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La Rosa de Los Vientos PDF
La Rosa de Los Vientos PDF
DIDÁCTICA
Primera edición, 2002
IMPRESO EN ESPAÑA
PRINTED IN SPAIN
Guía Didáctica
Juan Ramón Torregrosa
Echando a volar
1 En «Rueda que irás muy lejos» (pág. 9) Miguel Hernández
nos muestra la devoción que sentía por su hijo, en el que te-
nía depositadas todas sus esperanzas. ¿De qué distintos mo-
dos lo llama? ¿Qué tienen en común las palabras que emplea
para nombrarlo? ¿Qué le pide que haga? ¿Qué representa pa-
ra el poeta su hijo?
Miguel Hernández llama a su hijo «rueda», «ala», «torre del día»
«alborear del pájaro», «pie», «pluma», «espuma» y «rayo», palabras
que sugieren fuerza, movimiento y vitalidad. La rueda, en concreto,
simboliza la posibilidad de llegar lejos en la vida; el ala, la capacidad
de subir hasta lo más alto y puro; la torre, el impulso ascendente. El
alborear del pájaro alude al amanecer, que da inicio al día como la
infancia a la vida, en tanto que el pie, la pluma, la espuma y el rayo
tienen en común el movimiento, realidad que el poeta identifica
con el niño y con la vida. Precisamente, al hijo le pide que conserve
ese movimiento, que no permanezca quieto y que domine la tierra
como si fuera un caballo. Si al comienzo del poema lo llama rueda,
ala y torre, en la última parte lo invita a ascender, rodar y volar, esto
es, a que viva la vida en toda su intensidad.
Por tanto, el hijo representa para el poeta el milagro de la vida
que se renueva generación tras generación. En él reconoce lo más
puro y claro de su propio ser —su lejana y perdida infancia—, que
renace ahora con fuerza («Eres mi ser que vuelve / hacia su ser más
claro») y le llena de vida y felicidad («Galopa. Ven. Y colma / el fon-
do de mis brazos»).
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ECHANDO A VOLAR
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Ansias viajeras,
sueños de libertad
1 En el poema de Concha Méndez (pág. 19), ¿qué reacción des-
pierta en la niña la contemplación de los mapas? ¿Te causan
los mapas a ti el mismo efecto? ¿Qué países y regiones te gus-
taría visitar?
Al contemplar los mapas de la escuela, la protagonista siente deseos
de recorrer el mundo y vivir aventuras en tierras lejanas y exóticas:
«mares y fronteras», «islas de coral», «misteriosas selvas»… En gene-
ral, los mapas poseen un gran poder evocador, y suelen despertar
en los jóvenes el afán de evadirse y de viajar para conocer culturas y
gentes de otros lugares y vivir experiencias arriesgadas. Claro que
siempre habrá jóvenes que prefieran la comodidad de su vida coti-
diana y no aspiren a conocer otras tierras; a ellos, los mapas les pro-
ducirán un efecto de temor a lo desconocido.
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ANSIAS VIAJERAS
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A-que-lla-tar-de, al-de-cir-le 8–
yo-que-me-i-ba-del-pue-blo, 8a
me-mi-ró-tris-te-—¡qué-dul-ce!—, 8–
va-ga-men-te-son-ri-en-do. 8a
Me-di-jo:-¿Por-qué-te-vas? (7+1) 8 –
Le-di-je:-Por-que el-si-len-cio 8a
de es-tos-va-lles-me a-mor-ta-ja 8–
co-mo-si es-tu-vie-ra-muer-to. 8a
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ANSIAS VIAJERAS
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Otros países, otras gentes
1 Para nombrar las cosas usamos sustantivos y para indicar sus
rasgos o cualidades, adjetivos. En las descripciones abundan
estas dos clases de palabras. Lee el poema «Saga» (pág. 40) y
haz una lista de los sustantivos relacionados con la naturale-
za que encuentres en él. ¿Cuáles describen el paisaje nórdico?
Haz otra lista con los adjetivos que se refieren a los sentidos
(vista, oído, tacto, olfato o gusto). ¿Cuál es el sentido que más
abunda? ¿Por qué?
En el poema «Saga» encontramos los siguientes sustantivos relacio-
nados con la naturaleza: «témpanos», «fiordos», «pájaro», «leo-
nes», «osos», «nieve», «hielo», «fuego», «tierra», «hielos», «cielos»,
«tierra», «viñedos», «pájaros», «mares», «hogueras» y «costas». De
todos ellos, describen el frío paisaje nórdico los nombres «témpa-
nos», «fiordos», «nieve» y «hielo».
