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“Las tres cosas que aprendí mientras se estrellaba mi

avión” por Ric Elias


«Imaginen una gran explosión cuando estás a 900 metros de altura. Imaginen un
avión lleno de humo. Imaginen un motor haciendo clac, clac, clac. Suena aterrador.
Bien, yo tenía un asiento único ese día. Estaba sentado en el 1D. Era el único que podía
hablar con los asistentes de vuelo. Así que de inmediato los miré, y dijeron: "No hay
problema. Probablemente golpeamos algunas aves. El piloto ya había virado el avión y
no estábamos tan lejos. Se podía ver Manhattan. Dos minutos después, tres cosas
sucedieron al mismo tiempo. El piloto alineó el avión con el río Hudson. Generalmente
esa no es la ruta. Apagó los motores. Imaginen estar en un avión y sin ruidos. Y luego
dijo tres palabras, las tres palabras más desapasionadas que haya escuchado.
Dijo: "prepararse para el impacto". No tuve que hablar más con la asistente de vuelo.
Pude verlo en sus ojos, era terror. La vida se terminaba.
Quiero compartir con ustedes tres cosas que aprendí sobre mí mismo ese día.

1. Aprendí que todo cambia en un instante. Tenemos esta lista de cosas para
hacer antes de morir, estas cosas que queremos hacer en vida, y pensé en toda la
gente a las que quería decirles que las quería y no lo hice, todos los errores que
quería reparar, todas las experiencias que había querido tener y nunca tuve.
Mientras pensaba en eso me vino una frase que es: "Colecciono vinos malos". Y
pensé: si el vino está listo y la persona está ahí, lo voy a abrir. Ya no quiero
aplazar nada en la vida. Y esa urgencia, ese propósito, realmente ha cambiado
mi vida.
2. La segunda cosa que aprendí ese día, mientras evitábamos el puente George
Washington, que no fue por mucho... pensé, siento un gran pesar. He vivido una
buena vida, en mi humanidad y con mis errores. He tratado de mejorar en todo
lo que hice. Pero en mi humanidad, también di lugar a mi ego. Y lamenté el
tiempo que desperdicié en cosas que no importaban con gente que sí importaba.
Y pensé en relación con mi esposa, con mis amigos, con la gente. Y después,
como medité sobre eso, decidí eliminar la energía negativa de mi vida. No es
perfecta, pero es mucho mejor. En dos años no he tenido una pelea con mi
esposa. Se siente de maravilla. Ya no trato de tener razón. Elijo ser feliz.
3. Lo tercero que aprendí, mientras tu reloj mental va descontando, 15, 14, 13, y
ves el agua aproximarse. Estoy diciendo: por favor, vuela. No quiero que esto se
rompa en veinte pedazos. Y mientras bajábamos tuve la sensación de que morir
no da miedo. Es casi como que hemos estado preparándonos para ello toda la
vida. Pero fue muy triste. No me quería ir, amo mi vida. Y esa tristeza se enmarcó
en un único pensamiento, que es: ojalá pudiera ver a mis hijos crecer. Un mes
más tarde estaba en una actuación de mi hija, primer grado, no mucho talento
artístico... todavía. Y grito, lloro, como un niño. Y para mí eso era la única razón
de ser en el mundo. En ese punto comprendí, al conectar esos dos puntos, que lo
único que importa en mi vida es ser un gran padre. La única meta que tengo
en mi vida es ser un buen padre.

Se me concedió el milagro de no morir ese día. Y se me concedió otro regalo, que


fue la posibilidad de mirar al futuro, y volver y vivir de otra forma. A ustedes que están
volando hoy les desafío a que imaginen que lo mismo les pasa en su avión (y por favor,
que no sea así), pero imaginen: ¿qué cambiarían, ¿qué es lo que harían que aún esperan
hacer porque piensan que van a vivir para siempre? ¿cómo cambiarían sus relaciones y
la energía negativa en ellas? Y lo más importante: ¿están siendo los mejores padres que
pueden?

Fuente: https://www.ted.com/talks/ric_elias/transcript?language=es

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