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INTRODUCCIÓN:

Cuando hablamos del evangelio estamos hablando de la buena noticia, ya que eso es lo
que significa, y la buena noticia es que Cristo nos rescató para que ya no sirvamos a las
tinieblas sino que ahora vivamos para Él. Pero el hombre con el tiempo supo deslizar poco a
poco la mirada de Aquel quién es el autor y consumador de esta fe que profesamos y
colocarla en quien fue salvo. Debemos entonces plantear de qué se trata el verdadero
evangelio, cuál fue el propósito real de Dios al salvarnos y cómo debemos responder ante
esto.

DESARROLLO:

El Evangelio Completo:

“el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado
Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.”
​Colosenses​ ​1:13-14​ ​RVR1960​​

El cristiano según va avanzando comprende realmente que la vida cristiana se trata más de
lo que está dispuesto a dar a Dios que de lo que Él le puede dar (aunque en esto siempre Él
sale ganando). Ese es el momento en que ya no vive solo el evangelio de la Gracia, sino
que ahora comienza a vivir el evangelio de Reino.

El evangelio de la Gracia se trata de que hemos sido rescatados de la condenación sin


merecerlo, por amor a nosotros Cristo se entregó para que ya no seamos condenados sino
que podamos disfrutar de la vida eterna en Él. Cristo demostró a lo largo se su vida su
compasión por los perdidos y dedicó todo su ministerio a sanar las almas y a los heridos de
corazón, así como curarlos de enfermedades o dolencias físicas y por último morir por la
humanidad. Fue el tiempo en que Cristo vino para servir: ​«así como el Hijo del hombre no
vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.» Mateo
20:28 NVI.

Sin embargo no este no es el evangelio completo, el evangelio que Cristo predicaba era el
de Reino, Él iba por las calles proclamando ​«Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha
acercado.» Mateo 4:17 RVR 1960.​ Y esto es porque Él mismo era el reino. Llegaría un
momento en que Cristo derrotaría a la muerte y se le daría toda autoridad en los cielos y la
tierra, dejaría de servir para ser servido por todos.

En el evangelio de la Gracia aceptamos a Cristo como Salvador, pero en el evangelio de


Reino lo aceptamos como Rey y Señor. En el evangelio de la Gracia Cristo da su vida por
nosotros, en el de Reino nosotros damos la vida por Él. En uno Cristo viene a nosotros, en
otro somos nosotros quienes le seguimos. En uno se manifiesta su Amor, en otro su
Autoridad.

Por amor a mí mismo:


Bien, esto no quiere decir que el evangelio se centre en el hombre en principio y luego en
Dios. El evangelio tiene a Dios como centro desde siempre. Dios decide amar al hombre por
amor a sí mismo. La meta máxima de Dios es glorificarse a sí mismo, ya que Dios es justo y
hace justicia, entonces es el primero en obedecer su más grande mandamiento, con todo su
corazón y su alma y su fuerza se deleita en su propia gloria. Dios no puede amar a alguien
más que a Dios ¡esto sería idolatría!

“Por amor de mi nombre diferiré mi ira, y para alabanza mía la reprimiré para no destruirte.
He aquí te he purificado, y no como a plata; te he escogido en horno de aflicción. Por mí,
por amor de mí mismo lo haré, para que no sea amancillado mi nombre, y mi honra no la
daré a otro.” Isaías​ ​48:9-11​ ​RVR1960​​

Más allá de que Dios sea amor, Él sabe que amando al hombre es glorificado por este. Si
Dios nos salvara por deber no significaría tanto como el salvarnos por amor, todos sabemos
que un regalo es mucho más valioso cuando se hace por amor que por deber. Por eso Dios
no nos salvó por deber, porque no era su deber salvarnos, al contrario su deber era traer
juicio en nosotros, pero Él nos salvó por amor trayendo su juicio sobre sí. Al salvarnos así
hace que su Gracia sea más profunda y significativa para nosotros y entonces respondemos
glorificando su tan infinito amor y su objetivo es llevado a cabo ¡Dios es exaltado!

“según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin
mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos
por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, ​para alabanza de la gloria
de su gracia,​ con la cual nos hizo aceptos en el Amado,” Efesios​ ​1:4-6​ ​RVR1960​​

Todo esto hace que nuestro foco en la salvación cambie, Dios nos amó por amor a sí. El
propósito de la salvación trasciende nuestra propia salvación y se ancla en la exaltación de
Aquel que merece ser exaltado. Descubrimos así que nosotros no somos el centro. A lo que
debemos pensar, si Dios nos amó para que ser glorificado ¿cómo debemos responder a
esto?

Lo que significa seguir a Cristo:

“El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o
hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es
digno de mí. El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la
hallará.”
​S. Mateo​ ​10:37-39​ ​RVR1960​​

Son en estas palabras que se manifiesta aquello que significa seguir a Jesús. Como dijimos,
no somos dignos de la muerte de Jesús, ​Él no lo hizo ​porque​ seamos dignos sino ​para
que seamos dignos​. Seguir a Cristo tiene un precio muy caro, requiere dejarlo
absolutamente todo en un sentido literal, Cristo no murió para que sigamos viviendo en el
pecado sino para disfrutar de la vida eterna en Él sirviéndolo.
Y esto solo se logra cuando le damos el valor que se merece al Dios que es digno de
suprema adoración y entrega. Demostrar cuánto valor le damos a esto solo podemos
hacerlo entregándolo todo y viviendo una vida de total servicio, transformando todas
nuestras prioridades y deseos enfocándose en Él con absoluta obediencia.

Por eso, debemos analizar nuestra vida cristiana de una manera sincera si estamos
teniendo una vida que sea digna de aquel que nos salvó. No es justo que en el otro lado del
mundo los cristianos sean puestos a prueba a tal punto de dar su vida hasta el martirio,
mientras nosotros vivamos de este lado quejándonos ingratamente de cosas insignificantes,
cuestionando a Dios cuando no obtenemos lo que no queremos o poniendo condiciones en
nuestro servicio. Esto refleja realmente qué es lo que priorizamos.

A modo de reflexión, pensemos, antes de llamar Señor a Jesús necesitamos todos los días
cuestionar nuestra vida si realmente lo estamos obedeciendo como un siervo lo hace ante
su Señor para ser llamados dignos de seguirle. Jesús dijo: ​“¿Por qué me llamáis, Señor,
Señor, y no hacéis lo que yo digo? ​
S. Lucas​ ​6:46​ ​RVR1960​​

CONCLUSIÓN:

En resumen, es necesario que el creyente replantee si su vida cristiana está centrada en


Jesús, en agradarle, en seguirlo como se merece entregándolo todo. Si hasta ahora tuvimos
un cristianismo centrado en nosotros, no es tarde para arrepentirse y acercarse ante Él en
humildad reconociendo su señorío sobre nosotros y comprometerse a seguirlo cueste lo que
cueste.

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