Los adjetivos que aparecen en el poema y los sentidos a los que se
refieren son los siguientes: fiordos «helados» (vista y tacto), proa
«delgadísima» (vista y tacto), «airosa» (vista), «suave» curva (vista y
tacto), leones «marinos» (vista), «blanco» (vista), osos «polares» (vis-
ta), «fantástica» Irlanda (vista), tierra «verde» (vista), cielos «purísi-
mos» y «transparentes» (vista), «dulce» Vinland (gusto y vista), nom-
bre «cristalino» (vista), «macizo» y «lapidario» nombre (tacto y vis-
ta), pájaro «vikingo» (vista), «solitarias» hogueras (vista), costas
«heladas» y «desiertas» (vista). Como vemos, el sentido que más
abunda es el de la vista, pues el poema es una descripción del hela-
do paisaje del norte de Europa.
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OTROS PAÍSES, OTRAS GENTES
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mo están los niños y qué les ocurre? (v. 11-12) ¿Qué “com-
prenden” las personas al salir de sus casas? (vv. 13-14)
La luz de la aurora no se percibe en una gran ciudad como Nueva
York de forma clara y pura como en la naturaleza sino que nos llega
difusa y grisácea, sucia, debido a la contaminación y a los grandes
edificios que impiden ver salir el sol en el horizonte (primera estro-
fa). Por eso Lorca identifica el amanecer con un ser inocente que gi-
me (personificación) y se pierde entre las inmensas escaleras de los
rascacielos (segunda estrofa). Asimismo, la angustia y deshumaniza-
ción que embarga a los habitantes de Nueva York les impide gozar
de la luz de la aurora (no la reciben en su boca), pues el capitalismo
salvaje (cadenas y ruidos en impúdico reto de ciencias sin raíces) ma-
ta y sepulta lo natural y puro (la aurora) y la esperanza (el amanecer
de un mundo mejor), de ahí que la aurora se sustente en cuatro co-
lumnas de cieno en lugar de sobre columnas de mármol o piedra, y
de ahí que las palomas sean negras en vez de blancas, que las aguas
estén podridas y que los nardos se asocien a la angustia. Los niños,
puros e inocentes como la aurora, también son víctimas de la explo-
tación capitalista que representa Nueva York (las monedas, el dine-
ro, mata a los niños abandonados, vagabundos, que tanto abunda-
ban en la época debido a la crisis económica de 1929). Finalmente,
la visión pesimista de Nueva York se completa al presentar a sus ha-
bitantes como personas que saben que no tienen futuro y que han
descartado de antemano la posibilidad de una vida feliz.
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OTROS PAÍSES, OTRAS GENTES
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En el reino del amor
1 En el poema de Juan Ramón Jiménez (págs. 49-50), ¿por qué
crees que la escena amorosa transcurre precisamente en una
«mañana de primavera»? ¿Qué elementos de la naturaleza
aparecen en el poema? ¿Qué relación hay entre el amor, la
naturaleza y la primavera?
Juan Ramón Jiménez sitúa la escena amorosa en una mañana de
primavera porque la mañana se identifica con la ilusión y el optimis-
mo y la primavera se asocia tradicionalmente al amor.
En el poema encontramos los siguientes elementos de la naturale-
za: alondra, mariposa, rosa, cielo, huerto, luz, cristal.
Tanto el amor como la naturaleza y la primavera se relacionan con
el impulso vital y la gestación de una vida nueva: téngase en cuenta
que en la primavera la naturaleza revive tras el letargo invernal, las
plantas florecen y fructifican y numerosos animales se reproducen.
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EN EL REINO DEL AMOR
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Caminemos de la mano
1 En «La rueda de la paz» (pág. 77), ¿qué propone Juan Rejano
para que los niños consigan alejar el fantasma de la guerra?
¿Cómo se consigue el ritmo del poema?
Juan Rejano les pide a los niños de la tierra que unan sus manos en
una rueda o corro universal que simbolice su solidaridad y su fuerza,
y sirva de conjuro contra la guerra. El poeta confía en que la voz
inocente de la infancia sea escuchada y traiga la paz.
El ritmo del poema, que imita el juego infantil de la rueda, se con-
sigue con una estructura paralelística y repetitiva que va introdu-
ciendo variaciones progresivamente: «A la rueda / del pipirigayo…»,
«A la rueda rueda / del ajonjolí…», «A la rueda rueda / del mirame-
lindo…». Otro elemento rítmico es la repetición de palabras («rue-
da», «niños», «paz») y versos completos («Unid vuestras manos»).
La rima también es fundamental para dotar al poema del ritmo ca-
racterístico de las canciones infantiles de corro tradicionales: pipiri-
gayo / manos, ajonjolí / morir, miramelindo / niños, más / paz.
