Interrogo de manera intempestiva. –
ya terminamos, señora nancita; respondió amablemente Blanca,
recogiendo los documentos que yacían sobre su escritorio de trabajo. –
vámonos ya, Sheila, que tenemos el tiempo justo para ir a arreglarnos
para esta noche. – la verdad amiga, no creo que vaya a asistir; es que
estoy muy cansada y tampoco sé, si José María quiera asistir al evento o
prefiera descansar en casa. ¡Cómo no van a venir, mija!; con todo lo que
hemos trabajado para que esto salga bien. – pues no sé, Nancy; si mi
esposo decide venir, vengo; de otro modo, me quedo con él en casa. –
entonces vamos querida; adiós Blanquita, nos vemos más tarde. Hasta
luego doña Nancy, replico la funcionaria. ¡nancyy…! Y dale con lo de
doña, blanquita, que me hace sentir vieja. – hasta luego, doctora Sheila.
– adiós, blanquita replico aquella.
- ¿Por qué tan arreglada?, inquirió Álvaro al ver a su esposa especialmente
asicada. - ¿no vas a ir al baile del pueblo?, se limitó a responder la mujer,
sin dejar de mirarse en el espejo de su baño. – sabes que no me gustan
esas cosas y, además, mañana viejo temprano a la capital a trabajar en
la planta principal.
- ¿y cuando piensas regresar? Exclamo Nancy con un aire de sarcasmo. –
no sé, tú sabes bien que eso depende de la cantidad de trabajo que haya
que atender. - ¡sí, claro! Rezongo la mujer.
Ante el llamado a su puerta, la empavonada Nancy acudió a atender,
encontrando allí a su amiga y vecina, la cual, según su vestimenta casual,
claramente demostraba no tener intención alguna de asistir al. - ¿Qué
haces en esa facha, Sheila?, pregunto, aun que presentía la respuesta. –
qué bonita estas, Nancy; yo solo vine a avisarte que definitivamente no
vamos a asistir al baile; José maría llego u poco indispuesto y ya se
acostó, y yo, lógicamente voy a quedarme a cuidarlo… ¡hay amiga, que
lastima!, mi marida tampoco va a ir, pero yo tengo que hacerlo, para
asesórame que todo vaya bien. – qué pena con tigo amiga, se limitó a
decir la psicóloga. Entonces, que te vaya bien querida, nos hablamos
mañana para que me cuentes como salieron las cosas, y dándole un beso
en la mejilla se despidió de aquella y volteo en dirección de su vivienda.
-¡que cachacos tan aburridos!, dijo en voz alta mientras cerraba detrás de
si la puerta de su casa; pero lo que soy yo, no me voy a quedar aquí bien
aburrida, y diciendo esto, se apresto a terminar de arreglarse para la
ocasión.
Unos minutos antes de las nueve de la noche, se sintió afuera de la casa
justo frente a la puerta principal el sonido de la bocina del automóvil que
debía conducirla hasta el pueblo. – hasta luego querido, yo llego temprano
pero no me esperes despierto que tú tienes que madrugar mañana para
madrugar a la capital. – ten cuidado, no me gusta mucho que andes
metida en esa clase de relajos; reposto secamente el esposo quien ya se
encontraba acomodado en su lecho viendo la televisión.
El parque principal del pueblo se encontraba atestado de gente y alegres
melodías, provenientes de los potentes parlantes ubicados en la tarima
principal, dominaban el lugar; por todas partes se habían instalado mesas
platicas con sillas del mismo material, de la clase que algunas empresas
alquilaban para ser utilizadas en eventos multitudinarios; puestos de
preparación y venta al público de comidas típicas de la más diversa
índole, emanaban un penetrante olor a comida ahumada y frente a todos
los establecimientos comerciales en el marco del parque se instalaron
improvisados bares para aprovechar la ocasión de vender licor y
alimentos a los asistentes al evento popular programado para esa noche.
En algunas mesas, ubicadas frente a la tarima principal, se fueron
acomodando las personalidades invitadas especialmente por el comité
organizador; el personal de la alcaldía Municipal ocupaba sendas mesas
colocadas una enseguida de otra formando un mesón alargado cubierto
con un hermoso mantén blanco, en cuyo centro se apartaron algunas
sillas para el Alcalde Municipal, su esposa y algunos allegados suyos,
flanqueados de lado y lado por el grueso de funcionarios de la
Administración.
