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La Lírica Popular PDF
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6. LA LÍRICA POPULAR
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5. Semónides e Hiponacte.
6. Anacreonte y la tradición anacreontea.
7. Calino y Tirteo.
8. Mimnermo y Solón.
9. Safo y Alceo.
10. Alcmán y Estesícoro.
11. Íbico y Simónides.
12. Píndaro.
13. Baquílides.
48. El epigrama helenístico. La poesía dramática, lírica, elegíaca y yámbica en época
helenística.
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hímnica, trenética, erótica, convival, de viajes, trabajo o guerra, etc., de los cuales
conservamos pocos fragmentos.
ARTÍCULO
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apreciables en la danza, que se ejecutaba en grupo y con acompañamiento de canto
(chorós).
Asimismo han sido puestas de relieve las relaciones de la lírica con la épica, ya
que presentan numerosas similitudes temáticas y lingüísticas, de manera que puede
pensarse bien en influencias épicas sobre la lírica, bien en la coexistencia de ambas
formas literarias como expresiones poéticas. En este sentido algunos expertos, como
Nagy (vid. bibliografía), han defendido incluso la mayor antigüedad de una “protolírica”,
frente a la épica. En cualquier caso, en la épica aparecen numerosas referencias al
canto tanto común como individual. Así por ejemplo, se nos dice en la Ilíada (XXIV
720 ss.) que aedos troyanos entonaban cantos fúnebres en honor de Héctor, a los que
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las mujeres respondían con gemidos. En este pasaje se recogen además los cantos
individuales de Andrómaca (Il. XXIV 723-745), Hécuba (Il. XXIV 748-759) y Helena (Il.
XXIV 761-775). También en la Ilíada, en el marco de la descripción del escudo de
Aquiles, se cuenta cómo cantaba un joven citaredo en una fiesta de la cosecha,
mientras muchachas y muchachos bailaban y proferían gritos al son de la música (Il.
XVIII 567 ss.). En este mismo marco (Il. XVIII 490 ss.) se habla de cantos de himeneo
en las bodas. Dichas alusiones al canto no se dan sólo en Homero. De igual modo, en
Trabajos y Días 655 ss. Hesíodo se refiere a su propia participación en los juegos
(áethla) celebrados en honor del fallecido rey Anfidamante de Calcis (Eubea), en los
que “resultó vencedor con su himno”. Existen además múltiples menciones al canto en
los himnos homéricos, como se aprecia en los dedicados a Apolo y a Hermes. En el
primero (H. Ap. 141-173), se nombran los certámenes (agōnes) de lucha, canto y
danza organizados por los jonios en Delos, así como las muchachas Delíades que,
después de elogiar en sus himnos a Apolo, Leto y Ártemis, cantaban sobre personas
del pasado; por último, se ensalzan las habilidades de un aedo ciego de Quíos. En
otro pasaje de la misma composición (H. Ap. 514-544) se explica cómo Apolo guiaba a
los cretenses en procesión al santuario de Delfos, tocando la lira, mientras ellos
entonaban un peán, y se recoge, incluso, un diálogo entre el jefe de los cretenses y el
dios. En el segundo de los himnos citados (H. Merc. 54 ss.) se compara al dios, que
improvisaba cantos acompañándose de la lira tras inventar el instrumento, con los
jóvenes que intercambiaban burlas en ambientes festivos.