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entre los puritanos, que condenan todo lo que se aparta de unas es-
trictas aunque casi siempre arbitrarias normas morales, y los confor-
mistas, quienes desdeñan todo lo que escapa a la rutina.
En general, pese a que los países democráticos occidentales reco-
nocen el derecho a ser distinto, la sociedad en que vivimos tiende a
hacernos a todos «iguales» al inducirnos a comprar unas mismas co-
sas, adoptar conductas estandarizadas y pensar de acuerdo con los
esquemas que se imponen desde el poder. Sin duda la televisión y la
publicidad son los instrumentos que más colaboran en esa uniformi-
zación de la sociedad y en la doma o eliminación de lo distinto.
12 En los versos 4-15 de «Distinto» el poeta hace una relación de
cosas “distintas”: ¿cuáles son? ¿Cómo se estructuran esos do-
ce versos? ¿En qué verso posterior recoge Juan Ramón todos
los elementos enumerados? ¿Qué correspondencia se estable-
ce entre dichos elementos y los sustantivos del verso 18?
El poeta enumera seis cosas «distintas»: un pájaro, un monte, un ca-
mino, una rosa, un río y un hombre. De esa manera, viene a decir-
nos que la naturaleza es diversa y distinta, y el hombre, como mani-
festación suprema de esta naturaleza, también. Sin embargo, en
esos doce versos el poeta cede la voz a los «iguales», que dan rienda
suelta a su afán destructor. Se trata de seis grupos de dos versos ca-
da uno con idéntica estructura sintáctica, en los que los «iguales» in-
vitan por medio del uso del modo verbal imperativo a eliminar toda
diferencia o diversidad. Ahora bien, en el verso 16, el poeta retoma
la voz para enfrentarse a los «iguales» e invitar a todas las cosas
perseguidas, enumeradas en el verso 23, a buscar refugio y protec-
ción en su corazón de hombre y poeta, distinto también en todo. Es-
tos elementos aparecen aludidos en el verso 18 por una serie de sus-
tantivos que se corresponden por su significado con dichos nom-
bres: la altura con el monte, el olor con la rosa, el largor con el
camino, la frescura con el río, el cantar con el pájaro, el vivir con el
hombre. Es un claro ejemplo de correlación, recurso literario que
consiste en la correspondencia sintáctica o conceptual entre los
miembros de dos o más conjuntos estructurados de forma similar.
13 El poema narrativo de Rubén Darío «Los motivos del lobo»
(págs. 89-98) comienza con la descripción del animal. Haz una
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CAMINEMOS DE LA MANO
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Un paseo por la naturaleza
1 En «Romance del Duero» (pág. 104) Gerardo Diego contrapo-
ne el río (la naturaleza) a la ciudad. ¿Qué representa para el
poeta el río y por qué? ¿De qué se lamenta el escritor? La
quinta estrofa nos dice que el río es siempre el mismo, aun-
que el agua que circula por él cambia; al igual le ocurre al
amor, que no ha variado a lo largo de los siglos; pero ¿qué
cambia en relación con el amor? ¿En qué se basa Gerardo
Diego para identificar el río, el fluir del tiempo, el pasado, la
sabiduría y el amor? ¿Qué representa para el poeta la ciu-
dad?
Para Gerardo Diego, el río representa lo eterno y permanente, así
como la sabiduría y la experiencia acumuladas durante siglos de his-
toria y el propio fluir del tiempo, según un viejo tópico que ya utili-
zó el griego Heráclito en la antigüedad. Este simbolismo del río se
explica por el movimiento continuo de sus aguas, que equivale al
paso del tiempo; pero, al mismo tiempo, la contemplación del río
nos produce una sensación de permanencia, pues vemos el mismo
río que nuestros más alejados antepasados. Por otro lado, el poeta
identifica al río con un viejo de «barbas de plata» que, a causa de lo
mucho que ha vivido, goza de una extraordinaria sabiduría: la voz
del Duero (su «eterna estrofa de agua») es la voz experta de quien
ha sido testigo de la historia de los hombres a través de los siglos.
El poeta lamenta que los hombres actuales, llevados por las prisas
y el deseo de vivir el presente, no se detengan a escuchar la voz del
río, a aprender de la historia. Antes al contrario, la ciudad, símbolo
de la vida ajetreada, le vuelve la espalda al pasado, bien por indife-
rencia, bien por cobardía. Solo los enamorados, para los que sí
cuentan los valores espirituales y la meditación, atienden a las ense-
ñanzas del río. Éstos, durante generaciones, han ido sembrando las
aguas del río —el tiempo— de palabras de amor, palabras que el río
guarda y devuelve a los enamorados que se sientan en su orilla a es-
cucharlo. Es decir, el tiempo y los hombres, como el agua, pasa, pero
el amor, principio esencial de la vida, permanece y se transmite de
generación en generación.