A unos pocos metros de la mesa principal, dejando ara el un espacio
suficiente para la circulación del personal asistente al evento, a un dentro
del sector de invitados especiales, don Pedro Moya, con un grupo de
acompañantes ocupaba otra amplia mesa en la cual ya abundaba el
wiskey, y otras bebidas, en un tácito mano a mano de opulencia con la
mesa del Alcalde, a quien no se dignó saludar al hacerse presente en el
lugar, en una clara muestra de su habitual arrogancia.
Contra lo que pudiera esperarse, en otra mesa, en compañía de algunos
colaboradores de la casa parroquial, el padre Ciro hacia presencia en el
sitio y no daba abasto para atender el saludo que uno tras otro le
brindaba, en franco contraste con la poco deferencia que se demostraba
por los anteriormente mencionados diligentes del pueblo; quizás como
una forma de protesta de las gentes ante la reciente actitud del primer
mandatario en el asunto de las supuestas apariciones en el pueblo, y en
contra del cura párroco. De igual manera, para demostrar la gran
indignación que se produjo entre las comunidades rurales al conocerse
las maquinaciones que el viejo gamonal hubo de adelantar para tratar de
imponer su propio beneficio sobre el de la población general en el lio que
se armó por la programación de la maquinaria para la reparación de las
vías rurales afectadas por la ola invernal; tampoco se vio afluencia alguna
de personal hacia la mesa de don Pedro, como clara señal de repudio
general.
Como si de la auténtica anfitriona de esa noche se tratara, Nancy hizo su
ingreso en el sitio de preferencia, brindando efusivos saludos a cada uno
de los asistentes, elogiando la elegancia de unas o lo apuestos que,
según ella, estaban los caballeros presentes, lo cual, obviamente distaba
mucho de ser cierto, tratándose de un evento popular, en las horas de las
noches, y en el poblado de San Rafael de los Reyes, poco afecto a las
reglas de protocolo, tal como ya se ha descrito; pero eso a ella no la
inmutaba y con aire principesco fue a tomar asiento junto a algunos
funcionarios de la empresa.
A manera de homenaje a los héroes deportivos de la jornada al mejor
estilo de los antiguos juegos griegos, cera a la mesa del Alcalde se ubicó
algunas locaciones para los triunfadores de la clásica ciclísticas, con
algunas sillas extra para sus acompañantes y otras tantas para los
representantes del gremio de comerciantes.
Luciendo sus mejores galas, los miembros del glorioso equipo de
mecánicos de la fábrica, quienes orgullosamente colocaron como centro
de mesa, el trofeo ganado por Emilio Uribe; valga aclarar: Ali, Eliseo y el
propio Emilio, sin la compañía de sus consortes, señoras quienes
seguramente conocedoras del efecto que el licor ejercía sobre sus
esposos; prudentemente decidieron declinar la invitación prefiriendo
permanecer a salvo en sus respectivos lugares, lejos de cualquier posible
situación bochornosa, de esas que tan frecuentemente solían
protagonizar sus incorregibles maridos…haciendo caso al viejo adagio
que dice: sobre aviso, no hay engaño…
Tratando de llenar de alguna manera el vacío que, en el alma,
seguramente habría de hacerles a los homenajeados la ausencia de sus
respectivas consortes en una ocasión tan especial, los miembros de la
junta directiva del sindicato de trabajadores de la fábrica se empujaban
unos a otros buscando acceder a las sillas dejadas por las prudentes
señoras; no era algo de extrañarse en aquellos infaltables asistentes a
cualquier clase de evento de carácter masivo donde pudieran ejercer su
natural, según ellos, derecho a adelantar proselitismo ideológico, entre
ellos el Toro Robles, Pedro Gómez, el viejo Joaquín Tavera, los otros
miembros de la parte técnica, si es que la hubo en algún momento, del
equipo de ciclistas del área de mecánicos de la empresa y aún algunos
otros corredores quienes, aunque llegaron penosamente a la meta con
mucho tiempo de retraso, sentían como suyo el brillante desempeño de
su compañero de labores y por ello exigían ser ubicados en un lugar
acorde con su importante desempeño en la justa deportiva.
