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Revolución Verde: ¿Un mal necesario o un fin que no justifica

los medios?

Por: Samir Rodelo Asfora

Desde tiempos inmemoriales el hombre se convirtió en un ser


sedentario y comenzó a cultivar la tierra para subsistir. Esta
actividad se convirtió en pilar para el desarrollo de las
civilizaciones con el pasar de los siglos y determinó el grado de
crecimiento de las mismas y también el intercambio cultural a través
de los canales de comercio de las épocas con el pasar de los años.
Pero así mismo como ocurre con los grandes momentos de la historia
como la revolución industrial en el siglo XVIII, por medio de la
cual se dio un salto en los modos de producción para acelerar la
productividad causando un daño colateral que aún sufrimos por una
falta de conciencia de nuestro entorno, así mismo se dio en la década
de los 40 cuando el Ingeniero Agrónomo Norman Borlaug con la
financiación de la Fundación Rockefeller realizó experimentos para
el desarrollo de nuevas variedades de semillas que fueran más
productivas. Esta iniciativa tomó mucha fuerza cuando en los países
del tercer mundo se multiplico el problema del hambre y la escasez
de alimentos en la década de los 60.

Este fenómeno de crecimiento exponencial de la producción agrícola,


se le dio el nombre de la “Revolución Verde” pero, así como en la
llamada Revolución Industrial hubo y aún hay consecuencias directas
sobre los recursos naturales por su uso desmedido y por su
contaminación. Como ejemplo podemos citar la eutroficación de los
cuerpos de agua por exceso de nutrientes, tala de bastas zonas
forestales por adecuación de tierras, introducción de nuevas plagas
en los ecosistemas por mal manejo de cultivos, etc.

Cabe mencionar que todo este crecimiento desmedido si bien mitigó el


problema de hambre en el mundo y salvó muchas vidas no podemos obviar
el daño que creó para las generaciones futuras porque podríamos decir
que el problema de hambruna en el planeta se pospuso más no se
eliminó.

Uno de los grandes beneficiarios de todo este crecimiento son los


productores de agroquímicos y los productores de semillas
transgénicas cuya intervención en este proceso ha segado el verdadero
sentido de la revolución verde y ha condicionado la productividad de
la agricultura.

Sin embargo, en el mundo aún existen muchas comunidades en las zonas


rurales que subsisten con la agricultura tradicional (en Colombia
llamada producción familiar o comunitaria) la cual se basa en el
auto sostenimiento con prácticas que son mucho menos lesivas a los
recursos. En esta práctica las mismas comunidades al producir
diferentes cultivos realizan intercambio de lo que cada uno necesita
y así complementan sus necesidades entre los miembros de la
comunidad.

Estas “mini economías autosostenibles” son un claro ejemplo de


cooperativismo para el desarrollo sostenible. Aunque los márgenes de
producción son pequeños, dicha productividad se hace sostenible en
el tiempo y asegura que las generaciones futuras puedan tener
disponibilidad de recursos naturales en calidad y cantidad.

Se debe hacer un llamado en el marco de los principios del desarrollo


sostenible a todos los actores que intervienen en la cadena
productiva de agro en el mundo para adoptar una conciencia ambiental
respecto a la conservación de nuestros recursos naturales para
garantizar un futuro sostenible y una seguridad alimentaria acorde
con las necesidades de las generaciones venideras.

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