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UN PASEO POR LA NATURALEZA
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En tierras del ingenio
y del humor
1 No hay objeto o realidad que no pueda ser tema de un poe-
ma. Todo depende del ingenio o la capacidad del poeta para
transformar algo cotidiano o vulgar en materia poética, como
hace Pedro Salinas en «35 bujías» (pág. 111). ¿En qué convier-
te el poeta la bombilla? ¿Y la luz eléctrica? ¿Qué nombre reci-
be el recurso literario que emplea para ello? ¿Qué “pistas”
nos llevan a descubrir que se trata de la luz de una bombilla,
objeto que no aparece nombrado en el poema?
Pedro Salinas convierte a la bombilla en un castillo de cristal donde
se encuentra encarcelada una princesa, que es la luz; el poeta dice
amar a la princesa y liberarla por las noches. Por lo tanto, el poema
hace uso de la metáfora, recurso que consiste en designar una reali-
dad con el nombre de otra con la que mantiene alguna relación de
semejanza. En el primer caso, el término real es la bombilla (A) y el
término imagen o metáfora «claro castillo de cristal» (B); y en el se-
gundo, el término real es la luz eléctrica (A) y las metáforas «ilumi-
nadora musa dócil» (B1), «artificial princesa» (B2) y «amada eléctri-
ca» (B3). Al tratarse de metáforas puras, el término real no aparece
en el poema, por lo que debemos descubrirlo mediante la semejan-
za de ambos términos y el contexto. Las «pistas» que nos indican
que se trata de la luz eléctrica de una bombilla son muchas. El pro-
pio título es la primera, pues «35 bujías» era la potencia de una
bombilla cuando Salinas escribió el poema (hoy diríamos watios).
Otras pistas son que está presa «aquí arriba» (en el techo de la habi-
tación), que es «invisible» durante el día, que se puede soltar por la
noche con solo «apretar un botón» (el interruptor), y que cae «de
arriba» y envuelve al poeta «de claro» (de luz). Por último, los adje-
tivos empleados se refieren a la luz de una bombilla: «iluminadora
musa dócil», «artificial princesa», «amada eléctrica».
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EN TIERRAS DEL INGENIO
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Por la ruta del sueño
y del misterio
1 En «Era un niño que soñaba» (pág. 123) Antonio Machado
nos habla de una persona que sueña con cosas que le gustaría
poseer y que, además, confunde la realidad con la fantasía.
¿Con qué cosas “sueña” esa persona a lo largo de su vida?
¿Por qué crees que, cuando se hace mayor, llega a la conclu-
sión de que “todo es soñar, / el caballito soñado / y el caballi-
to de verdad”?
El protagonista del poema sueña en su infancia con poseer un caba-
llo de cartón o incluso un caballo de verdad que lo acompañe en sus
juegos, pero pronto comprende que los sueños no se corresponden
con la realidad y le invade el desengaño. Durante la juventud, cuan-
do se enamora, duda si la amada es sueño o realidad: el amor, inclu-
so si es real, se vive como un sueño. Con la llegada de la vejez todo
parece sueño: los sueños pasados y la propia realidad, incluso el
presente, y vivimos más en recuerdos que en la propia realidad. Fi-
nalmente, en el momento de la muerte el viejo se pregunta si ésta
es un sueño o es la realidad, si despertará o no a otra vida.
La conclusión de que «todo es soñar» a la que el personaje del poe-
ma llega en su vejez es propia del desengaño característico de esa
etapa de la vida, cuando la gente comprende que la existencia es un
sueño, esto es, algo que se nos escapa de las manos y se esfuma por
mucho que cerremos el puño para aprisionarla. En estos versos hay
un eco de la obra de Calderón La vida es sueño, en la que Segismun-
do afirma: «…estamos / en mundo tan singular, / que el vivir sólo es
soñar; / y la experiencia me enseña, / que el hombre que vive sueña /
lo que es hasta despertar. / Sueña el rey que es rey, y vive / con este
engaño mandando, / disponiendo y gobernando; / y este aplauso
que recibe / prestado en el viento escribe, / y en cenizas le convierte
/ la muerte (¡desdicha fuerte!): / ¡que hay quien intente reinar, /
viendo que ha de despertar / en el sueño de la muerte!». Sin embar-
go, Machado, como escéptico, duda del despertar tras la muerte a la
vida verdadera en la que creía Calderón. La exclamación final «¡Quién
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