Con el paso de las horas y una muy buena presentación de los grupos
musicales contratados para la ocasión, algunos asistentes, ya bajo los
efectos del licor, se animaron a demostrar sus habilidades en las artes
bailatorias, en medio de apreturas y empujones con otras parejas, debido
a la falta de espacio por el exceso de personal asistente al evento,
situación ésta muy común en eventos de naturaleza popular y tal como
era de esperarse, se fueron conformando animados grupos quienes se
animaban unos a otros tratando de atraer la atención de los asistentes y
entre aquellas duplas, con su sangre caribe a flor de piel, Nancy no
descansaba más que el tiempo necesario para beber algún refresco y
regresaba a la improvisada pista para acceder a la invitación que algún
caballero le hiciera para bailar, hasta que le tocó el turno al ingeniero
Sierra, quien, tímidamente, luego de varios fallidos intentos por
anticiparse a otros parejos, se lanzó al ruedo apresuradamente y casi que
atropellando a un caballero interesado en danzar con la graciosa dama,
logró ofrecer a tiempo su mano extendida para que la costeña le
concediera de muy buen agrado la siguiente pieza musical, bajo la mirada
inquisidora de algunas señoras, vinculadas con la fábrica y a quienes no
les parecía muy decente el que aquella se prestara para todo ese bailoteo
en ausencia de quien sabían era su esposo legítimo, el Doctor Amaya…
Las cosas se fueron subiendo de tono hasta que uno de los trabajadores
de la Alcaldía, un conocido operario de la maquinaria amarilla del
Municipio, quien había sufrido en carne propia las consecuencias de las
intrigas del terrateniente, al tener que enfrentar la airada protesta de la
comunidad, afirmo: - ¡es que lo que debemos hacer para que se acaben
las injusticias, es sacar de una vez por todas a esos mandamases de
pacotilla que se creen los dueños del pueblo…!
LA BRUJERIA
Por orden directa del gobierno nacional, los mandatarios municipales
tenían la obligación de realizar las adecuaciones de los cementerios
municipales de su jurisdicción, cumpliendo con las nuevas normas
sanitarias y ambientales expedidas por el legislador, por lo cual don
Alfonso reunió a sus secretarios de despacho que tenían que ver con la
ejecución de obras públicas del Municipio para coordinar las obras que
era necesario adelantar en las inmediaciones del viejo cementerio
municipal para dar cumplimiento a la directiva recibida.
Dentro de las obras requeridas se encontraba la renovación de algunas
viejas sepulturas, las cuales por su antigüedad presentaban un avanzado
grado de deterioro y por ello no cumplían con la normatividad vigente.
Una vez enterado de los singulares hallazgos, con una inmensa sorpresa,
el mandatario recibió de manos de uno de los trabajadores que participara
en los trabajos de adecuación, una serie de elementos que le
persuadieron, muy a pesar suyo, de acudir en la ayuda del cura párroco
municipal, al considerar que la naturaleza del asunto salía de su
competencia y recaía en la del sacerdote, según sabia sugerencia de su
fiel secretaria de despacho; Blanquita, quien no dudó un instante en
ofrecerse a llevar en un contenedor debidamente cerrado, aquellos
objetos para ser evaluados por el religioso.
La referida funcionaria, sobra decir que, muerta de los nervios,
acompañada de uno de los operarios del Municipio, trasladó el misterioso
cajón hasta el despacho parroquial, donde ya les esperaba el titular de la
parroquia al haber sido puesto en antecedentes unas horas antes de la
proyectada visita.