Por consiguiente, a partir de lo hasta aquí expuesto, puede deducirse que los
comienzos de la lírica griega ofrecen un panorama complejo, puesto que, por un lado,
se distinguen sus vínculos con los ámbitos cultuales y por el otro, la presencia de
elementos líricos en obras épicas. A esta dificultad cabe añadir la cuestión planteada
más arriba de la relación entre la lírica propiamente literaria, representada
fundamentalmente por los poetas del canon alejandrino: Alcmán, Estesícoro, Íbico,
Safo, Alceo, Anacreonte, Simónides, Píndaro y Baquílides, y la lírica no literaria,
denominada popular. En tanto que poesía lírica, cabe asignar a la lírica popular ciertas
peculiaridades también presentes en la lírica literaria. Es decir, puede definirse por su
oposición a las manifestaciones poéticas dramáticas y hexamétricas, aunque
reconociendo los nexos de unión entre épica y lírica. Del mismo modo, puede
atribuírsele un acompañamiento musical a través de lira o flauta, una vez que ésta fue
introducida en Grecia, desde Asia Menor, en el siglo VII a.C. Sin embargo, es
necesario insistir en que la lírica popular se distinguía claramente de la literaria por su
condición no culta, tradicional y anónima. Además, la lírica popular se caracterizaba
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por su oralidad, tanto desde el punto de vista de la ejecución como de la composición,
aunque, de manera secundaria, pudiera llegar a ponerse por escrito. Por último, es
necesario subrayar que, debido a las particularidades indicadas, se conocen muy
pocos, y habitualmente fragmentarios, testimonios de lírica popular. Esta circunstancia,
así como la posibilidad de que las manifestaciones de lírica popular conservadas se
hayan visto influidas por la lírica literaria, debido a su transmisión escrita, a menudo
bastante tardía, dificulta claramente el estudio de la lírica popular griega.
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literaria, si bien el autor admitía la conservación de ciertos rasgos típicos de la poesía
popular.
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principio, igual que para los himnos, una combinación de monodia y canto coral, en el
que se hallaría un refrán, como la exclamación trenética por Adonis ō ton Ádōnin (“¡oh
Adonis!”), cuyo ritmo —υυ―υ coincide con el refrán ditirámbico áxie taũre (“hermoso
toro”) de la “Canción de las Mujeres Eleas” antes mencionada. Por otra parte,
encontramos el citado lamento, por el amante de Afrodita, también en la lírica literaria,
como el fragmento 168 de Safo, quien trató el treno adónico en otras composiciones.
Otras estilizaciones literarias del mismo aparecían en Praxila y Teócrito. Aparte de los
trenos destinados a Adonis y Jacinto, existían en la lírica popular composiciones
trenéticas, algunas de los cuales podían adoptar forma hímnica, en honor de otros
personajes míticos como Bormo (por quien se cantaba una canción homónima) o la
heroína Erígone (por quien se cantaba la Aletis). Como en los casos antes citados del
peán y el ditirambo, también el treno conoció un extenso cultivo literario, en el que
destacó sobre todo Simónides de Ceos (VI-V a.C.).
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semejante a lo sucedido en los casos del himno y el treno, se ha sugerido para las
primeras fases del himeneo una estructura monódica con participación del coro, que
proferiría gritos rituales como ō Hyménaie (“¡oh Himeneo!”) o variantes de éste,
recogidos también por la lírica literaria, como muestran el fragmento 111 de Safo o,
incluso, en la literatura latina, el famoso O Hymenaee Hymen, / o Hymen Hymanaee
del poema LXI de Catulo. Además del himeneo, hay que citar otras canciones con
temática erótica típicas de la lírica popular, que podían ejecutarse con ocasión de una
boda, pero también en celebraciones hierogámicas o análogas. Entre ellas podrían
señalarse las composiciones sobre heroínas desdeñadas o abandonadas por sus
amantes, como el nómios de Erifanís, o las gynaikeîa mélē (“canciones de mujeres”)
de procedencia locria (testimonio 3b), en las que una mujer se dirigía en términos
eróticos a un hombre. Igualmente contenían elementos eróticos composiciones de tipo
hímnico, como la citada “Canción de la Golondrina”, donde, por ejemplo, se puede
advertir el motivo de la llamada erótica ante una puerta cerrada o paraklausíthyron.
También mostraban temas eróticos algunos partenios (cantos corales de doncellas),
que en ciertos casos presentaban, al mismo tiempo, motivos trenéticos: así la
harpálice, canción que se entonaba en honor de Harpálice, la heroína que se suicidó al
ser desdeñada por Ificles.