-Buenas tardes, Padre Ciro; saludó nerviosamente al ingresar al recinto
donde se encontraba el sacerdote. –Buenas tardes Blanquita, respondió
pausadamente el religioso, ¿Qué es eso tan importante como para que el
señor Alcalde considere oportuna mi humilde intervención? Sin
esforzarse en tratar de aparentar calma, la mujer se limitó a indicar
mediante una seña al operario que colocara el cajón sobre una mesa de
madera que se había dispuesto para tal fin. –Ya lo va a ver por sus propios
ojos, padrecito, no va a creer lo que le traemos en esta caja…
Procediendo de inmediato a retirar la tapa de madera que ya instantes
antes había sido desasegurada por el trabajador del Municipio,
arrancando algunos clavos que habían sido colocados para asegurar su
hermetismo…
Un gran trozo de paño negro cubría el misterioso contenido del viejo
cajón, y entonces, ya un poco incómodo por tanto preámbulo, el sacerdote
lo retiró con impaciencia y al hacerlo, contempló unos instantes su
contenido, sin atreverse a pronunciar palabra y mucho menos a introducir
su mano para extraer el contenido. - ¡Dios Santo! Exclamó abrumado; -
¿Pero ¿qué es todo esto, Blanca; de donde lo sacaron...? –Verá usted,
padre; ésta es solo una parte de lo que han ido encontrando los
trabajadores en algunas sepulturas que tuvieron que ser demolidas para
reubicar los restos, cumpliendo las órdenes de la capital, y según me han
dicho, a medida que avanzan los trabajos, van encontrando más cosas
como éstas que le he raído para que las vea.
-No puedo creer lo que ven mis ojos… ¿Qué clase de personas harían
algo así? -No tengo la menor idea, padre, supongo que algunos
habitantes del pueblo, de pronto, hasta a la santa misa asistirán, usted
sabe que gente, hay de toda clase.
Armándose de valor y habiéndose colocado prudentemente unos guantes
de látex, el sacerdote fue sacando del cajón los extraños objetos que
contenía, entre ellos, algunos muñecos grotescamente antropomorfos
confeccionados con tela y algunas fibras vegetales, ya en estado de
degradación, atravesados de lado a lado por agudas agujas; también
encontró unas pequeñas cajas metálicas de esas que originalmente
contenían el betún para lustrar el calzado, las cuales, al retirarse la tapa,
mostraron contener tierra y sobre ésta, en cada una de ellas había una
cruz, formada con alfileres amarrados en su intersección con hilos de
color negro...Notoriamente perturbado, por los hallazgos, el hombre de fe
continuó extrayendo otros objetos , todos ellos de evidente naturaleza
esotérica; varios pequeños paquetes, cuidadosamente envueltos en tela
oscura, muy bien amarrados con fuertes cuerdas, conteniendo
fragmentos de huesos humanos y mechones de cabello, todo ello dentro
del envoltorio; varios de ellos, además, contenían unas pequeñas tirillas
de papel con un nombre escrito en ella.
-Todo esto es pura brujería, Blanquita; exclamó airadamente el párroco,
guardando de nuevo los objetos dentro de la caja. –Si no lo estuviera
viendo, me resistiría a creer que en una población como ésta,
aparentemente tan sana, existan individuos que se dediquen a la práctica
de las artes oscuras y la magia negra. –Eso ocurre en todas partes, padre;
acotó la mujer mientras colaboraba al sacerdote a asegurar firmemente
con una larga cuerda la odiosa caja. ¿Y ahora que vamos a hacer con
esto, padre? –Por lo pronto hay que deshacerse de todo, Blanca; yo me
encargo de eso.
-Muchas gracias, padre Ciro, me quita usted un enorme peso de encima;
o sabía que tendría que hacer con esas cosas. –No te preocupes hija,
deja todo eso donde ahí donde está, más tarde me encargaré de
deshacerme de toda esa basura de la manera más adecuada; dígale al
señor Alcalde que yo me hago cargo de ésta situación y que le agradezco
el haberme puesto al corriente de los hechos; ah…y por último, dígale a
don Alfonso que me haga llegar cualquier otra cosa por el estilo que
llegaran a encontrar.
-De acuerdo, padre, se lo diré, y entonces, con una venia respetuosa, se
retiraron la mujer y el operario del Municipio de aquel despacho.
Largo rato permaneció el religioso observando la caja, ahora colocada
sobre su escritorio, mientras se paseaba de un extremo al otro de la
habitación, buscando encontrar una estrategia adecuada para manejar
tan delicado asunto, devanándose los sesos tratando de ubicar a los
posibles responsables, recordando algún comportamiento inusual entre
sus feligreses, el cual e pudiera ayudar con la identidad de los autores de
tan exsexlaves hechos; pero luego de trascurrir cerca de una hora de
profunda reflexión, concluyo que no tenía pista alguna sobre los posibles
responsables de aquellos actos sacrílegos.
-tomas, Tomasito, llamo enérgicamente, buscando ser escuchado en las
otras habitaciones del casaron; - tomas, venga para acá, repitió. Luego
de unos instantes, apareció a toda prisa a la puerta del despacho el citado
portando en sus manos un gran velón de cera hermosamente decorado.
- ¿dígame padre? – valla y deje ese cirio en la sacristía y acompáñeme. -
como ordene, padre; asintió el muchacho.
Pocos minutos después, el sacerdote, seguido de cerca por el sacristán
quien cargaba la infame caja, se dirigieron a un rincón retirado de la
cuadra posterior de la casa parroquial, donde, con la ayuda del
mozalbete, encendió una hoguera en la cual coloco a arder la caja con
todo su contenido, mientras rezaba el santo rosario y profería algunas
jaculatorias para conjurar los oscuros poderes del material incinerado.
Los días siguientes, en la medida en que las obras de adecuación del
cementerio Municipal avanzaban, se encontraron muchos otros artefactos
de similar naturaleza a los anteriores, con lo cual, la preocupación del
religioso se fue convirtiendo en autentica indicación llenándole de razones
para tomar acciones concretas sobre el asunto.
Unos sorprendidos asistentes a la misa dominical, escucharon el severo
sermón con el que el sacerdote reprobó enérgicamente los hechos
evidenciados por los objetos hallados en las inmediaciones del campo
santo del pueblo, exhortando a la comunidad a proscribir cualquier
conducta o acción que pudiera atentar contra los postulados cristianos,
siendo especialmente duro al condenar cualquier actividad relacionada
con magia negra, vudú o cualquier otra mala arte relativa a la hechicería.
Un hecho que vino a agravar la tirante situación lo constituyo la sorpresiva
visita que a la esposa de uno de los agentes de policía del pueblo, hiciera
una conocida una habitante del mismo, propietaria de un popular y
próspero establecimiento de comercio, quien una tarde lamo a la puerta
de la residencia del referido uniformado y cuando la señora de la casa
atendió a la puerta, la referida comerciante se hinco a los pies de la
sorprendida casera, pidiendo su perdón por las infames acciones que
hubo de adelantar en contra suya, al parecer por encargo de una enemiga
del policía, a quien este había perjudicado tiempo atrás en el cumplimento
de sus funciones de salvaguardar el orden público.
Luego de que la confundida ama de casa le caminara a levantarse, la
extraña visitante le entrego un trozo de tela que contenía una pequeña
muñeca de trapo con la forma de una niña vestida como tal y con una tira
de papel colocada a manera de canana donde se leía el nombre de la
pequeña hija de los dueños de casa, el cual, según la visitante, debería
ser des ruido en la hoguera por la familia de la menor para revertir el
conjuro que había sido lanzado sobre la inocente criatura.
Al parecer, las palabras del párroco durante el sermón de la misa
dominical, habían tocado a conciencia de la autora del fetiche, razón por
la cual se había decidido a echar atrás su conjuro, sin importar las
consecuencias que, a modo de penitencia, tuviera que soportar.
La absolutamente aterrada ama de casa, presa del pánico, rechazo el
objeto tirándolo al suelo y cerrándole la puerta en la cara a la compunjda
visitante.
El asunto tomo un giro casi trágico cuando, una vez enterado por su
esposa de los hechos narrados, completamente fuera de si, el uniformado
corrió a buscar a la infamar para tomar justicia por su propia mano, y lo
hubiera hecho de no ser por que al momento en que ingreso al negocio
de la hechicera, esta se encontraba acompañada por algunos clientes,
conocidos del policía, los cuales al verlo entrar blandiendo su revolver de
dotación, se abalanzaron sobre el diciéndole de sus intenciones e
invitándoles a practicar la compasión cristiana para con la arrepentida
mujer, haciéndole ver que fue por la propia actuación de la misma, como
se pudieron enterar de la maquinación en su contra y, afortunadamente,
sacarlo del negocio lograron tranquilizarlo y acompañarlo hasta su casa
sin que hubieran hechos que lamentar.