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políticos comunes) o de un tíaso (agrupación de personas reunidas para rendir culto a
un dios, generalmente Dioniso), se congregaban para beber y comer juntos, bajo la
dirección de uno de los comensales, el simposiarca, que fijaba las normas de
comportamiento y se encargaba de la administración de la bebida. En este ambiente
era costumbre que, tras el canto colectivo del peán, no sólo el simposiarca, sino
también el resto de los invitados, cantaran o recitaran monódicamente, a menudo de
forma breve y sobre un mismo tema y contestándose unos a otros, de manera que
podríamos hablar incluso de diálogos. Los cantos o recitaciones podían ser de índole
épica, pero principalmente lírica. En esta especie de diálogos es posible apreciar una
voluntad agonal, de competición, para establecer quién sobresalía al ejecutar o
improvisar composiciones, a lo que ya aludía el Himno Homérico a Hermes, donde
también se mencionaban las burlas mutuas, que, intercambiadas entre los
participantes del banquete, constituyeron uno de los temas típicos de la poesía
simposíaca. Aparte del escarnio, en ella se daban también otros temas eróticos,
trenéticos o hímnicos, que ya se encontraban en las ocasiones festivas antes citadas,
por lo que se asoció esta clase de poesía con el surgimiento de la lírica griega en
general.
De todos modos, cabe recalcar que esta hipótesis dejaba de lado los demás
marcos de ejecución y por ello ha habido estudiosos, como Rodríguez Adrados, que
preconizaban más bien una inclusión de motivos procedentes de estos contextos
dentro de la poesía simposíaca. En ella además se hallaban motivos políticos que
reflejaban los enfrentamientos entre distintas facciones en la sociedad de las póleis,
normalmente desde el punto de vista aristocrático/oligárquico, opuesto al
democrático/tiránico. También eran muy habituales las referencias míticas, las
pequeñas fábulas y las exhortaciones a buscar la satisfacción en los placeres y
abandonar la ambición, o las preguntas del tipo: “¿qué es lo mejor?”. Todos estos
temas aparecían, muchas veces combinados entre sí, en la lírica popular, cuyas
manifestaciones más representativas eran el epigrama (del que hay abundantes
ejemplos en la Antología Palatina) y la elegía, que compartían conexión con el treno y
metro en dísticos elegíacos. La elegía fue muy cultivada por la lírica literaria, como
demuestran muchos fragmentos de Solón, Mimnermo, Semónides o Teognis, entre
otros. No obstante a esto cabe añadir que, precisamente bajo el nombre de Teognis,
en el llamado Corpus Teognideum, se han transmitido numerosas elegías de autoría
incierta, que pueden considerarse muestras de lírica popular. Asimismo, otro ejemplo
característico de la lírica popular lo constituían los escolios áticos (testimonios 4a, 4b,
4c) (poesía monódica propia del banquete, que presentaba variedad métrica y
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temática, y consistía normalmente en unos pocos versos que los comensales
intercambiaban entre sí). La mayoría de los escolios se han transmitido a través del
erudito del siglo II d.C. Ateneo (694 C ss.). Se trata de heterogéneas composiciones
poéticas breves, anónimas y escritas entre los siglos VI y V a.C. en dialecto ático y
ritmos diversos. A éstos hay que sumar otros escolios muy parecidos a los anteriores,
pero de procedencia desconocida, que fueron atribuidos a los siete sabios y recogidos
por Diógenes Laercio.
3. Testimonios
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arriba. Reproducimos dichos textos en la traducción castellana que Rodríguez Adrados
dio en su libro Lírica Griega arcaica (Poemas corales y monódicos, 700-300 a.C.) y
citamos todos los fragmentos según la edición de Carmina Popularia de Page, excepto
la Canción de la “Eiresione”, que citamos conforme a la edición de Lyra Graeca de
Edmonds, y el fragmentos de los epitalamios de Safo, citado según la edición de Voigt.