Con la velocidad de la luz, el cuento se rego por todo el pueblo y la
confesa hechicera fue objeto de tal cantidad de agresiones, tanto verbales
como de echo contra su casa, donde le fueron quebrados los vidrios por
anónimos agresores que, a los pocos días, decidió marcharse del pueblo
para ya no regresar jamás.
Como es propio de la idiosincrasia del país, tenido ya un chivo expiatorio
la comunidad pareció calmar su sed de justicia y fue así como trascurridos
unos pocos días del escandaloso exilio de la supuesta bruja, todo el
asunto quedo sumergido en un total olvido.
LA ASONADA DE LAS SEÑORAS
Luego adelantar por su cuenta algunas labores de inteligencia, las
indignadas señoras, cuyos esposos seguía ausentándose durante varias
noches a la semana, ubicaron el sitio donde presuntamente se reunían
con mujeres de la vida, tal como les decían y entonces tomaron la
decisión de obrar por propia cuenta, viendo que no se había obtenido
resultado alguno con sus peticiones ante la Alcaldía Municipal.
Bajo un sol inclemente, poco después del medio día de un jueves, el cual
no tenía connotación particular alguna, las airadas madamas se
reunieron en un costado del parque principal del pueblo y entonces,
lanzando airadas alargas contra la inmoralidad y las insanas costumbres
que se estaban según ellas, apoderando del pueblo, marcharon en grupo,
armadas con piedras y palos hacia el lugar identificado como sede de la
casa de lenocinio, motivante de su profunda indignación, y fue tan
repentina su movilización que no dio tiempo a reacción alguna por parte
de la fuerza pública.
Ubicándose frente a la reja de hierro forjado que delimitaba el antejardín
de la vieja casona, la horda de mujeres lanzo ensordecedores gritos
condenatorios contra el lugar, exigiendo además la inmediata salida del
pueblo de aquellas mujeres que corrompían según ellas a sus esposo;
conminando a las asustadas ocupantes del inmueble, las cuales mirando
desde el interior de la casa a través de pequeñas hendiduras del cortinaje
interior de los grandes ventanales, no sabían que actitud tomar ante las
amenazas que vociferaban en su contra las manifestantes y temiendo ser
agredidas por aquellas energúmenas, prefirieron permanecer
atrincheradas en el interior de la edificación, lo cual al parecer enardeció
a un más a las que protestaban afuera y de un momento a otro alguien
arrojo una piedra contra el ventanal donde se alcanzaba a avistar parte
del rostro de una de las habitantes de la casa, alcanzando en pleno el
proyectil el centro del cristal, el cual voló hecho trizas y este hecho fue
como el detónate para una verdadera lluvia de piedras y palos sobre el
resto de ventanas, las cuales fueron totalmente destruidas en pocos
minutos.
Las pobres mujeres encerradas en la casa, completamente horrorizadas
y temiendo por su integridad, se refugiaron en el patio posterior de la casa,
poniéndose a salvo de algunos proyectiles que lograban atravesar los
escombros de los ventanales.
Cuando hizo presencia en el lugar de los disturbios la fuerza pública del
pueblo, ya la turba de mujeres había superado el enrejado exterior de la
casa y se había plantado ante la viaja puerta de madera de doble hoja
que daba aseso al interior de la edificación, con clara intensión de irrumpir
en la misma, lo cual fue oportunamente impedido por los efectivos de
policía quienes se ubicaron frente al portón, impidiendo el paso de las
agresoras, y en cuales se vieron para disuadirlas de invadir el lugar,
comprometiéndose en cabeza del comandante de policía a intervenir para
dar cumplimiento en lo posible en las demandas de las amotinadas, las
cuales, inicialmente se negaron a dispersarse hasta no ver desalojado el
semi-destruido lugar, permaneciendo allí hasta que cayó la noche, sin ver
cumplidas sus exigencias pero, dejando en claro su intención de repetir
cuantas veces sean necesarias las acciones de echo hasta lograr su
cometido.
Un par de horas después de que se disolviera la manifestación, la inquieta
trabajadora del lugar procedieron a realizar la remoción de los destrozos
y la limpieza del sitio hasta altas horas de la noche no abriéndose por las
siguientes fechas el servicio a los afligidos clientes, ante la presión que
las agresoras mantenían en la población