Ven, héroe Dioniso, al templo santo de los eleos, junto con las Gracias, al templo, entrando con
tu pie de toro.
[CORO]
“[CORO]
Llegó, llegó la golondrina que trae la bella estación, el bello año, con el vientre blanco, con la
espalda negra. Saca una tarta de fruta de tu rica casa y una copa de vino y un cestillo de
queso; el pan candeal y el de sémola la golondrina…
[SOLISTA]
… tampoco los rechaza. ¿Nos vamos o nos la llevamos? Si das algo… Pero si no, no lo
toleraremos; llevémonos la puerta o el dintel o la mujer sentada dentro; es pequeña, fácilmente
la llevaremos en brazos. Pero si nos das algo, que sea algo importante: abre, abre la puerta a
la golondrina: pues no somos viejos, sino muchachos.”
La canción fue transmitida por Ateneo 360 B en dialecto dorio con aticismos. Al
parecer era cantada por un grupo de niños o jóvenes durante la fiesta de la golondrina
para celebrar la llegada de esta ave y, por tanto, de la primavera. Rodríguez Adrados
en El mundo de la lírica griega (1981) se explayó sobre las connotaciones eróticas de
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la canción y propuso un metro variado (de versos ferecracios y reizianos que
concluyen en un adonio) para la primera parte de la misma y un ritmo basado en
trímetros yámbicos para la segunda.
“[SOLISTA]
La eiresione trae higos y gordos panes, miel en un tarro y aceite para untarse el cuerpo y
una copa de vino sin mezcla para que la mujer se embriague y duerma”.”
“[SOLISTA]
Oh, Lino honrado por los dioses, pues que los inmortales a ti el primero concedieron que los
hombres te celebraran con sus voces agudas, con ritmo acordado. En su ira te dio muerte
Febo, pero cantan tu duelo las Musas desde que abandonaste la luz del sol”.
“Arriba el techo, himeneo, levantadlo, carpinteros: himeneo, ya llega el novio igual a Ares,
himeneo, mucho más alto que un hombre alto”.
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texto están presentes tanto la advocación tradicional de “himeneo” como el motivo del
elogio al novio.
“Oh, ¿qué es lo que te pasa? No nos delatemos ambos, te lo ruego. Antes de que él llegue,
levántate, no te vaya a causar una terrible desgracia a ti, y también a mí, la desdichada. Ya es
de día: ¿no ves la luz por la ventana?”.
“Estar sano es lo mejor para un mortal; lo segundo, ser hermoso de cuerpo; lo tercero, ser rico
sin engaño; y lo cuarto, festejar en unión de los amigos”.
(PMG 900) “Ojalá me convirtiera en una lira de marfil y unos bellos muchachos me llevasen a la
danza de Dioniso”.
(PMG 901) “Ojalá me convirtiese en un bello caldero de oro no puesto al fuego y me llevara
una mujer hermosa de limpio corazón”.
(PMG 893) “En una rama de mirto llevaré la espada como Harmodio y Aristogitón cuando
mataron al tirano y dieron a Atenas leyes iguales para todos”.
(PMG 895) “En una rama de mirto llevaré la espada como Harmodio y Aristogitón cuando en la
fiesta de Atenea mataron al tirano Hiparco”.
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Los escolios con temática política eran muy frecuentes. Los que enaltecían a
los asesinos del pisistrátida Hiparco (514 a.C.) pueden calificarse como prototípicos de
la mentalidad aristocrática. Los aquí citados son prácticamente idénticos entre sí, lo
que hace pensar que se trata de variantes de un mismo escolio.
“Muele, molino, muele, pues que también Pítaco muele, él que es el rey de la gran Mitilene”.
(PMG 856) “Adelante, hijos de los ciudadanos de Esparta, patria de hombres valerosos, con el
brazo izquierdo llevad el escudo delante mientras movéis la lanza con osadía sin escatimar
vuestras vidas: pues no es tradición de Esparta”.
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